El peón que cruza el tablero - 05
El salón estaba repleto de caras nuevas, y todas ellas tenían los ojos puestos en mí. Me acobardé al estar frente a tanta gente e inconscientemente me aferré al brazo de mi hermano. Sin demora, él me guió hasta el lugar donde se encontraba nuestro padre.
Por protocolo, me incliné y saludé al duque.
—Buenas noches, padre.
—Querida Janet, no hace falta que seas tan formal con tu padre.
Cuando acarició mi mejilla, tuve que morder mi lengua con fuerza para evitar hacer una mueca.
—Fue muy dulce de tu parte optar por un atuendo así de sencillo en tu debut. No muchas damas pueden dejar de lado su vanidad en un momento tan importante. Me alegra mucho ver que te moderas para que tu hermanita disfrute de su noche.
—Amado padre, no merezco tales alabanzas. Ser considerada con aquellos que aprecio no tiene mérito alguno.
Cumplir el rol de buena hija para este hombre desagradable me asqueaba. Lamentablemente, tenía que seguir actuando para complacerlo. Al duque le encantaba hacer de padre amoroso frente al público. Quería que los invitados cuchichearan que él era muy bueno con su hija adoptiva.
Lo normal en este tipo de evento sería que, una vez que ingresara como debutante, comience a recibir el saludo de amigos, amigas o posibles pretendientes, pero todo lo que recibí fueron murmullos y risas disimuladas.
Momentos después, el lugar quedó en silencio cuando la duquesa descendió por las escaleras principales. Estaba usando un vestido deslumbrante, y siendo franca, me sorprendió que no llevara puestas joyas más extravagantes, ya que a ella le encantaba llamar la atención. Su vestido tenía el escudo de la familia bordado con hilos de oro y hermosos diamantes azules adornando su escote y mangas. Para finalizar, en su cuello traía un collar de esmeraldas que el duque le había obsequiado hacía unos meses. Dicen que el lujo es vulgaridad. Sin embargo, esa mujer siempre ostentaba su riqueza con orgullo.
Al llegar al final de las escaleras, y luego de regocijarse con los aplausos del público, proclamó a viva voz.
—¡Gracias por asistir a este evento tan especial! Hoy, como todos sabrán, debuta en nuestra sociedad, mi adorada hija Wendy y, por supuesto… también mi hija Janet. —A pesar de su sonrisa, noté el desagrado en su voz.
Aún así, el hecho de que me mencionara me tomó desprevenida. Pensaba que pasaría por alto el hecho de que existo. Aunque, considerando las posibles razones de su cambio de actitud, probablemente ese teatro también fuera obra de Moore.
—Sin nada más que agregar, la estrella de la noche hará su entrada.
Todos aplaudieron y el lugar rebosó de expectación. La orquesta empezó a tocar una canción compuesta para la ocasión y la mayoría de las luces se apagaron, dejando solo un haz de luz que apuntaba a la cúspide de las escaleras. Wendy se detuvo debajo de éste, y todo el lugar volvió a llenarse de regocijo. Ella bajaba con gracia y lentitud los escalones, y de cada uno de estos, alzaban vuelo mariposas mágicas de múltiples colores.
Su vestido la hacía lucir como un pequeño sol, uno muy feliz y hermoso, que traía consigo la primavera a este salón. Podía ver cuánto disfrutaba ser admirada y envidiada por todos.
Una vez mi padre acabó con su discurso de apertura, el vals empezó a sonar, marcando el inicio del primer baile de las debutantes.
Tradicionalmente, el primer hombre en bailar con las debutantes era su padre, seguido de sus hermanos o familiares cercanos y luego los pretendientes. Wendy fue la primera en bailar con el duque, a pesar de que por edad me correspondía iniciar el vals.
El centro de la pista era suyo y yo debía conformarme con algún rincón alejado de su escenario. Me gustaba bailar y se podría decir que era muy buena. Sin embargo, no me agradaba la idea de que este tipo de gente me viera hacerlo.
Todo marchaba bien, hasta que fue mi turno de bailar con Ewan, quien sin detenerse a pensarlo, me arrastró hasta el centro de la pista, colocándome en una mala situación.
Mi hermano era un bailarín excelente y podía conseguir que cualquier dama brillara junto a él. Debido a eso, me vi frente a una encrucijada. Tenía que optar por lucirme por primera vez en sociedad —pero a costa de robar la atención del público y que Wendy lo tomara como una declaración de guerra—; o simular un tropiezo para hacer el ridículo frente a todos los invitados, cosa que Moore no me perdonaría bajo ninguna circunstancia. Y, como la ira del duque era lo que más miedo me ocasionaba, preferí la opción que haría enfadar a mi hermanita.
Luego de haber tomado aquella difícil decisión, Ewan comenzó a subir la velocidad de los giros y apenas lograba seguirlo. A causa de su ímpetu juvenil, acabamos por resaltar demasiado. Pero a mi mente estaba lejos de importarle y solo se centraba en contar los segundos que faltaban para terminar ese martirio físico y psicológico.
Finalizada la pieza, todos nos aplaudieron y un escalofrío recorrió mi espalda. Al voltear contemplé los ojos grises de Wendy, que me sugerían que no pasaría por alto mi insolencia. «Sabes bien que no fue mi culpa».
Gracias al cielo, su enojo se esfumó al ver que solo ella tenía pretendientes que se peleaban por su atención.
Por mi parte estaba aliviada de que nadie me pidiera un baile, porque luego de ese show mis pies no podrían soportarlo. Por ello, solo me limité a sentarme en un rincón tranquilo y alejado.
Miraba a mi hermanita brillar en la pista y una parte de mi estaba feliz de que disfrutara de su noche especial. El peso de aquellos días en los que ella me sonreía cayó sobre mis hombros de repente, haciendo imposible eludir el sentimiento de pérdida.
Mientras mis ojos permanecían en la pista, un hombre mayor se acercó a saludarme, acción que me dejó atónita por un par de segundos.
—Señorita Janet, felicidades por su debut. —Su voz era áspera y su tono amable.
Me levanté y me incliné para saludarlo.
—Muchas gracias… pero, creo que aún no nos han presentado, mi señor.
Sin mediar palabra, me tomó del mentón y examinó mi rostro, poniendo especial atención a mis ojos. Cuando finalmente me soltó, me miró de arriba a abajo, como si estuviera analizándome en profundidad.
—Hace mucho no encontraba una como tú, me gustas —dijo aquello con una extraña sonrisa, provocando que un escalofrío recorriera mi espalda.
El hombre se despidió y se encaminó a saludar al duque. Cuando se alejó lo suficiente, mis piernas flaquearon y caí sobre la silla. Solo podía pensar que si ese hombre ofrecía la cantidad suficiente de dinero, mi padre me vendería sin dudarlo. No obstante, la confusión me invadió cuando el duque se arrodilló frente a él. Todos en el salón hicieron lo mismo y solo los más pequeños, contándonos a Wendy y a mí, no entendíamos lo que sucedía.
Cuando mi padre alzó la voz, pude comprender lo serio de la situación.
—¡Majestad! No esperaba que quisiera asistir a este humilde baile.
—Eres mi mano derecha, ¡por supuesto que asistiría al debut de tus adorables hijas! Damas y caballeros, ya pueden levantarse y seguir con la celebración.
Todos se pusieron de pie y mi padre hizo señas para que fuera a presentarme. Wendy llegó antes y lo saludó con elegancia. El rey fue indiferente con su saludo y ella no se lo tomó muy bien. Confirmé mi sospecha cuando se volteó y su sonrisa se desvaneció por completo.
—Que las diosas bendigan a la Flor del imperio y al amado rey —dije al inclinarme frente a él.
Pese a mis malas expectativas, el rey acabó por marcharse tan rápido como llegó. Escuché que le había dicho a mi padre que debían tener una charla al día siguiente, y Moore parecía molesto conmigo, así que me sobraban motivos para preocuparme.
Luego de toda esa montaña rusa de emociones, comencé a sentirme mal. Mis pies, el estómago y la cabeza me dolían mucho. Le rogué a mi padre que me dejara retirarme, y este accedió al ver mi pálido rostro.
***
Caminaba lentamente hacia mi habitación, hasta que de pronto sentí unos brazos rodeando mi cintura.
—¿Por qué te vas tan pronto? Aún quiero bailar contigo. —Era Ewan, y había tomado bastantes copas de más.
—Hermanito, no me encuentro bien y por eso me retiro ¿Podrías soltarme? solo me haces sentir peor.
—Te acompañaré —dijo, tomándome de la mano.
Accedí, solo para no discutir con el alcohol. Sus mejillas estaban muy rojas. Me resultaba extraño que fuera tan descuidado en un evento social —más aún en presencia de su padre—, y aunque tenía curiosidad sobre el motivo de su descuido, preferí guardar mis preguntas para cuando estuviera sobrio.
Casi brinco de alegría al llegar a la puerta de mi habitación, pero el destino decidió que esa noche no podría terminar sin una última sorpresa, y antes de que pudiera entrar, él me acorraló contra la puerta.
—Ewan —me giré para regañarlo de frente—, ya deja de jugar. La noche ha sido muy larga y yo… —Enmudecí cuando acercó su rostro.
Supe de inmediato que intentaba besarme, así que desvié la cara para evitar sus labios. Permaneció estático por unos segundos, pero aún podía sentir su mirada buscando mi aprobación. Me mantuve firme en mi rechazo y al final desistió.
—Lo siento… creo que… debería ir a dormir.
No lo detuve y, ni bien apartó sus brazos, entré a toda prisa a la habitación. Tranqué la puerta y me metí a la cama sin siquiera quitarme el vestido. Todo lo ocurrido me dejó agotada y, aunque todavía tenía mucho en qué pensar, no tardé en conciliar el sueño, dando así por terminado mi primer y desastroso baile social.
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