El peón que cruza el tablero - 07
Llegué al despacho del duque ocultando lo mejor que pude la tormenta en mi interior. Luego de saludarlo, me miró de arriba a abajo y ahogó un suspiro antes de hablar.
—Ponte tu mejor vestido, vendrás conmigo a palacio.
Lo miré incrédula pensando que había oído mal y al notar mi desconcierto, insistió.
—Apresúrate, no debemos llegar tarde.
Me arreglé lo más rápido que pude con las mejores prendas y adornos que poseía. El viaje no era largo, pero como nunca había estado tanto tiempo a solas con él, resultó muy incómodo y silencioso.
Admiré el paisaje por fuera de la ventana, era la primera vez en lo que iba del año que salía del los terrenos de la mansión, así que una parte de mi estaba muy feliz por el cambio de ambiente. Me imaginaba corriendo por las verdes colinas y rodando sobre ellas -aún con el riesgo inminente de que alguna piedra escondida me hiriera-. Sonreí ante esa escena y me sentí dichosa al poder escapar de ese carruaje por al menos un segundo. Sin embargo, el repiqueteo de los dedos del duque se hizo presente, logrando que la dulce sensación de libertad se degenerara en hiel rápidamente.
Supuse que el duque no me dirigiría la palabra en todo el viaje, mas, unos minutos antes de llegar a destino, este se dispuso a conversar.
—¿Qué piensas de Ewan?
Esa sola pregunta logró activar todas mis alarmas. Sus intenciones no eran buenas. Pero, el silencio hubiera constituido una peor respuesta, así que aclaré mi garganta y traté de permanecer impasible y objetiva.
—Es un joven muy prometedor, sagaz, con buen olfato para los negocios… tiene mucho carisma e incluso sabe convencer a la gente necia. Sin embargo, su impulsividad y terquedad atentan demasiado contra sus puntos fuertes. Aún así, pese a sus defectos, estoy segura de que será un digno sucesor.
El duque sonrió y tuve la sensación de haber pisado una mina.
—¿Crees que lo elegiré cómo mi sucesor? —dijo mientras acariciaba su barba—. ¿Cómo llegaste a esa conclusión? Tengo bastantes hijos para elegir y para que lo sepas, no me importa de que género sea.
—Solo apliqué algo de lógica, nada especial —dije con fingida calma—. Kiefer va a casarse con la única hija del barón Duffer. Según los términos del matrimonio, él será el nuevo heredero de la baronía. Por eso, llegado ese momento, él quedará descartado. Agnes por su parte ya es la esposa del príncipe heredero de Riocht na Greine. La única que está en condiciones de competir con Ewan es Wendy. No obstante, ella carece de un arma fundamental: las conexiones. Aunque siendo justa, aún es muy joven y quizás más adelante pueda saldar esa carencia.
—Es un muy buen análisis de la situación actual, te felicito… pero ¿qué hay de ti? después de todo, también eres hija mía.
—Yo estoy completamente descarta, primero porque el puesto de cabeza de la familia ha sido entregado siempre a hijos legítimos. Pero, lo más importante, es que no estoy lo suficientemente calificada ni tengo el talento o la inteligencia para ejercer semejante puesto. Llevar el apellido Moore es honor más que suficiente para mi.
—Me alivia un poco saber que sigues siendo tan sensata como siempre. Siendo honesto, me preocupaba que tus pequeñas victorias nublaran tu buen juicio.
—Puede estar tranquilo, padre. Jamás me atrevería a apuntar más alto de lo que puedo llegar.
—Me gustaría poder estar tranquilo, sin embargo ¿cómo podría cuando me ocultas cosas que quebrantan mi confianza en ti?
Tragué en seco. Ya imaginaba a que se refería y sabía que, a partir de este punto, la charla se convertiría en un interrogatorio mordaz.
—¿Cosas que le oculto?
—Sí. Como el hecho de que Ewan pidió tu mano en matrimonio o que escondes dinero a mis espaldas.
Apreté mis manos sobre mi regazo y demoré en buscar las palabras adecuadas. Con cada segundo que pasaba en silencio, sentía que el collar que había elegido con tanto esmero se apretaba en mi garganta.
—Permítame explicarle entonces. En cuanto a Ewan, pensaba que me jugaba una broma de mal gusto. Me lo mencionó en la velada de ayer y, por supuesto, ya lo rechacé.
—Si pensabas que era una broma ¿por qué te molestaste en rechazarlo? Quizás no seas la indicada para ser mi heredera, pero podrías ser la esposa del futuro duque. No objetaría que ocuparas ese lugar si es lo que deseas.
Su falsa simpatía me hizo sentir acorralada en el peor rincón posible. Comprendí que me encontraba dentro de la boca del lobo y cualquier palabra desacertada provocaría el cierre de sus fauces.
No estaba segura de qué hacer o qué decir. Tenía una idea de que era lo que él quería escuchar, pero ¿ser complaciente era la respuesta correcta? Existía el riesgo de que el duque lo percibiera como deshonestidad y que perdiera la poca aprobación que había conseguido a lo largo de todos estos años.
—Jamás me permitiría tener un sueño tan tonto. Como usted ya ha mencionado, soy una persona muy sensata. Conozco muy bien mi lugar en la jerarquía de la familia. También sabe cuanto le temo. Nunca me arriesgaría a hacerlo enfadar. En cuanto al dinero yo…
—El asunto del dinero no me molesta. Sé que tu madre te ha orillado a hacer eso y por ende lo dejaré pasar. Volviendo al tema anterior, tienes razón. Tu conciencia no te permitiría casarte con Ewan, porque no serías capaz de mancillar el apellido de la familia… a la que le debes tanto ¿verdad?
—Juro que jamás podría faltarle el respeto de ese modo.
—Espero que sigas siendo fiel a tu amado padre en el futuro.
—Por supuesto, no le fallaré.
—Bien… entonces habiendo dejado claro ese asunto me gustaría preguntarte: según tu criterio ¿quién crees que sería la joven más adecuada para desposar a mi hijo?
—En mi humilde opinión, la Marquesa de Meier sería la opción más acertada. Tienen la misma edad y se conocen desde hace tiempo, sin mencionar que una alianza con su casa sería más que beneficiosa.
—Te he educado muy bien… estaba pensando lo mismo. Sin embargo, conozco muy bien a mi hijo y es muy obvio siente algo muy fuerte por ti… eso no es algo que pueda ignorar. En especial porque es difícil lidiar con su terquedad.
Mientras pensaba profundamente su futuro movimiento, comenzó a repiquetear sus dedos en su bastón, logrando que mi ansiedad aumentara con cada golpecito.
—Descuida, querida mía, todavía eres bastante útil. No te arrojaría al fuego solo por las tonterías de tu hermano. Debo admitir que fue un error de mi parte dejarte vivir en la mansión principal. Pero, planeo enmendar ese desliz. A partir de pasado mañana, vivirás en el anexo de la mansión del sur… no hace falta que empaques nada.
El duque volvió la vista a la ventana y finalmente pude respirar tranquila. Pocos minutos después el carruaje se detuvo. Acabábamos de llegar a destino y solo ansiaba regresar.
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