El peón que cruza el tablero -
Cuando el mal prevalece
La vida de un oso de peluche nunca fue fácil. Durante el día debía jugar con mi niño y de noche mi deber era combatir a las sombras de pesadilla que buscan corromper su alma.
Siempre existió una regla sagrada e inquebrantable para ambos grupos disidentes, la cual estipulaba que: “Ningún humano debía enterarse de esta guerra”. Ese precepto formaba parte de un antiguo pacto entre los patrocinadores del bien y el mal; y de alguna manera este convenio había mantenido su status quo durante siglos. Sin embargo, aunque las reglas para ambos bandos eran similares, las batallas nocturnas nunca eran justas.
Al adentrarse en territorio ajeno, eran las sombras quienes estaban en desventaja, lo que siempre las conducía a la inminente derrota. Debo decir que admiraba su persistencia. Todas las noches nacían desde armario entreabierto, brotan por debajo de la cama y se materializan a partir los sonidos tétricos emitidos por esta vieja casa. Pero, a pesar de todo ese esfuerzo, solo encontraban su final bajo mi espada.
***
Mi misión seguía su curso natural y previsible… O al menos así fue hasta el divorcio de los padres del niño. Todo ese estrés y dolor había vuelto más fuertes a las pesadillas, resultando en batallas más largas y desgastantes a medida que las noches se acumulaban. Aún así no me dejé amedrentar por ellas, después de todo, mi único propósito era mantener seguro a mi niño asignado.
La cruzada entre el bien y el mal acabó llevándose mi ojo derecho, deshilachó mis costuras y estaba a punto de llevarse mi patita izquierda. Pero, a pesar de eso, mi espada reforzada con voluntad y sentido del deber seguía batiéndose sin titubear, matando a todo monstruo que se cruzara en su camino.
En una de mis noches más largas y difíciles… finalmente perdí. Sin embargo, la puerta de la habitación se abrió con violencia antes de que las sombras destrozaran mi cuerpo, lo que logró posponer mi muerte por un par de minutos.
Lydia, la madre del niño, había bebido de más otra vez y venía a desquitarse con la indefensa criatura. Gritos, llantos y sonidos de golpes llegaron a mis orejas. Un monstruo terrible se encontraba frente a mí, uno que solo en carne era humano, ya que su esencia se había deformado hace tiempo. ¿Debía quedarme de brazos cruzados? Mis votos añejos susurraban que si… mas, mi conciencia me gritaba que no.
Ya estaba condenado de todas maneras y como último favor a aquel niño, maté al monstruo que lo lastimaba. Lo había salvado ¿verdad?… entonces ¿Por qué razón me vía con ese rostro embebido en espanto?.
No fue sino hasta que oí la risa de las pesadillas que lo entendí. La sangre que empapó mi algodón disolvía de a poco los votos a los que dediqué mi vida. Ahora… un nuevo monstruo había nacido, uno sin memoria de lo alguna vez fue… uno que se inclinó y juro lealtad a su nuevo dios sangriento.
//Ésta es la versión de esta historia que use en Toonlatino y con la cual gané el tercer puesto <3. Mis felicitaciones a los ganadores del 1er y 2do puesto…. pero la próxima les daré más batalla y me ganaré sus lugares >:D.
El infierno está lleno de buenas intenciones
La vida de un oso de peluche nunca fue fácil. Durante el día debía jugar con mi niño y, de noche, mi deber era combatir a las sombras de pesadilla que buscaban apagar su luz.
Esta guerra ha existido desde hace mucho tiempo. Desde luego, hay una regla que se aplica para ambos grupos disidentes: “Ningún humano debía enterarse de este conflicto”. Ese precepto formaba parte de un antiguo pacto entre los patrocinadores del bien y el mal; y de alguna manera este convenio había mantenido su status quo durante siglos. Sin embargo, aunque las reglas para ambos bandos eran similares, las batallas nocturnas nunca eran justas.
Al adentrarse en territorio ajeno, eran las sombras quienes estaban en desventaja, lo que siempre las conducía a la inminente derrota. Debo decir que admiraba su persistencia. Todas las noches nacían desde armario entreabierto, brotan por debajo de la cama y se materializan a partir los sonidos tétricos emitidos por esta vieja casa. Pero, a pesar de todo ese esfuerzo, solo encontraban su final bajo mi espada.
***
Mi misión seguía su curso natural y previsible… O al menos así fue hasta el divorcio de los padres del niño. Todo ese estrés y dolor había vuelto más fuertes a las pesadillas, resultando en batallas más largas y desgastantes a medida que las noches se acumulaban. Aún así no me dejé amedrentar por ellas, después de todo, mi único propósito era mantener seguro a mi niño asignado.
La cruzada entre el bien y el mal acabó llevándose mi ojo derecho, deshilachó mis costuras y estaba a punto de llevarse mi patita izquierda. Pero, a pesar de eso, mi espada reforzada con voluntad y sentido del deber seguía batiéndose sin titubear, matando a todo monstruo que se cruzara en su camino.
En una de mis noches más largas y difíciles… finalmente perdí. Sin embargo, la puerta de la habitación se abrió con violencia antes de que las sombras destrozaran mi cuerpo, lo que logró posponer mi muerte por un par de minutos.
Lydia, la madre del niño, había bebido de más otra vez y venía a desquitarse con la indefensa criatura. Gritos, llantos y sonidos de golpes llegaron a mis orejas. Un monstruo terrible se encontraba frente a mí, uno que solo en carne era humano, ya que su esencia se había deformado hace tiempo. ¿Debía quedarme de brazos cruzados? Mis votos añejos susurraban que si, mas… mi conciencia me gritaba que no.
Ya estaba condenado de todas maneras y como último favor a aquel niño, me abalancé sobre el monstruo que lo lastimaba. Usé mi cuerpo para tapar su visión y me aferré a su cabello con determinación. Entre forcejeos ella tropezó y su cabeza golpeó con fuerza la mesa de noche. Finalmente maté al último monstruo que figuraría en mi contador de victorias.
Al voltear a ver a mi niño, no me encontré con la reacción que esperaba. Su rostro se hallaba embebido en espanto, como si el monstruo aún siguiera de pie frente a él.
No fue sino hasta que oí la risa de las pesadillas que lo entendí. La sangre derramada en el suelo comenzaba a empapar mi algodón, disolviendo consigo los votos a los que dediqué mi vida y permitiendo la entrada de la oscuridad a mi interior.
Siempre creí que las pesadillas eran el enemigo más tonto que podía tener. Torpes criaturas que se habían dejado corromper por sus deseos mundanos. Tan resentidos con la luz, que no les importaba morir en el intento de apagar su destello en el corazón de cualquier niño. Sedientos de venganza sin sentido e incapaces de rectificarse.
Solo ahora me doy cuenta de lo ingrata que es la luz. Simplemente cumplía con el deber que me asignó y aun así osaba abandonarme cuando más la necesitaba. ¿Quiere arrojarme como basura después de todos mis años de servicio? Pues bien ¡Qué así sea!.
No obstante…
Antes de caer en el abismo…
Haré lo necesario para llevarme la luz que protegí por tanto tiempo.
—Es su culpa… no la mía, así que no me guardes rencor pequeño…
Yo solo estoy haciendo mi trabajo.
Ahora toca protegerte de esa pérfida luz.
//Ésta es la versión final de este cuento. Lo hice participar en otro concurso y logré una mención honorifica :D. No soy muy buena resumiendo ideas y es la primera vez que escribo terror (que es uno de los géneros más difíciles de hacer). Por esa razón estoy muy orgullosa de ambos logros… Y espero mejorar mucho para los próximos concursos :3.
Comments for chapter ""
QUE TE PARECIÓ?
Te felicito por tercer lugar y te admiro por lo último lograr una mención honorífica.
Mis felicitaciones, el género de terror es mi favorito y en especial el de los objetos inanimados que cobran vida y aterrorizan a loa humanos. En este caso me sorprendiste al crear una historia donde el muñeco es el bueno y protege al niño de los verdaderos monstruos que son los que crean los humanos. Muy, muy buena historia!!