GG EZ! ¿Cuán difícil puede ser volverse un mercenario legendario? - 01
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- 01 - El legendario bandido de Damicci
Capítulo 1
Los vientos en las planicies de la ruta a Elendir resoplaban con sutileza, invitando a las aves a emprender vuelo, combinando su trinar con el sonido de los árboles compartiendo sus hojas entre sí, relatando las historias que solo el cielo ha visto en los bosques del oeste.
La vida en la región de Barley, en los bosques del oeste, era tranquila, al pobre con esfuerzo no le costaba demasiado llevar una vida básica, mientras el rico se regodeaba en todo lo deseado más sin imaginación para desear más allá de lo conocido.
Barley se extendía desde el puerto de Damicci, un pequeño poblado dirigido por las órdenes de su iglesia, hasta el palacio del rey Fredard, en Carrascosa, junto a las ruinas de Rimparor, un desierto que generaba tanta incertidumbre como historias podían inventarse sobre este.
Este relato comienza en los prados de viento brillante, con un joven muchacho de 17 años, escapando del pequeño pueblo de Damicci con el resplandor de la libertad en sus ojos y la esperanza en su sonrisa. Rhodas Giolassi era conocido por su mala fama entre los pueblerinos de Damicci, llamado ladrón, vándalo, demonio de mala suerte, entre muchos otros insultos por sus travesuras que por varios motivos se escapaban de sus manos al final del día. Rhodas era la clase de persona que describirías como un niño problema, un joven desagradable que hacía maldades para alimentar sus risas y saciar su apetito de atención, pero también es la clase de persona que, si por hambre robaba una hogaza de pan, y un hambriento lo veía, sería incapaz de comerlo.
El joven delincuente se crio bajo el ojo y los brazos de la iglesia en un orfanato dentro del convento, corrían rumores que el chico fue enviado por el demonio para corromper a las monjas vírgenes, ¿Si lo consiguió? Son rumores que corren en un pueblo pequeño.
La educación religiosa nunca fue del interés del muchacho, él prefería aprender lo vital del mundo escabulléndose en tabernas, escuchando historias de amor, dolor y felicidad, cuentos de gremios de hombres que se convierten en leyendas, llevando sus ojos más allá de su propia imaginación.
A la edad de 17 años, entre sus andanzas en el convento este tuvo una charla con el padre Dramuel, aquel que cumplía el rol de una especie de figura paterna para Rhodas y los huerfanos del orfanato, quien ya harto de su comportamiento despreocupado decidió encararlo de una vez.
– ¡¿Es que nadie te ha encaminado bien muchacho?! ¡No subestimes las llamas del infierno! – replicaba el hombre ante la mirada burlesca del joven.
– Padre, no hace falta que se altere intentando convencerme de sus actividades eclesiásticas, algún día seré rico y famoso, ¡Y compraré la iglesia para convertirla en un elegante burdel! – agregaba entre risas el chico.
Realmente no tenía esa idea, pero molestar al padre era su forma de demostrarle su afecto. Las bromas del chico y los regaños del hombre continuaron saliendo por unos largos minutos, hasta que por la hora el hombre pareció recordar algo, abandonando rápidamente la conversación y retirándose de allí, pidiéndole al chico que reflexionara lo conversado.
Rhodas, aún deseoso de molestarlo y con inquietud por saber hacia donde iba con tanta prisa, decidió seguirlo a hurtadillas, murmurándose a si mismo entre risas que seguramente estaba visitando a alguna señora que fuera su amante a escondidas.
Al finalizar la ruta, logró divisar que el religioso entraba a una casa donde resguardaban a un hombre atado, la sorpresa consumía el corazón del muchacho, su cuerpo se ponía inquieto por la emoción, su rostro esbozaba una sonrisa involuntaria y se dirigió a la casa a espiar por la ventana.
– ¡Impío demonio, renuncia a este hijo del señor y regresa al infierno del que te han exiliado! – el mayor posó su palma en la cabeza del hombre atado, siendo observado con temor por la mujer acompañante y con una salvaje exaltación de Rhodas.
Dramuel mordió su mano haciendo que sangrase, sujetando su antebrazo apuntando con su palma sangrante al rostro del hombre poseído exclamando.
– ¡Arte del Exorcista! ¡Messor in exsillium! –
Un resplandor rojo sangre cubrió el rostro de la víctima mientras que desde su cráneo surgía un diablillo pequeño con un rostro agonizante ante el resplandor. El diablillo salió del cuerpo del hombre y antes de que el exorcista pudiera detenerlo, este salió por la ventana quedándose frente a Rhodas, el cual temblaba al observarlo, excitado por la emoción del momento.
– ¿¡Rhodas?! ¿¡Que haces aquí?! ¡Apártate de esa cosa! – exclamó el exorcista sacando una cruz de metal de su túnica, pero al devolver su mirada al muchacho el terror invadió a todos los presentes.
El diablillo agonizaba cubierto en sangre siendo atravesado por una extensa zarpa de acero proveniente de las manos de Rhodas, el cual se mostraba como una entidad ajena al mundo terrenal de los mortales. Sus ojos estaban vacíos, carentes de alma y fríos como el metal de sus zarpas, su rostro mantenía una sonrisa ansiosa y despiadada, la cual jadeaba con excitación, emanando un aura pesada en el ambiente desde su infame presencia.
Dramuel estaba petrificado, no podía creer como la ira se manifestaba de forma tan bestial en el demonio de aquel muchacho que hasta hace unos segundos no era mas que un simple niño problema.
El exorcista apretó sus dientes y rápidamente acometió contra el demonio de Rhodas encajando su cruz en las fauces del muchacho corrupto desprendiendo el resplandor rojo en su interior descontrolando al demonio, quien tras un feroz alarido de dolor intentó zafarse lanzando un alarido a su rostro.
El exorcista soportó con agonía mientras encajaba mas la cruz en sus fauces sangrantes exclamando.
– ¡Arte del exorcista! ¡Corrumpere Vincula! ¡Abandona a mi muchacho ahora mismo demonio indeseable! –
El resplandor rojo de las manos del exorcista alteraba a la criatura haciéndola convulsionar salvajemente mientras una marca de dos filos opuestos se cicatrizaba en las mejillas de la bestia, devolviendo a la normalidad el cuerpo del joven, conservando en su rostro humano las marcas que el exorcismo le había provocado.
Dramuel jadeaba agitadamente con su rostro chorreando sangre por la herida que le provocó el exorcismo, miraba al chico en el suelo, desmayado por el
cansancio, con las marcas del exorcismo que generaban un temor intenso en el mayor.
– No puede ser… Nunca creí que viviría para verlo de nuevo… Y peor aún, se manifestó dentro del muchacho… No puedo dejar que vuelva a salir… Aghasura… ¡Condenado Aghasura! –
Dramuel levantó su puño con rabia y lagrimas en sus ojos con intenciones de golpearlo hasta la muerte, su puño rojo resplandecía intensamente, pero su cuerpo estaba inmóvil. Era incapaz de cumplir su deber de exorcista si esto implicaba matar al niño problema que por tanto tiempo había estado a su lado.
– No… No puedo… No puedo hacerlo… ¡No puedo hacerlo! –
El exorcista tomó en sus brazos al chico y decidió llevarlo a lo profundo de una cueva en las afueras de la ciudad, una mazmorra abandonada, destinada a retener prisioneros con pena de muerte, encerró a Rhodas y lo abandonó a manos de su destino murmurando en modo de despedida.
– Perdóname por abandonarte como las bestias… Pero soy incapaz de quitarte la vida con mis manos, siempre creí que algún día acabarías en alguna prisión… Pero verte aquí es más duro para mí que para ti.
Con suerte, Morirás de hambre antes de que pueda cumplir con mi responsabilidad… No es nada contra ti, pero no puedo poner en riesgo la vida de tantas personas… Que el cielo se apiade de tu alma, Rhodas. –
El exorcista jadeaba agitadamente mientras la sangre chorreaba desde su rostro, la mirada de Dramuel se veía invadida por el terror y la desesperación. Se detuvo a mirar al muchacho que desde muy pequeño estuvo bajo su cuidado en el orfanato, sus ojos cerrados hacían lucir pacifico a su rostro, pero el mayor sabía que ya no había marcha atras.
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- – El demonio no ha desaparecido… Vive en su interior… Rhodas, no puedo dejar esto así… Estás marcado… Nadie debe verte así… Tengo que resolver esto… – Murmuraba asustado el hombre tomando en sus brazos al chico desmayado por la tensa situación que acababa de ocurrir, decidiendo llevárselo a lo profundo de una cueva en las afueras de la ciudad, una mazmorra abandonada, destinada a retener prisioneros con pena de muerte, encerró a Rhodas y lo abandonó a manos de su destino murmurando en modo de despedida.
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- – Perdóname por abandonarte como las bestias… Pero soy incapaz de quitarte la vida con mis manos, siempre creí que algún día acabarías en alguna prisión y que allí aprenderías… Ojalá nunca hubiera sido de esta manera. –
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Los días pasaron y Rhodas finalmente despertó tras los gruesos barrotes de una celda, solo, atormentado por un silencio enfermante que lo llenaba de miedo.
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- – ¡¿Qué significa esto?! ¿¡Padre Dramuel?! ¡Esta es una pésima broma! ¡¿Qué hago aquí?! ¡Ayúdenme! – El chico suplicaba que alguien lo liberara de aquella prisión.
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Pasaron varios días y varias noches desde que el joven despertó, y por algún motivo no podía sentir hambre, ni sed, pero tenía unas ganas terribles de comer y beber algo, solo por el deseo de sentirse de vuelta en su normalidad por tener una hora de comida. Se sentía débil por el aburrimiento, jugaba con las rocas, intentaba trepar las paredes para mantenerse activo, golpeaba la reja con rocas para ver si conseguía algo, pero nada de eso lo animaba ni lo alejaba del deseo de escapar de ese lugar y volver a sentirse humano, las pesadillas de algunas noches heladas lo hacían sentir como un animal, una bestia atrapada que estaba condenada al abandono.
Una noche un sonido despertó al joven, una silueta oscura como la noche con la forma de su cabeza deformada, como si llevase una mascara sobre su rostro, dejándose ver solo un par de ojos sombríos. La silueta se acercó a su celda lentamente, provocando la misma sensación de exaltación en su cuerpo que el día en que lo encerraron.
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- – ¡¿Quién está ahí?! ¿¡Vienes con alguien!? ¡Ayúdame a salir de aquí! – Exclamaba Rhodas, esperanzado en la idea de que aquella silueta podría ayudarlo a escapar.
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La silueta se acercó lentamente, su voz tenue sonaba cada vez más cerca incomodando al chico.
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- – Álzate Cría del manifiesto… Sal al mundo… No confíes en los que te metieron aquí… Encuéntrame… Cuando estés listo, para el nuevo ocaso. –
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Su corazón se detuvo por un instante y sus ojos volvieron a abrirse de golpe, el sol brillaba por la rendija dándole a conocer que el día había empezado, ¿Había sido solo un sueño? Parecía tan real. El chico desvió su mirada hacia adelante.
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- – Pero que… –
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Los barrotes de la celda habían sido cortados y separados por un amplio espacio, nada lo retenía, era libre de escapar, el corazón del chico se llenó de esperanza, se levantó y rápidamente salió de allí, emprendiendo rumbo hacia el convento de Damicci.
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- – Padre Dramuel va a enloquecer cuando sepa donde… – El chico se detuvo en seco mirando el pueblo a la lejanía. Se detuvo a pensar en lo que le había ocurrido la noche anterior, recordó los insultos de la gente y todas las historias que escuchó en las calles. Se detuvo a mirar sus manos recordando las palabras que recordaba de la noche anterior, 《 Sal al mundo 》, su corazón le dictaba que era una nueva oportunidad para empezar una nueva vida, convertirse en todo lo que quería ser. Dio la vuelta y cambiando de curso comenzó a correr en dirección al norte con una sonrisa en su rostro.
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- – Bien, de todos modos… nadie iba a extrañarme. –
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Comments for chapter "01"
QUE TE PARECIÓ?
Narración god.
Me alegra mucho que te haya gustado, gracias por tu comentario <3
Buenísima
Salvaje, que buen inicio!! me engacho la novela. a ver que le espera al chico :v
Oye esta buenísimo los dibujos y la forma que combinas eso con el texto (parecen que se roban mis ideas, en diciembre iba a hacer algo similar)
Gracias por el comentario <3
Que potente 😀
Como autora y como lectora tengo un par de cosas que decir de este cap (aclaro que lo digo desde mi humilde opinión).
Como autora:
-Siento que hay fallos a la hora de crear el ambiente. No pude sentir la tensión ni cuando marcaron al prota, ni cuando la sombra misteriosa lo visitó en la celda. Esto es un grave problema debido a que son las escenas en las cuales se cimienta el inicio y la razón del viaje del prota.
-El personaje del «padre» me pareció inconsistente por momentos. Parece que a pesar de todo quiere al prota, pero luego lo deja tirado en la celda. Le falta bastante desarrollo para que, como lectora, pueda creerme lo que siente. Entiendo por dónde quisiste ir, pero tuve que simplemente «tragarme» que él quería al prota y que le dolió tomar esa decisión… al punto de que se sintió un poco plástico.
-También vi un par de errores de redacción.
-El guión de diálogo es inexistente. ¿No quieres poner guión de diálogo? no hay drama, es tu obra y la escribes como quieres, pero hay partes en donde los diálogos están mal estructurados.
Como lectora:
-Siento que aceleraste a fondo al contarme la historia. No me dio tiempo de empatizar o entender a los personajes. Es cierto que una lectura ligera debe ser rápida y fácilmente digerible, pero insisto en que te pasaste. Te ahorraste muchas descripciones que eran necesarias para que mi imaginación pueda ver con claridad las escenas de la historia que quieres contar.
-La trama está bien y es interesante, mas… estos pequeños errores arruinan mi inmersión en la obra.
Espero haberme explicado.
No quiero excederme más con la longitud del comentario, por eso, si te interesa que desarrolle un poco más estás opiniones puedes contactarme n.n.
Agradezco muchisimo tu comentario, se me hace muy importante a la hora de revisar correcciones, ¡Lo tendré en mente! (En cuanto al guión de dialogo si lo utilizo, de hecho si están alli según yo, que raro que no se hayan visto o.o)
La personalidad de Rhodas Giolassi, nos demuestra su lado humano, pues como todos, somos propensos a cometer errores. Pero…. Ahí está lo increíble de la narrativa, hace que me encariñe con el personaje, esperando lo mejor en sus aventuras, que en lo que avancen los caps, nos demostrará su evolución 🤩🤩💫
Y si *-*, ¡Escapa de la escuela religiosa jajaj!