GG EZ! ¿Cuán difícil puede ser volverse un mercenario legendario? - 11
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- 11 - Cedric Barlovento
Capítulo 12
Los cálidos vientos en las afueras de la ciudadela acariciando el brillante césped de pradera en los cerros rumbo a las lagunas de loto, la frescura del ambiente se acompañaba con un aroma floral que solo es perceptible en la visita a una florería. El mercenario de armadura y sonrisa radiante, Cedric Barlovento, avanzaba con calma y airosidad en su presencia.
Su misión encomendada marcaba ser de un rango C, a pesar de constar sólo de recoger algunas flores de loto, el mercenario con vista en frente pensaba en el objeto y el lugar en cuestión más que la generosa recompensa que podría obtener.
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- – Lotos de Gardenia… Una flor tan peculiar debe tener una fragancia única para que alguien pague tanto por una misión de este tipo, espero poder quedarme con algunas para la hora del té – Murmuraba entre pequeñas risas
No pasó mucho tiempo hasta que la fresca brisa matutina comenzase a entibiarse, sintiéndose un calor agradable y un aroma radiante y frutal que se impregnaba en el rubio cabello del guerrero.
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- – Ese aroma… ¡tiene que estar cerca! – Exclamó Cedric emprendiendo un paso acelerado en búsqueda de las dichosas flores, encontrando a unos pasos más allá, la vista de un pacífico estanque, las ranas croaban en tono melodioso, toda clase de flores crecían en colores armónicos y un enorme árbol daba la infaltable sombra necesaria para el descanso donde reposaba un hombre de edad avanzada con una larga barba que sentado tocaba una pequeña flauta de madera.
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- – ¡Buen día señor! – Saludó con cortesía el caballero al anciano que en respuesta optó por ignorarlo, buscando el tono adecuado en su flauta.
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- – Disculpe usted mi impertinencia, mi nombre es Cedric Barlovento, soy un mercenario de Estrella Onírica, estoy buscando Lotos de Gardenia y creo tener la suerte de haberlos encontrado, ¿Podría decirme si estoy en lo cierto?. – Insistió el mercenario haciendo que el anciano respondiera dejando su flauta a un lado.
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- – Tú ya estás muy grande para estar recogiendo flores muchacho, vete de aquí. Consigue un trabajo de verdad – El amable caballero tomó con humor el comentario y se agachó para sentarse frente al hombre.
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- – Es un consejo, pero me lo replantearé después de hacer mi trabajo, mi maestra cuenta con que cumpla su misión. ¿Puedo tomar algunas de sus flores? –
El anciano bajó su sombrero de paja y se cruzó de brazos sin dirigir la mirada al joven frente a él.
- – Es un consejo, pero me lo replantearé después de hacer mi trabajo, mi maestra cuenta con que cumpla su misión. ¿Puedo tomar algunas de sus flores? –
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- – Las flores no son mías muchacho, la tierra que recorres es de quien la pisa y las flores son del que quiere disfrutarlas, pero si este estanque es de todos, no deberías robar lo que no es solo tuyo. –
El caballero se levantó despacio sacudiendo un poco el polvo de su armadura acercándose a la laguna.
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- – No se preocupe señor, le doy mi palabra de que no robaré nada que no vaya a compartir, si este estanque es de todos, solo tomaré la parte que es para mí y con esta misma lo invitare a tomar el té a mi gremio. –
El anciano sin responder se puso a tocar su flauta acomodándose bajo la sombra del árbol, mientras que Cedric se disponía a recoger tantos lotos como se le hacía prudente comenzando a depositarlos en un saco que cargaba bajo su pechera.
En el momento de recoger un sexto loto la tierra comenzó a temblar llamando la atención del rubio mercenario el cual volteó inmediatamente.
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- – ¡Señor, se aproxima un terremoto, apártese del árbol! – Exclamó levantándose rápidamente mientras la tierra rugía con poder e intensidad, levantándose del tallo de un loto cortado una raíz que comenzó a crecer a pasos agigantados mientras Cedric se alejaba de allí.
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- – Yo te dije que no robaras nada que no es totalmente tuyo chico, los guardianes son muy celosos con los ladrones. – Agregó el anciano desviando la mirada hacia el estanque.
La raíz ya casi del tamaño del mismo mercenario comenzó a adaptar una forma humanoide, una criatura en base a la planta, pero con cuerpo de roca verde como el Jade se levantó con un furioso resoplar, parándose en la posición de un gorila con sus nudillos en la tierra acometiendo contra Cedric.
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- – ¡Ladrón! ¡Ladrón! – Rugía el golem de jade en su impetuosa acometida, incitando al caballero un ataque en respuesta como plan de defensa.
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- – ¡Flanchet! – Exclamó Cedric dirigiendo un puñetazo a la zona abdominal del golem destrozándole de un solo impacto.
El joven comenzó a jadear por la sorpresa del ataque, este desvió rápidamente su mirada hacia el anciano que tranquilo seguía mirando el estanque.
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- – ¡Señor! ¡No es seguro que esté aquí! ¡Váyase rápido! –
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- – ¿A mi qué me dices? Yo no he robado nada chico, tu eres el que debería irse. – Respondió el viejo con tranquilidad mientras que las piezas del golem se movían lentamente juntándose en la forma de dos golem nuevos reforzados por el agua del estanque.
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- – ¡Ladrón! ¡Defended el estanque! – Rugían los golems de jade acercándose tan rápido como podían para atacarlo.
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- – ¡Affronter! – Respondió Cedric en reacción atacando la boca de uno de los golems, destrozando su rostro, pero recibiendo de vuelta un fuerte golpe en su rostro el cual lo mandó a volar a metros del estanque, dando tiempo al golem dañado de regenerarse.
El viejo ligeramente preocupado dirigió la mirada hacia el caballero que había sido impactado por el golem de jade, el problema se hacía mayor para el joven y realmente parecía un sujeto amable, no le caía bien la idea de verlo morir, por lo que se levantó y exclamó.
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- – ¡Chico vete de aquí! ¡Deja las flores! ¡Devuélvelas y se detendrán! ¡No vale la pena llevarlas! –
El viejo tomó las flores y corrió para alejar a los golems llamando su atención, y haciendo que estos dirigieran su ataque hacia él.
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- – ¡Ladrón! ¡Defended el estanque! – Rugían los golems. El viejo soltó las flores quedando paralizado ante la actitud vehemente de los gigantescos guardianes.
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- – ¡Ayúdenme! – Suplicó el anciano cubriéndose con sus brazos impidiendo que sus ojos vieran el acto seguido.
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- – ¡Concasse! – Exclamó el bravo guerrero lanzando un puñetazo al aire que impactó a la distancia a un golem destrozando al resto en fila y apartando los pedazos de vuelta al estanque.
Una feroz corriente de viento rugía en el ambiente, la seriedad del caballero se notaba en sus ojos, la presencia de un héroe y la ferocidad de un león, la luz del sol resplandecía en sus puños y la brisa movía su cabello en una pose de combate inquebrantable, capaz de impresionar al anciano.
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- – No va a ser posible señor… Mi maestra se enfadará si no cumplo con lo que me pidió… Y ahora que usted está involucrado en este problema… No puedo permitirme escapar sin dejarlo a salvo. – La pesada armadura cayó al suelo dejando sonar un leve estruendo en el césped, el ligero, pero bien formado cuerpo del guerrero se puso en guardia posándose delante del anciano para defenderlo.
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- – Muchacho… ¿Tu, quien eres…? – Murmuró entre titubeos el anciano.
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- – Mi nombre es Cedric Barlovento… El León de Estrella Onírica. –
El viento sopló con intensidad ante la presencia del caballero que en su postura adaptaba la posición de combate de un monje, un especialista del combate limpio, sin necesidad de armas y con un puño destructor.
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- – ¡Niño! ¡Ya viste lo que pueden hacer esas cosas! ¡Si te quitas la armadura no podrás defenderte bien! – Agregó el viejo acercándose a él.
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- – No se preocupe, la armadura no hace falta en esto, señor. – El joven se acercó a los guardias a paso acelerado, mucho más que en el acto anterior. Un golpe fue dirigido por parte de los rocosos siendo bloqueado con el antebrazo desnudo del guerrero quien devolvió un revés arrojando la cabeza del atacante contra su compañero destruyendo ambos a la vez en el impacto.
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- – ¡Braise! – Exclamó Cedric liberando una ráfaga de viento desde el impacto, preparando su guardia para una próxima regeneración.
El agua del estanque se agitaba impaciente al regenerar a los golems, por lo que, en ágil reacción, el radiante peleador extendió su brazo hacia el aire sobre el estanque.
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- ¡Ecrasé! – un impacto de aire cortó el flujo del agua impidiendo que el golem se volviese a regenerar.
El viejo observaba a la lejanía los ataques distantes del joven monje, que mantenía su guardia alta y firme, rodeando el área del árbol junto a él para defenderlo.
Al ver la acción de ataque y defensa del joven, no pudo evitar devolver un recuerdo a su mente.
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- – Una vez escuche que, en las nieves del norte, en el silencio de las montañas un grupo de monjes se alejaron del mundo para conocerse y escucharse entre ellos, dicen que el calor lo obtienen de sus palabras y del movimiento constante que practican, un arte que se asemeja a la gracia de un baile, la velocidad y sutileza suficiente para que el entorno siga tus pasos, un puño que viaja con el viento y un impacto sólido como el hielo… –
Entre impactos y sonidos de rocas al volar con el suelo, el monje escuchó atentamente las palabras del anciano, rememorando el pasado inolvidable y respondiendo a sus dudas.
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- – Mi tierra natal está entre las nieves del norte, conocí a estos monjes en el exilio y me invitaron a conocer lo que el mundo me pudo ofrecer… Nunca pude liberarme de mi armadura, por lo que siempre la cargo, pero mis puños siempre recordarán el calor de la sabiduría que me entregaron y el poder para proteger mi propia verdad… Si, esta es mi… Arte de monje, Danza puño de viento –
Las raíces del rocoso se aferraban cada vez más a las piezas de su dueño, el joven seguía impactando en un sinfín de intentos que solo terminaban en regeneraciones, los golems aumentaban en cantidad comenzando a acorralarlo por la espalda, a lo que Cedric respondió con un impacto directo en el rostro destruyéndolo al impacto.
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- – ¡Affronter! –
El viejo se levantó despacio mirando las flores que esperaban en el suelo.
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- – Si la vida de este estanque es de todos… No puedes tomar una vida y hacerla desaparecer… La muerte no es un final… Cuando uno se va, otro debe nacer en su lugar… –
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- – ¿Tiene alguna idea señor? – Preguntó Cedric desviando la mirada rápidamente para verlo.
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- – Niño, ¡Necesito que los retengas! – Exclamó el viejo cortando las flores por la mitad del tallo.
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- – Eso hag… ¿¡El tallo?! ¡Un momento, necesito el tallo! – Gritó el joven perdiendo la concentración un segundo recibiendo un fuerte impacto en el rostro.
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- – ¡No lo necesitas! ¡Cúbreme niño! –
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- – ¡S-sí señor! –
Un impacto de viento apartó a los rocosos de jade del viejo, mientras que Cedric lo alcanzaba tan rápido como podía.
El mayor rápidamente se metió al estanque donde las raíces comenzaban a crecer con alta velocidad preocupante para el joven caballero.
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- – ¡Señor, las plantas! – Exclamó Barlovento preparando sus puños para impactar a los rocosos que pudiesen surgir de esta siendo sujetado por los golems desde atrás.
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- –¡Necesito más tiempo niño! – Gritaba el mayor con sus manos hundidas en el agua del estanque.
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- – ¡Apresúrese por favor! ¡Agh! ¡Bouef! – Un impulso de fuerza hizo presión con los brazos de Cedric quien destrozó las manos de los rocosos con un choque de aire comprimido, volteando para impactar sus núcleos, destrozando sus cuerpos por completo
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- – Ya está… – Murmuró el viejo separando sus manos al dejar sembrado el tallo de la planta, dando paso a la oportunidad de una nueva vida en el estanque.
Las plantas se alejaron lentamente del viejo volviendo a la normalidad, dando un respiro a los visitantes de la pradera.
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- Señor… ¿Qué se supone que hizo? – Preguntó Cedric entre jadeos por la conmoción.
El mayor se levantó recogiendo su flauta y golpeando la pierna del joven con está volviendo a su aire mañoso y despreocupado.
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- – ¡Muchacho incompetente! ¡¿Qué no sabes que debes dejar algo cuando retiras una planta?! ¿Cómo esperas que crezca de nuevo? –
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- – Y-yo no pensé que importase –
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- – ¡Pues claro que importa niño tonto! ¡León esto, monje lo otro! ¡No eres más que un insensato! – Replicó el mayor alejándose con paso lento acomodándose su sombrero mientras en el aire volvía a sentirse la calidez y la calma del respirar del viento, tan pacifico como un niño que acababa de nacer.
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- – Y vístete, mocoso exhibicionista… me debes una taza de té por salvarte el pellejo, ¡Tu maestra debe saber de tu incompetencia! – Insistió el viejo, provocando en Cedric una pequeña sonrisa, poniéndose rápidamente su armadura y partiendo junto al anciano con un aire humilde y sereno, cargando el saco con las flores y preguntando de forma amable.
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- – ¿Podrán ser un par de tazas para que mi maestra no tenga que regañarme? –
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