GG EZ! ¿Cuán difícil puede ser volverse un mercenario legendario? - 13
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- 13 - Bianchi Moscheta
Capítulo 14
La joven maestra del gremio recorría animosa el sendero del bosque hacia la región de Tarandar mientras revisaba el cartel de su misión, tres estrellas indicaban la dificultad de la misma y la descripción solicitaba la obtención de un objeto para un cliente misterioso, un cetro de vástago de rubí.
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- – ¿¡Encontrar un cetro?! ¡Tiene que ser una broma! ¡Pedirle algo tan simple a una mercenaria de mi clase! – Exclamaba Bianchi al aire con un semblante radiante como acostumbraba a llevar, sacando su mapa para seleccionar su rumbo.
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- – Veamos… Mar Tormentoso… Es un puerto de ladrones, no podré comprar nada allí… Vardagra es una opción más apropiada, está resguardado por este gremio… ¿RocaFiera no es así? Seguro que podré encontrar algún buen mercader por allí que me de uno a buen precio. –
La joven bruja enrolló su mapa tras decidir la ruta correcta emprendiendo un paso constante y entusiasta hacia Vardagra de Tarandar.
Vardagra, como una ciudad colindante al problemático puerto de Mar Tormentoso necesitaba la protección de los gremios para que los ladrones, bandidos y piratas se alejaran de los residentes, que podían llevar una vida un poco más activa respecto a regiones como Damicci y Elendir, dedicada al servicio de los propios mercenarios que cuidaban sus negocios.
Mercaderes con objetos valiosos y de rareza superior, Taberneros que prestaban sus mesas, sus locales y sus mejores bebidas a los cansados aventureros ansiosos de relatar sus últimas misiones, salones lúdicos donde por un buen precio podrías probar tu suerte y llevarte artículos valiosos, o bien vaciar tu monedero e irte con la cabeza caída. Incluso, Tarandar era el lugar indicado para hacerse escuchar como un mercenario con buenas historias, los trovadores de Vardagra sabían llamar a los aspirantes y ofrecerles fama en el pueblo con sus canciones y poemas por una buena cantidad de dinero, incluso se comentaba que algunos mercenarios subían de rango solo por la fama que tenían las canciones que salían de los labios de un trovador.
Protegido por “Roca Fiera”, el gremio en vigilia de los bosques del oeste mientras el gremio maestro, “Cuento Legendario” se ocupaba de asuntos más importantes, Vardagra era un lugar perfectamente visitable, con un constante humor y música que daba vida a la ciudadela.
Unas cuantas horas pasaron hasta que la maestra llegó a la jovial ciudadela, sus mejillas se ruborizaban con la alegre música de los trovadores, que traían recuerdos a su mente en sus tiempos de aprendiz. Al oír risas y celebraciones desde la puerta de una taberna decidió acomodar su sombrero y abrirse paso a la acción donde un grupo de mercenarios oían el relato de un camarada.
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- – Entonces le dije ¡NO LE TEMO A TUS PALABRAS! y él sacó su espada, enorme, como un mástil y afilada como la lengua del diablo y me dijo ¡ENTONCES TÉMELE A MI PODEROSA ESPADA! Podrán pensar que me acobardé, si… Cualquiera habría hecho eso… ¡PERO RODT ESTRUENDO DEL MONTE JAMÁS! ¡NI SIQUIERA SAQUÉ MI ESPADA! ¡LO PUSE A LLORAR CON MIS PROPIAS MANOS! –
Los mercenarios gritaban y alzaban sus jarras en ánimo a la historia, pero en un instante el silencio cubrió la taberna dejando solo la voz de Bianchi que estaba sentada sobre una mesa riendo con fuerza.
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- – ¡Jajaja! ¡Eso es! ¿Um…? ¿Qué les pasa a ustedes? ¿Quién de ustedes, caballeros, piensa invitarle una cerveza a esta hermosa señorita? – Agregó la maestra posando su mano en su pecho cerrando los ojos en un semblante orgulloso y egocéntrico, sólo para despertar las risas de todos los presentes una vez más.
Rodt se acercó a la joven entre las risas de sus compañeros sonriendo burlesco y posando su mano en su cabeza aplastando su sombrero.
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- – Nenita… los niños no deben estar aquí, mucho menos tomar alcohol… Pero si te portas bien te dejaré sentarte a mi lado y hasta podría invitarte un jugo de frutas. –
El rostro de Bianchi se oscureció al sentir su sombrero aplastado, acompañado de las palabras del mercenario.
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- – Hey, Estás aplastando el sombrero de una bruja de verdad, no me confundas con una cría. –
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- – Uy… lo siento… ¿Te hice enojar lindura? Perdona, podemos decirle al mercader que te venda uno más bonito para que le muestres a tus amigos. –
La paciencia de la maestra se agotaba y su mano se agitó apartando la mano de Rodt, el cual sorprendido rio despacio.
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- – Oh jo jo… Cariño esa no es forma de… –
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- – ¡Affronter! – Exclamó Bianchi interrumpiéndolo con un puñetazo en la boca del mercenario apartándolo de la mesa y dejando un diente sangrante hundido sobre una jarra de cerveza.
La joven bruja se levantó con el ceño fruncido gruñendo a regañadientes elevando la voz entre la sorpresa de la muchedumbre mientras mostraba su misión oficial.
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- – Ya que no hay ningún caballero que sepa invitar una cerveza aquí, ¡Supongo que sabrán responder a una camarada mercenaria! ¡Un cetro vástago de rubí! ¿¡Donde puedo encontrar uno?! –
Los presentes cuchicheaban entre sí al observar la misión que la chica mostraba con tanta seriedad, como si de alguna forma la hubieran reconocido en uno de sus tableros hasta que una voz seria y decidida se alzó entre la multitud.
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- – ¡Yo te invitaré una cerveza! –
Las miradas se dirigieron a un delgado y sonriente mercader sentado solo en una esquina, acompañado solamente de su mochila con mercancía, a la vista tenía máscaras, pergaminos, sacos de polvos y diferentes instrumentos, más que un mercader parecía un artista itinerante con mucho inventario.
La maestra acomodó su sombrero y bajándose de la mesa agradeció la invitación sin perder la seriedad en su mirada.
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- – Gracias… Es extraño ver a un mercader invitando algo… Las malas lenguas hablan de ustedes como personas tacañas que sólo saben cómo ganar cosas. –
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- – ¡Oh! ¡Ho ho ho! ¡Te confundes de mercader! ¡Yo solo busco vender los mejores productos a buenos mercenarios por precios razonables, tu, jovencita, eres nueva por estos lugares, no recuerdo haberte visto, ¿Cuál es tu nombre? – Preguntó intrigado el mercader mientras una camarera traía dos cervezas a la mesa.
La maestra atacó la jarra acabándolo como si de un vaso de agua se tratase, para responder tras el trago.
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- – Bianchi Moscheta… de Estrella Onírica… Somos un gremio nuevo que está haciendo misiones para destacar entre los gremios del ministerio. –
La mención de su nombre provocó miradas de reojo y leves murmullos, pero antes de que la maestra pudiera notarlo, el mercader siguió hablando.
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- – ¡Oh! ¡Espléndido! ¡Si necesitáis un mercader que traiga los mejores precios a vuestro gremio, Darlin es el nombre que tenéis que llamar! ¿Podría ver esa misión tuya? –
Bianchi lo miró con serias dudas y le entregó su misión lentamente preguntando en el momento.
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- – Darlin… Eres un mercader… Debes saber dónde puedo comprar un… –
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- – ¡Niña mía! Un cetro vástago de rubí no es algo que te vaya a vender un mercader, al menos no uno en los bosques del oeste, debes hacerlo tu misma y entregarlo en la taberna de Cuento Legendario, ellos son quienes pagan todas las misiones de rango alto y administran todo esto, pero claro, como sois un gremio nuevo, seguro no tenéis un administrador de recursos que haga los repartos y entregue la paga de sus misiones aún. –
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- – Pues… no, no tenemos uno… ¿Cómo puedo hacer este cetro para completar la misión? – Preguntó la joven apoyándose en la mesa mirando fijamente los ojos del mercader.
Darlin rápidamente sacó de su mochila un pergamino que extendió en la mesa, mostrando todos los rincones de los bosques del oeste, a lo que empezó a explicar.
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- Niña mía, estamos en Vardagra, región de Tarandar, ¿Ves esto de aquí? Son las ruinas de Rimparor, es el único lugar de los bosques del oeste donde podrás encontrar vástagos de rubí. Ellos salen por las noches, a cazar… si logras acabar con uno y le quitas su corazón, será cuestión de unirlo a un cetro y encantarlo, cosa simple para una bruja de tu calibre, ¿No?–
Los ojos de Bianchi se abrieron ampliamente y puso sus manos sobre el mapa.
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- – ¡Pero Rimparor es un desierto cambiante! ¿¡Si entro qué me asegura que saldré?! –
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- – Yo puedo darte entrada a Rimparor y regreso también, pero todo tiene su precio, niña mía. –
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- – ¿Qué quieres de mí? – preguntó inquieta la joven bruja recibiendo una sonrisa del embustero mercader.
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- – Si lo consigues… quiero la mitad de la recompensa y si mueres haciendo la misión, quiero tu objeto más valioso. ¿Qué puedes ofrecer? Puedo olfatear que tienes algo interesante contigo. –
La maestra desvió la mirada, no cargaba objetos consigo, aunque había algo que podía ofrecer, pero la idea le inquietaba.
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- – Mis objetos… los cargo por invocación, soy una portadora… Y mi objeto más valioso es un arma única, de rango épico. –
Las miradas de la taberna parecían centrarse en la chica, lo que la ponía un poco insegura, esta se acercó al oído del mercader y susurró el nombre del arma, haciendo que este abriera ampliamente los ojos con un rostro de sorpresa.
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- – ¡Y que me parta un rayo! ¡La portadora del arma de un mago legendario! –
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- –¡No hables tan fuerte! ¿Tenemos un trato o qué? – Preguntó la chica a regañadientes mientras extendía su mano.
El mercader pensó un momento y sonriendo extendió su mano para estrechar la de ella.
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- – Muy bien niña mía, es un trato, vamos afuera, te llevaré al desierto de Rimparor. – agregó el mercader revisando su mochila, dejando un saco de monedas por las bebidas y levantándose para salir.
Bianchi lo acompañó a la salida de la taberna inquieta por los pocos detalles que había en este trato por la misión.
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- – Entonces… ¿Cómo harás para que pueda entrar y salir? – Preguntó la chica con serias dudas.
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- – Una mercenaria que hace misiones de rango B debería saber que entrar a un desierto cambiante como Rimparor es un suicidio, o al menos sin uno de estos. – Respondió el mercader dibujando un círculo en la tierra del suelo y sacando un arpa pequeña de su mochila.
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- – ¿Un arpa? –
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- – Debes entrar al círculo jovencita – señaló el mercader interrumpiéndola.
Bianchi obedeció entrando con él, mientras el mercader comenzaba a buscar las notas apropiadas.
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- – La magia no está en las cosas, está en la forma en que las usas niña mía. Y los mercaderes conocemos muchas formas de usar estas cosas. –
Una suave melodía comenzó a sonar desde el arpa del mercader iluminando el círculo de tierra bajo sus pies con un resplandor azul brillante, la música parecía sonar con más fuerza para ser un instrumento tan pequeño, el viento soplaba con fuerza y podían verse pequeñas plumas elevarse como si danzaran a su alrededor, nublando completamente la vista del entorno.
El mercader cerró los ojos visualizando en su mente el lugar de destino, el arpa sonaba con mayor velocidad en su tonada, concluyendo con el recitar del músico.
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- Melodía Encantada, ¡Gavota de vuelo! –
Las plumas se entrecruzaron con el viento feroz que estuvo a punto de arrebatar el sombrero a la joven bruja quien en un reflejo extendió sus brazos para sujetarlo, el viento se calmó tras unos segundos, las plumas se dispersaron en una nube de polvo y arena, dejando a la bruja y al mercader con sus pies frente al desierto.
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- – Desierto de Rimparor como es mi promesa niña mía, ahora todo dependerá de usted cumplir la segunda mitad del trato. –
Bianchi, quien aún no terminaba de asimilar este nuevo estilo de viaje, dirigió rápidamente su mirada al mercader con sus ojos brillantes y su rostro iluminado.
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- – ¡Tienes que enseñarme a hacer eso! ¿¡Cómo lo haces!? Necesito un instrumento, ¿Cualquiera está bien? ¿Puedo viajar a donde quiera? –
El mercader juntó sus manos y sonrió ansiosamente para responderle de una vez.
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- – No puedo enseñarte esto porque debe enseñarlo un maestro músico con un instrumento mágico que debe ser encontrado y por tanto no puedes comprar, no, no puedes viajar donde quieras con esto, debes conocer el lugar adonde te diriges, podrás entrar y salir, pero si no conoces o no recuerdas el lugar, no podrás viajar hasta allá. Dicho esto, ¿¡Vas a entrar ya?! – Insistió el ansioso mercader.
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- – Entraré, pero… ¿Cómo planeas sacarme? – Preguntó la chica calmando sus ánimos.
El hombre sacó de su gran mochila un carrete de hilo dorado y le entregó una punta a la chica explicando la idea.
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- – Ata este hilo a tu arma y mantenlo cerca de ti, si pierdes el hilo te daré por muerta y podré tener mi recompensa en el caso arrastrándolo –
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- – Ustedes los mercaderes son realmente unos interesados, también existe la posibilidad de que sobreviva, ¿Sabes? Pero si ato esta cuerda a “Merlín”, no podré utilizarlo para enfrentar al vástago y estaré en desventaja – Planteó la maestra con un rostro indignado.
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- – Ese no es mi problema, te ofrezco soluciones. – Respondió el mercader frunciendo el ceño.
Las miradas se cruzaron molestas, ninguno quería ceder, él quería el arma épica más que el oro de la recompensa y ella no estaba dispuesta a soltarla, mucho menos si eso implicaba su propia muerte.
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- – ¡Bien! – Exclamó la chica tomando el hilo atándolo a su cintura
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- – Que haces, ¿¡No vas a atarlo a Merlín?! –
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- – No quiero hacerlo, pero no te preocupes, si me matan podrás buscar a Merlín siguiendo la pista del hilo ¿No es así? –
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- – ¡Estás faltando al trato! – Exclamó indignado el mercader provocando una sonrisita burlesca en la maestra que comenzó a encaminarse en el desierto.
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- – El trato era que tú me traías y yo te daría la mitad de la recompensa y en el caso de fallar tendrías mi objeto más raro, ten un poco de fe en mi Darlin, soy bastante fuerte. –
El mercader a regañadientes se sentó aceptando la condición sujetando el carrete de hilo dorado y sentándose en el suelo apoyado de su gran mochila. Las largas botas de Bianchi se hundían ligeramente en la arena con cada paso al avanzar, el viento rugía con fuerza azotando su cuerpo y negándole la vista al camino por venir.
Fueron largos minutos de caminata hasta encontrar lo que parecía ser una cueva a la distancia, el sol ardía con intensidad, por lo que algo de sombra sería lo ideal para planificar una estrategia y esperar a que su objetivo saliera a cazar.
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- – Bien… Ahora… Vamos a encargarnos de esto. – Murmuró a sí misma atando el hilo a su chaqueta y quitándosela para mitigar el calor, atando sus mangas a una roca firme sujeta al suelo y reforzándola con el peso de un conjunto de otras rocas.
La cueva parecía tener más camino hacia el fondo, pero era bien sabido por la joven bruja que un paso en falso dentro de Rimparor podía significar perderse definitivamente, por lo que se sentó y esperó pacientemente a que pasara el tiempo bajo la sombra del techo de piedra.
El viento de Rimparor rugía con fuerza empujando la arena alrededor, era bien conocido que Rimparor era un área difícil de manejar, no podrías seguir un mapa simple dentro de este, por un instante la maestra dirigió su mirada hacia la boca de la cueva donde pudo observar un cactus en frente.
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- – ¿Eh? – Exclamó la bruja restregando sus ojos solo para que al momento de abrirlos este hubiera desaparecido.
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- – No es seguro abandonar esta cueva… y tampoco la cuerda. – Reflexionaba la maestra tomando nuevamente su chaqueta y poniéndosela encima, el calor del desierto podía sentirse incluso bajo la sombra de la cueva, pero era un precio por pagar por la seguridad de no perder la cuerda del mercader.
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- – Esto era mucho más sencillo cuando la maestra Diana estaba conmigo… Ser maestra es demasiado trabajo. –
La joven se recostó en la roca bajando su sombrero cubriendo su rostro, cerrando sus ojos y recordando los tiempos pasados.
Diana, la maestra de Bianchi fue una bruja conocida en distintos lugares del mundo como una criminal, una basura de la sociedad, que como muchas brujas se dedicaba a realizar todo tipo de desastres en pos de su propio poder. Fue perseguida por muchos mercenarios a lo largo de su carrera, lo cual fue un impedimento para que su alumna buscase acogida entre ellos por el miedo a la discriminación que en ese entonces se tenía por las brujas, pero pese a los repetidos esfuerzos por derrotarla, ninguno fue capaz de doblegarla, los experimentados comentaban que era capaz de luchar por varios días y varias noches sin que su poder disminuyera, pues se decía que dominaba una habilidad extraña de ver entre el mundo de los magos y brujos.
Este talento la hizo conocida por los más instruidos a lo largo del mundo como Diana, Maná Indomable, la bruja exiliada de las islas arcanas. Diana se encargó de cuidar de Bianchi, educarla en la brujería y encaminarla en el mundo de las misiones, por lo cual, muy por el contrario a lo que provocaría su mala fama, en Bianchi generó una admiración bastante grande por su maestra.
La joven recordaba con frecuencia a su maestra, la cual un día tuvo que marcharse y abandonó a Bianchi con la promesa de que un día esta entendería porque tuvo que irse y que en ese momento se encontrarían nuevamente, por lo que la joven bruja desde ese momento dedicó buenos años de su vida al estudio y a la perfección de su habilidad mágica, para un día comenzar su gremio de ensueño, que la volvería un día una bruja de renombre.
Las horas avanzaron y la maestra cayó en un pacifico sueño, que fue interrumpido por el crujir del suelo, la chica se levantó rápidamente poniéndose su sombrero y su chaqueta nuevamente mientras vigilaba su entorno.
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- – ¿¡Quien anda ahí?! ¡Sal a la vista! –
Una sombra se asomaba acechante desde la profundidad de la cueva, haciendo sonar la tierra con cada paso. Bianchi juntó sus dedos preparándose para detonar una explosión ante una amenaza latente.
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- – ¿Buscando pelea grandulón? – Murmuró la maestra preparando su guardia, recibiendo de respuesta un estruendoso rugido.
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- – ¡Braaaaaa! – Una oleada de fuego se dirigió hacia la maestra, la cual saltó fuera de la cueva en un acto apresurado para evadir el ataque.
La criatura salió corriendo en sus cuatro patas revelando su piel escamosa y roja, su cuerpo alargado y sus ojos brillantes como dos rubíes llamando la atención de la maestra.
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- – Un dragón… ¿¡El vástago de rubí es un dragón?! No puedo pelear con un dragón, aunque sea uno pequeño, ¡Darlin bastardo timador! ¡No tengo magia contra dragones! –
El reptil alargado se movió rápidamente lanzando un zarpazo al cuerpo de la joven bruja la cual se hizo a un lado detonando una explosión lateral como impulso apartándola del dragón, pero sin hacerle ni un mísero rasguño.
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- – Merlín de maná no va a servirme aquí… No importa cuantos hechizos le lance… No voy a hacerle daño si no uso magia de dragones… –
La maestra miró su cuerpo y la cuerda que cubría su chaqueta, comenzó a plantearse internamente una idea para enfrentar a la criatura, pero también el sacrificio que implicaba. El dragón actuó en pos de acomplejar su posición, tomando una roca con sus zarpas y lanzándola poderosamente contra la chica, la cual en un rápido acto osciló su brazo girando su cuerpo para golpear la roca destrozándola al impacto.
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- ¡Flanchet! Danza puño de viento. – Murmuró tomando una posición de guardia similar a la del estilo de Cedric
El dragón tomó aire y escupió nuevamente una oleada de llamas desde sus fauces, pero la maestra en vez de esquivarlo mordió su mano y recibió el impacto de lleno.
Las llamas descendieron tras unos instantes, la cuerda se había quemado y se había caído de su vestimenta chamuscada, el viento movía lentamente las puntas de su cabello rubio tostado y acariciaba sus mejillas ennegrecidas, sus labios jadeaban con un poco de dificultad, pero las heridas parecían ser menores. En sus manos con su palma sangrante por una mordida, brillaba una larga espada, con un resplandor anaranjado, los vestigios de las llamas se absorbían en su filo y devolvieron un respiro al cuerpo de la chica, que, tras sentir su cuerpo de vuelta, dio una leve sonrisa y agregó.
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- – Se te acabó la fiesta, lagartija… Yobidashi… ¡Jaialai!, ¡Retruécano de hechizos! –
La bestia atracó directamente con una embestida contra la chica, la cual tomando impulso saltó sobre el vástago, corriendo sobre su lomo y realizando un corte superficial en su lomo, manchando el borde del filo con la sangre del dragón. El resplandor de la espada comenzó a brillar nuevamente mientras la sangre era absorbida por el arma.
Las mejillas de Bianchi se enrojecieron, las puntas de sus dedos se formaron en punta cuales zarpas y la piel en su cuello y sus brazos comenzó a secarse dejándolo como una malla roja escamosa.
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- – Los dragones como tu son un caso especial, no puedo derrotarte con una espada corriente… Pero un dragón, puede matar a otro dragón. Tomaré prestada tu magia, vástago. – Comentó en tono provocativo, mofándose de su oponente tras percatarse del cambio en su cuerpo.
El dragón tomó aire y de sus fauces exhaló un poderoso rugido de fuego, disparando directamente contra la maestra, la cual con una sonrisa confiada tomó aire y expulsó de su garganta unas pequeñas brasas. El impacto de fuego la apartó del camino dejándola tendida en el suelo levemente adolorida.
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- – N-no… funcionó… – Murmuró abriendo uno de sus ojos solo para ver al dragón arremetiendo nuevamente contra ella a toda velocidad. La maestra ni corta, ni perezosa, se levantó rápidamente bloqueando la acometida con el filo de su espada y apartándose con un salto lateral.
Los jadeos salían de los labios de la chica intentando expulsar la habilidad del dragón, sin éxito alguno, de poca ayuda resultaba la bestia persiguiéndola en intento de acorralarla mediante sus llamas y acometidas, la bestia roja no era lenta en absoluto y estaba llena de energía.
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- – ¿Qué era lo que decía la maestra Diana?… Que era… – Se preguntaba Bianchi entre murmullos, con mirada constante al dragón que avanzaba entre el polvo y la arena del desierto.
La bestia lanzó un zarpazo que Bianchi apenas pudo evadir, recibiendo un corte profundo en su brazo izquierdo, obligándola a correr tras un intenso grito de dolor.
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- – Esto es demasiado… No puedo hacer esto, ¡La magia de un dragón no me hará vencerlo! –
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- – (Para aprender magia nueva… Debes observar y escuchar en silencio al maestro… Es la única forma de aprender) –
La voz de Diana resonó en la mente de Bianchi a través del recuerdo, Bianchi miró su arma y al ver al dragón tras ella, cambió de lado su arma y con la misma barrió arena a los ojos de la bestia en un acto de agilidad, la maestra se apartó mientras la criatura se agitaba descontroladamente.
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- – No soy un dragón… No soy un dragón… No estoy pensando como uno… – Murmuraba la joven maestra apretando sus ojos y recobrando la respiración poco a poco.
La bestia agitó su cabeza y la buscó con la mirada.
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- – Piensa como un dragón. –
Las zarpas comenzaron a moverse en la arena acechando a su presa con el olfato
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- – Siente las garras… Siente tus escamas… Te sientes como un dragón. –
El vástago tomó del suelo cuanta arena pudieron sus zarpas y con la presión de estas, la volvió una masa sólida de arena.
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- – Toma el aire… siente el fuego, es un rugido… –
El dragón disparó la masa concentrada contra la chica con el fin de devolverle el favor a sus ojos.
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- – Lo concentras y… ¡JAIALAI, ALIENTO DE DRAGÓN! – Un rugido salió desde el pecho de la joven soltando de este un fuerte impacto de fuego que golpeó directamente la bola de arena destruyéndola justo a tiempo.
La maestra aprovechó el calor de las llamas para hacer arder el filo de su espada, utilizándolo para cauterizar su brazo y detener el sangrado.
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- – ¡AGH! ¡AH! – Aullaba Bianchi adolorida, evidentemente no era nada simple de manejar, pero las lágrimas de dolor rodeaban la sonrisa desafiante de la chica con su confianza recuperada y con su nueva magia adquirida.
La arena se disipó y la silueta de Bianchi se hizo presente una vez más para el dragón.
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- – Soy Bianchi Mocheta… ¡Maestra de Estrella Onírica! – Exclamó la chica apuntando al dragón con su arma.
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- ¡RAAAAAH! – Rugió el vástago en respuesta, comenzando una nueva embestida contra ella.
La maestra tomó la espada con ambas manos esperando el acercamiento, la bestia se apresuraba, sus garras pateaban la arena con cada instante, pero al estar a una distancia suficiente, la chica volvió a empujar la arena al rostro del dragón, haciéndose a un lado rápidamente para evitarlo. El dragón se levantó en sus patas traseras, Bianchi no lo dudó un momento y tomando aire disparó una ráfaga de fuego desde sus labios empujando de espaldas al dragón.
La bestia se revolcaba en el suelo intentando quitarse la arena de los ojos, pero la chica rápidamente se abalanzó sobre el dragón y extendió sus manos convirtiendo las puntas de sus dedos en afiladas zarpas.
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- – ¡Jaialai, Garras de dragón! –
Dos arañazos cruzados fueron suficientes para hacer profundas heridas en el pecho del monstruo, el cual en un movimiento brusco azotó a la joven bruja apartándola de su pecho, obligándola a soltar su arma y con ella sus habilidades adquiridas incluyendo los cambios en su cuerpo.
Bianchi se levantó con dificultad para recoger su arma, perderla significaba una muerte segura, el dragón notó inmediatamente su movimiento y pudo oler su desesperación, rascó suavemente la arena con sus garras y corrió para abalanzarse sobre ella.
Bianchi gritó, extendió sus brazos y se encogió en su propio pecho. El peso del dragón sobre su cuerpo mantenía su respiración agitada y su corazón acelerado, pero por la otra parte, la herida en el pecho del dragón estaba siendo atravesada por Jaialai en las manos de Bianchi, la cual apartó a la bestia en cuanto pudo para poder respirar nuevamente.
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- – Realmente… el tiempo sin misiones me ha vuelto débil… – Murmuró entre jadeos la joven bruja antes de cerrar los ojos aferrándose al cuerpo del dragón para comenzar un profundo sueño.
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En otro rincón de Rimparor, Darlin avanzaba rápidamente entre la arena del desierto con un segundo hilo atado a su cuerpo y con una cara de disgusto.
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- Esa mocosa bruja tarda demasiado, y su hilo no está tirante, el dragón ya debe haberla devorado… ¡Pero eso no excusa que no me haya dado mi recompensa por traerla! ¡Tomaré su arma y me iré de inmediato! –
El viento soplaba con intensidad y azotaba la arena contra el impaciente mercader, que no soportaba la idea de irse sin su recompensa por la estafa realizada a la joven bruja. La tierra temblaba suavemente bajo la arena del desierto, el crujido bajo sus pies se intensificaba, su atención se retuvo en un instante al piso y de su mochila sacó rápidamente un arco resplandeciente.
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- – ¡Este es mi territorio de venta! ¡Estoy buscando tesoros! ¡No querrán interrumpirme! ¡Soy el mercader de RocaFiera! ¡El poderoso gremio de los bosques del oeste! –
De la arena surgió un gigantesco escorpión del desierto, el cual en su lomo cargaba el vástago de rubí con Jaialai encajado en su pecho, junto a un sujeto de alta estatura, vestido con un turbante y largas telas delgadas, sus manos huesudas sujetaban las correas que ataban las fauces de la bestia y en su regazo se encontraba Bianchi tendida, aun dormida profundamente.
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- – Un vigía de Rimparor… N-no puede ser… Tiene a la chica, mi arma… – murmuró Darlin, trémulo ante el gigantesco escorpión.
Sus manos se deslizaron rápidamente haciendo aparecer una flecha resplandeciente desde el extremo del arco, disparando contra el arácnido colosal. Un simple azote con sus tenazas fue necesario para apartar la flecha mágica del mercader, lo que repercutió en la mano levantada del vigía, que con ojos críticos dirigió su dedo apuntando al mercader y exclamando un sonido imperante desde su garganta.
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- – ¡ASHAAAA! – El escorpión a la orden de su señor, se movió rápidamente atrapando al mercader con sus tenazas apretando severamente su torso haciéndolo crujir, rompiendo sus huesos lentamente. Los aullidos de dolor de Darlin escandalizaban el desierto, en un lugar donde nadie podría oírlo. El puño del vigía se cerró con frialdad, ordenando al escorpión finalmente devorar al mercader en sus últimos alientos de vida, deshaciéndose finalmente de él.
El vigía acomodó su turbante y tocó suavemente el cabello chamuscado de la chica y miró de reojo al dragón, murmurando a su colosal esbirro que siguiera avanzando bajo la arena.
Las horas pasaron y la joven maestra despertó con su ropa cubierta de arena, a su alrededor encontró una guarida con paredes de arenisca y todo tipo de cráneos colgados en las paredes, cráneos de orcos, de escorpiones, de dragones, incluso de humanos. Bianchi se levantó sacudiendo su ropa, acomodando su sombrero y observando bien su alrededor.
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- – Tu matar dragón, maestro Rigrim estar muy sorprendido. – Comentó un ogro tras de ella resguardando una puerta.
La maestra se volteó rápidamente poniéndose en guardia contestando de forma ruda.
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- – ¿Quién es ese Rigrim? ¡¿Él me trajo aquí?! –
El ogro se acercó lentamente a ella con una mirada de pocos amigos ante su reacción defensiva, respondiendo tranquilamente.
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- – Yo no querer pelear, pero si tú pelear, tu morir… Maestro Rigrim cuidar muy bien de su gremio. –
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- – ¿Gremio…? ¿Eres un mercenario? – Preguntó Bianchi interesada, bajando su guardia lentamente, a lo que el ogro contestó mostrando una insignia de escarabajo en su pecho.
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- – Rag´Tah ser parte de Viento del desierto, gremio de Rimparor, Maestro Rigrim, ser mercenario de rango A, conocido como “Rigrim arena de Rimparor”. –
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- – ¿Rango A…? Debe ser un mercenario demasiado fuerte… casi alcanza el rango Elite… – Murmuraba para sí misma la maestra al oír de su supuesto maestro.
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- – Yo llevarte, maestro darte agua si tu agradarle. – Agregó el ogro siguiendo su camino por la puerta guiando a Bianchi por los pasillos de la guarida, hasta llegar a un gran salón donde los escorpiones devoraban todo tipo de criaturas, despedazándolas salvajemente con sus tenazas.
Ante la entrada de Bianchi, las bestias percibieron el aroma de un intruso y se dirigieron a ella rápidamente.
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- – ¡RAZE! ¡ATA´RAZAEH! – Exclamó la voz del Vigía en un alto trono de piedra acompañado de varios ogros y orcos que comían y bebían alrededor. Los escorpiones obedecieron al instante, voltearon al oírlo y regresaron a sus rincones a seguir comiendo.
Bianchi estupefacta, pero con un rostro sereno se aproximó al trono hablando al vigía en lo alto.
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- – No sabía que existía gente que hablase escorpión. –
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- – La lengua… servir para hablar… – Respondió el maestro lanzando la espada de Bianchi frente a ella, para seguir hablando.
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- – Tu matar vástago, tu ser… ¿Mata dragones? – Preguntó el vigía con el rostro en alto.
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- – Confundes mi magia, Rigrim Arena de Rimparor. Mi nombre es Bianchi Moscheta, La bruja de Eser, Maestra de Estrella Onírica. – agregó Bianchi recogiendo su espada
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- – ¿Maestra…? ¡Tu ser bruja de gremio como Mithau! – Exclamó Rigrim llamando la atención de los presentes.
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- – ¿Mithau? ¿Hay otros brujos? ¡Creí que no aceptaban brujos en gremios! ¡Desde que soy una niña las brujas son mal vistas entre mercenarios! – Respondió Bianchi sorprendida de oírlo.
Rigrim extrañado de oírla deslizó sus manos por su mentón mirándola a los ojos, procediendo a tomar de un tazón un puñado de gusanos, devorándolos en un instante y volviendo a mirar a Bianchi.
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- – Mithau ser maestro de Cuento Legendario… Ser Mercenario poderoso, Ser Élite… El reclutar mercenarios, el dar misiones… Mithau tener magia invencible… –
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- – ¿Un poder invencible…? –
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- – Poder… De aprender… Aprender y doblegar… Como tu doblegar a dragón. – Bianchi miró sus manos reflexionando detenidamente en lo que el vigía le comentaba.
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- – Un brujo de Élite… con el poder de aprender… ¡Eso quiere decir que debo verlo para convertir a mi gremio en uno oficial! ¡El me aceptará, aunque sea una bruja! ¡¿Verdad?! –
El vigía entrecerró sus ojos y con un chasquido de dedos ordenó a los ogros de su gremio que trajeran al dragón ante ella.
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- – Bruja aceptar tal vez… ¿Pero el aceptarte a ti? ¡¿Cuánto valer como maestra?! – Exclamó el maestro del desierto levantándose ante ella.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Bianchi, el cadáver del dragón aún portaba su espada y el rostro de Rigrim dejaba ver unos ojos juzgadores. La maestra tomó aire por unos segundos y adoptó una postura desafiante.
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- – ¡Yo soy Bianchi Moscheta! ¡Y seré una bruja legendaria! – La maestra desenvainó su espada y desde el mango envolviendo su mano en llamas grises hasta la punta del filo, llamando la atención de Rigrim y los presentes.
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- – ¡Arte espectral, Tajo Umbrío! – Un corte con Jaialai envuelto en las llamas espectrales de fuego fatuo abrió el vientre de la bestia, en el cual Bianchi metió sus manos extrayendo su corazón petrificado como un rubí. Seguido a esto, cortó el brazo del dragón e incrustó el corazón en su zarpa.
Bianchi imbuyó en llamas espectrales el cetro recién armado e invocando un círculo mágico de fuego bajo ella, recitó juntando sus manos dejando el artículo levantado sobre su base.
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- – Arte secreta de la bruja espectral… ¡Encantamiento fatuo! –
Las llamas nublaron de vista el objeto, y de un segundo para otro, desaparecieron, dejando a la vista un cetro brillante, con diferentes marcas oscuras en su mango.
Rigrim descendió de su trono y tomó el cetro, lo revisó con detenimiento y apuntando a los restos del cadáver del vástago exclamó.
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- – ¡Invocación! ¡Gregaria Anraphet! –
El cetro resplandeció y desde el suelo un círculo de llamas oscuras se encendió bajo el cadáver invocando un sinnúmero de langostas del desierto, envueltas en el fuego negro, que comenzaron a devorar el cuerpo, dejándolo como un montón de huesos en cuestión de pocos segundos.
Rigrim devolvió la mirada a Bianchi y sacando su cartel de misión, agregó.
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- – Tu cumplir misión… Bianchi Moscheta de Estrella Onírica… Mithau enterarse de tu hazaña… Ahora irte… Yo pagar con agua, alimento y oro… –
Los mercenarios de Viento del desierto se acercaron con jarras de agua, pesadas bolsas con piezas de oro y grandes fuentes con gusanos y cucarachas revolcándose entre sí. La maestra haciendo un rostro de disgusto ante los insectos y los tentadores, pero evidentemente pesados sacos de oro, respondió.
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- – Me conformaré esta vez con un poco de agua y que me guíen fuera de este –
El maestro del desierto no mostró expresión alguna, simplemente ladeó un poco su cabeza y movió su mano en señal de que le dieran lo que pedía. Rag´Tah se acercó con una leve sonrisa llevando un escorpión con su correa lanzándole una de las cantimploras con agua a la joven a sus manos.
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- – Tu ser muy rara, bruja llena de sorpresas… Yo llevarte fuera, sube. – Propuso el ogro señalando al escorpión.
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- –¿No va a morderme? – Preguntó Bianchi en tono bromista
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- – ¡Tu bruja maestra tenerle miedo a escorpioncillo! ¡Ja! –
Rigrim cerró sus ojos riendo de forma casi imperceptible mientras la maestra triunfante montaba el escorpión para volver exitosa a su gremio.
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- – ¿De verdad solo comen insectos? – Preguntó Bianchi
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- – Ogro no ser bueno con vegetales. – Respondió Rag´Tah
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- – Ah… Yo tampoco. –
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