GG EZ! ¿Cuán difícil puede ser volverse un mercenario legendario? - 16
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- 16 - Misión de escolta
Capítulo 16
Keaton esperaba junto al mercader en las puertas de salida de Elendir, Rhodas se aproximaba rápidamente con Cedric siguiéndole los pasos.
– ¡Señor Gurim! ¡Ya estoy aquí! – Exclamó el emocionado aspirante
– ¡Novato! ¡Estás vivo! – Respondió Keaton sonriendo
– Así que decidió cumplir su palabra. – Agregó el enano mercader sonriendo ligeramente al verlo.
El grupo se reunió alegremente estrechando sus manos en señal de camaradería.
– ¡Espero que estés listo novato! ¡Recuerda que si mueres tus cosas me pertenecen! – Recordó el mercader masticando una roca esmeralda con una sonrisa burlesca.
– ¡Vengo mejor que nunca, señor! – contestó el aspirante con entusiasmo.
– En ese caso, nos marchamos caballeros, ¡Hasta Carrascossa! – Exclamó Gurim dando el paso inicial fuera de la ciudadela.
El grupo avanzó a través del sendero de Tarandar, aproximándose a la división de Mar Tormentoso y Vardagra, Keaton revisó el mapa para dar la indicación.
– Viejo, nos aproximamos a la separación, propongo irnos por Vardagra, es un camino más rápido y seguro. –
– Claro que no, iremos por la ruta del puerto, es la mejor forma de obtener inventario nuevo en esta oportunidad – Respondió Gurim con Malicia.
– ¿Esta oportunidad? – Preguntó Rhodas con curiosidad, el viejo Gurim se volteó mordisqueando sonriente la roca esmeralda, dirigiendo su vista hacia el aspirante.
– Tú vas a conseguir mi nuevo inventario muchacho. –
– ¿Qué dices? – Preguntó Cedric
– ¿El novato? – Agregó Keaton
Gurim apuntó a Rhodas con su dedo y respondió con seguridad
– El niño es un pícaro, por lo tanto, sabe robar objetos, ¿Me equivoco? –
Rhodas bajó la mirada con ciertas dudas, nunca había robado cosas tan grandes, cuando robó su arma había tenido apoyo de Fleetwood, esta vez estaba solo, no era solo un objeto, debían ser varios, atravesando una ciudad desconocida.
– Hey, pícaro, puedes hacerlo, tienes los ojos de un ladrón talentoso – Agregó Gurim intentando animarlo
– No lo sé… Esto no es Damicci. – Contestó Rhodas
– No lo es, es Mar Tormentoso, una ciudad de saqueadores, el ladrón más astuto se lleva el tesoro y el tonto queda sin nada… Dime chico, ¿Eres el tonto, o el astuto? –
Rhodas cerró los ojos un momento y al abrirlos sonrió enérgicamente contestando al mayor
– Basta de tonterías, ¡Claro que puedo hacerlo! –
– En ese caso, te vendrá bien esto. – Agregó Keaton extendiéndole un trozo de papel con un sello manchado con una gota de sangre.
– ¡Oh! – Exclamó Gurim
– Bien pensado – Agregó Cedric
– Esto es… – Mencionó Rhodas con curiosidad, a lo que Keaton respondió con una amplia sonrisa
– Tu primera invocación de sangre, ahora no tienes que llevar a Fleetwood a todas partes, no lo expondrás al peligro y lo tendrás cada vez que lo necesites, solo falta una gota de sangre, sangra de donde puedas y llama a tu invocación. –
El aspirante sonrió ampliamente por la idea, con el filo de su espada se hizo un pequeño corte en el dedo dejando caer su sangre sobre el papel, apenas esta se unió a la sangre del halcón, el papel se encendió en llamas consumiéndose por completo.
– ¡Muy bien novato! ¡Ahora! – Exclamó Gurim.
– ¡Invocación! ¡Fleetwood! – Rhodas extendió su brazo invocando al halcón en su hombro, un poco confundido por su repentina teletransportación.
– ¡GJAH! – Gañó el halcón ansioso extendiendo sus alas esperando las órdenes de su invocador.
– ¡Fleetwood, Adelántate! – Ordenó el nuevo invocador, obedeciendo inmediatamente el halcón elevándose por los aires del puerto velozmente, mientras que el aspirante comenzaba a correr rumbo a una de las primeras casas.
Comenzó a mentalizarse, reunió tensión en su cuerpo, cerró sus ojos, apretó sus puños con fuerza y en cuanto los abrió exclamó.
– ¡Furia Sangrienta! –
Un poderoso salto lo elevó hasta el techo de la primera casa mientras el aura roja envolvía su cuerpo, su velocidad aumentaba drásticamente, el recorrido por la ciudad parecía poder completarse en cuestión de segundos, por lo que decidió descender desde los techos revisando su entorno, comenzó a correr por las calles, saco o canasta que se atravesara, este lo tomaba, cualquier objeto, joya o arma pequeña iba en su chaqueta.
El peso del oro y los artículos comenzaron a sentirse, por lo que optó por subir nuevamente y llamar a su compañero.
– ¡Fleetwood! –
– ¡Gjah! – el gañido del ave alertó al novato a lanzar los sacos con tesoros, Rhodas los lanzó confiado al aire, respondiendo eficientemente su alado compañero, tomando todo lo robado y cargándolo en sus
–¡Llevalo con el señor Gurim! ¡Te llamaré pronto! –
El joven pícaro se lanzó nuevamente a buscar más objetos, la emoción del asalto, el éxtasis de sentir el talento propio utilizado al máximo era algo que llenaba su corazón y despertaba su sonrisa, la furia sangrienta lo hacía sentir como alguien nuevo, ya no era el niño problema de Damicci, ahora se sentía como un auténtico mercenario.
El chico continuó su carrera por la ciudad, a la distancia pudo ver un grupo de bandidos con un cofre pequeño, pero de buen aspecto, algo era seguro, tenía que robarlo, pues seguramente tenía un tesoro de valor.
Se detuvo unos segundos bajando la intensidad del aura sangrienta, para reflexionar como robarlo, parecían hombres fuertes, capaces de derribarlo ante el más mínimo error. ¿Necesitaba robarlo realmente? Ya había robado bastante, la misión había sido exitosa. Pero limitarse a marcharse y dejar pasar la oportunidad, sería un golpe directo a su orgullo, quería lucirse, necesitaba lucirse, sentía la enorme necesidad de demostrar que en el asalto no era ningún novato y que valía la pena.
Se acercó al grupo lentamente apagando el encantamiento para pasar desapercibido. El grupo se percató del joven aproximándose, distinguiéndose por su ropa poco común y su mirada apagada.
– Y tú, ¿Qué quieres, niñato? – Preguntó uno de los bandidos, a lo que Rhodas simplemente desvió la mirada
– Está asustado, piensa que vamos a robarle –
– Pues tal vez si tenga razón, miren esa linda espada que lleva. –
– ¿Espada? ¿Y si es uno de esos mercenarios del viejo Mithau? –
– ¡Hey, chico! ¡Acércate! ¡Quiero decirte algo! – Insistió el bandido extendiendo sus brazos.
Rhodas levantó la mirada con disimulo acercándose en silencio sin perder de vista el cofre.
– ¿Qué pasa…? ¿Te robaron la lengua? En este puerto está lleno de ladrones, ¿No es cierto muchachos? – Preguntó el bandido provocando las carcajadas de sus camaradas.
– ¿Qué es lo que quieren de mí? – preguntó Rhodas
– Oh bueno, es que mi amigo, Baldo, es un gran admirador de los mercenarios de los bosques del oeste, admirables en verdad señor, y mi amigo podría morir feliz si usted le luciera esa magnífica espada suya. –
– No lo sé, no los conozco, caballeros. –
– Pero señor mercenario, por favor, hágalo por mi amigo. –
Rhodas tomó el mango de su espada cerrando los ojos y sonrió levemente contestando.
– No tengo de otra, yo haría todo por un admirador del gran Rhodas Giolassi. –
– Es muy amable señor Rhodas… – Murmuró el bandido sacando un cuchillo de su bolsillo trasero para asaltarlo.
– ¡Invocación! –
– ¡No intentes nada! –
Rhodas mordió su labio con fuerza haciéndolo sangrar, escupiendo la sangre al ojo del bandido, invocando a Fleetwood en su rostro, el cual desorientado comenzó a aletear despavorido desorientando al grupo de ladrones mientras que el astuto pícaro pateó el cofre rodando bajo ellos para tomarlo y correr entre risas.
– ¡GJAH! – Gaño el halcón molesto por su indecente e imprevista invocación, aún no terminaba de acostumbrarse.
– ¡Ya lo sé compañero! ¡Pero mira lo que conseguimos! –
– ¡Eh! ¡Rata inmunda! ¡La vas a pagar! – Exclamó el líder de la pandilla persiguiéndolos a la carrera, Rhodas los miró de reojo y sin soltar el cofre tensó su cuerpo y dio un poderoso salto.
– ¡Furia sangrienta! –
Los saltos por las paredes y los techos ayudaron a perder de vista a sus perseguidores, llegando de esta forma a la salida del muelle, donde esperaban Cedric, Keaton y Gurim con los tesoros robados en su enorme mochila de mercader.
– ¡Pero bueno! ¡Les he dicho que este chico tenía talento! – Exclamó Gurim entre risotadas.
– No es que me agrade demasiado verlo robando, pero… – Contestó Cedric con una leve sonrisa.
– El chico realmente está emocionado con esta misión, con esa ambición, podría ser un gran mercenario algún día – agregó Keaton sonriendo al verlo llegar, pero borrando su sonrisa al ver tras de él a un grupo de bandidos montados en unos enormes jabalíes, furiosos y agresivos.
– ¡Vas a pagar por eso! ¡Mocoso! ¡Nadie le roba a un jabalí Capitán! – Exclamó el líder bandido
– ¡Chicos necesito apoyo! – Exclamó Rhodas mientras su aura se apagaba progresivamente junto con su maná restante dejándolo caer al piso.
Los jabalíes gigantes se aproximaban, alcanzando el punto de casi aplastarlo con sus gigantescas pezuñas.
– ¡Concassé! –
Un impacto de viento desde los puños de Barlovento cambió el curso del capitán, bajándolo de su montura con el poderoso impacto.
– ¡Jefe! – Exclamaron al unísono dirigiendo la mirada a su compañero caído el cual se levantó rápidamente.
– ¡Tiene compañeros! ¡Acaben con ellos! –
Cedric se quitó su armadura subiendo la guardia con un movimiento constante en su posición de combate y Keaton por su parte extendió sus brazos invocando sus guanteletes preparándose para el combate comentándole al mayor.
– Muy bien… Señor Gurim, ¿No se alegra de haber traído escolta? –
– Ocúpense de ellos, yo iré por el chico. – Ordenó el mercader partiendo rumbo hacia el novato para apoyarlo.
El jefe de la banda sacó un cuchillo e hizo un corte en su mano apoyándola en el suelo exclamando furioso.
– ¡Invocación de estampida! ¡Amo de los cerdos! –
Un grupo de tres jabalíes adicionales se invocó al instante arremetiendo contra Gurim, el cual corría a trote lento por su pesada mochila.
– ¡Señor Gurim! – Exclamó Cedric, apresurándose para correr en dirección a él, lanzando impactos de aire para derribar momentáneamente a los porcinos gigantes, pero en el intento, uno de los jinetes logró embestirlo apartándolo del camino, aprovechando la distracción.
– ¡Cedric! – Keaton reaccionó al ver el impacto que había recibido su compañero, la situación era compleja, no podrían manejar a los 6 jabalíes, al menos no si querían proteger a Rhodas y al mercader al mismo tiempo.
– Voy a necesitar un ataque en área poderoso, ¡Káako! ¡Tempesta! –
El invocador extendió sus manos invocando desde sus guanteletes a Káako, el pequeño e inquieto elemental de fuego y, además, a un tímido elemental de rayo que se sujetaba débilmente del guantelete metiéndose en su interior.
– ¡Tempesta! ¡Hay que enfurecerse! ¡Soberano del rayo! ¡AGH! – justo antes de utilizar la técnica, un jabalí impactó su cuerpo apartándolo del camino y cancelando su ataque.
El enano mercader alcanzó a Rhodas y comenzó a moverlo frenéticamente.
– ¡Chico! ¡Vamos chico! ¡Tus compañeros necesitan apoyo! ¡No es hora de dormir! –
– ¿Gurim…? –
– ¡Vamos niño! ¡Saca esa espada tuya y haz lo que hace un mercenario! –
Rhodas miró a sus compañeros entre su agotamiento, cada vez que se levantaban volvían a ser impactados, reduciendo su fuerza golpe tras golpe, tenía que levantarse y ayudarlos, no podía ser menos en esta situación.
Débilmente y con sus piernas temblorosas por la caída desenvainó su espada levantando la mirada lentamente recibiendo un empujón de Gurim devolviéndole al piso.
– ¡Cuidado chico! – Exclamó el enano recibiendo un impacto directo, lanzando por doquier los tesoros y mercancías del enano.
– ¡Eh, chicos! ¡Derribé al mercader! ¡Hay que tomar sus tesoros! – Gritó uno de los bandidos.
Rhodas se levantó del suelo al oír al subordinado, habían derribado al mercader, todos habían recibido daño por él, ya no había maná en su cuerpo, sus piernas temblaban con debilidad, su espada parecía no ser suficiente para siquiera ser de ayuda. Comenzaba a frustrarse, se sentía como un inútil, ni las fuerzas de sus compañeros estaban siendo suficientes para frenar la horda de jabalíes, que, aunque no hacían un daño capaz de noquearlos, eran constantes y molestos, Gurim había recibido un impacto para que su propio cuerpo débil no sufriera un daño que podía ser letal.
El cuerpo de Rhodas se puso tenso, apretó el mango de su espada y con lágrimas de furia y frustración dirigió la mirada hacia el capitán que se disponía a embestirlo.
– ¡Dije que me las ibas a pagar mocoso! – Exclamó el jefe ordenando la embestida contra el joven novato.
Las cicatrices de Rhodas comenzaron a brillar, el aura roja sangrienta lo recubrió con intensidad, su respiración se agitaba, su cuerpo comenzó a recuperar las fuerzas de forma exorbitante y en respuesta automática corrió contra la embestida sujetando la espada mientras una serie de filos sobresalían de su cuerpo rasgando parte de su ropa.
– ¡Ya muere! ¡Impertinente! –
– ¡OSHAAAA! – Exclamó el violento ente, girando con fuerza, cortando de un ataque la pata de la bestia.
El bandido cayó al suelo bruscamente mirando con temor al joven que con una fuerza desbordante había rebanado la pata de su invocación.
– ¡Eres un monstruo! – Gritó el bandido asustado sin dejar de verlo a los ojos, los ojos vacíos y sin alma que anteriormente habían estado en los ojos de Rhodas, la sonrisa violenta se desprendía de su rostro intimidando al bandido mientras sus compañeros, dejando de lado a sus oponentes, partieron a apoyar a su jefe.– – ¡Déjalo en paz mocoso! –
– ¡RAAAAAAAH! – Rugió el demonio extendiendo sus manos dejando surgir las afiladas garras de acero, afiladas como tijeras, con las cuales hirió de gravedad a las bestias en un agresivo vaivén de sus hojas.
– ¡Alto! ¡Está bien! ¡Señor Rhodas! ¡Nos iremos! ¡Lo sentimos! ¡Perdónenos! ¡Puede llevarse el tesoro! ¿Quiere oro? ¡Podemos darle mucho! – Suplicó aterrado el bandido que arrodillado rogaba misericordia para sus compañeros.
– ¡Rhodas! ¡Es suficiente! ¡Tienes que parar! – Exclamó Cedric.
– ¡Novato! ¡Tienes que detenerte! – Insistió Keaton preocupado por su siguiente acción, pero el demonio no pensaba en otra cosa, la furia corría por su sangre y su respiración emanaba su profundo deseo de violencia.
– ¡RHODAS! –
– ¡Se lo suplic…! –
La súplica del bandido se vio interrumpida antes de terminarse, la zarpa del demonio atravesó el corazón del criminal, empapando el cuerpo de Rhodas con su sangre. El jefe de los bandidos murió en el instante y todas sus invocaciones desaparecieron con él. Sus secuaces aterrados decidieron huir, estaba claro que el demonio no había tenido suficiente con el jefe, la persecución iba a iniciar, pero fue detenido en el acto.
– ¡Arte Elfica! ¡Aura de Fatiga! –
Las manos del enano tocaron la tierra encerrando al ente en un círculo sellado que recubrió su cuerpo en un aura azul de forma inmediata, poniendo en alerta al demonio.
– ¡Que no salga! – Ordenó el enano.
– ¡Tempesta! – Exclamó Keaton tocando la tierra dirigiendo un impacto eléctrico contra Rhodas, paralizando y manteniéndolo en el círculo hasta que el encantamiento consumió sus fuerzas y lo obligó a caer
El grupo respiraba agitadamente, podía sentirse la tensión en el aire mientras los rasgos demoníacos de Rhodas desaparecían regresándolo a la normalidad.
– ¿El chico tiene un demonio y nadie sabía controlarlo? – Preguntó Gurim
– Asesinó a un bandido… Eso podría… – Mencionó Cedric
– No, es un pícaro y ellos eran ladrones, que atacaron mercenarios en una misión, no te preocupes, nadie los perseguirá por esto, me encargaré de hablarlo con Mithau. – Interrumpió Keaton sin dejar de mirar al chico en el suelo.
– Te lo agradezco… –
Gurim se aproximó lentamente a Rhodas recogiendo del piso una poción azul y dándosela de beber.
– ¿Qué haces? – preguntó Keaton
– Le doy una poción de Maná, cuando despierte, no quiero que tenga que usar a su demonio otra vez, mientras no tenga control, no debe pelear si su maná se acaba… –
El grupo se sentó en silencio a descansar, a reflexionar sobre lo que acababa de suceder y que harían en adelante.
– Gurim… – Mencionó Cedric
– ¿Qué pasa? –
– Te lo agradezco. –
Gurim dio una ligera sonrisa y se dejó caer sobre su mochila.
– Cierra la boca, tuve que usar un encantamiento de elfos, voy a necesitar una ducha de pantano para quitarme este asqueroso sentimiento. –
– Ya veo… Lo siento por eso. –
Las horas pasaron, la conversación se había llevado a cabo apenas el aspirante despertó. El silencio envolvía el tenso entorno que había permanecido por varias horas tras el incidente, el cadáver seguía en el suelo, la ropa de Rhodas estaba manchada con sangre y la incomodidad y la culpa en el rostro del aspirante se mantenía sin cambios tras oír lo ocurrido.
– Van… a tener que matarme ¿verdad? –
– ¡Rhodas tranquilo! ¡Todo estará bien! – insistió Cedric
– ¿¡No lo entiendes Cedric?! ¡Nada de esto va a hacer una diferencia! ¡Ni tus palabras amables!, ¡Ni las influencias de Keaton! ¡Asesiné a un hombre! ¡Soy un demonio! ¡Padre Dramuel! ¡Él siempre me lo advirtió! ¡Jamás podré volver a verlo a la cara! – Las lágrimas de impotencia salieron de los ojos del aspirante, lloraba desconsoladamente jalándose el cabello con fuerza por la rabia.
– Chico, eres un pícaro, parte de tu trabajo es el asesinato – Argumentó Gurim
– ¡No soy un pícaro! ¡Soy un huérfano pueblerino! ¡No puedo seguir gritando que soy algo que no soy! –
Keaton decidió levantarse, Cedric intentó detenerlo con su mano, pero estaba decidido, el mercenario se inclinó a la altura de Rhodas y comenzó a hablar
– ¡Escúchame bien Rhodas! –
– ¡No quiero escucharte! ¡Tú no lo entiendes! –
– ¡Esos tipos iban a matarnos! ¡Hiciste lo que tenías que hacer! –
– ¿¡Y quién soy yo para decidir si alguien vive o muere?! ¡Toda mi vida me advirtieron que me alejara del mal camino! ¡Yo lo tomé como un chiste y ahora estoy lleno de sangre! –
– ¡Esta fue tu decisión! – insistió Keaton agarrándolo del cuello de su ropa y mirándolo a los ojos para continuar su sermón
– Tú no eres un Dios para decidir quién debe vivir o morir, nadie lo es para decidir nada por los demás, ni tú, ni ellos, ni ese Padre tuyo, tu decidiste irte de tu casa para convertirte en un mercenario, tú decidiste escoltar a Gurim hasta Carrascosa y esa decisión pudo costarte la vida, cualquier acción que tomes pone tu vida en juego de alguna forma, ser un mercenario no implica solamente ir de aventuras y ganar fama y fortuna para regodearte con tus amigos. Es una gran responsabilidad, porque cargas las vidas de otros que dependen de ti en tus manos. Tal vez si hubieras tenido más control, ellos habrían huido, no habrían asesinado a nadie y tu serías el héroe de esta historia, pero no funciona así, si no eres capaz de dominarte a ti mismo, vas a seguir cometiendo estos errores, así que, puedes elegir huir y renunciar y no resolver nada… O puedes aceptar las consecuencias de tus acciones, aprender, e intentar no repetirlas.
Desde que huiste de tu casa dejaste de ser un ladrón de mercado, ahora tienes una espada, invocaciones, un monedero, ¡Compañeros que arriesgarían su vida por ti! ¡Eres un mercenario! Y eso, Rhodas, es algo muy grande, un día la gente podría contar contigo, te pedirán que robes, que mates, te pedirán tareas que jamás habrías hecho en Damicci, tareas que pueden parecer terribles… Pero que solo tu podrás hacer… Para eso son los mercenarios.
Este título te dará un poder muy grande, mejor que una invocación o un arma legendaria, tendrás el poder de decidir, más allá de lo que otros se permiten, tendrás el poder de proteger a quienes no se atreven a defenderse, no necesitas matar a quien se te cruce, pero no te derrumbes por un error, aun tienes mucho que aprender, y si te rindes ahora, jamás lo harás, ¿Lo entiendes? –
El cuerpo de Rhodas se relajó dejando caer su cabeza con sus ojos doloridos por las lágrimas derramadas, guardó silencio y reflexionó sobre las palabras de su compañero.
– Si no fuera por ti, quizá nos habrían asesinado – Argumentó Gurim acercándose, tomando su hombro detrás de él.
– ¿No voy a ir a prisión…? –
– Tranquilo amigo, nadie va a apresarte por esto – Agregó Cedric
– Eres un Mercenario, comienza a creértelo. – Sonrió Keaton de forma más amigable enseñándole su puño.
Rhodas se quedó estático observando el puño de su compañero sin entender bien lo que quería.
– ¡Ah! ¡Esto! Los chamanes Nakana utilizamos esto como una forma de darnos energía, tú lo chocas con tu puño e intercambiamos nuestras fuerzas y ánimo, es simbólico, deberías intentarlo.
El novato chocó su puño débilmente, aun desentendido, pero en cierto modo sintiéndose un poco más liberado con el sonido del impacto.
– ¿Y bien? ¿Cómo te sientes novato? –
– Aun no estoy del todo bien, sé que me falta control, sé que puedo causar problemas demasiado grandes, pero… Intentaré hacerte caso, si puedo aprender a controlar mi fuerza, podría ser un gran mercenario… –
– ¿Lo intentarás? –
– ¿Existen… demonios buenos? –
– ¿Cómo voy a saberlo…? –
Rhodas se levantó sacudiendo su ropa ligeramente rota, revisando los daños para luego dirigir la mirada hacia sus acompañantes.
– No lo sé, aún me falta camino por recorrer… Pero daré lo mejor. –
El grupo continuó el rumbo a Carrascosa, donde podrían finalizar la misión de escolta y concretar su cometido de volverse finalmente un gremio oficial.
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