GG EZ! ¿Cuán difícil puede ser volverse un mercenario legendario? - 18
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- 18 - El demonio de las cadenas
Capítulo 18
La mañana de un nuevo día en el gremio de la Estrella Onírica recaía en el poblado de Elendir, los rumores de un nuevo gremio se hacían presentes y los pobladores de las diferentes villas y ciudades se aproximaban, a veces a encargar misiones simples y otros como si fueran niños curiosos, se acercaban solo a conocer a los nuevos mercenarios en terreno.
Faltando poco para el inicio de la tarde, Lucy se encontraba limpiando tranquilamente los pisos del gremio mientras sus compañeros acababan de marcharse a una misión en grupo. El sonido de los pájaros al trinar era lo único que podía oírse en los alrededores de la aislada taberna
- – Realmente es aburrido ser la administradora, no odio mi trabajo, es seguro y puedo oír las historias en cuanto regresen… Pero… Seguro se están divirtiendo allí afuera. – Murmuraba Lucy a sí misma mirando hacia el horizonte, aburrida de la mañana tan lenta que le había tocado comenzar.
En ese momento, un suave pero constante remezón del suelo llamó la atención de la joven administradora, a la lejanía se divisaban 2 viajeros montando en dirección al gremio y a su lado una especie de tanque bastante grande piloteado por un goblin se aproximaba a toda velocidad. Lucy dejó la escoba a un lado y se aproximó rápidamente a la puerta a mirar, a medida que llegaban a metros del gremio.
- – ¡Ese es! ¡Lo encontré! – Exclamó el goblin disparando el cañón de su tanque impactando el techo de la taberna destruyéndolo en buena medida.
La chica se hizo a un lado asustada evitando los escombros que caían, sus ojos temblaban ante la situación, no entendía lo que estaba pasando.
- – ¡Alto! ¡Deténganse! ¿¡Que creen que hacen?! –
- – ¡Fuego! – Exclamó el goblin disparando nuevamente.
Lucy rápidamente sacó una carta de su bolsillo e impactando con su mano, imbuyendo tanto maná como pudo exclamó.
- – ¡Invocación! ¡Ñoqui! –
El borrón de Limo se invocó con el tamaño de la mismísima taberna recibiendo el impacto explosivo de lleno.
- ¡Ñoqui! ¿¡Estas bien?! ¡Ah! – Exclamó Lucy inclinándose un poco, agotada por el excesivo gasto de maná de forma tan repentina, lo cual provocó que la invocación desapareciera segundos después del impacto.
El grupo se detuvo justo en frente de la chica, bajaron de sus transportes y se acercaron lentamente, además del Goblin, venían dos humanos, uno bastante gordo y desaliñado y otro más delgado y pequeño, con un largo cabello que tapaba la mitad de su rostro, pero no alcanzaba a tapar una marca en su rostro, una línea en cadena como símbolo de un exorcismo, este último, con un rostro serio hizo callar a sus acompañantes, que reían burlescos.
- – Estoy buscando a Bianchi Moscheta, de Estrella Onírica –
- – ¿Maestra Bianchi…? – Pensaba Lucy sujetando su brazo
- – Hey… Será mejor que respondas, niñata. – Insistió el robusto.
- – ¿Quiénes son ustedes…? ¿Qué creen que hacen? ¿Por qué atacan a este gremio? –
- – ¡Las preguntas las hacemos nosotros! – Exclamó el Robusto golpeando el cuerpo de Lucy lanzándola dentro del gremio con el impacto haciéndola chocar con los escombros.
Las lágrimas de dolor de Lucy salían de sus ojos, no entendía que ocurría, solo quería escapar y abandonar cuanto antes el gremio, pero en ese momento, un recuerdo volvió a su mente.
- – (Te guste o no… Este gremio es mi tesoro, y hasta que te hartes de nosotros… Tú eres parte de ese tesoro.) –
- – Gerd, no la lastimes si no te lo ordeno… Este es mi caso y no quiero matarla si no es necesario. – Ordenó el joven de la marca.
Lucy se levantó con dificultad sin que se detuvieran sus lágrimas, no podía sacar ninguna invocación, no podía pelear, pero su corazón estaba entre huir o enfrentarlos.
- – Q-que es lo que quieren… –
- – Mi nombre es Izho Ax… Soy un cazarrecompensas. Mi trabajo es buscar a Bianchi Moscheta… Y hacerla pagar sus crímenes. –
- – ¿C-crímenes…? –
- – Ha sido acusada de asesinar al mercader del gremio Roca Fiera. –
El rostro de Lucy palideció al oírlo, no podía procesar la información que le estaban entregando, sus ojos se apretaron y contestó de forma involuntaria.
- – Mentira… –
- – ¿Qué dices? –
- – ¡Ella no ha matado a nadie! ¡La maestra Bianchi no pudo haber hecho algo así! –
La mano de Izho se extendió agresivamente, invocando desde su palma una larga cadena que impactó a Lucy contra la pared, rodeándola y estrangulando su cuerpo.
- – No estás colaborando… Las cadenas pueden ser muy malas… Pero el alambre puede hacerte hablar, no me agradan los encubridores. – Insistió el joven haciendo salir de la palma de su otra mano una tira de alambre de púas que se movían fluidamente como serpientes.
Lucy apretaba sus ojos intentando soportar el dolor que causaban las cadenas haciendo crujir los huesos de sus brazos, apretando su pecho y bloqueando su respiración.
- – ¡Habla! ¡¿Dónde está tu jefa?! – Exclamó con fuerza el cazarrecompensas, azotando su brazo con el alambre cortándole un poco.
- – ¡Ahh! – Las lágrimas de dolor y los gritos no se detenían por parte de Lucy, pero ni una palabra salía de su boca.
- – ¡Gerd! ¡Destroza este lugar! – Ordenó el joven, haciendo que el mayor comenzara a destruir los interiores del gremio con sus propias manos.
- – ¡No! ¡Deténganse! – Suplicaba Lucy, llorando desconsoladamente al ver como destruían el tesoro de su maestra, mientras ella no podía hacer nada mas que mirar.
- – ¿¡Dónde está?! – Repitió Izho, golpeando el rostro de Lucy, tirándola al suelo, poniendo su pie sobre su cuello, obstruyendo aún más su débil respiración.
Lucy apretó sus ojos, dejó caer las últimas lágrimas que su cuerpo le permitía, y ya derrotada, rendida, con su débil aliento, contestó.
- – Si quieres matarme… Tienes el poder para hacerlo… Pero ella es inocente… Si me matas, el único asesino… Serás tú… –
Izho retiró su pie de su cuello, la miró con furia ante sus palabras, apretó más las cadenas que rodeaban su cuerpo, y se retiró.
- – Gerd, Izget… Déjenla viva, será la carnada para su jefa… Vámonos de aquí. –
El grupo se marchó tras terminar de destruir el lugar y vaciarlo de sus bienes, dejando a la joven en el suelo, apenas respirando, herida y destrozada.
Las horas pasaron y el grupo se aproximó desde las montañas, riendo y bromeando sobre la aventura realizada.
- – ¡No puedo creer que existan cosas tan extrañas como pollos que escupan fuego! – Exclamó Rhodas con su amplia sonrisa.
- – No puedo creer que te haya acorralado una gallina, pueblerino – Se burlaba Keaton sonriendo.
- – ¡¿Qué dices?! ¡Eran 10 gallinas escupiendo fuego! –
- – Lo bueno es que estaba Bianchi para salvarte, si te hubieran derrotado te habríamos echado del gremio, ¿No es así Bianchi? –
La mirada de Bianchi se pegó en seco al ver el gigantesco hoyo en el techo del gremio y los escombros fuera.
- – Pero qué… – Murmuró Cedric
- – ¡Lucy! – Gritó Bianchi preocupada corriendo tan rápido como grupo a las puertas del gremio. El grupo la siguió a paso acelerado, entrando solo para ver los interiores del gremio destruido, el corazón de la maestra se detuvo por un momento, las lágrimas cayeron de sus ojos lentamente, caminó despacio a través del gremio mirando los destrozos, pero al lograr divisar a Lucy corrió hacia ella rápidamente, Cedric se acercó y quebró las cadenas con sus manos permitiéndole respirar con libertad.
- – Ah.. ah… ¡M-maestra Bianchi! ¡Lo siento tanto! – Exclamó inmediatamente Lucy sujetando su pecho, volviendo a llorar al ver a su maestra sufriendo.
- – ¿Qué dices…? Tu… Tonta… –
- – ¡Lo intente! ¡De verdad lo intenté! ¡Traté de proteger su gremio! Pero… ¡Soy demasiado débil! ¡No pude evitar nada! ¡Eran demasiado fuertes! ¡Perdóneme por favor! ¡Yo de verdad…! –
Bianchi estiró sus brazos de golpe, lo cual aterró a la joven herida, apretó sus ojos y se cubrió con miedo. Pero en ese momento, un fuerte abrazo interrumpió las amargas disculpas de Lucy, callándose en seco, sin poder decir una palabra más, lo único que lograba salir eran las lágrimas en sus ojos.
- – Tonta… ¿Por qué no escapaste…? ¿Por qué te quedaste…? ¡Pudieron matarte! ¿¡Qué habría sido de mí si algo te ocurría?! –
- – P-pero maestra… Su tesoro… –
- – Mi tesoro está a salvo, esta es solo una taberna vieja… Estoy feliz de que sigas con vida… –
La joven administradora apretó sus ojos y sin soltar a su maestra comenzó a llorar y gritar intensamente mientras sus compañeros miraban impactados, con la furia contenida en su interior.
Rhodas se enfocó en sus heridas, su brazo, su cuello, su espalda, heridos, su ropa ligeramente rasgada, sus gritos y sus lágrimas, lo llenaban de impotencia.
- – Lucy… ¿Quién te hizo esto…? –
Los ojos del grupo se enfocaron en Lucy, que secando sus lágrimas e intentando calmarse contestó.
- – Roca Fiera… Contrató a un cazarrecompensas… Se hacía llamar Izho Ax… Vino con dos mercenarios, ellos hicieron esto, buscando a la maestra Bianchi… ¡Deben informar esto al ministerio! –
- – ¡El ministerio se enterará cuando derribemos ese gremio de matones! – Exclamó Rhodas desenvainando su espada con furia en su mirada.
- – Nosotros, tu no, tú te quedaras. – Ordenó Bianchi levantándose molesta.
- – ¡Maestra! ¡No haga eso, por favor! ¡Roca Fiera es un gremio feroz! ¡Y ese tal Izho tenía las marcas de un exorcismo como las de Rhodas! ¡Es un demonio! ¡Deben informar al ministerio! –
- – Es curioso… ¿Dos demonios aparecen de pronto…? Los demonios sellados no son frecuentes, creo que es importante que Rhodas vaya. – Sugirió Keaton.
- – ¡Esto no es tu asunto Keaton! ¡Lucy y Rhodas son de mi gremio! – Confrontó Bianchi tomándolo del cuello de la ropa amenazándolo.
- – Pues los asuntos que afectan al ministerio, como los demonios que trabajan de sicarios, si son mi asunto, además… Rhodas es compañero de Lucy, ella pudo haber muerto tanto por el cómo por ti, él tiene tanto derecho como tu para ir a morir. –
El joven novato se interpuso en medio plantando cara a su maestra, con firmeza y decisión.
- – Bianchi… Eres mi maestra, eres quien manda en este grupo, yo soy solo un novato que tiene mucho que aprender, pero… Keaton tiene razón, no podría llamarme su compañero si no puedo defender a mi compañera, Lucy es más débil que todos nosotros… Y aun así luchó por el gremio… Bianchi… ¡Quiero ser un mercenario…! ¡Un mercenario legendario que traiga renombre a tu gremio! Y si voy a morir en el proceso… Es más honorable morir como un mercenario, que vivir un día más como un despreciable ladrón de mercado. –
Bianchi bajó la mirada apretando sus puños con impotencia, Lucy se levantó débilmente tomando el hombro de su maestra.
- – Maestra Bianchi… Por favor… No tiene nada que pelear… Debe hablarlo con el ministerio… –
- – Bianchi… Es tu decisión. – Insistió Fiore cruzado de brazos.
La maestra mantuvo silencio unos segundos, miró a sus compañeros, a su gremio destrozado y sus propias manos.
- – RocaFiera no puede ir por ahí destruyendo lo que le plazca solo porque tiene más fama y poder… Lucy, sana tus heridas, descansa y ve a informar a Mithau. –
- – Pero Maestra… –
- – El resto, prepárense, ¡Vamos a destruir hasta la piedra más pequeña de su gremio! –
- – ¡Si maestra! – exclamaron al unísono los hombres del gremio.
Keaton suspiró sonriendo levemente, tomando el hombro de Lucy con una sonrisa.
- – Tranquila… Solo ve a hacer tu trabajo. –
- – Pero… – Murmuró Lucy
- – No necesitas hundirte con nosotros Lucy, si eres demasiado buena para nosotros, esta bien. Espero que encuentres un gremio responsable que sepa darte lo que te mereces. – Finalizó la maestra con una melancólica sonrisa, entendiendo lo que implicaba el informe de Lucy y el ataque a Roca Fiera, decidiendo partir con sus compañeros.
Los ojos de Lucy se cerraron dejando caer las ultimas lágrimas, siendo incapaz de detener a sus compañeros, comprendiendo que la batalla que estaba por comenzar resultaría una catástrofe inevitable.
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