GG EZ! ¿Cuán difícil puede ser volverse un mercenario legendario? - 20
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- 20 - Cedric VS Gerd
Capítulo 19
El equipo de Estrella Onírica avanzaba por los pasillos buscando algún acceso sospechoso por el que pudieran entrar para inspeccionar, la mirada seria de Bianchi parecía no parpadear por la atención que enfocaba en buscar al maestro de RocaFiera.
– Bianchi, ¿Fiore estará bien? – preguntó Rhodas aún inquieto
– No te preocupes por él, él dijo que podría. –
– Él entiende los riesgos, está listo para aceptarlos, es un mercenario, no te preocupes por él. – agregó Cedric intentando tranquilizar a su compañero, el cual le devolvió una sonrisa con confianza asintiendo con la cabeza.
En el instante en que bajaron la guardia el corpulento Gerd saltó desde un rincón impactando a Cedric con su gran barriga haciéndolo atravesar el sólido muro de roca con el impacto.
– ¡Cedric! – exclamó el novato desenvainando su espada mientras Bianchi se ponía en guardia envolviendo sus manos en fuego espectral.
– Voy a golpearte tanto que el estómago te saldrá por el trasero. – comentó Bianchi frunciendo el ceño y subiendo sus puños con firmeza.
– Eso vamos a verlo muñeca. – sonrió el gordo cervecero chocando sus puños con dificultad mostrándose algo mareado.
– Apesta a alcohol… – mencionó Rhodas prestando atención a su evidente estado de ebriedad.
– Puedo darte una paliza estando aún más ebrio… como la que le di a tu amiguita. –
– ¡Concassé! – Un impacto de viento cargado en el rostro del cervecero lo hizo atravesar el muro opuesto sacándolo a una taberna interior, haciéndolo destruir varias mesas en el vuelo. –
El rostro serio de Cedric era algo nuevo para el aspirante, y aunque no fuera así para Bianchi, le generaba un escalofrío que la llenaba de confianza, la presencia del fiero león de Estrella Onírica era imponente y vigorosa, pero un detalle nuevo daba un plus a su imagen, la insignia del gremio en su pecho.
– Bianchi, sigue adelante, Rhodas y yo le enseñaremos a este cerdo algunos modales. –
– Se los encargo, ustedes cuídense mucho. –
La bruja hizo una seña a Rhodas y se volteó para partir, siendo interrumpida por la voz de su aspirante.
– ¡Invocación, Fleetwood! –
La maestra volteó para ver al halcón planeando alrededor, sorprendida por enterarse que el novato era ahora un invocador.
– Fleetwood, síguela, te invocaré de vuelta para que nos muestres el camino, ayuda a la maestra. –
– ¡GJAH! – gañó el halcón comenzando a volar, llenando de confianza a la maestra por su toma de decisiones, comenzando a correr junto con el dejando a Cedric y a Rhodas a cargo del oponente que volvía a levantarse lentamente.
– Eso realmente me dolió imbécil… necesito un trago para calmarlo… –
De un golpe, el cervecero rompió la tapa de un gran barril de licor cercano, empezando a beberlo rápidamente hasta terminarlo en cuestión de segundos soltando un estruendoso bramido.
– Rhodas… ¿Tienes alguna poción de maná contigo? –
– Aún me quedan dos… –
– Bien, entonces… Acabemos con él y vete a apoyar a Bianchi, asegúrate de alejarte si la pelea es demasiado para ti, no quiero tener que detenerte si te descontrolas. –
– Entendido… ¡Furia Sangrienta! –
El novato encendió su habilidad sujetando con fuerza su espada dando un poderoso salto hacia adelante, pero el robusto peleador, terminando de beber, giró su brazo estrellando el barril vacío en el cuerpo de Rhodas apartándolo de su curso y enviándolo a estrellarse contra un montón de cajas amontonadas.
– ¡Ahora tú, princesita! –
El cervecero corrió contra Cedric a leves tambaleos dirigiendo un poderoso puñetazo contra él, a lo que el monje contestó con un revés, impactando su puño, acabando ligeramente entumecido.
– ¡Agh! –
– ¿Qué ocurre florecita…? Hic, ¿Te golpee muy fuerte? –
– He golpeado rocas más suaves. –
El intercambio de golpes siguió aumentando en velocidad, Cedric evadía tanto como podía y bloqueaba con sus propios puños sin bajar la guardia en un momento. Pero los puños del cervecero eran extrañamente duros, y su evidente estado de ebriedad parecía anular el dolor que provocaban los golpes recibidos.
Rhodas se levantó, golpeado, pero sin dolor por el efecto de la furia sangrienta, se dirigió nuevamente en carrera para alcanzar por la espalda a su oponente, dándole un rápido corte en el brazo, quedando junto a Cedric.
– Ugh… ¿Me han cortado…? ¡Voy a encajarte esa espada en el pescuezo mocoso! – exclamó el enorme peleador corriendo contra Rhodas interponiéndose Cedric en medio, plantando un puñetazo en su rostro alejándolo del aspirante.
Rhodas corrió una vez más sujetando con firmeza su espada lanzándose al aire sobre Gerd, saltando para atraparla en el aire imbuyendo su espada en la furia sangrienta.
– ¡Arte de pícaro! ¡Acechador nocturno! –
La espada se encajó en el hombro del peleador antes de que este pudiera levantarse.
– ¡AGH! ¡Eso me ha dolido! – gritó adolorido el cervecero apartando de su hombro a Rhodas de un manotazo, azotándolo contra el muro de roca.
– ¡Rhodas! –
– Acabaré contigo primero… pulga… – murmuró furioso el peleador retirando la espada de su hombro lanzándola al techo de la habitación encajándola en la madera.
El aspirante se levantó con dificultad mientras la furia sangrienta se apagaba más y más a cada segundo que pasaba, retomando su posición de combate para recuperar su espada.
– Estoy bien… Eso me dolió un poco más… Me tomó desprevenido… ¡Furia Sangrienta! –
Pero nada ocurrió, la fuerza de su cuerpo se había agotado al igual que su limitada cantidad de maná.
– ¡Mocoso! – rugió el peleador dirigiendo un puñetazo hacia el rostro del aspirante, el cual rápidamente, rodando hacia un lado evadió el impacto, el cual logró destruir el muro sin ningún problema.
Cedric sin retraso corrió para apoyar a su compañero con puños distantes los cuales apenas frenaban a su oponente.
El aspirante sacó rápidamente una de sus pociones de maná para beberla y recuperar su espada apenas fuera posible, pero Gerd dio un salto golpeándolo con su enorme barriga impactándolo nuevamente contra los muros, obligándolo a soltar la poción quebrando la botella completamente.
– ¡Ay no! –
– ¡Ya muere! –
Cedric se interpuso entre medio plantando un poderoso puñetazo directo en su rostro enviándolo al fondo de la habitación con un solo impacto.
– ¡Affronter! –
– ¡Cedric! – exclamó el aspirante, sorprendido por la severidad del rostro de Cedric, el cual parecía mucho más serio que el mismo Fiore, en cierta medida, resultaba intimidante para el novato.
– Hiciste un buen trabajo… Rhodas, realmente has progresado bastante desde que nos conocimos en el bosque… Estoy seguro de que si el tú de ahora hubiese estado allí no necesitarías mi ayuda… Pero los planes han cambiado, quiero que vayas a ayudar a Bianchi ahora, con tu última carga de maná. –
– ¿Qué hay de ti…? Ese tipo apenas si pudo sentir mi mejor técnica…–
– Tu no te preocupes por mí, aún no has visto la mía… Ahora vete, compañero. – insistió Cedric dando énfasis con una sonrisa a esta última palabra.
Rhodas sonrió asintiendo con la cabeza, tomando su última poción, volviendo a sentir la energía mágica fluyendo por su cuerpo, fortaleciéndolo y reanimándolo.
Una mordida rápida a su pulgar hizo correr la sangre encendiendo la llama de su invocación al tocar la pared.
– ¡Invocación, Fleetwood! –
El halcón surgió desde la pared elevándose por el aire con un poco más de costumbre a las invocaciones repentinas.
– Fleetwood, ¡Ve por mi espada y llévame con Bianchi! – ordenó el invocador apuntando la espada en el techo, el halcón obedeció volviendo con ella en cuestión de segundos, el novato la tomó y asintiendo con la cabeza a Cedric, partió a buscar a su maestra en carrera, dejándolo solo contra el robusto Gerd.
– Dejaste que el niño se fuera… Intentaste salvarlo de mí, pero eso no impedirá que el general Steelander lo aniquile… –
– Él estará bien, es un mercenario… – contestó Cedric mordiendo el borde de su mano deslizando la sangre en sus dos manos lentamente.
– ¿Qué haces? ¿También vas a invocar un pájaro para escapar…? –
– No planeo irme, no hasta que estés tumbado en el piso y ya no le des más problemas a mis compañeros. –
– ¿Qué dices…? –
– Yobidashi… ¡Cestus de Campeonato! –
Ante la exclamación, dos guanteletes de gran tamaño y capas de acero con pinchos afilados aparecieron en las manos de Cedric con el sonido de un rugido acompañándolo, un aura de color lavanda brillante rodeo los Cestus al cerrarse, dando la impresión particular de que era un arma maldita.
– ¿Tienes un arma maldita…? Y yo que creí que eras un chico bueno.
– Lo soy, preferiría no utilizarlos. –
– ¿Ah…? ¿Acaso te da miedo? –
– No es eso… No quería utilizarlos… Porque hacerlo implicará romperte la boca. –
– ¡Que arrogante! – exclamó el cervecero acometiendo contra Cedric, el cual subiendo su guardia respondió con un feroz puñetazo a su rostro el cual estalló en una poderosa ráfaga de viento, aun más fuerte que las que solía disparar.
La marca de las puntas afiladas se marcó en el rostro de Gerd, haciéndolo sangrar, y haciéndolo atravesar una pared, mientras Cedric aún con su guardia alta se mantenía en movimiento, repartiendo golpes al aire cada ciertos segundos.
El robusto peleador se levantó sujetando su rostro al sentir el golpe más duro que los demás, incluso le sorprendía ver la sangre saliendo de su rostro, pero antes de que pudiera siquiera pensarlo un segundo impacto en su rostro lo hizo retroceder, no era una ráfaga de viento, era como si el puño lo hubiera golpeado una segunda vez.
– ¿Q-qué fue eso…? ¿Me golpeó dos veces…? – murmuró el cervecero sujetando su mentón enfocando su mirada en Cedric que no dejaba de moverse con su guardia en alto.
– ¡Avaler! – exclamó Cedric lanzando un nuevo impacto distante sin darle tiempo a reaccionar, pero el peleador rápidamente se hizo a un lado bloqueando con un barril que fue destruido en un instante, intentó levantarse inmediatamente, pero el segundo impacto lo devolvió al suelo.
– ¡AGH…! ¿¡Como puede ser tan rápido?! – exclamó Gerd levantándose tomado de los nervios.
Cedric acometió rápidamente contra él, manteniendo su guardia en alto.
– Los Cestus de campeonato tienen una maldición especial, gasta todo mi maná en cinco minutos… pero a cambio, aumenta el daño de mis golpes y me otorga un encantamiento de Eco. –
– ¿¡Eco?! –
– ¡Cualquier impacto que acierte, se repetirá en el lugar de impacto una segunda vez con el mismo daño! –
– ¿¡Como un novato puede tener un arma así?! –
– ¡No subestimes las habilidades de la maestra bruja Bianchi Moscheta!
El puño de Cedric se alzó para volver al combate, pero el cervecero golpeó su estómago abriendo ampliamente la boca en respuesta.
– ¡Arte de peleador cervecero! ¡Licor Añejado! –
Un eructo disparó desde su boca una densa nube de humo con olor fétido que nubló los sentidos de Cedric, paralizándolo ligeramente.
El rubio guerrero cubrió su boca para no respirar el aire, pero el rápido peleador le plantó un sólido puñetazo en el rostro, arrojándolo contra uno de los muros, la sangre corría desde la nariz de Cedric, el golpe había sido mucho más duro que los anteriores.
– Si tanto te molesta el olor… ¡Te ayudaré rompiéndote la nariz…! – exclamó el peleador caminando con pasos tambaleantes en un extremo estado de ebriedad.
Cedric seguía paralizado, no podía subir la guardia, y aunque su oponente tampoco estuviera en un buen estado para defenderse, su estado de ebriedad parecía hacerlo más fuerte.
– Yo soy… ¡Gerd Rompetestas! ¡El peleador de taberna de RocaFiera! –
El peleador acometió contra Cedric disparando una coordinada y veloz ráfaga de puñetazos, a lo cual el guerrero se levantó con dificultad subiendo su guardia de forma forzada recibiendo los intensos golpes con la fuerza de sus brazos, los cuales crujían por sus huesos agrietándose más y más cada segundo por el daño, Cedric apretó sus ojos intentando resistir el dolor, recordando una conversación con su maestra.
– Cedric, hay algo que no entiendo. –
– ¿Um…? ¿Qué cosa? –
– Te he visto pelear otras veces, eres realmente feroz, pero siempre descuidas tu guardia, ¿Cuál es el propósito de llevar una armadura si a la hora de pelear siempre te la quitas? ¿Eres exhibicionista o algo así? –
Cedric dirigió su mirada hacia ella, sorprendido por su curiosidad, realmente era una buena pregunta.
– Verás… El día que llegué al templo de los monjes de la montaña… Ya tenía esta armadura, es un regalo que me dieron en mi tierra natal, aunque escapé de allí, esta armadura es realmente importante, no debería dañarla, mucho menos perderla… –
– Pero las armaduras son para dañarlas, ellas reciben el daño, ¿No es así? Su trabajo es protegerte. –
– Realmente… Siento que es al revés. –
– ¿Al revés? –
– Esta armadura, me recuerda que debo ser fuerte, para proteger todo lo que es importante para mí. –
Bianchi dio una leve sonrisa y mantuvo la mirada en el camino, entendiendo a lo que se refería.
– Aun así, yo podría darte una armadura mucho más fuerte, ¿Qué es lo que la hace tan especial? –
– Esa historia no es tan interesante. –
– Jo… Pero a mí me interesa. –
Cedric mantuvo silencio mirando hacia adelante por unos segundos, reflexionando la respuesta.
– Bianchi. –
– ¿Si…? –
– Tal vez esta información nunca sea importante… Pero… Si te la cuento, ¿Sabrás guardar el secreto? –
– Por supuesto, será un secreto entre nosotros, una portadora nunca rompe su promesa. –
– Bien… Verás… La razón que tengo para proteger esta armadura es… –
– Proteger… Lo más importante, con mi cuerpo y espíritu. – murmuró Cedric con sus brazos temblorosos, apretando sus ojos y abriéndose de golpe dirigiendo un puñetazo al estómago de Gerd, deteniendo su ráfaga de golpes momentáneamente al impacto.
Sus huesos temblaron con un remezón, una corriente eléctrica pasó por sus nervios, pero sin pensar un segundo en el dolor, el peleador de Estrella Onírica comenzó a repartir golpes en la guardia abierta del cervecero, sin detenerse, aumentando la velocidad a cada segundo.
– Un… Deux… Trois… – contaba el peleador con cada impacto liberando un estruendoso viento alrededor, repitiendo los impactos por el efecto del Eco, sintiéndose débil a los últimos impactos, retrocediendo un paso, para dar el golpe de gracia.
– ¡Troupeau d’hirondelles! – El golpe final repercutió en varias repeticiones del impacto sobre el cuerpo de Gerd arrojándolo contra la pared haciéndolo atravesarla, dejando a Cedric tambaleante frente a él.
El peleador jadeaba cansado, sin maná, al borde del desmayo, sus brazos entumecidos temblaban por las fracturas en sus huesos, estaba a punto de dejarse caer cuando el sonido de un aplauso llamó su atención, su vista estaba nublada, solo vio una silueta negra tras de él, aplaudiendo y felicitando.
– Has dado un gran espectáculo… Realmente eres aterrador… Suerte que ya no tienes fuerza, no quisiera tener que meterme contigo. –
– ¿Quién está ahí…? Mi armadura… –
Los ojos de Cedric se cerraron dejándolo caer al suelo, derrotado, vencedor y vencido.
– No te preocupes… Yo me encargo de llevarla. –
La oscuridad cubrió a ambos peleadores, arrastrándolos fuera de esa habitación.
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