Hasta que mi tiempo llegue a cero. - 01
Parte 1.
Solo veía oscuridad, solo escuchaba silencio, lo único que podía sentir era su cómoda y cálida sabana, sintiéndose en relajación total y desconectado del mundo, pero algo lo interrumpió.
— Despiértate.
Una voz gentil tocó sus oídos, causándole un pequeño cosquilleo en su cerebro.
— Despiértate.
Esa voz seguía resonando por su habitación, mientras él solo se acurrucaba más entre sus cómodas y calientes sábanas.
— ¡Carajo despiértate!
Gritó aquella voz, mientras que comenzaba a golpear al chico que se encontraba bajo las sábanas.
— Ya voy… ya voy, solo espera.
Dijo el chico de forma pesimista, mientras intentaba levantarse de su reconfortante cama.
Tal parece que la voz que tanto le insistía, era la voz de su madre la cual con una mirada molesta le replicaba para que él se levantase y comenzara su día.
Su madre era un poco más pequeña que él, llevaba encima de ella un terno blanco con botones negros, debajo de eso, llevaba una polera rojiza que combinaba con sus tacones de punta gruesa, tenía un pantalón de vestir de color negro el cual combinaba con su sedoso cabello negro que llegaba hasta su cintura.
Él chico afirmo sus pies sobre el piso, e hizo un gesto de estar hambriento.
Aquel joven tenía un pijama un poco sucio y de color blanco, su cabello un poco enrulado que tenía un pequeño mechón pintado de un color dorado estaba hecho un desastre total, y debajo de sus ojos tenían unas pequeñas ojeras.
Él agarró unos lentes que estaban sobre un pequeño velador hecho únicamente de madera refinada, y se los colocó de forma torpe.
— Oye, Diego, esos lentes ya están muy viejos, deberías comprar otra montura, ¿Creo que el cristal aun esta bueno verdad?
El chico que aparentemente se llamaba Diego, se dio cuenta de lo que dijo su madre y rápidamente se quitó los lentes para darle una revisada con la vista.
Efectivamente se dio cuenta de que la pata derecha del lente, se encontraba a punto de salirse.
— Ma’ ¿tienes cinta? Quiero arreglarlos así nada mas, es que hoy no quiero salir.
— Primero baja a desayunar y después los arreglas. ¿Tienes hambre verdad?
Para Diego, la opción más fácil era arreglar con cinta sus lentes y dejarlos así, pero su madre por alguna razón quería que él personalmente fuera a comprar otra montura.
Dejando eso a un lado, Diego salió de su dormitorio y se dirigió hacia su comedor, el cual era un lugar muy espacioso de un color blanco marfil y con adornos de muy alto nivel, que no parecían baratos, las sillas no parecían ser plásticas del mercado, eran sillas talladas y pulidas a mano con mucho detalle, en el centro de todo había una hermosa mesa de cristal con un frutero en el centro y unos espejos de cuerpo completo en cada esquina.
Sobre la mesa había un plato de porcelana celeste, en la cual estaba servido un pan de harina de trigo integral, acompañado por unas tiras de tocino caliente y una taza de leche de cabra.
Todo se veía exquisito, pero para Diego esto era a lo que él llamaría como “un desayuno normal”
Su madre quien se encontraba al otro lado de la mesa le dijo con un tono diferente.
— Cariño, quiero hablar seriamente contigo sobre algo… Es sobre tus estudios
— Ma’ se lo que vas a decir, pero ya sabes lo que decidí.
— Lo sé, pero… me preocupa tu futuro y creo que lo mejor para ti sería…
Diego se levantó de la silla, dejando mucho de la comida en su plato y con una mirada un poco seria dice.
— Madre, ¿por qué mejor no hablamos de esto después de que vaya a comprar unas nuevas monturas? Ya tendrías que estar en el trabajo.
Diego lentamente se retiró del lugar sin nada más que decir, para dirigirse hasta su habitación.
Por lo visto, la relación que tenia Diego y su madre no era muy buena, teniendo en cuenta que ella casi no tenia tiempo para él.
— Bueno… ¡El dinero va a quedar en la mesa! Yo me voy a trabajar, espero que hablemos cuando regreses — Exclamó la madre de Diego.
Después de un par de minutos Diego había esperado a que su madre se fuera para tomar su comida del plato, luego de eso se volvió a encerrar en su habitación a escuchar música y pasar el tiempo en su celular.
El sol llegó a su tope lo cual indicaba el inicio del medio día, el refrescante viento poco a poco se iba transformando en aire un poco más cálido.
Diego al percatarse de esto decidió que ya era hora de hacer lo que le encargaron, así que se alistó para salir de su casa y dirigirse hacia la tienda mas cercana donde pudiera comprar unos nuevos lentes.
Se quitó su pijama sucio y lo reemplazó por un polo de color oscuro, sobre eso se colocó una camisa manga corta de color roja a cuadros, unos jeans rasgados y unas zapatillas que combinaban el color rojo y negro.
Se peinó hacia el lado derecho y se mojó un poco la cara.
Agarró sus lentes circulares y comenzó a buscar la cinta para intentar arreglarlos momentáneamente.
Buscó lo más que pudo, pero su casa era tan grande que se le hacía imposible encontrarlo él solo.
— Maldición, supongo que no se romperán si no los muevo mucho.
Con esa idea en mente agarró su celular y el dinero que se encontraba sobre la mesa; el dinero estaba envuelto en una hoja de papel así que no podría saber exactamente la cantidad que había, pero confiadamente se lo llevó.
— Antes de irme… quiero hacer una cosa.
Diego se colocó frente a un espejo grande, sacó su celular y lo puso frente a él.
Débilmente sonrió y entre cerró sus ojos para sacarse una típica foto frente al espejo.
*Click*
Al revisar la foto se llevó una desagradable sorpresa que lo molestó un poco.
— … En mi reflejo me veía mejor que en esta foto, da igual, de todas maneras, no la voy a subir a ningún lado, no es como si fuera alguna celebridad o algo así.
Parte 2.
En una tienda óptica se encontraba él, buscando alguna montura nueva para sus lentes, buscando y buscando por los pasillos los cuales estaban repletos por mostradores de cristal que exhibían diferentes tipos de anteojos, pero ninguno de ellos parecía convencer a Diego, sus gustos con estas cosas eran un poco estrictos, él buscaba algo un poco más serio y refinado a la vez.
— Señor ¿puedo ayudarlo con algo?
Dijo una joven empleada que vestía con una camiseta que llevaba un pequeño ojo en la parte izquierda superior.
Diego se sorprendió un poco al ver a esta chica, ya que él más o menos conocía al personal de esa tienda y a ella nunca la había visto, así que dedujo que era una nueva trabajadora.
— Emm… ¿No tiene lentes metálicos de forma circular? Igual a los que llevo puestos.
— Creo que tenemos algunos por aquí, sígame y le muestro.
La empleada amablemente se ofreció a guiarlo hacia un lugar en donde se encuentren el modelo de montura que Diego quería.
Ella lo guio hacia la parte posterior del local, en un pequeño pasadizo dedicado únicamente a los anteojos metálicos.
— ¿Puedo probármelos?
— Adelante, no se preocupe.
Diego se acercó al mostrador de cristal y metió la mano para sacar unos lentes exactamente igual a los que tenía.
Rápidamente lo analizó con su mirada y se los colocó.
— Pues creo que estos están bien.
— ¿Entonces esos serían?
— Si… Espera, espera creo que vi algo mejor…
La atención de Diego rápidamente fue atraída por otra cosa, unos lentes exactamente iguales a los que ya tenía, pero… Estos tenían una extraña mancha en la parte superior derecha del cristal.
Él agarro esos lentes y se los colocó para probárselos.
Al ponérselos, se dio cuenta que la mancha que tenía en el cristal era realmente… ¿Un temporizador?
— Muy sofisticado, ahora hasta unos lentes tienen tiempo, hahaha… Que ridiculez, sin ofender señori…
…
¿nadie? ¿no había nadie? ¿Por qué? ¿Por qué esa amable empleada había desaparecido? ¿Por qué… todo había desaparecido?
— ¿Hola?
Diego se preocupó demasiado, lo primero que le pasó por la mente fue que todo había sido una alucinación suya, pero si todo hubiese sido una simple alucinación, entonces ¿Por qué aún tenía esos extraños lentes puestos?
En un simple parpadeo todo el sonido que existía, dejó de existir.
En un simple parpadeo perdió toda sensación en su cuerpo.
En un simple parpadeo, su mente quedó totalmente en blanco.
En un simple parpadeo dejó de saber si aún estaba respirando.
Todo lo que estaba frente a sus ojos… dejó de existir, todo se tornó a un blanco sombrío y silencioso que lo llenaba de inquietud.
En un simple y pequeño parpadeo… Apareció en una calle totalmente extraña, un lugar casi inhabitado, su mente no terminó de comprender lo que estaba ocurriendo frente a sus ojos.
Diego, un joven de 18 años, hijo único de una prestigiosa abogada y un reconocido arquitecto. Él, un prodigio en su escuela, con un gran futuro por delante… actualmente había sido transportado a un mundo distinto.
Parte 3.
De pie frente a él, unas extrañas casas hechas con ladrillo rojizo y con tejados de color morado oscuro, con enormes montañas detrás de ellas.
Debajo de él, un piso un poco incomodo de piedra bruta que resaltaba por el labrado antiguo que tenia.
Atrás de él, un parque gigantesco lleno de vegetación verdosa que lo hacía ver simplemente hermoso y con una estatua metálica de un extraño hombre en el centro.
Merodeando en sus pensamientos sus oídos alcanzaron a escuchar murmullos y palabras difíciles de asimilar además de los interminables zumbidos que pasaban por su cabeza.
— … ¿Qué? …
Analizando su entorno con una aparente ambientación medieval, pensó y pensó, pero no logró hallar una explicación lógica, por más que lo intentara su cerebro no comprendía lo que pasaba.
— No, no, no… por favor…Tiene que ser una broma.
Puso sus manos sobre su cabeza mientras trataba de comprender lo que estaba pasando en estos momentos, mientras se repetía lo mismo en su mente.
Después de unos segundos llegó a una alocada idea a su mente, respiró hondo para calmarse y procesar lo que estaba pasado.
— Siempre soñé con esto, pero… No pensé que me impactara tanto.
Entendió lo que estaba pasando, era algo que siempre había visto, algo que siempre le había hecho ilusión que le pasase a él.
Se resigno a aceptar su nueva realidad y darle un sentido nuevamente a su vida, por alguna razón, en vez de estar totalmente asustado y confundido… Él estaba ¿Feliz?
— Fui invocado a otro mundo, definitivamente si… Pero ahora mismo no sé qué hacer aquí, debería existir algún manual para cuando eres transportado a otro mundo ¿Verdad?
Con las manos en su cabeza se percató de que aún tenía puestos esos lentes, pero ahora el temporizador que tenía en la parte superior derecha, se había activado, pero extrañamente comenzó por 12:00 en vez de las 24 horas que normalmente son en un temporizador, pero comparando eso, con lo que estaba viviendo frente a él, el hecho de que sus lentes tuviesen un tiempo era muy insignificante.
— Si esto es un mundo de fantasía entonces debe haber gremios, aventuras y esas cosas, entonces si así van a ser las cosas…
En medio de su pequeño discurso no presto atención a una extraña voz que se incrementaba, repentinamente Diego alzó su tono de voz y puso un pie delante suyo
— ¡Yo empezaré una nueva vida, aquí trazo el inicio de mi aventu! ¡AUHG!
Su cuerpo fue bruscamente golpeado por un hombre vestido con harapos sucios, de él cayeron demasiadas monedas brillantes que rodaron por el suelo de la calle, monedas de autentico oro puro, pero ¿Cómo alguien con esas fachas pueda llevar encima algo de tanto valor?
— Ahhg, mierda… maldito idiota, ¡apártate del camino!
Gritó aquel hombre, quien parecía un vagabundo con un cabello largo y descuidado.
Diego, quien había caído bruscamente contra el piso por la culpa de ese extraño hombre, intentó disculparse mientras a la par trataba de levantarse y se acomodaba los lentes que casi se caen de su cara.
— Aquí estas, ladrón.
Dijo una voz femenina, Diego al escucharla intentó dirigir su mirada hacia la fuente de su origen.
Provenía de una joven mujer de cabellera rubia, con ojos de un color turquesa brillantes, llevaba puesto un vestido de elegante de color blanco hueso que terminaba en círculos dorados, además en su cintura tenía un cinturón dorado que resaltaba mucho por la joya que tenía en el centro.
Era de las típicas personas que parecían tener un estatus en la sociedad, las cuales, si imaginarías que lleven esas monedas en su bolsillo, pero el hecho de que ella llame ladrón a ese sujeto lo confirmaba todo.
El hecho de haberle pedido disculpas a un ladrón resignó mucho a Diego, quien un poco molesto se levantó, pero en vez de hacer algo, decidió apartarse un poco.
La mujer se acercó al ladrón y lo agarró de ambas manos para someterlo contra el suelo.
— Oye chico ¿tienes una cuerda?
Diego negó esto con la cabeza, ya que al ser transportado a un nuevo mundo no tenía muchas cosas a su mano, solo llevaba su ropa, su celular táctil y un poco de dinero.
— Bueno supongo que no tengo otra opción.
La mujer agarró al ladrón de los hombros y lo levantó para luego proceder a darle un fuerte cabezazo dejando completamente inconsciente al sujeto.
Por otro lado, ella parecía no haberse afectado en nada por el golpe lo cual sorprendió un poco a Diego que solo contemplaba de lejos.
La mujer dejó caer al ladrón, para luego agacharse a recoger sus monedas de oro.
Diego aprovechó esto para acercarse un poco a ella y decirle.
— Emm… Hola yo… solo pasaba por aquí así que no tienes nada que agradecerme.
— Oh, lo siento, por un momento no percaté que estaba ahí.
El hecho de que ella se hubiese olvidado por completo de él, molestó un poco a Diego, quien con mucho ego en sus palabras dijo.
— Hola, soy Diego, quien de forma desinteresada y valerosa detuvo a ese hombre por ti.
La mujer terminó de recoger todas las monedas del suelo y se levantó para ofrecerle su mano a Diego.
— Buenas tardes, me presento, mi nombre es Leila y… Agradezco tu acto desinteresado.
— Como te dije, no es necesario que me pagues con nada ya que al haberte ayudado estoy más que satisfecho.
Dijo Diego con una sonrisa claramente fingida mientras aceptaba la mano de la chica en señal de saludo.
— Está… ¿Bien?, pues supongo que sólo te diré gracias y me retiraré.
— ¿En serio, sólo me darás las gracias? Se supone que aquí, tú me deberías insistir hasta que acepte tu oferta de quedarme como huésped en tu casa o algo por el estilo, apégate un poco más a tu rol.
— ¿Rol? ¿Qué? No entiendo nada de lo que me dices.
— Nada, solo ignórame.
La hermosa mujer guardó sus monedas en una pequeña bolsita y la metió entre sus pechos, Diego al ver esto se sonrojó un poco, pero trató de apartar la mirada.
— Si gustas puedo invitarte una comida, creo que hay un lugar donde venden cerca de aquí ¿te apetece?
— Emm, déjame pensar… Tengo que practicar mi magia, pero creo que, si me da tiempo para aceptar tu oferta, joven dama.
— …Espera… ¿Usas magia?
Preguntó Leila con un tono de duda mientras observaba directamente a los ojos de Diego.
— ¿Qué? … ¿Acaso aquí no existe la magia?
— Sí existe sólo que… Es muy extraña últimamente.
— Extraña, ¿A qué te refieres con extraña?
— Me refiero a… Espera, tu deberías saberlo, no te ves tan niño como para que nadie te lo haya contado.
— Ohhh ya me acuerdo, hahaha, ¿Cómo se me pudo haber olvidado? haha…
Aunque Diego diga eso, realmente no tenía ni la más mínima idea de lo que Leila estaba hablando, así que sólo empezó a fingir que lo sabía mientras se reía de forma falsa.
— Bueno ¿Te parece si vamos a comer? Tengo un poco de prisa.
— Claro, no he comido mucho desde el desayuno.
Parte 4.
Una pequeña casa que tenía unas extrañas lunas incompletas, una dentro de otra más grande en la pared exterior, el cual parecía ser el signo de un restaurante, dentro de esa casa estaban ellos dos, quien los atendía parecía ser una chica de cabello color castaño que a pesar de estar amarrado le llegaba hasta la cintura, con hermosos ojos ámbar que resaltaban por su piel blanca, su vestimenta era oscura y tenia una faja de color blanco, sus piernas estaban cubiertas por unas largas medias negras que terminaban en unos pequeños zapatos brillantes de color negro.
Leila parecía no haber pedido nada ya que solo Diego era quien estaba comiendo algo.
Él se había pedido un poco de “arroz” de extraña procedencia, porque su sabor no parecía al del arroz normal.
— Oye Leila.
— Dime, ¿Quieres más semillas de Alom?
— No, sólo te quería preguntar ¿Por qué no hay nada de gente por las calles? Desde que llegué no he visto a nadie a parte de tí.
Ella metió su mano entre sus pechos para sacar su bolsita llena de monedas, pero solo sacó una de plata la cual tenía grabado un pequeño dragón, en cambio las otras monedas de oro no tenían nada grabado.
Ella le dio esa moneda a la chica que los estaba atendiendo.
— Pues, por la inseguridad que hay ahora mismo, mi caso, por ejemplo, porque soy muy tonta quise salir, pero ya sabes lo que pasó.
— Pero no hay guardias o algo así.
— Los hay, pero… Muchos sólo trabajan por el dinero y no por la justicia como solía ser antes… Espera, no sé porque te estoy explicando esto si todo el mundo lo sabe.
— Emm… este… yo… tengo memoria de corto plazo y eso me hace olvidar las cosas muy rápido.
— ¿En otras palabras eres idiota?
— ¡¿Que, no en ningún momento dije eso dije que tengo mala memoria?!
— Tranquilo, solo bromeo — Dijo Leila mientras soltaba una pequeña risilla.
En cierto modo, Diego pensó que ese mundo no era tan diferente a su mundo, pero dejó de pensar en ello, porque en el fondo sabía que entre más piense en su pasado, más le afectaría en su futuro.
— Muchas gracias.
Él finalmente había acabado su plato de “arroz” y les agradeció a ambas chicas, a Leila por amablemente regalarle un plato de comida y a la camarera por haberle servido algo, aunque tuviese un sabor extraño.
— Diego, recuerdo que dijiste algo sobre quedarte como huésped en mi morada ¿o me equivoco?
— Si, pero lo dije en broma, aunque no me molestaría pasar más tiempo contigo.
— Pues no me molestaría tenerte como huésped en mi humilde morada, porque siento que darte solo un plato de comida es muy poco para lo que hiciste.
Diego le regaló una sonrisa emocionada a Leila, quien se la devolvía con amabilidad.
Ambos se levantaron de los asientos de madera y se despidieron de la chica que los atendió
— Para ser un mundo distinto… La gente que he conocido, me agrada —pensó Diego mientras caminaba al lado de Leila en medio de las calles completamente vacías, como si en ese momento solo existiesen para ellos dos.
Después de caminar por un par de minutos, llegaron a un lugar parecido a una estación en la cual, si había personas, finalmente Diego veía a alguien aparte de Leila y la chica de la comida y… Ese ladrón.
Un hombre con una gran barba los recibió y los ayudó a entrar a una carroza la cual era tirada por una especie de caballos con mucha musculatura.
Diego se esperaba algunos dragones o lagartos gigantes, pero se decepcionó un poco al solo ver unos simples caballos.
Tal parecía que el “conductor” conocía a Leila, porque sin dirigirle la palabra, él ya sabía a dónde quería ir.
Después de estar unos 20 minutos de estar dentro del carruaje eran suficientes para que Diego sintiera mareos, más que los trotes de los caballos tiraban de él con fuerza, sus nauseas sólo incrementaban, tanto que empezó a sudar frío, su visión se puso un poco borrosa y le dieron un par de arcadas.
— ¿E-Estas bien? Pareces muy agotado.
— Si, sólo son un par de nauseas, nada que no pase con un poco de agua.
— Pues, tranquilo porque ya falta muy poco, si quieres asómate por la ventana del carruaje, así podrás ver mejor cuando lleguemos.
El hecho de que ella le dijera que sacase la cabeza por la ventana, le hizo recordar a los perros de su mundo, dejando eso a un lado, Diego sacó la cabeza, pero no para observar mejor, sino porque quería vomitar.
Con la cabeza fuera miró hacia el piso y soltó un poco de saliva.
— ¡Ahhg! odio vomitar.
Dijo mientras sentía un ardor en su garganta, parecía que el arroz que había comido le había caído muy mal.
— Mira, ¡ahí esta!
Él levantó vagamente su cabeza para observar… ¿Una mansión?
Gigantescas rejas de metal que encerraban una hermosa mansión color blanco que se escondía entre los árboles.
— O-Oye Leila… Cuando me dijiste que me invitarías a tu humilde morada, yo pensé que te referías a una pequeña cabaña, no a una puta mansión gigante.
— ¿Puta? Nunca he oído esa palabra ¿Qué significa?
Dándose cuenta de que había soltado una grosería trató de remediar la situación.
— Emm… Puta es un… Ya sé, es una forma de llamarle asombroso o genial a algo, solo que por aquí esa palabra no es muy conocida por aquí.
Leila no entendió mucho de lo que dijo Diego, pero inocentemente dijo con una sonrisa
— Pues, espero que mi puta mansión sea de tu agrado.
Parte 5.
Dos pilares de un color blanco que sostenían un techo de concreto, entre ellos existía una sola puerta hecha de roble oscuro, la cual les daba la bienvenida a ellos dos, Leila golpeó suavemente la puerta esperando a que alguien los recibiera.
…
— Buenas tardes señorita y… Usted señor.
Ella fue la primera en recibirlos, una chica de cabello gris cenizo, con sus ojos plateados mirada hacia el suelo y haciendo una reverencia hacia ambos, ella tenía un traje típico de sirvienta de color blanco y negro con una diadema de color marrón en su cabeza, sus delgadas piernas estaban cubiertas por unas medias blancas y tenía una pequeña insignia en su uniforme con el número 14.
— Hola, llegué con un nuevo huésped.
— Oh, que agradable… Sorpresa.
Leila entró a la mansión mientras que Diego se quedó quieto en la entrada, esto confundió un poco a Leila.
— Diego ¿estás bien?
— Si solo que… Siempre soñé con esto y pareciera que mis súplicas fueron oídas.
— … ¿Oídas? ¿Por quién?
Diego levantó su mano derecha y la colocó sobre sus ojos, por alguna razón estaba triste y feliz al mismo tiempo, quería llorar y sonreír, parecía que finalmente había hallado un nuevo propósito en su vida, según él, ya había encontrado su resolución, algo que en su otro mundo dejó de sentir hace mucho tiempo… Felicidad por ver gente nueva.
— Ahhh, creo que ya estoy bien — Dijo Diego mientras sonreía levemente.
Apartó la mano de su cara y con una gran sonrisa se acercó para saludar a la sirvienta, ella rápidamente le extendió su mano a Diego y él hizo lo mismo.
— Hola, soy Diego, encantado de conocerte… Y ya desde una vez aclaro que no me voy a enamorar de ti.
— … ¿Disculpe?…
Diego repentinamente alzó su tono de voz y energéticamente dijo.
— Todo el mundo siempre cae en los encantos de las sirvientas, pero yo no, esta vez yo seré una excepción.
— Señor Diego, lo siento, pero no comprendo de lo que me está hablando.
— Tranquila, sólo ignórame, a veces digo cosas que ni yo mismo sé que dije.
— Bueno, si usted desea eso… Espero que disfrute mucho de su estadía.
— Diego, acompáñame, quiero mostrarte un poco más de la mansión.
Dijo Leila mientras tiraba de la manga de Diego.
Ambos se alejaron un poco de la sirvienta, la cual se quedó frente a la puerta.
Diego se dio cuenta de que tenía algo en la mano con la que había saludado a aquella sirvienta.
¿Un papel? ¿Tal vez sea una nota?
Mientras él iba caminando detrás de Leila, lentamente abrió el papel que tenía entre sus manos… Al leer su contenido, una pequeña gota de sudor frío cayó por su frente.
La nota decía: Por favor, ayúdame, escapa y busca ayuda. Te lo ruego
Él esperaba que las letras de ese mundo sean dialectos extraños y difíciles de comprender, pero por alguna razón todo estaba escrito en su idioma.
Inevitablemente sus dedos comenzaron a temblar un poco, mientras apretaba la nota. ¿Ayudarla? ¿De quién? Nunca se imaginó que la primera cosa que leyera en ese mundo… sería algo tan tétrico y vago en dialecto.
Diego pensó en preguntarle a Leila, pero… ¿Y si se tratase de una simple broma? Ese pensamiento detuvo a Diego, tal vez si le decía a Leila, esa joven sirvienta podría salir con problemas.
Volteó a verla a la sirvienta, pero… Ella simplemente se había esfumando.
Nuevamente volteó a ver a Leila y le pregunta.
— Oye… ¿Qué vas a mostrarme exactamente?
— El patio trasero, quería enseñarle esto a alguien que supiese usar magia, cuando nos encontramos, me dijiste que ibas a practicar tu magia, así que decidí practicar contigo.
— Bueno… Magia, magia de lo que sería magia… realmente aún no me sale, pero…
El ambiente se tornó un poco tenso entre ambos, al parecer el hecho de que Diego le mintiera a Leila la molestó… pero simplemente suspiró y tranquilamente dijo.
— Bueno, supongo que el día de hoy el dragón de aire no tendrá otro discípulo.
— ¿Qué dijiste?
— …Nada… ¿Quieres ver otra parte de la mansión? Ya que no serviría de nada si te llevo al patio trasero.
— Emm… pues… ¿Si supongo?
— Perfecto, pues vamos a la cocina – dijo mientras curvaba delicadamente sus labios.
Parte 6.
— ¡¿Cómo rayos te caíste en aceite?!
Dijo Diego mientras veía a Leila tirada en el piso de loseta blanca, manchada gran parte de su ropa con aceite, su ropa empapada cada vez empezaba a pegarse más a su cuerpo.
— No lo sé, solo trataba de moverlo a su lugar.
Ella se quejaba de lo que le pasó mientras intentaba levantarse, pero se resbaló nuevamente, Diego se acercó hacia ella para extenderle su mano.
Ella se quedó viéndolo, y pensó en algo, para luego agarrarse con fuerza y así poder levantarse.
Diego imaginó en caer junto a ella y estar ambos empapados de aceite, imaginar eso lo hizo sonrojar y mirar con vergüenza a Leila.
— Bueno, mi ropa está sucia, así que si me disculpas me retiro a cambiarme, si gustas puedes ir al comedor y esperarme.
— Claro encantado, solo tengo que encontrar el comedor y nada más.
Ella soltó una leve risilla y procedió a retirarse por una puerta de madera clara de abedul.
— Ok, fácil, solo encuentra el comedor de una mansión gigante, fácil ¿Verdad? – dijo Diego para sí mismo.
Extrañamente, aunque fuese una mansión muy grande, el lugar estaba muy deshabitado, solo se había encontrado a esa extraña sirvienta.
Una mansión no puede ser atendida por solo una sirvienta ¿O si puede?
Sea como sea, Diego en vez de dirigirse hacia el comedor, decidió buscar a más habitantes de la mansión.
En ese momento a solas notó algo que había pasado desapercibido, lo que parecía más irrelevante le terminó llenando la cabeza de dudas.
— … ¿Tiempo?…
Se percató de que sus lentes, los cuales posiblemente fueron ellos quien lo trajeron a ese nuevo mundo, además de eso, notó que tenían un pequeño temporizador en la parte superior derecha del cristal, eso definitivamente no era un reloj, porque marcaba las 4:19 y el cielo ya estaba a punto de oscurecer, tal vez el tiempo solo este mal colocado, pero ¿cómo podrían cambiarle la hora?
— Ahhh, porquería defectuosa.
Diego repentinamente metió la mano en su bolsillo y sacó la nota para leerla nuevamente, pero no llegaba a logar deducir lo que trataba de transmitir.
— Tengo que preguntarle personalmente a esa chica.
En su mente él sabía que la intención de la carta era advertirlo de algo, primero pensó en advertirle sobre Leila o tal vez sobre el tiempo de trabajo o una posible sobre explotación, sea lo que sea, él no podía hacer nada al ser un simple huésped.
— Bueno, no es mi problema así que no debería meterme en eso.
Con ese nuevo pensamiento descartó su preocupación y sus dudas para volver a buscar el comedor.
Parte 7.
Todo ahí era elegante, la mesa de madera tallada era elegante, las sillas de madera grabadas a mano y con asientos de cuero eran elegantes, la lámpara en forma de araña que colgaba del techo era elegante.
Leila se encontraba sentada en la parte de enfrente de la mesa, su silla parecía como un trono – Cosas de ricos – Pensó Diego, quien se encontraba sentado al lado derecho de ella.
— Chicas, vengan.
Al llamado de Leila respondieron cuatro sirvientas que entraron por una puerta de hecha de madera nogal, cada una de ellas vestía con lo mismo, solo que lo único de las diferenciaba, aparte de su color de cabello, eran esas extrañas insignias que llevaban en el pecho.
En ese momento Diego la alcanzó a ver, aquella sirvienta de cabello gris cenizo, con ojos color plateados y con el número 14 en su pecho.
Él pensó en levantarse y preguntarle, pero imaginó que sería muy vergonzoso y de poca clase preguntarle eso a ella justo cuando había mucha gente.
— Oye tu… Si la que tiene el numero catorce en su pecho… ¿No me dijiste tu nombre? Bueno, no sé si estés ocupada mañana, es que quisiera hablar algo contigo.
— Ohh, ¿Se refiere a mí? Pues… Mañana por la mañana estaré en mi tiempo libre, así que supongo qué puedo hablar con usted.
Diego había obtenido un boleto a conseguir una respuesta, su corazón dejó de preocuparse y su ser se llenó de alivio, por alguna razón Diego siempre le había tomado mucho aprecio a la gente que lo trataba bien, desde siempre valoró aquellas personas que estaban a su lado, por el módico hecho de que no eran muchas.
Su círculo social siempre fue bastante reducido, porque él lo decidió así, pero desde que puso un pie en este mundo decidió lo contrario, de alguna manera quiso enmendar sus errores que lo seguían en su anterior mundo, él, hijo único de una prestigiosa abogada y de un conocido arquitecto… Él quien siempre tuvo la presión de las expectativas de los demás por haber venido de una gran familia.
Su mero ser se regocijaba en lujos, pero, aun así, él no era realmente feliz, porque al tenerlo todo, entonces no tienes que esforzarte por nada.
— Oye ¿Quieres té? Estuve practicando con hojas extrañas.
— ¿Uhhm?
Diego se había perdido mientras divagaba en sus pensamientos, pero la dulce voz de Leila lo despertó y lo trajo devuelta a la realidad en la que se encontraba.
Diego con una débil sonrisa fingida trató de rechazar el té de Leila, pero se dio cuenta que al hacer esto comenzaría a hacer los mismos errores que en su pasado, el hecho de nunca querer probar nada nuevo y encerrarse en su zona de confort era de lo que Diego más se lamentaba en la vida.
— Pues… No me gusta el té, pero ya que estoy probando experiencias nuevas… Sírveme todo.
Leila al oír esto agarró con sus manos una tetera de porcelana blanca con un dibujo de un dragón gris.
Ella agarró una pequeña taza y la llenó de té y vapor vertiéndola hasta el tope, si Diego se negase o no a aceptar esa taza, posiblemente Leila le insistiría para que se la tomará.
— Gracias, aunque no me guste mucho, pero a fondo.
En su mente Diego pensó que sería de mala educación rechazar algo de alguien quien es tan amable contigo.
— Si, a fondo.
Dijo Leila, quien sólo repetía lo que decía Diego.
Con una gratificante sonrisa miró directamente a aquel chico de cabello negro esperando una respuesta positiva de él, Diego por otro lado intentaba tomar delicadamente el té mientras levantaba su meñique.
— ¡AHHG! A parte de caliente esta simple y amargo… Sin ofender.
Exclamó Diego después de sorber el humeante té.
Parte 8.
Acostado sobre una cama de metal un poco oxidada, en un cuarto despintado que estaba situado casi al final de la mansión, se encontraba aquel chico con lentes, mientras se tapaba con una sábana manchada e iba recapitulando y pensando – Agradezco mucho de haberla conocido, sin ella, posiblemente aún esté en la calle o peor, tal vez me hubieran asaltado, sólo tengo un día aquí, pero siento que este mundo es muy bueno, sea como sea, mañana tengo que levantarme temprano para hablar con esa sirvienta, y tal vez después salga a explorar un poco más de este mundo, no quiero quedarme encerrado en esta mansión y dejar de lado las maravillas de este nuevo mundo — Mientras pensaba eso, una incomodidad en su garganta comenzaba a surgir, un sentido de picazo en tu esófago que le obstruía un poco el habla.
— Debería quitarme los lentes, se me podrían romper… nahh igual no importa si se me rompen, realmente aquí no los necesito, aunque me pregunto por qué el contador sigue bajando… Creo que marcan diecisiete minutos…. Ya deja eso a un lado, duérmete para levantarte temprano mañana – Pensó Diego mientras cerraba sus ojos y se acurrucaba en las maltratadas sabanas.
Con un poco de sueño y con una incomodidad en su garganta, Diego se quedó profundamente dormido.
La mansión entera que quedó en completo silencio, los dos pisos de ella sucumbieron ante el silencio y la oscuridad…
* * * * *
Sentía algo duro que chocaba contra su cara, su mandíbula le dolía mucho, al tomar un poco más de conciencia se dio cuenta que estaba rosando la cara contra el piso, débilmente despegó sus párpados y vio un suelo hecho de piedra, desesperadamente se levantó para examinar su entorno con la mirada.
Estaba delante de unas casas hechas de ladrillo, con tejados de color morado oscuro, se encontraba detrás de un gigantesco parque lleno de vegetación con una estatua metálica de un hombre extraño.
Su mente se llenó de mil dudas mientras respiraba de forma agitada haciendo que su corazón latiera más rápido de lo usual.
— ¿P-Por qué estoy aquí? ¿Y Leila? ¿Por qué no estoy en la mansión?
En sus ojos se retrató la confusión y miedo, los fuertes y rápidos latidos de su corazón pasando por su cerebro era muy audibles, sus dedos temblaron un poco mientras exhalaba con fuerza, dirigió su mirada hacia la parte superior derecha de todo y se dio cuenta de que el temporizador marcaba 12:00
— ¿Por qué… volví al principio?
Un aura de miedo, inseguridad y paranoia comenzó a surgir de él, su tranquilidad se comenzó a mermar al darse cuenta que todo lo que había pasado, la gente que había conocido en su supuesto inicio… Había sido en vano, porque su tiempo había llegado a cero.
Comments for chapter "01"
QUE TE PARECIÓ?
Chido pero no me cuadra muy bien el personaje diego, tiene que ser mas arraigado a sus principios, por eso mostraste su vida común, así evitas diálogos clichés y lo haces único. Me quedé con las ganas de ver un final mas sangriento pero solo hubo reinicio sin más, jaja, tendré que ver el siguiente. Agrego, escribes bien, hasta tal vez mejor que yo :»)
Emm, muchas gracias, no me considero muy bueno escribiendo, pero trato de hacer lo que puedo. (Con respecto a tu comentario sobre el capitulo) Pienso que sí, Diego al principio no tiene muy claro cuales son sus ideales, ya que tiene el juicio muy envenenado por los estereotipos de los «Isekais»… Y si, habrá mas gore 🙂