Hasta que mi tiempo llegue a cero. - 02
Parte 1.
Su cara de confusión, su cerebro lleno de confusión, cada respiración lo confundía más y más.
No podía hallar una explicación lógica, estaba perdido en todos los sentidos, cada respiración lo perdía más y más, haciéndolo sentirse desesperado.
— Mis… Cosas.
Al percatarse de eso rápidamente tocó todo su cuerpo para revisar su inadecuado equipamiento.
Nada, no tenía nada, ni su celular, ni su dinero, sólo tenía su ropa y esos lentes.
Asustado, asustado, su cerebro no podía pensar nada más que en estar completamente asustado.
— ¿L-Leila?
Esas palabras salieron de sus labios, mientras que con un amargo sabor en la boca imaginaba lo peor.
Tal vez Leila le haya robado sus cosas, pero no tendría sentido teniendo en cuenta de que ella vivía en una mansión; Tal vez su cerebro haya alucinado todo… No, todo era demasiado real como para llegar a ser una simple alucinación.
Mientras desesperadamente trataba de llegar a alguna explicación lógica, su estómago empezó a gritar por alimento, al sentir esa sensación su mente rápidamente lo asimiló con aquel restaurante al cual fueron él y aquella chica de cabello rubio.
— ¿El restaurante?… Quizás la chica de ahí me pueda ayudar.
Con esa nueva idea en mente se levantó desesperadamente para dirigirse a ese lugar.
Lo único que podía recordar era que el establecimiento tenía unas extrañas medialunas, una dentro de otra que estaba pintado en la pared de adelante.
Vagando con su cabeza logró destacar el lugar del resto, rápidamente se acercó a la puerta y la golpeó con fuerza.
— ¡¿Hola?! ¿Hay alguien ahí?
Extrañamente la puerta estaba cerrada, cuando en la otra ocasión la puerta estaba abierta para que cualquier persona pueda ingresar.
— ¿Hola? Emm… Vengo a comer, por favor atiéndanme.
Diego, sabiendo que no tenía nada con que pagar igualmente pedía comida en aquel lugar, sus súplicas cada vez aumentaban al igual que la fuerza con la cual golpeaba la puerta.
Entre sus golpes hacia la puerta logró escuchar un crujido, quizás era el crujido de un picaporte, así que detuvo sus golpes por un momento.
Efectivamente, la puerta se estaba abriendo lentamente y parecía que quien la estaba abriendo era la misma chica que los atendió.
— Señor le pido que deje de ser tan impaciente y si sigue con ese comportamiento me veré obligada a llamar a los guardias, tenga entendido que, si planea hacer algo contra este lugar, yo puedo llamar a mi hermano quien es un guardia y le podría dar problemas.
Dijo una chica de un hermoso y largo cabello color castaño, con una vestimenta oscura que hacía resaltar sus lindos ojos color ámbar.
— Lo siento, lo que pasa es que tenía mucha hambre y quería ver si me podía atender — Dijo Diego con una sonrisa forzada.
Ella le permitió el paso hacia su local, Diego rápidamente entró, solo para encontrarse que el lugar era exactamente igual al que él recordaba, esto inevitablemente lo inquietó, cada vez dudaba si lo que había vivido hace unas horas fue un sueño o tal vez una visión del futuro.
Quizás una premonición demasiado realista, no… Tampoco podría ser eso.
Después de un par de segundos Diego se había sentado en una silla de madera que estaba delante de una barra de madera que funcionaba como una mesa, pensó en silencio hasta que una idea alocada llegó a su cerebro.
Él mismo sabía que era una locura, incluso para sus tontas fantasías, pero sólo necesitaba una cosa más para asegurarse de que lo que estaba pensando fuese una realidad.
— Y bueno ¿Qué vas a pedir?
— Oye, yo… Quisiera preguntarte algo importante.
— Si te refieres a los precios tranquilo, tengo de todo para que sea accesible a cualquier persona.
Una pequeña gota de sudor frío cayó por la mejilla de Diego, por alguna razón no podía pronunciar bien aquellas palabras por… Miedo.
Apretó sus labios y relajó sus mejillas para luego mirar directamente a los ojos a aquella chica de cabello castaño.
— No, yo me refería a… Si tú… ¿Me recuerdas?
El ambiente acalló por unos momentos, mientras una incomodidad los carcomía a ambos, tan solo tener que decir esas palabras pusieron muy intranquilo y ansioso a Diego.
— ¿Si te recuerdo?… Pues no ¿Por qué lo preguntas?
— Emm… Nada, sólo que tu cara se me hizo familiar – Dijo Diego mientras seguía forzando una sonrisa.
Las palabras que salieron de esa chica confirmaron la teoría de Diego, en su cerebro esto parecía un poco impactante, pero al mismo tiempo era algo genial según él.
Con sus labios curvados formando una sonrisilla pensó – No tuve una premonición, ni un sueño extraño, yo… Regresé al inicio, definitivamente sí, pero ¿Cómo? – A la par que pensaba esto, también pensaba en las cosas que posiblemente lo obligaron a volver.
Si regreso al inicio, eso significaba que había hecho mal o algo había hecho que su nueva “habilidad” se activara.
Lo primero que se le vino a la cabeza fue el té que bebió antes de dormir, Diego pensó que tal vez ese té lo haya hecho volver al principio, esto sería una idea bastante estúpida, pero todo es posible en un mundo distinto.
— Oye, ¿Existe algún tipo de té que te haga volver al pasado?
— ¿Qué si existe algún tipo de té que te haga qué? No te escuché.
— Dije que… Mejor olvidado, solo dije una estupidez sin sentido, no le tomes importancia.
Diego suspiró al darse cuenta de que realmente era una idea estúpida, definitivamente tenía que volver a la mansión para intentar descubrir lo que pasó.
Su corazón nuevamente se llenó de preocupación, estaba en una situación muy extraña de la que no sabía cómo salir, Diego colocó sus manos sobre sus mejillas y comenzó a rascárselas suavemente mientras observaba cómo el tiempo poco a poco iba bajando.
— Bueno ¿Va a ordenar algo o sólo me está haciendo perder mi tiempo?
Él rápidamente dejó lo que estaba haciendo para poner atención a lo que estaba hablando esa chica, quien tenía una expresión un poco disgustada.
— Lo siento, tengo mucha hambre, pero realmente no tengo nada con que pagarte, de hecho, no tengo absolutamente nada, lo poco que tenía simplemente desapareció, así que entenderé si me quieres botar ahora mismo — dijo con melancolía mientras bajaba la mirada.
Diego trataba de producir pena para que la chica que tenía enfrente sintiera algo de remordimiento y le diera un poco de comida gratis, por otro lado, la chica tenía una mirada un poco indiferente con él, pero apuñuscó sus ojos mientras suspiraba y le dijo.
— Chico, sé que tratas de dar lastima, no sé si realmente no tengas nada o solo me estés mintiendo, pero de todas formas voy a darte de la comida que me sobró, agradece que hoy no hubo mucha gente que viniera a comer.
— ¿E-En serio? Te lo agradezco mucho — Dijo Diego con una voz tímida.
Aunque Diego tratara de producir lástima, internamente estaba con una enorme sonrisa mientras pensaba — Todo fríamente calculado — Con estas acciones se disponía a empezar toda una vez más, desde el principio.
Después de esperar un rato la chica de ojos ámbar le sirvió un plato de lo que parecía ser arroz, bueno un arroz muy extraño ya que en absoluto eso sabía a arroz, pero Diego no tenía más opción que comerse eso.
Diego hacia una expresión de asco cada vez que comía una cucharada de ese plato.
Y así continuó hasta terminárselo, Diego hubiese preferido no comer nada, pero trató de mantener la compostura y agradecerle a la chica por la comida.
— Gracias, eso posiblemente me causé una diarrea que me maté, pero gracias.
Exclamó Diego mientras devolvía el plato vacío a la chica de ojos color ámbar.
— No entendí mucho de lo que dijiste, pero gracias.
— Sólo ignórame… Ahhh, ahora que lo pienso no nos hemos presentado formalmente.
— No creo que eso sea realmente necesario, pero si de algo sirve pues, me llamo Calíope, mi apellido no importa.
Diego extendió su mano derecha hacia Calíope quien se encontraba del otro lado la barra de madera.
— Soy Diego, mi apellido no importa, así que dime solo Diego.
Él se negó a decir su apellido porque ella no le había dicho el suyo, lo cual fue un acto muy inmaduro de su parte.
Calíope miró extrañamente la mano de Diego, y sin intenciones de agarrarla la ignoró.
Él al ver esto comenzó a agitarla un poco para que ella le agarrara la mano.
— Oye, se me cansa la mano, solo agárramela y listo.
Ella al oír esto, cruza sus brazos para evitar agarrar la mano de Diego, él al darse cuenta de esto, bajó su brazo y volteó un poco la mirada.
— Entendí el mensaje, pero de igual forma te voy a pagar por la comida… Cuando tenga dinero.
— Todos siempre dicen que me van a pagar, pero nunca lo hacen, así que si me defraudas igualmente estoy acostumbrada.
— Tranquila, yo prometo que voy a pagarte, recuerda mis palabras, tal vez no hoy, ni dentro de estos días, pero voy a pagarte, te lo prometo… Eso espero.
— Espero que tú sí cumplas tu promesa y rompas esta cadena de mentiras— Dijo Calíope con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro.
— Bueno, lamentablemente me tengo que retirar, tengo algunas cosas que aclarar, así que Calíope nos vemos… Y salúdame a tu hermano.
— No voy a hacer eso, ni siquiera lo conoces.
— Con ese último comentario tuyo me retiro, espero que no te roben o algo por el estilo.
— Si, si, si, retírate para que puedan entrar más clientes.
— ¿Desde cuándo existen los clientes invisibles?
— ¡Ya lárgate antes de que te bote a palos!
Diego se retiró riendo de ese local, parecía que por un momento se había distraído de lo que le inquietaba, pero al instante de salir cambió radicalmente su expresión.
Ahora con una mirada un poco seria se disponía a llegar a aquella mansión y aclarar sus dudas.
Parte 2.
Corriendo desesperadamente se encontraba Diego, quien en su atolondrada cabeza pensaba — Maldición, esos hombres de mierda no me quisieron llevar, malditos sean — Este pensamiento se debía a que minutos antes las personas que en la otra ocasión se ofrecieron amablemente a llevarlos, ahora se negaban completamente y decían no conocer a ninguna Leila ni alguna mansión que estuviese en el bosque, lo cual lo hizo dudar de lo que había vivido, estaba apunto de desistir y no ir hacia esa mansión, pero repentinamente recordó la nota que le entregó la sirvienta con el cabello cenizo y eso lo motivó a seguir a delante.
El sudor corría por la cara de Diego quien exaltado pensaba que si llegaba muy tarde posiblemente no encontrara a aquella chica de cabello rubio.
Sus piernas le dolían mucho y estaba un poco mareado, tal vez por el hecho de que no había ejercitado su cuerpo en su otro mundo y al ponerlo en movimientos bruscos de un momento a otro le dificultaba por la falta de entrenamiento.
Un pequeño ardor en su garganta comenzó a surgir, este sentimiento se le hizo familiar, era el mismo ardor de la vez pasada, lo que significaba que posiblemente vomitaría.
Él se detuvo por un momento y se acercó al árbol más cercano para recostarse y tomar un poco de aliento para intentar no vomitar.
Su corazón bombeaba sangre demasiado rápido, al punto parecía que podía explotar.
Mientras reponía el aliento llevó su mirada hacia la parte superior de sus lentes.
— …E-El tiempo sigue bajando…
Al notar esto se dio cuenta que el contador estaba en 9:42, mientras miraba con preocupación la parte superior derecha de sus lentes un par de arqueadas vinieron a él.
— Estoy reconsiderando el hecho de nunca más comer en ese lugar… ¿Qué carajos le echas a la comida Calíope?
Después de reposar por un par de minutos, Diego se puso de pie nuevamente, un poco menos mareado y con menos dolor en sus piernas se dispuso a llegar a su objetivo.
Tomó un poco de impulso y volvió a correr, pero esta vez un poco más lento y calmado que antes.
Pero repentinamente un pensamiento lo detuvo.
— Cuando llegue… ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a entrar a la mansión? ¿Cómo haré para ganarme la confianza de Leila de nuevo? — Esos pensamientos lo frenaron, Diego debía saber que hacer para no parecer un lunático que trata de entrar a una mansión.
Después de pensar por un par de minutos formuló en su mente una posible solución.
Desnudó sus dientes para mostrar una sonrisa y miró hacia adelante con optimismo.
— Leila es una persona de buen corazón, así que mi plan podría funcionar.
Con ese nuevo pensamiento su cuerpo volvió a ponerse en movimiento para llegar a la mansión en la que alguna vez durmió.
Parte 3.
— ¡¿Hola?!
Golpeando las rejas de metal con una pequeña piedra se encontraba Diego, quien gritaba desesperadamente para que le hicieran caso.
Pero sus gritos parecían ser en vano, porque nadie respondía a sus llamados.
Así siguió por unos minutos hasta finalmente algo pasó, las rejas metálicas comenzaron a abrirse dándole paso a Diego.
Con sus piernas aun temblando por todo lo que había corrido se dispuso a entrar.
Aunque él hubiese preparado los que iba a hacer y decir, igualmente tenía mucha vergüenza por hacerlo, literalmente Leila no lo conocía en lo absoluto.
Diego respiró hondo para tratar de no estar tan nervioso, se acercó a la puerta de roble oscuro y la golpeó gentilmente, la puerta se abrió lentamente y quien la había abierto era la sirvienta de cabello gris cenizo, con sus ojos plateados mirándolo fijamente a él, definitivamente era la misma chica, tenía la insignia con el mismo número 14 y tenía exactamente el mismo traje blanco y negro de sirvienta.
— H-Hola ¿Está Leila? dijo ¿Está la dueña de esta mansión?
Preguntó Diego con un tono un poco nervioso mientras trataba de apartar su vista de la joven sirvienta la cual le respondió con silencio y una cara inexpresiva.
Diego al ver esto no hizo nada más que sacar una sonrisa forzado haciendo que todo se vuelva extremadamente incómodo, pero de repente la sirvienta de cabello gris se apartó de la entrada para que en su lugar se posicionara una hermosa mujer con una cabellera rubia, quien tenía en su cara pálida un par de ojos color turquesa brillantes, vestía con un elegante vestido blanco hueso y un cinturón dorado que tenía una pequeña joya en el centro, definitivamente ella era Leila.
— ¿Se le ofrece algo? Estaba un poco ocupada, así que si va a decir algo que sea rápido — Habló Leila con una voz inexpresiva.
— Bueno, yo quería saber… No así no era… Yo soy un viajero que lleva días sin dormir y últimamente llevo una racha de mala suerte, me robaron todo lo que tenía y la gente que me acompañaba se alejó de mí y quería un lugar en donde pueda alojarme por un día y quería saber si… Usted… Hermosa señorita… Sería tan amable de, ya sabe… Dejarme quedar en su mansión.
Leila se quedó en silencio por unos segundos, los cuales parecían ser eternos para Diego, quien ya se había preparado mentalmente para un rechazo de la parte de Leila, quien tranquilamente dijo.
— Está bien.
— … ¿En serio? … Sólo te demoraste unos segundos para pensar si dejar entrar a un desconocido a tu mansión.
— ¿Qué dijiste?
— Nada, solo ignórame… Entonces ¿Me vas a dejar quedarme?
— Si, solo no me interrumpas ni robes nada ok.
— Emm… ¿Ok? Supongo que voy a entrar y… Me voy a quedar por ahí.
Diego no pensaba que esto fuera tan fácil, se demoró demasiado pensando en hallar la forma en la que podría persuadir a Leila para que le deje entrar a su mansión, se imaginó demasiadas cosas para que ella le tuviera lástima, pero los nervios hicieron que se olvidara de casi todo.
Dejando eso a un lado, Diego entró muy despacio, tratando de poner atención a cada detalle que hacía o hacían los demás.
Al entrar, rápidamente se le acercó la sirvienta de cabello gris y le extendió su mano para saludarlo, él a ver eso se quedó pensando por un momento en si agarrar su mano o no.
— Oye… ¿La nota que tienes en la mano es alguna clase de broma?
Dijo Diego con una cara de confusión mientras veía el rostro pálido de la chica.
— ¿De qué nota hablan? — Preguntó Leila.
— De ninguno señorita, tal vez el huésped se haya confundido.
La chica puso unos ojos de miedo mientras ponía ambas manos detrás de su espalda, Leila al ver esto rápidamente se acercó a ella y dijo.
— Por favor muéstramelo, tranquila si es alguna broma absurda lo entenderé… Bien, muéstrame — El tono de Leila cambió a una voz firme con la última oración que dijo.
La sirvienta apartó la mirada de ambos y lentamente extiende su mano derecha hacia Leila, para luego abrir su palma y dejar ver un pequeño trozo de papel arrugado.
Leila lo tomó y lo abrió lentamente para leer su contenido.
“Por favor, ayúdame, escapa y busca ayuda. Te lo ruego”
…
Leila apuñuscó el papel y lo lanzó por la puerta, su rostro se quedó inexpresivo para luego agarrar del brazo a la chica de cabello gris.
Diego al ver esto, sintió un mal presentimiento y quería intervenir, pero tenía un poco de miedo y vergüenza para hacerlo, después de todo él sólo era un viajero que buscaba refugio para ellas.
— Chica, te he dicho que no debes hacer esta clase de bromas, sabes que es de muy mal gusto, ahora como castigo te daré trabajo en tu tiempo libre.
Diego, aunque no lo aparentara, realmente estaba muy tenso con respecto a la reacción que podría poner Leila al leer esa nota, pero escuchar esas palabras de ella, calmaron un poco a Diego, porque ahora le estaban asegurando que se trataba solo de una simple broma.
— Joven viajero, lo siento si esto lo llegó a asustar, pero mis sirvientas tienen un sentido del humor… Bastante extraño.
— Tranquila, solo me preocupó un poco, pero nada del otro mundo.
— ¿De otro mundo? ¿Qué quisiste decir?
— Nada, solo es una expresión que utilizo para decir que algo que parece extraño y realmente no lo es.
Aunque Leila y Diego estuvieran teniendo una charla algo amistosa, la sirvienta de cabello gris estaba realmente asustada, tanto que unas pequeñas lágrimas salían de sus lindos ojos, su cara se había puesto pálida y sus delgados dedos estaban temblando incontrolablemente.
Diego después de unos segundos notó esto y trató de tranquilizarla con unas palabras.
— Oye, tranquila, solo te van a dar un poco de trabajo más, nada de lo que debas preocuparte – Dijo Diego con una sonrisa que iba dirigida a la sirvienta.
Ella le respondió con silencio y una cara completamente traumatizada, Diego pensó que sólo era su manera de actuar ya que en otra ocasión ella también se comportaba igual de fría.
— Parece que este pequeño inconveniente me quitó mucho tiempo, joven viajero, si gustas puedes ir al comedor y esperarme ahí, yo iré al patio trasero junto a esta chica para darle… Mas trabajo — Dijo Leila mientras sujetaba del brazo a la chica de cabello gris.
— Tranqui, conozco dónde está el comedor, sólo trata de no darle mucho trabajo a la chica.
Ambas sin nada más que decir se retiraron del lugar para dejar solo a Diego quien ahora se sentía muy aliviado por tener algo menos porque preocuparse, ahora solo le faltaba buscar información sobre lo que lo hizo volver al principio.
— Una vez más en esta mansión… Solo espero hacerlo todo bien.
Parte 4.
— Todo pasó exactamente igual… Sus diálogos, sus formas de actuar, todo era igual a la vez anterior… Pero no está ella… Tal vez solo siga haciendo trabajos por el castigo que le dieron, y aun sabiendo esto, me preocupo de que ella no esté aquí… Y no se ¿Por qué? — Pensó Diego mientras sostenía una cuchara con algo de comida.
Sentados ambos en una gran mesa de madera tallada con grabados elegantes, las sillas de madera con asientos de cuero eran extremadamente cómodas y la lámpara en forma de araña que colgaba del techo daba la luz perfecta para que no sea molesta a los ojos.
Leila como siempre, tenía una débil sonrisa en su rostro mientras vertía té en unas tazas para luego extenderle una a Diego.
— Joven viajero ¿Le apetece un poco de té? Estuve practicando con hojas extrañas, así que discúlpeme de antemano si sabe un poco amargo.
— Emm… Yo … Se que es de muy mala educación rechazarte el té, pero realmente no me gusta.
— Oh… Comprendo, pero deberías probar este té, estoy segura que te va a gustar mucho.
Diego se quedó mirando directamente a la taza de té, mientras que con su convicción se opuso, aunque ella se lo pidiera, tenía el mal presentimiento de que si bebía esa taza algo malo sucedería.
— Lo siento, tal vez lo pruebe más tarde… O mañana.
— Ok, de todas formas, dejaré aquí la taza por si cambias de opinión.
Diego colocó sus manos sobre sus mejillas para esperar a que el tiempo pase, ya que en este punto no había mucho que hacer, pero en ese momento un pensamiento repentino llegó a su mente.
— Leila ¿Sabes dónde está la chica de cabello gris, la que tenía el número catorce en su uniforme?
— Supuestamente debería estar haciendo trabajos, déjame ir a revisar que hace, espérame aquí y no te muevas de acuerdo.
En tanto Leila dijo esto, se levantó de su silla que parecía un trono, para después retirarse por una puerta de abedul.
Diego no quería esperar sentado en ese lugar, pero no tenía otra opción, sentía que cada segundo eterno.
Miró cuánto tiempo le quedaba, al fijarse notó que tenía 6:03 marcados en el temporizador, se dio cuenta que realmente el tiempo había pasado realmente rápido.
— No bebí el té, supongo que eso debería cambiar un poco las cosas… Eso espero.
Diego se levantó de la silla para intentar buscar un lugar más cómodo.
— Ahora que lo pienso, en la otra ocasión que estuve aquí, me quedé despierto casi toda la noche, estaba tan emocionado que no podía dormir, hahaha y aun así quería despertarme temprano.
Tal vez por curiosidad o por incomodidad, Diego trató de quitarse los lentes sin alguna razón en específico, solo porque quería.
…
Al quitárselos, su piel se crispó y sus oídos se llenaron con un sonido blanco, le fueron llegando mareos, mareos y más mareos.
Sus pulmones se contrajeron y le era imposible respirar, su visión borrosa le hacía muy difícil mirar su alrededor.
Sólo podía sentir los lentes que estaban en sus manos, repentinamente se percató de algo diferente en el cristal de los lentes.
El tiempo había desaparecido y en su lugar estaban unas letras en rojo, parecía como si de un mensaje se tratase.
Sus ojos solo veían fuego en su alrededor, pero no sentía ese típico calor intenso del fuego.
El mensaje en los lentes era inentendible, y no tenía sentido alguno… Pero, en un simple parpadeó esos signos se transformaron en una frase que decía.
Objetivo: Mata a la primera persona con la que hablaste.
— … ¿Qué? … ¡¿QUÉ?!
Al instante de leer eso su cuerpo volvió a tomar conciencia, y lo primero que hizo instintivamente fue colocarse los lentes.
Su corazón latía demasiado rápido, sus ojos se pusieron rojos e irritados, tenía miedo, demasiado miedo de sentir eso de nuevo.
— P-Pensé que iba… Morir… ¿Qué carajos fue eso?
Su mente se quedó totalmente en blanco, solo y únicamente podía pensar en una cosa.
— ¿Matar a la primera persona con quien hablé? ¿Objetivo de qué? Carajo no entiendo nada.
Después de quedarse pensando en eso rápidamente se percató de que el tiempo había bajado a 5:03.
— ¡Es imposible que haya pasado una hora! Eso es físicamente imposible… Mierda, no volveré a quitarme esta mierda de la cara.
Parte 5.
Diego se encontraba en la sala de invitados, sobre un sillón de color grisáceo, él tenía planeado quedarse despierto hasta que el tiempo llegué a cero para ver qué pasaba.
Él tenía cierta teoría, pero no estaba muy seguro de ella.
Para bien o para mal, el temporizador estaba marcando los últimos 7 minutos — Wow el tiempo pasó muy rápido, casi pareciera como si estuviera en por dos — Pensó Diego mientras ponía sus manos en sus mejillas para relajarlas un poco.
— ¿Y si no pasa nada?… Supongo que, si no pasa nada, llevaría una vida normal, pero no lo creo, soy un chico que fue invocado a otro mundo, desde luego que tienen que darme un papel importante, tal vez me convierta en un héroe y estaré rodeado de muchas chicas, con mucho dinero y reconocido por todos.
— ¿Joven viajero?
— ¡Ahhh! Leila ¿Qué haces aquí?
Diego soltó un grito demasiado agudo, casi como el grito de una niña que fue asustada.
Al observar a Leila se percató rápidamente que no tenía su vestido blanco de siempre.
Ahora vestía con un pijama muy holgado de color turquesa que combinaban con sus ojos brillantes, el pijama era demasiado simple y parecía un poco sucia.
— Lo mismo te iba a preguntar, sabes que es muy tarde ¿Verdad? — Dijo Leila.
— Lo sé, solo que… No tenía sueño, solo eso.
— Te dije que te tomarás el té, eso de seguro te daría sueño.
— Tienes razón, debí hacerte caso, y ahora yo… Espera ¿Qué haces despierta tan tarde?
— Este… No te voy a mentir, sabía que estabas despierto y quería hacerte compañía.
— ¿Por qué? ¿Acaso no tienes a nadie con quien hablar o algo así?
— A decir verdad, no, últimamente no he hablado con nadie, mis sirvientas me tienen un poco de miedo y casi nunca hablo con ellas de algo que no sea el trabajo, y eso me hace sentir un poco triste y aburrida.
Mientras Leila hablaba, poco a poco se acercaba al sillón donde se encontraba sentado Diego.
Él se dio cuenta de esto y entendió que ella se quería sentar, así que se hizo a un lado para dejarle un poco de espacio a ella.
Leila delicadamente se acomodó sobre el sillón y se puso al lado de él.
— Y bueno, estoy aprovechando de que estás aquí para poder hablar con alguien — Dijo Leila mientras le sonreía a Diego.
Mientras ella hablaba con delicadeza, la mente de aquel chico con lentes se iba apagando, poco a poco sus parpados se juntaban mientras que su respiración se volvía más tranquila y pausada, Diego no acostumbraba a dormirse muy tarde así que era normal que el sueño lo esté venciendo.
Leila al darse cuenta de esto aprovecha para sujetar delicadamente la cabeza de Diego y colocarla sobre sus muslos.
Él al darse cuenta de esto rápidamente abrió sus párpados y dice.
— L-Leila ¿Qué haces?
Diego se sonrojó un poco por las acciones que estaba haciendo ella.
— Bueno, como estabas quedando dormido, pensé que si te dormías sentado a la mañana siguiente te dolería mucho el cuello, así que por eso te estaba recostando sobre mis piernas.
Diego realmente pensó que había encontrado a la persona más bondadosa del mundo, su corazón empezó a regocijarse de alegría por eso mientras que quería soltar un par de lágrimas.
— ¿Por qué quieres quedarte despierto? — Preguntó Leila.
— ¿Por qué piensas que me quiero quedar despierto? — Respondió Diego.
— Se nota que tienes mucho sueño y aun así te niegas a dormir… ¿Por qué?
Diego se quedó en completo silencio, no porque no quisiera responderle, sino porque realmente no sabía que responderle, ni siquiera él sabía realmente porque se quería quedar despierto.
— Nunca te pregunté, pero quería saber ¿Qué es lo que tienes en la cara?
— ¿Te refieres a mis lentes? Pues, estas cosas me ayudan a ver mejor.
— ¿Me dejas probármelos?
…
Esas palabras le hicieron recordar lo que había vivido horas antes, esa sensación de no poder respirar ni oír nada, recordar esa horrible sensación le hizo negarse completamente a la petición de Leila.
— Tranquilo, si no quieres dármelos no hay problema… Maldito infiltrado.
— … ¿Qué? …
Instantáneamente la mente de Diego fue llenada de un ruido inaudible y molesto.
Al principio no lo sintió, pero después de unos segundos se dio cuenta…
Un goteo caliente que caída por su cara y un dolor en su oreja izquierda lo obligaron a mirar hacia arriba.
— ¡Ahmhmmgg!
Un grito desgarrador salió de él al ver lo que parecía ser su oreja izquierda rodeada de sangre en las manos de Leila.
Él se levantó y se apartó de ella, quien tenía una pequeña sonrisa en su rostro… Una sonrisa macabra que daba inicio a una tortura.
En una distancia considerable de ella, Diego comenzó a sentir algo raro en su corazón, tal vez un sentimiento de miedo y traición.
Él desesperadamente quería negar lo que tenía delante de sus ojos, no podía hallar alguna explicación lógica a la razón de porque ella estaba haciendo esto.
El cerebro de Diego no podría pensar en nada que no sea dolor, dolor puro y solo dolor.
Su respiración se detuvo por un momento mientras unas gotas de sudor empezaban a correr por su frente y se combinaba con la sangre que había en su cara.
Sus pensamientos poco a poco se volvieron a llenar con inquietud y repulsión.
— ¿Q-Que haces? – Preguntó Diego mientras tartamudeaba del dolor.
— Lo mismo te iba a preguntar ¿Crees que soy tan estúpida para no darme cuenta?
El miedo que Diego sentía era tan intenso que se le hacía casi imposible hablar sin que saliera un grito de pánico.
Poco a poco él se comenzaba a sentir mareado por la pérdida de sangre, al darse cuenta de esto intentó poner su mano izquierda sobre el lugar en donde debería estar su oreja izquierda.
Su piel se crispó al escuchar y sentir algo…
El sonido del aire a altas velocidades impactando contra algo…
Una extraña ráfaga de viento había cortado su brazo izquierdo.
Un corte limpio que dejaba ver unas pequeñas fibras de un hilo blanco, tal vez eran tendones y nervios que sobresalían de corte, al igual que los huesos de su brazo y mucha sangre de color oscura.
Grotesco, muy grotesco, esas palabras llenaron la mente de Diego, mientras que al a par comenzó a sentir una picazón y un ador insoportable que salía de su brazo cortado, poco a poco el dolor también llegó a él.
Dolor que se impregnó en su corazón e hizo reaccionar de forma brusca.
Con miedo se dispuso a correr desesperadamente y tratar de huir de ese lugar, pero al correr cuatro pasos, su cuerpo fue golpeado con brutalidad para luego ser estampado contra la pared, manchándola de sangre.
Leila se había movido a una velocidad sobrehumana para taclear el cuerpo de Diego.
La poca conciencia que tenía Diego aborrecía estar ahí, cada partícula de su ser deseaba desvanecer ese dolor.
Sus ojos no querían ver a quien tenía en frente.
¿Ella era Leila? No, definitivamente no lo era, o por lo menos no era la Leila que se presentó ante Diego.
Todos esos momentos cómicos, todos esos momentos felices y de relativa alegría, fueron completamente en vano.
Él, casi moribundo, en ese momento… Solo quería matarla.
— Maldito infiltrado, nunca te dije mi nombre y aun así me llamaste por él, nunca te había visto en mi vida y aun así conocías mi mansión, no trates de disimilarlo.
Su odio derecho milagrosamente alcanzó a oír su cruda voz, dándose cuenta de que había actuado como alguien sospechoso, pero aun así las cosas que había hecho Diego no eran suficientes como para matarlo.
— Tú y esa maldita mugrosa tendrán el mismo destino.
Leila llevó su mano derecha cubierta de sangre hasta su boca para luego pasar delicadamente su lengua por ella y saborearla.
— No usas magia… Lo lamento por ti, pero te voy a dar la oportunidad de renacer como un seguidor del gran dragón blanco.
— ¿D-De… que hablas?… No entiendo una mierda de lo que dices.
— Me refiero a que tú y esa pequeña muchacha de cabello gris morirán pronto… Bueno, tú lo harás, porque ella ya está muerta.
Esas palabras mataron moralmente a Diego, después de todo él era indirectamente responsable de la muerte de aquella sirvienta de cabello gris.
Unas pequeñas lágrimas brotaron de los ojos de Diego, quien tenía su voluntad destruida, la chica a quien le tenía confianza estaba a punto de matarlo y la chica quien quería preguntarle más cosas había muerto por su culpa.
Odiándose a sí mismo por ser tan incompetente y odiando a Leila por haberle hecho darse cuenta de eso.
— Yo… No quería…
— Bueno, para que no pienses que soy tan mala, terminaré con tu dolor ahora mismo.
Leila formó un puño y tomó impulso para darle el golpe final a Diego.
Él quien se encontraba contra la pared juntó sus últimas fuerzas y esperó unos segundos.
Ella dirigió su golpe directo hacia su cara para destruírsela, pero Diego hizo fuerza y logró despegarse de la pared para esquivar el ataque y caer bruscamente al suelo.
El golpe de Leila fue tan fuerte que su puño atravesó la pared entera haciendo que su mano quede atorada por unos momentos.
— Por favor deja de resistirte, solo estas prolongando tu sufrimiento.
— ¡CÁLLATE! — Diego grito tan fuerte que casi se le desgarra la garganta.
Definitivamente Diego se había quedado sin fuerzas, no podía mover ninguna parte de su cuerpo, a duras penas podía hablar y respirar.
Repentinamente esos sentimientos de miedo se transformaron en odio hacia ella.
Ambos mirándose con desprecio, Diego por sentirse traicionado y por haberle hecho esto a él y a esa chica de cabello gris, y Leila por el hecho de pensar que era un infiltrado que quería destruirla.
Ella utilizó su gran fuerza para desatorar su brazo de la pared, dejando un gran hueco en esta, eso obviamente enfado un poco a Leila, era una pared de su mansión que Diego le había hecho destruir.
— Maldito idiota, no entiendes que solo quiero verte renacer en algo mejor… Pero me vas a hacer utilizar esto, siente afortunado porque solo lo utilizo en ocasiones especiales.
— Perra…
Leila metió su mano bajo su manga derecha para sacar una especia de aguja fina del tamaño de su mano.
Con una sonrisa sádica y con una mirada perversa se acercó poco a poco a Diego, quien se retorcía en su dolor y se desangraba en el piso de loseta.
— Esta aguja tiene un veneno que te hace arder la sangre, ahora que lo pienso, incluso sabias que el té tenía veneno… Dime ¿Desde cuándo sospechan de mí? ¿Quiénes más saben que uso magia de aire?
— Vete a… La mierda.
— Este dolor te ganaste por tu cuenta así que, por favor no me culpes de esto.
Leila alzó su aguja envenenada para luego dejarla caer contra el estómago de Diego.
— ¡Aajmmmhhh!
La aguja atravesó por completo su estómago haciendo un hueco por su páncreas y perforando el colon.
Sus músculos desgarrados y adoloridos, sus órganos perforados y algunas extremidades de su cuerpo cortadas.
Poco a poco el veneno se iba expandiendo por toda su sangre haciendo que sus ojos ardan y su sangre entera se convierta en agua hirviendo.
Leila dejó clavada la aguja en su estómago mientras que con su pie descalzo comenzó a patear y aplastar con fuerza la entrepierna de Diego.
Diego soltaba saliva de su boca que caía en el charco de sangre que había debajo de él, quien en ese momento… Solo quería morir y dejar de sentir ese dolor.
Pero esa le parecía la mejor idea, no quería seguir así, no iba a soportarlo, era totalmente imposible que sobreviva, es más, el simple hecho de que aun siguiera vivo era un milagro como una maldición.
Y en ese mundo soltó su último grito de dolor…
Mirando directamente hacia Leila, quien tenía una mirada sádica y se reía del sufrimiento de Diego, su visión se puso borrosa, tal vez por las lágrimas de dolor que soltaban sus ojos o quizás porque su conciencia se estaba desvaneciendo, en ese momento el temporizador marco sus últimos cinco segundos.
Cinco, cuatro, tres… dos…
Diego cerró los ojos para aceptar su muerte.
* * * * * *
Lo primero que pasó en su mente fue el hecho de estar muerto porque dejó de sentir el dolor, pero al abrir nuevamente sus ojos, solo vio un piso de piedra bruta.
Lo primero que hizo fue tocar sus orejas y revisar su estómago, luego de eso tocó sus bolsillos, solo para encontrarse con su celular y el dinero que tenía al inicio, confundido se levantó del piso solo para darse cuenta de algo.
Estaba delante de unas casas hechas con ladrillo y con un tejado de color morado oscuro, estaba detrás de un gigantesco parque con mucha vegetación y con una estatua de un hombre extraño en el centro.
Definitivamente había vuelto al inicio… Su mirada confusa vagaba por todos lados.
En ese momento tuvo una idea de lo que pasaba… Cada vez que su tiempo llegaba a cero.
Comments for chapter "02"
QUE TE PARECIÓ?