Hasta que mi tiempo llegue a cero. - 03
Parte 1.
Diego se recostó contra el suelo de la calle para pensar un momento en lo que había pasado hace unos segundos atrás.
Cuando parecía que todo iba bien, ocurrió esto.
Definitivamente lo que había vivido no fue nada agradable, pero por alguna razón trataba de no seguir pensando en eso, no quería seguir recordando ese dolor por todo su cuerpo.
Mirando hacia el cielo expresó su enojo dándole un golpe al suelo, Diego se sentía molesto y culpable al mismo tiempo.
— Tengo que largarme de aquí… Lo más pronto posible.
Tenía un odio inmenso hacia Leila, pero al mismo tiempo también le tenía miedo, y parecía ser que el miedo era más grande que su odio.
— Pero si me voy, esa chica va a… No, ella no es mi problema, ella debe saber cómo escapar de ahí.
Por más de que dijera eso Diego sentía remordimiento por lo que le fuese a pasar a esa chica.
Aunque no tuvo la oportunidad de hablar mucho con ella, y las pocas interacciones que tuvieron fueron muy simples y un poco incómodas, de alguna forma se iba a sentir culpable sabiendo que ella podría morir y él no quería hacer nada para evitarlo.
— Maldito sentimiento de culpa, cómo se supone que yo voy a hacer algo contra ella, ni siquiera tengo un poder oculto ni nada, sólo tengo estos lentes de mierda.
Al mencionar sus lentes, rápidamente trató de mirar el tiempo que marcaba el temporizador.
— Ahora que lo pienso bien… ¿Morí?… Creo que sí, es imposible que pudiera sobrevivir, entonces ¿El tiempo que muestra los lentes es el tiempo que me queda de vida?
Diego rápidamente metió su mano a su bolsillo derecho para sacar su celular y ponerlo delante de él.
Lo prendió y se fijó en la hora que tenía marcada.
A diferencia de su celular que marcaba las 1:10, sus lentes le ponían 12:10.
Definitivamente los lentes no le marcaban la hora del día así que descartó esa opción.
No podían marcar la hora de su muerte, porque el tiempo era relativamente igual al de las veces pasadas y era casi imposible que muera a la misma hora todas las veces.
Entonces el tiempo marcaba otra cosa, tal vez un tiempo para hacer algo en concreto, pero ¿Qué podría ser?
Diego guardó su celular mientras intentaba recordar lo que hizo la vez anterior, pero se le hacía difícil tratar de recordar algo que no sea todo el dolor que experimentó.
Repentinamente un escalofrió pasó por su cuerpo al recordar otra experiencia que se quedó grabada en su mente.
La vez en la que se quitó los lentes y sus sentidos de nublaron por desesperación, en ese momento recordó algo más.
— Objetivo… Matar a la primera persona con la que hablé, ahora mismo sólo se me ocurre que el tiempo es para cumplir eso… No, eso es una estupidez.
Su conciencia se confundía mientras que seguía golpeando el piso con más y más fuerza.
Su cuerpo se sentía raro, sus emociones eran un caos, no sabía que hacer ni que pensar.
— Supongo que solo me queda intentar eso, pero no creo que nadie de la poca gente que conozco se merezca morir… Excepto ella.
La figura de una mujer de un hermoso cabello dorado apareció en su mente, haciendo que sus pensamientos se corrompan.
— Aunque lo desee con todas mis fuerzas, en el fondo sé que no tengo el poder suficiente para siquiera hacerla esforzar, ella grabó en mí un miedo intenso, pero también un odio hacia ella.
Diego puso sus manos sobre su rostro mientras suspiraba con fuerza y exhalaba con desgano.
— Yo no puedo hacer nada para vencerla, pero tal vez alguien más me ayude, ahora que lo recuerdo… ¿Qué me pasa?
Por alguna razón Diego no podía mencionar su nombre, sus labios temblaban al intentar hacerlo, lo cual hacía que se sintiera más débil de lo usual, no poder mencionar un simple nombre era la muestra del miedo intenso que habitaba en su interior.
— Ella… hablaba sobre un dragón, también recuerdo que Calíope me dijo algo sobre su hermano.
Una idea llegó a su mente la cual puso a maquinar un nuevo plan, para que Diego logre superar el primer obstáculo de su nueva vida.
Parte 2.
Habían pasado casi veinte minutos, en los cuales Diego se puso a pensar en un plan con la ayuda de la poca información de la que se había acordado de las veces pasadas, y ahora estaba esperando a que pase el primer suceso.
Al esperar por unos segundos más, a la lejanía de la calle pudo observar dos figuras que se acercaban a él.
Diego exhaló hondo para tratar de calmarse y actuar de forma neutral.
Los pasos cada vez se intensificaban más y más hasta que sintió que estaban al lado suyo.
Diego sabía perfectamente de quién se trataba.
La persona que estaba más cerca de Diego, era un hombre delgado con harapos sucios y manchados que apenas cubrían su cuerpo, lleno de sudor y tierra iba corriendo lo más rápido que sus piernas le permitían.
Quien lo estaba persiguiendo era una hermosa mujer de un largo cabello dorado que se sacudía por el aire, sus bonitos ojos turquesas retrataban un poco de molestia, tenía un elegante vestido blanco que era dividido por un cinturón dorado con una peculiar joya en el centro.
Diego se puso de pie y volteo a mirarlos fijamente para luego moverse un poco hacia atrás y esperó a que el hombre estuviera lo más cerca de él para levantar su pierna derecha.
El hombre con un aspecto deplorable notó esto, pero iba tan rápido que era imposible que detenga su cuerpo, sus piernas se tropezaron con las de Diego haciendo que caiga contra el suelo.
Del hombre salieron varias monedas doradas que rodaron por el suelo de piedra, Diego al ver esto rápidamente se pone sobre una de ella y la pisa para ocultarla.
— ¡Maldito imbécil! ¡¿Qué crees que haces?!
Gritó el hombre harapiento mientras tenía una expresión de odio intenso hacia Diego, el cual respondió con silencio ante esos insultos.
Al lado de ellos llegaba aquella mujer de vestido blanco, quien rápidamente se agacha para agarrar al hombre del piso.
— Ahora te tengo, ladrón.
Ella lo alzó de los hombros y le dio un cabezazo haciendo que el hombre pierda la conciencia y caiga al piso de nuevo.
— Que raro, esta vez no me preguntó si tenía una cuerda – Pensó Diego mientras observaba todo desde medio metro de distancia.
La chica de cabello rubio se agachó y comenzó a recoger las monedas de oro que estaban regadas por el piso, mientras Diego la veía con ojos indiferentes y pensaba – Ahora ella debería – Antes de que sus pensamientos concluyeran, la chica de vestido elegante ya estaba delante de Diego lo cual lo asustó un poco.
— Muchas gracias, si no te hubieras entrometido estoy segura de que no lo hubiera podido detener.
Diego en vez de mirarla con ojos de odio, trató de tranquilizar su mirada para verla con ojos calmados y con una pequeña sonrisa, mientras que internamente Diego la veía con ojos de repulsión y rabia.
— Hola, soy Diego Beiler… Un gusto.
Las palabras que salían de la boca de Diego cargaban con otras intensiones que sólo presentarse – Matar a la primera persona con la que hablé, el primer paso esta completado – Pensó mientras veía fijamente a aquella mujer quien le regalaba una sonrisa.
Parte 3.
— Ahora, segunda parte del plan, pedir ayuda algún guardia para que se encargue de ella — Pensó Diego mientras se encontraba frente a una chica de cabello castaño y hermosos ojos ámbar.
Diego se acercó a la puerta de madera que estaba semiabierta para cerrarla por completo y asegurarse de que la mujer de cabello rubio, que estaba afuera por petición de Diego, no pudiese escuchar nada.
Después de haber hecho esto, Diego se colocó a la barra de madera, la cual del otro lado estaba la chica que en otra ocasión se reveló con el nombre de Calíope.
— Hola, serias amable de darme un tazón de arroz, por favor.
La chica de ojos ámbar entró a la cocina que estaba detrás de la barra, para instantáneamente traer un tazón de madera lleno de lo que parecía ser arroz.
Diego lo agarra con su mano derecha y lo coloca sobre la barra, para luego bajar la voz y susurrar.
— Ahora, quiero que me hagas otro favor.
Diego mete la mano a su bolsillo y saca la moneda de oro que había ocultado bajo su pie, la chica de vestimenta oscura se sorprende al ver que Diego quien no parecía de un estatus muy alto, tenía una moneda de oro puro en sus manos.
— ¿Ves esta moneda? Te la voy a dar si llamas a tu hermano el guardia y le dices que vaya a… Carajo, nunca me aprendí el nombre de la mansión.
— ¿A qué mansión te refieres?
— Una que está en el bosque, es de color blanco y tiene unas rejas metálicas ¿La conoces?
— No existe ninguna mansión en el bosque, ¿Estas planeando alguna trampa hacia los guardias? Además ¿Cómo sabes que mi hermano es un guardia?
Por unos segundos Diego se quedó en silencia ya que no sabía que responder, nunca se le pasó por la cabeza que alguien le haga esa pregunta, él solo esperaba que todo le saliera como lo tenía en la cabeza.
— Ahmmm, pues conozco a tu hermano, él me dijo que te buscara aquí si quería contactarlo… También me dijo que te llamas Calíope.
Diego improviso esa mentira para tratar de disipar las sospechas de Calíope, lo cual parecía que estaba haciendo, porque al mencionar su nombre, ella sonrió levemente.
— Aun te acuerdas de mí… – Dijo Calíope con la mirada baja mientras susurraba.
— ¿Qué?
Esas palabras confundieron un poco a Diego, quien tenía una mirada desconcertada.
— Nada, ahora que disipaste mi duda, déjame decirte que no puedo llamar a mi hermano sin saber hacia dónde lo estoy dirigiendo.
— En serio no sé cuál es el nombre de la mansión… Lo único que recuerdo son las características y que quien es dueña de ella se llama Leila, creo que ella dijo mansión del dragón blanco o algo así.
Calíope se sorprendió mucho al escuchar la última frase Diego, ella apartó un poco la mirada de él mientras que con su mano derecha rechazaba la moneda que Diego le estaba ofreciendo.
— Si te refieres al Dragon de Aire… Entonces no es necesario que me pagues, solo dame la ubicación y los guardas irán en seguida.
Diego se molestó un poco consigo mismo por no recordar el nombre de la mansión, bajó un cabeza para pensar en que hacer, cuando sus ojos llegan a ver el tazón de arroz, Diego rápidamente lo agarra y lo levanta para ponerlo delante de Calíope.
— Mira, este arroz es horrible, sin ofender, pero tal vez lo pueda usar de otra forma que no sea comerlo.
— ¿A qué refieres? Porque no te estoy entendiendo.
— Me refiero a que puedo usar este arroz como un rastro hacia la mansión, así cuando llames a tu hermano, él pueda guiarse desde la estación de caballa o no sé cómo se llame.
— ¿Te refieres a la estación de carruajes que queda aquí cerca?
— Si, desde ahí voy a empezar a dejar un rastro con este arroz que espero que no se mescle con la tierra y me cague todo el plan.
Diego levantó nuevamente la moneda de oro y la puso en la barra de madera, Calíope al ver esto dice.
— Oye, ya te dije que no es necesario que me pagues, realmente quisiera esa moneda, pero yo no me la merezco.
— Tal vez yo no soy consciente del valor de esta moneda, pero tú tampoco eres consciente de lo mucho que me ayudas.
Cuando Diego dijo esas palabras, él incluso ahora, recordaba profundamente los sentimientos que tuvo la otra ocasión en la que habló con ella — Espero que tú no me traiciones — Pensó mientras veía a los ojos ámbar de Calíope.
Parte 4.
— Ahora sólo tengo que actuar, y mantenerme tranquilo hasta que el momento llegue, recuerda que no debes actuar sospechoso — Pensaba Diego mientras caminaba al lado de aquella mujer, mientras que al a par sujetaba un tazón de madera en su mano derecha.
Diego se dio cuenta de que sus respiraciones se aceleraban un poco cuando estaba al lado de ella, pero esa sensación estaba muy lejos de ser amor o algo así, ese sentimiento era un miedo intenso que lo perturbaba hasta el fondo de su alma.
Tragó saliva y respiró profundamente para tratar de calmarse, ella notó esto y volteó a verlo.
— Diego ¿Tienes algo? Te ves un poco tenso, sabes que no te estoy obligando a ir.
— …Yo estoy bien…
Esas palabras frías molestaron un poco a la chica de cabello rubio, quien con una sonrisa forzada se pone delante de Diego y le extiende la mano d forma amistosa.
— Soy Leila, tú ya me dijiste tu nombre, pero yo no me presenté, así que déjame extenderte mi mano en señal de amistad.
Diego con una mirada fría trató de agarrar su mano, pero recordó que esa fue la misma mano con la que le arranchó su oreja.
Al pensar eso un escalofrió recorrió por todo su cuerpo haciendo que su mano tiemble un poco.
— Por favor, empieza a actuar mejor, con eso ella desconfiará más en ti y ocurrirá lo mismo — Pensó Diego para sí mismo.
Después de pensar eso trató de fortalecer su mente, así que agitó su mano y rápidamente la extendió hacia Leila.
— Ahora sí, creo que ya vamos entrando en confianza, veras que al final del día estarás muy a gusto conmigo.
— Si… Al final del día…
Aunque Diego no quisiese, su cuerpo se ponía tenso cuando estaba al lado de Leila, y eso le hacía imposible actuar de forma normal.
Ambos sin nada más que decir siguieron su camino hasta llegar a la estación de carruajes, donde los esperaba un hombre con una gran barba y sin que les dijera nada, el hombre ya sabía a donde tenía que dirigirse.
Mientras iban en el carruaje Diego trató de entablar una conversación para que ella no lo viera como una persona que la odiara, aunque de hecho eso es lo que era Diego.
Después de unos hablando, Diego fingió que quería vomitar, así que sacó su cabeza por la ventana del carruaje y comenzó a hacer sonidos extraños, pero lo que realmente estaba haciendo era ir dejando pequeños granos de arroz blanco que era muy visibles ante la tierra un poco oscura.
Así se mantuvo hasta llegar a la mansión.
Parte 5.
El carruaje se detuvo delante de una mansión de color blanco, la cual en otro tiempo había presenciado el dolor de Diego.
Ambos bajaron con cuidado para que después Leila diera la orden de abrir las rejas metálicas para que pudieran entrar, caminaron un poco y llegaron hacia dos pilares de concreto que sostenían una puerta de roble oscuro.
Leila golpeó suevamente la puerta esperando a que alguien los recibiera y… Era ella.
Una chica de cabello gris cenizo con lindos ojos grises que apuntaban hacia el suelo, definitivamente era ella, tenía la misma, insignia con el número 14 que estaba colocada sobre su uniforme de sirvienta de un color blanco y negro.
La chica los saluda con una reverencia hacia ambos y les da la bienvenida con su voz tranquila.
— Hola, ya llegamos, mira él será un nuevo huésped.
— Oh que sorpresa, no esperaba que trajera a otro huésped.
Leila entró a su mansión mientras que Diego la seguía detrás de ella.
Diego y esa chica cruzaron miradas, para que repentinamente la chica se pusiera delante de Diego y le extendiera su mano.
Él al ver esto saca una sonrisa cálida y suavemente coloca su mano sobre el cabello de la chica, frotando su cabello gris con suavidad dijo.
_ Tranquila, vas a esta bien… Debes estar cansada ¿Verdad? De seguro que sí. Debes estar cansada ¿Verdad? Pues ya llegué. No me conoces ¿Verdad? Pues soy un huésped más, me llamo Diego… Diego Beiler y quisiera hablar más contigo ¿Esta bien?
Esas simples palabras que salieron de la boca de Diego, tocaron el alma lastimada de la chica haciendo que inconscientemente aparezcan unas pequeñas lágrimas en sus ojos.
Ella intentó secarlos mientras apartaba la mirada de Diego y le quitaba su mano de su cabello, para después retirarse rápidamente.
_ Oye ¿Qué crees que haces? No tienes que hacer… Otras cosas en otro lugar. — Habló Leila mientras veía directamente a los ojos de esa chica.
_ L-Lo siento s-señorita Leila, necesito un poco de agua – Dijo la sirvienta con una voz entrecortada.
Diego veía como poco a poco se iba alejando, pero con una sonrisa se despidió de ella y comenzó su actuación final.
_ ¿Diego te parece si te enseño alguna parte de mi mansión?
_ Si… Vamos.
Ambos se fueron por el pasillo opuesto por el cual se había retirado esa sirvienta, Diego volteó la cabeza para intentar volver a verla, pero solo observó el gigantesco pasillo de color blanco.
— Si las cosas no cambiaron mucho, entonces ahora deberíamos ir a la cocina — Dijo Diego en su mente mientras masajeaba sus mejillas para que dejen de estar tensas.
Después de caminar por unos minutos llegaron a la cocina, solo con el principal objetivo de que pasé el tiempo.
Realmente lo único que cambió a la primera vez, fue que ahora Leila no se había caído en el aceite porque Diego le advirtió de esto.
Lo cual fue algo completamente irrelevante… O tal vez no.
Antes de retirarse de la cocina para ir al comedor, Diego se quedó un rato más en la cocina con la excusa de que quería ir al baño, pero realmente lo que hizo fue agarrar la botella de aceite y ponerla bajo su camisa en un lugar donde no se notaba y también trato de buscar un cuchillo para defenderse, porque él sabía que enfrentarse a Leila no sería nada fácil.
Diego luego de encontrar todo lo que estaba buscando, lo oculta en lugares casi imperceptible, para después ir al comedor donde lo esperaba Leila y su delicioso té envenenado.
Parte 6.
Después de haber comido y luego de esto dudar sobre si la comida también estaba envenenada, Diego rechazaba el té de Leila quien le insistía para que lo pruebe.
— Realmente te estoy diciendo que no me gusta el té, no es que solo te lo rechacé a ti, sino que se lo rechazaría a cualquier persona.
— Está bien, voy a dejar de insistirte, se nota que tienes muy mal gusto para las bebidas calientes.
— Claro, no es como si me tomara ese té me fuera a morir o algo así — Pensó Diego mientras seguía rechazando el té.
Diego se levantó del asiento de madera para luego meter la silla en la mesa y alejarse un poco de Leila.
— Oye Leila, te voy a esperar en la sala te invitados.
— Bien, solo déjame cambiarme y acomodar algunas cosas.
La razón por la cual Diego quería esperar en la sala de invitados, no fue porque ese fue el lugar en donde casi murió, de hecho, el tener que volver a ese lugar era muy tétrico y repulso para Diego, la única razón por la cual escogió la sala de invitados, era porque era la única sala con la que contaba con piso de loseta, el resto de la mansión era únicamente de concreto lizo de color gris.
Mientras iba de camino hacia el lugar, muchas inseguridades pasaron por su cabeza — ¿Qué me pasará si muero? ¿Igualmente regresaré? ¿Qué pasa si el rastro de arroz se borró? Por eso aun no llega el hermano de Calíope, sabía que no debía depender de eso ¿Yo solo podré vencerla? No, eso es imposible, Mierda tendré que hacer todo de nuevo… No quiero — Mientras los pensamientos negativos corrían por su cerebro, no había notado que ya había llegado al lugar.
Al poner un pie sobre la loseta le dio escalofríos, al seguir avanzando su mente recordó esa horrible experiencia, Diego de forma involuntaria llevó su mano izquierda hacia su oreja izquierda y su mano derecha hacia el centro de su estómago.
Al ver el sillón grisáceo, no pudo evitar recordad toda la habitación llena de sangre.
— …Mata a la primera persona… Con la que hablaste, espero que este tiempo sea para eso, sino ya no se para que podría ser.
Mientras hablaba, Diego colocó sus manos sobre sus mejillas para relajarlas, tal parece que él hacía esto para calmarse o no sentirse tan nervioso, dejando eso a un lado, Diego se fijó en el tiempo que le quedaba, lo cual era lo más importante en ese momento.
— Me quedan treinta minutos y aun no veo señal del hermano de Calíope, para la próxima ocasión no tengo que depender de eso, si nunca vendrá entonces solo estoy esperando mi posible muerte… Ahora que me doy cuenta, el tiempo realmente está bajando más rápido que antes, apenas la luna llegó al cielo y ya me queda poco tiempo, espero que mi tiempo no vaya bajando más rápido con cada retorno, eso me haría imposible todo.
Diego sacudió bruscamente su cabeza para intentar quietar ese pensamiento de su cabeza, la cual estaba hecha un desastre total.
_ Estoy seguro que ese inconveniente con Leila volverá a suceder, pero al menos ahora puedo defenderme.
Al decir esto, Diego verificó las cosas que tenía debajo de su camisa roja a cuadros, y se calmó un poco al sentir que todo estaba donde debería.
Con asegurarse de eso, Diego se dispuso a esperar lo que tenga que pasar.
Parte 7.
Entre más bajaba el tiempo, el corazón de Diego bombeaba con más fuerza, cuando el temporizador de sus lentes marcó 20 minutos, en ese momento su mente se quedó totalmente en blanco, él no imaginaba que esperar se sintiera tan insoportable y nefasto.
Diego estaba tan intranquilo que simplemente quería hacer cualquier otra cosa que quedarse otro segundo sentado en ese sillón.
Sus mejillas estaban muy tensas, su cabeza comenzaba a picar y sus ojos se quedaron secos por un segundo, hasta que…
— Diego, perdón por hacerte esperar, no imagine que me iba a demorar tanto.
Leila llevaba la misma ropa turquesa que en la anterior ocasión, lo cual puso muy inquieto a Diego.
— Tranquila, yo estoy bien… De hecho, quería hablar contigo sobre algo.
Leila puso una cara de confusión mientras se acercaba a Diego hasta el punto de estar al frente de él.
Diego al ver esto se aparta del sillón para dejarle un espacio a Leila, ella al ver esto se sienta a su lado.
— ¿De qué quieres hablar?
— Oye Leila tu… Podrías decirme que es lo que sabes sobre… El dragón de aire.
Esa pregunta tomo por sorpresa a Leila, la cual miraba a Diego con unos ojos penetrantes.
— ¿Qué es lo que sé del gran dragón de aire? ¿Para qué es que quieres saber?
Diego apartó su mirada de Leila mientras pensaba que fue una mala idea preguntarle eso, él mismo sabía que esa pregunta era muy sospechosa, pero su curiosidad fue más grande que su razonamiento.
— Solo tenía curiosidad y quería saber si sabes de lo que estoy hablando.
Respondió Diego mientras intentaba remendar lo que él mismo había malogrado.
— Pues, el dragón de aire es uno de los cuatro dragones elementales, lleva existiendo desde los primeros días en que este mundo vio la luz. El dragón de aire es un ser supremo y majestuoso… Desafortunadamente es el último de los cuatro… Y eso es todo lo que sé.
Al instante en que Diego terminó de oír las palabras de Leila, puso de pie y al mismo tiempo trata de distraer a Leila para llevar su mano derecha debajo de su camisa.
— Realmente no sabía todo eso sobre el dragón de aire, me parece muy genial, quisiera tener la oportunidad de saber más sobre él.
— Bueno Diego, no sé si sepas esto, pero existe un grupo de protectores del dra…
Rápidamente Diego sacó el cuchillo que tenía bajo su camisa y aprovechó de que Leila estaba un poco distraída hablando, para que él lo incrustara en el hombro izquierdo de ella.
Leila instantáneamente reaccionó a esto y con su brazo derecho le dio un fuerte golpe en el estómago de Diego, quien antes de salir rodando por el piso de loseta, agarro con firmeza su cuchillo para llevárselo con él, hasta que se estrelló contra la pared de concreto.
Al momento de hacer impacto, Diego pudo sentir como algunos de sus huesos se rompieron.
Afortunadamente para Diego aun podía seguir moviéndose, así que lo primero que hizo fue despegarse de la pared para caer al suelo.
— ¡¿Qué rayos crees que haces?!
Gritó Leila mientras ponía su mano derecha sobre su hombre sangrante.
Su roja sangre manchaba su vestido turqués haciéndolo oscurecer, al a par que su mano también se manchaba y de ese líquido color carmesí.
Diego por el golpe en la espalada se le hacía muy difícil respirar, sus oídos se taparon por un momento mientras que de su espalda podía sentir un calor que se esparcía por todo su cuerpo.
— L-Lo mismo te iba a preguntar… Leila ¿Sabes por qué quise que habláramos en esta habitación?
Leila respondió con silencio ya que se sentía molesta, porque la persona a la cual ella dejó entrar a su mansión, ahora le estaba haciendo esto.
Diego metió su mano bajo su camisa para luego sacar el pomo de aceite.
— ¿Sabes qué pasa cuando tiras aceite en una superficie plana y resbaladiza?
Diego abrió el pomo para luego tirar todo el aceite sobre la loseta, haciendo que todo el piso sea resbaloso.
Leila no le tomó importancia a lo que había hecho Diego, y de un impulsó salió a una gran velocidad con dirección hacia Diego, el cual sabía que ella iba a hacer eso, así que al tenerlo previsto lo pudo esquivar al tirarse hacia el lado derecho de la habitación.
Leila intentó detenerse para no chocar contra la pared, pero el aceite del piso se lo impidió haciendo que su cuerpo se golpee en el mismo lugar en donde estampó Diego.
— ¡¿Qué rayos?!
— Si tiras aceite sobre la loseta y corres a máxima velocidad, es imposible detenerse.
Diego rápidamente se levantó del piso y se corrió un poco para deslizarse por el piso hacia la puerta.
Pero Leila al ver esto rápidamente piensa en como evitar el piso y llegar hacia Diego quien se encontraba en la otra punta de la habitación.
— ¿Qué pasó Leila? ¿Acaso no puedes contra un poco de aceite?
Leila puso su pie sobre la pared de concreto, al hacer esto la pared no resistió más y se fracturó dejando un hueco en ella, al mismo tiempo Leila tomó impulso para llegar hasta el techo y desde el techo nuevamente tomó impulso para lanzarse sobre Diego.
— Carajo, tenía que hablar para que hicieras eso.
El cuerpo a máxima velocidad de Leila tacleo al de Diego.
Pero Diego también tenía previsto eso, así que antes de que Leila llegara a impactar sobre él, Diego colocó el cuchillo hacia delante esperando que eso le haga un poco de daño, lo cual sorprendentemente lo hizo.
El cuerpo de Diego fue tirado bruscamente contra el suelo haciendo que la loseta se agrietara un poco, Diego sintió que de su nariz comenzó a salir un líquido caliente, mientras que nuevamente empezó a sentir ese calor que emanaba de su espalda hacia todo su cuerpo. Pero Leila no había salido ilesa, ya que el cuchillo había traspasado su mano derecha.
Ambos soltaron un grito de dolor.
— S-Sabes, la primera vez que te conocí, quise que estuviéramos bañados de aceite y tu encima de mí… Pero no me lo imaginé de esta forma.
— ¡¿De qué rayos hablas?! ¡Ya deja de hablar como si me conocieras!
Leila se aguantó el dolor para sacarse el cuchillo de su mano y agarrarlo con su mano izquierda, para luego apoyarlo sobre la garganta de Diego.
— Dime ¿Quién eres?
Diego se deshecho del miedo, en ese momento su adrenalina era tanta que no sentía miedo ni dolor.
Él sabía que tenía que rehacer toda una vez más, pero ahora no se sentía tan miserable ya que él siendo un simple humano sin nada de poder, podía hacerle daño a una mujer que usaba magia, con una sonrisa juguetona grito.
_ ¡Yo soy un chico de otro mundo!
Leila se confundió un poco al obtener esa respuesta de Diego, pero en ese momento no le importó mucho, así que levantó el cuchillo y…
Una fuerza la lanzó hacia atrás.
— ¿Hum?
Leila había salido rodando hacia atrás y golpeándose muy fuerte contra la pared, dejando caer el cuchillo cerca de Diego, él rápidamente lo tomó y miró su alrededor para ver quien había hecho eso.
— Bueno, creo que eso dejará una marca en la pared, aunque viéndolo bien, las demás paredes están un poco destruidas, así que otra más no sería problema.
Esa voz resonó por la habitación, Diego rápidamente dirigió su mirada a la fuente del sonido.
Quien la emitía era una joven de cabello morado amatista, con ojos brillantes de color purpura que reflejaban vigor y con una mirada tranquila, además de eso tenia una armadura de brazos que comenzaba desde sus nudillos hasta sus hombros, y una de pecho que llegaba hasta su dorso.
Debajo de esa reluciente y firme armadura tenía una túnica oscura con bordes blancos, aparte de eso también llevaba un cinturón con una funda donde estaba guardada una espada con una empuñadura dorada.
— ¿Eres el hermano de Calíope? —Preguntó Diego mientras apretaba el cuchillo por miedo a que sea otro enemigo.
— No, el hermano de quien mencionaste esta evacuando el personal de esta mansión, y yo soy el encargado de aniquilar la amenaza…
El joven de cabello amatista rápidamente se inclinó hacia la izquierda para esquivar una veloz ráfaga de aire que venía dirigida hacia él, y la causante de esto era Leila quien se había levantado del golpe.
—…Que por lo que veo es una protectora del dragón.
El joven de cabello amatista terminó esa frase, para luego voltear hacia Leila, quien tenia una mirada irritada en su rostro.
— ¿Protectora del dragón? ¿Te refieres al dragón de aire?
Preguntó Diego mientras que trataba de levantarse y al a par colocaba una mano en su espalda para tratar de calmar su dolor.
— Exacto, pero afortunadamente yo también soy usuario de magia.
El joven comenzó a caminar hacia delante, pero cada paso que daba dejaba un hueco en el suelo.
Diego tuvo el presentimiento de peligro y sabía que no podía quedarse ahí, pero nuevamente su curiosidad fue más fuerte, así que corrió y se ocultó detrás del sillón gris.
— ¡Como rayos me encontraron! ¡La efímera tranquilidad de mi mansión fue irrumpida por ustedes! Ahora serán castigados por mi mano en nombre de la deidad del dragón de aire.
El joven de detuvo por las palabras de Leila quien los amenazaba a ambos con una mirada irritada y furiosa.
Diego se encontraba un poco asustado e intranquilo, porque él mas que nadie sabia de lo que era capaz Leila — ¿Este guardia será rival para Leila? ¿Por qué no vinieron los dos en vez de solo uno? — Diego se hizo esas preguntas mientras solo admiraba el inicio del combate.
— Será un honor para mí vencerte y demostrarles a los tuyos de lo que son capaces los guardias de esta región.
Habló el joven guardia mientras desenvainaba su espada de su cinturón, para luego poner la espada delante de él.
— Por mi honor yo, Maidas, encontraré a los demás protectores y luego al dragón… Para matarlo.
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