Hasta que mi tiempo llegue a cero. - 04
Parte 1.
El joven guardia desenvainaba la espada que tenía en su cinturón, para luego ponerla delante de él.
— Por mi honor: yo, Maidas, encontraré a los demás protectores y luego al dragón… Para matarlo.
Aquellas palabras molestaron mucho a Leila, quien defendía y trataba como una deidad a aquel dragón.
— Es inefable tu ignorancia al hablar así del ser que te otorgó poder, sin el dragón no eres nada.
— Igual tú, sin el dragón no eres nadie.
Respondió Maidas mientras fruncia un poco el ceño y veía a Leila, quien lo miraba con un odio extremo.
— Yo moriré cuando el dragón deje de existir, y mientras eso no pase yo volveré repetidas veces hasta el cansancio. Yo soy inmarcesible.
Diego ponía una cara de duda cada vez que hablaba Leila, ya que no podía entender algunas palabras que salían de su boca.
— Tu vocabulario es muy refinado, pero tal vez tu destreza en el combate no lo sea.
Diego vio el aire de su alrededor retorcerse, lo cual lo intranquilizó mucho, así que se aferró lo más que pudo al sillón gris.
En un parpadeo, Leila se había movido tan rápido que estaba delante de Maidas, el cual había previsto esto y puso su espada delante de él para bloquear cualquier ataque de Leila.
Ella al ver esto rápidamente pisó en seco haciendo que su pie se hundiera en la loseta para evitar resbalarse por el aceite, y velozmente dio un salto para llegar hasta el techo de concreto.
Maidas intentó seguirla con la mirada para tratar de predecir su siguiente ataque.
Leila al estar tocando el techo con la punta de su pie, extiende su mano hacia Maidas, y de ella salió una ráfaga letal de aire que cortaba el sonido, pero Maidas hizo un movimiento con su espada para cortar el aire que venía hacia él, pero al hacer eso no pudo imaginar el siguiente ataque.
Leila se había lanzado detrás de la ráfaga de aire, y tenía una especie de aguja del tamaño de su mano apuntando directo hacia la cara de Maidas.
En ese momento Maidas no tenía muchas opciones para evadir eso, pero en el último segundo una idea llegó.
— ¡Dorot!
Maidas al pronunciar esas palabras, una cantidad inmensa de aire empezó a salir de sus poros expulsando todo a su alrededor, y entre ese “todo” se encontraba Leila, quien salió volando para estrellarse contra una pared y destruirla.
Con la pared hecha escombros, Leila fácilmente podía correr e irse, pero ella sabía que si hacia eso, no podría volver a vivir normalmente, o como ella vivía antes.
Así que, al darse cuenta de esto, su mente se aclaró, sabía que era ganar y vivir escondiéndose o perecer ante aquel guardia.
Su convicción en ese momento determinó un deseo.
… Acabar con los intrusos de su mansión y borrar todo rastro de evidencias.
Luego de que la convicción de Leila decidiera eso, se levantó de los escombros de la pared y miró directamente a Maidas con el ceño fruncido.
Ella tenía una herida en el hombro izquierdo, su mano derecha tenía un hueco del cual brotaba sangre y sumado a esto, el hecho de que estaba un poco exhausta por el movimiento innecesario que había hecho anteriormente con Diego.
Y por otro lado estaba Maidas, un guardia que portaba una espada filosa, listo y preparado para luchar.
Leila sabía que no tenía muchas posibilidades de éxito, pero aun reservaba una última sorpresa.
Ella apretó su aguja, la cual tenía un veneno letal en la punta, y la sacudió juguetonamente por el aire.
— ¿Realmente me odias tanto? ¿Acaso eso significa ser un guardia de esta región? Odiar a las personas que han sido bendecidas con este poder y luego matarlos.
— Estas muy equivocada, no odio a las personas que han sido dotadas por la magia, es más, hasta tú lograste observar que yo también la uso. Ser un guardia significa proteger a la gente de personas que utilizan sus habilidades para sacrificar a otros en nombre de una deidad falsa… Eso es ser un guardia.
— ¿Deidad falsa? Realmente no sabes nada sobre nuestro objetivo.
— ¿Qué? Acaso su mayor objetivo es robar niños para someterlos a vivir una vida traumatizados por el peso que dejan caer sobre sus hombros.
Las palabras que salieron de Maidas molestaron más a Leila, al punto que quiso parar de hablar.
Leila alzó ambas manos, para luego tirarlas hacia Maidas y repetir el movimiento cientos de veces.
Cada vez que movía sus manos, unas ráfagas de aire salían de ellas creando simultáneamente una atmosfera de aire a su alrededor.
El portador de la espada reaccionó rápidamente a esto, y comenzó a cortar las ráfagas de aire que venían dirigidas hacia él, una tras otra.
Leila cada vez lanzaba sus ráfagas con más rapidez, pero Maidas siempre las cortaba con su delgada espada, así se repitió el proceso decenas de veces… Cientos de veces, pero ningún ataque alcanzaba a dañar a Maidas.
Leila parecía cansarse con cada movimiento, ella sabía que no podría resistir mucho, así que decidió que ya era momento.
Mientras Maidas seguía cortando las ráfagas, poco a poco se iba acercando a ella, pero…
Leila liberó la atmosfera de aire que cubría su alrededor, el aire salió disparado con tanta fuerza que rompió las paredes de la habitación, con tanta potencia que desgarró por completo el sillón del cual estaba Diego escondido detrás, y con tanto poder que sacó volando a Maidas de la mansión, fragmentando el suelo en el proceso.
Las losas se convirtieron en escombro y polvo, la habitación completa fue casi destruida, solo quedaron en pie dos paredes y el pequeño y desgarrado sillón.
— ¡Sal de ahí maldita rata! ¡Tu fuiste el causante de todo esto! Mira lo que me llevaste a hacer, mira como esta mi mansión, por tu culpa… Yo traté de ser amable contigo para que nadie sospechará, debí matarte desde el primer momento que pusiste un sucio pie en mi mansión.
Leila se acercó hacia el sillón, con cada paso que daba hacía crujir el piso, su atuendo color turquesa estaba manchado de sangre, su cabello era un desastre total, y la aguja que cargaba en su mano derecha le hacía dar un aspecto amenazante.
Diego al escuchar las pisadas de Leila apretó el cuchillo que tenía en su mano derecha e intentó salir corriendo, pero rápidamente fue detenido por Leila, quien lo agarró del cuello con su mano izquierda y empezó a estrangularlo, poniendo sus dedos sobre su cuello, poco a poco cortándole la respiración.
Diego intentó patearla, pero sus golpes no le hacían efecto.
Inevitablemente sus ojos se cruzaron, mirándose fijamente con una mirada de odio mutuo.
La conciencia de Diego comenzaba a dejar su cuerpo, pero instantáneamente Leila abrió su mano para dejar caer a Diego.
La razón por la cual había hecho esto, era porque Diego había incrustado el cuchillo que tenía, en el antebrazo de Leila cortando el extensor común de los dedos y dejando su brazo izquierdo en total disfuncionamiento.
Leila soltó un pequeño gemido de dolor mientras colocaba su mano derecha sobre la herida para evitar el sangrado, pero su mano no hacía mucho, así que colocó su aguja sobre su boca evitando la punta, mientras que con su mano derecha arrancó la manga de su atuendo para después intentar amarrarla sobre la herida abierta de su antebrazo.
Diego trató de aprovechar esta oportunidad para atacarla, pero Leila al notar esto, dio un pisotón al suelo agrietado para hacer perder el equilibrio a Diego.
El suelo estaba tan frágil y la fuerza de su pisada fue tan fuerte que el piso sobre el cual estaban parados, se destruyó por completo.
…
— ¿Uhm?
El suelo se había convertido en escombros que cubrían el nuevo suelo.
Habían caído desde el segundo piso hasta el primero, los escombros de las paredes se habían juntado a la fiesta, dejando un hueco muy grande por el cual entraba la luz de la luna.
Pero entre esos pedazos de concreto se levantaron dos figuras cubiertas de polvo.
Un hombre con una camisa roja a cuadros y unos jeans claros, el cual tenía unos pequeños rasguños en el cuerpo al igual que un dolor inmenso en la espalda.
Y una mujer de un largo vestido turquesa cubierto de sangre, en su cara se reflejaba desconcierto y confusión.
Él hombre de camisa roja salió del polvo e intentó caminar, pero en el más mínimo movimiento que hizo con su cuerpo, él se desplomó en el suelo por el dolor creciente que surgía de su espalda.
— ¿Por qué? — Dijo la mujer de vestido turquesa mientras salía del polvo.
— ¿Por qué quieres seguir? Eres consciente de que si sigues intentando luchas morirás, morirás en vano, es imposible que alguien como tú pueda derrotarme, no puedes, es imposible ¡Imposible! — Habló nuevamente la mujer.
Él hombre de camisa roja se levantó nuevamente, pero esta vez se colocó en una posición un poco encorvada y con su mano izquierda sobre su espalda.
— C-Cinco… —Dijo el hombre mientras levantaba sus cinco dedos de la mano derecha.
— ¿Qué? —Le respondió la mujer mientras seguía con su cara de confusión.
— Aún quedan… Cinco m-minutos… Aún tengo tiempo — Habló el hombre mientras jadeaba por el cansancio.
La mujer ignoró las palabras de este sujeto, y cambió radicalmente su expresión facial, pasando de una confundida a una llena de resentimiento.
La luz de la luna comenzaba a llenar más y más la habitación destruida bañando a ambos con su fulgor.
La mujer agresivamente sacó su aguja la cual había guardado bajo su manga cuando el suelo se estaba destruyendo.
Puso su arma delante de ella, apuntándola directo hacia el hombre y gritando.
— ¡Yo Leila, guardiana del único dragón del aire, acabaré con el objetivo que tengo delante o moriré en el intento, por lo que creo, por el poder que se me fue otorgado y por la responsabilidad que cargo!
— Pues, si así lo quieres… Yo seré “ese objetivo” — Resonó una voz diferente a la de aquel hombre.
Era… Maidas, quien se encontraba parado sobre el hueco que había dejado el ataque de Leila.
Y con un pequeño saltó bajó hacia donde estaba Diego y se posición delante de él.
— Por favor no vuelvas a hacer ese ataque, o si no vas a manchar mi armadura del polvo — Maidas dirigió esas palabras hacia Leila, quien los veía a ambos con ojos afilados y cargados de odio.
— ¡¿Por qué no entiendes que solo quiero cumplir mi objetivo en paz?!
— Ahora que lo mencionas… Eres Leila ¿Verdad? Si definitivamente eres esa Leila — Habló Maidas con una voz juguetona.
Ella respondió con silencio a la pregunta que Maidas le había hecho.
— Si, una mujer realmente hermosa, capaz de seducir a cualquier persona que se proponga, siempre actuando tan amigable e inofensiva para después matarlos de una forma sanguinaria… Tu nombre resuena mucho entre los guardias — Dijo Maidas con una voz mas seria y firme que retrataba autoridad.
— ¿Siempre conocieron de mi existencia?
— Si, solo que nunca obtuvimos una descripción grafica de tu cara, así que realmente solo conocíamos tu nombre… Bueno, ahora que se eso… No puedo evitarte.
Maidas rápidamente sacó su filosa espada de su vaina, para luego hacer un simple movimiento hacia la derecha.
Su espada creó un viento tan fuerte que rompió la pared derecha del todo, y votó los grandes pedazos de escombro que se encontraban en el suelo, dejando un nuevo campo de combate.
Leila había permanecido firme ante la acción del guardia que tenia frente.
Maidas adoptó una pose de batalla, con un pie delante y su cuerpo un poco agachado, Leila hizo lo mismo y ambos se prepararon para atacar.
— Oye chico, te recomiendo que te largues, ya que ahora no hay un lugar donde puedas esconderte.
— Y-Yo… No puedo — Respondió Diego con una voz un poco asustada.
— No sé si eres muy valiente o muy estúpido… Sea como sea, si piensas quedarte, mantente detrás de mí, aunque déjame decirte que no podre atacar y protegerte al mismo tiempo, así que no te confíes de ello.
Mientras Maidas hablaba, Leila ya había comenzado su ataque con ráfagas de aire, una detrás de otra y con una velocidad que apenas era visible a los ojos de Diego.
Maidas empuñando su espada, cortaba una tras otra con una velocidad inhumana que reflejaba su enorme destreza en el combate.
Leila cada vez bajaba la velocidad lo cual era señal de que se estaba cansando, Maidas aprovechó esto para acercarse a ella mientras que seguía cortando el viento.
Leila intentó cubrir su cuerpo con aire nuevamente, pero Maidas se acercaba más y más rápido, al punto de que no le dio tiempo de cargar su ataque.
Mientras tanto, Diego no sabía qué hacer, así que solo seguía Maidas por la espalda, esperando que no saliera lastimado.
Los mortales ataques de Leila cada vez bajaban la intensidad, mientras apretaba su aguja con fuerza para que no se le escapara de las manos, poco a poco pensó en otro ataque.
Repentinamente Leila paró de lanzar sus ataques, lo cual dejó un poco confundido a Maidas, pero de todas formas no bajó la guardia.
Los latidos de ambos eran muy rápidos, sus corazones bombeaban sangre de una forma inhumana. Las manos de Leila temblaban por los exagerados movimientos que había hecho.
Maidas no parecía estar mejor que ella, ya que su respiración agitada delataba su cansancio.
— Aunque escapes, tu vida jamás será igual, te recomendaría morir ahora, así podrías evitar todo lo que se vendría encima — Dijo Maidas con un tono agresivo.
— ¿Realmente piensas que los dejaré ir? Si los mato a ustedes dos, entonces no habrá testigos de mi rostro.
Maidas inevitablemente soltó una pequeña carcajada al oír la respuesta de Leila.
— ¿Por qué crees que no hay nadie más en la mansión?
— … ¿Qué?…
— Tus sirvientas, aquellas que las tenías con un miedo grabado en sus corazones, te conocen perfectamente, así que, nos mates o no, ellas serán quien te delaten y caben tu tumba.
Escuchar esas palabras, hicieron que Leila comience a temblar, por un momento en su vida, probó el sabor del miedo.
— I-Igual… Los mataré, los arrastraré conmigo a la muerte, haré que mueran por esto.
— ¡Ja! Realmente estas desesperadas, mira el estado en el que encuentras, cansada, con heridas, asustada… Ahora mírame, ni siquiera me has herido.
— ¡Tú tampoco me has herido, así que estamos iguales!
— Yo no, pero él sí lo hizo — Dijo Maidas mientras señalaba a Diego.
Él al ver esto, rápidamente apartó la mano de Maidas y se escondió detrás de él, para luego murmurarle insultos.
Lo que más le enojaba a Leila era el hecho de haber sido herida por un simple chico, no por algún guardia experto en el combate, o algún monstro asesino, sino un simple chico era quien le había hecho diversos cortes en su cuerpo.
Después de pensar eso apretó sus dientes y también su aguja, la cual la puso detrás de ella, ocultándola con su propio cuerpo.
Maidas no comprendió muy bien lo que Leila trataba de hacer, pero al no saberlo lo inquietaba más, así que decidió lanzarse sobre ella para acabar con el combate.
Con un pequeño movimiento de su espada, Maidas deseaba cortar a Leila por la mitad, pero…
Leila rápidamente pasó su aguja de su mano derecha a la izquierda, la cual estaba más cerca de la cara de Maidas.
En ese momento él comprendió lo que ella quería hacer, pero ya era demasiado tarde.
Así sea solo una simple aguja, esta tenía un veneno sumamente mortal en su punta, el cual Diego ya había experimentado y deseaba que eso no le ocurriera a Maidas, porque entonces perderían el combate.
La aguja rápidamente se acercaba a la cara de Maidas, no podía mover su espada para bloquear el golpe, porque su espada ya estaba atacando el dorso de Leila, y no podía mover su cuerpo, ya que sus pies no estaban tocando el suelo.
Y en ese momento…
La aguja había entrado en el cuerpo de Maidas…
Pero al mismo tiempo había detenido el ataque…
Leila se había quedado en shock por lo que había hecho Maidas.
Él había usado sus dientes para frenar el ataque de Leila, pero la aguja había entrado en su boca.
Afortunadamente para Maidas, la punta de la aguja no había tocado ninguna parte del interior de su boca, ni su paladar, ni su lengua, ni siquiera había tocado su saliva.
Él hizo un movimiento brusco con su cara la quitarle a aguja a Leila de las manos, para después escupir la aguja asegurándose de que la punta no tocase ninguna parte de su cuerpo.
Los pies de Maidas tocaron el suelo, y agarró impulso para dar el último golpe con su espada, dándole un corte muy grande en la cintura de Leila.
— ¡AHHHHAJAAAAAAAAAAAAAAAASHAAAAAAAAAAAAAA!
El grito de Leila resonó en lo que quedaba la mansión, las paredes temblaron por el grito, y la luna presenció sus últimos momentos de vida.
Se dorso desgarrado, sus intestinos cortados y sus músculos completamente desgarrados.
Eso era una muerte segura para ella.
Con sus dedos temblorosos agarró la hoja de la espada cortándose sus dedos, apretándola fuertemente para quitarla de su dorso cortado para empujarla hacia otro lado.
La mirada inexpresiva de Maidas no mostraba remordimiento por sus acciones.
Maidas sacudió su espada de una forma elegante para quitarle la sangre de encima, para luego ponerla en su vaina.
— ¿Entiendes? — Susurró Maidas mientras cerraba sus ojos.
Leila solo respondía con ruidos de dolor, mientras por instinto trataba de detener el sangrado que salía del corte.
— ¿Entiendes lo que es la muerte?… ¿Entiendes por lo que hiciste pasar a muchas personas inocentes?
— La muerte… Siempre la he comprendido… La muerte lo cambia todo, los que nacen con suerte aprecian su vida, pero los que no nacen con esa suerte, viven contando el tiempo hasta morir… Yo agilizo ese proceso… Y les evito el tiempo de espera.
— Tienes una mente muy enfermiza, tratas de justificar tus actos con palabras sin valor, no me equivocaba con los tuyos… Son personas enloquecidas por el poder.
— No estoy loca, solo que el mundo no me comprende, no comprende lo importante que es el renacimiento para ser feliz.
— Sin tanto crees en el renacimiento, entonces hazlo tú.
Maidas empujó a Leila al suelo, puso un pie sobre su estómago y volvió a desenvainar su espada para ponerla sobre su cuello, poniendo sus ojos fríos y curvando sus cejas.
— ¡Espera! — Gritó Diego quien se encontraba detrás de Maidas, observando todo lo ocurrido.
Maidas se detuvo con la voz de Diego y quito su espada del cuello de Leila.
— ¿Uhm? Por un momento olvidé que estabas aquí, ¿Qué quieres?
— ¿E-Ella está a punto de morir verdad?
— Se está desangrando, así que si, ¿Qué intentas hacer?
Diego se percató por última vez el tiempo que le quedaba, solo para observar sus últimos 60 segundos.
Él rápidamente se alteró un poco y levantó el cuchillo que tenía en su mano derecha.
Maidas se despistó un poco por la acción de Diego y llegó a pensar que quería pelear, pero las palabras de Diego lo aclararon todo.
— Por favor, déjame acabar con ella… Por favor.
— ¿Qué? ¿Por qué quieres hacer eso?
Diego llevó su mirada hacia el cuchillo que tenía entre las manos, pensó por unos pequeños segundos en que decir, en qué hacer, pero no podía pensar en nada ya que su cerebro estaba tan confundido como su alma, así que trato de improvisar algunas palabras.
— Yo… No quiero hacer esto, pero tengo que hacerlo, sin querer me vi involucrado en todo esto y solo estoy siguiendo órdenes, ¡Ahhg! ¿Qué mierda estoy diciendo?… El punto es que no quiero hacer esto, pero debo y no estoy seguro que lo que voy a hacer este bien.
Maidas notaba lo asustado y confundido que se encontraba Diego, sus palabras no eran muy complejas, pero retrataban sus emociones.
— Ella va a morir dentro de muy poco, no tengas compasión de ella, porque ella no lo tendría contigo, si no hubiésemos llegado tu posiblemente hubieses muerto de una forma muy horrible, así que, si quieres acabar con ella no hay problema.
Esas palabras de Maidas golpearon fuertemente el alma de Diego, no solo porque él lo haya salvado, sino porque Maidas le estaba dando la oportunidad de seguir adelante, le estaba dando la oportunidad de despejar sus dudas sobre y cumplir el objetivo impuesto por sus lentes, Maidas le estaba dando la oportunidad de salir de ese hueco oscuro.
— G-Gracias — Dijo Diego con un tono bajo mientras se acercaba a Leila.
Ella estaba tirada en el suelo, casi inconsciente por la pérdida de sangre, Diego al ver su rostro recordó la primera vez que la vio, recordó la primera vez que tuvieron una cálida conversación, recordó todas las veces en las que ella había sido amable, y recordó que todo eso era una farsa.
Levantó su cuchillo lo más alto que pudo, con sus ojos mirando directamente su rostro.
Con la luz de la luna llenando la habitación destruida, en una mansión hermosa donde en algún tiempo ocurrieron muchas muertes.
Diego apretó sus ojos y dejo caer su cuchillo con fuerza dejando escuchar un sonido desagradable…
Parte 2.
La tenue luz de la mañana aparecía desde los cimientos del mundo.
Unos pequeños golpes hacia una puerta de madera resonaron por la calle desolada.
Era un joven chico de camisa roja y pantalones jeans que cargaba una pequeña bolsita en su mano izquierda, él estaba parado frente a una casa con unas extrañas lunas pintabas en la pared de afuera.
Él chico siguió golpeando, pero nadie le respondía.
— ¿Hola? ¿Calíope está ahí?
Al instante de oír su nombre, Calíope abrió la puerta para jalar a Diego de la camisa y entrarlo hacia su casa a la fuerza.
— Oye trátame con cuidado que aún me duele la espalda.
— Dime que paso, ¿ganaron? ¿era una protectora del dragón? ¡Dime que paso!
— Oye tranquilízate, te voy a contar todo, solo déjame acomodarme.
— Bien pues, siéntate y cuéntamelo todo.
Diego se acercó a la barra de madera y se sentó en una de las tantas sillas de madera que habían dejado la pequeña bolsita en la barra.
Diego estiró sus extremidades y estiró sus músculos adoloridos, puso una tenue sonrisa al notar que su tiempo estaba en 19:31, definitivamente se sentía aliviado de descubrir lo que significaba el tiempo que estaba en sus lentes.
— Y bien, empieza a hablar — Dijo Calíope mientras se sentaba en la silla que estaba delante de Diego.
— Bueno déjame comenzar, primero lo primero, creo que no vi a tu hermano.
— ¡¿Cómo?¡
— Espera, tu hermano si fue, solo que no pude verlo, ahora que lo recuerdo Maidas me dijo que tu hermano estaba evacuando a las chicas que se encontraban en la mansión.
— ¿Maidas?… Creo que es el compañero de mi hermano, entonces si mi hermano evacuó a la gente, ¿Maidas se enfrentó a la protectora?
— Si, solo que se lo tomó muy a la ligera por eso casi muero, pero ganamos que es lo importante. Maidas realmente tenía todo bajo control, parece que tiene mucha habilidad en el combate, lo cual no voy a mentir me da un poco de envidia, pero bueno que se le va a ser.
— Y si ya conseguiste lo que querías con mi hermano entonces ¿Por qué volviste aquí?
— Diría que, porque te extrañe, pero realmente no tengo donde dormir y ahora eres la única persona en que confío.
— Así que básicamente planeas usarme como un medio donde puedas dormir y comer gratis.
— Si.
— Lárgate de mí local.
— Espera, espera no te precipites, nunca dije que no te pagaría.
— Oye no importa cuánto dinero me des, no vas a quedarte en mi lo…
Mientras Calíope estaba hablando, Diego había agarrado la bolsita que había dejado en la barra de madera y la abrió para sacar una brillante moneda de oro.
— …Cal, oye pensándolo bien, no me desagradaría tenerte aquí por una noche.
— ¡Jajaja! Sabía que esto te haría cambiar de opinión — Dijo Diego mientras extendía la moneda hacia Calíope.
— Si, si lo que sea, solo dame la moneda, pero será solo una noche.
— ¿En serio solo me alcanza para una noche? Creo que tal vez debería buscar otro lugar.
— ¡Dos! Y… La comida viene gratis.
— Eso está mejor, pero puedes omitir lo de la comida gratis, no es por ofender, pero digamos que tu fuerte no es cocinar.
— Oye yo cocino rico, que tú no tengas buen gusto para la comida no es mi problema — Dijo Calíope mientras cruzaba los brazos y ponía una expresión molesta.
— Ok, hablando de forma seria, ¿Por qué preparas esa comida? Si sigues cocinando eso pronto te quedaras sin clientes.
— Bueno, últimamente he estado teniendo problemas económicos y comprar esas semillas de alom me sale muy rentable comprar.
— Pero ¿Qué sentido tiene gastar dinero si nadie te va a comprar? Tendrías que arriesgarte y comprar algo más.
— Lo haría, pero… Y si no funciona, y si me arriesgo y lo pierdo todo, entonces ¿Qué me quedaría?
— No puedes vivir sin arriesgarte, sé que puede parecer aterrador el hecho de perderlo todo, pero entonces no estas viviendo.
— Aun si quiera hacerlo, tengo… Algo que me lo impide.
Diego suspiró al escuchar la respuesta de Calíope y vació todo el contenido de la bolsa en la barra de madera.
De la pequeña bolsa cayeron 9 monedas de oro que rodaron por la mesa.
Calíope al ver tal cantidad de dinero se quedó sin aliento y soltó un pequeño grito de emoción.
— Bueno, si tú no te arriesgas, entonces yo me arriesgaré por ambos ¿Te parece?
— ¿T-Tu harías eso por mí?
— Claro, como te dije, no tienes idea de lo mucho que me has ayudado, trabajé muy duro para conseguir estas monedas, así que trataré de aprovecharlas al máximo.
Diego hablaba puras mentiras ya que realmente se había encontrado esa bolsita en la mansión de Leila y se la robo porque no tenía nada de dinero en ese mundo.
Diego trataba de sacar una sonrisa para quedar como un buen tipo, mientras por dentro sabía lo que realmente había hecho y tenía mucha vergüenza de ello.
— Oye no tienes que hacer esto, no te estoy obligando — Dijo Calíope mientras se quedó mirando las monedas de oro en vez de a Diego.
— Tranquila, lo voy a hacer por mi propia cuenta, pero si te pediría que me dejes quedarme aquí… No tengo otro lugar a donde ir.
— mmm, no lo sé.
Calíope se quedó pensando las cosas por un momento mientras seguía viendo las monedas y por pequeños momentos miraba a Diego.
— Esta bien, pero no me estés molestando, no me hables cuando este molesta, no toques mis cosas, no incomodes a los clientes, tendrás que limpiar tu cuarto y no me preguntes cosas.
— Mejor pídeme que no respire.
— ¿Qué?
— Nada, no me hagas caso. Parece que tu sentido del humor es muy diferente al mío.
— Bueno volviendo a temas importantes, ¿Qué piensas comprar con ese dinero?
— Pues dime, ¿Existe la cerveza?
— Si, pero la venden en la región de la tierra, y eso queda un poco lejos.
— Pues si existe, entonces solo tenemos que ir a recogerla y venderla a un precio más alto para ganar dinero.
— ¿Me escuchaste? ¡Te dije que queda lejos de aquí!
— Tranquila, eso se resuelve con los carruajes, solo le encargamos que nos traiga cerveza y luego la vendemos, ¿fácil verdad?
— Has lo que quieras, son tus monedas después de todo.
Calíope se levantó del asiento y agarró todas las monedas que estaban en la mesa, para después irse a la cocina.
— ¿Qué estás haciendo? — Preguntó Diego con una cara de desconcierto.
— Guardando las monedas para que no te las gastes en otras cosas.
— Pero son mis monedas, tu dijiste eso.
— Eran tus monedas, solo que me estoy cobrando todo por adelantado.
Diego se quedó sin palabras ante la respuesta de Calíope, aunque en el fondo no le molestaba tanto que Calíope le hubiese quitado esas monedas, ya que al no ser consciente de su valor y al no habérselas ganado con su propio esfuerzo, esas monedas no le importaban mucho.
— Oye ven, encontré algo de comer aparte de las semillas de alom — Exclamó Calíope mientras estaba en la cocina.
— Ya voy, solo dame un momento.
Diego miró por unos segundos el tiempo que tenía en sus lentes, 19:23 era el tiempo que le quedaba para completar otro objetivo, pero no quiso saber cuál era, en ese momento Diego solo quería tomarse un respiro de sus ajetreadas desventuras — Leila… Creo que no voy a poder olvidar ese nombre, no supe lo que pasó después con Maidas y las sirvientas de la mansión, solo quiero que esa chica de cabello gris este bien, bueno que se le va a ser, solo espero que los siguientes retos no sean tan difíciles, no hay nada peor que matar a una persona ¿verdad?, pero de algo estoy seguro, van a ver muchos retos más, sino ¿Por qué seguiría teniendo tiempo en mis lentes?, bueno sea como sea esperaré lo mejor, después de todo este solo fue el primer reto — Pensó Diego mientras juntaba sus manos y abría sus ojos, sintiéndose gratificado por cumplir su objetivo y al mismo tiempo sintiéndose un poco mal por lo que le hizo a Leila…
Pero rápidamente desecho esos sentimientos para concentrarse en su presente, mirando con optimismo hacia el futuro que podría llegar a tener, pensando con optimismo sobre lo que le pasar a aquella sirvienta de cabello color gris, pensando sobre lo que le podría pasar a él ahora que tiene alguien más en quien confiar.
— Papá… Mamá, espero que me perdonen, pero quiero emprender este nuevo camino.
Así Diego se disponía a comenzar una nueva vida, hasta que el tiempo que llevaba en esos lentes marque cero…
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