Hasta que mi tiempo llegue a cero. - 08
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- 08 - El deseo de hablar hasta que su tiempo llegue a cero.
Parte 1.
— ¿Qu-Qué pasó? —Dijo Diego mientras dudaba sobre la llegada de la bestia.
Un escalofrió recorrió todo el cuerpo de Diego, mientras que confundido veía hacia todos lados, pero no había señal alguna de la bestia.
— Veo que el tiempo ya se acabó y esa bestia no ha llegado, lo cual me asegura que no debí confiar en ustedes… Creo que lo que sentí en ustedes no eran los dragones — Dijo el rey mientras entrelazaba sus manos y agachaba la mirada.
— Ahora como dijeron en nuestro acuerdo, me veo obligado a encerrarlos por un posible atentado y engaño hacia una región entera.
El rey se acercó hacia Mikael y agarró sus manos delicadamente para ponerlas en su espalda.
Zelmira no hizo ningún gesto de oposición ante lo que estaba haciendo el rey, pero…
— ¡Te dije algo malo te pasaría si nos mentías! — Exclamó Erick, quien se había acercado hacia Diego.
— Pero…
— Pero nada, ahora que dirás, que la bestia es invisible o algo así — Habló Erick con un tono brusco.
La mano de Erick se había posicionado sobre el cuello de Diego apretando su yugular y cortándole la respiración.
Esto tomó por sorpresa a todos, quienes sólo veían a la distancia con ojos de decepción a Diego.
— Es-pera… Yo… ¡Suel-tame! — Dijo Diego con dificultades al hablar por la falta de aire.
— Ya suéltalo, es inútil que le hagas algo — Habló Mikael quien los veía con ojos decepcionados.
Mikael, quien le había dado un voto de confianza a Diego, en esos momentos estaba completamente decepcionado.
— ¡¿Qué te pasa?! Él nos acaba de mentir, por su culpa seremos encerrados, ¡¿Por qué pareces tan tranquilo?! — Gritó Erick, quien seguía estrangulando a Diego.
Con poco oxígeno en sus pulmones y muy aturdido, Diego juntó conciencia para golpear a Erick en el estómago y hacer que lo suelte.
El puño de Diego golpeó directamente el estómago de Erick, quien por la impresión del golpe abrió la mano donde tenía ahorcado a Diego.
— ¡¿QUÉ LES PASA?! ¡¿Por qué no confían en mí?! ¡Yo si confiaría en ustedes si me dijeran lo mismo que yo! — Gritó Diego quien respiraba agotado para recuperar el aliento.
— Confiamos en ti, Confíe en ti y mira dónde estamos, por tu culpa ahora seremos arrestados, me jugué mi libertad por ti, un completo desconocido y aun así ¿dices que no confié en ti? — Dijo Mikael quien cambiaba su mirada decepcionada por una un poco molesta.
La mente de Diego simplemente colapsó en confusión, no entendía porque “eso” no había pasado.
— Pero yo… Ustedes… Por favor créanme — Dijo Diego con unas pequeñas lágrimas en sus ojos.
Pero esas lágrimas no eran de tristeza ni de felicidad, más bien eran lágrimas de impotencia porque nadie le creía.
Intentó excusar todo con un simple “Créanme” Pero nadie de los que estaban ahí presente quería volver a creen en él.
Con impotencia y confusión Diego lanzó un golpe al aire y bajó por las escaleras desesperado.
— ¡¿Qué crees que estás haciendo maldito?! ¡Eres tan cobarde que huyes de lo que tú mismo ocasionaste! — Gritó Erick mientras intentó ir detrás de Diego, pero fue detenido por la mano del rey.
— Detente, no vayas detrás de él, no llegará muy lejos — Dijo el rey mientras chasqueaba los dedos y apunaba hacia Diego.
Al instante de hacer eso, todos los guardias que se encontraban en la montaña bajaron rápidamente para perseguir a Diego, quien bajada desesperadamente por las escaleras.
Diego llegó al suelo y comenzó a correr hacia la salida de la región, al a par que se repetía en su mente “¿Por qué?”
Él no sabía porque esa bestia no había llegado, no sabía porque su tiempo aún seguía bajando, ya que si no hay amenaza no hay región que proteger.
Diego comenzó a preguntarse tantas cosas, que hasta él mismo comenzó a dudar de sus palabras.
Al voltear ligeramente la mirada hacia atrás pudo ver como más de 30 guardias con armaduras lo estaban persiguiendo, pero ninguno le estaba disparando con las ballestas.
La gente de la región desalojó las calles por el miedo a ser lastimados y solo algunos veían a la distancia como perseguían a Diego.
Él estaba tan desesperado en correr que por alguna razón ninguno de los guardias logró alcanzarlo, hasta que un guardia le disparó una flecha hacia su pierna.
La flecha rosó la pierna de Diego, pero se incrustó en ella, pero el simple acto de dispararle una flecha a Diego desató a los demás, hasta que en un parpadeo cientos de flechas se dispararon hacia las Diego las cuales seguramente lo matarían.
Diego solo escuchó las flechas a la distancia acercándose hacia su cuerpo, sabía que no saldría de esto, tenía miedo de sentir todo ese dolor en su cuerpo, y en un último intento de escapar de esa realidad apuñuscó sus ojos para no sentir tanto dolor…
Pero no sintió nada.
Ninguna flecha había tocado su cuerpo de hecho, ni siquiera se encontraba dentro de la región.
Diego abrió desesperadamente sus ojos solo para ver a Mikael delante de él.
Mikael parecía agotado y exhausto, con su cara roja y con su cabello despeinado, Diego no entendía nada de lo que estaba pasando, al ver un poco más con detalle a Mikael pudo ver que sus manos se encontraban totalmente destruidas, sus nudillos destrozados y la piel de sus manos desgarradas.
— ¿Qu-Que pasó? ¿Qué les pasó a tus manos? — Dijo Diego mientras se intentaba acercar a Mikael para ayudarlo.
Pero lo único que recibió Diego de Mikael fue una fuerte patada en el abdomen.
— ¡Eso no es asunto tuyo! Ahora… ¡Lárgate de aquí! No arriesgué mi vida para que murieras aquí — Exclamó Mikael mientras veía directamente a los ojos confundidos de Diego.
— ¿Por…qué? — Preguntó Diego con poco aliento por la patada de Mikael.
— ¡Porque no voy a dejar que alguien muera si tengo la oportunidad de salvarlo! ¡ASÍ QUE LARGATE! — Gritó Mikael para despedir a Diego con un amargo sabor de boca.
Diego quien tenía sus manos en su estómago, miró momentáneamente a Mikael alejándose.
Pero no le dio importancia y se fue corriendo hasta que se encontró con un carruaje hecho de madera.
Diego desesperadamente le habló al conductor el cual era un hombre joven de cabello azul oscuro con un uniforme morado con tonos negros.
El conductor en un inicio se negó, pero al ver la desesperación en los ojos de Diego se compadeció y decidido llevarlo.
Diego subió al carruaje y el conductor lo supo en marcha con sus caballos.
— ¿Qué está pasando? — Se preguntaba Diego mentalmente y con angustias miro hacia atrás, pero solo vio la región del fuego intacta.
Rápidamente miró una vez más hacia su temporizador y vio que marcaba 5:51.
Definitivamente el tiempo ya se había pasado, pero esa bestia no llegó.
Incluso en estos momentos, Diego aun recordaba profundamente los sentimientos del pasado.
Podía sentir las sensaciones, las palabras y las acciones de los demás, cada cosa que pensaba le hacia un cosquilleo amargo en su cerebro para luego desvanecerse lentamente.
— Ahora… ¿Qué tengo que hacer? — Dijo Diego con un tono melancólico por su confusión y su miedo.
Mientras Diego se perdía en su confusión, un movimiento que no eran los trotes del caballo lo tomó por sorpresa.
Solo pasaron unos segundos para que el grito del conducto asordara los oídos de Diego.
Y al voltear hacia atrás entendió el motivo de su grito, pues que tanto había asustado al conductor era una bestia gigantesca del tamaño de las montañas sobre las que estaba recostado.
Diego simplemente no sabía qué hacer.
La bestia apoyó todo su peso sobre la montaña e hizo que ésta se derrumbara por completo y callera sobre la región.
A la lejanía se podía oír los tenues gritos de los pobladores pidiendo ayuda.
El conductor del carruaje se bajó de su asiento para intentar correr hacia la región, pero fue detenido por Diego quien se había bajado del carruaje.
— ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Si vas hacia la región morirás! — Gritó Diego mientras detenía al desesperado conductor con su propio cuerpo.
— ¡¿Qué haces?! ¡Suéltame! ¡Todas mis cosas están ahí! ¡Suéltame, quítate del camino! — Gritó el conductor con un tono desesperado.
— ¡Ya basta! ¡No ves que solo quiero salvarte! — Exclamó Diego mientras hacía fuerza para meter al conductor en el asiento de adelante.
— ¡¡SOLO QUIERES SALVARTE A TI MISMO!! ¡Vi cómo ese hico de ropa blanca te dio un golpe en el estómago para que te fueras y ni siquiera hiciste algo para hacer que venga contigo! ¡¿Y yo?! ¡Yo solo soy un desconocido para ti, no tienes razón para salvarme, solo lo haces para que conduzca el carruaje y te salves! — Gritó el conductor mientras golpeaba a Diego en la espalda para que lo suelte.
— Yo no…
— ¡Si quisieras salvarme me hubieras noqueado y llevado hacia un lugar seguro! ¡Pero me sigues arrastrando hacia el asiento de conductor para que escapes!
— Por favor… ¡CONDUCE! — Gritó Diego con todas sus fuerzas.
— Mis amigos… Mis cosas… Mi vida entera se está destruyendo, así que déjame hacer algo al respecto — Habló el conductor mientras veía con lágrimas en sus ojos como la bestia aplastaba y destruía la región.
— Por favor no vayas, por favor conduce… Por favor sálvanos… Sálvame — Dijo Diego mientras apartaba sus manos del conductor de cabello azul oscuro.
El joven de conductor cayó de rodillas contra el piso de tierra, con lágrimas en sus ojos azules mientras veía como toda su vida estaba siendo destruida.
Diego colocó su mano sobre el hombro del conductor y con lágrimas de miedo en sus ojos le dijo.
— Por favor ayúdame a salir… Eres mi única esperanza.
Parte 2.
Los trotes del caballo calmaban un poco a Diego, lo cual le hacía saber que aún se acercaban a la región central, Diego discretamente miró hacia el conductor que se encontraba delante.
El silencio melancólico del conductor hacía sentir culpable a Diego por todo, en ese momento Diego se sentía la peor escoria del mundo, no solo por la posible muerte de Mikael, Erick y Zelmira, sino también por la muerte de todos los conocidos del conductor al cual él negó volver a la región del fuego.
Ambos se sentían destruidos de formas diferentes, pero con el mismo dolor emocional.
Con la mirada en el piso del carruaje, Diego llevó sus manos hacia sus lentes, solo para ver que su tiempo marcaba 1:52, después de ver su tiempo colocó sus dedos sobre sus lentes y delicadamente se los quitó.
Al instante en el que hizo eso, todos sus pelos se pusieron de punta, sus pulmones débilmente se oprimieron haciendo que se le sea imposible respirar, por unos pocos segundos Diego perdió el conocimiento, pero rápidamente lo recuperó y lo primero que hizo fue leer el mensaje que había en los cristales de los lentes.
Solo leyó lo mismo que la vez anterior, pero en esta ocasión ya no había región que salvar, así que en ese momento Diego dio esta oportunidad como desperdiciada.
Mientras su mente solo podía formular pensamientos negativos, repentinamente una vaga idea llegó a su cerebro.
— Yo… ¿Nosotros tenemos alguna relación con los dragones? — Pensó Diego mientras miraba la palma de su mano.
— ¿Qué fue lo que sintió el rey en nosotros? Porque definitivamente no fueron los dragones, tal vez sintió eso en nosotros porque no somos de este mundo… Debe ser eso, porque lo poco que se de los dragones esta relacionado con… Leila, y definitivamente ya no quiero tener alguna relación con ella — Pensaba Diego mientras miraba hacia los costados del carruaje y veía los árboles que se mecían por el aire.
Diego por momentos miraba hacia el conductor de cabello azul oscuro y pensaba en disculparse con él, pero al mismo tiempo se sentía avergonzado por hacer eso.
— ¿Por qué tengo tanto miedo de hablarle? Solo dile que lo sientes y ya está… Un lo siento no arreglará nada de esto, pensándolo bien ¿Qué pasa después de que regresó en el tiempo? ¿Las cosas seguirán su rumbo o todo se desvanecerá?… Creo que no es momento para estar pensando en eso, ahora lo más sensato sería pensar en otra forma de salvar a la región y a los pobladores, ya sé que ya no puedo avisarle al rey, porque si hago eso la bestia retrasará su ataque, pero si tampoco les advierto nosotros cuatro no podremos hacer mucho… Ya sé, Maidas, él nos ayudará igual que la vez pasada, solo tengo que explicarle bien y él se encargará de la bestia, solo tengo que explicarle todo y de seguro que él comprenderá — Por unos segundos los ojos de Diego brillaron resaltando otra idea para salvarlos a todos.
Él infló su pecho y formó una leve sonrisa, pensando que ya tenía todo resuelto, volviendo a pecar de tomar todo por hecho y aun así sabiendo que su plan podía fallar nuevamente, pero simplemente confió en que todo saliese como lo tenía en su mente.
Con un poco más de esperanza él esperó la llegada hacia su destino.
Parte 3.
Diego se bajó del carruaje al ver que este se había detenido, lo primero que hizo al bajarse fue mirar al conductor el cual parecía destruido internamente, son la mirada caída y con sus ojos a punto de llorar, Diego metió su mano en su bolsillo para sacar cinco monedas de plata.
El conductor ni siquiera reaccionó hacia la acción de Diego, ni una palabra, ni una mirada.
— A-Amigo, creo que te debería dar esto — Dijo Diego mientras extendía las monedas hacia el conductor.
Sin absolutamente nada que decir, el conductor siguió su camino sin recibir las monedas.
— …Lo siento… — Se dijo Diego internamente mientras ponía una cara culpable que despedía al conductor.
Diego se quedó un momento viendo como el carruaje se alejaba a la distancia, para luego dirigirse hacia la región central la cual estaba a solo unos pasos de él.
Al llegar Diego se encontró con el paradero de carruajes el cual estaba casi vacío excepto por un carruaje un poco viejo.
Diego no le dio importancia a eso y se dirigió al corazón de la región donde se encontraba el local de Calíope.
Al pasar por las calles totalmente vacías, Diego sintió una pequeña ansiedad y comenzó a tronarse los dedos, y así siguió caminando por las calles vacías hasta que llegó al parque verdoso con aquella estatua con un hombre extraño hecho de metal.
Diego encontró el local de Calíope y se acercó hacia la puerta de madera, la tocó delicadamente y dio unos cuantos golpes, pero nadie le respondió así que nuevamente golpeó la puerta, pero esta vez un poco más fuerte.
El picaporte de la puerta crujió haciendo que la puerta se abriese un poco.
Diego la empujó hacia adentro y entró.
— Vaya, solo te fuiste por un día, pensé que demorarías más, bueno como sea, ¿Dónde está el otro tipo? Ese que tenía algo en la cabeza que le tapaba los oídos — Dijo una chica de cabello castaño con brillantes ojos ámbar que vestía con una polera manga larga de color negro y unas medias negras.
— Hola, llegué un poco más temprano de lo que tenía planeado, solo que… pasó un inconveniente que me hizo volver — Le respondió Diego a esa chica que lo estaba esperando dentro del lugar.
— Bueno, si estas cansado lávate la cara que aún no quiero que te duermas, aún pueden llegar clientes y necesito que los atiendas — Dijo Calíope mientras se volteaba hacia la cocina.
— Si… Aun no es momento de dormir, solo que me siento un poco más cansado de lo usual — Respondió Diego, quien se frotaba su cuello y veía todo el lugar como si fuese un desconocido.
Levó su mirada para ver su tiempo y se alivió al ver que sólo le faltaban 20 minutos para que todo esto acabe, pero internamente no sabía si se sentía aliviado o triste por dejar todo esto atrás.
Calíope salió de la cocina con una botella de alcohol y un vaso pequeño, se sentó en una de las sillas de madera que rodeaban una barra de madera e hizo una señal a Diego para que él también se siente frente a ella.
Diego confundido aceptó la petición de Calíope y se sentó delante de ella.
— Bien, dime ¿Qué tienes? — Preguntó Calíope mientras vertía un poco de alcohol en el vaso.
— No quiero mucho, en estos momentos no quiero tomar demasiado — Dijo Diego mientras ponía su mano sobre el vaso.
— ¿Acaso dije que este vaso era para ti? Yo te dije que me dijeras lo que tienes, porque se nota mucho que no estás bien — Dijo Calíope mientras agarraba el vaso y se lo llevaba hacia sus labios.
— Yo… No lo sé, sólo me siento un poco mal — Dijo Diego mientras ponía su mano sobre su mejilla.
— Se que no me vas a decir lo que te tiene mal, pero al menos dime ¿cómo te sientes realmente? — Preguntó Calíope mientras dejaba reposar el vaso sobre la barra de madera y llevaba sus ojos directamente hacia los de Diego.
— Ya te dije que no tengo nada, estoy bien solo un poco cansado — Respondió Diego mientras trataba de apartar su mirada.
— Yo sé que es muy difícil… Hablo de sentirse solo y confundido, y no es nada fácil sentirse mejor, pero por algo se empieza, así que no tengas miedo y dime que tienes — Habló Calíope mientras que sonreía levemente.
Diego en ese momento se negó a hablar, porque sabía que Calíope no lo comprendería, se negó tanto como pudo, pero también sabía que Calíope era muy insistente, así que se paró de su asiento y se alejó un poco de ella.
— ¿Qué pasó? ¿A dónde vas? — Preguntó Calíope quien también se había levantado de su asiento.
— Me voy a otra parte, realmente no quiero hablar de lo que me pasa — Respondió Diego mientras se acercaba hacia la puerta de madera.
Calíope rodeó la barra de madera y se acercó a Diego para evitar que se vaya.
— No te pongas así, no creo que sea tan grave lo que te pasa para ponerte molesto — Dijo Calíope…
Esas simples e insignificantes palabras hicieron explotar las emociones de Diego, su corazón reaccionó ante las palabras de Calíope haciendo que este latiera más rápido y haciendo que Diego actúe de forma impulsiva.
— … ¿Dices que todo lo que pasó no es tan grave?…
La mente de Diego fue retenida hacia la oscuridad de la desesperación que tanto quería ocultar, dejando salir su frustración, su miedo y su impotencia.
Diego volteó a ver a Calíope quien tenía una mirada un poco preocupada que demostraba el interés por el problema de Diego.
Por alguna razón la mirada un tanto compasiva de Calíope molestaba mucho a Diego.
— … ¿Crees comprender por lo que estoy pasando?… — Habló Diego mientras fruncia el ceño y comenzaba a poner un tono de voz más frustrado.
— No te comprendo por qué no me dices lo que te sucede, sólo trato de ayudarte.
— ¡¿Ayudarme en qué?! ¡Nada de lo que hagas me ayudará! — Gritó Diego mientras formaba un puño lleno de frustración, presionando sus uñas contra su piel con furia.
— ¡¿Qué rayos te pasa?!
— ¡¿Quieres saber lo que realmente me pasa?! — Gritó Diego haciendo fuerza con su garganta para que esta no se quebrante en llanto.
— …Si
— ¡Lo que realmente me pasa es…! — Diego apretó sus ojos los cuales estaban un poco rojos y a punto de llorar por la ira gritó.
— ¡LO QUE REALMENTE ME PASA ES QUE PUEDO REGRESAR EN EL TIEMPO, NO SE COMO Y NO SE PORQUE, PERO TUVE QUE SOPORTAR EL DOLOR DE CASI MORIR, EL DOLOR DE SER HERIDO EN MAS DE UNA VEZ, ¡ESTOY CARGANDO CON EL MIEDO DE MORIR Y VER MORIR A LAS PERSONAS QUE CONOZCO! ¡DE SENTIRME COMO ESCORIA AL SER TAN EGOISTA Y NO PENSAR EN LAS CONSECUENCIAS QUE PUEDO OCASIONARLE A LOS DEMAS!… Eso es lo que me pasa.
La voz de Diego se quebró por momentos y unas pequeñas lagrimas cayeron por sus mejillas.
Y Calíope… Ella solo estaba ahí parada sin decir nada y con una cara extremadamente confundida, Diego esperó unos segundos a su respuesta, pero ella no decía nada.
— Diego…
Él apartó la mirada y cerró sus párpados para dejar de ver el rostro confundido de Calíope.
— ¿Qué fue lo que dijiste?… No pude oírte…
Las palabras de Calíope dejaron a Diego anonadado, no se esperaba esa respuesta en lo absoluto, su cerebro no comprendía ni procesaba las simples palabras de Calíope.
Entre su confusión, su ira salió a la luz.
Agarró sus lentes y los tiró al suelo por el enojo.
En ese mismo instante sintió como su cerebro fuese atravesado por una aguja repetidas veces.
Diego se desplomó al suelo y cayó mareado, Calíope se acercó a levantarlo, pero Diego la ignoró y agarró rápidamente sus lentes, los cuales se habían agrietado un poco en los cristales.
Se los colocó nuevamente y con una mirada molesta miró hacia los ojos de Calíope, la cual seguía confundida por lo que había pasado.
— ¡DÉJEME EN PAZ!… Por favor, sólo quiero estar solo — La voz melancólica de Diego fue lo único que salió de él.
Diego puso su mano sobre el picaporte y abrió la puerta de madera, con un poco de tristeza y molestia Diego se disponía a esperar el poco tiempo que le quedaba en otro lugar… Totalmente solo.
Al salir cerró la puerta con delicadeza para luego apretar sus dientes y morderse el labio inferior.
Por más molesto que estuviese no podía entender lo que Calíope le había dicho.
— ¿Por qué no pudiste escucharme? ¿Tal vez no puedo decirle a nadie que puedo volver en el tiempo?… Eso sería lógico — Pensó Diego mientras se calmaba un poco.
Se sentó en el piso y se recostó contra la puerta, inclinó su cabeza hacia arriba y respiró hondo mientras cerraba los ojos y esperaba a regresar por tercera vez al mismo punto.
Por un momento deseó volver a entrar y hablar con Calíope de nuevo, pero el poco tiempo que le quedaba hacia su deseo sea imposible.
En su mente deseó poder hablar con alguien sobre lo que le pasaba, deseó que hubiese alguien que lo comprendiera aunque sea un poco o que simplemente lo apoyara ciegamente… Diego deseó hablar y soltar todo lo que tenía guardado.
Lo deseó repetidas veces en su cerebro, hasta que algo más llamó su atención, la voz de Calíope a través de la puerta llamó la atención de Diego.
— Solo trataba de ayudarlo, ¿Por qué rayos reaccionó de esa manera? No dije nada malo… ¿O si lo hice? — Oyó Diego detrás de la puerta cerrada.
— Lo siento, pero me di cuenta que no puedo hablarle a nadie de esto… A nadie — Habló Diego para sí mismo mientras se ponía las manos sobre la cara y los recordaba a ellos.
Desde siempre Diego sabía encariñarse rápido de las personas, pero también era alguien muy vengativo y resentido, y ahora mismo no sabía que sentir hacia aquellas personas que en un inicio él se había confiado y ahora lo odiaban y repudiaban.
Pero repentinamente comenzó a sentir algo extraño en su realidad, se sentía extraño el hecho de sentir el tacto del piso, el hecho de pensar o siquiera respirar se sentía muy extraño para Diego.
Ahora mismo el tiempo de Diego había llegado a cero.
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