Hasta que mi tiempo llegue a cero. - 09
Parte 1.
Confundido por su realidad, Diego ladeó su cabeza un poco mareada sólo para oír una conversación entre dos personas.
— Así que volviste, y ahora con otro más — Habló Mikael.
— Hola Mikael, pensé que te haría gracia verme de nuevo — Dijo Erick mientras forzaba una sonrisa y se acomodaba su capucha que se encontraba sobre su cabeza.
— Me sentí en paz cuando te fuiste — Dijo Mikael con un tono atorrante.
— Eso no fue muy chistoso de tu parte — Le respondió Erick.
— ¿Chistoso? — Diego repitió la palabra de Erick mientras volteaba a verlo.
— ¿Qué dijiste? Es que tienes una cara de tarado y eso me hace difícil comprenderte — Dijo Erick en forma de broma.
Pero actualmente Diego no estaba aparente para alguna broma… Y más de la persona que hace unas horas intentó estrangularlo.
Así que formó un puño y sin pensarlo por un segundo Diego lanzó un puñetazo a Erick en la cara.
Erick recibió todo el impacto del golpe, haciendo que su capucha caiga de su cabeza y su nariz bote un poco de sangre.
— ¡¿Qué mierda te pasa?! ¡Solo era una broma, no era para tanto! — Gritó Erick al a par que empujaba a Diego para que se alejara de él.
La mente de Diego estaba a punto de explotar en ira, pero un toque en su hombro lo calmó un poco.
Al voltear su mirada molesta para ver quién era la persona que le tocaba el hombro notó que era Mikael.
La mirada molesta de Diego se suavizó al mirar el rostro de Mikael, Diego colocó su mano sobre la mano de Mikael y recordó lo destruida y ensangrentada que estaba la mano de Mikael hace unas horas atrás.
La mirada inexpresiva de Mikael poco a poco se fue tornando en una un poco desconcertada.
— ¿Por qué hiciste eso? Sólo fue una broma de muy mal gusto, admito que a mí también me molestan esas bromas, pero no es correcto reaccionar de esa forma — Habló Mikael mientras retiraba su mano del hombro de Diego.
— ¡Idiota, sólo era una broma!… ¡Gracias a mí pudiste completar tu objetivo y así me lo agradeces! — Gritó Erick con una voz molesta.
— ¡¿Qué está pasando aquí?! — Grito una voz rasposa y gruesa.
Esa voz llamó la atención de todos los presentes, y a quien le pertenecía era un hombre de una gran estatura, que tenía un plato con una carne cocinada en su mano derecha, el hombre estaba vestido con una ropa gris que cubría casi todo su cuerpo, sus cejas y cabello también era gris, sus ojos azules oscuros parecían molestos mientras miraba hacia esos tres.
— ¡¿Por qué rayos están gritando en mi tienda?! ¡Más vale que cierren la boca antes de que los bote a patadas! — Gritó el hombre de atuendo gris, quien además tenía un delantal blanco color hueso que cubría su abdomen y hasta la mitad de sus piernas.
— ¿Tú?… ¡¿Qué rayos haces aquí?! ¡¿Acaso vienes a robarme algo más o ya te aburriste?! — Gritó nuevamente el hombre mientras apuntaba con sus gruesos dedos hacia Erick.
— Hazard… Que gusto verte… ¿Quieres, quieres, quieres algo? — Dijo Erick mientras repetía algunas palabras por los nervios.
— ¡Maldito ladrón, como tienes el descaro de volver así de tranquilo a mi tienda! — Gritó el hombre llamado Hazard mientras se acercaba a Erick con intenciones agresivas.
Diego se interpuso entre Hazard y Erick solo para agarrar el trozo de carne que tenía Hazard en el plato.
A Hazard parecía no importarle mucho, solo quería ir a por Erick, quien se alejaba por el miedo que imponía Hazard.
Erick fue levantado del suelo por las manos de Hazard, pero antes de que haga algo fue detenido por Mikael y Zelmira quienes distrajeron al gran hombre por detrás.
Pero para todo esto, Diego ya se había retirado del lugar sin importarle nada.
Mientras caminaba por el lado de las personas, él notaba algunos rostros de sus intentos anteriores, pero nadie lo notaba a él, aunque fuese un chico con una vestimenta distinta a los demás, con una carne en sus manos y con un extraño adorno en su cara… Simplemente no le importaba a nadie.
Pero entre tantas personas que no lo tomaban en cuenta, algo llegó a los odios de Diego que llamó toda su atención.
Una especie de ladrido que iba dirigido hacia él.
Diego volteó la cabeza para ver un lobo blanco con ojos negros que le ladraba a él.
Diego entendió que realmente le estaba ladrando a la carne que tenía en su mano, Diego realmente tenía hambre ya que no había comido mucho ese día, además se sentía casado mentalmente por todo lo que había vivido…
— Parece que tú la mereces más que yo ¿Verdad pequeño? — Dijo Diego mientras se agachaba y dejaba el trozo de carne en el suelo.
El lobo de pelaje blanco miró con duda a Diego, para después acercarse a la carne que se encontraba en el suelo, la agarró con sus dientes y con vigor comenzó a masticar el trozo de carne.
Diego se quedó observándolo desde lejos mientras se preguntaba si ese pequeño lobo sufría el mismo destino que las personas de la región o simplemente huía.
Sin ninguna razón, Diego llevó lentamente su mano limpia hacia la cabeza del lobo para acariciarla, pero el lobo al percatarse de esto comenzó a gruñir.
Diego rápidamente alejó su mano por miedo a que el lobo lo muerda.
— Tengo miedo a que me muerda un lobo y ¿Así quiero enfrentarme a una bestia gigante? — Pensó Diego mientras miraba su mano la cual estaba un poco manchada por los jugos de la carne.
Diego dio un gran respiro y acercó su mano llena del jugo de la carne hacia el lobo.
El lobo después de terminar de devorar su carne se quedó mirando la mano que Diego le extendía.
Llevó su hocico hacia la mano de Diego, abrió su boca y sacó su lengua rojiza.
Diego apartó la mirada por el miedo, pero solo sintió una gentil lengua que limpiaba su mano.
Al mirar hacia el lobo, pudo ver como el animal estaba lamiendo su mano llena de jugos de la carne, Diego se relajó porque supo que el lobo ya no lo mordería, así que nuevamente llevó su mano hacia la cabeza del lobo.
Gentilmente puso su mano limpia sobre el pelaje blanco del lobo, frotándolo con delicadeza haciendo que el lobo se tranquilice.
— Quiero salvarte… Quiero salvarlos… Pero no sé cómo hacerlo — Pensaba Diego mientras acariciaba la cabeza del lobo blanco.
El lobo terminó de lamer la mano de Diego para luego levantar su hocico y moverlo de forma tierna.
— Ya le pedí ayuda a la mayor autoridad de esta región, y si aun así la ciudad fue devastada, ¿Qué más puedo hacer?… Aun no le he pedido ayuda a alguien que no está en esta región… Maidas, quizás él pueda hacer algo, me siento mal por pedirle ayuda nuevamente, pero es una urgencia — Pensó Diego mientras retiraba su mano de la cabeza del lobo.
— Si Maidas no puede hacer nada… Ya no me quedarán esperanzas.
Diego miró hacia la puerta de la región del fuego, respiró profundamente y comenzó a caminar hacia ella, con el miedo de encontrarse a una persona.
— ¿Ese conductor estará aquí? Debería disculparme con él, supongo que lo haré para sentirme un poco mejor conmigo mismo.
Diego miró una última vez a ese lobo blanco y le prometió que lo iba a salvar, le prometió que los salvaría a todos.
Y así Diego recuperó su esperanza por una última vez, deseando con todas sus fuerzas que esta vez sea la última que la pierda.
Parte 2.
Diego había salido de la región del fuego, acompañado por un conductor de carruaje de cabello azul oscuro, quien conducía un poco confundido, ya que Diego por alguna extraña razón le había pedido disculpas con arrepentimiento.
Después de eso, todo el viaje fue relativamente tranquilo, aunque “tranquilo” no es igual a cómodo, ya que desde que Diego le pidiera disculpas al conductor hubo una tensión incómoda entre ambos.
Así que decidieron no dirigirse la palabra el resto del viaje.
Al llegar a la región central, Diego se bajó del carruaje despidiéndose amablemente del conductor, y dándole cinco monedas de plata que tenía en su bolsillo.
Diego entró corriendo a la región central, pasando por el gran parque y llegando a donde se encontraba Calíope.
Diego tocó su puerta esperando a que ella le abriera, pero nadie le abrió, Diego siguió insistiendo hasta que escuchó un crujido en la puerta.
La cerradura se abrió y Calíope salió a recibirlo con una mirada indiferente, Diego por unos segundos llegó a dudar sobre si Calíope llegaba a recordar lo que pasó la vez anterior.
— ¿Qué pasó? Sólo te demoraste un día, pensé que te demorarías más — Habló Calíope mientras abría la puerta para que Diego pasara.
— Lo siento, no voy a entrar, de hecho, sólo vengo rápido para preguntarte algo — Dijo Diego mientras rechazaba la oferta de Calíope de entrar.
— ¿Ahora para que me necesitas? — Dijo Calíope mientras cruzaba los brazos y se recostaba contra la puerta.
— Se que voy a sonar muy molesto pidiéndote esto devuelta, pero… Necesito saber ¿Dónde puedo encontrar a Maidas y a tú hermano?
—… ¿Para qué? ¿Tienes otro problema que requieran a los guardias de la región? — Preguntó Calíope.
— ¡Si! Los necesito para que ayuden a las personas de la región de fuego, hubo un problema y requiero de su ayuda una vez más — Le respondió Diego mientras sonreía de emoción.
— Mmm… Para la región del fuego… No sé si está permitido ayudar a las personas que no están en la región, además creo que Maidas y mi hermano están ocupados resolviendo asuntos pendientes que quedaron al ayudarte con esa protectora del dragón — Dijo Calíope mientras tocaba suavemente su mentón.
— … Leila… ¿Ellos están ocupados con el incidente de Leila? Pero… ¿Hay más guardias en esta región? — Los labios de Diego temblaron un poco al mencionar ese nombre mientras que formaba un puño por la preocupación.
— Ellos están buscando algo que estaba relacionado con Leila, pero no me dijeron bien que era — Respondió Calíope.
— ¡¿Por qué justo ahora se tuvieron que largar y dejarme?! — Gritó Diego mientras apretaba con intensidad su puño.
— De hecho, se fueron hace 2 días, pero aún no vuelven…
— ¡¿Entonces por qué me dices esto recién?! ¡Debiste decírmelo antes, entonces así!… Yo no tendría… Que desperdiciar esta oportunidad.
— Oye, no te dije nada porque nunca me preguntaste, además ¿De qué oportunidad hablas? — Preguntó Calíope con tono espero por la actitud de Diego.
— Olvídalo… Se que no me escucharías — Respondió Diego mientras se alejaba de la puerta de Calíope.
— Te escucharía si me lo dijeras.
— No… Literalmente no me escucharías — Esas fueron las últimas palabras que dijo Diego hacia Calíope.
En esta oportunidad, eso era lo unció que Diego le quería responder a ella.
En ese momento Diego perdió el rumbo y no supo que hacer, él ya no sabía a quién más pedirle ayuda.
Diego en esos momentos sólo era un alma confundida que vagaba por una ciudad desierta de gente.
Pasó por el gigantesco parque y llegó hacia la estación de carruajes, donde sólo se encontraba un carruaje viejo y un poco roto.
Diego recordó que en la vez anterior ese carruaje no tenía ni caballo ni conductor, pero en esta ocasión si tenía un caballo negro y un conductor con una gran barba con algunas canas lo cual reflejaba su avanzada edad.
Diego analizó lo que quería hacer en estos momentos, no sabía si quedarse y esperar a que su tiempo se acabe o volver y tratar de hacer algo más en la región del fuego.
— Yo prometí que te salvaría… Soy tan débil que no puedo cumplir una promesa con un perro no evolucionado — Hablaba Diego para sí mismo mientras metía la mano a su bolsillo.
— Aunque este intento ya no tenga valor, quiero salvar a ese lobo, es lo menos que puedo hacer.
Diego sacó su celular y se acercó hacia el conductor de ese carruaje viejo y malogrado.
Cayendo el atardecer con un color anaranjado en el cielo que se mesclaba con el celeste de la mañana, con esos colores bañándolos en su resplandor, Diego se dispuso a ofrecer su celular para que ese conductor lo llevase nuevamente a la región del fuego.
Parte 3.
Ya habían pasado 3 horas desde la partida de la región central.
El conductor de avanzada edad parecía cansado, por momentos sus párpados se cerraban y bostezaba frecuentemente.
Diego se estaba dando cuenta de esto, aunque él no tuviese mucho sueño, sentía cansancio mental y estrés por no saber cómo resolver el problema que se le había presentado.
Así que aprovechó esto para decirle al conductor que tomen un descanso para dormir y reponer energías.
El conductor alegremente aceptó, así que se detuvieron cerca de un árbol de hojas amarillas, el conductor estacionó su carruaje bajo el árbol por si cállese la lluvia.
Diego se bajó y se recostó en el árbol de cabeza rubia que mecía sus hojas en el leve viento.
El decrepito conductor desamarró al caballo e hizo que se acostara en el suelo.
Diego inconscientemente miró el tiempo que le quedaba y notó que le quedaban 13:38.
Diego suspiró al ver esto e inocentemente pensó que aún tenía tiempo de hacerle frente a aquella bestia… Pero rápidamente desechó esa idea.
— ¿Vas a tu hogar o sólo vas de visita? — Preguntó el conductor mientras jugaba con su barba.
— Yo sólo… Voy a ver a unos amigos, ellos se encuentran en la región del fuego y quiero ir a verlos… Antes de que me vaya — Respondió Diego mientras se acomodaba los lentes.
— Y ¿Esa es la razón por la cual están tan desesperado?
— ¿Desesperado? ¿A qué se refiere? — Preguntó Diego.
— Pues me pagaste con ese extraño objeto… ¿Celucar dijiste que se llamaba? bueno, el punto es que me pagaste con lo único que tenías, además tenías una cara angustiada cuando me pediste que te llevara — Respondió el conductor mientras se recostaba con cuidado sobre el tronco del árbol.
— Puede que esté desesperado porque me iré pronto y realmente quería verlos.
— Sabes, en todos mis años conduciendo mi carruaje nunca vi a alguien con ese tipo de ropa que cargas, dime ¿De dónde eres? — Preguntó nuevamente el anciano conductor.
— Pues yo soy… Ni siquiera se bien de dónde vengo, a veces siento que vengo de otro mundo, pero solo son extraños pensamientos míos — Respondió Diego al conductor.
— Así que no sabes de dónde vienes, eso es más común de lo que crees, muchas personas se avergüenzan de sus orígenes y prefieren mentir sobre ellos, casi siempre porque sus orígenes están relacionados con los protectores del dragón — Habló el conductor.
— ¿Orígenes relacionados con los protectores? ¿De qué forma? — Preguntó Diego mientras observa va al conductor.
— Los protectores del dragón solían ser un grupo de personas que servían y defendían a nuestras antiguas deidades, pero con la caída de los dragones de agua, tierra y fuego. Toda la magia que estaba relacionada a esos elementos desapareció del mundo y solo quedó el dragón de aire, pero las personas que aun tenían sus habilidades de aire se posicionaron en la cúspide de los humanos y se cegaron con la idea del poder, desde ese entonces los protectores del dragón se dedicaron a secuestrar a niños que estén relacionados con la magia de aire para integrarlos a los suyos y así seguir siendo la especie superior entre la humanidad — Relató el anciano conductor mientras entrecerraba sus ojos por el sueño.
Diego recordó que Calíope le había dicho algo similar hace algún tiempo, pero ahora la explicación del conductor había dejado en claro la historia de los protectores del dragón.
Diego se quedó pensando por unos segundos y armando todo en su cabeza como si fuera un rompecabezas, Diego tomó la historia que le había contado el rey Farengel, la breve conversación que tuvo con Calíope y Leila sobre el tema, y armó a su entendimiento.
— Entonces… Los protectores de dragón eran buenos, pero cuando el abuelo del rey Farengel acabó con los dragones de agua, tierra y fuego, los protectores se convirtieron en los villanos tratando de convertirse en una especie superior… ¿Eso es correcto verdad señor conductor? — Preguntó Diego.
— ….
— ¿Señor conductor?
Diego se dio cuenta que el anciano conductor ya se había quedado dormido.
Por un momento se compadeció del anciano, ya que al estar fuera del carruaje se podía sentir más el frio, y Diego pensó que por su culpa el pobre anciano estaba durmiendo recostado a un árbol en medio de la nada y con frio.
Diego se levantó y se sacó su camisa roja, para abrigar un poco más al dormido anciano.
— Supongo que yo también tengo que dormir… Hace mucho frio… Tendré que dormir dentro del carruaje, pero ¿Sería correcto que yo durmiera dentro?… El señor ya está dormido y no quiero despertarlo, así que supongo que tendré que dormir dentro del carruaje — Dijo Diego mientras abría la puerta del carruaje.
Diego por unos segundos se quedó mirado al anciano dormido, al a par que veía dentro del carruaje viejo, pero al final terminó tomando una decisión.
Parte 4.
Los rayos del sol entraron al dentro del carruaje despertando a la persona que estaba dentro.
Esa persona se levantó y se quitó la camisa roja a rayas que tenía encima, ladeo su cabeza mientras bostezaba.
Esa persona se acercó hacia la puerta cerrada del carruaje y la abrió haciendo que toda la luz del sol le caiga directamente, esa persona puso su mano sobre sus ojos para que la luz no le afectara su visión.
Se bajó lentamente del carruaje y cerró la puerta, al pasar unos segundos pudo ver que delante de él había un gran árbol con hojas amarillas, pero se sorprendió al ver a una persona recostada debajo del árbol, la cual parecía profundamente dormida.
Esa persona que se encontraba dormida bajo el árbol era Diego.
Y la persona que había dormido dentro del carruaje, abrigado con la camisa roja a cuadros, era el anciano conductor.
Pero el conductor recordaba que se había quedado dormido bajo un árbol, tampoco recordaba haber estado tapado por esa camisa roja, solo recordaba que esa camisa le pertenecía a ese chico que estaba dormido bajo el árbol.
En ese momento el conductor comprendió lo que Diego había hecho mientras él se había quedado dormido.
Inconscientemente sonrió al verlo dormido y se cercó al Diego para devolverle su camisa.
Después de eso, pasaron treinta minutos y Diego se despertó, bostezó y se estiró.
Diego se levantó y movió su cuello el cual le dolía un poco por la forma incómoda en la que había dormido.
Al levantarse de percató que tenía su camisa puesta y se preguntó ¿Por qué?
Al dirigirse hacia el carruaje pudo ver al conductor en su asiento y listo para seguir con el viaje.
— Buenos días — Dijo el conductor mientras le sonreía a Diego.
— ¡Ah! Buenos días, disculpe, pero durante la noche le di mi camisa para que no pase frio, pero cuando me desperté la tenía puesta… ¿Acaso ayer estaba tan cansado que soñé todo? — Preguntó Diego mientras se acomodaba la camisa.
— Durante la noche dormí sin frio porque dormir dentro del carruaje y cubierto por tu camisa… Gracias por pensar primero en un anciano antes que en ti — Respondió el conductor mientras preparaba su caballo para dirigirse hacia la región del fuego.
— No fue nada, además me iba a sentir mal conmigo mismo si dejaba dormir a un anciano entre tanto frio. ¿Le parece si ya nos vamos? No quiero llegar tan tarde — Dijo Diego mientras se subía al carruaje.
En cuanto el entró, las ruedas comenzaron a moverse, el conductor dio un azote despacio al caballo y este comenzó a cabalgar directo hacia la región del fuego.
Parte 5.
Después se haber pasado una hora, Diego finalmente había llegado a la región del fuego.
Él se bajó del carruaje, le agradeció al y se alejó.
— ¡Me voy a quedar por aquí por si quieres volver! — Gritó el anciano conductor mientras que con su mano derecha despedía a Diego a la distancia.
Diego trató de gritarle que se fuera, pero en ese momento estaba nervioso y se olvidó.
Diego siguió corriendo hacia dos puertas de piedra musgosa que le daban la bienvenida a la región.
Al estar corriendo Diego se puso muy intranquilo ya que sólo quedaban 30 minutos para que su tiempo llegue a 6 horas, la cual era la hora exacta en la que atacaría la bestia.
Entró a la región y comenzó a correr por las calles buscando un lobo blanco.
La gente de los alrededores miraba a Diego de reojo, lo miraban como corría desesperado.
Al estar corriendo por unos minutos, una idea llegó a su mente, así que se dirigió hacia el lugar en donde se encontraron por primera vez.
Diego corrió hacia el lugar donde estaba su “punto de guardado” y comenzó a buscar por los exteriores, pero no había ninguna señal del animal.
Repentinamente Diego miró de reojo hacia aquel restaurante y pensó en preguntarle a Erick, Mikael o Zelmira si habían visto al lobo, pero dentro de él no quería hacerlo ya que recordó la forma en la que se había ido de ese lugar.
Diego se negó a si mismo, ya que no quería entrar, pero él sabía que en esos momentos no importara nada de lo que él quería o no.
Así que se acercó hacia la puerta del restaurante y la tocó de forma suave.
— ¡Ya voy! ¡Espere unos momentos! — Gritó una voz familiar detrás de la puerta.
Quien le abrió la puerta a Diego fue la misma persona que le obligó a irse.
Erick había abierto la puerta de forma normal, Diego solo se quedó un poco atónito e incómodo por verlo.
— Eres tú… ¿Qué quieres? — Preguntó Erick con un tono normal que iba dirigido hacia Diego.
— Yo… Quería saber si habías visto un lobo, es blanco y tiene ojos negros — Respondió Diego mientras apartaba la mirada.
— No, ¿Algo más?
— Oye Erick… Lo siento, no quise golpearte, solo que no me encontraba bien… Pasaron cosas y…
— Chico, no te preocupes por el golpe, siempre suelo sr muy confianzudo y creo que me lo merecía, así que no te disculpes por nada, eso ya pasó y estamos bien — Habló Erick mientras le extendía la mano a Diego.
Diego miró la mano de Erick y de forma indecisa la agarró.
En ese momento, Diego se sentía muy confundido y asustado, pero no había otra opción, mas que contarles a ellos todo lo que sabía.
— Erick… Quiero que me ayudes a evacuar a las personas de esta región de forma segura.
— ¿Para qué? ¿Qué cosa va suceder?
Diego tragó saliva y se dispuso a contarle rápidamente todo lo que había vivido hasta el momento.
Después de terminar de contarle todo a Erick, se puso un copo serio y accedió a ayudarlo.
Erick entró y llamó a Mikael y Zelmira para que ellos también ayudaran.
Mikael no se cuestionó mucho sobre las palabras de Diego y Zelmira solo seguía a Mikael.
Ellos, juntos una vez más se disponían a evacuar a la mayoría de la región.
Diego propuso subirse a un lugar alto para llamar la atención de todos y así avisar de forma calmada que tenían que evacuar la región.
Mikael propuso subirse al tanque elevando de madera, ya que era el punto más alto de la región, así que Zelmira y Mikael subieron a la mitad del tanque de madera, mientras Erick se colocó en la entrada de la región para mantener la calma a las personas evacuadas y Diego se disponía a buscar al lobo blanco.
— ¡Todos por favor escúchenme, dentro de unos minutos atacaran la región del fuego, así que les pedimos que evacuen de forma calmada este lugar! — Gritó Mikael, pero nadie le tomó atención.
La gente solo seguía con su vida normalmente ignorando por completo los gritos de Mikael.
Diego se preocupó ya que la gente no estaba evacuando la región, y él sabía que no lo harían hasta que la bestia llegue y mate a todos.
Diego detuvo su búsqueda para pensar en cómo podrían llamar la intención de los pobladores, pero no se le ocurría nada.
…
Hasta que recordó el primer intento de derrotar a la bestia.
— ¡ZELMIRA! ¡Utiliza tus habilidades para poder llamar la atención! — Gritó Diego mientras se refería a Zelmira.
Ella al estar muy alto, pudo escuchar su voz de forma muy tenue, pero confundida miró a Diego preguntándose de a que habilidad se refería él.
— ¡No entiendo a qué te refieres! — Gritó Zelmira.
— ¡Utiliza tu fuego! ¡Lanza fuego para que las personas te presenten atención!
— ¿Fuego? ¿De qué fuego se refiere? — Se preguntó Zelmira.
— ¡Solo extiende tus manos y has eso del fuego! — Gritó Diego mientras le hacia una demostración de cómo extender sus manos.
Zelmira solo se guio de lo que hacía Diego, extendió sus manos hacia delante y canalizó su energía en la palma de sus manos.
En ese instante, una llamarada vigorosa salió de ella haciendo que todas las personas que la veían queden atónitas, Zelmira siguió votando fuego de sus palmas haciendo que casi todas las personas de la región la vean y se queden pendiente a ella.
— ¡Ahora todos estamos en peligro si nos quedamos aquí! ¡Necesitamos que todos evacuen la región se forma calmada para poder seguir viviendo! ¡Así que todos vayan hacia la entrada y huyan lejos! — Gritó Mikael para evacuar a las personas.
Ahora todo era diferente, ya que todos le estaban haciendo caso a Mikael y salían de forma rápida de la región, Erick quien se encontraba en la entrada mantenía a todos en calma para que no se descontrolen.
Diego viendo que todos comenzaron a evacuar, volvió a seguir buscando al lobo blanco.
Pero…
Se le heló la sangre al ver que su tiempo ya había marcado las 6:00.
Delante de Diego aparecieron tres guardias armados que lo apuntan con ballestas y le gritaron.
— ¡¿Por qué están evacuando a las personas?! ¡Si no nos das una razón nos veremos obligados a matarte! — Gritó uno de los guardias.
— Yo…
Al momento de intentar hablar, un pequeño temblor hizo callar a Diego.
Al llevar la mirada hacia arriba pudo ver una gigantesca bestia de pelaje marrón, con dientes afilados y cuernos imponentes.
Diego no pudo evitar asustarse y salió corriendo despavorido.
Los guardias le apuntaron hacia la bestia, pero sus flechas no le hacían nada, uno de las guardias le apuntó a Diego en la pierna y le disparó la flecha.
Diego pudo sentir cómo el filo de la flecha se clavaba dentro de él, cortando su piel y algunos músculos de su pantorrilla, pero Diego siguió corriendo en busca del lobo sin importarte la flecha se du pierna.
Cojeando de dolor, Diego siguió recorriendo las calles de la región viendo como la gente de su alrededor se dirigía hacia la salida de la región.
La bestia comenzaba romper las montañas con facilidad dejándole la entrada libre a la región de fuego.
Con sus cuernos, la bestia comenzó a barrer a los guardias que se encontraban debajo de él y luego con sus patas delanteras empezó a golpear el suelo haciendo que el suelo tiemble de forma brusca.
Mientras Diego seguía corriendo de forma torpe, cayó al suelo por el movimiento repentino del suelo.
Las casas de su alrededor comenzaron a moverse y algunas se derrumbaron, un fragmento de una casa cerca cayó al lado de Diego, lo cual lo asustó mucho e hizo que su corazón se acelerara.
Diego se levantó y seguido corriendo mientras gritaba para llamar la atención del lobo.
La bestia quien se iba a dirigir hacia la aglomeración de personas, escuchó el gritó de Diego y se acercó en embestida hacia él.
Diego notó que la bestia lo perseguía, pero no podía hacer nada para evitarlo.
La bestia pegó sus cuernos en el suelo de la calle y comenzó a levantar el suelo.
La bestia alzó sus cuernos y sacó volando a Diego, el cual se quedó por unos segundos en el aire y mirando todo el perímetro desde arriba llegó a ver una bola de pelo blanca un poco lejos de él.
Diego cayó brutamente contra el suelo de la calle, raspándose el brazo y la cabeza.
Diego con todas sus fuerzas se levantó, con problemas para respirar y un sentimiento de calor en las partes raspadas, seguido caminado.
Sus raspaduras comenzaron a brotar sangre, manchando su camisa y su polo negro.
Respirando con agotamiento, Diego se movía por una sola razón… Salvar a ese lobo.
Repentinamente la bestia dejó a Diego y se dirigió hacia la entrada donde se encontraban muchas personas.
El dolor atravesó la mente de Diego y perforaba su remordimiento.
Diego actualmente se encontraba deambulando en unas calles vacías con un fuerte olor a sangre y muerte.
Su cuerpo estaba perdiendo una cantidad de sangre considerable, tanto que hacía que pierda un poco el conocimiento.
El movimiento del suelo volvió una vez más, dándole la señal que la bestia se estaba acercando.
Sin fuerzas ni voluntad de esquivar ese ataque… Diego salió volando nuevamente por el aire.
Cayendo rematado al suelo y cayendo inconsciente.
Diego se encontraba en el suelo, medio muerto por la pérdida de sangre y los brutales impactos de los golpes que se daba contra el piso.
Sin nada más que hacer… Diego cayó inconsciente.
En su mente, los sonidos eran tenues gritos de desesperación y fuego ardiente que sacaba chispas.
Diego solo se encontraba parado en su propia mente, sin saber que hacer o a quien pedir ayuda.
Diego sabía que toda su esperanza había sido borrada por una horrible pesadilla de la que no sabía cómo escapar.
— ¿Qué piensas hacer ahora para salvar a mis hijos? — Habló una voz extraña dentro de la mente de Diego.
Diego intentó hablar, pero no pasaba nada, él sentía que solo era un invitado dentro de su propia mente.
— Ellos te necesitan y tu los necesitas a ellos — Siguió hablando esa extraña voz la cual lo hacía sentirse tranquilo, pero impaciente al mismo tiempo, era un sentimiento extraño que recorría todo su ser.
Poco a poco, Diego se dio cuenta que esa voz provenía de una extraña sombra negra que imponía respeto dentro de él.
— Ellos no pueden hacerlo sin ti, y tú no puedes hacerlo sin ellos, así que no necesitas pedir ayuda a nadie más que a ellos… Piensa, analiza y actúa, esas son las bases para lograr todo, tu fuerza de voluntad, tu determinación, pon todo en cada intento y nunca lo des por perdido — Dijo la sombra que se rodeaba por el fuego.
— Puedes hacer muchas cosas, cosas que crees que son imposibles de lograr, cosas que pueden sorprender a todos incluso a ti mismo… Solo necesitas encontrar un poco de esperanza dentro del caos — Esas fueron las últimas palabras de aquella sombra, antes de que Diego despertara del desmayo.
Despegando sus parpados de forma complicada, la mente de Diego volvió a la realidad.
Su cabeza estaba a la altura del suelo así que lo primero que vio fue el suelo agrietado.
Su cuerpo dolía, su respiración era difícil y sus pulmones me martirizaban con cada respiro, Diego intentó mover sus extremidades, pero el dolor era tan fuerte que no soportaba el movimiento de sus músculos.
Diego en ese momento recordó vagamente las palabras que provinieron de su propia mente.
Diego sabía que ya era demasiado tarde como para intentar salvar esta oportunidad, sabía que ya no podía pedirla ayuda a nadie más… Pero algo en lo más profundo de su ser lo obligó a no rendirse.
Con esa pequeña determinación, sólo le faltaba encontrar una esperanza entre el caos.
— ¿Uhm?
Diego usó un sonido extraño al percatarse de dos cosas, lo primero era que ya había pasado un buen tiempo desde su desmayo, ya que solo le quedaban 4:09. Y lo segundo era que una extraña sombra se acercaba a él.
Una figura que sus ojos no llegaban a distinguir bien… Una figura blanca.
Esa figura poco a poco se iba acercando a Diego con un caminar torpe.
Los ojos de Diego lagrimearon un poco al notar que esa figura blanca iba tomando la apariencia de un lobo.
El pelaje blanco del lobo estaba manchado por sangre, su pata delantera izquierda estaba fracturada haciendo que el lobo camine cojo y tambaleándose.
Diego intentó arrastrarse hacia el lobo, pero su cuerpo ya no le permitía.
El lobo solo se acercaba confundido y lastimado hacia aquella persona que le dio comida y lo acompañó por unos momentos.
En su razonamiento como animal, el lobo veía a Diego como un extraño en el cual podía confiar y recurrir por alimento.
Y Diego sólo veía al lobo como un pequeño animal que necesitaba ser ayudado por él.
El lobo llegó hacia Diego y lo comenzó a lamer sus raspaduras con delicadeza.
Los actos del lobo solo eran para ayudar a Diego y hacerlo sentir mejor, para tratar de devolverle el favor de alimentarlo.
Después de terminar de lamer todas sus heridas, lobo se metió debajo del brazo de Diego, acurrucándose en él.
Diego sintió el calor del lobo, sintió como temblaba por el dolor y sintió como las propias heridas del lobo botaban sangre.
— Tú… Eres… Esa esperanza… Entre el caos — Los labios temblorosos de Diego alcanzaron a decir esas palabras que iban dirigidas al lobo, quien descansaba herido bajo el brazo de Diego.
Diego inhaló el suficiente aire como para aguantar el dolor de moverse y sacó fuerzas de lo más profundo de su ser.
Él sabía que era inútil intentar hacer algo para salvar esa oportunidad, pero aun así algo dentro de él le gritaba que no perdiera la esperanza.
Así que lenta y temblorosamente se levantó apoyando sus manos sobre el suelo y poniendo sus piernas duras.
Al ponerse de pie, pudo sentir como todos sus intestinos se revolvían dentro de él, pero esto no le importo, ahora mismo lo único que le importaba era ese animal que estaba herido.
Diego se agachó un poco para poder agarrar al lobo y cargarlo con sus brazos, lo cual lo logró, pero con mucha dificultad, en esos momentos, la condición de Diego era tan frágil que con una caída se podría romper algunos huesos.
El pequeño lobo comenzó a gemir de dolor y Diego trataba de calmar sus quejidos acariciando su cabeza.
— Ahora… ¿Qué debo hacer? — Se preguntó Diego en su mente mientras caminaba lentamente con el lobo sobre sus brazos.
— ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer? Quedebohacerquedebohacerquedebohacer… — Diego se martirizaba en sus propios pensamientos, buscando una solución, pero no llegaba nada.
Repentinamente Diego se percató que ya no había ruido, ni de las personas ni de la bestia.
Eso se le hizo muy extraño, ya que un animal así de grande no se esfuma de la nada.
Diego estaba tan cansado y tan adolorido que su cuerpo quería desplomarse, pero su mente no se lo permitía, pero, aunque la fuerza de su mente sea gigante, no podía detener su inevitable caída, así que buscó un lugar donde recostarse.
Y el lugar que más cerca tenia, eran unos palos gruesos de madera con unas escaleras en sus extremos. Diego se acercó a ellos y se recostó cuidadosamente, tratando de no mover mucho al lobo que tenía en sus brazos.
Diego levantó su mirada para ver qué tan alto llegaban los palos, y se dio cuenta que esos palos eran los que sostenían el gran tanque elevado de madera.
— Ese tanque es más casi de la misma altura que la bestia… Incluso creo que es más alto que la misma bestia… Sin mal no recuerdo su pelaje se quemaba con facilidad y el fuego le hacía mucho daño, entonces… No eso sería una locura.
Diego comenzó a planear en su mente algo alocado, mientras descansaba su cuerpo.
El lobo se acomodó en las piernas de Diego y con movimientos tranquilos hacía que sus patitas rasquen levemente el suelo.
Diego al percatarse de las acciones del lobo, llevó su mano hacia su cabeza y comenzó a rascarla con amabilidad.
— De todos los intentos que he tenido, el que sigue es al que menos esperanza le tengo, pero lo unció que puedo hacer es confiar en que todo va a salir bien… No solo tengo que depender de los demás y quedarme esperando, yo también tengo que actuar y construir mi propio camino… Y quiero tenerte a ti como un pilar para no caer y rendirme tan fácil… Pequeño amigo — Dijo Diego mientras miraba con felicidad al lobo de pelaje blanco, el cual en ese momento se estaba con convirtiendo en una salvación para Diego.
Con el lobo viéndolo a él y él viéndolo al lobo, Diego tenía la suficiente determinación para intentarlo toda una vez más… Sólo tenía que esperar a que su tiempo llegue a cero, pero esta vez no lo esperaba con miedo, sino con determinación, para demostrarse a sí mismo que él podía salvar a la gente que lo necesitaba.
Y así, Diego esperó a que su tiempo llegue a cero, para cambiar la historia una vez más.
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