Hidden Prototype - 01
Capítulo uno:
Agnes y Cherry,
veinte años después.
Lo vasto del desierto de las dunas blancas se extendía varios kilómetros a la vista simple, el calor rondaba los cuarenta y ocho grados centígrados y sendos espejismos de agua cubrían la arena a la distancia. En el cielo no se veía una sola nube y sólo un grupo de cactos le servían de sombra a un crótalo que reposaba bajo la sombra de éstos después de engullir a un pequeño roedor. De pronto; la serpiente abandonó su reposo ondulando su cuerpo y escapando de las pisadas de un enorme ciborg felino que corría a través del desierto llevando en su lomo a un hombre envuelto en túnicas negras y cafés, cubriendo su boca y nariz con una bufanda de lino y un sombrero de color negro también, que sólo dejaba ver unos lentes con vidrios ahumados y acabados de hule con plástico. Con sus botas, llevaba el mando cuidadosamente colocado en los cuartos traseros laterales de la pantera que, dejaba ver que en otros tiempos tenía un acabado cromático y brillante, aunque ahora, solo quedaba menos del veinte por ciento de la capa de cromo sobre su cuerpo oxidado y varias veces reparado. El jinete jadeaba y respiraba con dificultad, la herida en su costado, producida por una ráfaga de balas de plasma; había atravesado limpiamente su cuerpo y la pérdida de sangre era ya considerable.
Al galope (que era demasiado rápido en verdad) el felino levantaba la arena y un polvo fino que, si lo mirásemos desde arriba a unos quince metros de altura, parecería un auto supersónico del siglo veintiuno dejando una línea definida por detrás. El jinete vislumbró unas pequeñas granjas de cactos planos llamados ancestralmente nopales y adelante, desde su punto de vista; se veían las carpas de color plateado y el reflejo del sol en el piso candente, unas cuantas antenas de radio y una enorme esfera que se encargaba de colectar toda la humedad alrededor; era un pequeño pueblo de ingenieros mecánicos y de vendedores de chatarra.
Al llegar a la entrada del pueblo, un pequeño grupo de robots chatarreros dirigieron la mirada al forastero con curiosidad. El jinete se acercó, aún en su montura; a ellos y preguntando con voz pausada rompió el silencio -oigan… ¿hay algún doctor por aquí? – Los robots se miraron entre ellos y voltearon de nuevo al extraño -No – dijo uno de ellos – ¿hay algún robot médico entonces? – los autómatas repitieron el proceso una vez más -No – ya el dolor se empezaba a sentir de forma aguda y empezaba a ceder ante la desesperación – malditos robots inútiles… cof, cof…- uno de ellos levantó la mano dirigiéndola hacia una pequeña casa redonda hecha de adobe, cubierta por ramas de arbusto rodante y protegida con una lona de color plata sujeta al suelo con grandes estacas de metal, acompañada de un gran almacén lleno de chatarra y hecho de láminas -Puede que encuentre ayuda en la casa del ingeniero mecánico – el jinete agradeció con un gesto y encaminó hacia allá, los robots lo observaron un par de segundos y continuaron sus labores.
La cara de Agnes sonreía impaciente al mirar dentro de su pequeño horno, sus mejillas sonrojadas y sus enormes ojos azules contrastaban con el blanco de su piel y su cabellera rizada y anaranjada, casi rubia, la cual era adornada con un sombrero redondo que recordaba la vestimenta de los años treinta del siglo veinte. Su vestido blanco y ligero de tela delgada adornado con tulipanes amarillos dejaban ver su hermosa figura y sus zapatillas de color blanco sólo la hacían ver más dulce e inocente. Su delantal estaba manchado de harina y algunas especias, así como la punta de su nariz y su cabello. En la esquina de la estufa un pequeño y viejo cronometro de cocina dejaba escuchar su tan clásico “tic, tac” y Agnes desde su posición agachada lo miraba de vez en vez. Por fin el repiqueteo del ring sonó y la joven dio un salto de alegría – ¡Si! ¡ya está listo! – tomó unos viejos guantes para proteger sus manos abrió el horno y acercó el pastel de dátil a su nariz – ¡Hum! ¡huele delicioso! – Lo colocó en la mesa y fue corriendo al almacén.
Cherry tenía medio cuerpo metido dentro de un gran bisonte mecánico, que estaba conectado a varias fuentes de poder, medidores de energía y capacitores en paralelo conectados en el piso, así como varios bidones captando el goteo de fluidos y refrigerantes por todo el lugar, en donde había también muchos monitores en un pequeño e improvisado taller de ciber robótica. Un regordete y sonrosado hombre de avanzada edad, como de unos sesenta y cuatro años; con una prominente barba blanca y un ridículo sombrero que recordaba a los buscadores de oro de Montana del siglo diecinueve con lentes de soldador y voz aguardientosa, esperaba pacientemente sentado en una caja de metal bebiendo licor que él mismo había destilado, sujetando su rodilla con la mano izquierda y bebiendo con la derecha, después de dar varios tragos se limpió la boca y susurró de manera despreocupada – um… ése pastel de dátil huele realmente bien – al tiempo que levantaba la nariz y daba un respingo. Cherry salió de las entrañas del animal androide y, limpiando sus manos grasientas con un trozo de tela, des amarro el paliacate de su abundante y crispada cabellera negra, retiró sus gafas para soldar, dejando al descubierto sus hermosos ojos verdes olivo y su piel morena color caramelo. lo miró con una sonrisilla burlona – vamos Cletus, si quieres un pedazo te lo tendré que cobrar – ambos soltaron una sonrisa – con lo que te voy a pagar por componer a mi preciosa Daisy, deberías darme por lo menos la mitad – respondió el hombrecillo aún sonriente, Cherry se llevó las manos a la cadera -su transformador está totalmente quemado y los programas de actualización descontinuados, me llevará otro par de horas arreglarla y terminar la actualización, ya que es un modelo muy antiguo – Cletus se puso de pie y le alcanzó una bolsa que extrajo de su gran y vieja mochila de lona -toma, el resto te lo pagaré mañana, debo partir para evadir las tormentas de arena- tomó sus pertenencias y su bastón y emprendió la caminata de regreso a su pueblo. Agnes entró al taller con un envoltorio dirigiéndose al sexagenario – Tome Cletus, de todas formas, es mucho pastel para ambas – el hombre hizo una mueca de eterno agradecimiento al tiempo que recibía el envoltorio con el pastel de dátil dentro – ¡gracias mi dulce niña! ¡Eres tan amable! – Cherry sólo bajó y movió la cabeza con una gran sonrisa dejando ver sus blancos dientes, Agnes sólo sonrió a ambos de manera inocente. Cletus abandonó el lugar y Agnes corrió a los brazos de la morena – ¡Pobre señor Cletus! Seguramente ni ha comido – Cherry le respondió el abrazo y la miró con ternura hacia abajo, pues era lo bastante alta y Agnes con sus escasos un metro cincuenta y cuatro, era tan bajita que su cabeza le llegaba escasamente al pecho de la morena – ay tuerquita – le dijo Cherry al mirar la cara sonrojada de la pequeña pelirroja que la observaba anhelante y con los ojos entrecerrados – ¡te amo! – Cherry la tomó suavemente de la barbilla y ambas juntaron sus labios tiernamente, fundiéndose en un beso desinteresado y lleno de amor. Ambas se dirigieron a la puerta del almacén para ir a la cocina – ¡Espero que te guste el pastel! – Cherry era jalada por la veinteañera de ambas manos, ansiosa – Si sabe tan bien como huele, tendré que ir a quitarle su rebanada al viejo –sonrieron – ¡ay que mala eres amor! – dijo la jovencita de manera natural.
Habían pasado unos segundos y unas pisadas llamaron la atención de ambas. El enorme felino se acercaba lentamente y su jinete prácticamente venía desfalleciendo sobre él – u… usted sabe… de – fue todo lo que pudo decir antes de caer estrepitosamente del animal androide, las dos chicas corrieron hacia él, Cherry lo acomodó en el piso y al tratar de levantarlo miró sus manos llenas de sangre – ¡Por Dios! ¡está mal herido! ¡pronto, hay que llevarlo adentro! – la pequeña Agnes asintió y sujetándolo por el brazo izquierdo, ayudó a llevarlo al interior de su casa. Cherry miraba pensativa al sujeto – Esto no me gusta, pero no podemos dejarlo ahí así nada más – Agnes miró a la morena un poco angustiada – ¿Crees que estará bien? – Cherry la miró sin saber que decir, solo asintió con la cabeza con el rostro notablemente preocupado.
Continuará…
Comments for chapter "01"
QUE TE PARECIÓ?
que edades tienen ???