Humanos Contra Demonios.- ¿Soy realmente un chico perfecto? No lo creo - 014
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CAPÍTULO 14- Daniela, la tercer elegida.
Daniela Ranmo era una chica de tan solo 16 años que vivía en un pueblo normal, con una vida normal. No había nada que la distinguiera de los demás, ni siquiera su belleza natural la distinguía, pues en su mundo la mayoría de personas son hermosas.
Ella era una más en ese mundo. No vivía en la pobreza, pero tampoco era rica. Su familia era de clase media, y tenía todo lo necesario para vivir cómodamente. No vivía con depresión o dolor, pero tampoco era feliz. Solo estaba viva, y eso le aburría, pues solo vivía por vivir, sin sentir emoción alguna. No tenía sueños, ni metas, ni pasiones. Solo seguía la rutina de ir a la escuela, hacer las tareas, comer, dormir y repetir. Quería algo más, algo que le diera sentido a su existencia. Lo que no sabía era que pronto su deseo se haría realidad, de la forma más inesperada.
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Tiempo atrás.
Daniela caminaba por la calle junto con un amigo de la escuela, que en realidad no era más que un conocido. No tenía verdaderos amigos, ni siquiera alguien que le gustara. A Daniela le atraían las mujeres, pero eso lo ocultaba por miedo al rechazo. Así que fingía ser «normal», como todos. Se llevaba bien con sus compañeros de clases, pero no tenía una conexión profunda con ninguno. Se reía de sus bromas, pero no las encontraba divertidas. Se interesaba por sus vidas, pero no le importaban realmente. Era una máscara que usaba para encajar, pero que no reflejaba su verdadero yo.
—Otro día aburrido en la escuela.- Dijo Daniela, suspirando, mientras caminaba por la acera.
—Oye, ¿quieres ir a dar un paseo conmigo?- Le propuso el chico, con una sonrisa nerviosa. Era uno de los más populares de la clase, y muchos lo consideraban guapo, y considerando que la mayoría de personas son hermosas, que sea considerado guapo era algo simplemente increíble. Tenía el cabello rubio, los ojos azules y una sonrisa perfecta. Pero a Daniela no le atraía en lo más mínimo.
Daniela sabía que él estaba interesado en ella, pero no sentía nada por él. Así que lo rechazó educadamente.
—No puedo, gracias. Tengo que hacer unas cosas en casa.- Mintió Daniela, con una sonrisa forzada.
—Está bien. Cuídate. Adiós.- Dijo el chico, decepcionado. Se notaba que esperaba una respuesta diferente. Tal vez una invitación a salir, o una muestra de afecto. Pero Daniela no podía darle eso.
Daniela se alegró de que no insistiera. No quería herir sus sentimientos, pero tampoco quería darle falsas esperanzas. No quería salir con él, ni con ningún otro chico. No le gustaban los chicos, le gustaban las chicas. Pero eso era un secreto que guardaba con todo su corazón. En su mundo, la homosexualidad era mal vista, y podía traerle problemas. Así que prefería ocultar su orientación sexual, y vivir una vida solitaria.
El chico se despidió con la mano y se fue por una esquina. Daniela lo vio alejarse, y sintió un vacío en el pecho. No por él, sino por ella misma. Por no poder ser quien era, por no poder amar a quien quisiera, por no poder ser feliz.
—¿Paseo? Que aburrido.- Pensó Daniela, mientras seguía su camino. No le apetecía ir a ningún lado, ni hacer nada. Solo quería llegar a su casa, y encerrarse en su habitación.
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Minutos después.
Daniela llegó a su casa y abrió la puerta con su llave. Era una casa modesta, pero acogedora. Tenía dos pisos, tres habitaciones, un baño, una cocina, una sala y un comedor. Era el lugar donde Daniela había crecido, y donde vivía con su madre y su hermano menor. Su padre había muerto cuando ella tenía 10 años, en un accidente de tráfico. Desde entonces, su madre se había hecho cargo de la familia, trabajando como enfermera en el hospital del pueblo. Su hermano tenía 12 años, y era un niño alegre y travieso, que le hacía compañía a Daniela cuando estaba en casa. Pero ahora no estaba, había ido a jugar fútbol con sus amigos.
—Ya llegué.- Dijo Daniela, al entrar en la casa.
Cerró la puerta y se encontró con su madre, que estaba en la sala. Estaba sentada en el sofá, leyendo una revista. Era una mujer de unos 40 años, pero que aparentaba menos. Tenía el cabello castaño, los ojos verdes y una figura esbelta, igual que Daniela. Era una mujer hermosa, y bondadosa. Quería mucho a sus hijos, y hacía todo lo posible por darles una buena vida. Pero también era una mujer conservadora, y no aceptaba la homosexualidad. Daniela lo sabía, y por eso nunca le había confesado su secreto.
—Hola, hija.- Dijo su madre, con una sonrisa. Era una sonrisa sincera, pero también cansada. Su madre trabajaba mucho, y a veces se le notaba el estrés.
—Hola, madre.- Dijo Daniela, sin entusiasmo. No era que no quisiera a su madre, pero tampoco sentía una gran conexión con ella. Había muchas cosas que no podía compartir con ella, y eso las alejaba.
Dejó su mochila en el suelo y usó sus poderes psíquicos para servirse comida en un plato. En su mundo, todos tenían poderes psíquicos, de diferentes tipos y niveles. Daniela tenía el poder de la telequinesis, que le permitía mover objetos con la mente. Era un poder común, y no muy fuerte. Podía levantar cosas pequeñas y ligeras, pero no más. No era un poder muy útil, pero le servía para hacer algunas cosas más fácilmente. Tiene otros dos, pero el que mejor sabe usar es la telequinesis.
Se sentó en la mesa y empezó a comer. Era una comida sencilla, pero nutritiva. Un plato de arroz con pollo y verduras, y un vaso de agua.
—¿Y cómo te fue en la escuela?- Le preguntó su madre, intentando hacer conversación. Era una pregunta habitual, que siempre le hacía cuando llegaba a casa.
—Aburrido, como siempre.- Contestó Daniela, con desgano. No le gustaba la escuela, ni las materias que estudiaba. Le parecían aburridas e inútiles. No le interesaba aprender sobre historia, geografía, matemáticas, ciencias, idiomas o arte. No le interesaba nada.
Su madre suspiró. Sabía que su hija no era feliz, pero no sabía cómo ayudarla. Pensaba que era una etapa normal de la adolescencia, y que pronto se le pasaría. Pero no era así. Daniela llevaba años sintiéndose así, y no veía ninguna salida.
—Yo tengo que salir, iré por unas cosas, no tardo.- Dijo su madre, levantándose. Tenía que ir al supermercado, a comprar algunas cosas que faltaban en la casa. Era una tarea rutinaria, que hacía cada semana.
—Está bien, madre.- Dijo Daniela, sin mirarla. No le importaba que se fuera, ni que volviera. Prefería estar sola, que con alguien que no la entendía.
Su madre salió de la casa y cerró la puerta. Daniela se quedó sola, con su plato vacío. Había comido rápido, sin saborear la comida. No tenía hambre, ni ganas de nada, solo comió por comer.
—Quisiera hacer algo divertido, me estoy muriendo de aburrimiento.- Se quejó Daniela, en voz alta. Era una queja que se hacía a menudo, pero que nadie escuchaba. Ni siquiera ella misma.
Pero esta vez, su queja encontrará una solución.
—¡Oh, ¿estás aburrida?!
De repente, escuchó una misteriosa voz. Era una voz masculina, grave y profunda, que resonó en toda la casa.
Daniela se sobresaltó. Miró a su alrededor, asustada, buscando el origen de la voz. No había nadie más en la casa. ¿Sería una broma de algún vecino? ¿O acaso estaba alucinando? Se preguntaba eso, intentando no perder la compostura.
Existía la posibilidad de que alguien estuviera usando algún poder psíquico para hablarle en su mente, pero la voz resonaba por la casa, era imposible que se tratara de algún poder psíquico.
—¡¿Quieres tener una aventura?!- Volvió a escuchar la voz, más clara y fuerte que antes.
Daniela sintió un escalofrío. La voz sonaba como la de un hombre mayor, pero no reconocía a nadie con ese tono.
—Sí, quiero tener una aventura.- Respondió con toda sinceridad sin darse cuenta.
Ella habló sin querer hacerlo, y cuando se dio cuenta de eso, se puso pálida y el miedo comenzaba a reflejarse en su cuerpo, pues comenzó a temblar.
—¡¿Quién dijo eso?!- Dijo Daniela, asustada y curiosa a la vez.
Se levantó de la silla y se puso en guardia, esperando ver a alguien salir de algún escondite. Pero lo que vio la dejó sin palabras.
—¡No te asustes, soy Dios!- La voz se materializó en un anciano que apareció frente a ella, como por arte de magia. O, bueno, era magia.
Daniela se quedó boquiabierta. El anciano tenía una larga barba blanca, una túnica blanca y una aureola sobre su cabeza. Era la imagen clásica de Dios, tal como lo había visto en las películas y los libros. Pero, ¿cómo era posible que Dios estuviera en su casa? ¿Y por qué le hablaba a ella? Las preguntas inundaban su mente, pero solo una palabra se atrevió a salir de su boca.
—¡¿Dios?!- Dijo Daniela, incrédula. No sabía si creer lo que veía o pensar que estaba soñando.
—Sí, soy yo, y quiero que me ayudes con algo.- Dijo el anciano, con una voz amable y serena.
—¿Ayudarte?- Preguntó Daniela, confundida. ¿Qué podía hacer ella por Dios? ¿No era él el que podía hacer cualquier cosa?
—Eres alguien puro de corazón, eres perfecta para un trabajo que quiero que tú hagas.- Dijo el anciano, mirándola con una expresión de orgullo y cariño.
—¿Puro de corazón? ¿Trabajo? N-no entiendo nada.- Dijo Daniela, aturdida. No se consideraba una persona especial, solo una chica normal que iba a la escuela, hacía sus deberes y le gustaba ver la televisión.
—En el mundo 1 está pasando algo muy malo.- Dijo el anciano, cambiando su expresión a uno más serio y preocupado.
—¿Mundo 1? ¡Uwaaaah! ¡Explica mejor, no entiendo!- Gritó Daniela, impaciente. ¿Qué era eso del mundo 1? ¿Acaso había más mundos aparte del suyo? Las preguntas solo aumentaban.
—Es un mundo alterno. Hay 63 mundos existentes.- Dijo el anciano, con paciencia.
—¡No entiendo nada!- Dijo Daniela, frustrada. Aquello era demasiado para su mente. ¿Cómo podía haber 63 mundos? ¿Qué diferencias había entre ellos? ¿Y cómo sabía Dios todo eso? Esa última pregunta era algo estúpida considerando que Dios era… Bueno, un Dios.
—Tú eres del mundo 3, el mundo de los poderes psíquicos. En el mundo 1 pasará algo muy malo y pondrá en peligro a todos los mundos.- Dijo el anciano, tratando de simplificar las cosas.
—¿T-todos los mundos?
—Por eso necesito tu ayuda, podrías salvar a todos los mundos, serías una heroína… Por favor, ayúdame.- Dijo el anciano, con una voz suplicante.
Daniela se quedó pensativa. Aquello era muy raro e inesperado, pero también muy tentador. Era la oportunidad de hacer algo diferente, algo importante. Y además, era Dios quien se lo pedía. ¿Cómo podía rechazar a Dios? ¿No era su deber obedecerlo y ayudarlo? ¿No era una señal de que tenía un destino especial?
—Bueno… Está bien, te ayudaré- Dijo Daniela, con determinación. Aunque tenía muchas dudas y miedos, también sentía una gran curiosidad y emoción. Quería ver ese otro mundo y, por supuesto, quería vivir una aventura.
El anciano le acarició la cabeza, con una sonrisa.
—Tomaste la decisión correcta. No te arrepentirás, te lo prometo.
Todo a su alrededor empezó a dar vueltas y desaparecieron de la casa.
Ella cerró fuertemente los ojos, pues todo a su alrededor daba tantas vueltas, que comenzaba a marearse demasiado y quería vomitar la comida que recién comió.
—Llegamos.
Cuando Daniela abrió nuevamente los ojos, se encontró en un bosque de repente.
—¡¿Eh?!- Gritó Daniela, sorprendida. No reconoció el lugar donde estaba. Era un bosque frondoso, con árboles altos y verdes, flores de colores y animales que no había visto nunca. El aire era fresco y puro, y se escuchaba el canto de los pájaros.
—Bienvenida al mundo 1, el mundo de la magia y los aventureros.- Dijo el anciano, que seguía a su lado.
—¿Magia y aventureros?- Preguntó Daniela, curiosa. Aquellas palabras le sonaban familiares, como las que había leído en sus novelas favoritas.
—Sí, en tu mundo las personas tienen poderes psíquicos, en este mundo las personas tienen magia.
—¡Increíble! ¡¿Como en los cuentos y novelas?!- Dijo Daniela, emocionada. No podía creer que estuviera en un mundo donde la magia existía. ¿Qué tipo de magia habría? ¿Qué cosas podría hacer con ella?
—Sí, exactamente… Este mundo está en peligro porque unos demonios han aparecido. Esos demonios tienen poderes mágicos increíbles y, según mis cálculos, en unos 3 o 4 años, aparecerá un demonio tan poderoso que va a destruir este mundo. Si este mundo desaparece, los demás también.- Dijo seriamente.
—¿Demonios? ¿D-destruir el mundo?- Dijo Daniela, asustada. Aquello no le gustaba nada. ¿Qué clase de monstruos eran esos demonios? ¿Cómo podía enfrentarse a ellos? ¿Y cómo podía evitar que destruyeran el mundo?
—Debes aprender todos los hechizos que puedas, matar a todos los demonios que puedas y matar al demonio que destruirá el mundo. Toma.
Le entregó una pulsera negra con un pequeño corazón rojo y un anillo blanco que aparecieron de la nada frente a ella.
—La pulsera te servirá para que puedas usar todos los tipos de magia.
Sin perder el tiempo y bastante emocionada, Daniela tomó la pulsera y se la puso en la mano derecha.
—Es linda.- Dijo Daniela, admirando la pulsera. Era una joya simple, pero elegante. El corazón rojo brillaba con una luz cálida.
—Fufu. Que bien, porque no te la podrás quitar.
—… ¿Eh?
Intentó quitarse la pulsera, pero no pudo. Era como si estuviera pegada a su piel.
—¿Por qué?- Preguntó Daniela, molesta. No le gustaba que le pusieran algo que no podía quitarse.
—Es peligroso que te la roben. Ponte el anillo.
Daniela decidió no tomarle mucha importancia al asunto, principalmente porque no quiere discutir con un ser que puede llevarla a otro mundo en un instante.
Tomó el anillo y se lo puso en el dedo índice derecho.
—Este es un anillo mágico, incrementa tus poderes psíquicos.
—¿Incrementa mis poderes psíquicos?
Dios hizo aparecer un gran tronco de la nada, con un gesto de su mano. Era un enorme pedazo de madera, tan grueso como el cuerpo de Daniela y tan largo como tres de ella.
—Intenta moverlo.- Dijo, con una sonrisa enigmática.
—Con mis poderes psíquicos solo puedo mover objetos pequeños, pero lo intentaré.- Respondió Daniela, con duda.
Ella tenía tres habilidades especiales: telepatía, profecía y telequinesis. Pero ninguna de ellas era muy poderosa, y solo podía usarlas por un tiempo limitado, a excepción de la telequinesis.
Ella se concentró en el tronco y trató de levantarlo, usando su mente. Al principio, no pasó nada. Pero luego, sintió una fuerza extraña que fluía por su cuerpo, desde el anillo hasta su cerebro. Era como si el anillo le diera más energía y potencia a sus poderes.
—¡¿Eh?!- Gritó sorprendida.
El tronco se elevó unos metros en el aire, sin esfuerzo. Daniela no podía creer lo que veía. Había logrado mover un objeto tan pesado con solo pensar en ello.
—¿L-lo logré…? ¡Lo logré!- Gritó Daniela, feliz, levantando ambos brazos.
Se sintió orgullosa de sí misma, y de su nuevo anillo.
Dios se acercó a ella y le tocó el pecho derecho con la palma de su mano, y aunque no lo hizo con intenciones maliciosas, Daniela quedó en shock, sin saber cómo reaccionar ante esta situación tan vergonzosa.
—¿Eh?
¿Por qué le estaba tocando el pecho? Daniela se sonrojó y se apartó de él, con vergüenza y enfado.
Quería golpearlo, pero no se atrevió a levantar el puño por miedo de un castigo divino.
—¡¿Q-q-qué hace, viejo pervertido?!- Gritó Daniela, indignada. ¿Cómo se atrevía a tocarla así, sin su permiso? ¿Qué clase de Dios era él?
—No te alteres, solo te estoy dando otro poder.
—¡P-pues al menos me hubieras avisado que harías eso!
—Ahora tienes el poder de revivir, solo vas a revivir dos veces. Así que ten cuidado, no malgastes tus vidas.
Daniela se quedó boquiabierta. ¿El poder de revivir? ¿Qué significaba eso? ¿Acaso podía morir y volver a la vida, como un gato?
Luego, Dios le tocó la frente, con su dedo índice. Daniela sintió un cosquilleo en su cabeza, como si le inyectaran algo.
—Ay, se sintió raro.
—Ahora tienes una gran memoria, perfecta para aprender miles de hechizos. En este mundo, la magia se basa en palabras. Cuantas más palabras sepas, más hechizos podrás usar. Y con tu memoria, podrás recordarlos todos.
Daniela se tocó la frente, confundida. ¿Una gran memoria? ¿Hechizos? ¿Palabras? No entendía nada de lo que decía. ¿Qué tenía que ver la memoria con la magia? Era algo obvio, pero Daniela no era precisamente una genio, mucho menos en este momento, que están sucediendo tantas cosas que apenas tiene tiempo de procesar lo que escucha.
Dios se alejó de ella, y se preparó para marcharse.
—Bien, me tengo que ir. Tengo otros asuntos que atender. Espero que disfrutes de tu nueva vida.
—¡Espera, ¿ahora qué hago?!- Dijo Daniela, confundida.
No sabía qué hacer, ni dónde ir. Estaba sola en un mundo desconocido, sin nadie que la ayudara.
—Investiga por tu cuenta, solo debes aprender a usar los hechizos y controlarlos. Y no te preocupes, pronto encontrarás amigos y aliados. Este mundo está lleno de personas interesantes y peligrosas. Aprende a diferenciarlos.
Dios desapareció, dejando a Daniela sola.
—Bueno, quería una aventura… No me despedí de mi madre, pero esto es muy importante.- Pensó Daniela, tratando de animarse.
Ella había aceptado la propuesta de Dios, de ir a otro mundo, porque estaba aburrida de su vida normal. Quería vivir algo emocionante y diferente, y ahora lo tenía.
Ella empezó a caminar, sin rumbo fijo. No sabía dónde estaba, ni cómo volver a su mundo. Solo sabía que tenía que aprender a usar la magia, y sobrevivir.
—Realmente no entendí nada de lo que dijo… ¡¿Por qué acepté tan fácil?!- Se reprochó Daniela, arrepentida. Tal vez había sido una mala decisión. Tal vez había sido una trampa. Tal vez Dios no era tan bueno como parecía.
Siguió caminando… Este lugar era silencioso. Solo se oía el viento entre los árboles, y el canto de los pájaros. Estaba rodeada de un bosque verde y frondoso, con flores de colores y frutos extraños.
—Aunque… Es cierto, hace unos días soñé con las palabras “Dios”, “magia” y “aventura”.- Recordó Daniela.
Antes de que Dios se le apareciera, ella había tenido unos sueños muy vívidos, donde escuchaba esas palabras. ¿Sería una señal? ¿Sería una profecía? Por supuesto que sí.
Sus poderes psíquicos eran tres.
Telepatía: Podía hablar telepáticamente con alguien, aunque solo podía hablar, no podía escuchar lo que pensaban. Era una habilidad útil para comunicarse sin que nadie se enterara, o para engañar a sus enemigos.
Profecía: Podía predecir el futuro con palabras que aparecían en sus sueños. Era una habilidad misteriosa y peligrosa, que le mostraba cosas que podían ocurrir, o que debían ocurrir. A veces, le ayudaba a evitar el peligro. Otras veces, le causaba problemas.
Telequinesis: Podía mover objetos con la mente. Era una habilidad práctica y versátil, que le permitía manipular su entorno. Podía levantar, lanzar, romper o cortar cosas con solo pensar en ello.
—¡¿Por qué acepté?!
Se lamentó Daniela. Se sentía culpable y asustada. Había dejado atrás a su familia, a su mundo. ¿Y para qué? ¿Para tener unos poderes que no sabía usar, y que podían traerle más problemas que beneficios? Al menos en su perspectiva, eso piensa ella, ignorando el problema con los demonios y el posible fin de todos los mundos.
Salió del bosque y vio un gran pueblo. Era una aldea medieval, con casas de piedra y madera, calles de tierra y gente vestida con ropas simples y sucias. Había un mercado, una iglesia, una posada y un gremio. Era el típico escenario de una novela de fantasía.
—Supongo que ya no hay vuelta atrás.
Se resignó Daniela. Ya no podía arrepentirse de su decisión. Tenía que adaptarse a este mundo, y buscar la forma de ser feliz. Tal vez encontraría algo que le gustara, o algo muchísimo mejor, la emoción que tanto anhelaba.
•
•
Llegó al pueblo y vio a muchas personas raras… Usaban armaduras de metal o de cuero, espadas, hachas, arcos, lanzas o dagas. Algunos tenían cicatrices, tatuajes, piercings o joyas. Otros tenían orejas puntiagudas, colas, alas o cuernos. Supuso que eran los aventureros, los que se dedicaban a explorar el mundo, luchar contra monstruos y buscar tesoros.
Era muy diferente a su mundo… Este lugar olía raro. A sudor, a sangre, a humo, a hierbas, a especias, a animales. Era un olor fuerte y penetrante, que le hacía fruncir la nariz. No estaba acostumbrada a ese ambiente, tan sucio y rudo.
Siguió caminando, tratando de pasar desapercibida. No quería llamar la atención, ni meterse en problemas. No sabía cómo eran las costumbres de este mundo, ni cómo se comportaban las personas. No sabía si eran amigables u hostiles, si la ayudarían o la atacarían.
—¿Con qué empiezo? ¿Qué debo hacer? Mmm…
Había llegado a un mundo extraño, lleno de magia y aventuras, pero no sabía nada sobre él.
Miró su anillo.
—¿Solo incrementará mis poderes psíquicos?
Lo tocó y una voz de mujer le habló en su mente.
—»Arches Nexus», te permite volar. «Muslar asio», te permite tener una gran fuerza física, una gran resistencia y una increíble agilidad. Y, por último, «Espada Dix» te permite aparecer una espada que es capaz de usar el viento como una espada, es muy eficaz para hacer daño.
La voz dejó de hablarle, dejando bastante inquieta a Daniela, tanto de miedo como de emoción. Sí, una voz misteriosa le habló, pero esa misma voz le dio una valiosa información.
—¿Eran hechizos…?
No esperaba que su anillo le enseñara hechizos.
¿Sería una función especial del anillo? No lo sabía, pero estaba dispuesta a probarlos.
—Lo intentaré… Supongo que solo debo decir esas palabras.
Tomó un profundo respiro y exhaló.
—Vamos… ¡Espada Dix!
Una espada hecha de viento apareció en sus manos. Era una espada transparente, que emitía un sonido silbante al cortar el aire. Daniela la miró con asombro. Era la primera vez que veía algo así, o más bien, la primera vez que sostenía un arma.
—¡Increíble!
Se sintió emocionada. Quería probar los otros hechizos. Pero antes, pensó que sería mejor encontrar a alguien que le enseñara más sobre la magia de ese mundo. Tal vez en el gremio de aventureros, donde había visto entrar a muchas personas con armas y armaduras. No sabe si es el gremio de aventureros, pero lo parecía. Para no arriesgarse y meterse en problemas, decidió preguntarle la dirección a alguien.
—Ya sé, solo debo encontrar a personas que sepan hechizos y pedirles que me enseñen.
Vio a una chica y se dirigió a ella. Era una chica de cabello rubio y ojos verdes, que llevaba un vestido blanco y una capa roja. Tenía un arco y una aljaba en la espalda. Parecía una arquera.
—Señorita, ¿sabe en dónde puedo encontrar a personas que sepan hechizos?- Le preguntó Daniela con educación.
La chica la miró con curiosidad. Notó su espada de viento y su anillo. Le pareció una chica extraña, pero no le dio importancia, principalmente porque se quería ir ya a celebrar con uno de sus novios, pues su cacería fue todo un éxito.
Un hombre le manoseaba el trasero a la arquera, pero Daniela no lo notaba por estar pensando en los hechizos y en lo que haría.
—¿Personas que sepan hechizos? Creo que quieres ir al gremio. Es ese lugar de ahí.
Le señaló el lugar.
Daniela siguió la dirección de su dedo. Vio un edificio de piedra, con un letrero que decía «Gremio de Aventureros», pero en un idioma bastante extraño que Daniela no entendía. Era el mismo lugar que había visto antes.
—¿Ahí hay personas que saben hechizos?- Preguntó Daniela, para confirmar.
—Pues sí, todos los aventureros saben hechizos. Algunos son magos, otros son guerreros mágicos, otros son arqueros mágicos, como yo. Hay de todo.
—Gracias.
Su espada desapareció. Daniela se sorprendió. No sabía que podía hacer eso, refiriéndose a que desaparezca por su propia cuenta.
—Creo que desaparecen cuando ya no los necesito.
Le pareció conveniente. Así no tendría que cargar con una espada todo el tiempo.
Entró al gremio. El lugar parecía un restaurante, a excepción de que había tres mujeres sentadas en escritorios. Suponía que eran las empleadas del lugar. También había muchas mesas y sillas, donde había varios aventureros comiendo, bebiendo, charlando o leyendo. Había un ambiente animado y ruidoso.
—¿Aquí habrá personas que sepan usar hechizos?
Esperaba que sí. Quería aprender más sobre la magia de ese mundo.
Se dirigió a una chica, que parecía que era una empleada. Era una chica de cabello castaño y ojos marrones, que llevaba un uniforme azul y blanco. Tenía una pluma y un libro en la mano.
—Disculpe, ¿aquí hay gente que sepa usar hechizos?
—Claro, todos los aventureros aquí saben hechizos. ¿Se quiere registrar?- Le respondió la chica con una sonrisa.
Parecía bastante educada, pero por dentro se estaba muriendo de la risa, por haber respondido tan seriamente una pregunta tan estúpida, considerando que todos pueden usar magia y hechizos, hasta el más ignorante y débil.
—Supongo que necesito dinero para registrarme, pero no tengo, gracias.
No tenía dinero. Había llegado a ese mundo sin nada. Apenas en ese momento se dio cuenta de que prácticamente era una vagabunda, por lo que comenzó a gritar en su mente, maldiciendo su estupidez por haber aceptado sin antes haberse preparado un poco.
—No se preocupe, el registro lo puede pagar con trabajo. Solo tiene que hacer una misión y nos dará una parte de la recompensa. Así podrá ser una aventurera oficial y acceder a más beneficios.
—Oh, ya veo, ya veo. ¡Que conveniente!
Daniela se interesó. Suponía que registrarse le ayudaría a encontrar a personas que sepan hechizos. Tal vez podría hacer amigos y aliados. Además, necesitaba dinero para vivir en ese mundo.
Pero, después de reflexionar un poco sobre eso de los amigos y aliados, le pareció aburrido, por lo que decidió solamente reunir el suficiente dinero como para pagarle a alguien para que le enseñe, en lugar de perder el tiempo socializando.
Le sonrió a la chica.
—Claro, me voy a registrar.
—Por favor, ponga su mano en la esfera.
Le señaló una esfera de cristal que estaba sobre el escritorio. Daniela supuso que era algún tipo de aparato mágico para medir el poder mágico o reunir información, así que aceptó sin dudar tanto.
—Claro.
Puso su mano derecha en la esfera. Sintió una leve corriente eléctrica recorrer su cuerpo. No le dolió, pero le hizo cosquillas.
—¿Tardará mucho?
—Solo un minuto.
—Ya veo… Mmm… La, la, la…
—Eres nueva en el pueblo, ¿verdad? ¿De dónde vienes?
—Pues… Oh…
Al ver a la empleada a los ojos, Daniela se dio cuenta de lo hermosa que era la chica, pero no solo se dio cuenta de eso, sino que también era libre de ser lo que realmente es, ya no tenía que ocultar nada.
Su verdadera personalidad con las mujeres.
—Vengo de un pequeño pueblo alejado de la sociedad, bastante ignorante. Es por eso que me fui, para conocer más sobre el mundo. Por cierto, en mi pueblo es normal que las personas amen a cualquier persona, sin importar el sexo. ¿Aquí también es normal que una mujer se enamore de otra mujer?
—Por supuesto que sí. Siempre ha sido así. No te preocupes, es normal.
—Ya veo, ya veo… ¿Estudias o trabajas, linda?- Dijo Daniela, guiñándole un ojo.
—Tengo novio.
—Ay… Al menos lo intenté.
Un minuto pasó.
Una tarjeta apareció de la nada y la empleada la tomó. Era una tarjeta de metal, con el nombre y los datos de Daniela grabados en ella. La empleada la leyó y se quedó boquiabierta cuando llegó a cierta parte de la información: los tipos de magia.
—D-Daniela Ranmo. E-edad, 16 años. T-tipos de magia… ¡¿t-t-t-todas?!
Todos los aventureros del lugar gritaron, pues era bastante conocido que una tarjeta nunca contenía información falsa, nunca se atreverían a desconfiar de su veracidad, y si una empleada decía eso en voz alta, no había ninguna duda de que todos se sorprenderían ante tal sorpresa.
—¡¡¿Eh?!!
—¡Pero eso es imposible!
—¿Qué pasa?- Preguntó Daniela, confundida.
—¡Pasa que tienes todos los tipos de magia! ¡Eso es algo que nunca se ha visto!
Verdadero y falso. En ese mismo momento, Daniel también estaba registrándose en un gremio de aventureros, por lo que sí se había visto antes. Unos minutos antes, pero se ha visto.
—¿Eh? ¿E-en serio? ¿N-nunca?- Dijo Daniela, taetamudeando y arrepintiéndose de su decisión. Llamó mucho la atención, y aunque eso podría tener consecuencias positivas, también negativas.
Una vez más se arrepiente por actuar antes de pensar.
—¡¿En tu pueblo es normal?!
—N-no. Ay, creo que por eso me echaron del pueblo, me tenían miedo. ¡¿En serio no es normal?!- Dijo Daniela, mintiendo para no levantar más sospechas de las que de por sí ya levantó.
—C-cada persona solo puede usar uno o dos tipos de magia, dependiendo de su afinidad, incluso en muy pocos casos, tres. ¡Pero tú puedes usar todos! ¡Eso es increíble!
—¿En serio? Creo que eso es bueno… ¿Verdad?
—¿C-cómo lo lograste?- Le preguntó la chica, intrigada.
—Daniela.
Ella inmediatamente cerró los ojos con fuerza y se tapó la cara con sus manos, para ocultar su susto.
La voz de Dios le habló en su cabeza.
—¡¡Casi me das un infarto!!- Pensó Daniela.
—Tienes prohibido contarle a alguien lo que te dije, inventa algo.
Daniela entendió. Era lógico que tenía prohibido decir que había venido de otro mundo y que había sido elegida por Dios. Seguramente causaría problemas si lo decía. Así que decidió mentir. Después de todo, era experta mintiendo y fingiendo. Años de experiencia no fueron en vano.
—Lo siento, es secreto.
—L-lo comprendo.- Dijo, con miedo de preguntar de más.
Ella no conoce a Daniela, y considerando su poder, tenía miedo de hacerla enojar, pues podría matarla.
Los demás aventureros llegaron a la misma conclusión, por lo que ninguno se atrevía a preguntar nada y solo la miraban de reojo, con miedo en sus cuerpos.
—¿Con qué clase de trabajo le pagaré?
—E-elija una misión en el muro de misiones… ¡Cof, cof!
Se atragantó con su saliva y comenzó a toser bastante, mientras Daniela desviaba la mirada, incómoda.
Al desviar la mirada, se dio cuenta de que los aventureros, cuando se daban cuenta de que ella los miraba, inmediatamente desviaban la mirada con miedo.
—Miedo… Soy un fenómeno, ¿eh? Eso podría ser útil.- Pensó, con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—P-perdón por eso. C-con su poder mágico, puede tomar cualquiera.
—Ya veo…
Ella asintió, sin entender muy bien. Miró el muro de misiones, que era una pared con papeles pegados. Cada papel tenía una descripción de una tarea, una recompensa y un grado de dificultad.
No entendía su escritura, por lo que basó su decisión con la apariencia del papel.
Tomaría cualquiera que le llamara la atención.
—Mmm… Este se ve bien.
Tenía un sello color rojo intenso, que indicaba peligro y emoción, y eso parecía bastante entretenido para ella.
Tomó un papel y se lo dio a la empleada, que se sobresaltó al darse cuenta de la misión que escogió.
—Haré esta misión.
—¡¿Quieres matar a los Orcos?!
La empleada se sorprendió. Esa era una misión de alto riesgo, que solo los aventureros más experimentados se atrevían a aceptar. Los Orcos eran unas bestias salvajes y feroces, que atacaban a los humanos sin piedad. Los hombres morían y eran devorados, y las mujeres también eran devoradas, pero de otra manera.
—¿De eso trata?
Ella preguntó, inocentemente. No sabía lo que eran los Orcos, pero le parecía divertido enfrentarse a ellos. Pero también se puso nerviosa, pues aunque tiene magia poderosa, no sabe usarla todavía. ¿Podría hacerlo?
Aunque podía revivir, gracias al poder de Dios, no quería morir y desperdiciar una vida. Y aunque tenía una espada que se veía muy poderosa, no sabía cómo usarla. Y sus poderes psíquicos mejoraron, pero no los dominaba del todo. ¿Sería suficiente?
Pero sus nervios se esfumaron como por arte de magia al recordar el hechizo de vuelo, y si funcionaba a la primera como el hechizo de la espada, podría escapar volando de los Orcos.
Sentía un buen presentimiento. Debía intentarlo. Era una oportunidad para probar sus habilidades y vivir una aventura.
Ella sabe perfectamente que está a punto de cometer una estupidez, pero no le importó y decidió confiar en su instinto.
—Sí, lo haré. ¿En dónde encuentro a los Orcos?
—Están en el pueblo Zeiss. Es un pueblo que fue invadido por los Orcos hace unas 3 semanas. Está al norte de aquí, a unas dos horas de camino.
—¿Pueblo Zeiss?
De la nada, unas imágenes aparecieron en su mente. Eran imágenes de un camino, rodeado de árboles y montañas. Era un camino que le mostraba su mente, para que supiera cómo llegar.
Un ligero mareo le afectó, pero lo ignoraba por la sorpresa de una inesperada nueva habilidad.
—¿Es el… camino al pueblo Zeiss?
Recordó el camino al instante, sin necesidad de esforzarse gracias a su excelente memoria.
No necesitaba un mapa ni una brújula. Solo tenía que seguir su intuición y el camino que su nueva habilidad le mostró.
—Gracias. Adiós.
Salió del gremio, con una sonrisa. Estaba emocionada por su primera misión y, por supuesto, por haber conseguido un nuevo poder.
—¿Es un poder psíquico nuevo? ¡Genial!
Se detuvo y sonrió más que antes, pues nuevamente recordó que podía volar.
—E-es cierto, puedo ir volando. ¡Arches Nexus!
Empezó a flotar, y al sentir sus pies despegarse del suelo, sentía una sensación de libertad y felicidad que hace años no sentía.
Un nuevo propósito de vida llegó a su vida, una meta a cumplir.
Su vida encontró la luz que tanto anhelaba, y eso solo la llenaba de felicidad y, por supuesto, de diversión y adrenalina.
—¡Increíble! Creo que… solo debo pensar en cómo quiero volar.
Empezó a volar en dirección al pueblo. Podía controlar su velocidad y su altura con su voluntad. Era como si fuera un pájaro.
—¡Lo logré!
Los habitantes del pueblo la observaron asombrados. No podían creer lo que veían. Una chica que volaba por el cielo, con una expresión de alegría en el rostro.
—¡Esa chica puede volar!
—¡Increíble!
—¡¿Será un demonio?!
Algunos la admiraban, otros la temían, otros la envidiaban. Ella no les prestó atención. Siguió volando mientras tenía una gran sonrisa.
—¡Esto es genial!
Dio una vuelta en el aire y gritó a todo pulmón: ¡¡¡Genial!!!
—¡Este lugar me gustará!
Sus días de aburrimiento terminaron. Ahora comenzaba su nueva vida, llena de magia y aventura.
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