Infernum in Corde - 02
En un bar restaurante ubicado en una tranquila calle de Japón hay un grupo de amigos reunidos, celebrando su más reciente travesura. El interior era bastante acogedor pese a lo barato que era comer ahí, El lugar contaba con unas cuantas mesas en el exterior, y otras cuantas más por dentro del lado de la ventana. El pequeño restaurante contaba con dos especialidades: Un grupo de mesas con parrilla y una larga barra con aire a bar antiguo. Pese a estar un tanto lleno por culpa del sabroso olor de la carne, los jóvenes igualmente consiguieron un asiento para dedicarse a beber y reír juntos, celebrando su más reciente victoria. Tras brindar, el pelirrojo sentado junto a la ventana soltó un largo suspiro.
‘‘Ahhh~ Yo sigo sin creer que Hayashi de verdad nos ayudó’’ dijo Taeji Kojima en tono burlón mientras jugueteaba con su bebida, hablándole al chico de cabello corto y negro frente a él.
Akihiko Hayashi, es el amargado del grupo, siempre parecía como si estuviera molesto y a punto de gritarle a alguien en cualquier momento. Con unos cuantos años de más muchos dirían que él era el padre de los demás; pese a ser parte del grupo desde primaria tras meterse en una pelea al tratar de detener dicha pelea.
‘‘¿Y qué querías que hiciera? Lo último que quiero son mis trapos sucios saliendo al público por que ustedes son una bola de inútiles’’ dijo Akihiko entre dientes, casi como gruñendo molesto al tomarse su trago.
‘‘¡Ja! ¿Tú qué clase de trapos puedes tener? Eres básicamente el niño de oro de todo el mundo, imbécil’’ espetó el pelirrojo con una sonrisa tan amplia que daba la sensación de ser falsa.
“Oye no es mi problema que parezca que recién escapaste de la correccional y todo el mundo se dé cuenta de tus estupideces’’ replicó el niño de oro con una mueca burlona, causando la risa de los sus otros amigos sentados en la mesa.
‘‘¡Hey! Primero que nada, yo no parezco delincuente juvenil, lo soy. Aparte ¿A ti te parezco un delincuente Harada?’’ preguntó volteando a ver al sentado a su lado, quien estaba muy ocupado con la carne asada como para prestar atención.
Hikaru Harada, un joven músico que sufría de albinismo. Si lo veias fijamente, casi que podrías divisar la imagen de aquel niño al que le hacían bullying en su infancia, solo que su piel se había vuelto más pálida, sus ojos se volvieron de un celeste más oscuro y se había dejado crecer el cabello un poco, quizá le llegaba hasta el cuello de la camisa, pero sus ligeros rizos y el flequillo imposible de acomodar que lo hacía ver más corto. Pese a querer intervenir en la conversación, su atención estaba más pendiente en la comida frente a él.
Por lo que la respuesta la obtuvo de Ikuto Kimura un enflaquecido joven de piel trigueña y ojos color caramelo. Cuya aficion por teñirse las puntas de su negro cabello de rubio era casi tan grande como su actual estado de ebriedad. Este joven juguetón siempre buscaba sentarse al lado de Akihiko para hacerle la vida imposible, más o menos desde que se unió al grupo tras una pelea a puño limpio con Hikaru en la primaria siempre ha sido así.
‘‘Bueno, si te soy sincero” comentó el embriagado, “Parece que te dedicas a asaltar barrios ricos por la madrugada jajaja. La única diferencia es que a ti si te tiembla el pulso al disparar’’
‘‘Bueno ¡Pero eso solo prueba mi punto!” replicó el pelirrojo, “Solo porque me veo como alguien peligroso no significa que Kiriko puede ir por ahí diciendo que mate a alguien. Aparte, si quisiera matar a alguien lo hubiera hecho hace mucho ¡Y hubiera sido ella’’ se quejó poniendo su brazo en el respaldar del asiento y jugando con un mechón de cabello de Hikaru, quien solo podía dedicarse a pensar ‘Que no empiece con sus cosas raras’ mientras ponía a cocinar más carne.
‘‘Independientemente de los motivos, no debimos haber hecho eso…’’ dijo el albino mientras los otros lo veían confundidos en extremo, hasta que volvió a hablar con una pequeña sonrisa »… nos faltó publicar todas sus fotos en el foro del instituto»
»Dios ¡Sí! Debimos hacer eso, ¿Por qué no hicimos eso? Hayashi ¿Porqué no nos dejaste hacer eso?» preguntó el emborrachado.
»No, no. Esta vez fue culpa de este idiota» dijo el peliblanco, mientras se atiborraba con la carne que los demás ignoraban.
“¿Kojima? ¿Enserio? No, no me lo digan ¿El mundo se va a acabar hoy?” comentó Akihiko burlonamente.
‘‘Tsk… No empieces, sabes perfectamente la clase de problemas innecesarios en los que nos hubiéramos metido” Replicó el pelirrojo, antes de suspirar de forma dramática, “Ahh~ Soy demasiado bueno para este mundo, todos ustedes deberían agradecer el mero hecho de contar con mi presencia’’
“Eres un idiota ¿No te lo habían dicho antes?’’ comentó Hikaru, dándole un trago a su bebida, antes de recibir un sape.
‘‘Tu eres el imbecil que casi se queda calvo ¿Y yo soy el idiota?’’ reclamó el pelirrojo.
“¡Oye! ¡Eso fue culpa de Ikuto! ¡Él fue el que se pasó con el decolorante!” se excusó Hikaru.
‘‘¡Hey! Primero que nada me chantajeaste muy vilmente! para hacerlo” Se defendió Ikuto, intercalando el japonés y el español al hablar, “Aparte, no me dijiste que yá te lo habías decolorado”
“Tú eres el que se pasa tiñendo, tú deberías saberlo”
“Toda tu cabeza es blanca idiota” comentó Akihiko dandole un trago a su bebida.
‘‘Ya, pero… Momento ¿No estamos molestando a Kojima?’’ replicó el peliblanco tomando un poco de cerveza para evitar hablar.
‘‘Nop. Ahora te regañamos a ti, déjate el pelo así’’ dijo el pelirrojo, tomando un mechón de pelo y acercándose a un nivel casi incómodo, sonriendo cálidamente, ‘‘Te ves bien, me gusta’’
Divertido ¿No? El tener dos amigos que se quieran tanto, sobre todo cuando esa cercanía es tan única que resulta imposible que nadie la entienda aparte de ellos. Era el tipo de cercanía que sólo puede lograrse a través de largas, interminables y profundas conversaciones. El tipo de cercanía que sólo el dolor y la felicidad compartidos pueden crear. No era raro que los dos se perdieran en su pequeño mundo. Su pequeña burbuja al margen de todo y de todos, incluso de sus propios amigos de los que solían olvidarse. Aunque bastó que un borracho Ikuto sacara a relucir algo sobrenatural para que la conversación volviera a centrar su atención en un tema menos embarazoso. Al fin y al cabo, ¿Qué mejor que juntos a un futuro sacerdote, a un estudiante de demonología, a un escéptico y a un supersticioso, y dejarlos hablar por horas? Lo menos que se podía esperar eran conversaciones interesantes.
‘‘¡EH! Te digo que en ese maldito colegio espantan, te lo juro por Diosito’’ espetó el borracho.
‘‘Kimura, no hay espíritus malignos en el colegio’’ le contestó Hikaru apoyándose contra la mesa.
‘‘¡Te digo que sí! Kojima mismo me lo dijo’’ replicó Ikuto, quién terminó recibiendo una coz.
‘‘Solo a ti se te ocurre creer algo de lo que Kojima diga’’ le regañó Akihiko, “Este imbécil ni siquiera pasó el primer curso”
‘‘Primero que nada, auch. Segundo ¿Qué importa si me sacaron?” reclamó Taeji entre risas, “Son unos idiotas, ¡Todos lo son! Ni siquiera saben la diferencia entre un oni y un súcubo ¡Patrañas!’’
‘‘¿Y tú qué sabes? Si apenas te estaban enseñando. Hablas como si hubieras crecido entre ellos’’ Akihiko replicó con una mirada maliciosa.
Con enojo y quizá algo de amenaza Taeji contestó; ‘‘Tú también estás estudiando. No te creas tan importante solo porque tu familia te entrena personalmente pequeño imbécil’’
‘‘Bueno, si tengo suerte no me topare con ninguno de esos” intervino Hikaru tratando de evitar un argumento, “Lo último que quiero es tener algo que ver con demonios, mucho menos ser comido por un demonio’’
Con la mirada un poco oscurecida, Taeji tomó un trago largo y amargo, dejó de jugar con el cabello de Hikaru y se alejó un poco antes de que Ikuto volviera a hablar con un tono dolido en su voz; ‘‘Si bueno, morir por tener sexo no suena tan mal, a este paso todos vamos a morir vírgenes…. Bueno, Kojima tal vez se salve, pero ¿Y nosotros?’’
‘‘¿Disculpa?” intervino Taeji, “Tú te embriagarás y despertarás en una cama desnudo completamente ebrio sin saber ni tu nombre, Hayashi posiblemente logre llegar al matrimonio, aunque lo dudo, y Harada es el típico niño bueno que engañan y termina en algo de ‘solo una vez’’’
‘‘¡Ja! Si a mí me van a engañar ¿Qué contigo?’’
‘‘¿Yo? Yo soy pedacito de cielo inocente por supuesto que yo seguiré siendo un ser puro para siempre’’
Viéndose entre ellos, los tres jóvenes increpados estallaron en risas. Ikuto incluso terminó atragantándose con la cerveza. Todos reían y se molestaban entre sí, tomando más de la cuenta, después de todo, eran jóvenes que no deberían estar en un bar para empezar y cuando ya Ikuto sugirió irse a un karaoke, todos supieron que era momento de tomar sus cosas e irse a casa. Sin embargo, sus risas fueron repentinamente silenciadas por el ruido de la puerta al abrirse de golpe, golpeando la pared.
El brusco sonido de la puerta le dio paso a un incómodo silencio. Todo el mundo observaba curioso cómo un hombre se abría paso en el bar. Los jóvenes que se habían levantado se volvieron a sentar, sintiéndose tensos por la forma en que el hombre los miraba. Parecía estar muy centrado en Hikaru por algún motivo, lo que no solo lo incomodó, sino que provocó que Taeji pusiera su brazo frente al peliblanco con disimulo. Pero por suerte el hombre no los estaba viendo a ellos específicamente, sino detrás de ellos.
Aquel hombre trajeado fue directo a la mesa donde unas jóvenes cenaban tranquilas. Esa alegría que rodeaba ese rincón murió en cuanto aquel hombre empezó a discutir y tirar del brazo de una de las jóvenes. La discusión se volvió fea rápido y la pareja terminó siendo echada del lugar, pero incluso desde fuera aún se podían escuchar los gritos de ambos. En cuanto la pareja se alejó un poco el grupo de amigos volteó a ver al pelirrojo, quién -con su manía de meterse en lo que no le importa- ya se precipitaba hacia la salida.
Todos esperaban que él interviniera en cuanto la pareja comenzó a gritarse entre sí. Es claro que, en una relación de cualquier tipo, las discusiones eran algo normal y hasta sano, pero Taeji parecía tener un radar para detectar abusos con solo una mirada y nunca se equivocaba en sus sospechas. Claro que lo que pasara en la vida de otras personas no era su problema, Taeji siempre había sido así, metiche e impulsivo. No importaba qué tanto sus amigos lo intentaran, en cuanto se decidía a intervenir, intervendría con la fuerza de un huracán.
Cada que Taeji los abandonaba así, el grupo de amigos se aprovechaba de su billetera para comer o beber o cualquier plan que surgiera en el momento. Era un minúsculo castigo, puesto que Taeji parecía nunca quedarse sin dinero. Pero esta vez Hikaru se veía más preocupado que de costumbre ya que las amigas de la joven estaban llamando a la policía.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
En un callejón de Japón, al lado del local hay una pareja peleando. Al otro lado del callejón se encuentra una figura alta con un cardigán largo y negro sobre sus hombros. De forma perezosa la figura se recostó contra una pared, fumando y jugueteando con una daga. A su espalda una larga cola terminada en punta de flecha se meneaba de un lado a otro y le costaba recostar la cabeza contra la pared gracias a sus cuernos de bongo -largos y ligeramente curvados en espiral- a la vez que de la punta de su cigarrillo salía un humo fucsia con olor a cerezas que poco a poco le envolvía.
Estando lo suficiente cerca como para escuchar, pero no lo suficiente como para ser visto, la figura de cabello rojo cuál cenizas ardientes se dedicó a prestar especial atención a la pareja que discutía en el fondo del callejón. Reclamos iban e insultos venían, los gritos se ponían cada vez más desagradables y ruidosos, en especial de parte del hombre. La discusión escaló tanto que una sonora bofetada cayó sobre la mejilla de la chica, quién de inmediato trató de irse. Únicamente se detuvo por el reflejo de la luz proveniente del cuchillo que el hombre sostenía, incapaz de siquiera gritar la joven se preparó para la siguiente bofetada que nunca llegó.
‘‘Yo creo…’’ Dijo el misterioso chico deteniendo la mano del hombre en el aire. Su voz era profunda con un ligero raspado y un tono tan dulce y tranquilo que era preocupante. Su rostro estaba oculto tras una máscara de piedra que cubría todo excepto sus brillantes ojos dorados. Si la época fuera halloween, su apariencia no habría llamado tanto la atención; pero no era halloween y tanto el hombre como la mujer se congelaron sin saber qué hacer ‘‘… qué ella ya fue muy clara contigo. Piérdete’’
‘‘¡Ahhg! ¿Q-quién eres? ¿Su nuevo novio? ¿Quién demonios te crees que eres?’’ reclamó el hombre, cuya muñeca estaba siendo sujetada con tanta fuerza que en cualquier momento podría romperse.
‘‘No me creerías si te dijera…’’ la voz del hombre empezó a sonar como de ultratumba, pero la tranquilidad en su tono se mantuvo, lo que era aún más enervante.
Con una gran facilidad el joven retorció el brazo del hombre, obligándolo a arrodillarse, soltando la cuchilla como consecuencia. Una risotada aterradora y profunda recorrió el callejón mientras el hombre era golpeado en el estómago repetidamente. La mujer, aterrada y algo aliviada también, salió corriendo. El hombre fue golpeado hasta que su cuerpo se llenó de dolorosos moretones y sus huesos traquearan cada que se moviera.
“Basta! ¡Piedad! Por favor ¡La dejaré en paz lo juro!’’ lloró el hombre, su voz ronca de gritar.
“Oh? Donde quedó tu valentía idiota? Creí que te divertía golpear a los demás, ¿Qué? No es divertido cuando es a ti al que golpean?” riendo con malicia, el chico tomó la funda de caoba colgando de su cintura. El hombre en el suelo lo reconoció como una katana y empezó a gritar, aterrado de morir. “Ustedes son seres muy divertidos ¿Sabes? Son como cucarachas, pero más asquerosos’’ se burló el joven pisando con fuerza el pecho del hombre hasta que varias costillas crujieran.
Incapaz de soportar el dolor, el hombre se desmayó y el joven enmascarado le escupió con asco. Con tranquilidad, el joven esposó al hombre a una tubería y luego chasqueó los dedos. Casi de inmediato todo alrededor se tornó de un plateado puro. Los edificios, las calles, incluso el cielo adquirió ese tono particular de pureza fina que acompaña siempre a la plata. A la lejanía se podían ver faros de colores, algunos rojos y otros dorados; tan lejos como llega la visión, se observan criaturas extrañas y amorfas luchando entre sí con una violencia y odio cizañoso, destrozando todo a su paso mientras trataban de matarse entre sí. Cuando alguna criatura moría era relevada de inmediato y el cadáver era lanzado a alguno de los portales de su respectivo bando. Desperdigados por los alrededores habían figuras humanoides, blancas y lisas, sin ninguna facción reconocible salvo por el aura de color que les rodeaba, que, sin importar como lo vieras, siempre era única para cada individuo.
Pero algo andaba mal con esas figuras humanoides que, mientras llevaban a cabo su día a día, se veían acosadas por amorfas criaturas negras. Cada que alguna de esas criaturas lograba influenciar a la figura, una marca negra aparecía en su cuerpo, profunda y embarazosa, de la cual se alimentaban las criaturas negras hasta que las figuras sucumbian y una cadena negra aparecía en sus tobillos; cadena que los arrastraría a lo más profundo de los infiernos. Claro estaba que las figuras no estaban indefensas, pues cada que una criatura negra se les acercaba, una flama aparecía sobre sus cabezas y, tan rápido como fuera posible, las criaturas doradas llegaban para espantar al villano. Aunque bien es cierto que, si la figura se provoca las marcas negras ella misma, las criaturas doradas no pueden intervenir, y si la figura sigue y sigue provocándose las marcas y alimentando a las criaturas negras, lo más que pueden hacer las criaturas doradas es observar y proteger silenciosamente. Hay también ocasiones especiales en las que, bajo algunas condiciones específicas, las figuras pueden deshacerse de las marcas negras en sus cuerpos y si, al final de su vida, la mayor parte de su cuerpo mantiene el blanco original, entonces las figuras son recompensadas con alas doradas y guiados a los portales de oro con fanfarrias y festejos.
Una explosión cercana sacó al joven demonio del ensimismamiento. Una criatura dorada había estampado a una negra contra un edificio, haciéndolo caer, aunque luego de unos segundos el edificio se reconstruyó completo. Volteándose hacia donde había dejado al hombre encadenado, el joven se topó con una figura blanca y humanoide, sin facciones reconocibles más allá de un aura morada y las múltiples marcas negras en manos y pecho. Encogido sobre el hombre, había una criatura negra cuál carbón. La criatura era pequeña, con piernas que parecían agujas enormes, la cola; terminada en punta de flecha estaba firmemente enrollada alrededor de la pierna de la figura blanca mientras su lengua, de una longitud extraordinaria y delgada se frotaba en contra de las múltiples manchas negras, como si se alimentara de ellas con un gusto que rozaba en obscenidad. Tanto así que le tomó un minuto entero darse cuenta de dónde se encontraba, dando un salto que lo dejó clavado en la pared.
“Oye! ¿Qué crees que haces?” reclamó la criatura, su cola terminada en flecha se meneaba amenazante, “Esta es mi comida. ¡Largo!”
“Un tipo tan desagradable es demasiado delicioso para un demonio invasor, no me sorprende que lo quieras todo para ti” le respondió el enmascarado, jugueteando con el mango de la katana.
“Exacto y es todo mío. No puedes tener nada, búscate tu propio humano.”
“Que curioso que seas tú quien lo diga” se burló la criatura enmascarada, “Si mal no recuerdo tú acabas de intentar marcar a mí humano. ¿Qué querías hacer? Huh? Guardarlo como sobras para después?”
“¿Qué? ¿Crees que el mocoso blanco te pertenece? ¡No puedes guardarte semejante banquete para ti solo!”
“Oh, claro que puedo ¿Quieres saber cómo lo haré?” Dijo el enmascarado con un tono burlón y desdeñoso. La máscara que portaba se resquebrajó y agrietó hasta que se transformó en una terrible y psicótica sonrisa, “Borraré de la existencia a cualquiera que se atreva a siquiera voltear en su dirección”
Sin mediar otra palabra, el enmascarado se lanzó contra el demonio, quien, con tal de protegerse, juntó sus brazos frente a su cuerpo para recibir el impacto. De forma ilusa, la cola en punta de flecha del demonio se lanzó contra la máscara, con intención de atravesar pero, para su sorpresa, la máscara de piedra abrió su boca y mordió la cola, recibiendo también un segundo mordisco por los afilados dientes de la boca real detrás de la piedra. Con un grito de dolor, el demonio tiró de su cola con fuerza para liberarla, arrancándola en el proceso.
La sangre dorada y espesa goteaba de la comisura de la máscara, la punta de la cola que fue escupida al suelo se retorcía como si de la cola de una lagartija se tratara. El dolor insoportable hizo que el demonio se sujetara su cola sangrante y se arrodillara, tratando de detener el sangrado. Ese momento fue el ideal para que el enmascarado le propinara una patada que lo dejó besando el concreto. No contento con eso, lo siguió pateando en la espalda hasta que los huesos de las alas crujieron. Impulsado por la furia y el dolor, el demonio se empujó hacia adelante, cuernos listos para apuñalar lo que sea que se interpusiera en su camino. El enmascarado, siendo más inteligente, se cubrió a sí mismo con sus alas, resultando en que la cornamenta del demonio apenas y le hizo un rasguño ínfimo. Como consecuencia de tal equivocación, el demonio recibió una patada en el abdomen que lo lanzó volando contra el edificio, seguido de una sensación de ardor punzante.
Observándose a sí mismo, el demonio vio claramente cómo tenía una filosa katana de obsidiana negra se le clavaba justo en el estómago. No podía moverse para quitarla, pues el edificio se había reconstruido alrededor de sus brazos y piernas, y su cola dolía demasiado como para intentar moverla. Una risa burlona provino del enmascarado pelirrojo, mientras que del cinturón en su ala sacaba una cuchilla. Sus pasos eran seguros y engreídos cuando se acercó al demonio atrapado y no dudó ni por un segundo cuando comenzó a cortar al demonio en pequeños trozos con esa cuchilla sin filo y oxidada. Por lo que parecieron horas sin fin, aquel demonio fue cortado poco a poco hasta que sus huesos fueron expuestos, la sangre dorada brotaba por doquier, pero como el enmascarado ya se había aburrido, con la katana le cortó brazos y piernas y con magia le quemó la garganta para que no pudiera hacer sonido alguno. Ya con eso, arrojó al demonio dentro de un basurero plateado, siendo plenamente consciente de que, fuera del infierno, el cuerpo se pudrirá, pero el demonio no sería capaz de morir, condenandole así a vivir en carne propia como cada parte de su ser se pudría poco a poco, incapaz de hacer sonido para pedir auxilio.
Siendo así, y bloqueando el basurero, el pelirrojo volvió a chasquear los dedos y el mundo pronto volvió a la normalidad. Sus cuernos se retrajeron hasta desaparecer entre su cabello, que recuperó su homogéneo tono rojo. El arma homicida se guardó en el cinturón escondido en las alas, las cuales se le abrazaron a las costillas mientras se volvían intangibles, camuflándose perfectamente sobre el cárdigan. Su cola, que todavía se meneaba de un lado a otro con molestia, se volvió invisible a su espalda. La máscara de piedra fue retirada y guardada entre sus alas, revelando el furibundo rostro de Taeji, que poco a poco perdía el tono grisáceo en su piel color caramelo.
‘‘Bastardo desagradable…’’ bufó el pelirrojo mientras se limpiaba la sangre dorada de la boca. Al darse vuelta descubrió con un sobresalto que, Hikaru lo estaba observando desde la entrada del callejón ‘‘¿Cuánto tiempo llevas ahí?’’ su voz, antes firme y fría como el hierro ahora temblaba.
“No mucho. Kimura vomitó sobre la mesa y nos echaron” le respondió con pereza, mientras le devolvía la billetera, antes de echarle un vistazo al hombre encadenado en el fondo del callejón, “¿Le diste una paliza?”
El tono acusador y la ceja levantada del albino, hizo que Taeji soltara una risita antes de responder, “Yo solo venía a hablar, él fue el que me atacó”
Era claro que Hikaru no le creía nada, pero a lo lejos se escuchaba la policía acercarse y por instinto ambos jóvenes se apresuraron a marcharse del lugar. Apoyado sobre Akihiko, Ikuto babeaba al dormir. Viéndolos así, Taeji no pudo evitar burlarse un poco de Akihiko, que parecía ya saber lo que le esperaba.
‘‘Ni siquiera lo pienses Kojima. Llevaré a Kimura a casa y no quiero oír ni una palabra de ti al respecto’’ reclamó Akihiko.
“No hace falta, Kimura ya está haciendo el trabajo por mí” se rió el pelirrojo, con pleno conocimiento de que solo él podía entender los balbuceos en español de Ikuto, que en su borrachera seguía repitiendo ‘me gustas mucho Aki’.
Luego de burlarse un poco más y de despedirse Taeji y Hikaru se fueron por su propio camino. La noche estaba en su punto álgido y la luna brillaba, iluminando la carretera. El aire era refrescante y los alrededores estaban tranquilos, los dos jóvenes hablaban y reían, uno ignorante del hecho de que cientos de ojos hambrientos se posaban sobre él. Había algo en él, un don que le rodeaba y que iluminaba todo a su alrededor; sólo eso por sí solo ya lo volvía una comida codiciada por los demonios. Miles matarían por apoderarse de él; pero si el humano ya desconocía este hecho, menos notaría que lo único que le protegía era la criatura que le abrazaba por los hombros.
Así pues, llegaron a una zona residencial algo cuestionable. Los arrendadores cobraban más de lo que merecían, a muchas de las casas incluso les faltaba un baño. Al menos era lo suficiente decente como para que a una familia con niños pequeños se les diera un apartamento en condiciones, pero eso era todo; los asaltantes y gente peligrosa seguirán siendo parte del día a día. Uno de dichos maleantes, saludó cálidamente a ambos jóvenes cuando pasaron cerca.
Comments for chapter "02"
QUE TE PARECIÓ?
Vaya historia y capitulo, pude observar varias palabritas repetidas, capaz podria reemplazar con otras para no suene muy repetitivo. 🙂
Esta muy bonito para seguir leyendo, sobretodo divertida!!