Inspirado a cambiar por ella - 12
El sábado de esa semana, Luca recibe un mensaje de Pablo para reunirse junto con Leo y Manuel en la casa de uno de ellos. Leo propone su casa por lo que usan el transporte público para moverse ya que la casa del chico se encuentra muy cerca del centro a treinta calles de ahí.
Antes de salir de casa, Luca observa que tiene varios mensajes de un grupo creado por Pablo que lleva el nombre de “los de siempre” compuesto por cinco personas, cuatro chicos y una chica.
Como ese grupo de app de mensajería gratuita se acaba de crear, solo Leo y Pablo envían cosas como stickers o imágenes.
Luca se dirige hacia la parada de autobús donde se sube a la línea número “187”. El aire fresco se funciona con un aroma dulce de pan, saliendo de panaderías ubicadas por esa calle y el sol, que apenas está saliendo, funde con su calor el asfalto.
Le dice al conductor hacia dónde va y tras pagar con una tarjeta de transporte, camina hacia el fondo, donde nadie lo molestaría. Aunque el autobús está casi vacío. Revisa su celular una vez más. La expresión que se forma en el rostro es casi automática cuando ve la cantidad de mensajes que hay:
-Solo me tarde quince minutos… ¡¿y me aparecen 700 mensajes?!-piensa Luca.
Entra al grupo y ve que hay, mayormente, stickers obscenos proveniente de Leo, regaños de Pablo hacia el chico excéntrico y algunas frases incoherentes de Manuel.
-Creo que no debí aceptar que me metan en el grupo. -dice hacia dentro. Luego baja deslizando fuertemente la pantalla hasta que encuentra un mensaje de alguien. Se queda petrificado con el mensaje.
-“Idiotas”. 13:51. Contacto no agendado.
Es esa quinta persona en el grupo, una chica muy enérgica y fuerte, considerada como la que alguna vez perteneció al cuarteto de los más fuertes de la pandilla por debajo de Luca, Celeste Antonessi mejor conocida como “la inigualable golpeadora”. Su corto mensaje es suficiente como para que Leo se calme con sus stickers y tanto Pablo como Manuel la saludan con afecto, pues ella es como una hermana para todos.
Sin embargo, Luca se detiene en mandar mensaje. No cree ser capaz de hacerlo sabiendo que Celeste se encuentra leyendo.
Y así como un aleteo de ave, el autobús llega velozmente hasta el destino. Se baja y camina unas cinco calles hasta una casa de aspecto humilde pero bella y muy pulcra. En la puerta ve a Pablo esperando a que le abren mientras sostiene su mochila en el hombro derecho.
-Pablo. -dice Luca al verlo de espalda.
-¿Huh? Oh ¿qué hay Luca? Llegaste temprano. -lo saluda a Luca extendiendo la mano y dándose un apretón.
-El autobús vino directo. ¿Hace mucho estás esperando?
-Pues…cuarenta minutos.
-Ah, bueno, cua… ¡¿cuarenta minutos?! ¡¿es una maldita broma?!-Luca se exalta al escucharlo. Se asoma a la puerta y golpea. Toca el timbre, aplaude, todo eso durante quince minutos más.
Cansado de no encontrar respuesta, se para en medio de la calle, reúne todo el aire posible y grita con fuerza:
-¡Ábrenos la maldita puerta!
-¿Qué escándalo es este? -aparece Leo con varias bolsas llegando a la casa.
Luca y Pablo giran su mirada y ven al chico llegar.
-Leo, pensábamos que estabas en tu casa. -dice Luca.
-En realidad fui a comprar para comer y tomar algo. Traje cola y galletas. De las que les gustan. -responde Leo.
-Ya veo. -exclama Pablo.
-Déjame ayudarte. -dice Luca acercándose y tomando dos de las seis bolsas. Pablo hace lo mismo tomando otras dos.
-Gracias. Emm…-Leo busca en sus bolsillos la llave. Saca un manojo de al menos quince llaves.
-¿Qué onda con tantas llaves? -pregunta Pablo.
-Bueno, una es de mi casa, otra de mi cuarto, otra del taller, otra…si, es buena pregunta, no sé de dónde son las otras 12 llaves. Dejémoslo ahí. -detiene su cuenta.
La primera llave que usa no es la de la puerta, prueba con otra y tampoco sirve.
-Jejeje, un segundo. Esto me suele pasar. -dice sonriendo Leo.
-Ahí viene Manuel y…-dice Pablo viendo como Manuel está avanzando con un maniquí debajo del brazo con físico femenino.
-Si, me temo que es un maniquí. -exclama Luca con muchas dudas sobre la estabilidad mental de Leo y Manuel, pero son sus amigos así que suspira y luego sonríe emocionado de reunirse y pasar el día con ellos.
-Saludos, caballeros. ¿Qué tal les va? El día está bonito, aunque hace mucho frio. -Manuel para el maniquí sobre el suelo.
Pablo y Luca se miran entre sí, queriendo preguntar acerca de eso. Ninguno se anima por temor a que pueda ofenderse el chico. Entonces, Leo, que termina usando la llave número diez, ve a Manuel y su particular objeto y le pregunta entusiasmado:
-Oye, Manuel ¿y ese maniquí? No me digas que es para tu eventual debut sexual.
-¡No lo digas así de despreocupado, idiota! -piensan Luca y Pablo al mismo tiempo mientras miran a Leo.
-¿Qué? No, para nada. -reacciona Manuel con gentileza. -Este maniquí es del trabajo de mi madre.
-Cierto que tu mamá está en la industria textil, pero ¿Qué haces con esto? -pregunta Luca.
-Más tarde me veré con Celeste. Ella quiere un maniquí porque bueno, está interesada en hacer sus propios trajes para baile urbano.
-Chicos, entremos y continuemos adentro ¿quieren? -invita Leo.
-Cierto, vamos que me congelo aquí. -dice Manuel.
Los chicos entran a la casa que ya está caliente por la estufa a gas. Notan los cambios de muebles en muchas secciones de la casa que ahora son de madera. La distribución del sitio es de un largo pasillo y a los costados la entrada a tres habitaciones. Una que corresponde al hermano de Leo. Otra a los padres. Y finalmente el de Leo está el final y una vez salen se encuentran a la derecha con la cocina, a la izquierda el comedor y de frente la puerta que da al patio.
-Este lugar se puso muy bonito. -dice Pablo.
-¿Verdad? Nos llevó mucho tiempo actualizar los muebles, pero desde que mi padre encontró un trabajo mejor y mu hermano lo hace sin descansar, estamos mejor económicamente. -exclama Leo. Se lo ve sonriendo, pero con mirada angustiada. Luca se percata de ello, pero mantiene el silencio.
-¿Tus padres? -pregunta Manuel.
-Están visitando a mi abuela. Y mi hermano en el taller. Hoy tiene que revisar unos quince automóviles. -responde Leo.
Leo les sirve bebida de cola a cada uno mientras conversan sobre viejas anécdotas de sus días de pandilleros. Ahora lo ven como algo del pasado y que les evoca nostalgia pero que, en cierta forma, esperan que jamás regrese porque sus vidas no tenían significado más que la violencia.
-Vamos a mi cuarto. Tengo la consola lista. Solo espero que disculpen mi desorden. -exclama mientras encara a la habitación. Abre la puerta, acompañado por un chirrido molesto para Manuel.
-¡Está habitación es un verdadero caos! -exclama Luca, Pablo y Manuel al unísono.
-Jajaja, se los dije. -ríe Leo. Su cuarto es un completo desastre con varias montañas de ropa en una punta, su transporte urbano de cabeza al lado del televisor y la cama desordenada. El suelo está cubierto de papeles.
Pablo ve moverse algo a un lado.
-¡¿Qué es eso que se acaba de mover?! ¡¿un perro?!
-¡Jajaja, es Erling! Mi rata.
-¡¿Una rata?!-exclama pablo y Manuel.
-Tranquilos, está vacunada. La trajo mi madre.
-Es cierto, tu madre es veterinaria. -exclama Pablo al recordar una de las tantas conversaciones que tuvo con Leo.
-Dejemos de hablar de mí. -dice Leo con mirada seria. Pablo y Manuel hacen lo mismo y encaran a Luca.
-¿Huh? ¿Qué sucede? -pregunta él.
Leo se sienta sobre el borde de su desordenada cama. Pablo y Manuel a los costados de Luca y él, simplemente hace una mueca de no entender que pasa.
-Luca. -exclama Leo.
-¿Qué?
-Cuéntanos sobre Soledad.
-¡¿Haaaaa?! ¿Por qué debería…?
-Somos amigos. -interrumpe Pablo.
-Sin duda, pero…
-Luca, no lo entiendes ¿verdad? -pregunta Manuel.
-¿Qué cosa?
-No eres el mismo desde que vas a esa nueva escuela y evidentemente que conoces a Soledad. Así que empieza hablar. -le dice Leo con mirada penetrante. Esto no le causa intimidación ni nada a Luca, pero siente que es el momento de hablarlo con ellos.
-Está bien. Haaaa, cielos. -rasca la parte trasera de la cabeza. -Empezó todo en el verano. Ella estaba en peligro porque unos idiotas novatos la acosaban. Por alguna razón, algo en ella me motivo. No la conocía ni nada, pero…su fortaleza…no lo se. Simplemente algo me indicó que siguiera su mismo camino.
-O sea que te volviste un acosador. -bromea Leo.
-Idiota. En fin, pasó el tiempo y nos encontramos en la escuela.
-Por lo que me contaste, ella es la presidenta del centro de estudiantes ¿cierto? – dice Pablo.
-Si. Aunque últimamente la veo agotada. Esos idiotas abusivos, se están volviendo cada vez más violentos.
-¿Abusivos? Justamente hace unas semanas me encontré con un grupo de tarados. Se veían demasiado débiles, pero había uno con cadena de cabello negro y otro rubio. -exclama Leo.
-Es posible que sean ellos. No han dejado de meterse con los más vulnerables, pero ahora parece que quieren fastidiarme a mí.
-Luca. -dice Manuel. -Usualmente los poderosos o aquellos que se sienten así, cuando ven a alguien que es capaz de voltear las cosas, acaban mirando hacia tu lado.
-No me sorprendería que así fuera, pero meterse con Luca es suicidio. -dice Leo.
-De cualquier manera, ya no estoy interesado en pelear. -exclama Luca con total relajación.
Esa frase deja sin palabras a los demás chicos. Jamás imaginaron o ir eso de parte de alguien que fundó la pandilla más temida y que su talento para pelear es casi mítico en Garaolla. Luego empieza a sonreír uno a uno. Se alegran de que Luca empiece a tener un cambio en su vida, pero para bien. Cada uno ya está viendo hacia el futuro, y lejos de la vida de pandillero.
-Me parece que ocurre algo más que ya no estar interesado en las peleas de pandilla. -comenta Leo. – ¿no estarás enamorándote de ella?
Luca se sonroja.
-¡¿Heh?! ¡¿Cómo creen que pase eso?! Yo…yo…-se pone nervioso. Muerde su lengua en su intento por contradecir esas declaraciones, hasta que cede. -¿Es tan evidente?
-Si. -responden al unísono los demás.
-Haaa. Bueno, me siento distinto cuando estamos juntos. -mientras habla, siente una presión leve en su pecho. El solo pensar en su sonrisa, su cabello, su aroma, su sola presencia, ese tipo de calor que ni el entrenamiento ni los golpes podían provocar en su mayor auge. -Me da mucha alegría y es como si…no lo sé…bajase mi guardia en su presencia. ¿Pueden creer que casi nos besamos hace varios días atrás? Ella me ha cambiado. Incluso, bueno, hay un chico que me pidió que fuera su amigo y acepté. Días más tarde él intento defender a una chica de esos abusivos a pesar de que antes se metían con él. Es muy vergonzoso que haya gente que se sienta identificado con uno, jejeje.
-¿Enserio? Eso es verdaderamente maravilloso. -exclama Pablo.
-Si, es estupendo, aunque te advierto algo Luca. Hay quienes no aceptan que hayas abandonado la vida de pandillero. -advierte Manuel.
-Buuuuu, aguafiestas. -le dice Pablo.
-¡Si, eres un pájaro de mal agüero! ¡tonto, tonto! -exclama Leo y arroja una de sus almohadas.
-Ya, ya, pero es cierto. Lo digo por el bien de Luca. -se defiende Manuel.
-Tranquilos. A decir verdad, lo pienso a diario, pero sinceramente me importa una mierda. Ya decidí como será mi vida.
-La promesa a tu abuelo y Soledad sí que pesaron en tu decisión para bien. ¿Sabes Luca? Me siento muy orgulloso de escucharte decir estas cosas. -dice Pablo, mostrando su costado más emocional. -Siempre te preocupaste por aquellos a los que amas y quienes confías. Nosotros haremos lo mismo por ti. Podremos haber dejado esa vida de violencia atrás y tranquilizado a nuestras familias, pero somos hermanos de armas. Nunca va a cambiar.
-Pablo, en verdad muchas gracias a ustedes tres. -agradece Luca.
-Aunque Celeste no lo tomará a bien. -exclama Manuel.
-¡Ya deja de ser tan molesto con esas declaraciones maldita sea! -se molesta Leo.
-¡Si, danos un respiro! -añade Pablo.
-Manuel tiene un punto. -dice Luca y todos guardan silencio. Será que es una costumbre en las épocas de antaño o no, pero el respeto ante quien está por hablar es algo propio de ellos. No es porque Luca sea antiguo líder, es con cada uno que quiera proponer o plantear algo que se debe guardar silencio. -Ella es parte de nuestro grupo, siempre lo ha sido. Y, sin embargo, quizás la haya decepcionado cuando disolví a la pandilla y deje de hablarles, a todos.
-Bueno, aunque no lo quieras, tienes que arreglar las cosas con ella. No deben dejar que las cosas del pasado los perjudiquen. -dice Manuel.
-Si, tienes mucha razón. -reconoce Luca.
Sin embargo, un aire frio recorre su espina dorsal producto de imaginarse una eventual conversación con Celeste y su temperamento. Se siente nervioso de solo pensar en tener que hablar con ella en algún momento.
Ella es temida por ser alguien de pocas pulgas y no ser capaz de guardarse los sentimientos cuando es prudente. Aunque, claro está, ella es alguien muy buena y cariñosa.
-Si, yo también lo pensé. Te va a partir la cabeza de una patada. – dice Manuel sin pelos en la lengua. Al escuchar eso, Leo escupe el líquido a un lado y entra a reírse sin restricciones.
Luca se siente renovado con una motivación extra, sus amigos, quienes no han dejado de apoyarlo en cada encrucijada.
-Esto…es a lo que llaman “vivir la juventud” de manera sana. -piensa Luca. Ya no extra la vida de peleas, sino que se siente en el deber humano de defender esos pacíficos momentos junto con sus amigos y también añorar más la compañía de Soledad en su vida. -acompaña en las carcajadas.
El resto del día es de puros recuerdos de situaciones cómicas, videojuegos, helados y una vez regresan los padres de Leo, ellos invitan al grupo a comer pizza a la noche, extendiendo la reunión hasta altas horas de la noche. Ya no tiene esa imperiosa necesidad de correr a pelear, sino que escuchar a sus amigos reírse, es lo que en verdad necesita para pasarla bien. Ya no más sentir sus puños hinchados y ensangrentado. Un nuevo Luca ha nacido, o al menos busca enterrar al antiguo yo y ver hacia un futuro mejor y más brillante.
En su regreso a casa casi a la medianoche, Luca llega y encuentra una carta debajo de la puerta. No le da importancia, pero aun así la toma y entra al oscuro lugar. Enciende la luz de la cocina en la que sobre la mesada hay un plato aún sin lavar y también un vaso del dio anterior. Deja la carta sobre la mesa de la cocina y encara a su cuarto para dormir, sin saber la importancia de ese papel.
En aquel instante, mientras regresa del baño tras bañarse y cepillarse los dientes, suena su teléfono y ve que es un mensaje de Soledad. Una sonrisa de felicidad se forma en el rostro y su corazón palpita de emoción.
Toma el teléfono y se tira sobre la cama para responderle más cómodo antes de dormir.
Se pregunta finalmente en voz alta:
-Ser un guardián ¿huh? ¿Qué habrá querido decir con eso Soledad?
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