Inspirado a cambiar por ella - 13
En la semana siguiente, la actitud de los más privilegiados se tornó superadora respecto a la violencia. Yamil y Braian se encargaron de hostigar de muchas maneras a Luca y a los del centro de estudiantes.
Desde rumores causados por Braian hasta tomadas de cuello de Yamil a algunos chicos de cursos menores y besos forzados de las chicas. Las quejas de los estudiantes se contabilizan de a decenas y superan los cien. La escuela se puso patas hacia arriba.
Los movimientos hostigadores ocurren sin la presencia de Claudio, que, desde su conflicto silencioso con Luca, no ha querido aparecer y hasta decidió faltar durante días.
Llegado al viernes de esa misma semana, Soledad afronta pilas y pilas de papeles para completar. Anabella y Dalia no dan a vasto, yendo y viniendo entre la dirección, sala de profesores y atendiendo a compañeros y sus quejas. El desgaste es brutal para ellas.
Luca tampoco queda por fuera de esa situación. Braian no teme enfrentarlo como tirarle líquido sobre su cabeza, hacerlo tropezar contra el suelo o hacer circular rumores de que es culpable de la violencia en la escuela debido a su propio pasado como un antiguo líder pandillero.
Los profesores como Sebastián intervienen, pero apenas lo justo y necesario porque desde su perspectiva, la solución debe venir desde algo más profundo. Sus críticas hacia el director y el consejo compuesto por aquellos con poder económico y permiten ese caos sin consecuencias hacia los hijos de los privilegiados.
Previo a la clase de física, Luca sale del salón en camino al baño, desde lo lejos puede escuchar como hay una pelea verbal entre Yamil y varios estudiantes de último año. A pesar de ser más grandes, reciben amenazas por parte del abusivo de mal genio y sadismo.
En un primer momento se detiene Luca, pensando en que quizás debería meterse, pero luego cae en la cuenta de que sería peor no solo para él sino también para Soledad, por lo que continua con su camino. Ni porque sea un viernes a la tarde y con día soleado pero fresco por el otoño habrá descanso en una institución corrompida por el poder y la violencia.
A veces se siente que cada paso por los pasillos era una prueba de paciencia y cada día que pasa le demuestra que puede lograrlo, aunque su entorno intenta llevarlo de regreso a ese camino de justicia, pero excesivamente violenta.
Cuando dobla por una de las esquinas que da al pasillo y luego al fondo donde están los baños, una figura pequeña esta hincada de rodillas con el brazo apoyada sobre sus rodillas y a su vez la cabeza sosteniéndose sobre la palma de la mano abierta.
Ella alza su vista hacia Luca. Su apariencia evoca el estilo gótico con labios pintados de negro. La vestimenta qué la cubre está compuesta por un vestido negro y debajo ciertas prendas delicadas color blanco. Incluso ella calza botas negras.
Luca se siente inquieto con la mirada algo peculiar de ella y sin embargo no parece sentirse con rechazo, más bien se le acerca curioso y pregunta:
-¿Estas bien?
-Si. Solo descanso las piernas.
-Vaya forma de descansar las piernas. -piensa él. -Oh, ya veo. Pues…-responde hasta que la chica lo interrumpe poniéndose de pie.
-Parece que no te acuerdas de mí. -exclama en un tono amable pero como si también lo juzgara.
-Lo…lo siento, pero no creo haberte visto excepto…
-¿Seguro? -acerca el rostro hacia Luca. Él no evita sentirse incómodo con ella tan cerca hasta casi poder oler el aroma del perfume que suele usar con esencia de frutos.
En ese instante recuerda dos encuentros con ella, aunque esporádicos y frases que la chica le dijo.
-Ah, eres tú…bueno, no es como si hubiéramos tenido una larga charla.
-Claro, imaginé que era poco.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, hace un tiempo que quiero conversar contigo, Luca.
-¿Conmigo? ¿De qué?
-Interés aislado. Nada que perjudique tu relación con la presidenta.
Luca se exalta al escuchar como de su boca sale algo así. Se rasca la parte trasera de si cabello.
-Yo…
-No me tienes que explicar nada. Solo quería que lo sepas.
-Entiendo, pero ¿qué quieres de mí?
-Para empezar, me llamo Carla Juaransky.
-Oh, si, lo siento. Yo soy Luca Amario.
-Ya lo sabía.
-Claro.
-Lo siento, pero tengo que ir…-dice Luca sin querer parecer descortés.
-Solo quiero conversar un poco más contigo ¿sí?
La mirada casi perdida de ella se contradice a lo que dice.
-Entiendo, pero es que estoy fuera de la clase y si me tardo demasiado…
-Claro. Lo sabía, jejeje, será en otra ocasión entonces. -sonríe Carla, pero no es una expresión natural o que evoque algo positivo.
Luca se despide y prosigue su camino hacia el baño. Sin embargo, se queda pensando sobre su encuentro con Carla.
-Ella dijo esas cosas, pero eran como si estuviera pidiendo ayuda. Además…esa sonrisa…-piensa en esa expresión que se forzaba a mostrarse estar bien, pero con lágrimas tristes. -Que chica más extraña. -se voltea y ya no está en el lugar donde la encontró. -¿estará en problemas con los abusivos?
Por unos momentos sus pensamientos se van con ella hasta que vuelve en sí y entra al baño.
En el último descanso del turno de la tarde, un grupo de al menos 4 chicas vestidas con ropas caras y celulares de muy alto costo entran al baño de damas y patean todas las puertas.
No solo los abusos provienen de parte de los chicos privilegiados, también las hay mujeres, pero en menor medida y de manera circunstancial. No siempre. Pero ellas sienten la necesidad impetuosa de atacar a alguien en particular y cuando no la encuentran, hacen todo lo posible porque aparezca.
Una de las puertas no cede a pesar se la feroz patada qué le dio una de ellas.
-Qué raro. Esta mierda de puerta no se abrió. -exclama la que le dio la patada.
-Quizás esté rota. -comenta una de ellas.
-O hay alguien que no quiere ser vista. -sospecha la que parece ser la líder con una sonrisa macabra. Le hace un gesto a una de sus compañeras. -Tráeme un balde y si tiene cualquier tipo de porquería mejor.
Del otro lado de la puerta, Carla se cubre la boca con ambas manos, sabe que cualquier sonido que emita sería su fin. Con ambos pies empuja la puerta para evitar que la abran. Le importa poco que su vestido se ensucie o se deslice dejando ver sus interiores. No le interesa otra cosa que salvaguardar su dignidad ante esas chicas.
Cuando llega una de las chicas con el balde lleno de agua sucia, Carla entra en pánico hasta que oye una voz que pone en alerta a las demás.
De las personas que hay en la institución, existen solo dos que pueden poner en su lugar a ellas, una es Soledad y la otra:
-¡¿A-Anabella?!-exclama al unísono.
-¿Qué creen que hacen? Espero no estén acosando a alguna alumna. -se muestra firme, pues esa clase de chicas requieren de alguien que se les oponga sin dudarlo.
-¡Tsk!- se molesta la que es la líder.
Anabella posa sus ojos en la chica.
-Mariana, no podemos ni vamos a permitir estas cosas. Aunque crean que hay caos aquí, están muy equivocadas. Ahora vayan al patio y dejen a quien esté en ese cubículo.
Sin oponerse a esa advertencia, el grupo abandona el baño de damas, no sin antes hacer muecas de desagrado como si tuvieran un orgullo arraigado. Anabella suspira al recordar que Braian y su grupo hacen lo mismo. Se acerca al cubículo:
-Ya se fueron. Estas a salvo. -dice Anabella en tono amable y maternal. Pero al no haber respuesta, comprende que lo mejor es no insistir y aunque se va de allí, antes le dice algo más. -Aunque creas que sí, no estás sola. Recuerda que estamos nosotros.
Carla se acurruca doblando sus piernas con rodillas en alto y abrazando con el rostro apoyado. Cierra sus ojos y añora qué termine el día para irse de la escuela, pero tampoco volver a su casa.
AVAVAVAVAV
Después de las clases, el centro de estudiantes se queda a ordenar el desorden de papelería que dejó la semana. El sol del atardecer se filtra por la ventana en un tono anaranjado mientras los estudiantes se retirar hacia sus casas.
Soledad está muy agotada en todo sentido. Burocráticamente no ha dejado de llenar formularios cada recreo y tanto Dalia como Anabella corrieron sin descanso. El caos reinante gracias al grupo de Braian es total. Sumado también a que su cabeza está alborotada por los crecientes sentimientos hacia Luca. Su pecho está por explotar y cada vez que lo ve por la mañana y se saludan, el corazón quiere salir dentro de ella. Le cuesta respirar y ya no estudia como antes. Solo mira los mensajes que se envía con él y le hacen muy feliz.
-Sole, esta es la última pila. -dice Dalia mientras lleva los papeles al lado de Soledad.
-Haaaa, no nos dan un respiro. -se queja Soledad.
-Y que lo digas. Las chicas también se han vuelto cada vez más osadas. Están imitando a esos tontos se Braian y Yamil. -comenta Anabella.
-Oye Ana ¿crees que ellos…? -pregunta Soledad con dudas.
-¿Ellos que? -dice Anabella.
-Nada, solo un pensamiento tonto.
-No hay pensamientos tontos. Dime.
-Solo pensaba en que quizás quieren desgastarnos.
-No sería descabellado. Son demasiado perversos. -añade Dalia.
-No tengo duda. Quieren dejar un mensaje no solo al centro de estudiantes sino a cualquiera que estudie aquí y no sea de los privilegiados. -exclama Soledad. La presión en sus hombros hace que deje de llenar papeles para dejarse caer sobre el respaldo de su asiento. Mira al techo y suspira. -Ana.
-¿Que?
-¿Qué harías si el proyecto surtió efecto, pero con él siendo quien lo lleve a cabo?
Anabella guarda un largo e incómodo silencio.
Luego de pensarlo, se dirige a Soledad con mirada firme, pero de confianza hacia el juicio de su amiga.
-Confío plenamente en ti, pero te recuerdo que sigo sin estar de acuerdo.
-Lo se.
-¿Y yo que? No me dejen fuera de esto. -refunfuña Dalia y hace pucheros. Esto le saca una sonrisa a Anabella y Soledad.
-Jajaja, claro que sí. ¿Cómo te dejaríamos afuera? -dice Soledad entre carcajadas.
Sin embargo, Anabella vuelve a su expresión seria y piensa muchas cosas en torno a Luca. Todo lo que ha visto, todo lo que Soledad le cuenta acerca de él. Quiere confiar, pero teme que, al hacerlo, con el historial del chico, acabe siendo contraproducente. Pero lo que más teme es que Soledad salga perjudicada con todo lo que ha luchado para mantener un equilibrio como presidenta del centro y el escudo para los estudiantes.
-Cambiando de tema. Se acerca el festival deportivo. ¿Cómo venimos con eso? -pregunta Soledad.
-Tal parece que ya se decidió que se jugará torneo masculino de futbol y por el lado de las chicas habrá vóley. -dice Anabella.
-Y quieren hacer algo mixto los mayores. -añade Dalia.
-Quizás una competencia por equipos. ¿Atletismo? -exclama Soledad.
-No sería mala idea. Podríamos incluir alguna exposición de arte con lo que hicieron durante el año. -dice Anabella.
-Me gusta. Habría que pedir algún salón para eso, pero no creo que haya problemas.
Durante casi dos horas, las chicas continuaron conversando sobre los siguientes proyectos para lo que resta del año escolar, que apenas comenzaron.
AVAVAVAVAV
El domingo de esa semana en una de las zonas residenciales más ostentosas del país, una mansión se alza con su fachada blanca con columnas en la entrada. Un auto clásico se encuentra estacionado en el garaje y al menos una docena de guardias protegen la entrada y alrededores.
Parece la guarida de una mente criminal poderosa, pero es el hogar de uno de los hombres más poderosos y ricos del continente americano.
Allí vive Francisco Juárez, un veterano de guerra de sesenta años que supo amasar una feroz fortuna a base de negocios limpios, fuerte carisma y una gran empatía por las personas que lo llevaron a ganarse el apodo de “el rico más generoso”. Es también el mayor rival de los Lucciati.
El hombre, como cada domingo a la noche, dedica su tiempo leyendo el diario en la cocina mientras cena con sus empleados. El ambiente es distendido. Como es de costumbre, Francisco suele cocinar para los empleados de limpieza y para aquellos más veteranos suele usar los asientos cómodos para ellos. Es muy querido y suele visitar el centro, con sus guardias, y los que lo reconocen le piden autógrafo o fotos, cosa que acepta sin chistar. Incluso los mismos guardias de seguridad se ofrecen a gusto el sacar la foto sin que se los pida.
Sin embargo, ni con todo el poder político y económico detiene el malestar en su pecho. Una promesa hacia alguien a quien llegó a respetar como un hermano mayor y ciertamente lo tiene como gran referente. Ademes de eso, siente que aún le debe a ese hombre. Por esa razón espera impaciente cada día junto al teléfono.
Rodolfo, el más antiguo de los trabajadores de Francisco que lleva más de treinta como su empleado, se acerca con una bandeja en la que hay una copa con vino y un plato pequeño con maní.
-¿No se ha comunicado? -pregunta el hombre con total confianza.
-No. Pensé que ese viejo tonto le había dicho algo. ¿Crees que estuvo mal haberle mandado esa carta? -mira al mayordomo. -toma la bandeja e invita al hombre de casi su misma edad para que descanse en una de las sillas al otro lado de la pequeña mesa de madera de en medio. Ambos quedan cara a cara.
-Eso lo dudo, señor, pero sepa que el orgullo de los adolescentes puede nublarles el juicio. Sobre todo, por su historial delictivo.
-Si, aunque es impresionante que nunca haya ejercido violencia contra inocentes sino hacia otros pandilleros. Salvo esos casos con la policía.
-Disculpe la pregunta, pero ¿Qué tanto considera importante esto que quiere hacer?
-Con decirte que gracias a ese hombre hoy sigo vivo ¿te responde la pregunta?
-Si, señor, claro que sí. Podría enviarle otra carta o contactarle por mensaje o correo.
-No, sería demasiado y tengo que conocerlo antes. Una carta es más formal…además…
-¿Además?
-Yo…no se usa mi teléfono. -mira a su mayordomo con cara inocente.
-Jajaja, somos dos. Si quiere le pido a mi nieto que venga y le enseñe.
-Tobías ¿cierto? Imagino debe estar muy grande. ¿Va a secundaria? -se toma con humor lo que dice el mayordomo. La confianza que tienen es de hace muchos años.
-Así es.
-Como pasa el tiempo.
Se queda mirando al teléfono de cable, pensativo y con muchas preguntas sobre si en verdad saldrá todo bien. No conoce al chico, pero si es como su abuelo, entonces habrá esperanza.
Luego toma el período ubicado sobre la pequeña mesa y ojea la sección de economía. En la portada se encuentra una foto de Francisco abriendo una nueva fábrica en una zona carenciada mientras que Héctor, su mayor competidor y rival, está al costado y en pequeño con expresión furibunda. Francisco está perturbado más que a tono de burla.
Un millonario en peligro es como una rata desesperada por sobrevivir, intentarían lo que sea para poder mantenerse en la cima o morir en el intento.
-Rodolfo.
-¿Sí? -responde mientras agarra un par de maníes.
-Odio decirlo, pero es tiempo de movernos.
-¿Ya, señor?
-No es prudente solo ser observadores. Además, ya dejamos que hagan lo que quieran.
-¿Quiere que haga unas llamadas? -pregunta Rodolfo.
-No. Las haré yo. Tengo un par de conocidos y otras personas a las que hace tiempo tengo ganas de comunicarme. Tu vete a casa. Nos vemos mañana y no olvides a tu nieto. Le pagaré por eso. -bromea.
-Jajaja, claro que sí. Aunque el dinero será para sus videojuegos.
-No podría ser mejor que eso. La juventud…es el futuro y no puede ser perturbada por la mezquindad adulta. Solo somos guías después de todo. -murmura en voz baja.
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