Keimamura X - 05
El siguiente día realmente es bastante rutinario, con algunas excepciones. Primero Yui sale hacia afuera para ir a buscar a Kei, pero, apenas si abre la puerta, Kei ya está parado del otro lado. Se lo nota con mucha adrenalina encima. Después de mucho que llegan a tiempo al colegio y pueden ir a sus clases normales.
Ahora mismo es la tarde del 6 de enero de 2016.
Las clases se han terminado. Yui baja las escaleras de la entrada al colegio mientras viene charlando con sus dos amigas, una muchacha de cabello castaño que le llega hasta los hombros, con ojos verde oliva. La otra es una muchacha de pelo negro bastante largo, con ojos marrones y un gran moño que le sale en la cabeza. Cuando están cerca de pisar el piso desde el último escalón es cuando alguien se abre paso entre la multitud a los gritos con una bicicleta y frena fortuitamente frente a las chicas.
Realmente se muestran estupefactas las tres, tanto que la chica del moño azul cae sentada. A Yui no le queda otra que parpadear mientras tiene los ojos como platos. Es Kei quien ha venido ante ellas.
—¡Yui! ¡No hay tiempo que perder! Vamos—dice Kei.
—Eeeeh… tu amiguito está algo hiperactivo, ¿verdad, Yui? —habla una de las chicas, la de cabello marrón.
—Tú sabes bien como es Kei, Tsugumi… Solo déjame que estamos a solas para que entiende bien—habla entre dientes mirando con mala cara a Kei. El muchacho se ve tan perturbado que se le eriza toda la piel.
Ahora todo se va poniendo un poco incómodo, hasta que por las escaleras baja alguien más. Una muchacha muy bonita de cabello marrón que no llega ni a tocarle los hombros, viste con el uniforme y botas muy largas hasta las rodillas. Ella carga su bolso por arriba del hombro izquierdo con una de las manos.
—¡Akina! ¿Quieres venir? Vamos a encontrarnos con Hayate. Seguro nos enseñará algo a ambos—invita Kei.
Simplemente abre un ojo la chica, enseñando uno de sus ojos celestes.
—No gracias. Déjame ir a descansar al templo. Ya pasaremos tiempo juntos en la misión—responde Akina.
La muchacha lo ignora por completo y sigue con su camino. Es bastante cortante pero Kei no lo toma a mal porque sabe bien como es ella. Desde los murmullos de los estudiantes observadores se pueden oír algunos comentarios sugestivos de los chicos.
—Que linda que es Akina.
—¿Vieron esas piernas? Aunque es algo gruñona.
—De enserio que Yui no se queda atrás… ¿por qué se relacionan con ese idiota?
No hay mucho caso de parte de Kei y el resto. Yui simplemente pasa a subirse en la parte trasera de la bici tras despedirse de sus amigas.
—Bien—dice Kei.
—¡Suerte, Yui! ¡Mañana nos cuentas! —saluda Tsugumi.
—¡No hay nada que contar! —responde Yui.
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La ciudad Eucalipto es una ciudad grande. Está ubicada sobre una costa marítima, distinto a las ciudades que rodean las bahías de todo Nipón. Pero aun así pronto los edificios van quedando atrás y llegan a los barrios residenciales. Kei llega hasta la costa de un río que atraviesa la ciudad y se sube sobre la pequeña colina que acompaña su cauce. Desde aquí se puede ver la parte céntrica de la ciudad a lo lejos, y un poco por arriba de las casas bajas de la zona.
—¡Allá!—Señala Yui hacia un edificio a lo lejos. Un edifcio de apenas cuatro pisos que puede verse. —Allí están nuestros apartamentos.
—Parecieran cercanos. Pero seguro que si caminamos se hará eterno—comenta Kei. —Bueno, atájate que trataré de acelerar aún más.
Yui toma gentilmente la ropa de Kei. A ella le encantan este tipo de viajes.
“Me acuerdo cuando jugábamos de pequeños con los demás chicos. Y quién diría… que todos ellos acabarían desapareciendo… y Kei no recuerda nada de aquel entonces”, piensa la chica.
Las casas fueron terminándose y se acercaron a zonas rurales. Aquí ya son todas como pequeñas aldeas que son rodeadas por los campos de arroz repletos de agua. Pero pronto también lo superan y se adentran en los bosques. Kei trata de nunca perder el río, pues por este lugar fue donde se cruzó con Hayate la primera vez y calcula que será el mismo lugar.
Mientras el sol brilla en naranja, Yui sigue con sus ojos hacia los lugares del bosque. Aprecia el paisaje que la rodea. Le parece muy bello.
Finalmente Kei acaba frenando. Ante ellos está un árbol amarillo que desprende sus hojas sobre la corriente del río. Y es allí, perdido por la luz del sol que se escabulle entre las montañas, está un espadachín. Trae una larga espada curva, una catana. Viste unos anchos y largos pantalones grises y arriba tiene una especie de bata azul gastado y encima trae una especie de manta que hace como capa. Es pelirrojo, con un pelo lacio y largo que debe atar con una colita. El tipo sacude la espada con gentileza.
—¡Hayate! ¡Aquí estamos!—saluda Kei.
—Así que él es tu instructor… ¿no? —mira Yui. —Lo veo de lejos y ya siento que es bonito.
Dejan la bicicleta apoyada sobre un árbol y van hacia el mar de hojas amarillas donde está el hombre.
—Buenas tardes, Kei. Has llegado más temprano de lo que tenía pensado—dice Hayate.
—Vinimos muy apresurados. Te presento a mi amiga de la infancia, Yui.
—Eh… eh… un gusto—se muestra algo tímida la chica.
—Yui, un gusto—se inclina hacia delante Hayate, haciendo una reverencia. —Mi nombre es Hayate Tukusama, pertenezco al clan Tukusama, una de las últimas familias nobles.
—Oh, ¿De veras? E-Es mi honor poder hablar con alguien como usted.
—Jaja ¿verdad que es genial? —comenta Kei.
—Como puede anochecer en cualquier momento, no quiero quitarles más tiempo. ¿Me dejas llevármelo un momento? —pregunta Hayate a la señorita Yui.
—Eh. Sí, sí, cómo no. Yo trataré de quedarme aquí mirando. Siempre que no tarden mucho.
—No nos alejaremos, pero tengo que hablar de cosas importantes y sabes de la institucionalidad de los Guardianes.
La chica lo entiende perfectamente. Es simplemente iguala una civil entre oficiales de policía. Entonces deben ser unos diez metros apenas que se alejan de Yui.
—Kei, primero quería saber qué tal ibas con tu entrenamiento con la espada. De las dos posiciones que te enseñé, ¿con cuál te manejas mejor?
—¡Las dos! Sabes, pude entenderme con ambas. Particularmente me llevo muy bien con la postura de la tierra, pero tampoco que me lleve mal con la del agua.
Hayate es un guerrero samurái de la familia Tukusuma. Dentro de esta familia traen consigo un arte ancestral que se enseña solo entre miembros de la familia. Pero el día que Hayate decidió entrenar a Kei, optó por enseñarle algunas posturas de combate, llamadas posturas elementales. Es el agua, la tierra, el viento, el fuego y el rayo, pero Kei tan solo comenzó a entrenarse con dos.
—Y no sabes. El maestro Seiryu dijo que con mi espada tengo que encontrar a cinco titanes que manejan elementos y qué casualidad que manejan la tierra, el agua, el viento, el fuego y el rayo. Es como si este estilo hubiese sido hecho para mí.
—Jajaja me alegra que te gustara. Sí, conozco bastante de la Sombra de los Dioses. Después de todo, está en la mira de los Desertores.
La alegría de Kei parece derrumbarse de un simple silbido. Ese nombre que mencionó no lo retrotrae a alguna vivencia pasada, sino a puras advertencias de sus camaradas. Los Desertores, un grupo terrorista del que le contó Hayate, según parece, de los más temidos del mundo y más buscados por la Sociedad de los Guardianes.
—¿E-Estoy en mira de los Desertores? —pregunta Kei.
—Básicamente. Cuando vi que poseías la Sombra de los Dioses pasé a preguntarme por qué Seiryu te entregó tal arma. Pero entiendo que él sabe que los Desertores no te harán daño, solo estarás en su mira por lo menos hasta que reúnas a los Titanes Elementales—cuenta Hayate.
—P-pero, ¿y luego? ¿No seré lo suficientemente poderoso como para enfrentarlos? —pregunta.
—Conociendo a Seiryu… una vez que lo consigas, te dará una custodia y te mandará a algún lugar donde estés oculto… peor es difícil predecir lo que tiene el viejo en la cabeza.—Recalca Hayate.—Espero que tomes la responsabilidad de lo que traes contigo, Kei.
El muchacho repentinamente pasa su pulgar sobre los orificios de su nariz, en un raspado rápido. Es algún tipo de gesto que tal vez considere que es cool.
—Jaja no te preocupes. Tengo en cuenta las cosas que hago. No me atraparán los Desertores.
La respuesta de Hayate es una sonrisa. Está contento por la actitud del chico. Realmente pensó que solo le sembraría miedo.
—Yo voy a ir a una misión de expedición en busca de los Desertores. Creo conocer su ubicación y por eso iré con mi patrulla hacia allá. Saldré un día antes que tu patrulla encare hacia la misión el día martes. Así que no nos volveremos a ver por un tiempo.
—Hayate, ten mucho cuidado, por favor. Tú mismo fuiste quien me advirtió de ellos. No quiero enterarme nada de mal Te juro que te iré a buscar hasta el último rincón de este planeta.—Frunce el ceño el chico.
—Me gusta tu actitud. No te preocupes. Soy un guerrero experimentado. Ahora quiero conocer cómo vas con lo tuyo.
Terminada esta pequeña charla han regresado con Yui. Ella saca una botellita de agua para beber, tomando un trago cada uno. Luego de eso, Kei va frente a Hayate, quien trae consigo en su bolso dos espadas de madera. Con una cada uno, se pueden poner de frente y empezar a practicar.
Kei abre las piernas y sostiene la espada verticalmente detrás de su cara. Hayate copia la misma posición. Cuando el samurái lo invita con un “ven”, Kei comienza el ataque. Trata de ir con cortes descendentes o diagonales, los cuales Hayate va bloqueando y contrataca. Cada vez que Kei es golpeado, Yui cierra un ojo, algo empática por cómo debió sentirse eso.
—La postura de la tierra es una postura de poder, son golpes que buscan quebrantar la fuerza del enemigo y liquidarlo—comenta Hayate mientras entrenan.—Céntrate en romper mi defensa con ataques descendentes y ascendentes.
Al rato Kei cambia de postura, ahora con las manos al lado de su frente y la espada apuntando hacia el enemigo. Kei ataca con golpes que son más circulares y sus movimientos son medios toscos, pero Hayate parece desviarlos con mayor facilidad y tras deslizar filo con filo, golpea constantemente el rostro de Kei.
—La postura del agua es la fluidez, aquí tienes que rodear todo el tiempo la defensa del enemigo. No trates de romperla.
Más tarde Hayate le enseña una nueva postura, el viento. Aquí Kei simplemente coloca la espada por arriba de su hombro, sosteniendo la empuñadura con una sola mano. Entonces Hayate se basa en dar ataques a los que Kei debe detener con un corte descendente potente y contraatacar automáticamente.
—La postura del viento es la postura de la libertad, debes sentir la agilidad y la potencia en cada golpe, como un vendaval que erosiona a tu enemigo—explica Hayate.
Cuando es más oscuro, el espadachín trae consigo una lámpara, la cual entrega a Yui para que no quede en la oscuridad. Ella está muy entretenida con el entrenamiento, le gusta ver, por alguna razón, cómo le dan una paliza a Kei.
“Siempre que Kei está por golpearlo… es como si él hiciera magia y contraatacara. Ni siquiera llego a verlo”, piensa Yui. “Pobrecito”
Después Kei vuelve a cambiar a una nueva posición. Ahora él sostiene ambas manos por arriba de su frente con la espada cruzando al frente suyo, como si hiciera de defensa frente a su rival. Aquí Kei se basa en atacar contraatacando y con grandes andanadas de constantes ataques. Hayate las bloquea y desvía, mientras explica su función.
—La postura del fuego es la postura de la violencia. Aquí no hay compasión y tu enemigo tiene que sentir que no puede defenderse ni puede atacar. Debe huir porque de otro modo quedará chamuscado. —Redacta Hayate.
Tras casi una hora y media de entrenamiento, y con Yui ya cansándose y con ganas de volver a casa, Kei cae al suelo ya muy agotado.
—Nada mal, Kei—dice Hayate, extendiendo la espada y luego enfundándola lenta y elegantemente.
—¡Aaahhh… huh… huh…! —exhala.—Pero no te toqué ni una sola vez…
—No es necesario que me toques. Si yo que soy un experto te enseño guardias que son fáciles de atravesar, entonces no debería enseñarte nada.
—Hmm… tiene sentido—lleva Kei su mano a la barbilla.—¿Y la postura del rayo? ¿Podré verla?
Hayate observa al chico. Agotado y con el cuerpo dolorido, todavía quiere seguir aprendiendo. Esa es una determinación increíble.
“Me estoy aburriendo”, piensa Yui con su párpados algo pesados.
—Ponte de pie. —Pide Hayate, a lo que Kei responde rápidamente. —La postura del rayo es la postura de la imprevisibilidad. Puede salir desde cualquier lado… fundamentalmente se basa en centrar toda tu aura en las piernas y desplegarlas hacia tus brazos en el momento que decides dar el corte. Es un solo ataque—comenta Hayate.
Kei toma la espada y la coloca al frente sosteniéndola con las dos manos. Esta postura no es de Hayate, Kei la conoce por sus prácticas del club de kendo en la escuela. Hayate está simplemente parado en su lugar.
—Vamos a ver qué tan imprevisible es esa cosa. —Sonríe Kei.
—La única manera que tu oponente pueda evitar este ataque sea… o viendo el futuro o leyendo muy bien el cambio radical de tu aura en ese segundo. Lo que llevaría un segundo para todo y no alcanzaría a tener su reacción. Pero es un movimiento difícil de dominar, pero yo creo que con Seiryu podrás practicarlo, Kei—dice Hayate.
—¡Ven! ¡Estoy emocionado!—Muestra su expresión contenta el muchacho.
Los dos se miran. Sus ojos se han adaptado a la falta de luz de este lugar. Entonces, Kei tiene un poco de duda, sabe que tiene que ser el primero en atacar, pero le genera rareza que Hayate no se ponga en guardia. Entonces, cuando Kei retrae los brazos para así subir la espada y hacer un ataque frontal, Hayate simplemente toma el mango de su espada con la mano del mismo lado y al segundo aparece a espaldas de Kei, con su codo apuntando hacia delante de su cara y la hoja de la espada inversa, sustentada por su mano izquierda.
—Eh…—expresa Kei al darse cuenta que su oponente desapareció. Puede ver uno de los mechones de las antenitas de su pelo caer como pluma delante suyo.—Eh… ¡¿Eeeeeeeeeh?!
Yui otra vez está tratando de comprender qué pasó. Su ojos se estaban cerrando cuando de repente Hayate apareció al otro lado de Kei, casi como si fuera un cambio de secuencia de imágenes.
—¿Qué fue lo que ocurrió?—se levanta la chica.
—¡Estoy con Yui! ¿Qué diablos fue eso? ¡Yo también quiero hacerlo!—hace una clara referencia Kei.
Hayate vuelve a extender su espada y la guarda en el estuche.
—Jajaja creo que todos tenemos la misma expresión cuando lo vemos por primera vez—dice Hayate.—Espero que recuerdes las explicaciones. La próxima vez que nos encontremos, quiero saber que estás cerca de dominar este ataque.
—¡Claro, claro! Jajajaja incluso tengo ganas de hacerlo ahora—se pone en guarda Kei y avanza con un corte. Sin parecerse en nada claro, pero usando un poco su imaginación.
Sin embargo ya se hizo muy tarde como para seguir aquí afuera. Hayate finalmente da por cerrado el entrenamiento y los tres se reúnen para hacer una última despedida.
—Muchas gracias, Hayate. Realmente te debo mucho. Me pondré a entrenar todos los días hasta que nos volvamos a ver.
—Me pone contento, Kei. Espero que tengan éxitos en su misión y que puedan subir de Rango rápidamente. Los titanes te deben estar esperando—dice Hayate.—Señorita, un gusto en conocerla—se inclina.
—No, un gusto a usted. Gracias por recibirme con toda esa elegancia.
—Solo está en mis actitudes nobles. Espero que cuando nos veamos sea toda una guardiana eh.
—Jajaja no, no, esas cosas no son para mí—explica Yui negando con la mano.
—Sí, siempre odió las peleas.
—Hay motivos para que sea así. Pero bien, nos encontraremos en algún futuro. ¡Saludos!—se inclina Hayate.
—¡Saludos, señor Hayate!—responden Kei y Yui al mismo tiempo.
Una vez que Hayate se va bordeando el río, los chicos tomam la bicicleta y vuelven hacia la ciudad. Por arriba de la colina, Yui trata de ubicar otra vez el departamento pero es bastante difícil durante la noche. Se confunde entre las luces y se opaca por la oscuridad, se ven todas las casas iguales.
—Yui, ¿te parece si cocinamos la cena hoy? Creo que aún hay tiempo y tengo muy buen humor.
—¿¡Me lo dices de en serio!?—Hace una mueca alegre la chica. —Eh… digo… ¿En serio? Bueno, creo que es un poco tarde. Pero tengo cosas en casa, así que sí—
—¡Atájate fuerte que aumentaré la velocidad!
—Claro—abraza la chica al muchacho por al espalda. Se apega a él con un oído y allí se muestra un poco pensativa. Tal vez este día está terminando mejor de lo que creyó.
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