Keimamura X - 06
Finalmente llega el martes 12 de enero de 2016.
Ciudad Eucalipto (Distrito Eucalipto, Nipón)
Este es un día escolar para los jóvenes, pero de sorpresa ni siquiera la responsable de Yui ha ido a clases. En el apartamento de su vecino, Kei, está parado frente al espejo de su sala de estar acomodándose la corbata. Viste con ropa elegante, traje negro sobre una camisa blanca que está suela y baja por debajo del saco que tiene encima, quedando desprolijo.
—Que horrible formalismo.
Suena el timbre del apartamento. Kei tan solo toma la tapa de un estuche de guitarra que tiene sobre la cama, abierta, donde está colocada su gran aclamada espada, con su cinturón y funda, y la cierra. Entonces va a atender. Del otro lado lo está esperando su amiga.
—Ah, hola, Yui. —Sonríe Kei.
—¿Todavía no terminas de vestirte? Nos está esperando el taxi—reclama la chica.
—Sí, perdón. Sabes como soy para despertar… ¡MEH! —se sorprende cuando ella le tira de la corbata, comenzando a ahorcarlo.
—Siquiera ponte bien la camisa dentro del pantalón. —Con todo el atrevimiento, ella toma las partes sueltas de su camisa y lo ayuda a ponerlo debajo del pantalón.
—E-Espera, espera. Lo haré yo, bien. Yo termino—dice Kei. Entonces ella aprovecha a acomodarle el cuello.—No tienes que tratarme siempre como tu hermano menor—
—Es normal que lo haga. No tuviste una madre ni un padre que te diga qué es lo normal, y a mí nunca quisiste escucharme, así que te machacaré la cabeza hasta que lo asemejes—dice Yui.
—Síii, señora—
—¿Cómo?—
—¡Sí, señorita Yui! —exclama Kei de inmediato.
—Así está mejor—sonríe la chica.
De esta forma Kei toma el estuche de guitarra y lo carga sobre su espalda y se van a tomar el taxi. Ese transporte los deja en la terminal de colectivos de la ciudad Eucalipto, el cual encara directamente hacia la ciudad de Sapporo, al norte de Nipón. En la terminal Kei se despide correctamente de Yui que dice esperar verlo pronto, que serán unos diez días que tiene como plazo máximo la duración de esta primera misión. Es de esta forma que Kei se marcha hacia el norte en un viaje de unas largas horas. En el camino viene haciendo algunas anotaciones en un cuaderno, muchas son dibujos de posturas de espada, con nombres y detalles que marca a través de flechas. Deben ser algo así como sus estudios de combate.
“Estoy emocionado. No puedo esperar más a ver a los cinco titanes”, sonríe Kei.
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Ciudad Sapporo (Distrito Hokkaido, Nipón)
A donde lo ha llevado el ómnibus es hacia una nueva terminal, ya que no va a parar de ir de viaje en viaje. Siempre trata de tener a mano su libreta con su licencia de Guardián que es lo que lo salvará ante cualquier autoridad. Esta nueva terminal es un aeroparque, aquel que los llevará de forma rápida hasta el país vecino.
El muchacho conoce excelentemente bien esta urbe. No es un lugar al que visite muy seguido pero sí de la cual no se ha perdido mucho. Aquí es donde vive su mejor amigo de la infancia, Mokuro Mutsudaria, el hijo de la familia más rica de todo el país. Si se pudiera ver la ciudad Sapporo en un mapa, podría señalarse cómo la mitad de la extensión de esta corresponde únicamente al terreno de la mansión de la familia Mutsudaria, donde se alojan sedes artesanas e incluso escuelas y orfanatos pagados por la familia. Incluso en la ciudad mucho de los carteles publicitarios son de la empresa, así que hay mucha preminencia de ellos.
“Cuanta opulencia…”, piensa Kei.
—Y luego no me quiere comprar aunque sea un poco de pan—se queja el muchacho mientras encara hacia el aeroparque.
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Aeroparque General Sakai (Ciudad Sapporo, Nipón)
Lo primero que tenía en mente Kei es que le tomaría mucho encontrar a sus amigos, por toda la multitud. No tiene un celular como el resto del mundo así que se le hace imposible comunicarse, pero al final lo que se planteó como un calvario se resuelve de una pasada. Cuando el muchacho avista muchos hombres vestidos en traje oscuro, se acerca por curiosidad y al ver entre ellos puede ver a Akina y Mokuro sentados en una banca, hablando alegremente entre los dos.
—¡Sí! Qué rápido—dice Kei e intenta pasar. Uno de los guardias lo detiene con la mano y lo empuja hacia atrás.
—Momento. Este no es un lugar para que pasea alegremente, niño. ¿No puedes ver? —dice el hombre del traje, notablemente más grande que Kei.
—Conozco a ellos dos, ¡Mokuro! ¡Akina! —grita el chico.
Los guardias tratan de calmarlo, pero hace el suficiente escándalo para que sus amigos noten su presencia.
—¡Guardias! Lo conozco—detiene el rubio mientras se pone de pie.
—¡Mokuro! ¿Cómo es que aún no me conocen? —frunce el ceño Kei.
—¡Ja! Están de vacaciones, así que todos ellos son mis guardias suplentes—cuenta Mokuro.
Al chico lo dejan pasar y luego vuelven a cerrar la ronda. Akina no se ha decidido ni siquiera mover de la banca donde estaba y sigue sentada. Ella se cruza de brazos.
—Me podría haber dormido una siesta. —Reclama Akina.
—Sí, sí, sí. ¿Cuándo llega el avión? —se pregunta Kei.
—Se supone que debería estar en camino. Yamato nos estará esperando en la capital, según entendí—dice Mokuro.
—Sí, Tomoyo me dijo que estaría en ciudad Florencia—comenta Akina. La muchacha conoce bien al maestro Seiryu y a Tomoyo, como también a Yamato, ella vive con ellos tres en el templo de la Voluntad.
Es casi que termina Akina de hablar y resuena el timbre de los parlantes para que hable una mujer dando un aviso. Se refiere a la llegada del avión que embarcará a Villa Hidalguía, justo el que necesitan.
Cuando se preparan para abordar el viaje, los custodios le entregan la mochila a Mokuro y hacen camino para que los tres jóvenes suban el camino sin problemas y sin interrupciones. En situaciones así, a Kei le gusta sentirse importante, y Akina todavía no logra acostumbrarse, puesto que no es raro que estos hombres estén cerca del muchacho ricachón, cosa que siempre lo enoja. El chico debe esperar casi hasta que el avión empiece su marcha para dejar de tener a esos guardaespaldas a la vista.
Una vez ya están sobrevolando los cielos, los chicos terminan de hablar algunas de las tonterías que siempre se ponen a charlar para hacer una pregunta un poco más seria, esto porque Mokuro pareciera algo perseguido, echándole el ojo a todos los pasajeros a la vista de vez en cuando.
—¿Es que tu padre nunca confía en ti? —consulta Akina.
—Con una chica como tú a su lado, yo también desconfiaría que ande solo—responde Kei, ganándose únicamente un codazo en el estómago por parte de Akina. Los tres están sentados uno al lado del otro en una hilera de asientos en el medio.
—Sí que deposita su confianza en mí, pero siempre me trata como niñito… Ellos perdieron a su primer hijo en un accidente y temen mucho que pase eso conmigo también—dice Mokuro.—A veces es como si los envidiara a los dos por no tener padres.
—Eso suena muy cruel, no seas idiota, Mokuro—se queja Akina.
—¿Qué? De enserio es molesto.
Kei se ha quedado algo pensativo. Siempre que alguien hace referencia a sus propios padres, se pone un poco ensimismado. Nunca pudo conocerlos, ni siquiera con una fotografía.
El avión continúa su camino, no son muchas horas hasta la capital del país vecino, justo al norte de Nipón, apenas separados por un estrecho mar. Serán unas dos horas las que restan hasta llegar a ese lugar.
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Ciudad Florencia (Provincia Escudero, República de Villa Hidalguía)
Han llegado entonces a la capital del país vecino, la ciudad Florencia. Apenas han salido del aeroparque se encuentran con un primer panorama de la ciudad. No tiene edificios muy altos como los que suelen ver en las ciudades niponas, como tampoco el mismo estilo arquitectónico. Aquí las casas más baja representan un estilo barroco de un país llamado Spania, de Laurasia del Oeste, que alguna vez colonizó estas tierras. Realmente es un cambio bastante grande para los jóvenes, acostumbrados a las grandes masas de población.
—Oigan, ¿en esta ciudad vive también Law? —se pregunta Kei.
—Emmm, creo que es lo que tenía entendido—dice Mokuro. —También vive una pariente mía, se llama Naomi.
—Heey, así que tu familia se esparce por todo el oriente eh—agrega Akina. —Por lo menos es una chica, me molestaría que fuera un idiota como ustedes.
—Mientras no sea igual a Akina, todo encara perfecto.
—¡Joder, pendejo!
—¡Jajaja!—se ríe Kei, andando de bromista pesado de nuevo, y empieza a escapar.
El muchacho se ve obligado a correr para evitar que la muchacha le dé una paliza. Mokuro parece solo sentir vergüenza ajena y trata de desligarse de ellos caminando lentamente.
Le sigue dando hacia delante el chico de la guitarra, esquivando a las personas que tiene de por medio, los cuales quedan congelados al sentir que casi serían atropellados. Akina se aguanta las ganas de arrojarle algo de hielo para atraparlo, pero está prohibido utilizar poderes en zonas pobladas si es que no hay un enemigo.
Todo va normal hasta que Kei se come algo de repente, alguien baja desde el tejado de una de las casas y aterriza de repente frente a él. Kei lo choca de frente y rebota, quedando sentado en el suelo. Se rasca con una mano detrás de la cabeza y levanta la mirada para ver a esta persona. Es un hombre mucho más alto y corpulento que él, viste con un saco largo de color negro con pantalones del mismo color. Su cabello moreno y largo es llevado por el viento, y sus ojos verdes con una mirada penétrate ejerce una gran presión sobre el chico.
—¡Te voy a arrancar la cabeza!—exclama Akina al llegar, pero se frena al ver al hombre alto.—¿Eh? ¡¡YAMATO!!—grita eufórica.
—Jajajaj me asustaste, viejo—dice Kei y se pone de pie.
—Hola, chicos—sonríe el hombre.
El aspecto de Yamato es bastante joven, puesto que no es tan mayor a los muchachos pero sí que carga con mucha experiencia, cosa que ellos no tienen. A su vez, no tarda en llegar Mokuro que se tuvo que poner a correr apenas avistó a sus compañeros de esta manera.
—¿Por qué hiciste una aparición tan fantasma? —pregunta Kei.
—Jajaja quería saber qué tan atentos andan. Y veo que no cambiaron mucho. Ninguno de los tres se dio cuenta, es más, uno apenas está llegando—señala Yamato apenas ve que Mokuro los alcanza.
—¡Es culpa del rubio! ¡Él es la cabeza del equipo! —se desliga Kei.
—¡Oye!
—Jajaja sí que siguen manteniendo sus esencias. Recuerden no tener este tipo de peleas en la misión porque terminará muy mal.
—Pues dile a ALGUIEN que no diga tantas idioteces. Lo advierto. Terminaremos una misión con un miembro menos y será fuego amigo—reclama Akina.
—¡La escuchaste! ¡Es la peor de las villanas!
Parece que no trata de seguirles la corriente, puesto que él sabe que no tienen mucho tiempo. De uno de sus bolsillos extrae unos Smartphone, teléfonos de pantalla plana y con gran capacidad. Se ven muy normales y son de color negro.
—Tomen, uno para cada uno—dice Yamato extendiendo la mano.
Los chicos corresponden tomando uno de esos cada uno. No le ven nada extraño. Apenas lo inician lo primero que se manifiesta es el ícono de una “G” al centro de una rosa de los vientos. A continuación prosigue el logo de Galaxia TACT, empresa de la familia de Mokuro y luego inicia el teléfono normalmente.
—Esos teléfonos no son muy distintos a los normales, pero disponen de una aplicación que es la web oficial de la Sociedad de los Guardianes. Tienen muchas cosas allí que explorar pero lo más importante es el GPS que indican a la sede más cercana donde están y ustedes pueden contactar con ellos para cualquier motivo. Pónganse a mirarla mientras seguimos a la terminal de trenes—invita Yamato.
—¿Otra terminal? Voy a quedar traumado de tantos viajes—dice Kei.
—Jajaja pues acostúmbrate. Por lo menos hasta que comiencen a viajar en vehículos oficiales—le dice Yamato.
—Ay, sí, siempre la elite. Esto lo evitaríamos si una rata nos llevaría en sus transportes.
—No importa que tanto insistas. Estoy contento de viajar en transporte público, así que yo decido ¡Ja!—dice Mokuro.
—Joder…—admite su derrota Kei.
Akina se adelanta para caminar al lado de Yamato y Kei se acerca a Mokuro para explorar el teléfono en conjunto. La terminal de trenes a la que tienen que llegar está a unas cuadras de aquí, muy cerca de la costa marítima, y Yamato tiene bastantes aclaraciones que hacerles.
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