Keimamura X - 07
El sol prácticamente se ha puesto y las luces de la ciudad se han encendido. Frente a un enorme edificio de estilo barroco, con su puerta principal con sus grandes columnas romanas y una estatua encima del frontón, se encuentra una avenida que al cruzarla da hacia un lindo restaurante con ventanales. Se puede comer adentro como también afuera, y es aquí donde en una mesa para cuatro están reunidos los aprendices junto con su superior Yamato.
—No tenemos ya mucho tiempo, el tren parte a las 20 horas y son menos cuarto—comenta Yamato, manteniendo una voz sigilosa.—Hoy va a viajar mucha gente importante con ustedes, todos ellos superan patrimonios de doscientos millones de intis, así que no son cualquier gente.
—Sí, conozco qué es este lugar. Mi padre nunca quiso venir aunque me contó de él—agrega Mokuro.
—Eso es excelente, le puedes contar el resto a tus compañeros, Mokuro. Ya, ustedes deberán entrar al tren y viajar con toda esa gente. Mantengan su presencia disimulada, no llamen la atención. No queremos que ciertas personas… se enteren—mira Yamato hacia alrededor a partir de sus pupilas.
Los chicos entienden muy bien a lo que se refiere su superior. Estando frente a la terminal, hay muchas personas que viajarán que podrían estar aquí mismo. Y aun peor si es que hay infiltrados, así que ellos mismos tratan de ser prudentes.
—Dentro del tren hay una gran carga de tesoros que se van a subastar en el viaje. Extrañamente se decidió trasladarlo todo en el ferrocarril que cruza el océano y no en otro medio de transporta, ya que tal vez sería más… evidente. Si los cinco titanes están ahí, la espada de Kei debe reaccionar. Pero solo lo hará si está muy cerca. Su misión entonces es conseguir las gemas de los titanes y guardarlas. Si nada sale a su favor, deberían ofrecer un monto superior al de los demás. Pero en las circunstancias que estarán, nadie los conocerá, ni a Mokuro porque su padre es quien se encarga de todo. Se verían en aprietos.
—Por lo tanto… ¿no hay otra manera que robarlos y escapar del tren? —pregunta Kei.
—Es algo bastante… ¿difícil? Porque si nos capturan robando también estaremos en problemas—dice Akina.
—La mayoría de esas cosas se consiguieron ilegalmente. Sería descubrir la ilegalidad en la ilegalidad, por lo que tendrían todo a favor también. Sin embargo, se cree que dentro del tren habrá un grupo infiltrado. Una legión de lista negra para la S.GG con personas millonarias. Un grupo criminal con el que ustedes tendrían problemas para lidiar—
—¿Y aun así nos mandan?—se pregunta Mokuro.
—Dentro del tren habrán seis guardianes más con ustedes. Ellos permanecerán ocultos también, todos a su manera. Ellos colaborarán con ustedes. Ellos los conocen pero ustedes a ellos no. Así que no estarán solos, muchachos—dice Yamato. —Y señorita.
—Bueno, eso cree que me convence más—dice Mokuro.
—¿Y una vez que completemos nuestro trabajo? ¿Nos tiramos del tren o qué? —pregunta Akina.
—¡No se suiciden!—responde Yamato.—Estarán en medio del mar. Para ello deberán emplear sus teléfonos, hay navíos de la S.GG rondando cerca del camino del ferrocarril.—Ustedes lanzan el comunicado e irán a buscarlos, parando el tren con la excusa de un control. No se puede usar este tipo de cosas para espiar las cargas, es ilegal en los reglamentos internacionales, si preguntan—
—Vale, entonces creo que ya entendimos—dice Mokuro.
—No te preocupes, Yamato, verás que saldrá todo bien—aspira Kei con una sonrisa.
—Seh—acompañan Akina y Mokuro.
—Entonces, chicos, todo en sus manos—dice Yamato y extiende la mano. Los chicos no tardan en corresponder cada uno a su manera. Fue un pequeño intercambio de ida y vuelta, pero en definitiva les ha quedado bastante claro acorde su labor. El resto será pura práctica y no lo pueden hablar.
Yamato los ve cruzar la avenida yendo hacia la terminal. Allí los observa detenidamente porque tiene un gran anhelo en los chicos, se fía de ellos. Pero también está preocupado por esos infiltrados que él mismo mencionó. Se cree que el tren cargará con imitaciones de las gemas, por lo que es necesario Kei y su espada para reconocer las originales, y venía de lujo para estrenar una misión grupal. A Yamato le gustaría acompañarlo, pero el sigilo de la misión y su nivel de reconocimiento como Guardián no se lo permiten. Él se queda pensativo, con una pequeña duda en la cabeza.
“No pude detectar a nadie sospechoso, por lo que me mandó el maestro. Si ellos están aquí, ya estarán dentro. Mucha suerte, chicos”, piensa Yamato.
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Una vez dentro de la terminal ya está a la vista el tren. Es la máquina más rara que han visto, porque es un tren inmenso, debe ser el doble o más del doble a un tren normal. Se compone de unos once vagones, de los cuales tres de ellos son para trasladar carga. A los once vagones se le suma la enorme máquina que funciona a combustible, que está enganchando los vagones ahora mismo. El tren se nota realmente blindado en acero, sus ventanas se notan inamovibles, como las de un barco de pasajeros. Se pude ver que los tripulantes del tren están cargando enormes cajas de madera en los vagones correspondientes.
El reloj de la estación marca las siete menos cinco. Es una noche especial en esta terminal, porque casi no hay gente; hay muchos hombres vestidos con ropa muy elegante y otros con traje oscuro. Probablemente muchos de ellos son custodios. En este día están a punto de emprender un viaje algunos de los hombres más ricos de los países de un continente llamado Laurasia del Oeste, como también del país oriental Nipón y de Villa Hidalguía. Este es un viaje muy especial a diferencia de otros trenes, porque este es un tren que viaja hacia otro continente, pero lo hace a través del océano.
Aquí los tres jóvenes resaltan respecto de la multitud, nuevos guerreros que harán su primera labor como policía internacional y aventurero.
—Quién diría que en este tren están los cinco titanes—comenta Kei, con las manos posando en las caderas. Apenas termina de decir eso, Akina le da un golpe detrás de la cabeza y le tapa la boca.
—¡Cállate! ¡Sólo cállate! —reclama ella.
—Recuerda que todo esto es secreto. Y además, se SOSPECHA que están algunos de los titanes en este tren—corrige Mokuro. Tanto él como Akina ya se han llevado el susto de que alguien los haya escuchado.
Los chicos observan cómo terminan subiendo los últimos cargamentos. Apenas lo hacen, resuena un timbre repetido en la terminal que da como señal que las personas vayan abordando el tren.
—¿Por qué directamente no toman un avión?
—Este tren fue fundado en el siglo XIX. En aquel momento resultó ser lo que se tenía planeado—cuenta el chico rubio, subiendo detrás de sus dos compañeros al último vagón de pasajeros. —Fue más seguro que los barcos a vapor del momento o los barcos veleros, debido a ello resultaba caro y solo los ricos lo tripulaban. Así que tradicionalmente ellos toman este tren como un viaje único a través del océano.
—¿Y qué tiene que ver su nombre con el de “tren de la tormenta”?—Agrega una pregunta Akina, porque se muestra interesada.
—Nunca hay un viaje que no muestre una tormenta del océano, así que desde el tren se la puede ver en todo su esplendor, sin que se esté sacudiendo completamente como un navío. Además las olas golpean los vagones y parece que da la sensación de que en algún momento… ¡muramos!—grita repentinamente Mokuro, asustando a los dos chicos.
—¡Joder, Mokuro! —se queja la chica.
—¿Qué pasa, Akina? ¿No nos protegerás con tus poderes de hielo? —susurra Kei, tratando de que nadie escuche además de ella.
—Me encargaré de amarrarlos a ustedes dos y usarlos como balsa si este tren se va al diablo—advierte Akina.
—Preferiría ahogarme a ser humillado así.
La chica se siente tocada por el comentario del muchacho, así que aprovechando que está detrás de él, golpea la parte trasera de las rodillas para que quede inclinado y entonces lo atrapa del cuello con ambas manos, tirándole de la cabeza.
—¡Te pondré esa guitarra de sombrero! —exclama Akina.
—¡Compórtense, por favor, jóvenes! —da una petición uno de los boleteros del tren.
El hombre se acerca y se fija los boletos de los tres jóvenes, que son totalmente formales y originales. No obstante, el muchacho rubio muestra una billetera donde tiene una tarjeta, su credencial con su foto y sus datos, con el símbolo de una G en medio de una rosa de los vientos. Su licencia de Guardián.
—Oh…—se ve sorprendido el boletero.
—Sssh… cualquier cosa no vio nada—Señala Mokuro y deja que todo transcurra.
Los muchachos siguen con normalidad. Ellos prosiguen hasta llegar al camarote número 032, que es la que les corresponde a ellos. Ingresan por la puerta deslizadora. Es bastante amplio y se nota que tiene mucho lujo. Todas las paredes y el piso están adornados con madera, a ambas paredes de los laterales hay grandes sofás-cama que de solo mirarlos se sienten cómodos. Sobre las paredes hay unas manijas que desplazan y descienden otras literas para que se puedan acostar más pasajeros. Contra la pared dando hacia la ventana, cuadrada de esquinas redondeadas, hay una mesa para cuatro y cada una con unas banquetas para que se puedan sentar. Y por último, está la luz, una pequeña araña que baja desde arriba con dos lámparas.
—Qué elegancia—comenta Kei.
Cada quien toma su asiento. Akina junto a Mokuro y el otro chico puede acomodar su guitarra a sobre la cama. Cierran la puerta del camarote. Además se puede ver que junto al interruptor de la luz, hay otro que es para el calefactor o aire acondicionado.
—Kei, ¿sientes alguna reacción de tu espada? —pregunta Mokuro.
—Seguramente habrá habido alguna, pero este idiota estaba distrayéndose con todo lo que había—dice Akina.
—Jajaja eso es verdad, pero bueno. Si los cinco titanes están en este tren o por lo menos alguno de ellos, tal vez la espada reaccione.
El muchacho moreno coloca su estuche de guitarra sobre la mesa y la abre. Se puede ver la empuñadura de color negro, que le sigue la guarda dividida en un color negro y otro grisáceo y luego viene dos pinchos que se abren hacia los lados, uno apunta hacia arriba y otro hacia abajo, y justo al medio está un símbolo, un rombo con un círculo al medio, con una línea que atraviesa de izquierda a derecha y seis marcas entre arriba y abajo. Es como el símbolo de un ojo. La hoja de la espada está enfundada. Esta es la Sombra de los Dioses.
—Sin lugar a dudas he visto que ese es el símbolo de los Desertores. Deben estar relacionados con ella—dice Mokuro. —¿Pero por qué el maestro nos dio algo así?
Kei levanta la espada y la desenfunda. El lado del filo es color grisáceo como algunos metales y el rostro lo cobre el negro.
—Si eso es así, lo usaré como carnada. ¿No lo crees? —dice Akina.
—Joder, me dejarían abandonado. Ya sé que no puedo confiar en ustedes—dice Kei con mirada sospechosa.
—Jajajaj vale, entonces me uniré a Akina—dice Mokuro.
—¡Hey! ¡Eres mi amigo de la infancia!
Kei se sienta y se cruza de brazos mirando a otro lado. Se ha ofendido. Entonces guarda la espada otra vez. Sus dos compañeros tratan de contener la risa.
—Igual, somos un desastre. Nos dijeron que pasemos desapercibidos y lo primero que logramos es llamar la atención—dice Akina.
—Es que solo mira nuestra apariencia. Ya somos más jóvenes que todos. Era obvio que no podríamos ocultarnos. Pero tenemos que llamar tratar de llamar la atención lo menos posible.—Agrega Mokuro.
—¿Perdón? Tú llamaste la atención. Todo porque alguien no puede contener su histeria—se queja Kei por Akina.
—¿Me dejas golpearlo?
—No. Tratemos de…—cuando Mokuro quiere hablar, resuena el silbatazo del maquinista. Todas las puertas ya están cerradas así que el tren ya se puede poner en marcha.
Ellos observan por la ventana como se está poniendo en movimiento. En la terminal, todos aquellos que estaban para despedir a sus conocidos, ya se van marchando de allí y se puede abrir paulatinamente la terminal al público general.
Deben ser unos diez minutos los que le toma al tren ir por la ciudad hasta cruzar una avenida principal y desde allí adentrarse en un puente sin barandillas que los lleva directo a posarse sobre el mar de Villa Hidalguía. El viaje está comenzando.
—¡Woooo! ¡Sí!—se sorprenden Akina y Kei, acercándose rápido a la ventana. El mar es oscuro pero refleja las luces de la ciudad, pero no tardará en opacarse.
—Perdón pero mi familia tiene crucero, así que me aburre viajar en el mar a estas alturas—señala Mokuro, que ni siquiera se paró.
—Maldito ricachón. ¡Atácalo Akina!—grita Kei.
—No soy tu pokémon. Pero tiene razón. Perdónanos por no tener tanto dinero—sacude las manos la chica de forma irónica.
Kei está contento después de todo, nunca había hecho un viaje de este estilo. Lo mucho que conocía del mar era la costa por su ciudad, y Akina estaba en una situación parecida. Sin lugar a dudas, si todo va tranquilo, podrán disfrutan de un hermoso viaje de gente privilegiada.
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Un hombre vestido con pantalón de vestir negro, chaleco del mismo color sobre una camisa blanca con moño negro, camina por el pasillo a un costado de las máquinas de la locomotora. El hombre tiene un tamaño inmenso, tanto que su cabeza rosa con el techo de la locomotora, el cual es más bajo que el resto del tren. Su cuerpo es inmenso, con sus músculos muy bien fornidos, casi como un físico culturista. El hombre, en medio de la oscuridad de la máquina antes de la cabina de los conductores, llega hasta la puerta que da hacia esta, donde se encuentra con otras dos personas. Visten igual que él, pero sus cuerpos son mucho más normales. Uno es un chico, de apariencia muy joven, con ojos celestes y un hermoso cabello blanco. Luego está una chica, de ojos amarillos y cabello gris, con unos pendientes celestes en sus orejas.
—Ya es hora de que nos pongamos a trabajar—habla la voz ronca del grandulón.
—El maquinista ya es nuestro y Cryne podrá cortar las comunicaciones a nivel submarino. Así que solo falta identificar a los entrometidos guardianes—dice el hombre de cabello blanco.
—Jajajaja no será de mucho problema mientras tengamos a Bertolt, nadie puede sospechar de él—dice la chica, llamada Cryne.
—Exactamente. Creo que deshacerse de ellos será un leve problema—responde el grandote. —Pero yo me encargo de identificarlos.
—Sí, el problema es la multitud. Y, tal y como dijo papá, han enviado chivos expiatorios también. Así que no será del todo sencillo—dice el joven.—Pero con mi veneno, una vez sepamos quienes son, no se nos podrá escapar ni uno solo…
El muchacho da una sonrisa, una que esconde muy terribles intenciones. Sin lugar a dudas Yamato estaba acertado, hay infiltrados en el tren, unos que consideran a los guardianes mismos como infiltrados. ¿Estarán al nivel de los aprendices para que puedan lidiar con ellos?
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