Keimamura X - 11
El tren sigue serpenteando bajo las frías aguas del estrecho de las Marianas, uno de los lugares más profundos de todo el planeta. Dentro del tren, todos sus pasajeros se han visto asediados por un peligroso grupo que los asalta. Los tres aprendices se han refugiado en el primero de los vagones de carga al fondo del tren, pero no mucho ha tardado aquel hombre grandote que vestía y actuaba de crupier en la sala de juegos, Bertolt, quien viene con una clara intención de lastimarlos.
—Vamos, muchacho. Podemos resolver esto de forma civilizada, sabes que estás en desventaja contra mí.
El hielo que está cubriendo la puerta para retener los mecanismos de la manivela se termina de romper, desapareciendo y ya dejando que todo funcione con normalidad. Es así que la traba de la puerta se sale y Bertolt la abre por completo. Conociendo que es un vagón de carga, lleno de enormes cajas y lonas con las cuales taparse, supone en principio que podrían estar ocultos en algún lugar, pero el hombre se ve sorprendido cuando ingresa y ve a Kei parado justo frente a él.
—Vaya que eres valiente. Eres bastante novato como para ser un Guardián, joven.
—Ustedes asesinaron a unas personas y quieren lastimar a mucha gente. No les queda otra cosa más que recibir un castigo—desenfunda su espada el muchacho.
—Esa arma no es como cualquier otra, ¿cierto? Creo haber escuchado cosas sobre ella.
“No puedo dejar que se entere de nada de la Sombra de los Dioses, no sé qué clase de persona es”, piensa Kei.
—Hmmm… creo que se llamaba… la Sombra de los Dioses o algo así… ¿no es verdad?
Se encuentra bastante absorto Kei al ver la velocidad con la que ese hombre dedujo cuál es su espada, pero no tiene que dejarse llevar.
—No sé de qué hablas. Mi espada es una normal y corriente como cualquier otra. Pero tiene un acero lo suficientemente afilado como para cortarte a ti—el muchacho abre las piernas y sostiene la hoja hacia arriba detrás de su rostro, la posición de la tierra.
—Enserio, no es necesario guardarte todo el misterio. Sé que eres un guerrero fuerte pero también puedo darme cuenta de toda la duda que tienes. ¿Te dio mucho miedo saber que murieron Guardianes más experimentados que tú?
El error que está cometiendo el chico es dejar que sus palabras penetren dentro de su cabeza, porque la soberbia de Bertolt está haciendo que él sienta algo de timidez, teniendo que alentarse a sí mismo para aferrar mejor la espada.
—No sé muy bien quiénes serán ustedes, pero nos devolverán lo que buscamos e irán presos.
—Huh…—suspira el tipo.—Sería tan fácil como entregarnos esa espada para que así nosotros también podamos hacernos buena pasta con ella, pero tú te muestras necio. ¿Y cómo me ganarás, muchacho? ¿Con tus amigos escondidos en las cajas?
No solo es Kei el que queda una vez más estupefacto, son Akina y Mokuro escondidos dentro de los cajones de madera. Akina se encuentra justo al lado de Bertolt, te hecho lo está mirando a través del espacio entre las tablas, y Mokuro está un poco más atrás en una especie de ataúd.
—¡Suficiente!
El muchacho corre hacia su oponente, comienza con un tajo descendente que el grandulón esquiva. El muchacho prosigue con un ataque horizontal, solo que su enemigo es capaz de bloquearlo y se ve obligado a movilizar sus piernas para poder realizar una estocada que él vuelve a desviar. Bertolt se atreve a lanzarle un boleado al muchacho y él se agacha.
—¡Muy anunciado, chico!—exclama y le encaja una patada que Kei logra bloquear con su espada pero lo hace chocar con las cajas.
Aquí quien decide salir primero es Akina, rompiendo con la tapa de la caja y colocando las manos sobre el suelo.
—¡Aizu doro!—el camino de escarcha se empieza a escurrir hacia el enemigo.
El hombre salta arriba de una de las cajas para evitar el hielo de la chica, lo que lo obliga a encorvarse para no chocar con el suelo. Kei, avivado, lanza un espadazo hacia sus piernas, golpeándolas pero no generando ningún corte. Bertolt cae pero logra apoyar las manos y así se lanza hacia la chica y trata de encajarle un pisotón. La muchacha se corre a un lado y realiza una patada en gancho, Bertolt sube su hombro para protegerse. Luego de darles una sonrisa, extiende una mano y genera una esfera de energía en su palma.
—¡Cuidado, Kei!—grita la chica y va hacia él.
El hombre arroja su carga hacia ellos como una pelota de beisbol, pero por la anticipación de Akina, ambos chicos logran esquivarlo. Sin embargo, no todos están seguros, va en camino hacia la caja de Mokuro, quien seguro era su primer objetivo.
—Modo de batalla: ¡Infinity!—recita Mokuro mientras se cruza de brazos. La carga de energía impacta contra la caja haciendo pedazos la tapa y luego impactando al explosión contra él. La transformación del chico es capaz de resistir bastante del impacto, resbalando por el piso hasta toparse con otra de las cajas.
—¡Kori no Kabe! (Pared de Hielo)—extiende los brazos Akina, entonces desde pared a pared y desde piso a techo se genera un nuevo muro hecho completamente del cristal helado.
El hombre viendo lo que hacen se cruza de brazos, porque es muy extraño, están atrapados y no están atacando. Solo pierden el tiempo.
—Para ser Guardianes son muy cachorros para que los dejaran venir a una misión así—dice Bertolt.
Los chicos se miran entre sí, deben ejecutar algún plan si quieren salir adelante.
—Mokuro, ¿Alguna idea? Eres la cabeza aquí…—dice Kei.
—Pues… si resistimos tal vez podemos hacer que el tren llegue a subir, pero con lo fuerte que se ve ese hombre no sé qué tanto nos sirva. Después de todo todavía faltan dos.
—No creo que falte mucho para llegar a la superficie, ¿verdad? Me veré beneficiada si puedo usar el agua del exterior… gastaría menos energía y sería más fácil congelarlos… además de usar menos energía.
El hombre desde el otro lado de la pared está mirando con detenimiento, y cuando los muchachos terminando de hablar y con apenas poder escuchar susurros que no se identifican, lanza una especie de señal. Produce dos esferas de energía más entre sus manos.
—Si rompe la pared podríamos tratar de regresar adelante… es más espacioso para pelear. Estas cajas y los camarotes dificultan las cosas—dice Mokuro.
—Eso es sensato—dice Akina.—Aunque me sea más fácil acertar mis ataques en espacios estrechos.
—Si vamos a atravesarlo, dejen que yo lo distraiga la primera parte—pide Kei y alza la espada, cruzándola al frente de su cara como si se protegiera, la postura del agua.
—Te daré una mano, Kei. Que Akina trate de retenerlo.
El tren de repente toma una comba para girarse hacia arriba, en camino hacia donde da la luz de la superficie, pues ya está amaneciendo en el exterior y más aun mientras viajan hacia el este.
Bertolt arroja sus dos pelotas de energía para hacer estallar la muralla. Kei es el primero en mandarse apenas ocurre, detrás de ellos lo hace Mokuro y luego Akina. Bertolt sabe que Kei viene, puede ver la espada salir desde la humareda de su explosión, la esquiva y le quiere dar un golpe, pero Kei esquiva el movimiento moviéndose junto a él. Esta postura la tiene algo trabajada, ya que consiste en ser una persona fluida, que se adapte a los ataques y los rodee, para dar en el punto débil.
—¡¡Aaah!!—llega Mokuro con un puñetazo, Bertolt lo bloquea. El muchacho empieza a atacar con distintos golpes, puños y patadas, Bertolt se protege con sus brazos. Akina corre por un costado para poder esquivarlo. El hombre la mira marcharse en cámara lenta, como si supiera que ese supuesto escape no es más que una simple finta.
Debe cuidarse de los movimientos de los demás chicos, porque Mokuro quiere barrerle las piernas, el grandulón levanta el pie para que la barrida del joven pase de largo, pero allí Kei aprovecha a meterle una patada que lo tambalea contra las cajas. El moreno levanta la espada y lo ataca, pero Bertolt ataja su mano, impidiendo que el movimiento prosiga.
“Ese muchacho es peligroso…”, piensa viendo a Mokuro.
Kei no se deja domesticar, levanta sus dos piernas para patearlo y así liberarse del agarre, cayendo al piso por su propio ataque. El grandote ya se ha enfocado en alguien, trata de hacer un boleado pero Mokuro se muestra más rápido, agachándose, solo que Bertolt no es tonto y le encaja un rodillazo en simultáneo. Le mete un golpe en el rostro apenas él se levanta un poco.
—¡Mokuro!—grita Kei y prosigue con su espada desde la espalda. Bertolt simplemente lo sorprende con un revés de puño que el muchacho no ve venir, pero que le da el tiempo suficiente a Mokuro para volver a ponerse de pie.
Con una de las cajas medianas que hay por allí, se la arroja directo a la cara del maleante; él simplemente la rechaza con uno de sus fornidos brazos. Mokuro carga una esfera de energía con sus manos juntas frente a él, esperando el momento justo de disparar.
—¡Cómete esto!
El hombre percibe que Kei vuelve a venir detrás de su espalda, entonces Mokuro se adelanta a él y apunta hacia el techo para poder disparar. El estallido no es fuerte como para romper el techo blindado, pero sí explota y llevan de humo el área. Tanto Kei como Mokuro tienen a Bertolt rodeado de espalda y frente. Kei pega un salto levantando su espada, Mokuro se prepara para atacar si este si queda abajo y la estrategia sale redonda como se improvisa. El salto de Kei abre paso al camino de hielo que Akina, que se quedó en la retaguarda, ha lanzado. No obstante, esto es mera casualidad, porque el salto de Kei es irracional y Bertolt se queda centrado en ellos dos y la nube de humo le impide ver más allá. Cuando el gigante bloquea el espadazo de Kei con el antebrazo, el hielo hace contacto con sus pies y es petrificado de pies a cabeza.
—Perfecto, ¡a correr!
Los tres chicos van hacia la salida y escapan del vagón de cargas. Ahora están en un estrecho pasillo que encamina hacia los vagones delanteros, cosa que no la tendrán con mayor sencillez, ya que frente a ellos se encuentra aquella dama encargada de las subastas, de pelo claro y ojos ambarinos, Cryne. Los muchachos se detienen al ver que ella hace un movimiento con las manos, el cual libera algunos chispazos.
—No puedo creer que estos tres tortolos te detuvieron, Bertolt—dice ella y de pronto extiende una mano hacia el frente y la otra comienza a llevarla hacia atrás, imitando la tensión de un arco. Entre sus dedos se produce de mano a mano una larga flecha hecha de energía eléctrica.
Akina se prepara para anunciar su habilidad de la pared de hielo. Un vagón atrás de Cryne se abre un portal y emerge el muchacho con el que se cruzó Kei, Law, corriendo directamente hacia ella. La mujer se percata de él, pero cuando pareciera que la va a atacar, Law abre otra puerta redonda de una mezcla de azules y negros, y se mete, desapareciendo. Apenas no siente su presencia, la mujer dispara hacia los chicos. Como se tiene previsto, Law aparece desde un portal nuevo y lleva su mano hacia delante. La flecha de Cryne se mete dentro de la realidad misma, como si se topara con un espejo de agua, y de repente surge desde otro de estos espejos pero en sentido hacia ella. Los sentidos de la mujer son envidiables, ya que automáticamente reacciona y recibe la flecha entre sus manos y la regresa hacia ellos. Una vez más Law hace el mismo truco, solo que esta vez la flecha sale hacia el techo y allí pierde su descarga.
—¡Law!—se alegra Akina.
—¿Están bien, chicos?
—Gracias a ti, por ahora por lo menos—dice Kei, quien mira hacia atrás ya que está Bertolt, liberado del hielo que lo detuvo hace unos minutos.
—Law, estamos tratando de llegar a los vagones principales. ¿Sabes si es peligroso?—pregunta Mokuro.
—Hay algunas personas dormidas, todavía, las están poniendo en algunos costados. Pero allá atrás hay un demente que los está durmiendo con algún poder extraño. Si no fuese por mi poder, no estaría aquí—
—Kei necesita llegar a las gemas de los titanes. Con ellas tendremos una oportunidad—se atreve a mencionar Akina, entre susurros.
—¿Las de esa espada legendaria? Huh… espero no sea un simple mito, pero creo que podemos llegar…
—Bien, organicémonos bien y sepamos cómo les pelearemos. Ninguno de ellos es para subestimar—dice Mokuro.
Cuando la mujer va a cargar otra de sus flechas, Law abre otro portal invitando a que se metan. Bertolt viene corriendo por detrás, pero cuando llega es muy tarde y el portal se cierra.
—¿Qué rayos? Así que ese desgraciado es el que se nos escapó… nada mal. Van hacia atrás de ti, Cryne.
Ella le hace caso a su compañero y apunta con su “arco” hacia atrás. En el mundo paralelo creado por Law, hay una habitación, completamente a oscuras, viéndose apenas un sillón ubicado frente a la televisión.
—Oh, es la segunda vez que entramos aquí…—dice Kei.
—Y seguro serán más veces—contesta Law y toma un control de su bolsillo, con el que apunta hacia la tele para encenderla. En pantalla se puede ver a sus dos enemigos, y a la mujer apuntando en dirección a ellos.—Uff… bien, saldré y me encargaré de la flecha, ustedes corran.
—Tenemos que llegar a la sala de juegos y Akina sellará la puerta con hielo, hasta que Kei obtenga las gemas. ¿Qué tal?
—Sí, creo que puedo hacerlo. Pero lo pueden romper fácilmente con sus poderes. Solo aviso—sugiere Akina.
—No importa, entre tu y Law pueden retrasarlos lo suficiente. Yo me encargaré del más grande de ser necesario—agrega Mokuro.
Todo el equipo asiente con la cabeza.
Apenas el portal se abre y ven a Akina salir, Cryne dispara su flecha sin miramientos. Dicho ataque cae en el truco anterior, atraviesa una especie de manto de agua y reaparece impactando contra el techo. Todos terminan de salir del portal y comienzan a correr. Se oyen gritos desesperados más adelante, cuando pasan por delante de uno de los camarotes se puede ver al joven de pelo albino allí, a punto de hacerle daño a las personas que se refugian allí.
—¡Sigamos!—recomienda Mokuro.
—Tch… sabandija—se enoja Kei, pero debe hacerle caso y no caer en eso.
Todos juntos van avanzando hacia delante, pasando vagón por vagón, la muchacha quiere acertarles sus flechas, pero las que no erra, terminan siendo desviadas.
—¡Aquel que estaba en el camarote! Ese es el que los durmió a todos. No sé qué clase de poderes maneja—advierte Law.
Al fin llegan a la puerta de la sala de juegos, pasan a través de la puerta, Kei sigue de largo encaminando hacia el escenario. Akina extiende los brazos y Law se pone en guardia.
—Kori no kabe—crea la pared de hielo entre el marco y reteniendo ambas puertas cerradas.
El grupo de maleantes se termina de reunir en los vagones de pasajeros y allí pueden deducir qué pueden hacer con este grupo de novatos.
—¿Qué plan tienen, Bertolt?—consulta el muchacho albino.
—Quieren las gemas de los titanes, Egon. Y en todo caso resistirán hasta que el tren llegue a la superficie.
—Ja, ja, ja, cuanta confianza—menciona Cryne.—¿Tienes las gemas?
Extrae de su bolsillo dos gemas de color verde y celeste. Una tiene forma de una gota de agua y la otra una simple canica con hojas verdes en su interior. Las vuelve a guardar en sus bolsillos, Egon.
—Tú encárgate del resto de los pasajeros. Nosotros dos someteremos a esos cachorros—sonríe Cryne.
—Excelente. Déjame al muchacho de la espada, linda.
Egon se empieza a retirar hacia atrás mientras ellos avanzan. Los jóvenes se quedan en su lugar esperando a que lleguen sus oponentes, nada saben de qué harán ellos, pero no importa que sea, es peligroso. Kei rebusca y rebusca entre el escenario pero nada encuentra de las gemas, cosa que lo tiene preocupado.
—¡Vamos, Kei!—apresura Mokuro.
—¡No encuentro nada!
Aprieta los dientes y mira hacia la puerta, la cual recibe un estallido repentino que hace trizas el cristal y llena todo de humo. Han entrado con suma facilidad.
Todavía queda bastante tiempo para que el tren llegue a la superficie, por lo tanto o se encargan de ellos de alguna manera o se dedican a huir; vale que esta opción es muy limitada.
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