Keimamura X - 14
Al abrirse uno de los portales sobre uno de los techos del tren, salen de éste tanto Akina como Law. Por pura casualidad, la chica mira hacia el mar, viendo como su amigo Mokuro está atajado de un borde sobresaliente de un vagón semi-hundido, esforzándose porque el mar no lo trague.
—¡Mokuro!
—Hay que hacer algo—responde Law y se desliza por el techo inclinado. Llegado donde está Mokuro, se ataja también de uno de los bordes, abre uno de sus portales junto al mar, siendo esa ahora la única puerta de salida de ambos.—Tenemos que saltar juntos, si entro yo solo… se cerrará el portal automáticamente.
—Okey… veo como me las arreglo—observa Mokuro hacia su derecha, donde está abierta la salida. Lo que pone en marcha su razón es cómo escapar de ahí. Es menos de un metro lo que tiene que saltar, pero soltarse aunque sea un poco significa que el bravo mar lo absorba. La conclusión llega a tiempo y es sencilla, un pequeño pero fuerte empujón. Carga energía entre sus manos y provoca una explosión entre sus manos, el único esfuerzo que pone la es trata de dirigirse hacia ese portal. Ya sea de pura casualidad, cuando explota, Mokuro logra escapar por el portal.
Law que se mantiene un poco más arriba de donde estaba Mokuro, simplemente se lanza para entrar también. Vuelven a emerger arriba del techo junto a Akina, a quien le pueden dar un poco de alegría para la noche. Ella se arrima y los tironea de la ropa para poder abrazarlos. Mokuro es el primero que corresponde al abrazo de la muchacha.
—Sobrevivimos… eso ya es suficiente—dice Mokuro.
—De todas maneras no siento la presencia de nadie con mi rastreo—menciona Law.
—Escaparan, estaba con Bertolt en el agua cuando llegó un helicóptero y se lo llevó. Creo que la chica también estaba con ellos…
—¿Y si vamos a ver si encontramos a Kei?—se apresura Akina.
No es mucho camino el que deben que tomar, solo prosiguen por el techo y ya con la ayuda de un relámpago pueden ver una figura acercándose a lo lejos. Tienen en cuenta el gran pilar de agua, el dragón que sigue allí al pendiente. Mokuro se adelanta primero, comienza a esprintar y se resbala en el camino, pero se para rápidamente para seguir.
La cara de felicidad de Kei al ver a su amigo Mokuro venir hacia él es indescriptible, aprieta los dientes y sus ojos borrosos apenas empiezan como a perderlo. Kei corre también hacia él hasta que se dan un abrazo el uno al otro.
—¿Cómo vas a arriesgarte así? Piensa en los demás, maldición—se pregunta Mokuro.
—No importa ahora…—responde Kei. Ambos toman distancia uno del otro, viendo también como llegan Law y Akina.—¡Chicos!—corre Kei también a abrazarlos.
A Law le parece algo cursi, pero le da igual porque comprende lo que pasa. Akina en condiciones normales lo detendría con un golpe, pero ella también está feliz de verlo bien al muchacho. Los atrapa a los dos.
—Pensé que pude haberlo perdido… chicos, sobrevivimos.
—Vaya que sí es un día raro. Creo que nunca pasamos algo así—dice Akina.
—Y aun así… tenemos algo con lo que lidiar—agregar Law.
El dragón acerca la cabeza hacia ellos.
—Este es el titán del agua, diosa de los mares. Por lo que veo hasta ahora es bastante pasivo…—comenta Kei.
—¿Debes derrotarlo con tu espada no? Creo que es lo que entendí del maestro Seiryu—dice Mokuro.
Apunta con su dedo hacia aquella gema que brilla sobre su frente.
—Debo atravesarla con la espada.
—Qué tonterías, eso suena demasiado imposible, Kei—dice Akina.
—A menos que de alguna manera esa cosa baje hasta nosotros, lo veo imposible. Y si lo hace no sé si estaremos vivos para contarlo—dice Law.—Además ya estoy muy agotado… no sé cuántos portales más podré abrir.
—Yo apenas puedo mantener mi modo de combate—acompaña Mokuro.
—Veamos cómo lo veamos, estamos en la ruina—aclara Akina.
Los irises del dragón son muy llamativos, son carmesí brillantes y que son casi imperdibles entre tanta oscuridad. La bestia enfoca su mirada en el grupo de chicos, pero probablemente se está enfocando en uno en especial. Bajo los pies de los muchachos empieza a retumbar el tren, toda la parte trasera que se pierde en las aguas se empieza a levantar, poco a poco junto al nivel del agua que se levanta. Y no es todo, el agua no sube de manera nivelada, sino que se acumula como en una montaña en la parte trasera del tren, como si fuese controlada, siendo manipulada por la criatura ante ellos.
—¡Atájense!—grita Law.
Al llegar a cierto nivel de altura, toda el agua se disipa para retornar a la normalidad, y el tren cae de lleno sobre los rieles, con algunos vagones torcidos y otros descarrilados. La bestia simplemente ha devuelto al tren a la superficie.
—Vaya… ¿qué significa esto?—se pregunta Mokuro.—Es que antes casi nos mata pero ahora nos ayuda… Estos titanes son un delirio, Kei.
—Puede que trate de decirnos algo.
[—No lo logra interpretar, le falta razón, pero sabe que hay algo que lo conecta contigo, Kei. Lo conecta con nosotros—habla la voz de la cabeza del muchacho.]
[—¿Es atraído por la espada?—]
[—No… ella es parte de la espada, solo quiere volver. Si no llegamos a la gema, no lo atraparemos. Pero no sería bueno que la ataquen, su ira no es fácil de lidiar.]
—Vale…
El chico da unos pasos al frente y levanta la mano. El resto queda algo desorientado por su forma de actuar, pero es evidente que quiere comunicarse con el dragón.
—¡Espera, Aquatetis! ¡No somos tu enemigo! ¡Queremos ayudarte!
Akina se percata de algo fuera de lugar, un poco más atrás en el cielo se puede ver unas luces. Son diminutas como un conjunto de estrellas, pero sin lugar a dudas el cielo no está despejado y los relámpagos lo comprueban, además de sus colores amarillos. Da el aviso a su compañero de dicho hecho pero… las luces llegan más rápido de lo previsto. Muchas lanzas doradas impactan directamente con el dragón, algunas atravesándolo y otras provocando explosiones apenas tocan.
—¿¡Qué mierda!?—exclama Kei.
Las ondas expansivas tiran a los chicos para atrás, debiendo atajarse una vez más de lo que pueden. Kei se ve alterado, porque nada de eso es parte del plan.
—¡No! ¡Paren!
A través del mar se puede ver como un conjunto de guerreros, un pequeño ejército de centeneras de hombres se está aproximando a las corridas, utilizando el mar como un suelo firme. Cada uno de estos guerreros lleva puesta armaduras muy antiguas, como cascos y túnicas, con petos y largas capas detrás, cada uno armado con una espada y un escudo en diferentes manos, todos unos gladiadores que parecieran haber resurgido desde la antigüedad más clásica. El dragón encolerizado lanza un rugido.
**¡Ruaaaaaaargh!**
Las aguas de repente se disparan hacia arriba de manera que ellos son dispersados, pero ni aun así logra que los guerreros se hundan. Law nota algo, que bastante hacia atrás hay una luz muy grande, allá cerca del horizonte pero no muy lejano a ellos.
Es allí donde está navegando un destructor, en la proa de la nave, justo en la punta está el capitán Kamaguchi Rinntarou cruzado de brazos y alrededor de él hay un inmenso marco de oro, que debe llegar a los cuatro metros de altura, cuyas puertas son dos placas muy gruesas del mismo material.
—Al fin los encontramos muchachos, y lo hacen con el honor de conocer mi habilidad de reiki. Ejército bizantino: al ataque—habla el hombre de cabello azulado.
Los guerreros rápidamente se vuelven a reagrupar entre sí. Conforman dos filas, primero quienes apoyan una de sus rodillas sobre la superficie y colocan sus escudos y luego los demás que hacen que sus espadas se transformen en largas lanzas listas para ser lanzadas. Una vez lo hacen, el dragón va hacia ellos buscando embestirlos con la cabeza, recibiendo los proyectiles en el camino, y no importa que tan grandes sean los estallidos fusionados, logra su cometido de atropellarlos.
Los chicos, hasta el momento como espectadores, son rodeados por una luz fuerte. Cerca de ellos está un destructor más, otro más de la flota de la Sociedad de los Guardianes. Desde la nave parece activarse un alto parlante.
PARLANTE:—¡Chicos, deben abordar la nave! ¡Nos encargaremos de los supervivientes!—
—¡Deben detenerse! ¡Solo la van a hacer enfadar más!—exclama Kei.
—¡Hora de irnos, no perdamos el tiempo!—dice Law.
Mientras los chicos se ponen en movimiento, Kei solo aprieta los dientes y mira hacia el campo de batalla. Ya fue advertido por el alma de su interior, pero también cree haber visto buenas intenciones en esa cosa. Akina lo agarra del brazo para poder arrastrarlo con ellos.
Los guerreros fueron desintegrados al ser arrollados, pero no significa que el ejército fuese derrotado. Desde las puertas de Rinntarou empiezan a aparecer más soldados listos para la batalla, cosa que por lo menos pone foco en cuál de todas las naves debe atacar.
**¡Ruaaaaaaaaaaaaaaaaargh!** lanza su rugido una vez más.
Abordan la nave y los colegas los reciben. Kei es el primero en alterarse y acercarse a estribor para ver qué es lo que sigue pasando, viendo como el dragón navega en la dirección de la luz y a lo lejos se aproxima un nuevo ejército.
—¡¿Hay alguna manera de llegar al aire?!
—Tranquilo, chico, están seguros aquí—responde uno de los soldados.
—¡No, joder!
—¡Kei, tranquilo, tranquilo!—se acerca Mokuro tratando de calmarlo.
—Tengo que atravesar su gema con mi espada, Mokuro. No puedo perder el tiempo aquí. ¡El maestro dijo que debo capturarlos!
—Pues, habrá que esperar, es una locura muy arriesgada y ya estamos exhaustos.
—Pues habla por ti—responde Kei y se aleja, escalando una de las cubiertas más y colgándose de una de las torretas.
Uno de los soldados toma uno de sus comunicadores y toma su distancia para poder hablar. Mokuro se acerca al resto de sus compañeros.
—Tu amigo es un caso especial—comenta Law.
—Lo sé, cuando quiere algo no descansa hasta tenerlo. A veces es interesante, pero la mayoría de las veces te irrita. Créeme, vengo de una familia rica.
En la otra nave, hacia donde se aproxima la bestia marina, está Rinntarou hablando con uno de sus hombres, quien le está informando de un llamado. El capitán sonríe antes de dar su respuesta.
—JAJA el santo maestro me advirtió de que esto podía ocurrir, así que lo tuve en cuenta. Diles que preparen la aeronave y acerquen al chico lo más que puedan a la bestia, pero que le adviertan que solo tendrá una oportunidad. No pondré en peligro a mi tripulación—a pesar de su confianza, la frente de Rinntarou se empapa de sudor además del agua de mar.
El soldado que se había relegado se arrima a los chicos para darles el reciente comunicado. El destructor carga con una aeronave pequeña, no es de batalla y solo tiene la capacidad de tres personas.
—Así que llevaremos al chico y solo uno de ustedes.
—Es una locura, ¿qué están pensando? Somos novatos—dice Akina.
—Pues parece que la S.GG nos pone a prueba—agrega Law.
—Huh… lo que nos faltaba. Si esa cosa es tan poderosa como dicen, puede que Kei sea quien lo detenga. Pero con solo que una pequeña cosa sea una falacia, está frito… Law, creo que tú eres el más conveniente. Eres el único que podría darle una mano si cae al agua.
—Sí…, debo ser yo. No me gusta la idea de todos modos.
Los chicos van por Kei para contarles lo que van a hacer. Mientras tanto, el agua a los costados del barco se empieza a elevar, escalan y escalan grandes olas queriendo hacer de sándwich a la nave.
—Esas tenemos, bestia. ¡No me asustas! ¡Ejército bizanto: Magister equitum!—luego de pronunciar el nombre de su habilidad, las puertas materializadas por el capitán se vuelven a cerrar.
El dragón arrasa con su cabeza de lado a lado para romper con el ejército que lo ataca desde abajo. Entre los soldados hay ahora arqueros, que lo azotan con constantes proyectiles molestos.
Las puertas se vuelven a abrir, del otro lado ahora está Rinntarou pero ya no vestido formalmente, sino con una armadura muy parecida a la de sus soldados, solo que trae una máscara de acero en la cara. Además, el tipo monta un gran caballo recubierto con protecciones livianas también. En su mano hace aparecer una lanza y ya está listo para el combate.
—¡¡Aaaaaaaaaah!!
Apenas atraviesa la puerta con el caballo, detrás se manifiestan un sinnúmero de soldados más que acompañan el grito de batalla de su comandante. Por la mitad del trayecto muchos de los soldados apuntan con arcos y flechas y disparan, también lo hacen los lanceros. El dragón levanta una pared de agua entre medio, de manera que filtre aunque sea la mitad de los proyectiles. Rinntarou cabalgando por arriba del agua, rodea la pared que hace de obstáculo.
Desde el destructor cercano al tren, despega un pequeño avión. Sus dos cortas alas llevan equipadas dos hélices que impulsan el avión hacia arriba y una vez levita, rotan hacia delante para hacerlo moverse. En su cabina está el piloto junto a Kei y Law.
—Te das cuenta el suicidio que estás por cometer, ¿no Kei?
—Hay un titán de agua y esa cosa puede controlar el agua, tiene una gema en la cabeza. Me parece algo muy simple.
—Solo no espero arrepentimientos—parece preocupado Law.
Las olas parecen dejar en paz al barco, pues la presencia con fuerte reiki que estaba sobre la nave ha desparecido. Ahora viene en camino y a muy alta velocidad. Rinntarou se moviliza hacia un costado cuando ocurre un estallido bajo sus pies, hace lo mismo cuando se repite una vez más. Una de las olas del mar se aparece y se lanza a por él, el tipo tira de las riendas y hace que el caballo haga un salto que supere el tamaño de la ola. Al picar sobre la cresta, vuelve a dar un salto muy grande y es allí que levanta la lanza por arriba del hombro y extiende una mano hacia el frente.
—¡Haber qué te parece esto!—Arroja su lanza con todas sus fuerzas.
A pesar de convertir la lluvia en proyectiles para tratar de detener el ataque, el titán no puede parar la lanza y ésta atraviesa su cuerpo de lado a lado, dividiéndolo prácticamente en dos partes durante unos segundos.
—Maldición—expresa Rinntarou cuando ve que su lanza ha pasado de largo y explota a lo lejos en medio del cielo.
El monstruo al fin se puede concentrar en ese humano molesto. Rinntarou hace aparece un escudo en su brazo izquierdo y desenfunda una espada con la derecha.
—¡¿Piensas que era todo lo que tenía?!
El dragón se abalanza directamente hacia él sin ningún miramiento, el guerrero ni siquiera sin inmuta, pues la lanzas y flechas de sus guerreros lo interceptan en medio del camino. Apenas los estallidos desglosan el agua que forma el dragón, Rinntarou cabalga en dirección a la base de la bestia.
Apenas el agua se reunifica para tomar la forma de la bestia, ella no puede ubicar a su contrincante, pues está en un punto ciego de su mirada. Sin embargo, no significa que no lo vaya a sentir. Se tuerce una vez sabe dónde se ubica y va a por él por su espalda.
Arriba, la aeronave se encuentra en el punto preciso de la batalla. La compuerta se abre del lado donde está Kei, quien mira hacia abajo con algo de temor.
—Vas a tener que cargar con mucho valor, Kei. Acuérdate lo que dijo Mokuro, tienes que encontrar el momento preciso en el que quede quieto y el piloto esté cerca. En cuanto a mí, no puede haber un margen de error mayor a cincuenta metros.
—Va a salir bien—muestra una mueca nerviosa el muchacho.
El dragón trata de morder a Rinntarou, pero no lo logra. Repite una secuencia anterior, procura sorprenderlo con estallidos acuáticos desde debajo de él, sin conseguir nada ya que el caballero las esquiva en el momento preciso. Rinntarou extiende el brazo con la espada hacia un costado.
—Cid III, el Grande—la espada del guardián gana el color de oro y extiende su tamaño en incontables de veces, superando el tamaño de su propio usuario en proporciones bíblicas.—¡¡Aaaaah!!—con ella parte en dos la columna de agua que hace al dragón.
La bestia se desarma por completo y su forma se mezcla con el océano, no obstante ni un segundo pasa desde su desaparición que otra columna de agua se vuelve a levantar y tomando su figura.
**¡¡Ruaaaaaargh!!**
Tan cerca de los chicos ocurre que el agua llega hasta la aeronave y la sacude hacia atrás. Al piloto le cuesta recobrar la estabilidad. Es el momento que buscan, tienen a la criatura justo debajo de ellos.
—¡Ahora!—grita Kei. Sin pensarlo más de una vez, el muchacho se arroja del avión.
—¿¡Qué haces!?—exclama Law, viéndose obligado a lanzarse él también. No podría ver al chico si el avión está dando vueltas.
Desde el punto de vista de Rinntarou, apenas un relámpago revela la posición de los jóvenes en el aire, debido al brillo de sus auras en plena altura, solo le queda una cosa. Hace desaparecer su espada y manifiesta la lanza una vez más, acompañado de su ejército que también arroja sus armas.
—¡¡Aaaaah!!
[—¡No debes errar, Kei! ¡Es nuestra oportunidad, toma mi poder y recuperemos a Aquatetis!]
El chico levanta la espada con ambas manos y la aferra fuertemente por la presión del viento. Rinntarou arroja su lanza y el dragón quiere abalanzarse hacia él, los ataques del ejército llegan justo a tiempo para interrumpirlo y a eso se le suma la explosión de la lanza del hombre de pelo azulado. Los chicos no solo se ven desestabilizados, sino que el margen de error ha sido ampliado, tanto por el movimiento de la bestia como por las explosiones. Solo que Rinntarou está obsesionado con retener al dragón en su lugar y arroja otra lanza más.
Siquiera se termina de reconfigurar la forma de la criatura, otro estallido de gratis ocurre, empujándolo hacia atrás. El estallido vuelve a sacudir a los jóvenes, obligando a Law a hacer una apuesta, manifestando su agujero espejo y desapareciendo él mismo. El muchacho reaparece más delante de Kei y es allí que vuelve a utilizar la misma técnica, pero ahora con el chico de la espada. ¡Tal cual! Kei surge encima de la cabeza de Aquatetis.
—¡¡Ahora!! ¡¡Aaaaaaaaaaah!!—carga con la espada hacia atrás y apenas llega hasta la gema, da un corte de lado a lado, rompiéndola por completo. Esto libera una cantidad de energía aterradora, cosa que expulsa a ambos guardianes por el aire.
Toda el agua levantada en los cielos por los pilares que formaban al dragón, las paredes o las olas cruentas, se empiezan a desvanecer y también lo empieza a hacer la lluvia.
El caballo y el ejército de Rinntarou se ponen en marcha, porque tienen que atrapar a los dos jóvenes. No tienen ni idea de si podrían resistir una caída directa sobre el agua desde tales alturas.
De esta forma, Rinntarou atrapa a Kei entre sus brazos a partir de un salto en caballo y lo mismo hacen los gladiadores con Law. Kei tiene los ojos entreabiertos, apenas visualizando a ese hombre que le ve cara de alguien conocido.
—Usted es…
[—La espada no te dejará morir, pero tu cansancio y el efecto del veneno siguen teniendo sus síntomas, Kei. Felicitaciones por atrapar a tu primer titán.]
Los ojos de Kei se cierran apenas pierde la consciencia por completo.
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