Keimamura X - 16
Según cuenta la historia de la evolución y la emigración humana, el continente Licestis fue uno de los últimos en descubrirse de todo el mundo. Alejado en el extremo oriente, tiene una forma semi-redondeada con algunos extremos sobresalientes, y es una tierra donde solo se han instalado dos países. Hacia el oeste, ocupando toda la mitad, se encuentra el país Amsterdam.
Alejados del centro de la capital, Zuid, los chicos consiguen hospedaje en un hotel gracias a su amigo Akagami Law. Según explicó el mismo joven, él pertenece a una legión, la cual ahora mismo tiene miembros en la ciudad. Los chicos son admitidos por la recepción del hotel y de ahí van hacia el ascensor. El hotel tiene clausurado ahora mismo el segundo piso, debido a que la legión lo ha alquilado en su totalidad.
Se abren las puertas directo al pasillo y los muchachos avanzan. Todo se siente muy vacío hasta que se puede ver en la distancia a dos personas charlando posando en el camino. Uno es un hombre de aspecto joven, cabello de un extraño color verde, que asumen debe ser teñido, vestido con todo un traje de color negro. Un sombrero le oculta los ojos y no se puede percibir la mirada. Justo delante de él está parado alguien más extraño aun, un enano, el cual tiene toda su cara recubierta con una máscara y un trapo alrededor de la cabeza, y el resto del cuerpo es tapado por una sotana.
—¿Acaso eso es una marioneta?—se pregunta Kei.
—¡Sh! Tratemos de no faltar el respeto—contesta Akina.
—Jajaja, es normal que se sientan raros al verlo. Les presento a dos integrantes de la legión mía. Él es Faxu—señala al hombre del traje, quien levanta la mano como respuesta, permaneciendo en un incesante silencio. —Y él tiene un alias, Misterius. Nadie excepto Faxu conoce su identidad.
Responde de la misma manera el enano, simplemente con levantar la mano.
—Y para ustedes, les presento a mis compañeros de examen. Mokuro, el niño rico; Akina, la chica linda; y Kei, nuestro caso especial.
Hay dos reacciones que importan. A Mokuro no le interesas que digan la verdad, aunque espera que no revelen su identidad, Akina se pone como un tomate y su piel blanca no le juega a favor, y Kei se ve ofendido por lo que dijo.
—¿Cómo que especial?
—¡Ey! Todos queremos sentirnos especiales, ¿o no?—Suelta una risa encubierta Law.
—No lo has dicho en ese sentido. Te estaré vigilando—Lo señala con sus dos dedos de sus ojos a él; como diciendo “tendré mis ojos sobre ti”.
—El maestro fue a dar un paseo por la ciudad, debe estar en camino. Y luego falta la chica, fue a realizar algunas compras para su mascota—cuenta ese hombre llamado Faxu. Si algo se puede decir de él, es que su actitud es muy serena, similar a la tranquilidad del superior Yamato de los aprendices, pero aun mayor.
—Hablando de eso, de verdad que tengo muchas ganas de ir de compras. Necesito sacarme el estrés.—Posa Akina sus manos tras la espalda.
—Siempre que no utilices mi dinero—contesta Mokuro.
—Te entiendo, Aki. Debemos explotarlo hasta exprimirle el último centavo—se acerca Kei a su compañera.
—Heey, ves que a veces eres inteligente. Hasta el último centavo—sonríe Akina, acompañando a su amigo.
—¡Te estás contradiciendo con lo que dijiste hace un rato!—se queja Mokuro. Pero ambos siguen con su sonrisa maléfica, no van a ceder ante él.
Los chicos son invitados por Law a entrar a una de las habitaciones y acompañan los dos miembros de la legión. La habitación es simplona, a su derecha está la puerta del baño y el resto lo ocupan dos camas, cada una con su cajonera. Cierra la puerta y cada uno se acomoda en sus lugares; Mokuro va cerca de la ventana, Kei cerca del muchacho rubio, Akina se sienta en la cama próxima a la ventana, Faxu y Misterius se sientan en la otra cama.
—Bueno, chicos. Tal y como dije, ellos dos son miembros de una organización que conformo, llamada Legión “Los Caballeros”. Tenemos un maestro que está en camino, y algunos miembros más en nuestro país, Villa Hidalguía, pero debido a hechos desafortunados, decidimos que se quedaran allá.
—¿Comenzamos de a poco? He escuchado algunas veces el término “Legión” en el colegio. Pero, ¿qué son claramente?—se pregunta Akina. Se podría decir que ellos que forman uno son quienes deben responder, pero ese lugar se lo adueña su amigo Mokuro.
—Durante lo que duró el Sacro Imperio Interminable, aquellos guerreros capaces de usar el reiki o la magia, en su mayoría miembros de las fuerzas, que disentían con el gobierno, se asociaban en grupos secretos. Algunos clubes o, lo que más se popularizó, las legiones. Los clubes se organizaban en torno a gente del mismo estatus para compartir conocimiento del reiki y compartir sus ideales, las legiones, en cambio, se organizaban en torno a un maestro y eran esencialmente para dar batalla al gobierno—cuenta Mokuro, posando ahora su mano sobre su barbilla. —Durante la guerra apoyaron a los héroes Jakimioto, pero terminada la guerra y surgida la ONU y, su brazo armado, la S.GG, se decidió el monopolio del control del reiki en manos de los guardianes, ilegalizando a nivel mundial la existencia de las legiones.
—Entonces, ¿estamos haciendo algo ilegal?—habla Akina, algo nerviosa.
—Puede ser. No obstante, gracias a los contactos o porque simplemente tenían mucho poder, varias legiones lograron subsistir. Y de ellas saben todos los altos mandos de la S.GG—Argumenta Mokuro.
—Bueno, no tengo nada que agregar Jajaja—dice Law. —Nosotros nos llamamos Los Caballeros, formábamos una legión de caballeros desde la edad feudal pero poco a poco se ha ido desarmando. Somos pocos, como verás. Compartimos ideales, principalmente la hospitalidad, el asistencialismo y el honor.
—Dijeron que se fueron sus miembros debido a hechos malos… ¿verdad?—Se atreve a comentar Kei.
Law asiente con su cabeza ligeramente. Sus otros dos compañeros siguen callados en su lugar, donde no sueltan ni una palabra ni sonido alguno, más que aquel diminuto de la respiración.
—Hace más de un año un grupo de bastardos, autoproclamados Los Siete Pecados Capitales, atacaron el gremio. Varios de los nuestros perecieron allí, donde estaba una querida amiga llamada Jereni. Mi maestro es un hechicero muy poderoso, y coleccionaba libros importantes sobre magia. Eso es lo que buscaron esos miserables.
—Law… recuerdo tu cara cuando encontramos esa referencia a ese grupo durante el examen—Se siente apenada Akina.
—Si necesitas ayuda, con gusto lo haré—se ofrece Kei.
—Hey, ni siquiera entendemos cómo funciona la magia. No sabemos en qué territorio podríamos meternos—Se queja Mokuro. —Si bien a quienes enfrentamos en el tren podían usarla, puede que hayan magos aún más peligrosos.
—Pues usaremos nuestro reiki y tengo a uno de los titanes, ¿recuerdas?—dice Kei.
—Mokuro tiene razón, Kei. La magia es algo sorprendente, todavía no he logrado ni siquiera aprender a utilizarla. Conlleva mucho estudio y práctica. Y también es muy peligrosa. Mi maestro nos ha enseñado cosas sorprendentes y que perturban.
—Además, recién has capturado a ese titán de agua, no creas que puedes manejarlo. —Señala Mokuro.
—Jeje—Se rasca detrás de la cabeza Kei.
Los aprendices siguen hablando entre ellos acerca de lo que son las legiones y la de Law en especial. En algún momento, tanto Law vuelve a enseñar su tatuaje, como Faxu muestra el suyo en la mano y Misterius el de su pierna. No tienen mucho más que contar acerca de todo esto, de no ser por retomar lo sucedido en el tren de la tormenta.
—Escuché en algún televisor de la calle que clausurarían definitivamente el tren en el que viajamos. Maldición, y toda esa gente que no pudimos salvar estar a punto…—Se lamenta Kei, cerrando sus puños para contener su frustración.
—Ese tipo de resultados se logran cuando se entrometen con Endless Paradox—decide romper el silencio el hombre del sombrero. La espalda se las sigue dando mientras habla, pero eso no quiere decir que no les esté dando interés. Estuvo al tanto de todo lo que se habló. —De uno de los idiomas perdidos tras la conquista cultural del Sacro Imperio, Endless Paradox quiere decir “Paradoja Interminable”. Esos mafiosos se dedican al robo y al contrabando. La mayoría de las veces terminando lucrando a partir del ámbito legal con ilegalidades que ellos mismo cometieron.
—Si roban joyas, las venden y luego ellos denuncian, arrestando al hombre que las compró. Así han construido un gran estatus en este país y a nivel internacional, muchas veces. Normalmente sus miembros permanecen en secreto por algún tipo de silencio pactado entre las autoridades—Agrega Law.
—Y es con ellos con los que se están por meter ahora, ¿verdad?—pregunta Mokuro.
—Tienen cuentas pendientes con nosotros también. Cuando mi maestro se enteró de lo del tren, supo que al fin podría seguirles el rastro. Como saben, es difícil investigar un país entero, así que prefirió esperar a la mínima oportunidad. Por ello desde que todo comenzó yo estaba enterado de que ellos estaban en el tren, pero desconocía sus identidades.
Antes de que puedan seguir hablando, golpetean la puerta. El piso debe estar vacío, por lo que la conclusión para ellos es que son las personas que estaban esperando desde un comienzo. Y tal cual lo sostienen, así es. Del otro lado se encuentran un anciano, el mismo hombre con ropa sucia y desprolija, barba arruinada y con un carro a su espalda, también está una hermosa chica de cabello albino como azúcar refinada, ojos ambarinos y vestida con un pantalón negro y una remera rosada. En especial la muchacha, cargando con un extraño animal en sus manos y una canasta, es alguien que deja estupefacto a Mokuro desde su lugar.
—Maestro.
—¡¡¿Naomi?!!—exclama Mokuro. Kei y Akina tratan de entenderlo, pero no recuerdan bien de quién podría estar hablando.
Finalmente todos los esperados están reunidos aquí. ¿Qué planes puede estar teniendo la legión de Law para con los aprendices?
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