Keimamura X - 18
En la noche de la ciudad de Zuid, las calles permanecen bastante calmadas. Los ciudadanos de este país acostumbran a cerrar sus puertas llegado las diez de la noche, quedando por fuera los gatos callejeros y tal vez alguna rata que se escabulle por la alcantarilla.
Uno de los contenedores de basura se abre cuando Fyodor, el maestro de la legión de Law se acerca para rebuscar en la basura. El tipo divaga entre los restos que dejan las personas, porque adora reciclar todo lo que pueda, no es alguien que crea en el consumismo del sistema pero saca provecho a sus migas.
Sobre el tejado de uno de los edificios hay cuatro personas, tres de ellos ya son bien conocido por los aprendices, Cryne, Bertolt y Egon, pero el cuarto es esa persona que se mantuvo sigilosa todo el tiempo por orden del su jefe, aquel de la máscara llamado Georg. Los tres hacen de espías hacia el anciano Fyodor, quien tiene preparado un ataque contra ellos dentro de muy poco. Solo que por obra de su líder, ellos puede anticiparse a su causa.
—Los jóvenes tienen que estar por aquí, en algún lado del centro de la ciudad. Puede que si logramos causar algún evento que llame su atención, salgan de su escondite. Allí podremos dejar nuestro mensaje. ¿Puedes encargarte, Cryne?
—Por favor, hacer luces de colores es mi parte favorita, Egon. Me hubieses dado algo más interesa.— Alza los hombros la chica, descontenta con la parte que le toca mientras se retira.
El viejo carga con algunas cajas de cartón sobre su carrito, así como algunas botellas plásticas, todas cosas que no saca de los tachos de reciclaje sino donde los flojos arrojan cualquier tipo de cosa que consideren basura. El viejo ata con un soguín las cosas a su carro con tal de que no se caiga y ya prepara su carro para marcharse. Cuando mira hacia el callejón, hay un muchacho de cabello albino mirándole.
—Hola, anciano—dice Egon y le enseña su sonrisa.
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Dentro del hotel todos los demás ya se han ido a sus habitaciones para dormir. A Mokuro y Kei les toca la habitación donde estuvieron reunidos, mientras Law y sus compañeros fueron a otra aparte. Akina al fin puede tener una compañera, así que se va junto a ella en una tercera.
La mascota está dormida en las piernas de Akina mientras está sentada como indiecita en la cama, hablando hasta el momento con Naomi.
—Y, ¿cuál es tu relación con Mokuro? Además de… ser su prima, claro.
—Eey, ¿te has puesto celosa cuando viste una chica interesada en él?—Sonríe de forma sospechosa Naomi.
—C-Claro que no—Se ruboriza la pobre Akina alzando su mano como para “protegerse”—Solo estoy tratando de conocerte mejor.
—Bueno, yo no era de llevarme muy bien con otras chicas, siempre me relacionaba mejor con los chicos. El problema era que los niños no querían jugar conmigo de pequeña, y recuerdo todavía, fue como un héroe cuando mi primito me invitó a jugar y defendía su decisión ante los demás niños, aludiendo que yo era su primita y me tenían que respetar. Aww, que tierno. Desde allí siempre me mantuve muy cercana a él.
—Hmmm, que curioso. Durante el examen de la isla, Mokuro era el que siempre se preocupaba porque estemos todos juntos, no quería que faltara nadie. Un día nos rodearon unos maleantes en la isla y Law había recibido un flechazo en el hombro, pero fue él quien insistió en que lo protegiéramos. Sabes… estábamos muy asustados porque nos pudiesen matar. Fue muy feo casi abandonar a Law. —Parece sentirse desilusionada Akina mientras baja su mirada hacia la pequeña mascota, acariciándola levemente.
—¡Hey! Pero ahora estamos todos aquí, eso ha quedado atrás ahora. Entiendo que sensación de culpa te genera, pero hay que superar las cosas—Levanta su dedo índice Noami, zarandeándolo con suavidad. —Y apuesto una cosa, mientras mi primito es discreto y cauteloso, preocupado por los demás, Kei es todo lo contrario.
—No tengo que ni contestarte. Cuantas veces estuvo a punto de matarnos por sus impulsos. Aun así me sorprende lo sensato que se pone cuando la situación lo requiere. Es como si lo hiciese para llamar la atención, porque cuando estás a solas con él… es muy tranquilo. O eso creo—Alza la frente mirando ahora hacia el techo, apoyando sus manos sobre el colchón.
—Jajaja lo sabía. Yo creo ver a Kei como alguien intrigante. Igual, que envidia. Me hubiese gustado estar con ellos tres en esa isla, seguro fue divertido.
—Para nada—Los gestos agrios de Akina lo dicen todo en su respuesta tajando, cosa que deja algo sorprendida a Naomi.—Puedes decirme lo que quieras pero los tres son descuidados, si no los mandas a dormir, no duermen, si no los mandas a cocinar, no cocinan. ¿Acaso necesitan de una madre detrás de ellos?
—¡Jajajajaja!—se tenta Noami al punto de sacarse una pequeña lágrima por la risa.—Es que, Mokuro tiene sirvientes, los miembros de la legión de Law siempre hacen las tareas del hogar cuando no está y, bueno, desconozco a Kei, seguro su madre está ahí.
—No, compartimos con Kei el mismo hecho de ser huérfanos—dice Akina.—Pero eso no es excusa para también se comparte así, ¡y ninguno de los otros!—Parece inflamarse una vena por el enojo de Akina.
—Lo siento, desconocía todo eso. —Se siente algo incómoda Naomi, pero Akina le indica que no se preocupe.
—¿Y cómo se llama él?—pregunta Akina por la mascotita.
—Él se llama Peu, significa “pequeño” en una lengua perdida. Era el nombre que tenía un gato de mi primito, pero al pobre lo atropelló un auto. Así que en su honor, le puse así.
Las dos chicas pasan allí un rato más hablando de la pequeña mascota. Según cuenta Naomi, Peu es el hijo de Koko, el enorme animal que es mascota de Seiryu, un gran dinosaurio de cuello largo que puede volar.
En la otra habitación están Mokuro y Kei, sentados frente a frente en sus camas con la cajonera al medio de ellos. Tienen una baraja de cartas de Spania, una país de Laurasia del Oeste, cada uno tiene tres cartas en la mano que las observan detenidamente. Es casi como un duelo de vaquero, pues están muy callados.
“Jejeje ya sé, cantaré real envido para asustarlo y llevarme puntos”, piensa Kei. “ A pesar de que no tengo nada…”
Las cartas que tiene el muchacho son un dos de copa, un seis de basto y un siete de oro.
—¡Real envido!—grita Kei.
—¡Quiero!—contesta Mokuro.
—Joder… no tengo nada.
—¡Jajajaja! Tengo treinta y dos. ¡Es más! Con veinte hubiese aceptado ya que se notaba a leguas que estabas mintiendo—se burla Mokuro.
—Maldito millonario con suerte—Kei decide arrojar su primera carta, su siete de oro.—Pues iré con mi carta más baja, Moko.—Le abrevia su nombre cambiando una letra.
—Hmmm, vale—Mokuro contesta con un siete de espada. Pues en el juego que están jugando, el “truco”, el siete de espada es una carta mayor que el siete de oro. Mokuro, al ganar esta ronda, arroja un cinco de espada que pone muy nervioso a Kei.—Ahí tienes mi treinta y dos, novato—Siempre con su sonrisa creída.
—Grrr… joder—observa nuevamente sus cartas.
“Okey, con mi seis podré derrotar a su cinco, pero no me siento seguro con este dos, maldición. Malditos juegos psicológicos de Mokuro”, piensa Kei.
—¡Quiero Truco! ¡Joder! ¡Un maldito truco!—Cantar esta palabra en esto juego equivale a subir el puntaje de quien lo gane en las dos rondas que faltan, es una forma de poner presión al otro jugador si no está seguro de sus cartas pero también se puede utilizar la mentira a favor. Kei apuesta todo a las cartas que tiene.
—¡Quiero retruco!—grita Mokuro.
—¡kgg!
El corazón de Kei se acelera, pues eso significa que Mokuro puede tener una carta importante allí entre sus dedos, y ya sea un simple tres, podría despedazar fácilmente al número dos del mendigo Kei. Acelera su respiración, no quiere perder contra Mokuro, no después de haber apostado dinero que ni siquiera tiene.
—Vamos, Kei, ya he cantado.
—¡Aaaah! Me retiro—deja las cartas a un lado el muchacho, boca abajo para que Mokuro no pueda verlas.
—¡Jajajaja! Entiendo que tu reiki sea amarillo, todavía te faltan muchas mañas, Kei—Se le ríe en la cara mientras enseña su última carta, un cuatro de bastos. Todos los número cuatro son las cartas más bajas que hay en el juego.
Kei se siente humillado ahora mismo, avergonzado de haber caído tan bajo. Así como expuso hace unos días, cada usuario de reiki tiene un color de aura. Las auras de Akina y Mokuro se corresponden con la azul, la de Kei con la amarilla, la de Law con la azul también, y se desconocen los demás. A esto fue lo que vino el comentario de Mokuro, Kei es muy honesto, le cuesta mentir, sin demostrarlo en un gesto.
—¡Gané, gané!—Alza los brazos Mokuro, victorioso como nadie.
La puerta se abre muy fuerte cuando Akina le encaja una patada.
—¡Maldita sea! ¡¿Es que acaso quieren que les dé un micrófono?!—vocifera Akina muy irritada. Detrás de ella está Naomi, algo nerviosa por esto, tal vez tratando de detenerla.
—¡Hey! Estamos tratando de tener un momento tranquilo—contesta Kei también,.
En menos de un parpadeo Akina llega hasta Kei y de una patada en su rostro lo estampa contra la pared.
—¡Solo cierra la boca! ¿Y tú tienes algo para decir? —Apunta hacia Mokuro.
El muchacho rubio se limita a levantar las manos.
—Alzo la bandera blanca, estoy rendido, su majestad.
Desde la habitación compañera, pegada a la de los chicos, Law puede escuchar el barullo que proviene desde allí. Él ya estaba acostado en su cama pero no podía dormir, iluminado por las pequeñas luces que se filtran por la persiana mal cerrada.
—Huh… esos tres nunca cambian—Observa a su lado, contemplando que Faxu y Misterius siguen dormidos.—Ellos dos siempre tan pacientes, por lo menos no soy el único que no ha dormido.
El griterío armado por Akina debe ser suficiente para poner orden y que se pueda tener una noche que acabe de manera pacífica, pero es aquí que una importante explosión, que ocurre en algún lugar no muy lejos de ellos, los saca de sus casillas. Muchas alarmas de los vehículos en las calles resuenan y los ladridos de los perros se hacen escuchar.
**¡Warf! ¡Warf! ¡Warf!** se altera Peu.
—¿Qué rayos?—Abre la ventana Kei para ver hacia afuera. Allá en, hacia el centro de la ciudad, se ve el brillo del fuego con el humo salir.—Estamos muy cerca.
—Vistámonos, tenemos que ir a ver qué pasa. La gente podría estar en peligro—dice Mokuro.
Con terminar esas palabras, se ve que la puerta de la habitación de Law se abre y él sale corriendo. Segundos luego se los ve a Faxu y Misterius hacer lo mismo.
—¡El maestro de Law! Podría estar involucrado—dice Naomi.
Kei y Mokuro se están poniendo sus calzados, mientras Akina y Naomi van y hacen lo mismo. Deben movilizarse con urgencia hacia el conflicto.
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Las sirenas de los bomberos, la policía y todos los sistemas de emergencia sacuden la noche de Zuid. Los primeros en llegar son los chicos, atentos y veloces por lo que ocurre. Hay un pequeño local de unos dos pisos que se están perdiendo entre las llamas.
—Creo que era un local de juguetes—Señala Law.
—¿Algún herido?—pregunta Mokuro.
Responde ladeando con la cabeza, pues hasta el momento no se puede ver a nadie dando vueltas ni tampoco se ven víctimas. Alguien los está mirando desde el tejado de otro edificio, quien levanta la mano hacia arriba. Un chispazo les llama la atención a todos, quienes alzan la vista hacia donde viene.
No hay nadie, y los cables están muy sanos como para que hayan sido ellos. Y no es todo, pues hay un mensaje grabado sobre la pared del edificio, letras brillantes y un símbolo de un cuadrado que muy bien no se entiende dónde se unen cada una de las líneas.
“Si quieren volver a verlo, lárguense de la ciudad”
—Ese es el símbolo de Endless Paradox. Se han llevado al maestro—dice Faxu.
—No, no puede ser posible…—Se niega Law. —¡Tenemos que buscar!
Mientras llega la policía a la escena del accidente, ellos se presentan correctamente y se separan todos en pequeños grupos por la ciudad. Solo tienen el objetivo de encontrar al maestro de la legión Los Caballeros, y lo único que logran toparse es su carrito lleno de cartón.
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