Keimamura X - 22
Para la suerte de los aprendices, la batalla contra Bertolt se ha transformado en un dos contra uno. El hombre musculoso, inquebrantable, a veces intocable y de energía casi ilimitada, es un enemigo que no se puede tomar a la ligera y todos sabían que quien, o quienes, pelearan con él, era cuestión de mera resistencia.
—Kei, tenemos que dividirnos bien. Vamos a rodearlo frente y espalda, él lo evitará, pero creo que será la mejor estrategia.
—Entiendo.
—Jajaja ¿acaso se volvieron locos? Contando su plan en voz alta.
El primero en marchar es Kei, tendiendo su espada hacia un costado y prosiguiendo cara a cara. Bertolt no es tonto, se pone en lateral a Kei, ya que desde donde estaba su espalda es donde aparece Law. El primero en atacar es Kei, espadazos que bloquea su enemigo y luego lo ataja de los brazos. Law le encaja algunos golpetazos directos al cuerpo de Bertolt, pero se ve algo inmutable. El tipo lanza a Kei como bolsa de papas contra Law.
—Law, no puedo tenerles miedo a tus manitos. Ninguno puede hacerme un daño real.
—Eso dices, entonces, ¡¿Por qué te esfuerzas en defenderte?!
El hombre se cruza de brazos, lo que surge como una oportunidad para aprovecharse de su confianza. Tanto Kei como Law los castigan con fuertes golpes de puños, patadas y espadazos que no llegan a cortar esa piel de acero. Law hasta quiere barrerle las piernas, pero ni siquiera puede arrastrar los pies de Bertolt ni un centímetro.
—¡Kei, toma distancia!—Exige Law. Cuando su amigo le hace caso, el muchacho carga energía con ambas manos y las dispara contra en una bomba.
La onda del estallido rompe todas las ventanas de la sala y empuja a Kei contra una de las paredes.
[—Kei, eso no es para nada suficiente, ¿lo sabes?—habla la voz de su interior.]
Cuando Kei frunce el ceño es por ver a Bertolt cruzado de brazos y que tampoco se ha movido en lo absoluto. Mira hacia su compañero, quien con una cara de preocupación no deja de fijar su vista hacia el enemigo.
—¿De qué rayos está hecho este tipo?
—Toda pared se derribar con tiempo.
[—Bien dicho, Kei. Ahora te toca ir un paso más allá. ¿Te atreves?]
“No… espera, no te estarás refiriendo a…”, piensa Kei, contestándole a Beyord.
[—¡Llámala! ¡Dales la lección que les corresponde!]
“Es que… no me siento preparado…”, piensa Kei.
El grandote tiene su vista en Kei, acentuando sus cejas y borrando su sonrisa de la cara. Esto es algo que resalta Law, pues analiza el momento, viendo que a Kei se lo nota ensimismado.
“No puede ser… ¡Tienes que estar bromeando!”, queda con los ojos totalmente abiertos al llegar a una conclusión.
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Del lado opuesto de una de las paredes, por una de las ventanas rotas, sale medio cuerpo del joven de cabello albino. Mokuro lo sostiene desde el cuello y le a atrapado las otras dos manos con una soga.
—¡¿Dónde están las gemas?! ¡Dímelo!
—Sabes que no me puedo morir si caigo desde aquí. Busca otro tipo de amenaza, niño genio.
—Claro que la tengo.
Lo toma desde ambos brazos y lo pasa por arriba de él hasta estamparlo en el suelo con una buena sacudida. A continuación, Mokuro le apoya la rodilla en el cuello, trabando la respiración del albino.
—Kg… kgg…—Expresa Egon.
—¡¿Dónde están las gemas?! No tengo miedo de hacerte perder la consciencia.
—Según el código de ética de la S.GG… n-no p-puedes torturar a un s-sospechoso…
—Pero acá no está la S.GG, ¿O sí?
Estás palabras no son otra cosa que distracción para Mokuro, porque Egon concentra energía en sus manos y la libera en forma de un polvo tóxico hacia el rostro de Mokuro. El chico empieza a toser, perdiendo las fuerzas para seguir presionando sobre Egon, obligado a retroceder. Este es el momento del tipo, Egon se lanza por la ventana sin escrúpulos, pero Mokuro no lo va a dejar escapar.
El hombre está corriendo y el muchacho no pierde tiempo en perseguirlo. La voluntad de Law empieza a jugar un rol óptimo, porque la garganta parece cerrársele para dejarlo sin respirar, pero él sigue adelante.
Egon sabe que Cryne se encontraba en el jardín, ella es una de las más poderosas de Endless Paradox, así que debe recurrir en su rescate. El tipo rodea todo el castillo hasta llegar donde quiere. No es nada de lo que esperaba lo que se encuentra, porque todo el techo de los alrededores se ha caído y apenas puede ver a dos chicas desconocidas a la vista. De casualidad gira su cabeza hacia un costado, lo que le saca el aire al verla a Cryne desangrada contra una pared. Mokuro llega donde está él, pero a los tumbos, porque pierde su transformación y en un último esfuerzo se tira al suelo alcanzando el pie de Egon.
—Mocoso, ¡déjame! —Se enfurece Egon y se desprende agitando el pie. —¡Cryne! ¡Qué es lo que te hicieron!
Acá Egon ha cometido un grave error, no le ha hecho ningún caso a esas dos chicas que vio al otro lado del jardín. Allí, Naomi ha visto a su primo caer ante los pies de ese desquiciado, y encima hasta ser maltratado.
—Primito…—aprieta los dientes la chica, frunciendo el ceño y llegando la hora de desatar su ira. —¡Bastardo! ¡Arcángel San Miguel!—
Egon no llega ni a tocar a su compañera cuando esta cantidad de energía emanada lo interrumpe y observa en la dirección que proviene. Naomi deja el piso con sus alas y vuela hacia él, la chica lo toma de la cabeza y lo estrella contra la columna de esa pared derruida. Ella ahí empieza a maltratarlo con puñetazos hasta que le da un fuerte golpe en la nuca, que lo deja inconsciente.
—¡Primito!—corre la chica por Mokuro.
De casualidad llega Akina también, caminando y un poco más recuperada de sus dolencias, se arrima para saber qué es lo que pasa con su amigo. Analiza uno segundos qué ocurre, mientras ve a Naomi que le toma el pulso y la respiración.
—Ese tipo tenía una habilidad curiosa. Podía manejar venenos, dormía y mataba a la gente con ellos. Lo utilizaba en cuartos cerrados para que no se le escape sus polvos o gases.
—¡Gracias!—vocifera Naomi, dejando algo sorprendida a Akina. —Balanza Celestial.
Una vez más vuelve a utilizar sus poderes para hacer aparecer esta balanza en forma de cruz que salvó a Akina hace un mero rato.
—Estado: Juicio Celestial.
La segunda versión de la balanza de Naomi. Estado: Juicio Celestial, se utiliza cuando los estados físicos, daños y perjuicios, son diferentes en dos rivales. La balanza iguala la situación de ambos confrontantes, debido a que Egon es inmune a este veneno, traspasarle este veneno no es hacer justicia. La Balanza Celestial le otorga a Mokuro la misma inmunidad lograda mediante el reiki de Egon, salvando al muchacho de esta sustancia maligna. Claro, que le tomarán un rato concretarlo, pero Mokuro parecer poder ser salvado.
—Tranquilo, primito, estamos para ayudarte.
Akina toma a Egon en el suelo y lo voltea, así poder hurgar en sus bolsillos. Allí saca las gemas que él tenía, tres de estas, una marrón, otra roja y una verde.
—Misión cumplida.
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Ya convencido, Kei se abalanza una vez más sobre Bertolt. El grandote, al ver otra vez la misma táctica suicida, suelta una sonrisa.
—¿Y eso será todo?
—¡Law! ¡No creo que él pueda ver nuestros movimientos en el futuro!
Arroja un espadazo al aire, que no parece tener ningún sentido, sin embargo, es Bertolt el que se asusta porque sabe que algo malo está por venir.
—¡Ven, Aquatetis!
Detrás de Kei aparece un gran brillo celeste. Desde ahí, emerge un dragón de agua que muerde directamente el torso de Bertolt y se lo lleve hacia arriba, atravesando el techo. Lo mantiene con presión entre sus quijada, mientras Akina y Naomi quedan estupefactas al ver salir a la bestia desde dentro del castillo. El dragón avienta con una fuerza descomunal a Bertolt, para hacerlo estampar contra el techo.
Por medio de un portal salen Law y Kei, de manera que no pierden de vista a su enemigo.
—Un momento, Kei. ¿Ese es el mismo titán que vimos?—se pregunta Law mirando por el agujero del techo. Allí se puede ver a una mujer, de piel pálida, cabellera celeste claro, ojos verdes marinos, con brazaletes y un collar de oro, donde se coloca la gema de la gota de agua. Al igual que una sirena, las piernas de la chica no están, porque son suplantas por un torrente de agua que hace la forma de este dragón.
—Sí… esta es su forma original.
[—Supongamos—Agrega Beyord en su cabeza.]
—Pude notar algo…—dice Law—cuando tú te quedaste algo trabado.
—¿Tiene que ver con lo que te dije?
—Si, es sobre la habilidad de Bertolt.
—Jejeje…—Suelta una sonrisa el grandote, mientras empieza a recuperar la compostura.—Se han dado cuenta, se nota que tuve un descuido. Nunca me había pasado, maldición.
—Tú puedes leer la mente, ¿verdad, Bertolt?
—Huh… mi poder. Todo comenzó cuando yo iba a la escuela secundaria. Saben, siempre fui muy grande a comparación de los demás, todos me temían. No quería asustar a nadie, solo ser uno más como el resto. Parece que tener el cuerpo grande me hacía débil en otros lados, como lo era mi cabeza. No me iba bien en los estudios, ni tampoco quería estudiar. Si bien mientras pasaba los años, me hacía amigo de pandilleros, siempre tuve problema contra ese tipo de personas que dominaban el ámbito intelectual. Me hacían jugarretas, me ganaban en estrategias. Así como me metí con las pandillas, me fui inmiscuyendo en el mundo de la mafia. Allí no podía ser frágil, la vida corría el riesgo todo el tiempo, así que hallé un maestro de reiki clandestino. Creí que con más poder sería suficiente, pero es maestro me dijo algo interesante. Si ya tenía la fuerza, me ganaban en estrategia, entonces el objetivo no debía ser más poder, sino romper los planes del enemigo. ¿Eso es posible? Sí, él me enseñó que sí. Entonces elaboré mi propia habilidad, leer la mente de los demás.
—Te cuesta leer la mente de dos personas distintas y cuando más es peor.
—Yo puedo escuchar la mente de todos como si estuviesen hablando, sus pensamientos no se me escapan para nada. Es por eso que pude ubicar a todos los guardianes en ese maldito tren.
“Y no habría sido distinto con ustedes de no ser por ese enano”, piensa Bertolt observando a Kei. “Pude escuchar tus pensamientos, pero algunas veces es como si le respondieses a algo dentro de ti. He tratado con esquizofrénicos, pero tú no eres el caso. ¿Acaso tiene que ver con esa espada?”
—Grande, resistencia y con la capacidad de leer la mente. Ni descubriendo su habilidad será fácil derrotarlo, es como no avanzar nada.
—Creo que deberíamos solo atacarlo con todo lo que tenemos.
—Apoyo esa moción con toda violencia.
El dragón es el primero en avanzar, quien impone sobre Bertolt la necesidad de cubrirse con sus brazos. La bestia lo atrapa entre sus mandíbulas y lo vuelve a arrojar con brutalidad, pero esta vez hacia el piso del jardín.
—¡Trampa de agua!
Apenas queda quieto en el cielo, el estallido de agua desde el suelo lo hace elevarse otra vez hacia arriba. En el aire, el dragón lo vuelve a atrapar entre sus mandíbulas y desde allí, desciende a toda marcha para dar de lleno contra el suelo. No termina con el primer impacto, porque lo arrastra unos sesenta metros aproximados, hasta que choca contra uno de los árboles.
—¡Aizu doro!—Se adelanta Akina a tocar el suelo con sus manos, para que el camino de escarcha vaya a por él.
Tanto Law como Kei salen desde uno de los portales arriba del tipo, más abajo Kei que Law, porque la estrategia ya está improvisada. Kei empieza con un espadazo en medio del torso del grandulón, que se asemeja a un latigazo de agua. Allí llega la escarcha de Akina, que aprovechando el hidro que baña a Bertolt, lo congela de pies a cabeza. Por último aterriza Law, él empieza a golpearlo en el rostro con sus dos puños. Despedaza el hielo de la cabeza y entonces lo sigue reventando a puñetazos.
—¡Esto va por Jereni, Gabriel, Mathias! ¡Y por haber hecho que mis amigos se fueran! ¡Shun, Cori, Daniela!—grita Law con mucha bronca en cada palabra. Aquellos nombrados, son los que murieron en el ataque de los Pecados Capitales, y los demás son quienes abandonaron la Legión luego del hecho fatídico.
—¡Golpea más fuerte, marica! ¡Vamos!—lo sigue provocando Bertolt.
Deben ser unos cinco largos y duraderos minutos los que los demás estuvieron como simples espectadores, visualizando como la sangre de los nudillos lastimados de Law iban desfigurando el rostro de Bertolt, retenido por el hielo y el agua del dragón. Cinco minutos densos, cargados de violencia que culminaron en la inconsciencia del enemigo.
—Huh… huh…—se muestra agitado Law.
—Se terminó… finalmente—dice Kei, quien para descansar hace desaparecer al titán del agua.—¡Huh!
También Mokuro empieza a abrir los ojos luego de recuperarse. Él está recostado sobre las piernas de Naomi, forcejea los párpados mientras la luz lo va cegando.
—Eh… ¿qué sucedió?
—¡Primito! ¡Me alegra tanto que estés bien!—grita ella.
Akina se acerca para verlo. Le tiende la mano para ayudar a sentarlo.
—Tan invencible no eres, ¿eh, Mokuro? —Comenta Akina.
—Tch… todos tenemos nuestras debilidades, ¿no? Oh… sigo algo mareado—se sacude el chico.—¿Cómo me ayudaron?
—Bueno, fue todo obra de tu prima.
Al observarla, Naomi le entrega una bonita sonrisa.
Cuando vinieron a este castillo, los chicos venían con el conocimiento de poder morir. Llegaron sin autorización, sin el recubrimiento de la S.GG, con un enfrentamiento de alto nivel en el cual debían lidiar con su inexperiencia. Pero ahora al fin ya están relajados, respirando un aire de victoria.
¿Es tan así?
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En el subterráneo del castillo, se puede ver a Faxu desplomado contra una pared. El anciano de barba larga le clava una de sus espadas en los muslos derechos.
—Con esto ya no te moverás más, inútil. ¿Este era tu mejor hombre, Fyodor? —Amenaza Calitzo. Observa hacia el techo, sabiendo que algo está pasando ahí arriba.—Debería ir a limpiar el resto de la basura. Espérame aquí, Fyodor, mientras elimino al resto de tu familia. ¡Jajajaja!
—¡Bastardo! ¡Vuelve aquí!
Mientras el viejo se va caminando con tranquilidad, Fyodor finge enojo. Afortunadamente frente a él está el enano Misterius, escondido y tembloroso. Parece que Calitzo no se ha dado cuenta de su presencia desde que lo derrotó una vez.
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Los chicos andan perdidos en su alegría, relajación y ganas de descansar. Solo Law, que sabe que sus aliados están ahí dentro, se levanta para ir de nuevo hacia el castillo.
—Lo siento, pero no puedo descansar todavía…
—Es cierto, ese vagabundo sigue adentro. Tch…—expresa Kei y se pone de pie también.
Deben ser unos diez metros los que le falta recorrer a Law para llegar hasta la primera puerta, pero se detiene antes de llegar. Al igual que él, todos observan estupefactos hacia la oscuridad de la puerta, porque escuchan los pasos resonantes de alguien acercándose, de una presencia imponente.
Finalmente, debajo del marco de la puerta, se lo ve detenerse al hombre de vestimenta militar. Calitzo, con una expresión sensata, observa a todos y cada uno de los chicos. Verlos a ellos conlleva ver a sus aliados noqueados, lo que lo lleva a una rápida conclusión.
—¿Todo Endless Paradox fue derrotado por unos novatos como ustedes?
…
Ninguno de los chicos se atreve a responder.
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