Keimamura X - 8
Unos vagones más adelante se encuentran dos vagones muy especiales en este lujoso ferrocarril. Son los aquellos dedicados para las fiestas en el tren, está la cantina, la cocina, muchas sillas y mesas envueltas de adornados manteles, donde se reúnen todos estos afortunados a pasar tiempo con opulencia. Hacen juegos de apuestas con sus patrimonios y acciones de empresas mientras disfrutan del viaje.
Los dos vagones están conectados por un fuelle ancho, casi triplicando el tamaño de las uniones de los otros vagones. En la cantina hay un hombre de cabello blanco y ojos celestes, él es quien sirve las bebidas a todos los que se acercan a la barra. También hay una mesa con una ruleta donde están algunos gordos y viejos riendo a carcajadas. El encargado de la mesa es el hombre alto y musculoso, de cabello es largo que está atado con una colita de caballo, por su aspecto, es un hombre adulto de unos cuarenta o cincuenta años. Por último hay una mesa de póker, donde también están otras personas, aunque aquí también participan algunas señoras, y aquí la “casa” la ocupa una mujer, de cabello celeste y ojos amarillentos. Todos vestidos como cualquier guardaespaldas, de traje negro. Bien formal.
Uno de los custodios, el de una señora de avanzada edad con lujosas joyas, vestido dorado y pelo teñido en rubio, se acerca a la cantina por pedido de la mujer. Apoya sus codos sobre la mesa y le habla directo al barman.
—Necesitaría dos copitas de wiski.
—¿Hielo?—responde el barman.
—Obviamente.
Toma las los dos chupines y los friega con un trapo. Los apoya en la mesa y empieza a buscar entre las opciones de su barra de bebidas.
—¿Nunca se teme que el tren rompa y vuelque todo su contenido? Los vagones de carga.
—Nunca ha ocurrido. Este tren es muy seguro y por eso las personas de la alta clase lo tomaron como tradición.
—¿Y nadie robó alguna vez?
—Todo es muy seguro. A menos que se sepa manejar el reiki, no hay forma de que alguien se meta allí dentro. Por eso contratamos avanzados guerreros guardianes. Y además, si ocurriera, ¿qué tan lejos podría ir en medio del océano?
—Hmm… está bien. Es la primera vez que estoy en este tren.
—¿Por eso la desconfianza? No tienes que preocuparte— termina de servir la bebida en los chupines. Cuando el tipo distrae su mirada un poco, él moja disimuladamente la punta de sus dedos sobre la bebida y luego recién se la alcanza al cliente.
Mientras el custodio se marcha con sus tragos, el barman queda pendiente de él. Luego de ello mira al croupier de la ruleta, y casi que ambos se sonríen.
Deben ser unos diez minutos que pasan y se puede ver a la señora con su custodio marcharse hacia los vagones de camarotes.
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Debieron haber pasado unas seis horas de viaje desde que han comenzado. Los jóvenes en su camarote se sentían fascinados al principio pero después no sintieron nada más que aburrimiento al ver un paisaje tan aburrido y plano, oscuridad y más oscuridad del mar. Pero ahora mismo las cosas cambian, ya que el tren llega a un lugar plenamente iluminado, una enorme plataforma marítima donde detiene su paso.
—¿Dónde estamos?—se pregunta Kei observando.
—Estamos muy cerca del trecho de las Marianas. Una enorme grieta que es una de las partes más profundas del océano. Visto desde un mapa es pequeño pero en realidad es muy grande para nosotros.
—¿Y eso qué significa?—Se suma Akina a la pregunta. Claro, porque no entiende muy bien la diferencia con el resto del trayecto, el mar ya desde sí es profundo.
—Que antes era un viaje que se hacía completamente en barco cargando con todos los vagones hasta los siguientes rieles que continuaban. Era algo tedioso. Luego la tecnología mejoró y ahora estos trenes son a prueba de la presión, cuentan con oxígeno y blah, blah. El tema es que aquí conectan otra máquina que hará que el tren viaje bajo el agua, durante todo el trecho, hasta llegar a la siguiente superficie donde continúan los rieles. Es como un serpiente… no, una anguila.
—Viajar en tren por el mar y ahora por debajo. Jajaja es como mi primera vez en barco y submarino, genial, premio doble—se contenta Kei.
—Bueno, entonces terminemos nuestra partida de ajedrez antes que nos metamos—se sienta Akina en su sillón.
Tal y como dice ella, sobre la mesa hay un tablero de ajedrez. A Kei le tocan las piezas negras y tan solo le quedan ocho-tres peones, una torre, un alfil, dos caballos y el rey-, mientras que Akina tiene doce-cinco peones, dos torres, un alfil, dos caballos, la reina y el rey. Kei entonces lleva su mano a la barbilla y se pone a pensar.
—Hmmmm…—está bien. Muevo a mi caballo hasta aquí y eso es un ¡jaque!
Akina apoya su codo en la mesa y la mano en el cachete para observan a Kei con una sonrisa de soberbia. El muchacho entrecierra los ojos con una mirada sospechosa.
—¿Eso es todo, querido?
—Acabo de decir jaque. Saca tu rey de allí o morirás.
—Vale—toma su reina y la mueve diagonalmente matando al caballo de Kei.
—¡Maldición!—golpea la mesa el chico, lo que desata la risa de su compañera.
—Jajajaja, Mokuro, ve preparándote para jugar conmigo.
—Todos sabemos que te daré una paliza, soy un experto en los juegos de mesa.
—Qué presumido—dice Akina y luego resopla un mechón del flequillo que se le escapó sobre la cara.
Fuera del camarote de los chicos se escuchan unos pasos apresurados. Esos son la señora y su custodio que están yendo directo hacia sus cabinas. Se encuentra justo a dos puertas del camarote de ellos.
Allí la señora se sienta en uno de los sillones y se pone la mano en la cabeza.
—Entonces, ¿no conseguiste nada de información?
—Según todo el personal del tren, los vagones de carga son seguros. Pero si los miembros de Endless Paradox están aquí, no hubiesen tenido problema en asaltar los vagones y llevarse todo antes que el tren se sumerja. ¿Crees que puedan disponer de un submarino?
—No puedo permitirme tal cosa. Necesito comprar esas reliquias de este tren. No gasté tanto dinero en un guardián para no salir ganadora de todo esto. Necesito esas gemas de los titanes—se exalta la señora, desventurada.
—Lo entiendo, me esforzaré en seguir trabajando. Fue muy bueno que consiguiéramos el vagón anterior al vagón de carga. Si alguien sospechoso pasa por aquí, lo detendremos.
—Sí. Huh…—suspira la señora. —Me he sentido cansada desde hace un momento, así que me dormiré un rato. No quiero el bardo de estar entre todos los juegos de azar.
—Qué curioso, yo también me he sentido así…
“Maldición… algo le tuvo que poner a la bebida ese barman”, piensa el tipo. Es su conclusión rápida, porque nada raro sentía de sí mismo hasta después de tomar el trago.
—Descanse, señora. Tengo algo que consultar.
—Sí, sí, tú ve y sigue con tu trabajo—le pide ella.
La señora se recuesta sobre el sillón cama y el hombre se va del camarote. Camina algunos pasos hasta pasar justo por delante del camarote de los muchachos y allí se ataja de la pared cuando le gana un mareo. Se tapa la boca cuando le da náuseas y siente algo húmedo. Se mira su propia mano temblorosa para darse cuenta de que su nariz está sangrando.
Dentro del camarote de los chicos se puede ver que Kei todavía está perdiendo contra Akina. Ya tan solo le queda la torre y su rey. Mokuro está leyendo un libro esperando que termine la partida de los muchachos.
—Joder… voy a perder…
—Mejor dicho, ya perdiste—toma su reina Akina para hacer su último movimiento, cuando de repente escuchan a un hombre toser.
Mantienen el silencio para estar expectantes. Cuando escuchan otra vez a la persona toser, Mokuro desliza levemente la puerta de su camarote para espiar. Debe ser precavido y saber que no hay nada peligroso para ellos. Cuando ve al hombre tosiendo sangre, abre completamente y observa a ambos lados.
—¡Señor!—Akina y Kei se mueven detrás de su compañero.
—C-Chicos…—susurra él y esta vez vomita un chorro de sangre contra el piso.
—Joder hay que pedir ayuda…—mira Mokuro desesperado tratando de encontrar a alguien.
Apenas termina de decir eso el joven, se oye a alguien más toser. El lisiado mira hacia atrás y estira la mano para luego desplomarse sobre el suelo. Mokuro les señala con la cabeza para que vayan a vigilar. Una vez Akina y Kei llegan allí, abren la puerta y se encuentran con una señora tirada en el suelo sobre un charco de sangre también.
—¡Aquí hay otra!—señala Kei, algo nervioso. —No deberíamos tocar la sangre… no sabemos qué tiene.
—Yo me encargo de eso—menciona Akina. Ella se coloca de cuclillas y toca el piso con las manos. —Aizu doro.
Desde los dedos de Akina se ve cómo se aparece un conjunto de escarcha que recubre el piso haciendo un camino recto y muy corto hasta la sangre y congelarla por completo. Ella se va de allí y hace lo mismo con el otro hombre. Esto facilita el trabajo para Mokuro, quien toma el cadáver desde uno de los hombros y lo voltea. Se fija que tiene, entretanto, Kei hace lo mismo con la señora. Kei consigue una billetera con el documento de la señora y Mokuro una libreta del tamaño de la mano.
—Este hombre es un Guardián. Es de Rango B-inferior. Más avanzado que nosotros tres—Su compañera se interesa y se acerca a mirar para observar que es tal cual como dice, igual a la tarjeta de ellos.
—Ambos están iguales y no tienen heridas, los envenenaron…
—Hace un momento escuchamos que llegaron a su camarote. Deben venir de los vagones de adelante. —Agrega Kei. —Pero que sea un Guardián lo hace más aterrador.
—Si lo envenenaron es que sabían que no podrían contra él de frente. Nosotros tenemos la ventaja de saber qué no tenemos que confiarnos de nada de lo que haya…
—Trataré de avisar a la S.GG.—Saca Akina un teléfono celular. Desbloquea rápidamente para entrar a la aplicación pero no es el momento.—No hay señal…—susurra.
—¿Qué?—se siente confundido Mokuro y entonces toma su teléfono. Está en lo mismo. La aplicación no les tira información porque da el aviso de “Sin señal”.—Entendí que cubría todo el mundo…
—Akina, Mokuro, mejor adelantémonos y tratemos de solicitar ayuda a los maquinistas. No podemos dejarlos así. Pobre gente.
Desde la parte exterior del tren ya se ha visto el intercambio de locomotoras. Desde una barandilla cerca de una casilla hay un hombre con unas banderas en las manos que las agita aplicando código semáforo, las letras que indica son “G” y “O”. Una vez terminado el mensaje, el tren se vuelve a poner en marcha. Aquí se observa como las vías van descendiendo y se pierden entre el azul del agua.
Están a puntos de quedar atrapados bajo el agua y con un grave problema a lidiar. Sentir que el tren se mueve no hace más que alterar más a los chicos, después de todo esta primera misión puede que no solo sea emocionante.
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