La canción del cielo nocturno - 05
Al fin llegamos. No puedo creer que ya pasaron dos años desde que finalizamos esta mazmorra para aventureros novatos. El cielo está tranquilo y el sol me abriga el rostro ante la entrada de este nuevo desafió.
—¿Xernos, ya lograste descifrar ese tesoro, el grimorio que encontramos en la mazmorra anterior? —pregunta Atrela, mientras se restriega contra mí.
—Sí, es por eso que las reuní hoy.
—¡Ah! ¡Atrela, no te quedes pegada a Xernos, oportunista; mujer músculos de acero! —grita Shaiya.
—No lo puedo evitar, Xernos es muy bonito.
—Ustedes dos pueden terminar, por favor. Y bien Xernos, ¿qué está escrito en el libro que es tan importante para citar a tu grupo en sus vacaciones? —dijo Mátari.
—Según el grimorio, en está mazmorra hay una zona oculta y quien la encuentre recibirá un poder capaz de rivalizar contra la del Rey Demonio. Ya pasaron dos años desde que llegué a este mundo y a cada segundo que pasa el terror de su reinado se incrementa entre la gente. No puedo seguir perdiendo más tiempo, desde ahora aceleraremos el paso.
—Entiendo, pero ese no es motivo para traer a tu grupo tan rápido y sin preparaciones —dijo Mátari.
—¡Qué más da! Tenemos toda la mazmorra mapeada y ni siquiera el monstruo más fuerte podría hacernos una herida —dijo Shaiya.
—Lo más seguro es que encontremos otro libro o algo, y si es un Mimic, ¡lo destrozaré con mi espada! Por cierto, cómo se supone que encontremos ese lugar. Recorrimos la mazmorra muchas veces y es la primera vez que escucho sobre un lugar oculto —dijo Atrela.
—¡Vaya grupo! Ya estaríamos muertos si no les estuviera cubriendo la espalda —dijo Mátari.
—Disculpa por ponerte siempre en aprietos, Mátari. Atrela, respondiendo a tu pregunta, el grimorio viene con un hechizo que muestra un hilo mágico. Mientras conjure y sostenga el grimorio, nos guiará hasta el lugar correcto.
—Esperen, antes de empezar la expedición, formemos un circulo y junten sus manos con las mías —dijo Mátari.
Apenas terminamos de cumplir con sus indicaciones, un pentagrama mágico debajo de nuestros pies nos ilumina por un buen rato y luego se desvanece.
—¿Y este hechizo, creo que vi runas elficas en su composición? —dijo Shaiya.
—Teniendo a compañeros tan intrépidos, es mejor asegurarnos, y qué mejor momento que probarlo en una mazmorra fácil —dijo Mátari.
—¿Cuál es su efecto, nos otorga invulnerabilidad? Eso sería genial, así podría lanzarme de lleno contra los monstruos, ¡ja! —dijo Atrela.
—No, si la situación se vuelve de extremo peligro lo activaré y nos teletransportará a los cuatro a este lugar. A cambio, nos drenará toda la magia que tengamos al momento de utilizarlo —dijo Mátari. Así que después de eso tendremos que correr o algo por el estilo; lo llamo Call Back.
—Mátari, te agradezco por considerar nuestra seguridad —le dije. Ahora creo entender porque los elfos son tan ingeniosos.
—¡D-Después me lo tienes que recompensar!
—¡Bien, ahora vámonos, que ya me estoy aburriendo! —dijo Atrela, mientras avanza agarrándome del brazo.
Caminamos hasta la entrada de la mazmorra. Siendo mi especialidad la utilización de grimorios, leer el hechizo no es para nada complicado. Lo recito y del libro emerge un hilo, en su interior parece como si nieve azul radiante estuviera en constante movimiento, este se alarga fuera de mi vista, perdiéndose en la oscuridad de los escurridizos pasillos.
—¡Ahora es mi turno de lucirme! —dijo Shaiya.
Nos hace adentrarnos en la mazmorra y de un momento a otro, nos quedamos en completa oscuridad. De pronto, le escucho susurrar Luminus Ignis y se crea una bola de fuego pequeñita. Luego, esta se solidifica y su color cambia a un intenso amarillo, convirtiéndose en una perfecta esfera capaz de iluminar gran parte del corredor. Veo a una pequeña araña venenosa de nivel uno acercarse a la luz y se quema por completo. Nos ilumina y también nos protege.
—Impresionante, Shaiya —dije.
—¡Eso no es todo, mira! ¡Drive apart!
Levanta su báculo y la esfera se divide en tres, una se adelanta a nosotros, la segunda se queda al medio y la última se va a nuestra retaguardia, ahora tenemos una completa iluminación.
—Siempre y cuando el monstruo sea de un nivel inferior al de mi hechizo, se quemará hasta no dejar ni cenizas. Aunque, entre más cercano este del nivel, menor será el efecto.
Gracias al hechizo de Shaiya avanzamos muy rápido por los pasillos, hasta llegar a una pared, que el hilo azulado traspasa. Atrela se acerca y le da unos golpecitos con la mano. Nos dice que nos apartemos y desenvaina su imponente claymore. Inflige un rápido corte descendente y la pared cae en pequeños trocitos, revelando unas escaleras que conducen a una especie de subterráneo.
—No son las únicas que entrenaron, ahora puedo realizar 40 cortes consecutivos.
—Espectacular, aunque yo solo pude ver uno… Te has vuelto bastante fuerte.
—¡Mi Xernos!
—¡Qué lo dejes de abrazar! —dijo Shaiya.
Avanzamos por las escaleras hasta llegar a una puerta con grabados y líneas por todas partes. Encuentro una hendidura en donde termina el hilo. Uno el libro con la pared, se ilumina y abre, descubriendo así un paso más hacia mi destino, derrotar al Rey Demonio.
Apenas doy un paso al frente, una fila de velas cercanas al techo, se prenden y muestran por completo la pequeña cueva. No hay nada, excepto por una pequeña mesa con sillas y una manta roñosa en una de ellas.
—¡Qué agradable sorpresa! Han pasado 200 años desde que tuve invitados. Una que es más acero que mujer, una maga fea que se ve inútil y una elfo que lo más seguro es que posea un montón de soberbia. Deberías buscarte un mejor harem pequeño hombre.
—¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate! —exclamé.
La pequeña manta, que antes parecía ser solo un bulto, se levanta y se sienta. Debajo de su túnica, una sombría sonrisa de afilados dientes nos observa. Saca su flacucho brazo y con unas uñas afiladas que parecen pinzas, sostiene un dado y nos lo muestra.
—Tranquilos, yo no quiero pelear, solo quiero jugar a un juego de dados, que se llama El dado de los aventureros. De esa manera, obtendrán nuevos poderes. ¿Por eso vinieron hasta aquí siguiendo el rastro del grimorio, o no?
—¡Cómo te atreves a insultarnos! ¡Yo no soy ninguna inútil y no caeré en tus trucos, desaparece! —gritó Shaiya.
Levanta su báculo y crea una bola de fuego que llena gran parte de la cueva, lo solidifica creando un triángulo enorme, girando constantemente en su propio eje. Desde la punta, tres estelas de fuego lo rodean. Miro al individuo para ver su reacción, pero no se inmuta. De pronto, me fijo que una de las esferas de Luminus Ignis ha estado todo este tiempo detrás de él, sin embargo, no le ha hecho ningún tipo de daño. Por la luz de la cueva no me había dado cuenta.
—¡Shaiya, espera! —grite.
—Xernos, es hora de que te fijes en mí. Déjame combatirle, es más que claro que es una trampa, quién confiaría en un monstruo como ese. Además, ya me di cuenta de eso, no te preocupes, este hechizo es el más fuerte que tengo. ¡Comete esta, Fire Drill!
El hechizo se dirige con gran intensidad hacia la criatura. Con solo ver tal llamarada noto su poder, creo que tiene una fuerza capaz de destrozar escudos mágicos y a la vez infligir bastante daño. La criatura salta sobre la mesa y extiende su mano. Fire Drill choca de lleno contra el dado y el hechizo desaparece al instante, dejando solo unas pequeñas estelas de fuego atrás.
—¡M-Me… quema!
Un fogonazo surge de la boca de Shaiya, su cabeza se agranda y explota en mil pedazos. Su cuerpo cercenado, cae al piso.
—¡Shaiya! —grite con desesperación.
—¡Xernos, Atrela, nos vamos! ¡Call Back!
Ante mis estupefactos ojos estoy fuera de la mazmorra.
—¡Es tiempo de correr, hay que avisarles a los demás! —dijo Mátari.
—¡No veo el cuerpo de Shaiya! ¿La vamos a dejar ahí? —Pregunta Atrela.
—No hay tiempo para eso, mejor ayúdame… —dijo Mátari.
Sin terminar lo que ella tenía que decir y luego de creer escuchar un chasquido de dedos, estoy de vuelta en la mazmorra.
—¡Qué crueles en dejarme aquí solito! Ese fue un buen intento de escape, aunque se olvidaron del cadáver de su compañera; qué pena, una inútil hasta el final.
—¡Te voy a matar!
—¡Cuidado con la espada gigantona! Será mejor que la enfundes. Escuchen, si intentan atacarme, morirán como su amiguita. Sé lo que piensan, que si no tuviera el dado podrían matarme. Para su desgracia, si algo me alcanza a tocar quedaran igual o peor que la maga. Dicho esto, sigamos.
Escucho un chasquido y esta vez estamos sentados junto con el monstruo, a mi lado están Mátari y Atrela; al otro extremo, él. Lo peor de todo, es que no me puedo mover.
—Lo único que quiero es que lancen este dado. Cada uno de ustedes lo tirará una vez. Si les sale del 2 al 9 se les concederá una maldición y si es del 10 al 20 una bendición. Si sacan el uno obtendrán algo que no es ni una maldición ni bendición. Después se podrán ir. ¿Ven? No es tan difícil si ponen atención, aventureros de nivel caca.
—¡Yo voy primero!
—¡Así me gusta, príncipe azul!
—¡No, iré yo!
Atrela toma el dado y lo lanza; es un cuatro. Ante mi asombro, su cuerpo levita en el aire, su armadura y espada se desprende de ella y queda al completo desnuda. La armadura se contorsiona y se trasforma en un plato enorme. La espada se trasforma en un cuchillo y un tenedor.
—Xernos… yo… te…
—¡Atrela!
Sus piernas se adentran hacia su cuerpo. Atrela grita de dolor y no puedo hacer nada. Sus brazos se retuercen, rompen y se adentran hacia su cuerpo. Atrela sufre y no puedo hacer nada. Su cuello gira hacia atrás y se adentra hacia su cuerpo. Ahora no es más que una enorme bola de carne. Una flama le prende fuego y un olor a pollo embriaga el lugar. La masa asada cae en el plato. Atrela está muerta y no pude hacer nada. NADA. NADA. NADA. NADA. NADA. NADA. NADA. NADA.
El maldito agarra el tenedor y el cuchillo y los lanza hacia atrás.
—Nada mejor que comer con tus propias garras.
El desgraciado acerca su enorme hocico y clava sus colmillos en uno de los grandes senos de Atrela.
—¡Oh! Este sabor es leche. ¡No pierdes el tiempo eh, príncipe follador! Ya quiero devorar el feto.
—Xernos… —dijo Mátari.
—Quería dejar las cosas claras una vez termináramos la mazmorra, pero ya no…
—¡Sangre y tripas! ¡Sangre y tripas! ¡Sangre y tripas! ¡Sangre y deliciosas tripas!
La criatura devora y devora, arranca toda la carne a mordiscos y se la traga. Los intestinos, los músculos, los riñones, el feto y no para.
—Deja de mirarme con esa cara de odio, no me dejas disfrutar de la comida.
—¡Te mataré!
—¡Inténtalo!
El mero hecho de tratar de extender mi brazo, me da la sensación que se va a partir en miles de pedazos. Aunque, eso ya no importa. Con todo el dolor trato de pegarle un golpe, pero un leve cosquilleo en mi cabeza, me obliga a desistir.
—Los hombres obstinados como tú me fascinan, me encanta verlos envueltos en sufrimiento.
Una sensación cálida recorre mi cuello.
—Xernos, te arrancó la oreja.
El maldito mastica mi oreja y se la traga. Luego de un rato, termina su festín. La ropa de Atrela se había convertido en una pequeña servilleta. Se limpia la boca con ella y dice:
—Creo que titularé este delicioso platillo como lo que tengo en mi estómago: “Una bonita reunión familiar”. Mis felicitaciones al chef dado y su maldición.
—Es mi turno, déjame tirar el dado, por favor. —dijo Mátari.
—Aquí lo tienes.
—No lo hagas.
—Si logro sacar una bendición no me pasará nada y podré ir a pedir ayuda. Para cuando eso suceda, necesito que estés calmado, Xernos.
—¡Mira qué mujer! Deberías aprender de ella, llorón de mierda.
Mátari acerca su palma a mi cabeza y detiene el sangrado. Sostiene el dado con determinación, lo lanza sin dudar y sale un 17. Una estela, como si polvo de estrellas fuese, cambia de colores mientras rodea el cuerpo de Mátari y luego de unos segundos se desvanece.
—¡Qué bien! No pasó nada malo. ¿Cómo te sientes, Mátari?
No responde. Al ver su rostro, sus ojos están apagados, sin vida. El peso muerto de su cuerpo cae hacia atrás.
—¡Qué hiciste! ¡Se supone que recibió una bendición!
—Nada… El 17 es en efecto una bendición. Le otorga conocimiento, sabiduría e inteligencia que suben a niveles inimaginables. Tanto así, que todo su ser debe de realizar algún tipo de viaje astral del pensar que nunca termina. Para nosotros se vio como si solo se hubiera caído, pero para ella habrán pasado milenios de saberes en cosa de segundos. Algo que un simple mortal no podría soportar, solo un dios es capaz de tener sabiduría infinita. Le doy a lo mucho unos dos minutos más de vida, antes que su corazón deje de latir.
—¡Entonces… pásame el dado, rápido! ¡La voy a salvar!
—Interesante, veamos lo que te toca, quizás la salves…
No hay tiempo para pensar, lanzo el dado y sale un uno. De pronto, el cuerpo de la criatura se mueve en agonía. Su cuerpo crece, sus brazos y piernas se alargan, le brota una cabellera larga y rubia que le llega hasta sus pechos. La criatura se ha transformado en una hermosa mujer desnuda.
—¡Por fin puedo terminar con este estúpido juego! ¡Te lo agradezco, al parecer tu desgracia le gustó al dado! Desde ahora es tuyo, ese es el premio para quien saque el número uno, además, tendrás que ser la nueva bestia.
—¿Eh?
Mi cuerpo explota en giros, retorcimientos de huesos y costillas. Las uñas de mis manos se caen y unas garras aparecen en su lugar. Siento encogerme por completo… Me he convertido en la despreciable criatura.
—Te diré un consejo, la única forma de que salgas de aquí es que otra persona saque el número uno del dado. Todos los demás son inútiles. Nos vemos.
—¡Espera, sálvala por favor!
—No me des ordenes, engendro. ¿Acaso no la ibas a salvar tirando tu dadito, héroe?
La mujer levanta su mano y la ropa de Mátari se teletransporta a su cuerpo.
—Esta ropa me queda pequeña. Qué mala suerte.
Ella camina hasta la salida. Intento seguirla, sin embargo, el dado levita de la mesa y golpea mi espalda; aplastándome contra el piso. Levanto la mirada y la mujer no se detiene. Las puertas se cierran, sellando mi destino.
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