La Daga del Emperador de Plata - Volumen I - 07
Está muy oscuro; no puedo ver, no puedo oír… ¿Dónde estoy? ¿Qué fue lo que sucedió? Siento mi cuerpo pesado. Por más que quiera no puedo levantarme, y siento que he perdido toda mi energía… ¡Ya recuerdo! Nos enfrentábamos a un sátiro…, creo recordar su nombre… ¿Akakios? ¿Era Akakios? ¡Sí! ¡Akakios! Él resultó ser un adversario bastante problemático, y ninguno imaginó que nos causaría tantos problemas; sin embargo…, no me rendí ante él…, pero… por más que lo intentó… no logro recordar lo último que hice…
Pronto, escuché su voz; su voz me llamaba desde lo más profundo, podía escucharlo cada vez más cerca de mí. Necesitaba despertar, necesitaba estar ahí… con él, quería abrir mis ojos, pero aún me sentía… pesada…; de repente, sentí su cálida mano sobre mi rostro, sentía como suavemente golpeaba mi mejilla derecha, y de pronto… me comenzaba a sentir menos pesada; aún me sentía agotada, pero con su sola presencia recuperé la energía suficiente para despertar…
Zona industrial de Liverpool. Liverpool, Inglaterra.
Perspectiva de Yuna:
— ¿Q-Qué pasó…? ¿…? ¿Dónde estoy…? —susurraba yo algo adormitada.
— ¿…? Por fin estás despierta, Yuna… —expresó Iori aparentemente aliviado.
Sabía que él jamás reconocería su preocupación por mí, sin embargo me era suficiente el sólo hecho de recibir su atención… Como pude, me acomodé en el suelo sin tener que levantarme del todo; aún me sentía exhausta y mi cuerpo no respondía como yo quería, y la verdad…, quedarme sentada en el suelo no parecía mala idea. Miré a los alrededores y comencé a inspeccionar el lugar, intentando hallar el más mínimo detalle que diera lugar a una respuesta ante mis inquietudes. Lo primero que vi, fue su arrodillado cuerpo inmóvil sobre un pequeño charco de su propia sangre que brotaba de su herida; y sí, me refería a Akakios, aquel sátiro empalado con su propia lanza, arma alojada en su pecho y que atravesaba su destrozado corazón; por otra parte, comenzaba a recordar a aquellas cautivas mujeres, e inmediatamente inspeccioné todo lo que me rodeaba con la finalidad de hallarlas, pero por fortuna ya no estaban aquí, o eso creía yo…
— No te molestes en buscarlas… —comentaba él con seriedad— Cuando derroté a ese sujeto (miró a Akakios), ellas ya habían desaparecido misteriosamente…
— ¿…? ¿Cómo fue eso posible…? —pregunté anonadada y confundida.
— No lo sé…, pero… ¿Eh…? ¿Qué pasa, Yuna…? ¿Por qué me…? ¿Por qué me miras? —preguntaba confundido, mirándome fijamente con cierta timidez.
Sólo hasta ahora, comencé a fijarme en su condición física, puesto que con todo lo sucedido, no me había logrado percatar de sus heridas. No pude responderle tras ver su deplorable estado, ya que nunca lo había visto en esas condiciones, además de que se me salían las lágrimas por la preocupación que sentía.
— ¿¡…!? ¿Qué te pasó, Iori…? —pensé, bajo una afligida y angustiada mirada, ignorando la insistencia levemente angustiosa de Iori.
— ¿Yuna? ¿…? Por favor respóndeme… ¿Yuna…?
Aun me sentía debilitada, pero mi preocupada actitud fue tan grande que me permitió sacar fuerzas de donde no tenía y abrazarlo con toda esa fuerza que me quedaba. Obviamente, no esperaba reciprocidad de su parte, pero con poder verlo vivo a pesar de tales heridas era suficiente para mí; sin embargo, inesperadamente sentí como su brazo rodeaba mi espalda y descansaba su cálida mano sobre el costado izquierdo de mi cuerpo, y apretando los dedos de su mano derecha sobre mi hombro, escuché un leve susurro de su parte…
— Tranquila, Yuna ¡…! Gracias a ti, seguimos vivos… —expresó gentilmente.
Era la primera vez que él se dirigía hacia mí de esa forma, pero pronto me tranquilicé queriendo atender sus heridas. Su hombro izquierdo presentaba una herida poco profunda, pero bastante seria, ya que la hemorragia podría ser lenta mas no incesante; también presentaba laceraciones pequeñas en sus brazos, contusiones en casi todo su cuerpo y, aparentemente, unas costillas fracturadas al costado derecho de su cuerpo, evidente ante la inflamación sobre esa parte de su abdomen.
Por su parte, él había identificado rápidamente múltiples contusiones en mi cuerpo, que abarcaban mi pierna y muslo derecho, también en ambos brazos, en mi mano izquierda y, además, una leve hinchazón en la mejilla izquierda de mi rostro. Luego de detallar cada herida en nuestros cuerpos, me atreví a indagar sobre lo sucedido en el combate contra el sátiro abatido…
— ¿Iori…? ¿Cómo venciste a Akakios? —preguntaba seria y confundida.
Prácticamente ignoraba mi pregunta, observando con detenimiento aquella espada que había logrado invocar en aquella ocasión, aquella noche en la que enfrentamos a los Goblins, lo que despertó mi curiosidad, ya que no dejaba de hacerlo. Pronto me percaté del motivo por el cual continuaba observando mi espada, y quise mirarla también, pero me llevaba la sorpresa de encontrar una espada diferente…
La empuñadura, la guarda y la cadena rota seguían sin cambio alguno, pero la hoja sí sufrió un cambio drástico; aunque la hoja como tal continuaba agrietada, su forma se había transformado por completo, y por aquella evolución, por así decirlo, recibí la respuesta que necesitaba.
Iori me contó lo poco que pudo avistar de mis acciones con el mayor detalle posible. La velocidad a la que me moví, la leve destreza con la espada y la energía que liberé de golpe contra Akakios…; todo me parecía difícil de creer y de asimilar, sintiéndome escéptica conmigo misma y anonadada al mismo tiempo, de igual manera pensaba que él no me mentiría, y si lo estuviese haciendo… ¿Qué ganaría haciéndolo…?
— ¿…? N-No puedo creer que yo haya hecho todo eso… —comentaba nerviosa.
— Deberías… —mencionaba Iori muy serio— Fuiste la única capaz de lastimarlo, y yo aproveché esa oportunidad que me diste… ¡…! Debo reconocer que te estás convirtiendo en alguien indispensable para nuestra labor… —él sonrió tenuemente, por lo que sentí normal el sonreír también, pero…
— ¿…? ¡Es cierto…! ¡¡Oana!! ¡Debemos seguir buscando a Oana…! —repentinamente exclamaba con angustia.
Aunque recordara nuestra intención principal, el ambiente en esa bodega parecía transformarse de manera agresiva. Sé que no tengo el mismo nivel de percepción que Iori, pero esa actitud seria que intentaba cubrir aquella sensación de angustia que poco a poco se delataba en su rostro, me decía que el peligro no había acabado, ya que ambos escuchamos la amenazante y fémina voz de un ser que aparecía sin avisar…
— ¿Qué rayos pasó aquí…? —Preguntaba autoritaria y exigentemente aquella que aparecía— ¿Quiénes son ustedes, y qué hacen aquí?
No me atrevía a mirar de dónde provenían las palabras que vociferaba con tanta propiedad, palabras que ejercían figurativamente una gran presión, pero sabía que tarde o temprano se revelaría ante nosotros. Efectivamente, era una mujer que podría estar entre los 23 a 24 años de edad, luciendo considerablemente joven; era casi de mi estatura y, aunque no parecía importante en estos momentos, superaba mi talla en busto. Su piel pálida y escamosa denotaban por completo que era una Mystic; llevaba puesta una túnica de seda de color morado, mientras usaba por debajo un vestido con estilo casual y toque juvenil, con mangas largas de color purpura, con un lazo atado en la cintura y anudado con forma de moño, lazo en sí de color lila; usaba guantes metalizados con nudillos espinosos, adornado con detalles rojizos algo llamativos; sin embargo, sus ojos permanecían cerrados, quizás producto de alguna discapacidad visual, ya que leves cicatrices hechas por alguna quemadura pasada… rodeaban sus parpados; su cabello se componían de cientos de pequeñas serpientes vivas, a lo me llevó a deducir con facilidad con quien estábamos tratando; ella… era una “Gorgona”…
A finales del invierno pasado, durante cierta reunión de club, conversamos sobre mitología griega y sobre la historia de Perseo, y casualmente trajimos a colación el tema de la gorgona, cuya criatura femenina deriva su nombre de la palabra en griego antiguo ‘gorgós’, que significa «terrorífico», y parece provenir de la misma raíz de la palabra en sánscrito «garğ», que es definida como un sonido gutural, similar al gruñido de una bestia, posiblemente originándose de una onomatopeya. Aunque la descripción de la gorgona varía en la literatura griega y aparece en ejemplos antiguos de la literatura griega, el término suele referirse a las tres hermanas cuyo pelo estaba formado por serpientes venenosas vivas, así como un terrible rostro que convertía a quien lo mirara en piedra. Tradicionalmente, aunque dos de las gorgonas eran inmortales, Esteno y Euríale, su hermana Medusa no lo era, por lo que fue asesinada por el semidiós y héroe Perseo. Por su legendaria y poderosa mirada que podía convertir en piedra, las imágenes de las gorgonas se usaban en objetos y edificios como protección…
Sin embargo, esta imponente criatura no venía sola…, estando a su lado otra figura de igual imponencia o incluso mayor que esta, ya que este era una fornida criatura de casi 2.15 metros de estatura, recubierta de una espesa vellosidad que cubría todo su cuerpo; la cabeza y sus extremidades inferiores de toro, con un pantalón ajustado y un cubre pantalón de estilo vaquero; un chaleco similar al que solía lucir Akakios y un hacha que, comparado a su tamaño era pequeña, ya que a duras penas superaba el metro de largo, y la sostenía solamente en su mano derecha; tal descripción, sólo apuntaba a identificar a la mítica criatura conocida en la literatura griega como el mismísimo “Minotauro”…
En la mitología griega, el minotauro era una criatura con la cabeza de un toro y el cuerpo de un hombre o, como lo describió el poeta romano Ovidio, «mitad hombre y mitad toro». Era hijo de Minos y Pasífae que habitaba el centro del Laberinto, que era una construcción diseñada por Dédalo y su hijo Ícaro por orden del rey Minos de Creta, y que fue finalmente asesinado por el héroe ateniense Teseo. El término Minotauro deriva del griego antiguo Μῑνώταυρος, palabra compuesta del nombre Μίνως (Minos) y del sustantivo ταύρος «toro», traducido como «(el) Toro de Minos»; por otra parte, en Creta, el Minotauro se conocía por su nombre propio, Asterión, un nombre compartido con el padre adoptivo de Minos, aunque originalmente «Minotauro» era un nombre propio que hacía referencia a esta figura mítica; no obstante, el uso de «Minotauro» como nombre común para referirse a una especie genérica de criaturas con cabezas de toro se desarrolló mucho más tarde, en el género de fantasía del siglo XX…
— ¡Je, je…! ¿Estás viendo eso, Asterión? ¡Ese chico de ahí tiene una Shukketsu! —decía la gorgona al sonreír de manera malévola.
— No sólo eso, Medusa…, también mataron a Akakios… —expresaba el minotauro sin emoción alguna, respondiéndole a su compañera.
— Sí…, ya me di cuenta de eso… ¿Qué deberíamos hacer al respecto? —comentó la gorgona con sonrisa en su rostro.
— ¿…? No lo sé…, todos ellos son iguales…, como Teseo… —expresó el tal Asterión levemente indignado y con clara decepción.
— Y como Perseo… —comentaba Medusa bajo la misma actitud de Asterión, borrando su sonrisa— Ellos no han cambiado en lo absoluto…
Iori y yo nos colocábamos de pie con la disposición de recibirlos ante cualquier amenaza, y además de no perderlos de vista…, pero a ella no le parecería agradarle ciertos comentarios tras gesticular desagrado por su parte, comentario lanzado sin más, y el que precisamente fue dicho por Iori sin ninguna pizca de tacto…
— He oído sobre ustedes y sobre las historias que los rodean… Medusa, la “Gorgona Ciega”; Perseo te dejó viva… a cambio de arrebatarte tus habilidades malditas… Asterión, hijo de Pasífae, la esposa de Minos, rey de Creta, el mismísimo minotauro que logró escapar del “Laberinto de Dédalo” gracias al “descuido” de Teseo… —comentaba con seriedad, mientras yo imploraba secretamente que se callara; aunque todo comentario alterara lo conocido por mí sobre estos dos personajes.
— ¿…? ¿Qué dices…? Pero Iori, las narraciones literarias afirman que ambos fueron eliminados por Perseo y Teseo respectivamente…
— ¿Huh…? ¿Eso crees, niña…? ¡Jah! ¡Por favor…! —Expresaba Medusa de manera sarcástica, exclamando después con enojo— ¡Ustedes los humanos se dejan engañar por cualquier patraña escrita por una familia de cuenteros e ilusionistas…!
— Durante años, ustedes los humanos han creído por completo lo que se les ha presentado en escritos y relatos fantásticos, ocultando la verdad ante sus ojos… No quiero imaginarme qué clase de inventos les han metido en la cabeza sobre nosotros…, pero eso ahora no importa… —ese fue el minotauro, el que expresaba serio, mientras asumía lentamente una actitud ofensiva— porque ustedes mataron a Akakios…
— ¡Y no se los perdonaremos…! Exitium…
Con un veloz movimiento de su extendida mano derecha, liberó una onda de energía lumínica capaz de destrozar lo que estuviese a su alcance, resultante de lo que aparentó recitar en ese momento; por su parte, Iori tomaba su Shukketsu e interponía la hoja de la misma para absorber el impacto; desgraciadamente, la energía fue demasiado poderosa a tal punto de expandirse y alcanzándonos a los dos hasta ser repulsados casi al instante. Iori se vio afectado notoriamente en la parte torácica de su cuerpo, y fue el mayormente repulsado, distanciándose unos 8 metros por la intensidad del choque, sólo detenido tras impactar contra el suelo; por mi parte, fui repulsada solamente unos 5.5 metros aproximadamente, pero de igual manera choqué contra el suelo también…
— ¿…? Veo que su victoria ante Akakios fue pura suerte —dijo la gorgona decepcionada.
— En ese caso, yo los acabaré de inmediato.
Sin preámbulos, el minotauro arremetía en contra nuestra blandiendo su hacha de peculiar aspecto, dispuesto a darnos ese golpe de gracia. Asterión dirigía con fuerza su plateada hacha de guarda picuda y filo escarlata en contra de Iori, sin embargo yo, con la poca fuerza que me quedaba, llamaba mi espada que respondía sin ninguna orden verbal, moviéndose voluntariamente hasta llegar a mí; la sujeté con ambas manos la reformada espada, e intercepté dicho ataque interponiendo mi arma contra el filo del hacha.
Perspectiva de Iori: fue una imprudencia más de la que no sabía si agradecer o reprochar en ese momento. La fuerza descomunal de Asterión es omnipotente ante su capacidad como humana, por lo que la fuerza del impacto descansaba totalmente en el brazo derecho de Yuna, lo que provocaría una dolorosa lesión sobre esa misma extremidad. Tenía la certeza de que se había dislocado el codo derecho, lo que traería obvias consecuencias…
Era imaginable el dolor que ella sentía al igual de inevitable, y tan intenso también, que Yuna soltó su arma y cayó en el suelo adolorida y casi inmóvil, mientras el filo del hacha continuaba hacia su objetivo sin antes frenarse por unos instantes, quizás por un simple momento de duda, pensé yo…; aun así, grité su nombre claramente preocupado por su bienestar, reaccionando de tal manera que lograba salvarla de un trágico final para su vida, evitando que la letal hacha masacrara todo su cuerpo con tan poderoso impacto que continuó su curso segundos después.
— ¡¡…!! ¡¡Yuna, resiste!! ¡¡Resiste!! —susurré claramente alterado y preocupado por ella, mientras Yuna, retorciéndose sobre el suelo, daba intensos alaridos que hervían mi sangre.
— ¡¡AAARRGHHHH…!! ¡¡MI BRAZOOOO…!! ¡¡ME DUELEEE…!!
Estaba furioso, tanto que arremetí con gran velocidad en contra del minotauro, pero al percatarse de mi obvia y previsible acometida, soltó la empuñadura del hacha repentinamente y extendió su enorme mano derecha, la que apuntó claramente hacia mí…
— Magicae Incipere: Compressive Gravity…
Creí que fueron imaginaciones mías, pero no fue así cuando lo oí recitar algo así; quise arremeter, cuando sentí una poderosa fuerza que me atrajo e inmovilizó contra el suelo. Me era muy difícil el levantarme del suelo que se agrietaba con mi propio cuerpo; estaba desconcertado con lo que sucedía, hasta que vi aquel ‘Nireru no Mahou-jin’ rodeándome con ese emblema grisáceo compuesto de figuras geométricas, aquella que alcanzaba solamente los 2 metros de diámetro aproximados, y Magicae que ejercía una tremenda fuerza gravitacional sobre mí, que me aplastaba sin piedad y me destrozaba cada fibra muscular de mi adolorido cuerpo debilitado.
Aunque la tortura fuese efímera, las contusiones en mi cuerpo demostraban la eficacia del daño que produjo el minotauro con su sorpresivo Magicae, y aunque me coloqué rápidamente de pie con tal de demostrar que poco me había afectado, el tambaleo de mis pasos me delataba, incluso obstinadamente caminar hacia esa bestia fue todo un descaro cuando ni podía empuñar bien mi Shukketsu…, mientras Yuna permanecía ahí…, sufriendo por esa dislocación en su codo derecho e impotente ante mi demacrado estado…
— ¿¡…!? ¡Hic! ¡¡IORIIII…!! ¡Hic! ¡¡NOOOOO…!! —eso era lo que Yuna gritaba de manera desesperada y agobiante, mientras sufría en llanto y sin poder hacer algo.
— Acabaré con esto, Asterión… Strepitus Maximus.
Genial, esta era lo que faltaba; ya el minotauro había desecho casi todo mi cuerpo, sin embargo esa gorgona de mierda quería dar el golpe de gracia, así que extendiendo ambos brazos hacia nosotros, los prácticamente desvalidos jóvenes que, a duras penas, habían logrado abatir a un sátiro. Una ráfaga de energía explosiva liberó con su perfecto recitar, y claramente fue con la intención de alcanzarnos a Yuna y a mí para así terminar con nuestra existencia…, pero inesperadamente… oí su voz, recitando su gélido Magicae con sus ridículas adiciones verbales (risa tenue) pero que igual aliviaban mi corazón…
— Ice Maker: Arte de la espada aurora.
Fue lo último que le oí recitar con tanta seriedad a Oana antes de perder el conocimiento; de ahí en adelante no supe que más pasó, eso sí sin antes susurrarle con la última pizca de fuerza que me quedaba…
— O-Oana…, r-regresaste…
Perspectiva de Oana: pareció que mi presencia lo tranquilizó un poco, lo que claramente evidenció en ese débil susurro. Creí que actuar por mi cuenta fue lo correcto, sin embargo mucho antes había perdido el rastro de quien había osado arrebatarme a mi presa, haciéndome perder el tiempo entre esta zona industrial de la ciudad; entonces fue que, cuando llegué, no vacilé en asistirlos con tal de protegerlos.
Fui lo más rápida posible, así que empuñando la Shukketsu que alguna vez le perteneció a mi difunto hermano, balanceé con fuerza la misma y liberé una helada ráfaga de viento que congelaba instantáneamente la magia explosiva de esa Mystic. En esa ocasión había en frente de mí dos temibles criaturas; un minotauro y una gorgona que ni se inmutaba con mi presencia, mas no los podía culpar si no pude intimidarlos, ya que mi demacrado aspecto físico no era de temer…
— ¡Sniff! ¿O-Oana…? —esa fue ‘Pechos grandes’, diciéndome con una sonrisa aliviada mientras sollozaba; segundos antes de desmayarse también. Ahí ya me había enojado…
— Ice Maker: Tormenta descendente.
Era obvio lo molesta que estaba, no obstante nunca demostré esa fuerte emoción que hervía mi sangre a estas dos figuras místicas frente a mí. Me bastaba con posicionar la Shukketsu por encima de mi cabeza, y tras balancearla de forma descendente, generaba ráfagas de energía gélida que descendían rápidamente como una torrencial lluvia, lo que lograba con un simple tajo, pretendiendo herir tanto al minotauro como a la gorgona; por desgracia, mi ataque no logró alcanzarlos, valiéndose nada más que con esquivar mi ataque mágico y solamente motivándolos a que arremetieran en contra mía…
Esa gorgona acometía con rápidos puños y patadas que, bajo la apreciación visual de cualquiera, aparentaban ser más que certeras, sin embargo la realidad era otra, puesto que ágilmente me defendía de su combinación de ataques con esa Shukketsu que recién recuperaba de las manos de la perra de Lilith; no obstante, también debía estar al tanto de las acometidas del minotauro, esquivando también los poderosos ataques de este, ya que por su fuerza bruta representaba una mayor amenaza. A simple vista tenía una desventaja clara al encarar dos enemigos a la vez, pero hacía mucho tiempo que no me movía con tanta destreza y velocidad, siendo incluso mejor que cuando enfrenté a Lilith, y aun si ofensivamente poco hacía, mis movimientos acrobáticos y mi estilo de pelea señalaban mi potencial real.
A la gorgona y al minotauro les costaba acertarme un golpe, pero pronto la batalla contra Lilith le pasaría factura a mi cuerpo, reflejándose en el ritmo de mis movimientos que decaían más pronto de lo que creía…
— Eres buena, niña…, pero no tanto…
Fue lo que comentó esa gorgona muy confiada, poco antes de recibir su puñetazo derecho sobre el costado izquierdo de mi abdomen, pero ese gesto desconcertante en su rostro me alegraba mucho, ya que no se imaginó que sería capaz de continuar de pie después de ese ataque, lo que fue evidente con sus palabras…
— ¿…? ¿Qué demonios…? —mencionó la gorgona confundida.
— Ice Maker: Hielo cortante.
No lo niego; eso en verdad me dolió muchísimo, pero no le iba a dar el gusto de verme sufrir por un ataque como ese. Aproveché la cercanía entre nosotras, balanceé la Shukketsu y liberé con otro tajo una fina pero peligrosa ráfaga gélida que se solidificaba en cuestión de segundos, convirtiéndose en un anillo de hielo que, prácticamente, se había vuelto complicado de eludir tras recitar mi Magicae con éxito, pero el minotauro estaba ahí para asistir, recitando rápidamente: “Celeritas”, haciendo que el minotauro se moviera a una velocidad sorprendente, y sacando a la gorgona del alcance de mi gélido y letal ataque; inclusive, dándole tiempo para embestirme brutalmente por unos cuantos segundos.
De nuevo fue más que doloroso, y aquel minotauro nunca me dio tiempo para reponerme cuando ya agregaba una ofensiva extra en mi contra. Parecía que cada Mystic que enfrentábamos poseía el suficiente conocimiento y la destreza necesaria para lanzar Exponentias, siendo el “Repulsu Reiectae” el que recitó el minotauro, liberando de su mano izquierda la onda lumínica que impactaba sobre todo mi ser, y el que provocaba que fuese repelida con violencia hacia un muro adyacente contra el que chocaba dentro de la bodega, en la que quedaría incrustada sobre la misma por unos segundos hasta desprenderme de este, cayendo de rodillas y permaneciendo en el suelo arrodillada, mientras intentaba colocarme de pie y también el de mantenerme consciente…
Cuando creía conseguir levantarme del suelo, las ganas de vomitar aparecieron junto a todo el dolor que ya sufría y que se intensificaba repentinamente. Era sangre lo que regurgitaba mientras colocaba mi mano izquierda sobre mi abdomen, luchando también en no perder el poco equilibrio que mantenía de rodillas en ese suelo manchado de un oscuro rojo; me costaba respirar un poco, mas no me impidió levantar la mirada para ver a esos a los que me enfrentaba. Miré de reojo por mera curiosidad, detallando efímeramente el estado de la Shukketsu que de manera atrevida usaba, percatándome de las grietas en la hoja de la misma, lo que de momento ignoré al sentir que esos Mystics se acercaban lentamente hacia donde yo estaba; fue entonces que reconocí aquella arma…, esa hacha que me había arrebatado la oportunidad de vengar la muerte de Obi… y también a su dueño legítimo.
— ¿…? E-Entonces… ¿Fuiste tú el que asesinó a Lilith con tu hacha…? —exigentemente le pregunté al minotauro, aun si me costaba respirar, pero el malnacido lo reconoció al responderme…
— Sí, así es… —con total seriedad y calma me lo dijo ese minotauro, y para colmo este me preguntaría— ¿Quieres saber por qué…?
— ¿…? ¿T-Tienes idea de todo lo que pasé para poder encontrarla, e intentar que pagara por lo que le hizo a la persona que más amaba y admiraba en el mundo…? —respondí mientras no paraba de mirarlo con total repudio.
— ¿…? No, no tenía ni la más mínima idea, pero… ¿No crees que tu problema ya ha sido resuelto? Su vida ha sido borrada de nuestra existencia…, y sinceramente lamento que no hayas podido hacer justicia por mano propia… Deberías dejar a un lado tu idea de venganza —respondió el muy cínico, muy calmado e inmutable, provocándome que estallara de rabia.
— ¿¡Y QUIÉN RAYOS TE CREES PARA DARME SERMONES SOBRE MORALIDAD…!?
A partir de ese momento no recordé mucho de lo que pasó después, ya que antes de perder el sentido había recibido un puñetazo derecho de aquella gorgona, golpe que denotaba cuan impaciente se había puesto con mis reclamos…
Perspectiva de Yuna: todos creyeron que había perdido la consciencia por completo, sin embargo no fue así. De vez en cuando abría los ojos para cerciorarme de lo que ocurría mientras Oana era quien continuaba luchando, y lo último que llegaba a ver era aquel derechazo lleno de impaciencia que Medusa acertaba sobre el rostro de Oana, provocando que su cabeza se incrustara en el suelo, y que la dejaba inconsciente en el acto.
— ¡Ya cállate, maldita…! —Eso era lo que llegaba oírle expresar a Medusa muy indignada— No eres la única que alguna vez quiso querer vengarse… —pero de repente suspiró pacientemente, comentando con seriedad— Ahora… ¿Qué hacemos, Asterión? ¿…? ¿Deberíamos acabar con ellos…?
— ¿…? Tal vez, Medusa…, ya que a “él” no le gustaría dejar testigos. Encárgate de esta chica (Oana), yo me haré cargo de los otros dos (Iori y Yuna).
Resignada a nuestro destino, dejé de luchar para mantenerme despierta. Lentamente perdía la consciencia, a merced de dos seres que estaban a punto de acabar con nuestras existencias…; y entonces no supe que más pasó… hasta después de dos días… ¿Cómo habríamos sobrevivido? Aun no lo sabía, puesto que estaban a punto de explicarme ese detalle importante…
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