La Daga del Emperador de Plata - Volumen I - 08
Ahora despierto; jamás me había sentido tan relajada y serena, pero a la vez confundida y extraviada, tanto que había perdido la noción del tiempo. Aunque somnolienta, podía sentirme aliviada y sin dolor alguno, recordando con exactitud la victoria contra Akakios, el sátiro, pero desafortunadamente la inminente y humillante derrota seguía vagando libremente en mis pensamientos… Asterión, el minotauro, y Medusa, la gorgona, nos superaron a mí y a Iori… ¡Cierto! ¿Iori? ¿Qué pasó con Iori…? ¡Oana…! ¡Oana también estaba allí…! ¿Qué sucedió después de desmayarme…? ¿A dónde fui a parar…? ¿S-Seguía con vida…? Que horrible pesadilla… creí…
Un viernes de Abril. Liverpool, Inglaterra.
Perspectiva de Yuna:
— ¡Yuna, tranquila…! —Exclamaba Iori intentando tranquilizarme— ¡Tranquila! Todo está bien…, respira profundo… y con calma… —y yo suspiraba profunda y calmadamente antes de poder expresar algunas palabras.
— Discúlpame, Iori; no suelo tener esta clase de ataques de ansiedad… —le comenté a él con cierta calma, pero igual surgiría una angustiosa inquietud— ¿…? ¿Qué sucede, Iori? ¿Dónde estamos…? ¿Y Oana…? ¿Dónde está ella…?
— Ella está bien, al igual que tú…
Iori respondió serio y tranquilo; eso me alivió un poco…, pero la preocupación no se esfumó de inmediato, lo que acompañado de confusión llamó su atención en otros aspectos…
— ¿…? ¿Qué sucede, Yuna? —Preguntaba Iori con insistencia— ¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo…?
Por la forma en que estábamos vestidos, significaba que nos encontrábamos a salvo y habitando lo que parecía ser un pequeño apartamento; no fue tan complicado deducirlo e imaginarlo al detallar la habitación donde me alojaba en ese momento, además de verlo a él usar una camisilla blanca y pantalones para dormir de color azul celeste, lo que no esperaba en ese momento. Por mi parte, me hallaba vestida usando un ‘Babydoll’ hecho de seda de color rojo, de encaje negro y con un lazo de moño del mismo color en mitad del escote.
No podía evitar sentir vergüenza, sin embargo pronto recordé algunos detalles de aquella sufrida batalla. Vagamente recordaba las pequeñas laceraciones, la herida sangrante en su hombro izquierdo y las múltiples contusiones en el cuerpo de Iori, pero también mis heridas, sobretodo el dislocamiento de mi codo derecho, cuyo brazo podía mover como si nada hubiese sucedido; sentía un poco de calor, pero esa sensación se debía a que tenía suelto mi cabello, además de húmedo…; igual, no era tan relevante en aquel instante…
— ¿…? ¿Cuánto tiempo ha pasado después de enfrentarnos a esos Mystics…?
Esa fue una de mis inquietudes; aunque muy tranquila, me sentía preocupada, bastante normal diría yo. Iori se tomó su tiempo para responderme, como si no quisiera darme respuesta…; aun así, lo hizo…
— Nos tomó 2 días recuperarnos de nuestras heridas —comentó él, serio y afligido. Era extraño verlo así.
— ¿2 días…?
Aunque me exalté por un momento, pronto me calmé ante ciertas inquietudes, incluso si pasar más de 24 horas fuera de la mansión Gardner ya me iba a traer graves consecuencias, lo que pasaba por alto en esa ocasión; así pues, comencé a preguntarle, de cierta forma, exigentemente… Aunque él quisiera ignorar mi inquietud, terminaría respondiéndome con otra pregunta…
— ¿Quién nos salvó, Iori?
— ¿…? ¿Qué pensarías si te dijera que fue un Mystic quien nos salvó a todos? En especial… de un “Licántropo” ¿Eh, Yuna…?
De lo mucho que había escuchado sobre estos seres fantásticos y sobrenaturales por parte de mamá y papá respectivamente, fue que eran unos humanos mitológicos o folclóricos con las habilidades de cambiar de forma en un lobo, ya sea deliberadamente o tras ser situado bajo una maldición o enfermedad. El hombre-lobo es un concepto extendido en el folclore europeo, existiendo en muchas variantes, que se relacionan por un desarrollo común de una interpretación cristiana del folclore europeo subyacente desarrollado durante el periodo medieval. El carácter del licántropo se fundamenta en su vida y su forma humanoide, y en un permanente afán por ocultar su verdadera condición, que algunos consideran maldición y otros, la veneran como un don; cuando aparece la ‘Licantropía’ en un individuo, sea por maldición o por herencia, se produce una terrible confusión, ya que el afectado no recuerda absolutamente nada de lo ocurrido cuando la bestia se adueña de su voluntad… Prácticamente era todo lo que recordaba…
— Diría que suena descabellado que eso sucediera, Iori… —le respondí a él, algo pensativa de por sí. Estaba más que claro cuan escéptica me sentía.
— ¡Wow! ¿Es así? —dijo alguien que entraba a esa habitación en aquel preciso instante de soledad entre Iori y yo, con cierta jocosidad que disfrazaba su actitud avergonzada.
Al principio me sorprendió su inesperada llegada, pero una vez lo detallaba, ese cierto escepticismo regresaba. Lo miraba con detenimiento, y por más que quería creerle, su apariencia sólo denotaba a un chico que podría tener entre unos 17 y 18 años de edad, de complexión delgada y tez caucásica; ojos azules cuyas pupilas estaban rayadas, como las de una bestia salvaje, no se podía negar. Sí, era alto, tal vez unos 1.75 metros aproximadamente, considerablemente velludo y uñas algo alargadas y posiblemente afiladas; además, su vestimenta intacta se alejaban del concepto que tenía sobre los licántropos, puesto que usaba una gabardina de color índigo de estilo gótico con capucha y figuras aladas estampadas en la parte frontal, usaba pantalones de cuero negro, botas militares tácticas negras, y una bufanda negra alrededor de su cuello; toda su apariencia podía haber sido sacada de una película de acción… Pero con todo y eso, aun me era imposible creerle.
— Yuna, él es Blanimir; un joven licántropo que figura en la clasificación que los ‘Slayers’ de antaño denominaron como “Mystics Zero”. Fue él quien nos salvó de Medusa y Asterión.
— ¿…? ¿Eh…? ¿En serio? —lo miré de pies a cabeza, respondiéndole con total franqueza, siendo más que directa— ¡Hmmm! Pues no eres el tipo de licántropo que imaginaba…
— ¡Entonces…! ¿Cómo te imaginabas a los licántropos? ¿Eh, ‘Pechos grandes’?
Oana aparecía de repente, reuniéndose con nosotros en aquella habitación donde aún reposaba. Al verla tan enérgica, noté que se encontraba en plena condición física, además de que llevaba otro ‘Babydoll’, pero este era de color rosa, casi similar al que yo lucía…; igual, su presencia aliviaba mi corazón, disipando el temor de hallarla malherida.
— ¿¡…!? ¿Oana? ¿Te encuentras bien…? —pregunté aliviada y sorprendida.
— ¡Ahora no, ‘Pechos grandes’…! —Y ella, como siempre, se expresaba toscamente— Me extraña mucho de ti el que no puedas reconocer a Blanimir como un auténtico licántropo.
— ¡JA, JA, JA, JA! —Ese era el tal Blanimir, quien reía a carcajadas— ¡Ustedes los humanos sí que son ingenuos…!
— ¡…! Eso mismo quiso decir Medusa y Asterión… —comenté frustrada y afligida.
Aunque le parecía jocoso el momento, para mí fue sólo un interruptor que me haría recordar cierta expresión, llevándome a la desconfianza… Tras aquellas palabras, un incómodo silencio abordaría toda la habitación, y a todos los presentes en ella; sin embargo, alguien se atrevía a “romper el hielo” pretendiendo cambiar de tema…
— ¡Ahem…! —Tosió Blanimir, claramente, llamando la atención— Con que así es que se llaman ¿Eh? ¡…! En fin…, ustedes los Mysthic Slayers han protegido a los humanos de la “Verdad” por siglos, o incluso más tiempo del que se presume…
— ¡Jah! —No pude evitar comentar sarcásticamente, expresándome de forma quejumbrosa y malhumorada— Todos parecen conocer la “Verdad”, pero nadie me habla sobre dicha “Verdad”… Desde que supe sobre eso, nadie se atreve a decírmelo, lo que me irrita mucho. Desconfío de aquellos que osan ocultarme cosas, pero tampoco pretendo que me lo digan todo… Sus razones tendrán, mas no puedo evitar enojarme por eso…
— Esa faceta no te la conocía…, pero… ¿Qué ganarías con conocer la “Verdad”…? —dijo Oana seriamente, al tiempo en que cruzaba sus brazos, como si poco le importara.
— No espero ganar algo, pero sí obtener respuestas…
Los miraba fijamente a sus ojos, a cada uno de los que me rodeaban, buscando que alguno me diera lo que necesitaba, saber sobre esa supuesta “Verdad”…
— Todos ustedes hablan de proteger a los seres humanos de la “Verdad”, pero mírenme…, acaso ¿Ustedes me consideran un humano ordinario…? —Expresaba con mayor exigencia, casi indignada— ¡He hecho cosas que ningún otro humano se atrevería hacer, y aun así desconozco lo que intentan proteger de nosotros…! ¿Por qué se enfrascan tanto en ocultarnos la “Verdad”…?
— ¿…? No tengo idea de cómo llegamos a este tema en particular, así que… Blanimir, creo que tú estás más familiarizado con lo que Yuna desea saber… ¿No lo crees así…? —comentó Iori.
De todos los presentes, él fue el único en decirme algo al respecto, aunque delegara la responsabilidad a alguien más. Luego de analizar dichas palabras, Blanimir suspiró con profundidad, pareciendo dispuesto a darme lo que necesitaba escuchar, tomando asiento antes de comenzar su relato y revelarme lo que todos aparentaban evadir, explicándomelo con la mayor seriedad posible.
— Estoy impedido en revelar esta información, pero aun así, sólo te diré lo necesario… Durante siglos, los Mystics han tenido que vivir ocultos de ustedes los humanos. Si bien, hay algunos de nosotros que amenazan a los seres humanos, hay otros como yo que han tenido que vivir ocultos de ustedes… Es algo complicado de explicar sin tener que revelarte todo, pero no todos los Mystics han representado una amenaza para la raza humana durante todos estos siglos…
— ¿…? ¿Qué te hace pensar que no todos ustedes representan un riesgo? ¿En qué te basas para decirlo de manera tan abierta…? —le pregunté escépticamente.
— Puedo decirlo porque sé que los mismos Mysthic Slayers están compuestos de Mystics…, o es que acaso… ¿Ninguno de ellos te lo dijo…?
— ¿…? ¿Qué…? —eso me tomó por sorpresa, concentrándome mucho más en su explicación.
— De donde provienen los Mysthic Slayers, han establecido una clasificación que denomina a cada Mystic un nivel de amenaza, dándoles una letra que bien represente ese nivel; por ejemplo, existen Mystics que son extremadamente salvajes, carentes de raciocinio, y eso que algunos cuentan con una fuerza descomunal. A esos se les confiere la clasificación ‘D’…
— Supongo que el Grendel con el que luchó Iori figura en esa clase… —pensé analíticamente.
— Si un Mystic cuenta con una capacidad de racionamiento similar al de un humano, incluso desarrollar su Maná hasta el punto de adquirir la suficiente habilidad para dominar Exponentias o incluso un Magicae, se le clasificará con la letra ‘C’…
— Lilith, Medusa y Asterión podrían considerarse parte de esa clasificación… —agregué mentalmente.
— Un Mystic Zero, si bien abarca a los de clase ‘C’, principalmente es en su mayoría compuesto por Mystic de clase ‘B’, aquellos que son considerados aptos para convertirse en Mysthic Slayers; dotados de una capacidad intelectual que facilita el aprendizaje y el dominio de técnicas mágicas para el combate… De igual forma y sin importar qué, durante siglos los humanos han reaccionado de manera violenta a lo que desconocen o les parece extraño y anormal; dispuestos a exterminar lo que se aleja de la realidad o de la normalidad, hasta el punto de desatar guerras a gran escala, cacerías y genocidios…
— ¿¡…!? D-Dime que no es cierto… —expresaba sorprendida, confundida, afligida y, quizás también, aterrada por lo que escuchaba.
— Es la triste realidad… Muchos de los sucesos más representativos del lado oscuro de la humanidad se debe a las apariciones de los Mystics, aunque con esto no justifico o defiendo a todos los Mystics, pero a medida que la raza humana avanza, incluso más en los ámbitos económicos, políticos, sociales, culturales y tecnológicos, se vuelven más agresivos y violentos… Cruzadas, conquistas, guerras civiles, guerras mundiales, genocidios, entre otros, todas están marcadas por la simple aparición de los Mystics… Vivimos en las sombras de una sociedad donde la ignorancia aun reina en estos tiempos, siendo considerados sólo una “insignificante pero majestuosa invención” de la humanidad…
— Esa es la “Verdad”, ‘Pechos grandes’… —comentaba Oana poco después de un suspiro— En su momento los Mystics convivieron pacíficamente con algunos seres humanos, sin embargo todo se salió de control… —agregaba con seriedad— Aún no sabemos que llevó a los Mystics a cazar humanos, pero fue el detonante para ser considerados una amenaza, sin importar quienes en realidad lo eran o no…
— ¿¡…!? No… sé que decir…; sinceramente, en la manera en que lo exponen…, la humanidad es la peor… —mencionaba con cierto tono indignado e incluso triste— Creo que hubiese sido mejor no conocer… todo esto…
— Considéralo como una forma de proteger a los humanos —adicionaba Oana— Cuando cada uno de nosotros decide convertirse en un Mysthic Slayer, debe cargar con esa pesada tarea cada día para que ustedes, los humanos, vivan sus vidas como si nada…, protegiendo ese terrible pasado.
Dicen que la verdad, a veces, puede ser muy dolorosa, y obviamente esa vez no fue la excepción, pues de cierta manera me parecía deprimente en como cualificaban el comportamiento humano, cosa que me repudiaba tras recordar cada palabra de aquella revelación; no obstante, Iori siempre quiso evitarme esa aterradora y aberrante verdad de la que juró proteger como un Mysthic Slayer.
Tal vez él no era la persona más consoladora, incluso podría considerar su desinterés emocional como parte de su personalidad, pero de alguna forma, él quería evitarme ese sentimiento que me consumía lentamente. Quise que me dejaran sola por un rato, intentando asimilarlo con toda la mentalidad objetiva que podía tener de mi lado, pero a pesar de todo… nadie me dijo que sería sencillo hacerlo…
Perspectiva de Oana: ya no había vuelta atrás; Yuna Gardner había conocido la “Verdad”, un secreto que incluso nosotros los Mysthic Slayers de la nueva generación repudiamos. Como sea, en ese momento había cosas más importantes que atender…
— Creo que sería bueno dejarla sola, tal como ella quiere —comentaba el licántropo, serio y comprensivo— Igual, los Mystics en general no están absueltos de culpabilidad.
— Quizás es cierto lo que dices, sin embargo esto no tiene tanta importancia y quisiera pasar la página… ¿Sí? —Expresaba seria y tosca, sin contemplación alguna. Estaba clarísimo lo que me molestaba— Aun no nos has dicho el motivo por el que estás con nosotros, Blanimir; sobre todo… ¿Por qué visto de esta forma tan bochornosa…? —agregué aquella pregunta, sintiéndome molesta y avergonzada al mismo tiempo.
— Déjalo así, Oana; de esa forma recuerdo que eres mujer —dijo jocosamente el idiota de Iori con una seriedad inmutable, lo que a mí no me causaba ni una pizca de gracia.
— ¿Qué insinúas, Iori Kurosawa?
— ¡Tranquilos, por favor! —expresó Blanimir sonriendo avergonzado, intentando apaciguar la tensión entre Iori y yo, sin embargo comentaría con seriedad— Sé que tienen muchas interrogantes, pero en serio…, necesito de su ayuda… —y eso precisamente nos llamó la atención tanto a Iori como a mí, lanzando las primeras interrogantes que aclararan si merecía nuestra confianza o no.
— ¿…? ¿Quién eres? Y ¿Qué necesitas de nosotros…?
— También quisiera saber cómo lograste sacarnos de ese peligroso momento —comentó Iori con cierta desconfianza.
— No puedo decirles quien soy en realidad, y también en su momento se enterarán de mis capacidades…, pero sepan que estoy de su lado… —respondía ese licántropo.
— Porque eres un Mystic Zero ¿Cierto? —Expresaba Iori, con seriedad y la misma desconfianza— ¿Por eso debemos confiar en ti…? Reconocemos el agradecimiento por sacarnos de esa terrible y peligrosa situación, sobre todo por Yuna, pero algunas acciones siempre quieren algo a cambio…
— “Tanken”… —dijo Blanimir interrumpiéndonos a los dos, quizás al sentirse acorralado— Esos Mystics que se hacen conocer como Asterión y Medusa… hacen parte de una orden secreta conocida por pocos en este mundo… ‘Tanken’ representará un gran peligro para la humanidad si no actuó lo más pronto posible… Tienen que creerme; sé que ellos planean algo grande, pero no podré evitarlo solo…
Verlo expresarse angustiado ante el gesto escéptico que demostrábamos tanto Iori como yo, aun no disipaba del todo nuestra desconfianza, pero de mi parte le daría una solución simple, comentándole seria y tranquilamente lo siguiente:
— Entonces dinos todo lo que sabes de ellos… Así de simple…
— ¡Por supuesto que se los diré! Pero…, necesito que me presenten a “ese” sujeto… —mencionó Blanimir.
— ¿…? ¿A quién te refieres…? —Iori preguntaba confundido, pero lo interrumpí.
— ¡Ya sé a quién quieres conocer…! —le respondí intentando disimular mi sorpresiva reacción, ya que suponía de quien me hablaba este— Pero la pregunta es… ¿Por qué quieres que “él” esté presente?
— ¡Tráiganlo hacia mí, y sabrán todo lo que sé sobre ‘Tanken’!
Parecía que Blanimir estaba dispuesto a todo, respondiendo con tanta determinación. No niego que consideraba su propuesta, por lo que después de pensarlo por un par de minutos, le pregunté seriamente:
— ¡Hmmm! ¿Dónde dejaste mi uniforme?
— ¿…? ¿Te refieres a esa harapienta gabardina negra y todo el resto del conjunto…? ¿No está algo destrozado como para querer usarlo? —el licántropo comentaba con cierta curiosidad y seriedad, lo que me pareció osado de su parte.
— No subestimes el uniforme de un Mysthic Slayer, ya que el material del que está hecho es el mismo con el que fue elaborado el “Vellocino de Oro”…, por lo tanto tiene la capacidad de regenerarse por sí solo… —fue lo que le dije a Blanimir, y el mismo Iori corroboraba mi afirmación al asentir tenuemente indiferente.
Había recuperado mi uniforme, sin embargo ellos evitaron mirarme mientras me cambiada de ropa. Siempre lo había hecho frente a Iori, y nunca me sentí avergonzada por eso; creo que aquí se le llama “no tener pudor”, igual no me importaba que me vieran casi desnuda.
— Iori, te confío la Shukketsu de Obi. Cuídala en mi ausencia ¿De acuerdo?
— De acuerdo, ‘Otoko’… —respondía jocosamente serio. Aun no sabía que significaba esa palabra y tampoco me seguía pareciendo gracioso.
Completamente lista, decidí ir por quien el licántropo demandaba su presencia. Me acerqué a la ventana de aquel apartamento, y de un saltó salí en mi búsqueda, dirigiéndome rápidamente hacia la secundaria “Sanctus Mica’el”, lo que no me tomó ni media hora llegar hasta allá…
Fue muy sencillo infiltrarme en la escuela mientras su jornada académica seguía en marcha, jactándome de mi velocidad y de aquellos puntos intransitables dentro del plantel en general, irrumpiendo rápida y fácilmente en la oficina del director de esta secundaria. Aterricé de un salto sobre el escritorio en frente de aquel hombre de aparentes 36 o 37 años de edad humanos, cuya tez caucásica, contextura delgada, ojos cafés, cabello lacio corto y alborotado, saco y corbata de color negro y lentes con montura ondulada, permanecía bajo la compañía de una “niña” de peculiar tono de cabello.
La pequeña en cuestión reposaba sentada sobre un sofá adyacente al escritorio, absorta en un dispositivo rectangular que se consideraba altamente sofisticado y tecnológico en este mundo ; técnicamente entretenida en esa cosa sin saber por qué… La niña, podría estar entre los 11 y 12 años de edad, y su particular cabello lacio corto de tono rosa, sobresalía a simple vista con un flequillo que ocultaba su ojo derecho, mientras un prendedor de color rojo con forma de rosa se adhería al costado izquierdo de su cabeza; su baja estatura le facilitaba subir cómodamente los pies sobre aquel mueble, y sus brillantes ojos verdes esmeraldas combinaban tiernamente con su tez caucásica, al igual que su rostro pecoso que enaltecía esa misma ternura y lindura; su vestido de coctel blanco con largas mangas y listón rosado atado a su cintura, además de sus zapatillas rosadas, parecían complementar su dulce hermosura; y sí, reconocí cuan bonita y tierna lucía la pequeña damita (risa tímida).
Aunque irrumpí en aquella oficina sin hacer daño alguno sobre cualquier material perteneciente al recinto, quedando en cuclillas sobre el escritorio del supuesto director, mientras afianzaba mi postura apoyando la rodilla derecha sobre tal objeto de madera, la chiquilla no parecía importarle al estar absorta en su mundo virtual, y el director en cuestión ni se inmutaba tampoco ante mi inesperada presencia, mas no pudo ignorarme del todo…
— ¿…? Oana Northrop… ¿Qué te trae por aquí…? —expresaba él con toda serenidad.
— Buenos días…, “señor director”. Los buenos modales ante todo —expresaba sarcásticamente con una tenue sonrisa. Incluso para mí, eso sonaba hipócrita— Alguien necesita de su presencia…
— ¡Oh, mil disculpas por mi falta de cortesía, mi lady! Pero verte después de tanto tiempo me sorprendió un poco… En fin…, ahora… ¿Quién solicita mi presencia? —preguntó poco ansioso.
— Es alguien que conoce el pasado del más poderoso Mysthic Slayer radicado en el mundo humano… —sabía que despertaría su curiosidad, evidente en el alzar de su ceja izquierda con cierta soberbia— Señor Kenji Yamamoto… ¿Alguna vez ha escuchado de la orden secreta, ‘Tanken’?
— ¡Ooohh! Así que Lilith ha muerto ¿Eh? Que mal suena eso… —expresaba el señor Kenji serenamente, mientras sonreía casi ansioso— La inesperada mención de esta orden se debe a que lograron su cometido… ¿Quién me busca…? ¡Bueno! No importa en absoluto, puesto que, sea quien sea, iré con gusto a atenderlo…
— Eso suena maravilloso, señor Kenji Yamamoto. Iori estará complacido de verlo de nuevo ¿No lo cree…?
Comments for chapter "08"
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