La Daga del Emperador de Plata - Volumen II - 00
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- 00 - Prologo II: El umbral del Caballero Escarlata
Si he llegado hasta aquí, es gracias a aquellas personas que me alientan a continuar este proyecto; pero, sobre todo, al todopoderoso en el que creo, por brindarme cada día valiosas horas de vida que comparto con todos mis seres queridos. También agradezco tanto a alguien por el que ruego que también saque su proyecto adelante, y del cual tomaré algunos personajes importantes de su obra intelectual; por eso, gracias a ti Jorge Villegas, continuo con esta locura que bauticé hace tiempo: La Daga del Emperador de Plata.
No hay mucho por advertirles, mis queridos lectores, sin embargo enfatizo en que habrá un nuevo personaje protagónico que enriquecerá mucho esta historia; pero, como aclaré en un principio, este personaje nuevo es lo que llamaría “prestado”, además de que con el vendrán un montón de implementaciones que fortalecerán su desarrollo, lastimosamente no puedo mostrarles su pasado, porque de eso deseo, y ruego, que sea el mismo Jorge (sí, el mismo al que le agradecí de antemano) quien se encargue de su vida pasada en su propia obra, la que se convertiría en un ‘spin off’ a partir de este momento.
Quiero que sea mi gran amigo J. L. Villegas (el mismo Jorge) quien les relate la historia de Heinz Lion King, y su vida rodeada de misterios sobrenaturales en su obra “El umbral del caballero Escarlata”; no obstante, para poder iniciar esta etapa de la historia en la que Yuna Gardner está a punto de culminar sus estudios de secundaria en Londres, tengo que enseñarles la vinculación de Heinz con ‘La Daga del Emperador de Plata’…
Abril 27 de 2.018. Hong Kong, China.
Desde que tengo memoria trabajando en hechos sobrenaturales, pude haberme especializado en cualquiera de los estilos de purificación y/o exorcismo, representados en el color de nuestras gabardinas, y aquellos que deciden especializarse en las técnicas balísticas, usan gabardinas rojas como yo; aunque, ustedes se preguntarán…, por qué ¿Cierto? Pues de cierta manera he sido influenciado en optar por las armas de fuego, pero hasta el momento no he descartado los demás estilos; sin embargo, considero el color rojo bastante llamativo.
Soy rubio y de ojos azules natos; me gusta lucir el cabello corto, de estilo militar como los infames soldados de la antigua Alemania nazi, y dejando aparte la modestia, me considero un hombre algo atractivo, o por lo menos lo que algunas mujeres consideran de mí, con 28 años de edad y de tez caucásica, pero a quien no le interesa tanto entablar una relación sentimental; ando más enfocado en mis problemas y en mis labores.
Mi nombre es Heinz Lion King, norteamericano de nacimiento y criado en Boston, Massachusetts. Mis padres son de origen europeo, papá era británico y mi mamá alemana, ambos con un extraño o peculiar pasado del que no entendía hasta hace poco; en fin, actualmente soy líder del escuadrón “Dunkelrot” de la agencia secreta contra los seres sobrenaturales…, K’, y esta… fue mi misión hace más de un mes…
Era una noche invadida de destellantes descargas merodeadoras que ensordecían con su descenso tardío entre nubes negras, acumuladas en una vasta manta nocturna, ocultando su luz lunar de una ciudad sumergida en un secreto caos. La inocente e ingenua humanidad cesa sus labores cotidianas, ignorando lo que trascurre al danzar sobre la palma de Morfeo; diabólicas criaturas se alzan ante el mundo, como invasoras y destructoras del pacifismo perpetuo de una sociedad alejada de la era oscurantista, pues ya han cometido un grave crimen, y es ahora el deber de los vigilantes que arriban sin su consentimiento el destronar sus maléficas acciones.
Avanzaba entre contenedores a paso sigiloso, y en estado de alerta constante entre el territorio sombrío a expensas de tornarse en una noche lluviosa. Era un poco difícil pasar desapercibido ante los 1.80 de estatura que mido, y si a eso le agregamos mi contextura fornida (Suspiro)… Aun así, caminaba seguro dispuesto a defenderse de lo que podría aparecerme en mi tenebrosa travesía, cargando con mis pistolas que me obsequió un gran compañero y colega, aquellas de calibre 45 y elaboradas con un diseño extravagante.
Me sientan mejor los guantes tácticos medio dedo de colores negro, al igual que lucir desabrochada mi gabardina de capucha roja de estilo gótico, aquella que luzco con orgullo el estampado alado frontal. La camisa negra, por lo general, no hace parte del atuendo oficial, aunque los pantalones de cuero negro y las botas tácticas sí son una obligación, lo que en sí no representaban ninguna molestia.
Hacía frío y a punto de llover, pero si quería más visibilidad, debía despojarme de la capucha que ocultaba mi rostro, cuidando que no perdiera de nuevo aquel colgante de plata que rodea siempre mi cuello, adornado por dos sortijas (una con una piedra roja y otra con una piedra rectangular negra); cada una les pertenecieron a mis difuntos padres.
Entre caminos improvisados en mitad de contenedores apilados en aquel puerto marítimo, me reunía con Amarïe Belrose, una atractiva mujer de 23 años de edad, con una estatura de 1.73, de contextura delgada y piel caucásica; por la gabardina morada que vestía, la convierten en una agente especialista en las “Artes Oscuras” (magia negra). Siempre ha sido hermosa y con buenos atributos, evidentes en aquellos pantalones de cuero que ceñían a sus curvas por debajo de su cintura, y las botas tácticas exaltaban su sensualidad; aunque, su voluptuoso pecho copa E, supongo, llame la atención de cualquier hombre, sé que se interesarían más en el color aguamarina de sus ojos, el tono celeste de su larga cabellera lacia que mantenía trenzada por pura comodidad, ya que de por si llegaba hasta su cintura, pero sobre todo, la forma de sus orejas puntiagudas; esta descripción específica evidencia su procedencia racial, por lo que deducirlo resultaba sencillo: una hermosa “elfo”.
— ¿Oh? “Capitán” Heinz…, regresó muy pronto —me dijo Amarïe tranquilamente seria; casi con una pizca de desinterés.
— Quise venir rápidamente en cuanto me contactaste. Creí que había localizado el “objetivo”, agente Belrose —respondía con seriedad— Sigo insistiendo… ¿Por qué me llaman “capitán”? —agregué aparentando disgusto.
No solemos operar tan distantes de Europa o de Norteamérica, pero con su repentina aparición era difícil de ignorar lo que sucedía en esa zona portuaria de la ciudad de Hong Kong, suponiendo que es el deber de ellos el no permitirles traspasar las barreras entre su mundo y el nuestro…, pero pronto entendería las razones del llamado de Amarïe…
— Como sea… —expresé tras un resignado y malhumorado suspiro— dime que hallaste al objetivo.
— Damien ya debió intersectar a nuestro objetivo, capitán. A ese salvaje nadie se le escapa de las garras… —comentaba apáticamente seria, para luego agregar una actitud angustiosa— Yo encontré algo mucho más llamativo… y aterrador.
Quise preguntarle qué era lo que ella había hallado en esa zona, sin embargo atestigüe de primera mano lo que Amarïe quiso decir con “llamativo” y “aterrador”. Ella me enseñó el cuerpo sin vida de un chico de 13 años de edad, cuyo cadáver en cuestión representaba un estado de descomposición considerablemente avanzado; podría afirmarse, a simple vista y conocimiento médico suficiente, que llevaba entre 2 a 3 días de haber muerto.
Por el oscuro atuendo que ese chico lucía, reconocí inmediatamente que aquel joven occiso era un Mysthic Slayer; su gabardina negra con rojizos patrones lineales rómbicos, resaltaban de forma sencilla a pesar de las manchas de sangre que la impregnaron, producto de la fatal y brutal herida en su pecho que desgarraba técnicamente la parte frontal de su uniforme; tal vez la causal de su muerte fue provocada por una espada de hoja recta, reconocible por la forma de la herida. Al lado de su cadáver yacía una Shukketsu totalmente hecha añicos, ni la empuñadura o la guarda se habían salvado, conservándose sólo intacta la “Gema reminiscente”.
— Que tragedia —expresé con lamento y repudio. Su rostro inerte jamás lo olvidaré— Imagino que no has movido el cuerpo.
— ¿Por quién me toma, capitán? ¿Me está comparando con Damien o algo así? —preguntaba Amarïe algo enojada. Disfruto mucho el verla molestarse (risa tenue).
— Asumiré que es una pregunta retórica, je, je… —dije de manera jocosa, contraste a la expresión seria que acompañaba con una tenue sonrisa— Familiarízate con las bromas de este mundo, Amarïe, si no lo haces, Damien empezará a… ¿…?
Las bromas cesaron de momento a pesar de la horripilante escena criminal del que no sabíamos quien había sido el culpable, no obstante el verdadero motivo era mi intercomunicador que se alojaba en mi oreja derecha, aquel que empezó a emitir un agobiante mensaje en directo…
— ¡HEINZ! ¿HEINZ? ¿ESTÁS AHÍ…? CAMBIO.
Era la suave y aguda voz de un viejo amigo y alguna vez mentor. Myghal sonaba bastante angustiado para ser él… y había demasiada interferencia, por lo que debía gritar para comunicarme con él, y más si escuchaba su preocupante tono.
— ¿HEINZ, ME ESCUCHAS? CAMBIO… —preguntaba Myghal con insistencia. Ya empezaba a preocuparme mucho más.
— ¿QUÉ SUCEDE, MYGHAL? CAMBIO… —le respondí angustiosamente.
— ¡ES BLANIMIR! (respiración agitada) ¡…! ¡ESTÁ A PUNTO DE MORIR! CAMBIO…
— ¿¡Blanimir!?
Ese fue mi pensamiento tras sentirme desconcertado y angustiado de una manera tan abrumadora, pero en medio de aquella distorsionada conversación…, escuché la voz de Vania, una bella súcubo que había acudido a nuestra ayuda en días anteriores… y claramente se escuchaba sumamente angustiada y desesperada…
— ¡¡…SÁLVALO, MYGHAL!! (Voz quebrada de Vania) ¡¡SÁLVALO…!!
— ¿Capitán? ¿Qué sucede? Lo noto un poco alterado… —y Amarïe preguntó un tanto confundida.
Por un instante, ignoré todo lo que me rodeaba; me era complicado mantener la calma, sabiendo que la integridad de Blanimir yacía bajo la responsabilidad de Damien, y por sobre todo, de Myghal y la mía…, pero la comunicación se perdería ante aquel último mensaje que yo dije aquella noche fría…
— ¡¡V-VOY EN CAMINO…!! ¡¡NO DEJES QUE MUERA, MYGHAL!! ¡¡ JÚRALO POR EL HONOR DE K’…!! ¡Amarïe, necesito marcharme de este lugar y acudir a la ayuda de Myghal! —le dije sin poder mantener la calma; algo malo estaba pasando y todo apuntaba a que yo era parte de la solución— ¡Por favor necesito que uses alguno de tus hechizos y me tele-trasportes hacia donde esté Myghal…!
Su silencio me perturbaba, demostrando sentimientos nunca antes presenciados por ella, y ante su silente actitud me sentía vulnerable, pero de repente se volvió comprensiva ante la situación que me aquejaba…
— Si Myghal lo necesita, debe ser algo bastante grave… —expresó seria y empáticamente— No se preocupe, Damien y yo nos encargaremos de la misión.
Ella se dirigió hacia mí con una tenue sonrisa al finalizar sus palabras, por lo que lo único que pude decirle, mientras una irradiante luz cubría todo mi cuerpo, fue: “Gracias, Amarïe”…
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