La Daga del Emperador de Plata - Volumen II - 04
La soledad no es algo que muchas personas puedan llevar con tanta facilidad, y convivir sin estar rodeado de seres queridos puede ser, a veces, algo beneficioso…, desde mi punto de vista claro está…; sin embargo, suelo cuestionarme muchas veces ¿Qué hubiese sucedido si continuara junto a Iori y a Yuna? ¿Qué pasaría si siguiera viviendo en Liverpool? Y ¿Qué hubiese pasado si no fuese yo la persona que, con tanta valentía y dolor en el alma, le hubiera arrebatado su vida con mi Shukketsu?
Junio 3 de 2.018.
Siberia, Rusia oriental.
Perspectiva de Oana: humeante y espumoso el chocolate que acababa de pedir en esa cafetería siberiana; fue lo que me provocaba en ese entonces recién llegaba a la ciudad de Novosibirsk. Mi cumpleaños se acercaba, justo a conseguir un año más de vida, acumulando 15 en total; creo que no sólo mi apariencia llamaba la atención de aquellos que visitaban ese mismo establecimiento, supuse que no era común ver a una chica de 14 años luciendo su vestido rojo de lana y de estilo casual, con cuello alto y mangas alargadas; prenda que atraía las miradas de pervertidos que se ensañaban en detallar mis piernas cubiertas por pantimedias veladas negras, calzando además botines de color café de estilo casual.
Tal parecía también que a los jóvenes contemporáneos les llamaba la atención el largo de mi castaña cabellera ondulada; casi ya me llegaba a la cintura. Muchos intentaron coquetear indirectamente conmigo, sin embargo nunca demostré interés a pesar de que una melancólica y fría mirada me acompañaba, bastante difícil de ocultar, y cada día fue lo mismo… sintiendo impotencia y frustración, siempre pensativa, agobiada y llena de tristeza inconsolable…
Francamente no había considerado cortarme el cabello, alargándose durante esas semanas que había pasado en la región de Siberia, y a mí en particular me crece el cabello constantemente. Por otra parte, y por lo general, mi rutina se componía de recorrer casi toda la región, recorriendo el río Obi… (Entre risas tenues), “Obi” suena extraño decirlo, pero casualmente tiene el mismo nombre que mi hermano ¿Cierto?; en fin (Suspiro), cuando no contaba con los recursos suficientes para suplir mis caprichos, llegaba a esa ciudad para reponer fuerzas y obtener algunas ganancias con pequeñas labores domésticas, teniendo muchas veces que manipular la percepción de los habitantes, logrando engañarlos por mi edad; aparentemente ser menor de 16 años representa un problema para ser contratado así sea a medio tiempo.
Cuando reponía las fuerzas físicas y económicas, continuaba mi travesía sin alejarme tanto del afluente río siberiano; mi meta siempre fue reparar la Shukketsu especial que había logrado restaurar desde los 8 años…, pero por desgracia la corrosión dificultaba mis intenciones de lograrlo…, lo que pensaba aquella vez mientras degustaba mi chocolate caliente…
— ¿Señorita…, cuánto le debo? —Le dije a la empleada que me atendió en ese momento— Ya no me apetece beberlo más… Estoy llena con lo que me sirvió antes.
— Si desea puedo envasárselo para llevar. El chocolate de esta cafetería es el mejor de la ciudad —me respondió aquella empleada muy respetuosamente, pero me perdí de momento entre mis pensamientos, provocando que ella insistiera con la pregunta— ¿Señorita…? ¿Señorita, desea que se lo envase para llevar?
— ¿…? B-Bueno…, sí… Sí, está bien. Gracias —respondía sonriente, ocultando mi momento de divagación.
— Supongo que no debe ser de por aquí, aun así habla muy bien el ruso, señorita —expresó halagadoramente aquella empleada, lo que me ocasionó que sonriera.
— ¿Eso cree? De donde vengo nos hacen estudiar varias lenguas hasta alcanzar un excelente nivel de pronunciación y comprensión. Es parte de nuestro aprendizaje indispensable, necesario si queremos viajar a varios lugares a la vez —respondí amablemente, lo que hizo que ella me preguntara con asombro.
— ¡Wow! ¿Es acaso usted perteneciente a algún grupo de nómadas, señorita?
— Lo era… Antes lo era —y ante esa inquietud, respondí sonriendo tenuemente, disfrazando la aflicción que sentí y sosteniendo la mentira de hablar diversas lenguas.
Dejé la cafetería para pasear por la ciudad, considerando que entre más permaneciera dentro de ese establecimiento, más me deprimiría…, así que salir a caminar para despejar la mente no resultaba tan mala idea…
Ignoré completamente que esa estación del año llegaba, única como las demás del mundo humano…, el solsticio de verano. Durante la época del año en la que permanecía en Novosibirsk las temperaturas se elevaban, quizás agradables para cualquiera de sus habitantes, excepto para mí; alguien que domina la magia de hielo no resulta tan reconfortante, el ambiente tan cálido traían algunas consecuencias considerablemente negativas para mi cuerpo, ya que no estoy muy acostumbrada a las altas temperaturas.
Como pude, me recosté a una banca tras merodear por un parque cercano bajo la extensa sombra de un árbol arraigado en aquel lugar, acomodándome debajo de sus hojas antes de que me desmayara; la holeada veraniega que estaba por acercarse debilitaron mi cuerpo, meras excusas cuando sabía que la causante estaba en mi cabeza. Experimentaba eso que llamaban que “todo está en tu mente” y “lo que tu cerebro imagine el cómo te sientes, tu cuerpo recreará exactamente eso”; que patética fui…, imagino que a eso se refieren con “el poder de la mente”.
La depresión me estaba enfermando; pensar con claridad era uno de los mayores problemas que sufría en ese instante, regresando aquellos dolorosos recuerdos de ese fatídico 4 de Mayo de 2 años atrás, en aquella tarde casi lluviosa en la ciudad de Liverpool…
Aquella tarde nublada, propensa a transformarse en una lluviosa tarde de grandes proporciones, fue el inicio de nuestra pesadilla. Habíamos encontrado a la maldita zorra de trenzados cabellos y cuernos de carnero, la misma malnacida de Lilith; con sus encantadoras habilidades ya había puesto bajo su control a mi querido Obi, quien apuntaba sin piedad su Shukketsu de guarda circular hacia su propia sangre, irreversible actitud reflejada en esa despiadada mirada.
— ¿Qué le hiciste a mi hermano, diabólica criatura…? —exclamé con las únicas palabras que una joven de 12 años podía expresar verbalmente; supongo que las groserías vinieron años después…
Exigí ante la ira y el repudio que circulaba por mi sangre, sin embargo me sentí indignada cuando él se atrevió a responder a aquella despectiva interrogante… Me quedé atónita al atestiguar como defendía a esa perra insolente, inclusive Obi se atrevió a responderme exigentemente, olvidando que ambos compartíamos más que sangre.
— ¡No te atrevas a hablarle de esa manera a mi amada Lilith…! —Lo decía convincentemente, lo que hervía más mi sangre, pero también me desconcertaba y entristecía— Si es necesario, tendré que acabar con tu vida, con tal de que mi amada pueda sobrevivir…
— ¿Qué rayos estás diciendo, Obi…? Acaso… ¿No te das cuenta de que estás siendo manipulado por esa bestia endemoniada…?
— ¡¡YA BASTA!! —Ya Obi había cruzado la línea, gritándome tan enfurecido como si mancillara el buen nombre de su ser más querido; ya comenzaba a asustarme— ¡Veo que contigo, las palabras no funcionan! ¡Así que no me dejas otra opción que de eliminarte, Oana!
Considerando terminada nuestra conversación, Obi agregaba a su lista de atrevimientos u osadías el de querer atacarme, arremetiendo con su Shukketsu de filo rojizo y la que apuntaba directamente a mi cabeza; sin embargo, el filo azulado de la hoja plateada de mi Shukketsu especial, guarda hexagonal y empuñadura blanca me defendería de su clara ofensiva letal, ataques hechos sin ninguna pizca de consideración. Sus primeros movimientos se compusieron de rápidos tajos que apuntaban a puntos vitales de mi cuerpo, no obstante me bastaba con interceptar cada ataque perpetrado, desatando una lucha con agiles y amaestrados movimientos de espada.
Existía una leve diferencia entre nuestras habilidades en el manejo de Shukketsus, así que no era raro que nuestras contiendas (cuando fueron amistosas e inofensivas) tardaran bastante, y si Obi se enfrascaba en atacarme sin descanso, yo también podía defenderme igual de prolongadamente, lo que acompañábamos con acrobáticos y veloces movimientos; pero repentinamente Obi, con lo que podía llamar un danzar de 3 pasos, y un giro y medio que lo acercaban rápidamente hacia mí, balanceó su espada con cada paso giratorio, logrando de un tajo agredirme en el abdomen; por fortuna sólo logró rasgar mi uniforme, lo que provocó confianza por haberme salvado de aquel tajo y bajar mi guardia, recibiendo su potente patada con pierna izquierda y que impactaba sobre el costado izquierdo de mi cuerpo, dislocándome el codo de mi brazo. Obi obtuvo cierta ventaja sobre mí, repulsándome de forma abrupta por unos 7 metros aproximados, lo que provocaba que impactase bruscamente contra el suelo y provocarme una herida profunda sobre mi frente, herida levemente hemorrágica que intensificaba la jaqueca causada por su impiadoso golpe, rodando para culminar por mera inercia un par de metros más…; eso sí…, sin que perdiera posesión de mi Shukketsu.
— ¿…? ¡¡Ouch…!! ¡Aargh…! —El dolor que experimenté no se comparaba al que emocionalmente sentí por sus acciones— O-Obi… ¿Por q-qué…? ¡Despierta, Obi! ¡Despierta…! —y susurrarle cuando debía exclamar a viva voz, empeoraba mi estado anímico, ignorando cuando extendió su mano izquierda, apuntándomela sin cuartel…
— “Gignere Mageia: Eien no Kouri”… —y recitó en su momento, con seriedad y repudio; habilidades que superaban a los Exponentias y los Magicaes; magia que legamos sanguíneamente los Northrop.
La nobleza Northrop siempre se ha caracterizado por dominar el Magicae, Ice Maker, no obstante mi familia es mayormente reconocida por utilizar una magia única: “Eien no Kouri”. Obi, incluso estando bajo el control de Lilith, utilizó el ‘Eien no Kouri’ en mi contra, cuya suave brisa expulsada de la palma de su mano izquierda congeló todo lo que estuvo a su alcance, transformándose esa suave brisa en una poderosa corriente gélida.
Quería creer que una parte de la consciencia de Obi seguía intacta, atestiguando como fallaba su helada ofensiva, la que pudo haberme afectado severamente de no ser por su rara desviación hacia mi derecha, la que había generado un camino invadido de peligrosas y afiladas estalagmitas. Me sorprendí tanto, al igual que la maldita súcubo, al ver como su mano temblaba, demostrando firmemente cuan incapaz fue Obi de lastimarme…
— ¿Ah? ¿Obi…? —susurré desconcertada y confundida…
— T-Tengo… que acabar contigo…, O-Oana… —mientras que a Obi se le notaba el resistir del control mental, claramente evidente en su temblorosa voz— ¿…? Tú…, t-te entrometes entre mi amada Lilith y yo… ¡N-No puedo…! ¡No puedo d-dejarte m-morir…, hermanita…! —Agregó mi querido hermanito, llorando arrepentido— ¡Yo…! ¡Lilith…! ¡Oana…! ¿Lilith…? ¡Oana…, detenla p-por mí…! ¡¡POR FAVOOOR…!!
Aprovechando el momento de confusión, hice lo posible para colocarme el codo en su sitio; fue el más grande dolor que experimenté, pero no se comparó con ver sufrir a mi hermano gemelo. Todo pareció ir conforme a la situación que el destino nos deparó, y en medio de todo llanto lleno de frustración y arrepentimiento, Obi empuñó con mayor firmeza su Shukketsu y arremetió, en contra de su voluntad, en mi contra; sin embargo, a pesar de la rapidez de su ofensiva, fue predecible por la manera en que posicionó su espada, permitiéndome eludir aquel tajo con un hábil y preciso movimiento acrobático, evasión que inició con un mero impulso desde el suelo polvoriento, y también me permitió despojarlo de su Shukketsu de un tajo en conjunto con la acrobacia hecha en ese momento; además, aprovechando que me mantuve suspendida en el aire, conecté una patada en su cabeza, desorientando a Obi con un potente y efectivo zurdazo.
La letalidad ofensiva de Obi se redujo considerablemente, mas no representó una ventaja para mí, permitiéndole a la maldita súcubo escapar de mi periferia y tomar lo que aparentemente fue su objetivo desde un principio. Lilith se hizo con la Shukketsu de Obi; su lasciva y complaciente sonrisa delataban su felicidad, exclamando lujuriosamente que “¡Por fin tengo en mis manos el arma de un Mysthic Slayer!”, pero no fue lo único que expresó eufóricamente…
— ¡OBI, ACÁBALA CON TU PODER GÉLIDO…! —fue lo que la desgraciada le ordenó a Obi…, y él sin oposición lo acató.
— Ice Maker: Camino del dolor… —recitó Obi de manera insegura; se notó cuanta oposición y contención sentía al respecto…
Si bien Obi y yo poseíamos casi la misma fuerza y habilidad mágica, él no era tan diestro utilizando el poder del Ice Maker, careciendo de la creatividad necesaria para moldear y materializar lo que deseara, evidente en nuestro choque de poderes. Mientras el creó un sendero lleno de letales estalagmitas, para mí crear algo que contrarrestara su ofensiva no fue problema alguno; y eso…, valiéndome solamente con utilizar el ‘Eien no Kouri’, que con sólo balancear abrupta y coordinadamente mis manos, mientras dejaba de empuñar mi Shukketsu, y disipaba toda su materialización gélida como polvo y fina arena…
— ¿¡…!? ¿¡Eh…!? —Lilith, sorpresivamente, expresó a secas lo que no podía describir…
— Ice Maker: Manto hipotérmico —y yo recité segundos después de destronar el ataque de Obi…, para luego de forma inmediata materializar otro hechizo una vez recuperaba mi Shukketsu con mis manos— Ice Maker: Mata-demonios…
Creí que envolver a Obi en ese fino polvillo de nieve ralentizaría su movilidad, paralizándolo mientras me encargaba de quien había tomado su mente y voluntad. Con mi último hechizo envolví la hoja de mi Shukketsu en puro hielo elegantemente moldeado, de tal manera que parecía una espada de hoja relativamente ancha y tono carmesí.
Dispuesta a exterminarla, me le abalancé con furia, arrojando la afilada y rojiza hoja gélida en estocada, tomando la oportunidad única que ella me concedía al quedarse petrificada del asombro y la confusión que le nublaba el buen juicio; no obstante, cegada por la ira, ignoré como y cuando se había interpuesto entre nosotras, perdiéndome el instante en el que mi mortal y gélida hoja carmesí se hundía sobre su pecho, atravesando su cuerpo sin piedad. Ambas sentimos confusión, paralizadas por lo atónita que estábamos no podíamos asimilar lo acontecido, cuestionándonos por qué Obi se metió en mi camino.
Lilith simplemente escapó con una amarga mirada; aun si ella resultó victoriosa, no pareció conforme con el resultado. Sin embargo yo…, levantando la mirada y encontrándome fijamente con su cara, vi una tímida pero aliviada sonrisa en su rostro…, y yo sin poder borrar esa aterrada mirada de mi moreteado rostro, manchado de sangre y lágrimas que escapaban sin contención, atestigüé el horripilante acto que cometía erróneamente.
Intenté de mil maneras disculparme con Obi, pero las palabras no me salían, agregando además el que había perdido las fuerzas para sacar la Shukketsu de su empalado pecho; sólo podía llorar a cantaros, maldiciendo mi destino y el arma que empuñaba aquella tarde que comenzaba a meterse en lluvia. Todavía y desconozco el por qué él se interpuso; no sé si fue porque su acción se debió a las habilidades mentales de Lilith o es que hubo otro factor que lo condujera a eso…, igual lo había herido de gravedad. Hasta ahora recupero aquel recuerdo en el que Lilith se llevó su Shukketsu (la espada de Obi), supongo que fue por mero trauma, pero su aliviada sonrisa inmortalizada en su rostro inerte se quedó para siempre en mi mente; como una pesadilla que me perseguiría hasta el fin de mis días…
Pudo ser efímera mi desconexión de la realidad en aquel instante, pero en mi cabeza se sigue alojando ese terrible momento. Fue un sueño corto, aunque una larga pesadilla que sigue agobiándome el alma cuando puede y cuando quiere, despertándome siempre y repentinamente; aquella tarde, mientras estuve sentada en aquella banca blanca, tampoco fue la excepción…, sin embargo percibí una curiosa y pulsante mirada que llenaba de nerviosismo e incomodidad, algo sumamente normal si consideramos que tales reacciones llaman la atención de cualquiera que esté a los alrededores, mas no fue como esperaba, llamando solamente la atención de aquellos grandes y hermosos ojos celestes que se fijaron en mí.
Desorientada y un poco confundida, me topaba con una niña entre los 12 y 13 años de edad, perceptible con sólo mirarla a su rostro de tercia y delicada piel caucásica de rojizos pómulos de muñeca, jovencita que despertaba un sentimiento afectivo demasiado cálido para la ocasión; su alargado cabello rubio lacio, casi blanquecino, sentaban con mayor firmeza lo que ya había imaginado al verla, además de detallar claramente su baja estatura…, la que no superaba los 1.50 metros…
Dada su apariencia casual, supuse que no habitaba como alguna indigente o algo que se le asemejara al mundo humano, además aparentaba haber llegado hasta allí de manera voluntaria. Carecía de algún descuido físico o nutricional, incluso su ropa se alejaba de ese estilo de vida, llevando un vestido casual sin mangas de color azul celeste y zapatillas blancas que enaltecía su tierna belleza; era muy hermosa, incluso para su edad, mirándome con curiosidad y sin incomodidad, ya que no pude apartar la mirada de ella…, seguí estupefacta ante su belleza y, curiosamente, fue ella quien decidió entablar conversación conmigo.
— ¿Te sientes bien? —me preguntó con tanta familiaridad e inocencia. Me ruborizó su tierna vocecita… ¡Aww! ¡Que linda!— Hace rato te observaba, y me causó curiosidad que te encontraras tan sola e indefensa.
— ¿…? ¿Ah, sí…? P-Pues yo… Yo estoy bien. Gracias —al principio me sentí avergonzada, pero pude sonreírle serenamente al responderle su inquietud— ¿Cómo te llamas, pequeña? —agregué sonrientemente con una simple pregunta.
— Caillech. Ese es mi nombre, y el tuyo… ¿Cuál es? —Me asombraba verla hablar con tanta seguridad, pero en su momento me sonó su nombre; era como si lo hubiese oído en alguna parte— No es justo que te haya dicho el mío y tú no me respondas aún… —agregó haciendo un gesto de puchero. Se veía tan linda poniendo esa carita.
— Je, je… Perdóname, Caillech —dije riéndome tímidamente, para luego expresarme de forma casual, sólo para que no se sintiera intimidada por mí— Tienes razón, eso ha sido una falta de respeto hacia ti, pero es que me parece peculiar tu nombre.
— ¿Ah? Eso es porque dicen que mi nombre procede del “Hada del Invierno” —respondió con toda seguridad y determinación inocente. Cada segundo que compartía con ella le tomaba más afecto.
— ¿…? ¿Hada del Invierno? —Comenté un poco sorprendida a sus palabras, lo que me causó gracia hasta reírme por eso, claro que no al punto de que se sintiera ofendida— ¡Ja, ja, ja, ja…! ¿Qué cosas dices, Caillech? ¡Je, je, je…! —Y agregué sonriendo muy contenta— Pero ¿Sabes una cosita? Tu nombre me parece muy bonito, Caillech… ¿Hmm? Ahora que lo pienso…, no eres de por aquí ¿Cierto?
Me atreví a preguntarle eso precisamente, puesto que ella no estaba hablando el lenguaje nativo de la región, siendo innecesario seguir manteniendo activo el Exponentia que me permitía entender la diversidad de lenguas del mundo humano; eso, en parte, me perturbaba un poco…
— No, “señorita que no me ha dicho su nombre”. Que grosera eres “señorita que no me ha dicho su nombre” —atrevida la jovencita, pero tenía razón…
— ¡Perdón, perdón! Me llamo Oana… —dije muy avergonzada mientras mantuve mi sonrisa serena— Ese es mi nombre…, Oana…
— ¿Oana? ¿Hmm? A-A mí también me parece muy bonito tu nombre, Oana —verla avergonzada terminaba de flechar mi corazón. Nunca antes me había sentido tan feliz— C-Creo que tú tampoco eres de por aquí ¿Verdad?
— ¿Eh…? Je, je… Acertaste, pequeña… ¿…?
Por alguna razón se quedó en silencio, y con meramente detallar lo que sucedía a nuestro alrededor, entendí el porqué de su repentino silencio. Había algunos niños jugando con una pelota que, por casualidad, llegaba hacia Caillech; al verla como intentaba relacionarse con aquellos niños, mi intuición me decía que se encontraba sola…, al igual que yo; tal vez…, creo que podía asegurarlo… por el simple hecho de estar sumergida en mi propia soledad, lo que me identificaba plenamente con ella… La llamé por su nombre, y ella atendió a mi llamado con tal inocencia, que llegué a titubear en lo que le preguntaría después…, pero aun así me atreví a hacerlo.
— ¿C-Caillech…, tienes algún pariente cercano, o algo parecido…? O es que… ¿Estás sola? —Su silencio respondía a mi inquietud, pero tras ese tardío momento de silencio, ella respondería con melancolía…
— Acaso… ¿Se nota demasiado, Oana?
Su respuesta me partió el corazón; su soledad sobrepasaba con creces mi estado emocional, aun si no había punto comparativo entre vivir solo y el trauma de haberle arrebatado, con tus propias manos, la vida a tu mayor ser querido. No tenía tan claro el por qué deseaba acogerla como a una hermanita menor, intentaba convencerme que lo que hacía no era para llenar ese vacío en mi pecho, no obstante me empezó a contar repentinamente su pasado…
— No recuerdo mucho de mis primeros años de vida, pero sé que tuve a alguien por el que dar y recibir cariño. Esa persona confiaba ciegamente en mí y yo en ella; éramos inseparables, manteníamos un lazo inquebrantable…, hasta aquel día… —expresó Caillech por el momento y con la misma actitud melancólica.
— ¿…? ¿A qué día te refieres? —pregunté curiosamente seria, sintiendo cierta compasión por ella.
— El día… en que… me culpó por su pérdida… —respondió Caillech— Ella amaba a alguien más, y lo amaba por encima de mí… La verdad ni la culpo por eso, hasta lo creo comprensible si me pongo a pensar… Al fin y al cabo, jamás me perdonará hasta que se perdone a sí misma —agregó ella sonriendo serenamente, manteniendo en su mirada aquella tristeza expuesta en sus palabras; sin embargo, sintiéndome indignada, le respondí…
— Entonces en realidad no tenía ninguna pizca de afecto hacia ti, Caillech… —y mi respuesta la desconcertó levemente— Es una maldita escoria que… ¿…? ¡Tsk! Perdona mi lenguaje…, pero me siento tan indignada que… ¡Argh!
— No te preocupes, Oana… —comentó con serenidad y melancolía— Esa persona nunca me lo hizo saber con palabras, pero con sólo sentir su corazón fue suficiente para saber a quién estaba culpando. Pueda que no me haya perdonado, pero yo aún sigo confiando en ella.
Escuchar cada palabra de Caillech me sorprendía, sobre todo el cómo manejó sus emociones. Fue obvio que cada palabra en su relato delataba su tristeza, mas no resentimiento hacia aquella que la abandonó; nunca la vi llorar, y cualquiera en su lugar lo habría hecho, creyendo que contenía sus lágrimas meramente por mostrarse fuerte y capaz, y nuestro encuentro habría durado más tiempo de no ser porque un inesperado soplido del viento me hizo cerrar los ojos…, y para cuando los volví a abrir… ya se había marchado.
Esa noche decidí pasarla en Novosibirsk; no era muy común hacerlo, ya que partía antes del atardecer, refugiándome técnicamente a la intemperie del frío siberiano. Me alojé en una pequeña posada, y mientras reposaba acostada boca abajo en el suave colchón de aquella rustica cama… no dejaba de pensar en Caillech. Viendo que me era imposible conciliar el sueño, preocupada toda la noche por esa pequeña jovencita de cabellos casi blanquecinos, decidí salir a escondidas en su búsqueda.
No fue problema alguno recorrer la ciudad con mis habilidades, saltando entre edificaciones que cubrían las posibles zonas en las que podía hallarla, siendo el último lugar en visitar el parque donde nos conocimos ese mismo día. Al principio consideré marcharme y buscar en otros lugares, sin embargo algo me dijo que me mantuviera allí, y mi intuición no me falló.
— ¿…? ¿Caillech…? Que gran alivio… Te estuve buscando…
Me puse tan feliz por haberla encontrado en medio de tan helada noche solitaria, no obstante verla tan inmutable disipó mi alegría en segundos, como si no le agradara rencontrarse conmigo, inclusive quedó demostrado cuando inesperadamente me interrumpió bajo una tosca y despectiva actitud…
— ¿Por qué me buscas, Oana?
— ¿…? P-Porque estoy preocupada por ti —le respondí a Caillech casi nerviosa, y ella me respondió igual de tosca.
— ¿…? ¿Solamente por eso…?
— ¡…! No… No es sólo por eso…
En el momento en que extendí mi mano derecha, mi Shukketsu apareció sobre mi palma; una espada enfundada que se mantenía cubierta por manchas rojizas, manchas cuya tonalidad evidenciaba la corrosión por la que mi Shukketsu estaba pasando por esa vez, y que no dejaban que apreciara su bello tono blanco y azul. Se la enseñé a Caillech sin temor alguno, y quizás habría la necesidad de explicarle que significaba enseñarle mi arma de ‘Slayer’, pero una parte de mí sabía que ella lo entendería; arrodillándome, coloqué la enfundada espada sobre el suelo, manteniéndome ahí de rodillas y sin siquiera dejar de tocar la corroída Shukketsu con mis dedos.
— Quiero decirte que… (Suspiro) nunca fue tu culpa, Caillech… —expresaba seria y un poco afligida— No lo había notado antes… hasta que desapareciste. Al principio te creí parte de mi imaginación, tal vez provocado por la sofocación y la deshidratación, pero me bastó con conversar contigo para darme cuenta de que eras alguien más que una simple representación imaginaria.
— N-No tengo idea de qué me hablas, Oana… —y Caillech, en respuesta, se expresaba con cierta vergüenza— ¿Qué te hace dudar de mi existencia…?
— Es que… me recuerdas a mi yo del pasado…, la que tenía 8 años… Aquella joven yo que por primera vez empuñó esta espada (acaricia la corroída Shukketsu) —empecé a sonreír conforme hablaba con Caillech— Además…, nunca dije que dudé de tu existencia; fueses producto de mi imaginación o no, siempre y cuando te presentes ante mí, igual te consideraré real sin importar la apariencia que tomes (sigue acariciando la Shukketsu)… Caillech, te pido que me perdones…
— ¿Qué te perdone? ¿De qué…? —ella preguntó casi inmutable, pero recibió mi respuesta casi inmediatamente.
— Por considerarte la fuente de mis desgracias; aunque, si deseo tu perdón, debo empezar a dejar de culparme a mí misma, perdonándome como quizás hubiese hecho mi hermanito… —mencioné decididamente, aun si mis palabras sonaron tristes, para luego decir mentalmente con alivio— ¿Verdad que sí…, Obi…?
Si contaba con la presencia de Caillech en este mundo, el poder ver a Obi detrás de ella, tal como lo recordaba, ya no me era extraño; hasta ahí me convencí del misterioso poder de las Shukketsus. Estaba ahí presente con su uniforme negro de ‘Slayer’, enseñándome su serena sonrisa y asintiéndome complacidamente, dándome la razón sin siquiera decírmelo verbalmente; Caillech, por su parte, se me acercaba lentamente, pero conforme se acercaba más y más ella aceleraba su paso, hasta que corrió hacia mí y se abalanzó brindándome un fuerte abrazo, un cálido gesto de cariño difícil de no responder, y nada me costaba con ser reciproca con su gesto, lo que en un principio deseaba recibir por parte de ella.
— Estoy orgulloso de ti, mi hermanita querida… —dijo la proyección de Obi, sonriendo alegremente mientras su presencia se disipaba como polvo de luz— Agradezco el que le hayas confiado mi Shukketsu a alguien de corazón puro como Vania…, y también me alegro el que cumplieras con tu objetivo… —y Obi se desvaneció aquella noche.
— Oana…, gracias por aceptarme nuevamente en tu vida… —Caillech, sin dejar de abrazarme, expresó cariñosamente— A partir de esta noche haré lo posible para brindarte todo el apoyo que necesites en este duro camino.
— ¡…! Te lo agradezco mucho, lady Caillech von Feen…
Su presencia en este mundo desaparecía conforme la corrosión de mi Shukketsu se desvanecía, recuperando su aspecto original hasta obtenerla de vuelta completamente, siendo de manera instantánea el momento en que Caillech abandonaba ese mundo terrenal. Mis lágrimas, después de tantos años, brotaron de felicidad…, y no habiendo más motivos para estar arrodillada, me coloqué de pie…; no obstante, en el momento en que me levanté, una misteriosa y fémina silueta hizo acto de presencia, aquella que lucía una ondeante gabardina negra con alas estampadas en la parte frontal de su oscura prenda gótica.
Al principio no la reconocí, manteniendo la distancia con aquella joven de 1.61 de estatura y tez caucásica, sin embargo conforme se acercaba lentamente vi quien era realmente, agregando además de reconocer aquella Shukketsu enfundada que mantenía detrás de su cintura…; sorprendida, simplemente exclamé confundida su nombre: “¿Vania?”…
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