La Daga del Emperador de Plata - Volumen II - 08
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- 08 - Protege a la ninfa, parte III: los que superan a los mortales
Fue hace 10 años atrás, un 15 de Octubre de una lluviosa noche en donde tuve mi primera misión, liderando a un grupo de jóvenes agentes igual de rebeldes que yo, fue ese día la primera vez que vestía una gabardina roja, el uniforme que me vinculaba oficialmente con la agencia. Ahora, luego de casi 10 años, sigo portando con orgullo esa prenda, y en mis manos reside una gran responsabilidad: defender a los seres humanos; y si eso significaba utilizar lo que he estado manteniendo en secreto de mis antiguos compañeros, entonces no me importaba sumergirme en las sombras, y ser la única luz en medio de toda esa vasta oscuridad…
Alrededores de la ‘Equestrian Statue of Charles I’. Londres, Inglaterra.
2:15 pm, hora local…
Perspectiva de Heinz: había encontrado a mi objetivo y la determinación suficiente para enfrentarme a alguien que fue capaz de convertir en chatarra a un vehículo de gran tamaño; me restaba ajustar solamente mis guantes tácticos, cuyo estilo me parece un tanto incomodo al dejar los dedos al desnudo, pero que igual me encantaba. Aquel individuo, el único que permaneció en el lugar de los hechos, le pareció curiosa mi presencia, atrayendo su mirada y evidente atención cuando giró su cabeza hacia donde yo me posicionaba, mientras lentamente acortaba nuestra distancia con pasos tranquilos, viéndolo ahí silente e inmutable…
— Por favor, cumple con lo que te pedí… Te lo encargo, mi gran amigo… —expresé por el intercomunicador, dirigiéndome solamente a Myghal, a quien después le oí responderme muy serenamente.
— ¡Espera un momento…! —Se le oyó a Myghal expresarse con exigencia, segundos antes de adoptar su serena actitud. Fue evidente que se dirigió verbalmente a alguien más— Heinz, tengo que cortar la comunicación. Acabo de hallar a mi objetivo… Hablamos luego ¡Bye, bye!
— (Suspiro) De acuerdo… Cuento contigo, Myghal —comenté para mí mismo una vez la comunicación con Myghal cesó— Bien ¿Qué tenemos aquí?
Estaba totalmente preparado para enfrentarme a tan poderoso ser, aquel que suponiendo que se mostraba inquieto y más curioso que antes al verlo ladear confusamente su cabeza de un lado a otro; me mantenía firme y completamente serio, sin embargo arremetió de forma repentina en mi contra una vez abandonó el extraño ladeo de su cabeza…, recortando los 11 metros que nos separaban; no obstante, sin que ese lo esperase, tomándolo desprevenidamente hundí mi puño sobre su enmascarado rostro, un potente derechazo en descenso que si acaso agrietó su máscara, pero que igual lograba repelerlo así sea escasos metros, arrojándolo contra el suelo pavimentado. No suelo alardear de mi fuerza física, sin embargo mi único ataque bastó para dejarlo inmóvil algunos segundos, hundido en ese cráter de sólo 6 centímetros de profundidad pero con 2 metros de diámetro, eso para mí fue suficiente, dándome cuenta de cuantos inconvenientes podría otorgarme uno de ellos.
— Puedo dar más que esto ¿Sabías? —le presumí muy serio, creyendo que mis palabras contenían esa clase de humildad y honorabilidad entre combatientes, pero otra parte de mí no reconocía su humanidad— Dada tu capacidad, creo que pudiste haberlo evitado… ¿Me estás subestimando? —y fueron ese tipo de palabras lo que le dio una chance para atacarme…
Enfrascado en mantener mi bocaza abierta, me descuidé sólo un poco para recibir de lleno ese puñetazo izquierdo que se hundía sobre mi mejilla derecha, golpe rápidamente perpetrado una vez se puso en pie y, al parecer, tras haber girado por completo su cuerpo sobre su propio eje; aun así, a pesar de lo poderoso que fue su puño, de nuevo alardeé de lo relativamente débil que se sintió, manteniéndome inmutable ante su inesperado ataque…
— Buen golpe —comenté sonriendo— Eso me dolió…
Comenzaba a emocionarme, teniendo muy en claro que enfrentaba a tan misterioso individuo sólo para salvar a las personas afectadas, pero eso no me detuvo de sentirme complacido por la forma de actuar del que respondía a mi ataque. Era un blanco fácil cuando se aferraba en mantener su puño sobre mi mejilla, así que propinarle varios golpes que conectaban de forma asertiva sobre todo su cuerpo fue toda una ganga aprovechada; entonces, teniéndolo tan de cerca, bastaron 7 certeros golpes que conecté en cuestión de segundos, y cada puño perpetrado con cada una de mis manos contenían la fuerza suficiente como para sentir que quebraba sus huesos, suponiendo incluso que pude haber provocado severos daños en algunos órganos internos.
Me moví tan pero tan rápido, que mi última posición (brazo derecho extendido y paso adelantado con pie derecho, además de piernas flexionadas) evidenció el golpe que repulsaba a tan misterioso ser, y su cuerpo, por mera inercia, reaccionaba retrasadamente a los otros 6 golpes que lancé con anterioridad, viendo como si ráfagas de aire chocaran violentamente contra su cuerpo. Su abdomen, mejilla izquierda, parte abdominal derecha (por las costillas falsas), mentón, mejilla derecha, costado izquierdo de su cabeza (a la altura de la oreja) y su pecho (donde se ubica el esternón), las partes en que, respectivamente, sufrió su cuerpo con mi brutal ofensiva hasta salir repulsado varios metros que pudieron ser más de no ser porque chocó con algunos automóviles abandonados en el lugar, automotores que salieron volando por los aires efímeramente, dejándolo allí entre el metal casi retorcido y con múltiples fracturas evidentes…
— ¿Capitán…? —Damien casi me distrajo. No esperaba su contacto con tan pocos minutos de iniciada la misión— ¿Capitán, puede responderme?
— ¿Damien…, qué pasa? —pregunté con seriedad.
— Quiero advertirle que iré para allá… —me hablaba Damien por medio del intercomunicador— Casualmente al que estaba enfrentando chocará contra el suelo en algunos instantes…
Y aquella advertencia se cumplía, siendo testigo de la brutal fuerza con la que Damien von Ewig cuenta al ver como el objetivo que él encaraba, en ese momento, caía de quien sabe dónde y desde que altura, provocando un camino zanjado de alrededor de 8 a 9 metros, con un ancho aproximado de 50 centímetros y una profundidad casi cercana a los 65 centímetros que vagamente calculé. Damien, al parecer, se había excedido con su oponente al verlo explícitamente como carecía de su brazo izquierdo, dándome cuenta cuando ese se colocó de pie de manera tambaleante, reponiéndose como si nada después de tan brutal caída; supuse que la pérdida abundante de sangre, la que desbordaba impiadosa, causaba tales erráticos movimientos, pero no había tiempo para análisis, y Damien con su rápida llegada apoyaba mi forma de pensar, encontrándolo con su uniforme manchado de sangre, posiblemente, de su oponente.
— Estos sujetos son más resistentes de lo que imaginábamos, capitán… —expresó Damien con inconformidad. Tal parecía que él había logrado averiguar algo que yo no sabía por el momento— Alguien con una herida así de fea, sea incluso un Mystic de clase B, no se levantaría como si nada, capitán…
— De igual forma te veo decepcionado, Damien —le comenté al verlo de reojo, sonriendo tenuemente a pesar de la situación— Cuando lo vi aplastar ese camión, creí que serían un mayor problema.
— Y no se equivoca. En serio llegué a creer que serían mayores obstáculos para nosotros —a Damien de vez en cuando se le escapaban algunos comentarios soberbios— Pero no tenemos tiempo para quejarnos. Me pregunto cómo le estará yendo a Amarïe…
— Más satisfecha que a ti… No sé por qué te desilusiona el poder acabar fácilmente contra estos individuos misteriosos —expresó Amarïe por medio del intercomunicador— Si mis cálculos son correctos, podré matar dos pájaros de un tiro… o ¿De un arpón sería lo mejor…?
Fueron grandes palabras las que mencionó Amarïe, difíciles de creer con una simple afirmación imbuida de arrogancia nunca antes vista en ella; sin embargo, al ser testigo en primera fila, me di cuenta de la validez de sus palabras. El desmembrado individuo de máscara de arlequín perdía la oportunidad de continuar en el combate, siendo atravesado en el pecho por lo que se asemejaba a una jabalina hecha de energía pura de tonalidad purpura, aquella que superaba el metro 80 de largo y que, curiosamente, cargaba consigo el cuerpo ensangrentado del tercer individuo enmascarado (el que Amarïe enfrentaba).
La alargada jabalina de pura energía se incrustaba en el suelo tras recorrer menos de 2 metros y medio de distancia, empalando a ambos sujetos en el acto; entonces, al presenciar tal empalamiento, era que Amarïe llegaba sosteniendo con su mano izquierda un arco de caza de gran tamaño, hecho de energía pura azulada…
— Por otro lado, te mentiría si digo que no me siento decepcionada por eliminarlos muy fácil, Damien —comentó Amarïe seriamente desilusionada, agregando casi desapercibida una actitud conformista— Reconozco que me siento un tanto decepcionada, puesto que pese a las circunstancias en las que decidieron actuar, creí que serían más fuertes.
— ¡Pfft! ¡JA, JA, JA, JA! —Pero Damien no pudo contener su carcajada, comentando con burla— ¡Y lo dice la elfo que jamás usa arco y flecha!
— ¡Jah! Pueda que no tenga tu corpulencia tan varonil y lomo de plata, además de ese apestoso aroma de macho que te inunda… —y Amarïe no se quedaba atrás al responderle sarcásticamente— pero recuerda que te supero en muchos aspectos, mi “querido lobito”.
— ¿Y eso qué? —Contestaba Damien levemente irritado. Parecía un niño envidioso que presumía de sus juguetes— Yo no necesito estar recitando hechizos para combatir…
Ay, Damien (sonando avergonzado), tus palabras casi te llevaron a tu perdición; tan atrevido fuiste y sometido estuviste por unos segundos, y sin que Amarïe hiciera un movimiento que Damien pudiera haberse dado cuenta, atándote con cadenas metálicas que surgieron rápidamente del suelo pavimentado, rodeando tu cuello como una fiel mascotica.
— ¿¡…!? ¿¡Qué demo…!? —Dijo Damien sorprendido y confundido— ¿¡Cuándo fue que…!?
— Me encanta que ignores a veces que domino las artes alquímicas, mi “querido lobito”… —expresó Amarïe sonriendo malhumoradamente— Trasmutar no requiere de recitaciones como los Exponentias que componen las artes mágicas oscuras, mas no estamos en la situación ideal para tener que someterte ¿Cierto, capitán? —y así como ella lo dijo así lo cumplió, liberando a Damien en un parpadeo.
— ¡Grrr! ¡Eres una…! —objetaba Damien, desbordando casi de rabia.
— Je, je… Quizás puedas hacerlo en otra ocasión… —bromear de vez en cuando liberaba las tensiones, aun si Damien tuviera que convertirse en el conejillo de indias de Amarïe— pero es cierto; estamos en una situación bastante se… ¿¡…!?
Cuando los vi discutir de tal forma, simplemente me transportaron a aquellos tiempos en donde lidiaba con los dos primeros agentes bajo mi tutela, 9 reconfortantes años atrás que no parecen ser tan lejanos; lástima que recordarlo en ese instante no fue igual de maravilloso cuando la raíz del caos en Londres seguía latente. Aquel misterioso ser técnicamente apaleado por mi parte se repuso como si nada, y al igual que yo, Amarïe y Damien vieron como algunas extremidades que con certeza había fracturado se recompusieron por sí solas…
— ¿¡Qué mie…!? —Susurré con ligera angustia y confusión. Verlo restablecerse sin problema alguno me asombró— Estoy seguro de que mis golpes causaron fracturas en ciertas partes de su cuerpo…
Para colmo Amarïe Belrose y Damien von Ewig reaccionaron de igual manera que yo, y no sólo por aquel que escapó del retorcido metal del automóvil, sino de aquellos que fueron empalados hasta considerarse abatidos. Fue como presenciar un filme de horror, en el que por más que hieras al monstruoso antagonista, este siempre se levantará para acecharte hasta acabar con tu vida; y ¿Por qué hacer tal comparación? Les aseguro que si hubiesen visto como ambos sujetos, considerados muertos, recuperaban la consciencia como si despertaran de una pequeña siesta, entonces se sentirían peor de aterrados que nosotros (eso incluye a Amarïe y a Damien).
El que Amarïe logró empalar con su jabalina de energía se apoyó de los muslos de quien yacía a su espalda, quien tras recobrar el sentido hizo lo posible para afirmar sus pies sobre el suelo con tal de asistir a quien intentaba escapar del empalamiento. Con sus manos firmemente arraigadas en la alargada jabalina púrpura, ese se impulsaba lentamente con tal de alejarse del desmembrado enmascarado encarado por Damien, y cuando entre ellos se distanciaron escasos 15 centímetros, fue el individuo de atrás el que aferró su única mano disponible sobre la jabalina de energía pura, desprendiendo una poderosa y gentil aura de energía blanca que terminó quebrando aquel objeto que los aprisionaba, liberándose del doloroso empalamiento…
— ¿Si-Si-Siguen vivos…? —titubeó Amarïe asombrada y llena de nervios.
— ¡¡Tch!! ¡¡No me jodas!! —Damien replicó más que indignado, pretendiendo ocultar su angustia— ¿¡Son Mystics Zero de clase B…!?
— No… Son más que eso… —y yo expresé serio y preocupado— Podrán tener las fortalezas de uno de clase B, pero esas habilidades son de un Mystic más poderoso.
— ¿…? ¿Podrá ser que pertenecen a una de las razas principales de los “7 Clanes Imperiales”? —Preguntó Amarïe con mucha intriga— Si es así…, entonces… es posible que sean…
No contábamos con el suficiente tiempo para analizar a qué raza de Mystics pertenecían aquellos a quienes nos enfrentábamos en ese entonces; era imperativo el ignorarlo en su momento cuando aquel desmembrado ser recuperaba su brazo por obra y gracia de esa misma aura de energía blanquecina, regenerándose por completo una vez sacaba la jabalina materializada por simple Maná puro de Amarïe, desintegrándola al contacto, y sin inconvenientes, con su mano desnuda…
Perspectiva de Myghal: confiaba con que fuese mayormente alentadora la situación que Heinz encaraba en el centro de Londres, porque para mí y aquellos que me acompañaban, y a quienes debía custodiar, no era tan alentador cuando alguien que desprendía una perturbadora y siniestra inocencia se presentaba en el ‘Kensington Palace’ sin algún motivo de peso. Lo curioso del caso… fue que Squamae no tenía idea de quien era esa chica de abrumadora cantidad de Maná; verlo temblar casi desapercibidamente fue lo que me hizo pensar en que ambos no estaban vinculados, ni siquiera de manera indirecta, aun si ella mencionó su nombre de pila, confundiéndonos a todos en algunos instantes.
— ¿…? ¿A-Ancilla? E-Ese parece un nombre dado por quien integre ‘Tanken’. A-A nosotros los Krieger se nos confirió unos semejantes al tuyo —Expresó Squamae con clara confusión y sorpresa. Se le notó lo nervioso que estaba— ¿Q-Quién eres? ¿C-Cómo es que sabes mi nombre real…?
— ¿…? ¡Humm! Así que mis suposiciones no estaban erradas después de todo ¿Cierto? —Pensaba muy calmadamente, contraste a la angustia que sentía y que bien disimulaba— Aun así… puedo sentir una fuerza tremenda viniendo de su interior (no quita la mirada de Ancilla), casi igual de poderosa y tan asfixiante como el de un miembro del clan “Daitenshi”… ¿Qué es ella…? —y fue entonces que Ancilla respondía a la inquietud de Squamae…
— ¿Hmmm? No lo sé… Ahora que lo pienso…, yo tampoco te conozco… —respondió ella de manera dudosa, colocando el dedo índice de su mano derecha entre el labio inferior de su boca y su mentón— Igual, papá y hermanita mayor me confiaron a Katze (la criatura de pelaje negro similar a un lince) y él me trasportó hasta aquí, bueno casi… —y Ancilla agregaba con inocencia y con esa actitud casi infantil que provocaba desconfianza— Cuando aparecí cerca de un edificio destruido, vi a dos chicos que se escondían…
— ¿…? ¡A-Ancilla, dime…! ¡Dime cómo eran esos chicos…! —exclamó Squamae desesperado; se le notó cuan angustioso estaba por el estado de esos dos que Ancilla mencionó— ¡Dímelo por favor! ¡Te lo suplico!
— ¿Hmmm? Pues… uno de ellos tenía una marca en forma de… ¿Cómo es que se llama esa letra…? Haber, haber… ¡Ay! No importa…, pero estaba en su mejilla —y ella respondió tocándose la mejilla derecha, señalando la posición de aquella cicatriz.
— Praedo… —fue lo que me pareció escuchar de Squamae; casi no le entendí al susurrar con cierto alivio; igual, continuó sus angustiosas inquietudes— ¿Quién era la otra persona…? ¿Era una chica de cabello negro y bastante largo…?
— ¡Nop…! Era rubia…, como ella… —respondió inocentemente al señalar a Yuna. Imaginé que se refirió a Serenity Meadows, y creo que no estuve equivocado ante la reacción de Yuna— Ellos reconocieron a Katze, y Katze a ellos… Luego usaron a Katze para escapar y me dejaron ahí…, hasta que unas personas extrañas llegaron ahí y comenzaron a dispararme haciendo ¡Paw, paw, paw…! —y agregó sonriente, imitando con su mano derecha las armas de fuego que relataba; debió ser cuando enfrentó al 7mo escuadrón balístico de K’— Luego recordé lo que me dijo papá y hermanita mayor sobre jugar con las personas que llevaran ropa con el dibujo de unas alas…, así como las que ellos tienen (mira a Vania y a Myghal). Esas personas, todas las llevaban… —decía alegremente. Eso comenzaba a irritarme— pero ninguno soportó el juego, ya que cuando los tocaba se convertían en trozos de carne…
Pudo sonar muy inocente la manera en que contó su historia, pero el contenido de la misma fue todo lo contrario…, un relato tan perturbador que erizaba de temor hasta al mismo Squamae, quien se suponía era su camarada. Tuve que actuar con cautela; no tenía el conocimiento suficiente para encararla sin cuidado, estaba preocupado por la seguridad de quienes me rodeaban, sobre todo de Yuna Gardner y de la nereida, Nesea; aun así, tomándonos desprevenidamente con su repentina y veloz arremetida en contra de Vania, extendí la barrera que creé para proteger el objetivo principal de Squamae, lográndolo oportunamente cuando declaró a viva voz que iría por mi aprendiz, mencionando muy emocionada y literalmente: “¡Tú pareces muy entretenida…! ¡Iré por ti primero…!”.
Una de las peculiaridades que tenía la barrera que había creado, era que podía decidir quién entraba y quien no; de igual forma la barrera era impenetrable ya fuese por dentro o por fuera, y mi plan era encerrar a Ancilla en ella para proteger a Vania, aun si eso significaba que Squamae entrara también, pero lo consideraba el menor de mis problemas. Sin embargo nunca lo esperé de ella, demostrándome cuan poderosa y peligrosa era por sí sola, y lo más temible de sus acciones fue el percatarse de la extensión de esa barrera creada por mí, bastándole con lanzar su puño derecho hacia la misma, impactándola con el dorso de su mano manchada de sangre, resonando esa campanada característica que culminaba destruyéndola como un simple domo de vidrio; todos, y cada uno de nosotros, atestiguando la caída de miles de fragmentos de energía cristalizada que ignoró al enfocarse en su macabro juego.
Presenciar la magnitud de su fuerza sólo originaba una mayor estupefacción y temor en todos los presentes; y Vania, que prácticamente fue su objetivo de diversión ocasional, optó por defenderse con su Shukketsu, interponiendo la hoja de su espada para protegerse de la rápida ofensiva que Ancilla lanzó en su contra, puñetazo derecho que ni contacto tuvo que hacer para repulsar a Vania, generando una fuerza ondeante, e imperceptible también, que lastimó a la que recién tomé de discípula una vez quedaba incrustada en un muro adyacente a tan sólo 20 metros, viéndola regurgitar un poco de sangre que delató cuanto sufrió por tal ataque cinético, y fue la manera de atacar de Ancilla lo que me dio algunos indicios de a qué nos enfrentábamos en ese instante. Tardé en actuar en represalia al ataque sufrido por mi preciada y bella aprendiz, pero no fue porque fui lento, sino que atestiguar el repentino actuar de Yuna Gardner nos tomó por sorpresa; y yo, quien la vio en primera fila, me desconcertó verla empuñar una espada de resplandor escarlata y curveada forma con la que perpetró su ataque de largo alcance, cuestionándome de dónde la había sacado, aunque esa inquietud fuese opacada por la ofensiva ráfaga oscura que le lanzó de un tajo a Ancilla sin cuartel, ataque destructivo que dejaba atrás un camino zanjado y que claramente dirigía hacia la peligrosa e “inocente” chica de cabello grisáceo.
Yuna en verdad me demostró con ese ataque lo poderosa que es y lo que podía llegar a ser en un futuro, pero poco o nada le importó a Ancilla cuando detuvo su ataque de manera sencilla, ráfaga oscura que fue disipada sin ningún problema aparente, sorprendiéndonos otra vez a todos mientras Yuna Gardner caía arrodillada de lo agotada que la dejó su movimiento; no obstante no todo fue desesperanzador cuando lograba lisiar a Ancilla, puesto que el brazo derecho quedaba técnicamente inútil ante la gravedad de las horribles heridas que expusieron levemente el hueso y algunos tejidos internos, consecuencias por haber usado solamente su mano para detener tan potente ofensiva, la que logró desgarrar casi la mitad de la manga; entonces… fue ahí cuando me convencí de a quién nos estábamos enfrentando…
— ¿…? ¿Ah…? ¿Qué pasó…? ¿Por qué se siente tan…? —Ancilla detallaba su brazo de forma confusa; su mirada nos decía como si nunca hubiese experimentado el dolor— No sé qué le pasa a mi brazo derecho, pero me cuesta moverlo… ¿Hmm? ¿Esto es sangre? —Y ese tipo de inquietudes afianzaron lo que supuse cuando analizaba su extremidad malherida, aquella que goteaba sangre sin parar— ¡Eeww! Se ve horrible… y arde mucho… ¿Qué fue lo que me hiciste? (mira a Yuna) ¿Por qué mi brazo está así y siento este ardor tan feo?
— Eso se llama dolor, Ancilla…
Nunca me notó a tiempo, aun si le explicaba cual tipo de sensaciones experimentaba con esa terrible herida, así que aproveché ese momento de confusión para abordarla con una ofensiva que ella misma había utilizado contra Vania, siendo que para poder repelerla lo más lejos posible tuve que acecharla casi a gachas, posicionando mi mano izquierda entre su pecho y su abdomen, entonces valiéndome de esa ondeante fuerza imperceptible la repulsé abruptamente sin destino fijo, desconociendo a dónde llegó a parar y cuán lejos fue a parar; Ancilla era, al estar completamente seguro, una especie de Mystic Zero de clase A…
Los seres humanos poseen una diversidad de religiones, sin embargo básicamente algunas de ellas comparten el mismo dios e incluso algunas de sus criaturas mitológicas; por ejemplo, según las religiones brahmánicas a menudo representan a los ángeles como seres celestiales benevolentes que actúan como intermediarios entre Dios y la humanidad. Surgieron directamente de Dios, mucho antes de la creación del ser humano. Son representados como varones y hembras, provistos de un par o varios pares de alas; aunque se consideran entidades espirituales, sin cuerpo material, siendo de naturaleza pura, y desprovistos de las tentaciones humanas. No obstante, la realidad es otra, pues los ángeles son la raza líder del clan “Daitenshi”, provistos de habilidades de sanación que implementan incluso para sí mismos, además cuentan con poderes psíquicos y el dominio de la magia elemental de “Luz”; sólo otro ángel, demonio o ser superior puede enfrentársele de tú a tú si se llegara a tener un enfrentamiento con estos Mystics, y aquella vez nos estábamos enfrentando a un “ángel” llamado Ancilla.
— ¿…? ¿M-Maestro…? —Vania parecía estar ilesa a pesar de algunos moretones en su cuerpo— Uhmm… E-Ella es muy pode… —intentó mencionar mientras se aquejaba del dolor, pero yo…
— Vania, llévate a Iori junto a Yuna y a la nereida —no tenía certeza de cuando regresaría Ancilla, teniendo que interrumpirla al exponer esa seriedad que ocultaba mis preocupaciones— Sé cuan poderosa es, y si se quedan aquí no podré protegerlos de ella ni de Squamae… ¿…? ¿Dónde está Squamae?
Ancilla había tomado casi toda nuestra atención, descuidando a Squamae en esa ocasión; por fortuna, y al parecer, él había aprovechado el momento para huir, abandonando inclusive su misión de acabar con la vida de Nesea, sin embargo la tensión continuaba cuando desconocíamos en qué momento regresaría Ancilla, siendo mucho más rápido de lo que imaginé…
Antes de que Ancilla regresara, una cabeza decapitada intentó golpearme al ser lanzada desconociendo su procedencia exacta, mas no dudaba de quien lo había hecho; como sea, percibiendo de forma sorprendida aquella cabeza sin vida, la esquivé ladeando mi cuerpo de manera leve hacia mi derecha, simplemente para presenciar su estallido impiadoso que dejó sólo un charco de sangre, aquel que acompañó con trozos óseos y pequeños restos cerebrales esparcidos por doquier. Entonces, intentando asimilar tal sorpresiva ofensiva, casi descuidé al arribo repentino de Ancilla, quien aterrizando prácticamente en cuclillas, y dándome la espalda, la abordé de manera rápida con otra invisible fuerza invocada al extender y mantener muy arriba mi mano izquierda, ejerciendo una tremenda fuerza que la inmovilizaba sin piedad, tan poderosa que agrietaba el suelo pero que emocionaba a la misma chica de mortal inocencia.
— ¡Es esta su oportunidad, chicos! —Exclamé con preocupación y seriedad, pensando a la vez las posibles consecuencias de la presencia, en el mundo humano, de ese peligroso y joven ángel— ¡…! Está claro que Ancilla no controla su poder; ella no está limitada como cualquier otro ángel. Si sigue expulsando libremente su Maná, podría traer la atención de Mystics y de la misma Juuni Bumon; no será benéfico que los seres humanos se expongan a tanto poder mágico…
— ¡Sí…! ¡¡SÍ…!! ¡¡SIIIIÍ…!! ¡¡ME GUSTA ESTE JUEGO!! ¡¡JA, JA, JA, JA, JA…!! —Exclamó Ancilla placenteramente entre risas y carcajadas— ¡¡CONTIGO SÍ VALE LA PENA JUGAR…!!
Perspectiva de Yuna: ese tal fundador (Myghal) conocía exactamente el nivel de peligrosidad al que estábamos expuestos aquella vez; por lo menos yo no lo acepté en su momento al querer encararla valientemente, pero una vez más mis fuerzas me abandonaron tras ese tajo oscuro que invoqué. Dudaba de la humanidad del fundador; no conocía hasta ese momento a un ser humano igual de poderoso, y verlo extender su brazo derecho y señalar con los dedos, medio e índice, de su mano hacia abajo para luego apuntarlos hacia arriba, nos demostraba cuan inalcanzable era en ese instante, invocando un círculo dorado lleno de patrones circulares que la adornaron mientras se extendía por todo el Kensington Palace; no sabía el por qué lo hizo, pero sea la razón…, él y a su enemiga los dejó aparentemente “fuera” de nuestra realidad.
Si intentara explicarlo, no podría describirlo sencillamente, sólo podía afirmar que era casi igual como si estuviese dentro de aquel plano existencial, el que es usado solamente para luchar contra los Mystics, siendo que todos podíamos verlo en tiempo real; era como si Ancilla y el fundador se hubiesen transformado en meros fantasmas, intangibles a simple vista para aquellos que se limitaron sólo a ver su batalla, sin embargo supe que no fue así cuando vi que la tal Ancilla se rebeló ante la fuerza invisible que el fundador ejercía sobre ella, liberándose sin más para enterrar su diestro puño sobre el rostro atónito de él, golpe que terminaba repulsándolo hacia donde Vania se hallaba reposando en el suelo, además de provocarle una hemorragia nasal producto de, quizás, por fracturarle el tabique; pero de nuevo me convencí cuando el fundador culminaba chocando contra el mismo muro donde Vania había impactado antes, siendo que ella resultaba completamente ilesa al ser atravesada justo como un ser espectral y/o intangible.
Ancilla no estaba dispuesta a cederle alguna oportunidad al tal fundador para defenderse, arremetiendo sin descanso cuando ya había logrado acertar un golpe, sin embargo él tampoco quiso otorgarle más chances para que Ancilla lo ofendiera físicamente, y aprovechándose de la repentina arremetida de ella, él acortó la distancia entre ambos y se inmiscuyó por la parte media del cuerpo de esa “inocente” chica como ya antes lo había hecho, entonces fue que perpetró su jugada. Vania, por otro lado, se mostraba ligeramente confundida, mas no le impidió realizar lo que antes su supuesto maestro le exigió, así que al desplazarse muy veloz pudo asistir a Iori y llevárselo consigo, mientras Nathalie (Yuna sin poder asimilar que el nombre real de ella es Nesea) invocó sin que me percatara extensos brazos acuosos, aquellas extremidades materializadas con pura agua del que ni supe cuándo y de dónde sacó, de igual manera tales extremidades líquidas sujetaron mi agotado y lastimado cuerpo, atrayéndome hacia donde ella se posicionaba junto a la todavía inconsciente y malherida amiga mía, Dorothy; una vez todos reunidos en un mismo punto, apreciamos de lejos la magnitud de aquel combate entre el tal fundador y la peligrosa Ancilla.
Cuando el fundador lograba acercársele a Ancilla, él arrojó su mano izquierda extendida, cuya palma desnuda alojaba una diminuta esfera de energía destellante no más grande que una canica, dirigiéndola hacia el desprotegido abdomen de ella, exactamente hacia el costado derecho que pareció estallar de forma inesperada cuando él, sin necesidad de hacer contacto, empuñó su mano izquierda repentinamente. Ancilla ni se lo esperó, al igual que la mayoría de nosotros (a excepción de Vania), atestiguando como sus órganos quedaban técnicamente expuestos, además de verla regurgitar de forma abrupta algo de sangre; si mi memoria no me fallaba con lo aprendido en la escuela, creo que en ese momento Ancilla había sufrido afectaciones en órganos como el hígado, el riñón derecho, y los intestinos delgado y grueso, pues sólo se vio un boquete bastante doloroso que parecía provocada por la mordedura letal, hambrienta e impiadosa de un tiburón salvaje, a diferencia de la inexistencia de dientes afilados que dejaran marca alguna.
— ¿…? ¿La d-derrotó…? —susurré atónita y confundida.
— Bien… —Susurraba Vania muy seria— Ese es el poder del “Seishin-ryoku” de mi maestro…
Su sangre se esparció por el césped, y Vania celebró modestamente su derrota, no obstante eso pareció efímero cuando la misma Ancilla, después de reaccionar atónita, sonreía mayormente emocionada aun si su sangre continuó recorriendo por su labio inferior.
— ¿Esto es el dolor? ¿¡Es esto lo que es sentir dolor!? ¡Lo odio! ¡Lo odio de verdad…! —exclamaba Ancilla muy alegre. Me hizo pensar que tenía algo de masoquista, viéndola excitarse por sólo eso— ¡¡Pero me encanta que seas tú quien me provoque esta horrible sensación!!
— ¿¡…!? ¿¡Qué rayos…!? —respondió seriamente confundido el fundador. Quería creer que reaccionaba así para no demostrarnos su angustia— Aun así (Eso lo susurró)… ¡Jugaré contigo tanto como pueda!
— ¡¡Exacto!! ¡¡Espero y seas igual de fuerte como al principio de nuestro juego!! —exclamó Ancilla mucho más emocionada que antes…
Se plasmó en nuestros ojos la estupefacción que sentimos cuando vimos como aquel mortal agujero se cerraba regenerando todo órgano afectado; el fundador se mostró más atónito al quizás considerar su ofensiva inútil, pero él nunca se dejó doblegar por la desesperación, conservando su determinación intacta aun en ese momento lleno de adversidad; entonces, sin tiempo para dudar o cuestionar sobre lo que presenciábamos, de repente desaparecieron sin dejar más que un rastro de destrucción en ese punto producto de una onda de choque que daba inicio, tal vez, de su verdadera batalla.
Era poco o nada lo que veíamos cuando sus movimientos superaban la velocidad que podíamos seguir, y sólo en ocasiones podíamos verlos en cuestión de segundos, pudiendo capturar efímeramente un leve intercambio de golpes que acertaban entre sí, pero donde siempre llevaba la peor parte el maestro de Vania, a quien no veía muy tranquila. La cara de angustia que ella enseñaba me recordaba lo que esa chica de letal inocencia mencionó antes de desaparecer junto al fundador, y de mi mente no paraba de merodear esa frase que Ancilla dijo con emoción; entonces fue nuestra conocida y apreciada súcubo quien comentó de nuevo lo extraño en esa contienda…
— ¿¡…!? E-Esto no puede estar p-pasando…, esto n-no puede estar pasando… —susurró Vania varias veces con suma preocupación; luego mencionó un tanto asustada— E-El maestro Myghal ha perdido velocidad…
— Igual no… es que podamos seguirles el ritmo a ellos…, Vania… —comentó Iori de forma repentina. Su respiración denotaba cuan débil se hallaba cuando no podía terminar una oración sin pausar— pero tienes… razón, V-Vania… ¡Coff, coff…! El señor Myghal era… más rápido que Ancilla hace tan… tan sólo unos minutos…
Me reusé a comentar, simplemente me limité a escuchar lo que Iori y Vania conversaban, reprimiendo mi agobiante actitud para con él. Yo tampoco podía apreciar con detalle el combate entre el fundador al que llamaban Myghal y Ancilla, sin embargo lo poco que podía ver en esos lapsos eran la severas heridas que ambos se provocaban conforme transcurría la contienda, percibiendo incluso como sus atuendos se deterioraban…, aun así… Ancilla siempre se recuperaba…, y su velocidad de regeneración ponía en desventaja al señor Myghal.
— Mi maestro necesita de la habilidad de sanación que transfirió hacia ti (mira a Iori), de lo contrario acabará asesinado por ella… ¡Sniff! —dijo Vania con voz entrecortada. Se lo notó lo asustada que se sentía, inclusive me contagió sus miedos y preocupaciones— M-Maldita sea… ¡Sniff! No q-quiero perder… a-a otro ser querido…
Que frustración nos invadía a todos; no poder asistirlo nos dejaba impotentes hasta considerar nuestro destino casi sellado. Cuando por fin ellos reaparecieron, dejando ese intercambio imperceptible de ataques veloces, esa punzada en el corazón se avivó mucho más, encontrándonos con un Myghal severamente lastimado y con harapienta vestimenta, cuya manga derecha casi desgarrada nos enseñaba la sangre que fluía sin cesar por su brazo lacerado, siendo lo más grave al detallar otras laceraciones y moretones en su cuerpo; en cambio Ancilla, detallándola igual de moreteada y herida, comenzaba a sanarse por sí sola hasta borrar todo rastro de laceraciones que su cuerpo había sufrido, comprendiendo que una abominación llegó aquel día para traer fin a nuestra existencia; sin embargo…, a pesar de su deplorable estado, Myghal no parecía rendirse…
— Je, je, je…, ja, ja, ja, ja… JA, JA, JA, JA… ¡Esto sí me gusta! ¡Me gusta mucho…! —Ancilla se le notó lo feliz y emocionada con esa eufórica sonrisa, exclamando con satisfacción— ¡Sólo con mi hermanita mayor me había divertido tanto! ¡¡QUIERO SEGUIR CON ESTE JUEGOOO…!!
— ¡No…! —Exclamó Myghal tajantemente, dejando muda a Ancilla mientras se tornaba seriamente enojado, llegando a intimidar a su enemiga— ¡¡Este juego termina ahora…!!
— ¿Q-Qué…? ¿D-De qué ha…? ¿Qué d-dices…? —y Ancilla se le notó lo afectada, escuchándose muy nerviosa por primera vez— Y-Yo… quería… Yo quería se-seguir… ju… ju-jugando…
— (Suspiro) Tu existencia representa un peligro para el mundo humano, Ancilla —dijo Myghal muy despacio, casi no le entendí lo que mencionó con seriedad, y luego exclamó muy determinado— ¡Magicae Incipere: “Star Dust Revolution”…!
Ya dudaba sobre la humanidad del fundador, o Myghal, como en realidad es su nombre, pero presenciar cómo recitó ese supuesto Magicae lo aclaró todo, atestiguando ese círculo dorado bajo sus pies que se extendió por toda Kensington Palace y que antes ya parecía haber visto, asemejándose a aquellos azulados círculos que Iori y Oana invocaban cuando recitaban sus respectivos Magicaes. Aquel enorme círculo mágico (el Nireru no Mahou-jin) contenía sobrepuesta un traslucido emblema con espadas de oro más claras, y sobrepuesta a ese había una especie de daga azul índigo casi opaca; entonces, de todo aquel círculo mágico, su resplandor se intensificó hasta casi desaparecer cuando él levantó su brazo izquierdo, extendiendo su dedo índice hacia arriba… provocando un mayor temor sobre la paralizada Ancilla…
— ¡“Primi Agminis”…! —Exclamó Myghal al tiempo en que ases destellantes emergieron del suelo hacia el cielo— ¡Fórmense mis celestiales armas de luz y carguen contra mi enemigo!
Miles de ases tomaron una forma definida, contemplando segundos después en el despejado cielo afiladas lanzas brillantes, resplandeciendo con tanta intensidad que me convencían por completo de ser simplemente hechas de pura luz, formadas de aquel disipado círculo mágico. Descendiendo su brazo violentamente, sólo la mitad de esas lanzas cargaron contra Ancilla, y ese centenar de peligrosas armas lumínicas cayeron a una tremenda velocidad de la que incluso aseguré que ella no podría evadirlas, provocando estallidos que generaron una espesa cortina polvorienta que hizo difícil la visibilidad; sin embargo, para nuestra sorpresa y tras disipada aquella cortina de polvo, ella se las arregló para sobrevivir a esa lluvia de lanzas de luz, mas no totalmente ilesa, presenciando a una Ancilla con heridas cortantes en casi todo su cuerpo, hemorrágicos cortes que no sanaban como antes.
— ¡Aaahuuhh! ¡D-Duelen mucho…! ¡Hic, hic…! —Expresó Ancilla con voz quebrada, quizás fue porque lloraba por aquellas heridas de las que se aquejaba— ¡Sniff! ¡Y-Ya no quiero…! ¡Hic! ¡Ya no quiero seguir con este juego…! —su llanto me compadeció, pero Myghal no tenía ni pizca de piedad cuando agregó recitando levemente menos exaltado…
— “Tergo”…
Y el centenar restante de lanzas de luz salió dispara casi a la misma velocidad, y creí que al estar absorta en su afligido estado Ancilla no respondería a aquel ataque mortal, eludiendo nuevamente ese centenar letal de lanzas con tanta maniobrabilidad, ya que las lanzas nunca impactaron contra el suelo y jamás nos imposibilitó la visibilidad, aun si eso significara que no pudiera seguir detalladamente el ritmo de sus movimientos evasivos, sólo llegaba a avistar los momentos en que las lanzas, al ser esquivadas, cambiaban bruscamente su dirección para acertar a su objetivo, impredecibles maniobras de las que sin saber por qué comencé a percibirlas, logrando poco a poco seguir el ritmo de esas lumínicas lanzas, y viendo el momento en que una que otra de esas se clavaban sobre su cuerpo malherido hasta que las lanzas dejaron de moverse, inmóviles ahí en el aire apuntando hacia la afligida Ancilla.
— ¡P-Por favor…! ¡Hic! ¡No maaás…! ¡Hic! —Suplicaba Ancilla entre lágrimas; hasta yo deseaba que su sufrimiento parara— ¡Ariel, ven a salvarme! ¡Hic! ¡¡Sálvame, hermanitaaa…!!
— ¡…! “Ignis Ante”… —y Myghal, sin alguna pizca de compasión, recitó inmutablemente serio.
— ¡¡POR FAVOR, NO LO HAGA…!! —grité desesperada, tal vez abogando por su vida, pero todo fue en vano…
Ese centenar de inmóviles lanzas de luz que se mantuvieron suspendidas en el aire estallaron en finos fragmentos, y aparentemente yo fui la única que pude percibir la velocidad de aquel millar de fragmentos que se transformaron en lanzas diminutas, quizás al igual que el señor Myghal. A pesar de que todo sucedió tan rápido, vi con mis propios ojos la macabra escena… en donde cada micro-lanza del tamaño de una aguja de 12 centímetros de largo se introdujo sin piedad sobre su maltrecho y vulnerable cuerpo ensangrentado, grabándose en mi memoria sus alaridos insoportables… antes de que su vida se extinguiera…
Perspectiva de Heinz: (suspiro) maldición…, Damien y Amarïe se excedieron un poco, mas no los podía culpar por eso, incluso yo tuve que acceder a habilidades que procuro no usar. Esperaba que las marcas en forma de tribal se esfumaran de mi brazo izquierdo, aquel expuesto ante la desgarrada manga de mi elegante gabardina que yacía sucia y algo harapienta; las marcas, si ya comprendía su funcionalidad, debían desplazarse por el costado izquierdo de mi rostro hasta desaparecer, tal y como si tuviesen vida propia; igualmente debía recuperar el tono natural de mi ojo izquierdo, porque si uso “esa” habilidad se torna rojo y mi pupila se raya como una bestia salvaje; con mis uñas nada pude hacer para ocultar su alargado y afilado aspecto, aun si las marcas completaban su disipación; temía hablar para que ellos (Damien y Amarïe) no escucharan ese otro tono de voz que se mezclaba con mi voz normal, cuya voz siniestra muchas veces pretendo mantener en secreto con esa tenue transformación; sin embargo la liberación momentánea de aquel oscuro poder que alojo sin querer, me permitió obtener la victoria en esta extenuante misión, logrando conservar más del 50% del cuerpo de quien enfrentaba aquel día en el ‘Equestrian Statue of Charles I’ del centro de Londres.
Amarïe Belrose decapitó a su oponente, manteniendo esa cabeza empalada como en la edad media y borrando casi todo rastro del cuerpo de ese; sólo un brazo izquierdo y una pierna derecha sobrevivió a su basto poder. Damien von Ewig nunca se contuvo con su misterioso oponente; él simplemente dejó atrás un inmenso charco de sangre, pizcas de huesos y tripas esparcidas por doquier, revelando su instinto licántropo; ambos se vieron exhaustos y llenos de leves contusiones, y una que otra diminuta herida; de mi parte, a duras penas dejé a mi imponente enemigo sin todo su costado derecho, conservando casi todo el torso, su cabeza y las extremidades correspondientes en el costado izquierdo de su cuerpo, pero su máscara fragmentada me enseñó lo que deseábamos conocer…
— ¿Capitán Heinz…, a-ahora qué…? —Expresó Amarïe muy agitada— ¿Q-Qué haremos para reducir el impacto de partículas en el ambiente?
Su inquietud estaba más que justificada; si los restos de esa contienda en Londres, refiriéndome a que las personas más cercanas al lugar de los hechos estuvieron expuestas a partículas de Maná, no se disipaban a tiempo…, las consecuencias de ese día serían grandes en el mundo humano; no obstante era lo de menos cuando teníamos que indagar sobre la identidad de la chica que yo derroté, aquella joven sin vida gracias a la descomunal fuerza que destrozó la mitad (vertical) de su delgado cuerpo…
— No lo sé, Amarïe… —respondía muy serio y tenuemente preocupado— Digamos que eso no me importa ahora… cuando tengo a una joven chica de tez caucásica sin vida… ¿Quién es ella…?
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