Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 136
Un sueño de su niñez lo tortura por la madrugada, solo en su habitación ya que Estela decidió moverse para dormir sola y pensar sobre lo ocurrido entre ambos. Un ligero enojo que suele ocurrir entre las parejas más afectuosas y que pasan por transiciones.
Martín se retuerce mientras sueña de aquel momento en esa mazmorra de goblins y donde a su lado yace el cuerpo de varios cazadores y el de su padre, mirándolo a los ojos y expresión de pánico. Así es como el joven cazador interpreta en sus sueños como fue la muerte de su querido padre.
El niño se acurruca a un lado, rodeado por cuerpos y charcos de sangre, y cubre sus oídos, cierra los ojos y baja los hombros mientras que levanta las rodillas y pide desaparecer de ese lugar. La oscuridad es absoluta pero los cuerpos se ven iluminados por luces rojas.
En ese momento ocurre la aparición de la diosa, quien le hace entrega de la poderosa marca y con ello un destino magnánimo como desconocido. Entonces, se pone de pie e impulsado por las bellas y amables palabras de la diosa, camina lejos del lugar para poder escapar de allí. Sin embargo y durante casi dos horas recorriendo los túneles de la mazmorra, no encuentra la salida por lo que regresa al mismo sitio donde y de manera extraña, se siente más acogido por tratarse del lugar donde están los cuerpos de conocidos.
Para su sorpresa los cuerpos ya no están y esto hace que empiece a preocuparse hasta derramar lágrimas. El silencio y la oscuridad lo obligan a arrastrarse entre charcos de sangre y vísceras. Un niño pequeño sufriendo tal mala suerte. Entonces un fuerte deseo se adhiere a él con fuerza:
“¡Quiero…morir!”
Una voz dulce y angelical y pesos firmes como de tacos, resuenan por toda la mazmorra y una luz tenue que se convierte en una figura humanoide se presenta ante él y le extiende su mano mientras se vuelve más visibles. Esa figura es la de una mujer muy hermosa, delgada y de cabello largo rubio y ondulado, con ojos verdes y expresión risueña, pero con la más honesta y maternal sonrisa. Su vestimenta es similar a la que usaban las mujeres en la antigua Grecia y que cubría mayormente el cuerpo, pero también dejaba entrever los muslos. El chico se siente cautivado y rápidamente corre hasta ella para abrazarla.
La mujer lo envuelve con sus brazos y besa la frente para contenerlo:
“Dime pequeño ¿es esto una jugada cruel del destino el que hayas tenido que vivir tal terrible situación o es coincidencia que nos hayamos encontrado aquí y ahora” —pregunta la mujer.
Martín: “Q-Quiero ir con mi mamá” —lo repite varias veces.
“Ya, ya, no llores. Te voy a ayudar a salir. Te lo prometo”
Martín: “¿Segura?”
“Claro que sí” —le extiende el meñique—“¿Quieres hacer la promesa?”
Martín: “Si” —acepta y entrecruza su meñique con el de la mujer misteriosa.
“Tengo entendido que a los humanos les gusta hacer este tipo de gestos. Espero no
haberme equivocado”
Martín: “No, no, está bien. Así es como se hace”
El niño le explica como es el asunto de las promesas según los seres humanos, los gestos y los sentimientos que albergan en ello.
Cada detalle y cada explicación del chico es devuelto con la mayor atención posible. Asienta y sonríe la amable mujer. Cuando le surge alguna duda, ella le pregunta y ambos intercambian carcajadas con experiencias graciosas del niño.
El niño, entonces, le hace una pregunta de la que no puede escapar, aunque quisiera:
Martín: “Señorita, disculpa. Usted ¿Qué es?”
“Oh, esa es una pregunta muy directa, cariño. ¿Estás seguro que deseas saberlo?”
Martín: “Mi mamá suele decirme que es mejor conocer a alguien sabiendo su nombre antes de empezar a conversar”
“Una mujer sabia es tu madre y concuerdo. Mi nombre es difícil de pronunciar para las lenguas humanas o aquellas que no han sido tocadas por las bendiciones del maná, pero tú ya fuiste bendecido. Sin embargo, cuando vayas creciendo te diré mi nombre real. Por ahora me conocerás como Irsala”
Martín: “¿Irsala?”
“Ajá. Nombre simple ¿no lo crees?”
Martín: “Si, es bonito también”
“Gracias, eres un niño muy amable. Tu madre debe de estar orgullosa al igual que tu padre”
Martín: “Mi padre…”—dice cabizbajo
“¿Estás bien?”
El pequeño Martín se queda en silencio, había olvidado lo que pasó hasta no hace mucho. Su padre, los cuerpos, todos estaban ahí y ahora ya no existen. Una gran desesperación lo vuelve a agobiar como grandes mareas de oscuridad que le estruja el alma.
Irsila lo abraza con fuerza y se queda junto a él por varios minutos hasta que se queda dormido por la seguridad que le provee ella. Lo mira y lo acaricia con una sonrisa que se va expandiendo cada vez más y deformándole el rostro para que el rostro se vea perverso y tan terrible que cuando abre los ojos, el chico se asusta y se aparta de ella:
“¿Por qué te alejas? ¿no te agrado? ¿no te sientes mejor conmigo?”
Martín: “¿Q-Que? ¿Qué está pasando señorita Irsila?”
“No ha pasado nada. Tu eres el que se aleja de mí. Ven, ven conmigo.” —dice mientras extiende sus manos. De sus ojos brota sangre, al igual que la boca, nariz, y oídos.
Martín: “N-No, me asustas”
“Ven, ven…y…”
Martín se despierta desesperadamente, cubierto de sudor y jadeos entrecortados. Una pesadilla sin duda, pero de tal macabra proporción que le cuesta levantarse de la cama. Cuando por fin lo logra, se sienta al borde de la cama y pasa toda su mano por el rostro y nota que está llena de sudor. Luego se pasa la mano por la cabeza y arma su cabello con una coleta. Camina hasta el baño para echarse agua a la cara y de paso mojarse el cuello:
Martín: “¿Qué diablos fue ese sueño? No es para nada a lo que viví en aquel momento. ¿Qué significa? La diosa imperial…hace tiempo no sé nada de ella. ¿Qué estará pasando?” —regresa a la cama y ve la hora en el despertador que tiene la habitación— “¿5.45 am? Supongo que aprovecharé para visitar a los chicos”
De repente se escuchan golpeteos en la puerta, Martín se acerca para ver quien es. Mira por un pequeño visor en el centro superior de la puerta y ve a Estela. Entonces le abre y ambos se encuentran cara a cara:
Estela: “Hola, Martín ¿Cómo estás? ¿pudiste dormir?” —le pregunta ella, preocupada por el descanso de él.
Martín: “Si, bueno, dormí lo que pude. ¿Tu cómo estás? Estuve pensando en ir a comer a una pizzería que dicen prepara unas pizzas… ¿estás bien?” —la ve seria.
Estela: “¿Puedo pasar?”
Martín: “Claro”
Estela entra a la habitación y ve la silla frente a la cama. Toma asiento y Martín hace lo propio en la punta de la cama para quedar cara a cara entre ambos:
Martín: “¿Pasa algo?”
Estela: “Eso me gustaría saber. Hace tiempo que no eres el mismo. Te noto realmente distinto a como eras antes y me tiene muy preocupada”
Martín: “Yo no me siento para nada extraño. Estoy bien, enserio”
Estela: “Ojalá fuera como dices”
Martín: “¿No me crees?”
Estela: “Te creo, pero estos últimos meses…no te siento igual que siempre. Te despiertas a la madrugada y das vueltas por el cuarto y cuando te pregunto qué pasa solo atinas a decir que te preparas para hacer ejercicio en Parque Rivadavia. Estás muy agresivo últimamente y parece como si todo lo que te importase es solucionar todos los problemas en el mundo”
Martín: “Estela, yo…”
Estela: “Martín” —lo mira fijamente—“Yo siempre lo dije y lo seguiré diciendo, te voy apoyar siempre. Por eso necesito que también seas honesto conmigo. ¿Qué es lo que te está pasando? Por favor, di lo que sientas”
Martín baja la mirada hasta el suelo y no responde. Teme que sus problemas la alcancen a ella y aunque muchos consideren sano el enfrentar todos los retos con la persona que uno más ama, el hecho es que Martín tiene un amor muy profundo hacia Estela y solo quiere paz para ella y si pudiera, no permitiría que siga siendo cazadora.
La mente de Martín está hecha un desastre de grandes proporciones y constantemente batalla para no ser pulverizada.
Los ojos de Estela se hinchan y humedecen. Ella se levanta de la silla y en silencio se va de la habitación. Martín alcanza a escuchar que mientras se marcha a su habitación, enfrente, solloza desconsolada y él solo atina a murmurar:
Martín: “Soy una basura…”
***PARTE II***
Por la mañana, Octavio, Claustro y Macarena salen para recorrer por su cuenta las calles de Roma y también averiguar cualquier importante dato que puede ser beneficioso para el gremio. Al fin y al cabo, es territorio que les muestra hostil. Muy cerca los siguen Lucas y Daniel, quizás por pedido de Julio es necesario que los vigilen por si surge algún problema y como los altos rangos mundiales, en el caso del brasileño, tienen muchísima autoridad no se suele meterse con ellos:
Macarena: “¿A dónde quieren ir?”
Octavio: “No lo sé, no conozco este lugar”
Macarena: “Tampoco yo. Por cierto ¿no les tenemos que decir a estos dos que se acerquen?” —señala a Lucas y Daniel, que se ocultan entre callejones y arboles— “Si pretenden ocultarse lo hacen pésimo”
Macarena corre hasta Lucas y Daniel, les sonríe y toma de la mano para arrastrarlos hasta los demás y seguir la caminata por una de las avenidas principales de Roma que queda a pocos kilómetros de la Basílica:
Lucas: “Sentimos mucho por seguirlos” —se disculpa.
Octavio: “Parecían pervertidos” —dice mientras se ríe.
Lucas: “Qué vergüenza”— se siente avergonzado.
Macarena: “Lo bueno es que ahora somos más personas. Disfrutaremos mejor del día. ¿Quieren ir a la plaza? Hay una aquí a pocas calles” —señala con su dedo índice.
Claustro: “¿Cómo sabes que hay una plaza por aquí?”
Macarena: “Pues…no lo sé” —se ríe al encontrarlo raro.
El suelo, debajo de sus pies, cruje sutil y silenciosamente sin que nadie se percate. Las catacumbas, por su parte, tiemblan como un terremoto y explosiones de maná descontroladas. Gracias a todo el sistema antisísmico que funciona al 100% de efectividad por la tecnología a base de cristales mágicos, ninguna ciudad costera o con problemas en sus planas tectónicas, volvió a tener dificultades salvo casos extraños.
El grupo llega finalmente hasta la plaza, y para sorpresa de todos, Macarena no se equivocó.
Como niños pequeños se acercan a las hamacas a excepción de Lucas. De actitud calma y madura, el muchacho se lleva todas las miradas femeninas debido a su muy delicada y atractivo rostro y cuerpo atlético. Sin embargo, el joven ve a otro y ambos se guiñan el ojo despertando la decepción de las mujeres al ver que es homosexual. De igual manera su prioridad no es coquetear con otros hombres sino cuidar al grupo de los más jóvenes del gremio.
Un grupo de policías y cazadores llegan con una orden de detención para ellos. Nadie entiende que pasa y es Lucas, el único que sabe hablar en inglés, francés e italiano, quien intercede para saber cuales son las acusaciones o motivos por los que quieren detenerlos:
“Tenemos órdenes estrictas de llevarlos a la jefatura. No hay motivos precisos. Solo sígannos y no armen escándalo” —exclama uno de los oficiales.
Lucas: “Sin motivos no nos vamos a ningún lado” —dice y luego explica a los demás que sucede.
Macarena: “¡¿Qué dices?! ¡¿Por qué tenemos que ser detenidos si no hicimos nada?! —exclama enojada ante acusaciones inexistentes.
Claustro: “¡Vengan de a uno imbéciles que los voy a…!”
Lucas: “Claustro, cálmate. No necesitamos iniciar una discusión aquí”
Maca es observada por uno de los cazadores, quien le guiña el ojo y esboza expresiones lascivas contra ella. Daniel se pone delante de ella para protegerla y tanto Claustro como Octavio están detrás. A pedido de Julio, la protección va mucho más para la adolescente cordobesa que sigue siendo novata en lo que es ser cazadora.
Lucas dialoga exhaustivamente con los oficiales, pero no atienden razones y acusan de ser blasfemos, de forma deliberada, y enemigos del cristianismo. La gente oye que pasa y se acerca, pero al escuchar cosas como traidores y blasfemos, se suman a los insultos y empiezan a arrojar verduras, frutas y hasta rocas y escupitajos.
La situación se vuelve violenta y cuando intentan escapar, los civiles los rodean.
Daniel levanta con cuidado su mano, pero Lucas niega con su cabeza, ya que no es gente con poderes despertados sino civiles y hay estrictas reglas respecto a eso, nada de atacar a personas inocente ni tampoco hacer algo que los perjudique. Además, algo así podría acabar en una declaración sin intención de guerra, cosa que es lo que se intenta de evitar. Sin embargo, las sospechas se vuelven realidad a medias, ya que el movimiento de los policías para detenerlos y el que sean civiles ordinarios sin poder mágico y no puedan tocarlos siquiera, es justo la clase de situaciones que se esperaría para iniciar un conflicto entre naciones o continentes.
Lucas suspira y mira a los demás con la intención de que levanten sus manos en señal de rendición.
El grupo de jóvenes es llevado a una jefatura cercana y encarcelados en dos celdas distintas. Una solo para Macarena, donde aguarda junto a otras tres chicas que la mira curiosas y también alejadas de su extraña presencia. Y la otra, los chicos junto a otro hombre que camina de un lado hacia el otro de la celda y murmura cosas inentendibles:
Claustro: “¡¿Qué mierda acaba de pasar?! No hicimos nada malo. ¡¿Acaso quieren pelear malditos?!”
Lucas: “No, para nada y no armes un escándalo”
Macarena: “Chicos, esas mujeres me miran raro. Tengo miedo” —exclama asustada
Octavia: “Tranquila, estamos aquí. No dejaremos que te pase nada. Confía en mi”
Macarena: “Si, gracias”
Daniel mira a Lucas, que está concentrado pensando y mirando al suelo:
Daniel: “Esto está muy mal”
Lucas: “¿Hablas de nuestra situación? Si, la verdad que es muy extraño”
Daniel: “¿Crees que es apropósito?”
Lucas: “No lo dudo. Nos estuvieron siguiendo desde que salimos de la Basílica”
Daniel: “Escapar será difícil”
Lucas: “Tampoco tenemos como comunicarnos. Nos separaron fácilmente”
Octavio: “Creo que fue una trampa muy bien fabricada”
Lucas: “Me temo que si y por lo visto…”
Afuera de la jefatura se convocan a varios cazadores de rango B+ y A+, junto a policías y miembros del ejercito armados con municiones mágicas. Se congrega una multitud solamente para vigilar al grupo de jóvenes que yacen en las celdas:
Lucas: “Estaremos un buen rato metidos aquí”
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