Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 155
Después del gran sacrificio de Arakneida, el grupo decide retroceder y regresar con el resto para reagruparse y permitir a Martín continuar con su pelea. Estela duda, pero comprende que el único que puede acabar con Astapoh es su amado a lo que acepta a regañadientes.
Marchello es el único que se resiste a todo lo que le digan. Julio lo confronta, pero el italiano sigue con su actitud terca y sedienta de venganza. Ya no está el papa como para satisfacer su intensa violencia por la muerte de su amiga de toda la vida, Victoria, ahora simplemente ve al ex candidato como enemigo a pisotear. No busca redención sino morir con la mente tranquila de que quienes asesinaron a Victoria ahora están desaparecidos de la existencia.
Según Estela, el italiano dejó de querer seguir viviendo y ahora busca una muerte que lo reúna con Victoria. Puede sonar tétrico, pero ella era todo su mundo y ahora que no está, Marchello está desatado con una poderosa oscuridad que sale a flote desde su corazón.
Naturalmente es la fragilidad del ser humano lo que sale a la luz y por más que tenga un rango altísimo, no se escapa al dolor que cualquier ser humano atraviesa y mucho menos con la pérdida de un ser amado. Estela no escapa a ello, ya que su querido Martín está peleando a muerte contra un enemigo que los supera drásticamente pero que solo él puede derrotar.
Arakneida decide dejar al italiano a su suerte y es demasiado difícil para ella hacer que el humano entre en razón por lo que se enfoca en sus aliados. Sin embargo, Estela se pone frente a la soberana de las arañas y el veneno con expresión seria:
Arakneida: “Estela ¿qué pasa?”
Estela: “No podemos dejarlo aquí. Querrá intervenir. Lo matarán”
Arakneida: “Es un maldito terco. Si es su deseo no tenemos que hacer nada”
Estela: “Ambas sabemos que lo mejor es forzarlo”
Arakneida: “Haaa, tienes razón…con un demonio”
La soberana de las arañas mira a Marchello y sin que se dé cuenta lo duerme de un veloz golpe a la nuca y para evitar que caiga de lleno al suelo toma del cuello de la ropa:
Arakneida: “No hay nada más que hacer”
Estela: “Confiemos en él”
Kargroot: “¿Creen que pueda vencer a Astapoh?”
Estela: “Creo en él pase lo que pase”
Arakneida: “Como todos nosotros”
Estela: “Si, lo logrará”
Dice eso, pero se voltea con preocupación mientras se sienten temblores debajo del suelo.
En ese momento, Martín esquiva las bolas de fuego que expulsa de su boca el ex candidato a emperador. Cada llama que libera como un torrente de maná a temperaturas extremas, golpea cualquier superficie y esta se derrite. No importa si es roca o diamante, esas llamas son lo más peligroso en el mundo, aunque poco se sabe si es la clase de poder elemental que pueda tener un igual.
Las castacumbas se vuelven terreno de guerra donde el argentino y el monstruo intercambian feroces puñetazos en el suelo como en el aire.
Lamentablemente para Martín, la superioridad aérea del dragón es un problema por lo que intenta llevar la pelea muy cerca del suelo donde si puede destacar sus movimientos rápidos. Además, sus manos empiezan a sufrir las consecuencias de luchar contra la piel extremadamente caliente y dura de Astapoh dejándole quemaduras graves.
En circunstancias normales, Martín podría derrotarlo sin problemas, pero lentamente va sintiéndose extraño, si, su poder físico es destacable y sobrepasa constantemente al dragón, pero a medida que pasa el tiempo, más se debilita mágicamente y la resistencia que lo ayuda a pelearle de igual e igual va mermando:
Martín: “Hace ya varios minutos que me cuesta llevarle el ritmo. Empiezo a sentirme cansado y me es difícil moverme por la sofocación del calor en este lugar ¿Qué me está pasando” —piensa mientras sigue moviéndose y contraataca a Astapoh— “¡tsk, maldita sea! Me cuesta respirar, tengo varias costillas rotas y mi visión empieza a nublarse. No entiendo porque me debilito tan rápido. Jamás me había ocurrido de esta forma. ¿Será que mi limite humano me imposibilita? No, no, alguna explicación debe haber” — continúa pensando sin saber la respuesta
Aprovechando la confusión de Martín, el dragón lo golpea con su puño derecho en el rostro y antes de que salga volando lo toma de una de sus piernas con la cola y avienta varias veces contra el suelo. Mientras intenta zafarse, Martín siente un tremendo dolor en todo el cuerpo y múltiples y punzantes voces en la cabeza:
Astapoh: “Parece que estás en tu limite. No vas a poder vencerme como humano…porque ese es tu propio limite” —exclama al verlo tan exhausto y adolorido, ignorando que lo que lo causa no es lo humano sino algo más profundo y oscuro. Con su cola sosteniéndolo en el aire se mofa del muchacho— “¿creíste poder vencerme en un uno contra uno? Esa necedad te está costando muy caro física y mentalmente, ahora va a costarte la vida”
Martín: “¿A-Acaso…crees que eso me asusta? He enfrentado a muchos…muchos tipos como tú y siempre los he vencido”
Astapoh: “Esa confianza no está mal, pero hay un problema…no puedes respaldar esas palabras con los hechos. Es verdad, me destrozaste las costillas y el rostro está cubierto de sangre, lo admito, me apaleaste, pero una vez que la diferencia de humano y ser superior, ahí es cuando todo cambia”
Martín: “Puede ser, pero…rendirse no es propio de los humanos…”
Saca de la cintura sus cuchillas y corta a la mitad la cola de Astapoh, a lo que este responde con alaridos de dolor y maldice la existencia de no solo Martín sino de todos los humanos y mientras retrocede con su cola escupiendo sangre Martín se reincorpora y vuelve a atacar con una patada al pecho y luego salta para golpear con un rodillazo de lleno al medio de la cara.
Estos dos golpes logran desestabilizarlo y permitir que Martín lo golpee una vez más y tome la delantera en una batalla física que había perdido por muy poco, pero en mágica fue una diferencia bestial.
Astapoh responde de manera instintiva abriendo la boca y lanzando llamaradas color negro hacia Martín. Antes de sea envuelto en esa corrosiva llamarada, el muchacho se tira a un costado y corre buscando algún sitio para ocultarse del ataque. Con ese ataque Martín se da cuenta de algo, Astapoh empieza a perder el control de su mente.
A diferencia de otros monstruos, aquellos que son de rango alto y pueden cambiar de forma sufren de una severa falta de control cuando deciden optar por la transformación. En el caso de Leza o Astapoh, suelen perder el control de su mente cuando pasan a sus formas de bestia por lo que intenta no usarlo o en su defecto apuntar a la forma hibrida. Aunque esta forma también tiene el problema de que consume demasiada energía mágica. De una forma u otra es muy arriesgado y tratan de si llegado al caso, pelear en sus formas básicas y con las que mantienen una estabilidad y equilibrio entre control de la mente y el poder mágico.
Pero lo que está llevando a la pérdida del control en Astapoh no es la forma bestial, forma que no está utilizando, ya que además está con la hibrida, sino que la situación es porque no posee una estabilidad mental acorde. Es violento, poderoso, pero también no maneja sus frustraciones en la derrota y peor aún es que sabe que está sucediendo contra un ser al que no considera ni su par ni alguien a respetar.
Astapoh intenta luchar con su propia locura, pero cuanto más enloquecido de ira se encuentra es más peligroso y sufre el descontrol.
Casi sin poder controlarse, dispara desde su boca una llamarada que impacta en el techo haciendo que salga desde el suelo y perfore el edificio del Vaticano hasta el cielo. El poder mágico liberad es tan infernal que el cielo se vuelve en un rojo carmesí que lentamente corroe a casi todo el mundo, llegando a rincones como América, Asia y hasta Oceanía.
Martín se abalanza sobre él para detener esa locura. Lo toma del cuello mientras se sostiene con las piernas pisándole la cintura y con su otra mano le intenta cerrar la boca. Ambas acciones hacen que sus fauces se cierren y las llamas empiezan a quemar su esófago. Entonces lo golpea con las garras que han adoptado forma de dragón con escamas y garras afiladas.
El argentino es empujado por el violento zarpazo y con el cuerpo impacta contra varias columnas hasta detenerse contra escombros del techo. Sus manos están completamente calcinadas y del lado donde recibió el zarpazo están las agarras marcas a lo largo del brazo:
Astapoh: “Haaaa, haaaa, deja de ser tan arrogante humano…yo jamás dejaré que la locura me invada e impida que cumpla mi cometido…”
Martín: “Aaaaghhh…duele demasiado…”—con su mano toca la herida de las garras y siente un intenso dolor acompañado por la sensación de quemado más infernal que jamás haya sentido
Astapoh: “¡¿Qué esperabas?! ¡mis garras contienen el efecto de quemado, así como mis dientes afilados! ¡soy una fortaleza…no, un imperio viviente! ¡cualquiera que quiera enfrentarme tendrá que…!”
En cuanto dice eso siente algo extraño en su cuerpo e inmediatamente vomita sangre de manera descontrolada y en el pecho y abdomen diferentes hematomas de golpes que no había visto por la adrenalina de pelear contra Martín. Entonces mira al frente al humano:
Astapoh: “¿Desde cuándo? Ah, ya veo, así que fue eso lo que ocurrió” —piensa y se reincorpora parándose firme— “durante nuestro intercambio ya me parecía extraño que no sintiera tan fuerte tus golpes a pesar de que si me diste unos cuantos. Golpeaste levemente puntos vitales de manera tal que ahora estoy cayendo en la cuenta de que recibí un daño enorme. Me destrozaste varios órganos internos y no solo las costillas”
Martín: “Era inevitable que te dieras cuenta. Quizás no en ese momento, pero lo habrías hecho”
Astapoh: “Lo reconozco mocoso, tienes un potencial físico incalculable. Déjame preguntarte algo ¿Qué harás una vez que me derrotes? Porque tal parece que mi gente fue eliminada y soy el único que queda. No obstante, no noto que tomes una actitud activa en todo este asunto”
Martín: “¿A qué te refieres con actitud pasiva? Todo este tiempo hemos estado apoyando a las naciones que han sufrido por culpa de ustedes”
Astapoh: “Una cosa es prestar apoyo a naciones débiles, pero otra muy diferente es ir al centro del asunto y en lo que a mí respecta esto apenas comienza. Hay mucho que no hiciste y también hay mucho que no sabes por eso la pregunta es ¿Qué harás cuando sepas que hacer y también sepas la verdad?”
Martín: “Lo veré en su momento ya que ahora tengo que derrotarte. Eres una amenaza para la humanidad y si algo he aprendido este último tiempo es a no dudar frente a seres de tu clase”
Astapoh: “¡Jajaja, de eso hablo! ¡tomando la iniciativa! ¡veremos cómo lo afrontas entonces!”
Después de dejar en claro las intenciones de ambos por pelear, Astapoh bate sus alas y en un suspiro está cara a cara con Martín quien instintivamente vuelve a cruzar sus brazos para recibir de lleno el ataque con puño cerrado. El impacto lo arrastra de nuevo contra los escombros, mandando a volar varias rocas del tamaño de personas.
Astapoh de nuevo se pone el frente de la batalla y antes de que se reincorpore lo toma al argentino del cabello y lo arroja con fuerza hacia la pared más cercanas. Luego abre sus fauces y lanza una poderosa llamaradas de fuego oscuro y antes de que pudiera ser incinerado, Martín sale de la pared y aparta a un lado para luego correr a gran velocidad y darle un puñetazo en el rostro.
Estando frente a frente intercambian puñetazos. El agotamiento les impide poder esquivar así que ambos reciben del otro su golpe recibiendo más daño de lo que jamás habían pensado.
Martín asesta un mortal impacto en el estómago de Astapoh, al cual atraviesa de lado a lado con la cuchilla que desde que tiene memoria ha usado como una especie de marca de su clase:
Astapoh: “E-Eres un maldito…y…asqueroso humano…”—maldice al muchacho y retrocede varios metros
Martín no queda ajeno a un daño severo, ya que la cola de Astapoh había perforado de lado a lado el costado del cuerpo dañando órganos y haciéndolo escupir sangre:
Martín: “Ese daño me está haciendo perder demasiada sangre…haaaa, es muy doloroso. Mi cuerpo se siente pesado y me cuesta respirar”
Astapoh: “Al final de todo sigues siendo un indefenso humano” —dice al verlo tan exhausto y severamente herido— “terminemos con esto…ya que ambos estamos en nuestro limite”
Martín: “Por fin concordamos en algo”
En la ciudad lejos a un par de metros del Vaticano, Arakneida y observan incrédulas como se lleva a cabo el combate en el subsuelo entre Martín y Astapoh. Del suelo salen disparadas llamaradas que al golpear el cielo cambian su color del atardecer a un rojo carmesí tétrico:
Estela: “Arakneida, el cielo, está rojo” —exclama impactada
Arakneida: “Es el poder mágico de Astapoh que por el maná sobrecalentado adquiere su poder ese color y el cielo está siendo forzado a deformarse. Maldito desgraciado, quiere extinguir toda la tierra con ese poder desatado”
Estela: “Temor por Martín”
Arakneida: “A estas alturas cualquier cosa puede ocurrir, pero si nos interponemos seres solo una molestia. Ya te había dicho que lo mejor es salir de este lugar para que peleen a sus anchas”
Estela: “Lo sé, lo sé”
De repente el suelo acaba siendo atravesado por una fuerza imparable con la forma de un dragón enorme, tan grande que solo el batir de sus alas es suficiente como para crear tornados y su saliva funciona como lava hirviendo que derrite todo lo orgánico. Su pelea contra Martín lo ha llevado hasta el limite de tener que usar todo su poder y acompañado con las cantidades de heridas, dolor y fatiga acumulada, era solo cuestión de tiempo para que se canse y decidiera usar su verdadera forma.
Martín sale del agujero creado por la enorme bestia y retrocede hacia el lado opuesto a la plaza, donde se encuentra una calle lo suficientemente angosta como para que el dragón pueda aterrizar. Ambos intercambian miradas a la espera de que el otro se encargue de dar el primer movimiento.
Una suave brisa del mediterráneo se filtra por las vacías calles de Roma, envolviendo la capucha de Martín para empujarlo hacia atrás revelando su largo cabello. A simple vista mantiene la calma, pero tener a una bestia tan colosal podría estrujar el corazón de hasta el mas valiente. Irónicamente no es algo que preocupe a Martín ya que ha combatido a las criaturas mas poderosas que el mundo ha visto. Astapoh no es algo para broma y su sola presencia es suficiente de por sí para doblegar a una nación entera.
Astapoh, por su parte, ni con toda su imponente presencia alcanza para volver un insecto temeroso al argentino. Lo empieza a respetar por ello y reconoce como una criatura a su nivel. Le cuesta hacerlo, pero es de los pocos seres que lo apalearon de esa forma y llevaron hasta el limite de sus capacidades.
Misteriosamente los cielos se iluminan también con relámpagos que acompañan con el color carmesí y las nubes en tonos oscuros. Por primera vez en un largo tiempo en el combate, Martín mira hacia arriba con preocupación ya que no es normal que se haya deformado tan drásticamente la atmosfera terrestre. La urgencia para eliminarlo es total.
Astapoh lanza una macabra risa y se nota en su expresión draconiana que disfruta lo que ve. Lentamente el territorio se va moldeando a voluntad del ex candidato dragón a costa de su poder mágico. Como Kerba fue eliminada y el maná que absorbió para la creación de la mazmorra resultó en un desastre, Astapoh opta por usar su energía mágica con el peligro que conlleva para su existencia tal acción. De hecho, para la creación de la mazmorra, esa energía mágica es parte de la energía vital del dragón, así como lo es cada año de vida de un ser humano por lo que Astapoh se está reduciendo a si mismo el tiempo de vida a niveles muy drásticos:
Astapoh: “Bello ¿no lo crees? No quería tener que hacer esto, pero me obligaste. Aunque admito que es una gran sorpresa que me hayas llevado a tal punto”
Martín: “Si, lo mismo digo. Entiendo que la marca lleva a niveles sobrehumanos todas las capacidades físicas, pero jamás imaginé que me hayas igualado”
Astapoh: “Quizás la marca te esté abandonando. Quien sabe”
Martín: “Siento que sabes algo que yo no”
Astapoh: “¿Tienes curiosidad?”
Martín: “Claro que sí. Cada paso que doy hacia el frente hace que retroceda el doble porque no comprendo que está sucediendo. La marca imperial ha sido un cúmulo de cosas inexplicables y aún así tengo que avanzar”
Astapoh: “Veamos… ¿crees que algo más se te está ocultando? ¿crees que tu diosa no te lo he dicho todo?”
Martín: “¿Qué es lo que sabes?”
Astapoh: “Mucho y más de lo que piensas, pero no te diré ahora. Mas bien tendrás que arrebatármelo”
Martín: “¿No te cansas de pelear?”
Astapoh: “No hasta que logre mi objetivo. No hay nada que pueda hacerme cambiar de parecer” —vuelve lentamente a su forma de humanoide— “te reconozco como alguien digno para enfrentar con todo mi poder, pero sería difícil que me saques información a menos que me lo saques a la fuerza”
Martín: “¿Y si no acepto?”
Astapoh: “¿Tienes muchas opciones? El idioma de los puños en mi raza es para arrebatar el derecho de libertad. Si logras vencerme en esta batalla voy a contarte todo lo que sí”
El joven frunce el ceño ante esa extraña propuesta. No desea seguir peleando porque siente que no puede durar mas de un minuto peleando. Su cuerpo está pesado, la sangre sigue saliendo del costado de su cuerpo y aunque detuvo la hemorragia con su magia de fuego, el dolor y los mareos hacen que le cueste mantenerse de pie.
Mientras que una de sus manos sostiene la herida con la otra se golpea con cachetazos en el rostro para que no caiga desmayado por la perdida de sangre y la fatiga acumulada por las batallas que ha librado en todo el día:
Martín: “Si te derroto haré que te retires de mi mundo…te obligaré cueste lo que cueste”
Astapoh: “Nada me podrá satisfacerme mejor que eliminar al usuario imperial con mis propias manos”
La bestia truena su cuello, extiende sus alas y mueve su partida cola. Sus ojos se eliminan en un tono amarillento y los colmillos se alargan, así como las garras se expanden. El cabello se eriza y todo su cuerpo se hincha con venas que adquieren un color azul.
Esa forma no es para nada a un hibrido o bestial sino mas bien el que fuerce a toda su existencia a ir mas allá de toda su capacidad. Se está obligando a si mismo a perder mas de la mitad de su esperanza de vida en aumentar su poder mágico y físico para eliminar a Martín y convertir, a costa suya, el territorio en una mazmorra como siempre ha prometido.
El cielo carmesí no es solo la forzosa conversión del mundo humano sino la promesa de un dragón furioso con aquellos que le arrebataron su supuesto derecho a gobernar.
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