Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 163
Steindra abre sus ojos abruptamente como si un mal sueño lo despertase de su plácido descanso. Los niños, tímidamente, observan a la criatura convertida en humano como si fuera una especie de camuflaje. A esos niños se suman Thiago y Juan. Ambos están aún más cerca para mirarlo.
Bautista llega y hace que regresen con los adultos ya que estar muy cerca de la entrada es demasiado peligroso para ellos. Carla y Luciana les traen tanto a Bautista como a Carlos algunas galletas y mitad de tres vasos cubiertos con agua purificada gracias a máquinas que pudieron recuperar en el camino a el matadero.
Bautista quiere hacerle unas preguntas, pero tras unas cuentas horas desde la llegada de Steindra al refugio se hace muy difícil. Hay demasiadas personas hacinadas en tan poco espacio y cualquier conversación se filtraría. Piensa, como una alternativa, el uso de su magia de sonido que con los años pudo desarrollar una técnica que aísla el sonido de quien toque con sus manos. Sin embargo, cualquier manifestación de energía mágica sería catastrófico.
Entonces, el monstruo se pone de pie y sale de la habitación y encara hacia la puerta de metal. Carlos mira de reojo con desconfianza e interpone en el camino:
—¿Qué estás haciendo? —pregunta el hombre con intenciones honestas de querer proteger a su gente.
—Tranquilo. No pasará nada. —dice el antiguo líder de los destructivos.
—A mi parecer intentas algo y te advierto que no te pases de listo. —amenaza Carlos.
La tensión puede cortarse con un cuchillo tan fino como inquietamente filoso.
En ese momento, Bautista se interpone entre ambos, pero mirando de frente a Carlos. Niega con la cabeza y sonríe para hacerle entender que no va a ocurrir nada grave, que puede confiar en Steindra:
—¿Enserio? —pregunta Carlos. Luego mira hacia Luciana, quien tiene la última palabra dentro del refugio.
—En cuanto se escuchen a los dragones regresen sin dudarlo. ¿Está claro?
—Por supuesto. —sonríe y se golpea el pecho.
—Si. —responde Steindra.
Luego de eso el dragón y Bautista salen a pie con Carlos siguiéndolos muy de cerca. El hombre sigue dudando de las intenciones del monstruo y con tal de cuidar a los más joven es capaz de ir como bestia salvaje a masacrar sin piedad.
Steindra y Bautista avanzan hacia un enorme contenedor de basura donde se arrojaban los restos de las vacas y cualquier animal para uso alimenticio. Carlos se reúne con ellos solo para escuchar la conversación:
—Parece que no nos podrán escuchar. —dice Steindra.
—¿Por qué nos trajiste hasta aquí? —pregunta Bautista.
—Veo que aún desconfían de mí y no los culpo.
—Supongo que entiendes el porqué. —exclama Carlos.
—Si y estoy de acuerdo en hacerlo. Sin embargo, tengo la imperiosa necesidad de hablar con ustedes sobre algo vital para su raza.
—¿Qué nos tienes que decir? —pregunta Bautista con total atención.
Steindra se acerca a un pedazo de escombro y se sienta sobre él:
—¿Saben lo que significa conexión de linaje? —pregunta con la mirada fija hacia el frente y rostro serio.
—No…no. —responde Bautista.
—¿Tu Carlos? —Steindra lo mira al hombre.
—Para nada. —responde y niega con la cabeza.
—Es una habilidad con la que nacemos los monstruos inferiores y está ligado a una conexión con nuestro creador. En mi caso…
—Dramonzuk. —interrumpe levemente Bautista.
—Así es.
—¿Eso tiene alguna importancia? —dice Carlos.
—Tiene y mucho que ver porque acabo de tener un sueño que no funciona como tal. Más bien es algo como que comparto consciencia con el emperador. Puedo sentir cosas donde él es el origen. ¿Comprenden?
—Podría decirse que eres una especie de receptor. —dice Bautista.
—Un receptor ¿Qué puede devolver esa señal? —mira Carlos con desconfianza y una postura inquieta.
—Por fortuna solo puedo recibir, aunque no estoy seguro del todo que no pueda recibir por mi parte. Es una especie de herencia al haber sido creado por el emperador. La conexión es lo que también permite a él poder comunicarse, darnos ordenes o brindarnos información sin movilizarse o exigir regresar. La cuestión es que recibí algo interesante y es que los destructivos están movilizándose a distintas naciones para buscar a Martín.
—¿Martín? —pregunta Bautista. —¿Quién es?
—El único que puede darle batalla y vencer a Dramonzuk. Es la única razón por la que este mundo sigue en pie. —exclama tajante el dragón.
—Espera…Martín ¿no es ese cazador que hace mas de cinco años peleó contra William Scott y lo derrotó? El conocido como “milagro de Buenos Aires y primer cazador argentino de rango S de la historia. —se sorprende Carlos. —Eso es asombroso y ¿Dónde está ahora? —se entusiasma.
—Lo siento. No puedo decirles.
Con esa respuesta, el temple de Carlos se desmorona causando que se moleste con el monstruo. Da unos pasos hasta Steindra y lo toma del cuello de la ropa. Lo levanta fácilmente y mira a los ojos del dragón.
Carlos no evita recordar como su familia fue calcinada hasta dejar solo la marca de sus siluetas sobre el suelo mientras los destructivos se burlaban de los seres humanos y arrasaban a los civiles y cazadores sin piedad.
Esos recuerdos le causan un ligero brote de energía mágica que rápidamente Bautista le advierte para que se detenga o podrían caer los monstruos más fuertes. Siguiendo a esa advertencia, Carlos se calma, pero no baja su brazo el cual sostiene al dragón en forma humana. Se quedan intercambiando miradas hasta que quien rompe con la tensión es Steindra mismo:
—Puedo ver el odio, la angustia, e impotencia. Tu…perdiste a alguien…un ser o seres amados…pero quiero que sepas que yo nunca he matado a un humano.
—¡Tu…! —grita, furioso. —¡Solo eres una parte de este caos! ¡tu solo eres una parte causante de nuestras desdichas y sufrimiento! ¡no tienes una puta idea de lo que he perdido, no podrías saberlo! ¡¿Cómo podrías?! ¡tan solo eres una criatura antinatural que sale de un portal a conquistar a nuestro mundo!
—Si, eso soy…de eso formo parte…y mi decisión es ir contra eso. —responde con una sonrisa, no de burla, no de felicidad, sino porque encuentra en Carlos un ser humano firme, pero con la bondad de priorizar a su gente por encima de él. Steindra encuentra en Carlos a un igual. —Puede que no confíes en mí y lo entiendo, pero es en estos momentos donde lo que hay que priorizar es luchar por la supervivencia. —posa su mano sobre la de Carlos que lo sostiene con fuerza y hace que lo baje con lentitud.
—¿Cómo…puedo vivir de esta forma? —murmura Carlos con la mirada baja y su mano soltando a Steindra. —He visto como mi hija y mi esposa eran calcinadas hasta que sus existencias fueran borradas para siempre. —sus lagrimas caen como cataratas. —Dime… ¿Cómo puedo seguir…sabiendo que no tengo esa fuerza necesaria para hacer justicia por ellas?
—Siento no tener la empatía que gozan los seres humanos, pero puedo decirte que no estamos quedándonos sin hacer nada. —anuncia con una sonrisa satisfecha.
—¿De qué hablas? —pregunta Bautista.
—Verán, no es una coincidencia que todo esté tan callado o que pocos países se encuentren resistiendo. —explica Steindra y mira al cielo explosivo de color carmesí y como un pequeño agujero por el que se filtra un poco de luz solar se filtra e impacta levemente muy cerca de ellos.
—Un contraataque ¡¿es eso lo que está ocurriendo?! —pregunta con exaltación Bautista.
—Solo eso puedo decirles. Por ahora protejan a estas personas, aunque como les dije anteriormente, es necesario movernos hacia otro sitio. Seguramente tengamos una semana para organizar.
Horas más tarde ya en el refugio, Carlos toma su descanso con la mirada puesta sobre los miembros más jóvenes sobre todo en Juan, Carla y Thiago, los nuevos del grupo y de los que se sabe únicamente eran parte de otro lugar y no tienen a nadie que los proteja.
Durante varios días, el grandote no pudo dormir como es debido ya que los movimientos de monstruos eran continuos. Ahora que Steindra está con ellos, las cosas se calmaron y se permite cerrar sus ojos, aunque sea un par de horas.
Un total de tres cazadores cuidan la entrada mientras que otros dos se quedan protegiendo la puerta de la habitación donde está Steindra. Todos los cazadores saben acerca de la naturaleza de él a excepción de los civiles. Ninguno contradice a la petición de Luciana de que se quedé con ellos, siempre y cuando no se le acerque a los más jóvenes ni los civiles.
Mientras tanto, Bautista está recostado sobre el suelo con una larga manta cubriéndolo y apoyándose sobre el abrigo con el que sale a diario. Escucha una gotera saliendo de un caño de agua pinchado. Y se queda mirándolo. Su cuerpo está agotado pero la mente sigue en alerta por las consecuencias de tener que siempre estar en guardia.
Luciana coloca una vasija de metal sobre el suelo donde cae el agua para poder obtener un poco y que luego se puede usar para cocinar o lavarse. Ella fácilmente puede purificarlo. No es como si Dramonzuk pudiera detectar algo tan simple como que la chica colocase el dedo sobre el agua podrida y quite los parásitos y suciedad:
—Hace días que no llueve y los niños necesitan bañarse. —exclama Luciana.
—¿Quieres que revise al fondo del pasillo? La zona separada del refugio me refiero. —propone Bautista.
—No, descuida. Con un litro de agua puedo sanearla y aunque sea duplicar su contenido.
—No será suficiente.
—Al menos podrán sentir la textura con sus manos. Pasar tanto tiempo aquí sin mirar al sol, sentir su calor o el tacto que no sea concreto y roca no les viene mal.
—Si…tienes razón.
—Bauti ¿Qué crees que debamos hacer? Por lo que dijo Steindra, lo mejor es marcharnos, pero ¿y si resulta ser peligroso? Somos muchas personas y apenas somos veinte cazadores. Es demasiado arriesgado salir hacia otro lugar.
—Seguramente lo sea, pero él nos trajo mucha información relacionada a los movimientos del enemigo y esperanza de que Martín pudiera regresar y enfrentarlos.
—Siento decirlo, pero no lo conocí a Martín y si todo lo que hemos pasado estos años es por su culpa y de que no quiso enfrentar a Dramonzuk entonces no es tan diferente a cualquier monstruo. —dice con una gran molestia y enojo hacia la figura de Martín.
Una sombra se asoma por una de las puertas abiertas del largo pasillo que abarca el refugio. Steindra no pudo evitar escuchar esas duras palabras de Luciana y sentir la necesidad de compartir más información para que todas las piezas concuerden en un punto. Es vital que la resistencia se fortalezca y el mayor punto en importancia es la confianza en Martín. Creer que todo volverá a la normalidad porque el gran cazador de Argentina volverá:
—Tus palabras…son crueles pero justas en un sentido. —dice Steindra.
—¡Tu…! ¡¿Qué haces aquí?! —se exalta Luciana mientras se pone de pie y alza sus puños.
—Espera Lu. Parece que quiere decirnos algo. Al menos vamos a escucharlo. —le pide Bautista intentando detenerla.
—Haaa…bien. ¿Qué quieres Steindra?
—Es verdad que el caos en todo este mundo se debe a, en parte, que Martín no estuviera. Su sola presencia fue causante de que los emperadores cayeran uno tras otro. Pero también de que este mundo se viera sumido en este pandemónium de dragones. Sin embargo, él siempre estuvo ahí para protegerlo desde las sombras y junto a sus compañeros y familiares.
—¿Entonces porque estos cinco años estuvo desaparecido? ¿tanto miedo le tiene a Dramonzuk? —cuestiona Luciana sin conocer las circunstancias reales.
—Él…
—¿Él…que?
—Permanece en algún lugar de este mundo atrapado. No puedo decir más que eso.
—No me dice mucho.
—Lo sé, pero confía en que va a regresar y liberar a la humanidad de este sufrimiento.
Steindra se da media vuelta y en silencio regresa a su habitación. Luciana lo sigue sin pensarlo, cruza la puerta y se acerca hasta tomarlo del brazo. El dragón se gira y ve a la chica a los ojos. Ve un brillo si igual, observando toda la bondad en la humanidad y como si una extensión propia de su buena intención a pesar de ser un monstruo, le acaricia la cabeza. Ella se sorprende y siente una especie de calidez que emana de esa criatura que no debería tener sentimientos:
—¿P-Porque nos cuentas esto? —pregunta Luciana. Se siente ahora cómoda con el dragón cerca. Como si fuera un gran amigo.
—Porque ahora veo que entre toda esta nación ustedes son los que pueden liderar para salvaguardar las vidas inocentes a la espera de Martín. No tengo la menor duda de que son seres de muy alta confianza y ahora…puedo decir…que de muy alta estima.
AVAVAVAVAV
El silencio es absoluto. No existen los ecos, ni lugar concreto. Todo está oscuro. Ni siquiera se da cuenta que es real de lo que no. Martín flota en una inmensidad oscurecida por energía mágica tan pura como corrosiva que lo vuelve un homo sapiens desde antes de la existencia del concepto de cazador.
No hay suelo. Tampoco cielo. Un horizonte negro tan denso como un mar que no moja.
Sus ojos abiertos no ven nada, aunque tampoco es correcto decir que estuvieran cerrados. Los sentidos, privados de todo estímulo, comienza a perderse entre el fenómeno.
Las preguntas no tardan en llegar:
—¿Qué sucede? ¿Dónde estoy? —murmura, aunque su voz no se escucha. Intenta recordar que fue lo que ocurrió, pero apenas sucede una serie de fugaces recuerdos que le resultan dolorosos. —La basílica…Roma…E-Estela…—se toma la cabeza, pero solo puede recordar fragmentos dispersos de lo que sucedió. —¿Q-Que me pasó? —se pregunta en silencio.
Una voz en la oscuridad que crece más y más se acerca hasta Martín. Mira a un lado y luego hacia el otro. Solo ve oscuridad. Ni encuentra el origen de ese ruido y para ser un lugar carente de eso, tiempo y espacio le resulta completamente extraño. Sin embargo, a medida que esa voz crece, le va resultando familiar hasta casi maternal, pero también tenebroso:
—Ha pasado tiempo cariño. Que magnifica reunión tendremos ahora. ¿Qué te parece mi querido…Martín? —una luz envuelve a una figura cubierta por energía oscura dando apariencia de una mujer muy hermosa, figura esbelta y delicada, pero con la expresión de evoca la más intensa sed de sangre y sadismo posible.
Martín observa esa figura y su rostro se distorsiona cubriéndola de puro odio hacia ella:
—Tu… ¡¿Qué mierda quieres de mi…diosa emperatriz?! —pregunta, furioso y ella atina a sonríe con liquido negro saliendo de su boca y ojos y extiende sus brazos de lado a lado.
—Bienvenido mi niño. —dice con la voz distorsionada y que infunde tristeza y sufrimiento en el corazón del cazador.
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