Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 165
En el vacío oscuro, helado y difícil para permanecer por más de diez segundos para cualquier ser vivo, Martín mira perplejo a aquella figura que lo acogió en su etapa de mayor inocencia.
La mujer tiene apariencia perturbadora, con liquido negro brotando de su boca y ojos. Su vestimenta, la que siempre era de color blanco y emanando luz, está rasgada y color negro. El cabello largo danza como si hubiera viento soplándole.
La diosa imperial se acerca flotando hasta Martín, pero este se intenta alejar debido a la desconfianza que desarrolló desde esa vez que tuvo la conversación y dejó muchas dudas acerca de a quien apoya o sus intenciones:
—¿Por qué te alejas de mí cariño? —pregunta ella con sonrisa serena.
—¿Quién demonios eres? —pregunta Martín alzando la guardia.
—¿Estás seguro que no lo sabes? —responde, apareciendo de repente detrás de él.
Martín se sobresalta y gira sobre sus talones, alejándose instintivamente:
—Tu… ¿Qué eres? —pregunta, lanzándole una mirada de reojo.
—No es exactamente lo que quiero discutir contigo, pero creo que puedo responderte esa pregunta. —contesta con calma sospechosa. — Aunque si lo hago…tendrás que tomar una decisión.
—¿Qué clase decisión?
Chasquea los dedos.
El vacío alrededor se desvanece y es reemplazado por un vasto bosque verde. El cielo cambia bruscamente de día a la noche en un parpadeo y constante. Su figura comienza a distorsionarse, revelando una forma pura, blanca, hecha de luz en forma de vestido pulcro y finas telas:
—Supongo que ahora sí podremos conversar. —dice mientras avanza hacia una roca y se sienta con tranquilidad. Siempre esbozando una cálida sonrisa, pero generando también una profunda desconfianza en el cazador.
Su voz, su actitud, incluso el aura que emana, son tan amables y pacificas que literalmente Martín siente que acercarse podría ser peligroso:
—¿Y bien? ¿Qué hago aquí?
—Estás muy cerca de la verdadera pregunta. —responde ella. —Verás, necesito que hagas algo por mí. Algo que, por lo que soy, no puedo hacer yo misma…pero déjame explicártelo de una forma que puedas comprender.
La diosa extiende su mano y debajo del suelo se abre un pequeño estanque y de allí diferentes visiones de eras y mundos dispersos que fueron cayendo. Todas concuerdan en algo puntual, una figura central que levita sobre la destrucción que mira indiferente. Un héroe para esos pueblos que los ve perecer sin derramar una sola lágrima.
Esas visiones hacen que Martín no pudiera soportarlo más y quita la mirada del estanque. Se aleja unos metros y acaricia su cabeza sin entender que está pasando. Luego se voltea a mirar a la diosa con mayor desconfianza que antes:
—¿Qué son estas visiones? ¿a quienes pertenecen? —pregunta con síntomas de agitación.
—¿Tu qué piensas?
—¿Huh? —se vuelve a acercar al estanque y mira con mayor detenimiento las turbulentas aguas. Las visiones se repiten en otro mundo. Una y otra vez destrucción, muerte y genocidios. —Son de esas personas.
—Así es.
—¿P-Porque me muestras esto? ¿Qué tengo que ver con esto?
—Cariño, cariño, las visiones que acabaste de ver son de seres iguales a ti, que recibieron mi benevolencia. Muchos a punto de morir. Otros al llegar al límite de su paciencia y entrados a la desesperación.
—Otros solo por ser niños. —interrumpe en voz baja.
—Exacto. Tu caso, es quizás, el más especial de todos y de eso quiero que hablemos. Tu eres…el caso más exitoso.
—¿Caso más exitoso?
—Claro. Piénsalo bien ¿sabes cuantas veces he probado esto y mucho se convierten en criaturas salvajes con la intensa sed de sangre y destrucción? Oh, tienes que ver cuan magníficos se ven al comienzo, pero luego buscan al origen de todo solo porque creen que sus poderes son suficientes. Patéticos.
Martín se marea y cae de rodillas mientras se vuelve pálido. Piensa en todo lo que ha vivido e incluso la insistencia de los emperadores para con la tierra. La pelea contra Dramonzuk y Astapoh así como con esas palabras del emperador de los dragones antes del cataclismo donde le advirtió sobre una verdad que desconoce.
Muchos recuerdos alcanzan su mente que no le pertenecen a él sino a otros seres que provienen de otros mundos. Decenas, cientos, miles de mundos y miles de millones de existencias apagadas en un instante son esa verdad inmaculada a la que se refería Dramonzuk.
Martín no aguanta más la presión y acaba vomitando sobre el suelo. Todo esto mientras la diosa sonríe con expresión burlona.
Su cabeza da vueltas y las piernas no le responden. Intenta pararse sin éxito. Solo se logra apoyar con sus puños contra el suelo.
La diosa toca delicadamente la superficie del estanque con la yema de los dedos y en un instante se evapora como si las llamas de la destrucción acabasen con las visiones de manera natural y se fundieran con ellas:
—¿Lo entiendes ahora? Nada es por accidente y eso me lleva a lo siguiente…necesito que elimines a esa piedra en mi camino llamado Dramonzuk. Puedes llamarlo un interés común contigo. Sobre todo…por lo que ha estado haciendo a tu mundo.
—¡Espera! ¡¿Cómo que mi mundo?! ¡¿Qué fue lo que pasó?!
—¿No te habías dado cuenta siquiera o no recuerdas?
—Lo único que recuerdo es que fui a salvar a Estela y Dramonzuk me disparo con sus llamas. Luego no puedo recordar nada más.
—Pues déjame aclararte un poco esa mente de tontuelo…—se desliza hasta él y con el dedo índice de la mano derecha toca la frente de Martín.
La diosa le muestra con visiones todo lo acontecido en los últimos cinco años. Sus amigos, camaradas y familia, heridos intentando sobrevivir y evacuando grandes ciudades con ayuda de los portales de Arakneida.
Ve a Julio, Estela, Lorkamos, Macarena y Maria huyendo hacia unas montañas heladas con el cuerpo de Martín sobre el lomo de una gran araña negra.
También distingue a Nueva York en llamas, Paris, Tokio, Londres, y cuando le toca ver a Buenos Aires siendo arrasado por Dramonzuk y sus destructivos cinco, entra en shock y cae una vez más de rodillas, incapaz de continuar viendo sobre los últimos cinco años.
La diosa retrocede su mano y se agacha para tomar del rostro a Martín para mirarlo de frente:
—Esta dimensión hace que un año en tu mundo dure una hora aquí por lo que llevas flotando unas cinco horas. Pero solo tu mente porque tu cuerpo envejeció ese tiempo.
—¿M-Mis compañeros…amigos…? ¡¿Mi madre…y Estela?! ¿¡que fue de ellos?! —se desespera lo cual hace que la diosa sienta hasta placer de ver y sentir. Se alimenta de eso.
—Puedes salvarlos si tan solo aceptas mi misión. Si aceptas, inmediatamente haré que tu mente regrese a tu cuerpo sin problemas. Te reunirás con tus seres queridos y obtendrás ansiada retribución.
—¿Qué pasa si me niego o no lo logro?
Levanta dos dedos:
—Dos consecuencias. Si te niegas no tendría motivos para regresarte. Si no lo logras, tu mundo acabaría destruido con el correr del tiempo. De cualquier manera, es inevitable que acabe por colapsar la tierra.
—Antes que nada…quiero que me respondas a mi pregunta.
—Siempre tan impaciente. No te andas con rodeos.
—¿Qué o quien eres? ¿Qué está pasando?
La mujer se regresa a la roca y se sienta sobre ella mientras recoge su cabello hacia atrás:
—Tal parece que tendremos una larga conversación mientras piensas mejor tu respuesta.
La diosa alza sus manos y mueve como si orquestara de manera magistral los movimientos naturales del bosque. Con cada movimiento, la luna se resquebraja, el sol implosiona, el bosque se quema, animales mueren, el suelo se abre. La diosa causa miles formas de destruir el sitio mientras que surgen nuevas formas de vida que Martín jamás había visto en su vida:
—Soy la vida…la muerte…el inicio y el final. Me conociste con un nombre, pero ese no fue real. Solo fue la fantasía que hice que creyeras en ella. Puedes decirme Alkalis, aunque tampoco es mi nombre. Puedes decirme Zafarea, pero solo te toparas con algo inexistente. Mi nombre jamás podrías pronunciarlo. Puedes llamarme…dios…Mahoma…tantas clases de nombre. —baja sus manos y centra la atención en el joven humano. —Me hiciste una pregunta, pero yo te haré otra ¿puedes darle nombre a aquello que supera con creces a tu comprensión?
Martín se queda callado sin saber que responder:
—Eso imaginé. Hay una realidad detrás de todo esto y es que siempre estuviste destinado para convertirte en mi marioneta. Nunca fue al azar tu conversión a usuario de la marca imperial. Eres el producto…—extiende sus brazos para dar apariencia de majestuosidad. —de un experimento y nada cambiará eso. Martín, solo debías saciar mi curiosidad…como lo haría una hormiga para ti mientras juegas con una lupa y rayos de sol. En cambio, superaste mis expectativas para quebrantar las reglas y así convertirte en mi rata de laboratorio favorita. De los millones de casos, tú eres el mejor de todos.
Escuchar todo eso le produce dificultad en la respiración a Martín. Su pecho se comprime como si el aire se negara a entrar. El corazón le golpea con violencia, desbocado. Los mareos regresan más feroces que antes, y el mundo a su alrededor parece tambalearse, distorsionado por la abrumadora presencia de la diosa. Su cuerpo tiembla, incapaz de asimilar el peso de toda esa verdad que no parece hecha para una mente humana.
Se pregunta si es que acaso existe el libre albedrio para los humanos. Si es que, en verdad, él es prueba irrefutable de que todo el asunto de los portales y los despertares de cazadores es solo un juego para esa diosa:
—Todo esto…—murmura Martín. Aprieta sus puños con un sentimiento de rabia e impotencia que no le permiten pensar con claridad. —nada tiene sentido.
—Si, claro que lo tiene mi cielo. Es solo por el place de crear. ¿Cuánto más creyeron que esto de enfrentarse a monstruos era puramente supervivencia? Todo esto es para entretenernos.
—¿Entretenerlos? ¿hay más como tú?
—Claro que sí. Somos una docena de seres capaces de doblegarlo todo si lo quisiéramos. Ahora…es tu turno…necesito que elimines a la ultima de las cucarachas que se atreve a ir contra nosotros.
—¿Q-Quien?
—Deberías caer en la cuenta de quien se trata. Lleva destruyendo tu planeta desde hace cinco años. Elimina a Dramonzuk y te permitiré volver todo a la normalidad.
—¿Enserio puedes hacerlo?
—Claro. Tan solo acepta mi última misión para ti y ten por seguro que vas a poder disfrutar de una nueva vida cenando con tu padre, tu madre y Estela junto a ti sin preocuparse por mazmorras, cazadores o cualquier cosa fuera de lo normal.
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