Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 166
Varios días después y tras organizar a todos los refugiados, Luciana se encarga de abrir la puerta y salir junto con Carlos y Bautista. Steindra vigila a los supervivientes a petición de Luciana. Todo debe estar en completo orden ya que el consejo del dragón dorado resonó en su momento ya que ahora los destructivos cinco saben sobre la ubicación del refugio y es cuestión de tiempo para que regresen a atacar todos juntos.
Steindra es una fuerza a tener en cuenta, pero no podría vencer a los destructivos si todos juntos lo atacan al mismo tiempo. Podría morir al acabar con el tercer miembro por lo que son precavidos al avanzar cada cierta cantidad de metros.
El rumbo es claro, dirigirse hacia el refugio “Pedro Bidegain” que, según Luciana, Carlos y muchos otros, cayó hace tiempo con la joven y Bautista como supervivientes de esa catástrofe.
De cualquier manera, es primordial moverse sin parar. Los cazadores cubren tanto el frente como a la retaguardia mientras que los civiles permanecen en el centro. Como son más de cien personas, los separan en grupos de veinte. Carlos vigila detrás de uno de los grupos. Luciana guía a otro. Carla y los niños están en el grupo que dirige Steindra, con apariencia humana, y Bautista por detrás. Cada grupo está separado por alrededor de cincuenta metros para no llamar la atención.
Los monstruos acechan, pero sin la certeza de que sus presas estuvieran ahí. Se mantienen a la distancia, gruñendo y jadeando. El dragón dorado los mantiene a raya con su aura siendo liberada.
Bautista se aparta del grupo y mira hacia varias direcciones, no podría estar seguro de que un monstruo más poderoso ocultase su presencia y lo estuviera siguiendo. Aun así, Steindra le asegura que no tiene que preocuparse:
—No tiene caso que desconfíes en mi capacidad para repeler a estos insectos.
—¿Cómo puedo estar seguro de eso? —pregunta Bautista.
—Fuiste testigo de mi capacidad para el combate. —responde Steindra.
—Si, pero ¿y si vienen más de esos monstruos? Dudo que podamos repelerlos y que tu…bueno…seas capaz de vencer a muchos al mismo tiempo. No es que dude de tu poder, pero…siento que estamos al descubierto. Si algo aprendí en todo este tiempo es que cualquier cosa puede pasar. —dice Bautista.
—Tiene sentido que no creas en mi palabra. No te culpo, yo también me sentiría de esa forma. —exclama Steindra.
—Sin ofender, pero ¿un monstruo sabe lo que sentimos los seres humanos? ¿con nuestras debilidades tan al descubierto?
—No, no me ofende. Los humanos tienen esa carga de desconfianza tan arraigada por los últimos años que está bien sentirse así. No los culpo. —mira su mano, cierra y abre su puño. —Mi existencia…la del emperador y muchas más que no son naturales o no forman parte de este mundo… ¿sabes? Creo que hasta puedo empatizar.
Los refugiados llegan hasta un puente que cruzar por arriba de una autopista y a lo lejos se ve lo que fue un grandioso estadio de futbol del club grande conocido como San Lorenzo de Almagro.
El alivio se ve en sus rostros tras varias horas de caminata por una avenida muy extensa. Los civiles, estaban muy temerosos y nerviosos a pesar de que tienen la protección de cazadores competentes. A los alrededores se ven cadáveres calcinados del primer ataque y escombros sobre vehículos y personas o los restos de estas.
A lo lejos de ellos, a casi treinta kilómetros de distancia, se ve una explosión y edificios que salen volando en pedazos. Steindra mira fijo en esa dirección y desconfía. Siente energía mágica que es tan grande que no puede ser de un monstruo normal. Bautista le toca el hombro y el monstruo se voltea tras volver en sí:
—¿Pasa algo? —pregunta el cazador.
—Hay que moverse lo más rápido posible. Voy a crear un perímetro para cazar a todos los dragones. No quiero que se altere nadie. —se acerca al oído del joven. —Mantente erguido y no dudes. —aconseja en voz baja.
Bautista se queda sorprendido por el consejo del monstruo. Como si tuviera intenciones de volverlo una especie de faro de esperanza. Luciana y Carlos también piensan eso de Bautista, que él es capaz de dar esperanza a las personas y lo empiezan a ver una especie de héroe.
Apenas escucha eso de Steindra, el cazador se pone en marcha dándole órdenes a los cazadores para que aceleren el paso de los civiles y no pierdan el foco que es protegerlos. Juan y Thiago alcanzan a ver al joven cazador, saludándolo y este responde sonriente con la mano levantada.
Steindra hace un gesto abrupto al agacharse y tocar su mano al suelo. Cierra los ojos y en un instante siente la presencia de todos los monstruos en un radio de quinientos metros como si fuera un sonar de maná. Un total de ochenta monstruos entre enjambres de cincuenta y tres small wyverns, cinco dragones colosales y veintidós dragonoides pero se van sumando más a medida que se adentran al radio de análisis. El total asciende a ciento sesenta.
El dragón dorado suspira y de un salto hacia arriba se aleja de los refugiados y cae cerca del estadio que es donde se ubica la mayor cantidad de monstruos. Sin intercambiar palabras o sonidos, Steindra arrasa con sus garras y cola a cada monstruo que se le cruza por el camino. Su velocidad es imperceptible. Los small wyverns se abalanzan como abejas con sus fauces horrorosamente abiertos y los dientes a la vista, pero se encuentran con las escamas duras del antiguo líder de los destructivos cinco que les acaba rompiendo los dientes. A los dragonoides los atraviesa con las garras y su cola es una incesante arma que se agita y decapita sin parar. A cada monstruo que se le cruza.
Los dragones colosales caen con fuerza y sin siquiera tiempo para gruñir cuando Steindra les da un puñetazo contra el suelo y aplasta sus cráneos mientras escupe bolas de fuego que incinera a los monstruos que intentan escapar:
—T-Tu… ¡aaaagghhh! —exclama uno de los dragonianos tirado en el suelo y un agujero en su pecho. —¿Cómo puedes hacerle esto a tu pueblo? —dice eso y vomita sangre de color negro.
—Tengo ese peso sobre mi existencia. —se acerca al dragoniano mientras da sus últimos respiros. —Pero no quiere decir que me arrepienta. En lo absoluto. —dice con la mirada sobre el cadáver del monstruo.
Detrás salen varios dragones de roca, un total de siete que lo desafían mostrando cuan duros son sus cuerpos. Steindra sonríe una vez más casi como si estuviera viendo a unos niños jugar llenos de entusiasmo, pero cuando sus escamas liberan vapor dorado es más que suficiente como para intimidar a esos monstruos. Ese fenómeno se llama “defensa humeante” y es considerado como el más avanzado.
Solo con tener esa habilidad pasiva es suficiente como para dejar en claro a los demás que enfrentarlo es una locura.
Se acercan cada vez más monstruos llegando a un total de cuatrocientos entre small wyverns, dragonoides, dragones de roca, entre otros. Steindra no se inmuta. Sus pensamientos moran con los civiles y su seguridad:
—Haaa…resistir y luchar por los demás…esa es la mayor fuerza de los seres humanos y francamente les diré lo mismo a este guerrero…voy a matarlos a todos si es necesario. Si quieren seguir existiendo váyanse. Si es lo contrario…prepárense para sufrir una muerte equivalente a los millones de vidas que se llevaron. —agita sus garras, afina sus ojos y golpea su cola contra el suelo. —Ustedes eligen. Vivos o cadáveres. —exclama con una voz y un aura tan tétrica que cunde el pánico y las dudas.
AVAVAVAVAV
Al mismo tiempo, Bautista acelera el paso de los refugiados mientras que a lo lejos muy cerca del estadio estallan llamaradas y columnas de tierra que se alzan hacia el cielo producto de la batalla que lidia Steindra para quitar del camino a los monstruos.
La vista, a pesar que desalentadora con el resultado de tanta destrucción a su alrededor, resulta un tanto diferente para cualquier puesto que el alivio de no encontrar a ningún monstruo es palpable. Y el hecho de que los civiles y demás cazadores hayan visto la verdadera apariencia de Steindra y tras su propia verdad, aunque a muchos les resulte poco creíble, les reconforta que cumpla su palabra de protección hacia ellos y ayuda para los lideres.
Esto no significa que confíen en él.
Luciana se retrasa para observar cómo sigue la situación de los demás grupos que están separados por casi cincuenta metros. Apenas se sienten cansados y hambrientos, pero cuentan con suministros que encontraron durante el descanso hace apenas dos horas por lo que ayuda a darles aguante para avanzar:
—¿Cómo están, Carla? —pregunta Luciana.
—Un poco agotados, pero ya casi estamos cerca ¿verdad? —dice Carla.
—Claro. ¿Ustedes dos como se encuentran? —pregunta mirando a ambos niños.
—¿Cuánto más falta? —pregunta Thiago.
—Tranquilo, ya casi llegamos y podrán jugar en un lugar más espaciado. —responde con total serenidad.
—Luciana. —dice Carla. —¿Puedo hacerte una pregunta?
—¿Huh? Si, por supuesto.
—Hablan mucho sobre ese refugio, el Pedro Bidegain. ¿Qué fue lo que pasó ahí? Si no quieres hablar sobre eso no lo hagas. Es que me da curiosidad. Lo siento.
—No te preocupes. En algún momento te platicaré sobre eso. Por ahora prioricemos llegar al estadio ¿de acuerdo?
—Si. —sonríe Carla.
Bautista se acerca mientras rasca su cabeza y mira a los niños. No es la primera vez que el cazador prioriza el bienestar de los niños. Incluso los civiles le tienen afecto y consideran un hermano mayor por jugar con ellos y darles calma cuando las cosas se ven malas:
—¿Falta mucho? —pregunta Luciana.
—Menos de un kilómetro. Los niños del grupo de adelante están maravillados por el tamaño del estadio. Tienes que ver sus expresiones. Chicos. —les dice a Thiago y Juan. —¿Quieren venir conmigo y ver el Pedro Bidegain?
—¿Podemos? —preguntan ambos a Carla y ella asienta sonriendo siempre y cuando obedezcan al cazador y se mantengan juntos.
Ambos le toman de la mano y son llevados al frente.
Luciana no evita sonreír al ver a su amigo con ese instinto tan tierno de hermano mayor. Ver como lo siguen y se les nota en la cara que pueden confiar en él es enternecedor para cualquiera. Carla deja escapar a modo de agradecimiento:
—Si que son un faro de esperanza para todas estas personas.
—Como bien dije, él lo es. Yo solo intento evitar que haga locuras. Es un tonto, pero en el cual confiaría mi vida. —pregunta Luciana.
—Él me contó que cuando intentaron escapar…te tomó de la mano y alejó lo más que pudo…—dice sin pensarlo, pero cuando ve muy seria a Luciana entonces se calla abruptamente. Espera unos momentos y rompe el silencio. —Perdón por lo que dije. Me siento avergonzada.
—No, descuida. Tienes razón. Así como a otras personas, Bauti es un salvador. Nos salvó a muchas personas que ves y por eso lo vemos como alguien a quien seguiríamos sin dudarlo. Él habría saltado a salvar a toda mi familia, pero las cosas se tornaron muy graves y solo quedaba yo. Era lo seguro y Bautista, tenía mi edad así que había sufrido la pérdida de su familia en el proceso. Lo amo como si fuera un hermano y desde ese día decidí que fuera esa persona tan humana, cálida pero confiable que nos guíe. ¿Crees que soy muy egoísta o humilde al hacer eso? La verdad es que ni yo se. Pero puedo asegurarte algo y es que Bautista nos protegerá a como dé lugar.
—Eso es muy cierto. —Carlos interrumpe por detrás exaltando a las dos chicas.
—Nos asustaste Carlos. —dice Luciana.
—Oh, perdón. Ya no falta mucho. Apenas quedan tres cuadras así que estén atentas. Ya di la orden a los demás grupos de cazadores.
—Okey. —sus ojos se abren de par en par cuando ve cadáveres frescos de dragones por todas partes. Hay órganos, partes de esos monstruos desparramados por doquier. —Oh, Steindra no se contuvo.
—Si, sobre eso. Ya está en el estadio revisando que no haya ningún monstruo. Todo sucedió en un instante. Es muy rápido ciertamente. —dice Carlos.
—Es un rango SS+ tiene sentido que sea tan poderoso además que fue el líder de los destructivos cinco. —dice Carlos en voz baja para que esto último no se oiga para que el pánico no se masifique.
Al frente, Bautista canta con los niños. Les pide que solo lo vean a él y no a los cuerpos brutalmente destrozados de los monstruos. Todo para preservar la mente de ellos.
Mientras tanto, Steindra se comunica con Bautista por medio de un comunicador que el cazador le entregó para hablar desde distancias largas y saber todo lo que el monstruo encuentre por el camino y trazar una red de inteligencia y comunicación:
—Aquí Bautista.
—Estoy en la entrada del estadio. Veo muros hechos de escombros, bolsas de arena y hay muchos vehículos militares con alambrados y cercos. No veo personas.
—Entendido. Seguiremos moviéndonos. Por cierto, quiero saberlo. ¿Por qué el Pedro Bidegain? Se que sabes sobre mi pasado y el de Luciana en este lugar.
—No puedo decir mucho, pero la razón es que hay niños jugando muy cerca de los límites.
—Puede ser una trampa. —exclama Bautista con escepticismo.
—Esa es la cuestión. Son humanos comunes y corrientes con la diferencia de que refugio está rodeado por capas y capas de telas de araña que ayuda a mantenerse alejados de los monstruos. No hay cadáveres de ningún tipo salvo los que maté en el camino.
—¿Qué significa?
—Ella no está aquí, pero controla este refugio.
—¿Quién?
Steindra guarda silencio y alza lentamente las manos al ver acercarse a un grupo de cazadores con las armas listas, rodeadas de energía mágica vibrante, preparados para atacar ante el más mínimo gesto sospechoso.
A su lado, diversas especies de arañas monstruosas avanzan con sigilo, destacándose entre ellas una criatura más pequeña pero imponente. Su torso superior tiene forma de mujer, mientras que el inferior revela el cuerpo robusto y peludo de una tarántula. Ella extiende una de sus largas uñas afiladas y lo señala con firmeza:
—¿Quién eres tú?
Detrás de Steindra, los civiles comienzan a acercarse, protegidos por los cazadores.
Bautista deja a los niños al cuidado de Luciana y Carla, y camina con paso firme sobre el suelo resquebrajado por la destrucción y plagado de cuerpos calcinados y esqueletos de lo que fueron personas en algún momento de esos terribles cinco años.
El dragón dorado baja lentamente las manos y responde con una seriedad que desconcierta a la criatura arácnida.
—Vengo porque Arakneida me lo pidió hace tiempo. Priorizar la vida de los humanos es fundamental…y es lo que pretendo como aliado de Martín.
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