Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 167
En el otro extremo a cinco kilómetros del refugio, una criatura masiva de unos veinte metros de alto, piel gris con venas de lava y una fisionomía bastante intimidante se levanta de su siesta y sacude su cuerpo lleno de escombros. De frente a sus patas yacen esqueletos de personas a las que devoró o dejó morir para su deleite.
Tal cual un animal gruñe y luego rasca su barriga. Puede comportarse de manera tierna, como un gigantesco panda, pero es una verdadera máquina de matar y destruir que puso patas para arriba a casi toda Asia continental con su poder mágica.
Un cierto aroma atrae su atención que proviene en dirección al refugio del Pedro Bidegain. Sus ojos se abren, porque ese olor le es familiar, pero necesita corroborarlo así que empieza a moverse lentamente mientras es seguido por más dragones. Son cientos que en fila o volando, siguen a la bestia con una intención o instinto asesino propio de los monstruos genocidas.
En el estadio de San Lorenzo, la tensión es abrumadora. Los refugiados no pueden avanzar porque los monstruos arácnidos observan y cazadores que vigilan están en medio de la entrada a la enorme estructura que albergaba a más de 47.000 personas en épocas de paz.
El monstruo arácnido con apariencia de hermosa mujer, pero con perturbadores ocho ojos escucha acerca de su poderosa señora por parte de Steindra. Al principio duda, pero siente que debe preguntar:
—¿Cómo es que la conoces a mi señora? ¿Quién eres?
—Soy Steindra, antiguo líder de los destructivos cinco. Yo conocí a Arakneida mientras viajaba por las tierras desérticas cubiertas de montañas mientras ayudaba a los focos de resistencia. —responde en tono solemne cosa que llama la atención a la criatura frente a él.
—¿Cuántas personas son las que hay detrás de ti?
—Poco más de ciento veinte.
—¿Entre civiles y cazadores?
—Si.
—¿Hay más monstruos aliados?
—No.
—Humm…disculpen. —se acerca tímidamente Bautista.
—¿Tu eres?
—Bautista y ella es Luciana. —señala a su amiga quien también se acerca.
—Supongo que son los lideres de este grupo de refugiados.
—Si. Venimos desde Mataderos. —responde Luciana con timidez. No puede ocultar su nerviosismo al ver a Keoma y Steindra frente a ella, dos monstruos de alto nivel.
—Soy Keoma, uno de los ocho ojos de Arakneida. —se presenta ella. Se asoma a un costado y ve que hay niños entre los civiles y cazadores. —Vamos, entren. Esos niños tienen que comer y descansar. Que los cazadores se unan a los que están vigilando y protegiendo el perímetro. Necesitamos toda la ayuda disponible. —se voltea y mira a uno de los cazadores que parece ser el líder de ellos. —Hugo ¿podrías?
—Por supuesto Keoma. Por favor, entren que en breve habrá una tormenta.
Hugo y los demás cazadores, un grupo de casi cincuenta, permiten el paso a los refugiados de Mataderos. Los llevan hasta el campo de juego pasando por alambrados, muros de bolsas llenas de arena, roca, y tiendas de campaña de lo que fue el anterior refugio hecho de manera deficiente y que llevó a su caída:
—Steindra. —Keoma lo mira curiosa y prejuiciosa. —Hace meses no sé nada de ella. Tampoco pude contactar a los demás ojos.
—Si tu pregunta es sobre si pude volverla a ver la respuesta es un no. Parece que está transportándose todos los días.
—Perdón, pero ¿puedo preguntar quién es Arakneida?
—Creí habértelo dicho. —dice Steindra.
—Pues hubo ocasiones, pero nada concreto. ¿Es alguien importante? —pregunta Bautista.
—Ella es la emperatriz de las arañas y el veneno. La más poderosa de los familiares de Martín y una de las generales de la resistencia. También es mi creadora. —exclama orgullosamente.
—En pocas palabras, es uno de los pilares de la humanidad en estos momentos. —dice Steindra.
—Esa es una obviedad. Entonces díganme, Bautista, Luciana, ¿pueden ayudarnos a defender el refugio cuando llegue el momento y si es necesario? —pregunta Keoma.
Luciana no puede creer que otro monstruo como Keoma se vea tan hermosamente intimidante pero sus palabras están llenas de honestidad a la vez que no encuentra una pizca de hostilidad. Su pensamiento de que puede haber más monstruos luchando por la humanidad está reflejada en la imagen de Keoma y varias arañas ayudando a las personas a llevar sus cosas o transportando en sus espaldas a niños, ancianos y heridos. Es conmovedor para ella.
Keoma le invita a que vaya con Bautista hacia dentro del estadio. Ella asienta y toma de la mano a su amigo, sabiendo que el refugio le trae recuerdos muy amargos, a ambos de por sí. Carlos se asoma por un costado y los carga a ambos como si fueran unos niños. Luciana lo maldice por eso, pero luego sonríe.
A medida que se acercan al campo de juego, Bautista recuerda lo que fue esa masacre en la que tanto él como su amiga perdieron a toda su familia en un ataque repentino de dragones colosales que barrieron en llama y sangre toda vida dejando esqueletos negros y cuerpos calcinados.
Lo primero que se le viene a la mente es que posiblemente vea aun esos cuerpos desparramados pero la sorpresa de que no quedó nada es tal que sale corriendo y sus lágrimas caen al suelo. Es alivio o consternación da igual porque una parte de su pasado ahora quedó atrás. Él esperaba encontrar aún los cadáveres de sus padres o los de Luciana, pero el césped sigue igual de amarillento y las tribunas con el mismo color gris y lo que alguna vez fue azul y rojo con el escudo dibujado allí:
—¿Vamos? —le dice Luciana tomándolo de mano una vez más y encarando hacia el centro del campo donde hay un agujero con una entrada que da a una compleja y enorme red subterránea.
—Por lo que se ve es un lugar mucho más grande y acogedor que Mataderos. —exclama Carlos golpeándose el pecho.
—Jajaja, seguro que sí. Espero que sea acogedor para los niños. —dice Bautista.
Keoma rasca su cabeza y señala hacia una dirección desconocida y Steindra se queda pensando a la espera de una explicación. Su silencio e ignorancia es notable:
—Hace semanas…algo en esa dirección está perturbándonos de una manera tenebrosa. Temblores y una presión inmensa. Asumo que también eres consciente de que algo allí tiene un inmenso poder mágico.
—Para mí pesar tiene que ver conmigo. —dice Steindra con desanimo.
—¿Cómo podemos prepararnos para combatirlo?
—Si se trata de uno solo…puedo con ello.
—¿Y si hay más y no nos estamos dando cuenta? Imagina todas las opciones posibles.
—¿Qué sabes de eso?
—Lo mejor será que vayamos adentro y discutamos este asunto con los humanos. Dejarlos fuera sería de poca educación. —dice Keoma.
—Tienes razón.
Steindra hace un ligero movimiento de su cabeza mirando hacia la izquierda y como una bala, se mueve hacia una calle precaria. Las casas que aún quedaban son destruidas por una figura monstruosa color gris y fauces que evocan cualquier clase de horror para los humanos.
El dragón dorado da un salto y con un puñetazo hacia debajo de la mandíbula levanta el gigantesco cuerpo del monstruo, varios metros y luego con la cola golpea el costado de la cabeza para bajarlo a tierra contra algunos edificios que permanecen erguidos aún:
—¡Keoma, vete rápido adentro del refugio y que todos se preparen para defender! —grita Steindra a modo de orden para que la arácnida entre en sí tras haber visto al enorme dragón sin alas, pero cuyo poder mágico la petrifica de temor. Vuelve su mirada al enemigo. —Tú…
—Jojojo, ha pasado tiempo Steindra. ¿Cómo es que decaíste tanto? ¿ayudando a humanos? Eres patético. —se burla mientras acomoda su cuerpo.
—Granikus, parece que te sienta muy bien ser mascota de Doromak. —responde a las burlas.
—Tú no estás en posición para decir esa estupidez. ¿Cuándo fue que usaste todo tu potencial sin que te importen los humanos a tu alrededor? De tan solo pensar cuanto caíste me hace poner furioso. —sus ojos desprenden aura dorada.
—¿Qué te hace pensar que un asqueroso traidor como tú puede permanecer tan tranquilo? Cuando la realidad es que tu ventaja ya no vale nada. —al decir eso, Granikus convoca a dragones de los alrededores que siguen sus órdenes. También aparece un dragón de plata con cuerpo alargado que posee movimientos rápidos. También llega reptando otro cuyo cuerpo es como el de una serpiente color rojo portando un tridente. Tres de los cinco destructivos están frente a Steindra.
—Hola antiguo líder. —dice Alammor, dragón plateado, a modo de sarcasmo.
—Que coincidencia encontrarte aquí. —exclama Dashbaran, dragón serpiente que gobierna las aguas de Japón.
—Alammor, Dashbaran, Granikus, vaya reunión de mediocres. ¿Cómo los trata el liderazgo de Doromak?
Sin pronunciar algo al respecto, Granikus lanza un puñetazo directo hacia Steindra que lo manda a volar a una gran distancia y atraviesa en el camino un numero enorme de estructuras:
—Que impulsivo eres Granikus. No tratamos con un cualquier. Se más paciente. —lo regaña Alammor.
—Es eso o darle espacio y tiempo. Yo solo golpeo cuando la oportunidad aparece. —se defiende el enorme monstruo de rango SS+.
—Deja de darle prioridad a golpear y luego pensar ¿quieres? —insiste el dragón plateado.
—Ya deja de balbucear. No todos tenemos el privilegio de pensar más rápido. —responde Granikus sin intenciones de seguir escuchando más cuestionamientos sobre su forma de actuar.
En la lógica, los destructivos cinco son una fuerza que fue capaz de eliminar a casi la mitad de los altos rangos mundiales y en ocasiones abrumando con creces a los cazadores humanos, pero en cuanto a si se llevan bien o no, es lo que Steindra en su momento intentó de neutralizar. Ellos cinco se odian con un ardor en sus corazones tan fuerte que Doromak no hace más que nutrirlo.
Mientras Granikus se jacta de haber herido a su antiguo líder, el puño con el que lo golpeó se empieza a agrietar y entre esas grietas se ve una luz dorada que ilumina el brazo entero. En un santiamén, el brazo estalla en pedazo causándole un enorme dolor.
Alammor y Dashbaran se alejan confundido ante el fenómeno de su aliado:
—Granikus… ¿Qué carajos te pasó? —pregunta la poderosa serpiente de oriente.
—¡¿Yo que carajo voy a saber?! ¡maldición mi brazo! —se queja.
—Matarlo no será sencillo. —dice Alammor.
Con escombros sobre el cuerpo, Steindra se quita los grandes trozos de roca y aparta a un lado. Se para y trona su cuello. A una gran distancia están los tres dragones discutiendo entre sí. En ello aprovecha el dragón dorado para acortar distancia y con un fuertísimo impulso llega al instante.
Granikus se voltea y encuentra Steindra casi sin daño alguno. Alammor adopta su posición de combate y abalanza contra él envistiéndolo con la cabeza como si fuera una enorme bala y lo envía contra otro edificio. Sin embargo, en el pecho de Alammor se forma una equis dolorosa y sangrante:
—¡Aaaaaaghhhh, maldita sea! E-Esto es lo mismo que le pasó a Granikus. —piensa Alammor, adolorido por ese repentino ataque.
—Hay que tener cuidado con los ataques que hagamos. Jamás nos enfrentamos de esta manera con Steindra. —dice Dashbaran.
—Es obvio que es su magia, pero… ¿Qué clase es? No tiene el más mínimo sentido. —dice Alammor.
—¿Curiosidad? —se acerca Steindra. —No lo veo mal, es decir, jamás pudieron vencerme en el uno a uno ¿Por qué lo haría ahora? —añade confiado.
—Tienes razón. No te venceremos en combate singular, pero…—se oye detrás de Steindra.
—¿Huh? —el dragón dorado se da vuelta y un puñetazo le da en el rostro. Luego Alammor lo golpea muy fuerte por la espalda y Dashbaran impacta en el pecho con su tridente. Granikus lo enviste contra el suelo hundiéndose entre escombros y un daño considerable.
Doromak hace acto de presencia representando un peligro considerable para Steindra. Erezzia se intenta mantener al margen solo por respeto hacia su antiguo líder, pero antes que nada está servir al emperador Dramonzuk.
Steindra se intenta levantar, pero Doromak inmoviliza pisándole las piernas y Dashbaran hunde el tridente sobre la cola dejándola en el espacio del arma impidiéndole moverla:
—Estúpidos imbéciles. ¿Acaso no saben que las escamas de Steindra color dorado contienen magia reflectora? Sus ataques físicos no funcionarán siempre porque se los regresa. Te dije que nos volveríamos a ver, pero no estas particulares circunstancias. Parece que encontraste otro grupo humano que quieres ayudar a sobrevivir. ¿Crees que puedes hacer lo que quisieras en este mundo? Ya le pertenece al emperador. Se consciente idiota. —exclama el nuevo líder de los destructivos.
—Para ti son simples insectos los humanos, pero no tienes idea de las grandes proezas que hicieron, hacen y harán con su valor. —dice Steindra.
—Y mira a lo que los llevó. Causan su propia ruina. Si tan solo no hubieras desertado, este asunto ya habría acabado.
—No los subestimes. Te aseguro que…muy pronto se invertirán las cosas.
—Prometes…juras…garantizas…pero siguen cayendo refugios, cazadores, y naciones. ¿Qué clase de poder puede siquiera oponerse al emperador? Es irracional lo que haces. Regresa y júrame lealtad como tu líder en los destructivos.
—¿Qué esta escoria regrese? Es un maldito traidor. —dice Dashbaran.
—Dependiendo de su respuesta. —exclama Doromak.
—Vete al carajo Doromak. —responde desafiante.
Doromak levanta su mano con la palma al descubierto. Energía mágica sale de su mano formando una esfera ardiente que incrementa su tamaño conforme pasa el tiempo. Alrededor de Doromak circulan fuertes ráfagas de vientos por la intensa cantidad de maná que desborda. El viento crea grietas en la superficie de los escombros y el suelo. Los demás destructivos se apartan porque prevén que ese ataque puede destruir toda la zona en un rango estimado de casi cinco kilómetros:
—¿Es así como quieres terminar? —pregunta Erezzia. Ver a Steindra en esa situación le molesta y por eso quiere ayudarlo a que recapacite. —Reprimiéndote solo porque hay un refugio a pocos metros de aquí. Que desperdicio. Enserio que te admiraba.
—Sin arrepentimientos. —dice Steindra con una sonrisa en el rostro y mirada llena de confianza. Doromak se enfurece por esa actitud y le dispara la esfera sobre la espalda.
Al mismo tiempo en el refugio, un niño ve una figura delicada y femenina de espalda con cabello largo blanco y un vestido negro gótico, así como una guadaña carmesí hecha de sangre siendo sostenida con su mano izquierda. Se va alejando en dirección a donde está la batalla.
Esa persona, a la que jamás habían visto en el refugio, pero sin que nadie sepa había creado un muro de sangre para proteger de escombros que vuelan, así como árboles y otras cosas, desaparece ante la vista atónita de muchos civiles.
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