Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 169
Cinco años atrás…
El cielo se parte en un grito.
No es el sonido de un relámpago, ni el retumbar del suelo abriéndose, sino el rugido de una bestia manifestando todo su poder contra la ciudad más sagrada del mundo occidental. Las cupulas de Roma, tan majestuosas, como sagradas y eternas, empiezan a temblar mientras grietas en llamas recorren las calles como venas carmesíes.
Desde el Vaticano hasta el Coliseo, columnas de fuego se alzan quebrando el suelo y de ellas salen criaturas con formas de dragón de toda clase, tamaño y colores. Una gigantesca explosión irrumpe en la plaza de San Pedro. Sus llamas se elevan más alto que cualquier rascacielos concebido por el hombre seguido de un grito desgarrador de una mujer:
—¡Martiiiiiiiiiiiiiiiiiin! —grita desgarradoramente Estela, abrazando a Martín quien está inconsciente sin poder defenderse y el fuego que expulsa Dramonzuk de su boca.
—No van a lograr ¡maldición! —grita Julio. Corre hacia la pareja con Octavio detrás de él.
Estela alza la cabeza al notar que alguien se ha parado frente a ellos. Julio reúne todo su poder mágico, el poco que le queda, y dibuja un escudo de pura energía color rojo. Octavio hace lo propio al golpear su mazo contra el suelo y un enorme trozo de roca se levanta creando otra capa defensiva. No es suficiente pero la intención es amortiguar tal poderoso ataque.
Un silencio ahoga el momento previo al impacto.
Cuando las llamas chocan contra la superficie, el aire se vuelve irrespirable y el calor es tan intenso que resulta insoportable. El pedazo de roca reforzado con todo el poder mágico que le queda a Octavio empieza a ceder dejando grietas carmesíes.
Ninguno de los dos se aparta del camino anteponiendo sus propias vidas para protegerlos de las llamas. Estela intenta convencerlos de que se aparten, pero Octavio la regaña y tras eso sonríe:
—¡Es una locura! —exclama Estela. Apenas escucha como el oxígeno se quema.
—¡No es una locura! ¡daría la vida por ustedes sin pensarlo! —responde de manera contundente para dejarles en claro cuanto los quieren.
—Se que María me matará, pero tengo la intención de cuidarlos, aunque deba enfrentarme a estos monstruos por más que me cueste la vida. Somos familia ¿saben? —dice Julio con sus piernas sintiendo la presión insostenible.
—No…por favor… ¡no quiero que mueran! —dice Estela entre lagrimas mientras se aferra a Martín. Intenta usar su magia de viento para crear un muro. Lucha con la desesperación de no lograr. —¡Vamos, vamos, vamos por favor! —su maná se dispersa con cada intento de ella por generar una barrera, su mayor especialidad.
Las llamas se filtran por entre las grietas e impactan contra el cuerpo de Octavio. Recibe quemaduras muy graves, pero no se mueve ni cede terreno. Está dispuesto a ser calcinado con tal de evitar que el mortal ataque logre su cometido. Su rostro y parte del brazo se queman. La ropa empieza a ser calcinada revelando la mitad del cuerpo en las mismas condiciones que el rostro y brazo.
Julio, por su parte, recibe quemaduras en el abdomen y pecho, pero con menor potencia. Aún así las heridas son considerables y muy dolorosas como para que pudieran mantenerse con esa entereza.
Sin embargo, la roca explota y las llamas avanzan sin obstáculos. Como puede, Julio estira el brazo, agarra a Octavio del hombro y lo arrastra hacia Estela, cayendo en el suelo completamente envuelto en humo y terribles heridas.
Estela tiembla de miedo, incapaz de hacer algo mientras observa como Julio soporta el ataque de Dramonzuk.
El escudo de Julio tiembla, debilitado. Su maná se agota como una vela que arde contra el viento, y la energía se desvanece lentamente, dejando apenas un hilo de defensa.
Las manos de Julio sufren quemaduras y un dolor agonizante sofoca su concentración.
Entonces, ocurre la desgracia para el cazador cuando se rompe ese escudo salvador y siente como ese calor lo impacta previo a que ese fuego abrazador lo haga desaparecer.
Sin embargo, una figura se interpone frente al cazador, alzando ambas manos para invocar una nueva barrera de energía, no tan fuerte como el de Julio u Octavio, pero lo suficiente como para que escapen por un portal creado a un lado de ellos. Estela ve a Daniel y a Marchello prestándole poder mágico para usar la magia de gravedad y amortiguar el impacto como lo hicieron los dos cazadores anteriormente:
—Daniel ¡¿Qué es lo que estás haciendo?! —pregunta Estela.
—¡Arakneida creó un portal, es pequeño, pero podrán escapar! ¡vayan, yo…los seguiré! —exclama Daniel señalando con su dedo por detrás de Estela.
—¡Mentira! —le recrimina Estela.
—¡Julio, por favor, confía en mí, váyanse! —grita Daniel con firmeza, conteniendo el miedo.
—Entiendo. —responde Julio. Se apresura a llevar a Martín en su hombre y a Octavio. Estela se niega a escapar así que Lorkamos intercede desde el portal para llevarla contra de su voluntad. Daniel sonríe a Julio y este le devuelve el gesto con otra sonrisa.
—Estela, dile a Martín que gracias por haber confiado en mí. En verdad…fueron grandes amigos…les agradezco de todo corazón…—sonríe a ella.
Marchello mira al frente, pero le pide un favor a Julio. Un mensaje para alguien especial:
—Julio.
—¿Sí?
—¿Podrías decirle a Victoria que…de todas las personas en el mundo…ella fue mi mundo?
—Claro.
—Muchas gracias…Victory…
La plaza de San Pedro, así como el Vaticano y varias manzanas alrededor se ven envueltos en llamas, explosiones y humo. Como si hubieran bombardeado con misiles de toda clase. La destrucción de Roma, inclusive, se puede ver desde los satélites en el espacio. Una gruesa columna de humo de varios kilómetros de ancho y cientos de alto, de color negro espeso y relámpagos apareciendo es todo lo que se ve desde el espacio.
La conmoción en el mundo por lo ocurrido en Roma es empañada por hordas de cientos de miles de dragones apareciendo en todas partes del planeta.
Ninguna nación estuvo preparada ante la velocidad con la que fueron invadidas por los monstruos y una capa de maná carmesí que envolvió a la atmosfera de cada lugar del planeta. Y mientras el mundo aún no pudo comprender lo ocurrido, el verdadero horror golpeó con firmeza a la pequeña Suiza…que desapareció del mapa, borrada por una explosión miles de veces más devastadora que la que condujo a la caída del Vaticano.
AVAVAVAVAV
Unas horas más tarde…
Los ojos de Estela se abren encontrándose con un paisaje oscuro y rocoso. El olor a moho inunda su nariz y el frío sacude su cuerpo. Apenas puede ver gracias a antorchas que revelan pasajes antiguos debajo de la capital romana.
A su lado está Octavio con vendas en casi todo el cuerpo, durmiendo y siendo tratado por la magia de plantas de María, que busca tratar sus heridas que de por sí se ven muy graves.
Arakneida yace sentada a su lado junto a Macarena. Ambas lagrimean por verla despertar sana y salvo. Se reincorpora sentándose sobre el suelo en el que estuvo descansando durante varias horas desde lo que pasó. Tanto la familiar de Martín como la joven cazadora se abalanzan sobre Estela, felices por encontrarla bien, aunque los temblores en sus manos continúan por la falta de maná y el shock de lo vivido:
—¿Qué ocurrió? —pregunta Estela.
—¿No lo recuerdas? —pregunta Macarena.
—Muy poco. Solo recuerdo a Martín cayendo el suelo…luego vino Julio y Octavio…Daniel… ¡e-ellos! ¡aaaaaaaaaagghhh! —se exalta preocupada y grita de dolor tomándose la cabeza con sus manos. Los detalles de lo sucedido se disparan contra su mente causándole dolor. Arakneida la contiene y Macarena la abraza.
—Ya, ya tranquila. —le dice Arakneida.
—Estamos aquí Estela. No estás sola. —exclama María acercándose a ella.
Julio, tras escuchar eso, regresa con los demás no sin antes hablar un momento con Victoria y explicarle lo que pasó con Marchello. Él le explica todo lo que pasó. Victoria cae de rodillas y empieza a sollozar siendo consolada por los restantes miembros del gremio italiano. El dolor es total para ella pues su querido amigo de toda la vida y a quien más amaba, desapareció para siempre por fuego, muerte y destrucción:
—Siento mucho esto y entiendo por lo que debes estar pasando. Él…bueno…me pidió que te diera un mensaje y es que nunca te dejó de amar pero que siente mucho lo que hizo en todos estos años. Espero que al menos esto pueda resultar algo sanador, aunque la pérdida nunca será buena. —exclama Julio posando su mano sobre el hombro de la cazadora italiana.
Luego de eso, Julio regresa con los miembros del gremio Victory quienes esperan en una sección de las catacumbas usadas por cristianos antiguos en épocas del imperio romano. Ya saben lo que pasó con Daniel, las heridas de Octavio y el mismo Julio y que Martín no despierta siquiera. Nadie se sorprende puesto que el viaje a Roma fue un completo error y sufrieron una derrota abismal.
En respeto por el brasileño hacen un minuto de silencio. Daniel era alguien muy religioso y en su estadía en Buenos Aires concurría seguido a la Catedral de Lujan. Inclusive teniendo un altar en su habitación del departamento, que se le concedió como miembro del gremio, una foto de su madre junto a una cruz y rosario sobre el velador al lado de la cama.
Uno de sus amigos más cercanos, Lucas, intenta guardar la calma y no salir de las catacumbas y atacar a cualquier criatura que se le cruce por el camino. Tiene tanta ira que buscaría venganza con tal de saciar su angustia y tristeza de la pérdida de su amigo:
—Tranquilo Lucas. —le pide Cromana tomándolo de la mano.
—Él era mi amigo. ¿Cómo se supone que esté tranquilo cuando fue calcinado como un animal? —exclama Lucas. Sus manos tiemblan de los nervios y un par de lágrimas caen al suelo.
—No eres el único que quiere salir y matar a ese maldito monstruo. —dice Claustro. —Pero si nos dejamos vencer por la ira…la venganza…así como yo en su momento intenté contra Octavio. No permitamos que el dolor influya en nuestros corazones. —alienta a sus compañeros para que ninguno sufre lo que él.
—Claustro tiene razón. Podemos llorarlos cuando todo esto acabe. Mientras tanto necesitamos saber que sucede en la superficie. —dice Julio.
—Julio ¿acaso no viste quien nos atacó? ¡es el maldito emperador de los dragones, Dramonzuk! ¡solo sus llamas son lo suficientemente poderosas como para derretir la roca o borrar una nación entera! —dice Kargroot. Se siente presionado por la aparición de uno de los monstruos más poderosos que existen.
—¡¿Qué quieres que haga entonces?! —responde con firmeza. —Estamos atrapados aquí y sin saber que pasa. Perdimos a un amigo y varios heridos.
Detrás de ellos escuchan unos pasos tambaleantes acompañados por otros más estables. Julio se da vuelta y ve a Estela con la pierna izquierda herida envuelta en vendajes. La acompañan Arakneida, Macarena y María:
—Lo estuve pensando y quizás sea mejor que nos separemos. —propone ella.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Claustro.
—Es Martín. Él…—se aferra a su brazo.
—¿Qué le ocurrió? ¿está bien? —pregunta Julio.
—Sigue en coma y parece que hagamos lo que hagamos, es su mente la que no quiere despertar. —exclama Arakneida.
—¿Qué tal si nos separamos en grupos para dar apoyo a este país? Nos necesita y si Dramonzuk avanza, quizás no quede nada.
—Me temo que es imposible lo que dices. —dice Victoria desde un extremo recostada contra la húmeda pared y con lágrimas brotando de los ojos.
—¿Por? —pregunta Estela.
Victoria muestra un cristal amarillo usado para la comunicación. Lo primero que hace Julio es exigirle una respuesta al porque ella lo ocultó todo ese tiempo ya que tienen la necesidad de comunicarse con el exterior, pero Estela lo detiene y ella es quien se acerca a Victoria. Se agacha frente a ella y dice:
—¿Te comunicaste con alguien?
—Ajá. —asienta con la cabeza. —El panorama es terrible. —levanta las rodillas, abraza las piernas y apoya su rostro contra estas. —Toda Italia fue destruida. Hay portales en todo el mundo de los que sale toda clase de dragones. El mundo…está en jaque.
El silencio en las catacumbas se vuelve abrumador e incómodo y en un instante se rompe cuando los temblores que se originan en la superficie sacuden el sitio. Todos se miran entre sí, incapaces de asimilar lo que la italiana acaba de contarles. Sus ojos se abren de par en par. Algunos caen de rodillas y otros sollozan al pensar en sus familias.
La noticia es tan punzante como un golpe directo al corazón. El mundo ha sufrido un cataclismo de proporciones globales y ellos no han podido hacer nada para evitarlo. Esa es el duro pensamiento que golpea por sus mentes.
Es en ese momento en que todos saben que a partir de ahora nada volvería a ser igual.
Siguiendo la propuesta de Estela, Victory se separaría para dar apoyo en diferentes sitios, pero la mayoría centrados en Buenos Aires mientras que Estela con apoyo de Arakneida desaparecerían sin dejar rastro. Ni Julio, ni Macarena ni cualquier otra persona de gremio sabría donde estarían ubicados y cada cierto tiempo moviéndose a otro lugar ya sea Afganistán, Siberia, Islas Fiyi o Alaska. La prioridad es proteger a Martín hasta que lograse despertar.
La lucha por sobrevivir había comenzado y el tiempo, quizás es su mayor enemigo.
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