Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 172
En los Estados Unidos, la situación no es distinta a lo que está sufriendo los países en todo el mundo. Casi cien millones de norteamericanos murieron en tan solo veinticuatro horas después de lo que había pasado en Roma.
Se había desplegado todo el ejercito con todo su arsenal y todo su poder de fuego. Incluso se usaron armas experimentales de maná. Hasta se trató reubicar a cazadores como William y su gente para prestar ayuda. Sin embargo, cuando el antiguo cazador top uno del mundo llegó a su querida nación se encontró con un páramo seco, destruido, llamas y cadáveres por todas partes y dragones dándose festines con cuerpos de inocentes.
De ahí en más, una nación con gran orgullo por ser una superpotencia se vio sumergida en la ruina absoluta en tan solo un pestañeo.
En la actualidad, William encabeza la dura resistencia humana contra las hordas de dragones que llegan cada día desde hace cinco años.
El cazador, ahora con el título de guardián de Estados Unidos y presidente de la nación, esto debido a que todo el gabinete y político que se refugió murió cuando Dramonzuk llegó al lugar y arraso ciudades. Después de la muerte de los políticos el próximo para ser considerado en el cargo es el cazador más poderoso y prestigioso, como parte de la constitución dictaminada con los fenómenos de la magia y mazmorras.
Ahora el poderoso cazador lucha día a día con su gente para abastecer como puede, entablar comunicación con los cazadores supervivientes y defenderse de los monstruos. Cada cierto día entabla comunicación con Arakneida, preocupado por su estado, el de Estela y Leza y sobre todo el de Martín quien sigue desaparecido con el grupo.
Gracias a la cooperación con las arañas de Arakneida, William dispone de las habilidades de la soberana de las arañas para crear portales y esto le permite moverse entre cada uno de los estados de la nación. El costo de maná para la poderosa familiar de Martín es siempre alto, pero no duda en hacerlo por su señor y la humanidad entera.
Desde hace meses, William se encuentra en un refugio ubicado en Filadelfia en el estado de Pensilvania que consiste en una manzana enorme encerrada con muros de roca creados por cazadores de elemento tierra y lava y aprovechando los metros subterráneos construyeron el refugio en ese lugar. Lo cierto también es que mantiene gran presencia de cazadores que protegen a casi treinta mil civiles.
Sin embargo, los problemas no tardan en llegar por la enorme cantidad de personas viviendo ahí.
William recorre los túneles, conversando amablemente con los supervivientes. Preocupado por los más débiles y jóvenes contrasta con sus épocas como maestro del gremio “Dark Eagle” donde era un fuerte cazador, eficiente, gran líder pero también belicoso. Ahora es alguien que decidió llevar sobre sus hombros el peso de llevar a la supervivencia a su nación y prestar ayuda a los demás supervivientes del mundo.
La derrota frente a Martín y el posterior exilio y acción en África sembraron la semilla del gran hombre que ahora es.
—Gary ¡Gary! — grita William desde el otro extremo de la estación subterránea de Phillips 25th
—Jefe, ¿pasó algo? —pregunta el hombre de mediana edad y ex empleado de mantenimiento de vías. Ahora se desempeña como parte del grupo que explora zonas en busca de suministros junto con cazadores.
—Que tal Gary. Estoy buscando a Jeff ¿lo viste?
—Creo que salió esta mañana con un grupo para explorar.
—Entiendo. ¿Cómo van las cosas con los suministros?
—Por el momento todo está en orden. Tenemos suficiente como para un mes.
—Son…buenas noticias.
—William…
Gary se aparta junto con William para no ser oídos:
—Jefe, ya no hay más sitios disponibles y si queremos encontrar más suministros lo mejor sería ir a otro estado. Si es que podemos avanzar más allá de diez manzanas.
—Carajo. Bien. Buen trabajo. Sigue tomando nota sobre los suministros disponibles.
William observa que Gary está nervioso:
—¿Hay algo más?
—Pues…
—Dime. —pide sin apartar la expresión de serenidad.
—Él…bueno…salió de nuevo. Le pedimos que no sea imprudente pero simplemente hizo oídos sordos y salió corriendo. —cuenta Gary.
Al oír eso, William se toma de la cabeza y maldice, pero nada más que eso porque luego toca el hombro del hombre y lo tranquiliza alegando que no es culpa de nadie y que por ahora lo mejor es esperar.
Luego de eso, el cazador antiguo número uno del mundo continua su recorrido. Muchas personas lo ven y salen corriendo a su encuentro, emocionadas, entusiasmada porque cuentan con la protección de alguien tan encomiable como él.
En el camino se encuentra con Morgan, quien entrega comida y un poco de agua junto con otros diez cazadores. William no quiere interrumpir su entrega diaria de suministros a los supervivientes, pero es necesario debido a que la baja continua de personal es bastante crítica. Por esa razón es que le saluda desde lo lejos y ella devuelve con un paquete de pan relleno de crema en la mano:
—William ¿Cómo estás? ¿pudiste dormir? —pregunta ella, preocupada de que desde hace varios días que lo ve moverse de un lado hacia el otro.
—Un poco pero apenas lo suficiente. —responde sonriendo.
—Ten. —le entrega una caja y el paquete de comida en la mano. —Ayúdanos presidente, jejeje. —se burla ella.
—Eres una tonta. —mantiene su honesta sonrisa y acompaña a los cazadores en la entrega de suministros. Los supervivientes, incrédulos, reciben felices la comida de parte de William.
—Te noto preocupado.
—Es que llevamos semanas sin poder saber nada sobre los otros refugios.
—¿Por qué no te contactas con Arakneida y le pides que cree un portal hacia algún refugio cercano?
—No. Ya sería demasiado. Nos ayudaron demasiado como para abusar de su confianza y ayuda. Además, ese idiota de Jerry sigue yéndose cuando se la da la gana.
—Es un idiota, pero bastante fuerte.
—Ser fuerte ya no basta. Tenemos que estar unidos y no poner en peligro a nadie.
—Vaya.
—¿Qué?
—Me sorprende lo que acabas de decir.
—¿En serio?
—Si. Un cambio notable.
—Yo creería que no ha habido cambio.
—Eres distinto a tu yo pasado. Antes hubieras preferido gente a tu alrededor que sea casi o igual de fuerte que tú. Ahora mírate. Aceptaste cazadores de rangos F+ o E+ y te preocupas profundamente por ellos. Intentas que no salgan y que prioricen tareas dentro del refugio. Ni hablar de los civiles. Míralos a los ojos cuando entregas un pedazo de comida. Sabrás de que hablo.
William no lo toma como gran cosa hasta que le entrega un paquete de ese dulce a un niño que había perdido a toda su familia y es cuidado por unos vecinos. Se lo ve triste pero cuando está frente al gran cazador sus ojos, su expresión se iluminan. Una sonrisa se dibuja en el rostro y empieza a saltar de alegría. Morgan sonríe.
Lo que representaba y lo que sigue representando Martín para su gente, ahora lo entiende muy bien William. Aprieta su puño por lo bajo y toma una dura decisión que es proteger a esos niños y cada persona buena e inocente en el refugio de los dragones, aunque cueste su vida:
—Me tomó cinco años para comprender que nunca te hubiera superado ni en toda una vida Martín.
AVAVAVAVAV
Horas más tarde, William termina de recorrer el refugio y prosigue con el regreso hacia donde está viviendo, lejos de los lujos y logros a su alrededor que ha sabido disfrutar en su momento de mayor gloria. Su prioridad es estar cerca de las personas lo más que pueda.
Cerca de la entrada, se encuentra con Jeff, quien, tras explorar junto a su grupo durante un tiempo las zonas lejanas pero seguras al refugio, parece no haber encontrado nada de suministros. La decepción en su rostro es evidente, y Morgan, al verlo así, se acerca por detrás para ofrecerle consuelo. Sin embargo, esa muestra de apoyo no logra disipar completamente la preocupación que aún acompaña al cazador.
—No te culpes. Era sabido que algo así pasaría. —exclama William sin dejar caer su semblante de líder duro.
—Me hubiera gustado poder encontrar algún supermercado con suministros. Ja, que irónico. —exclama con una sonrisa incómoda.
—¿Qué cosa es irónico? —pregunta Morgan.
—Fuimos el país más consumista del mundo y en este momento de gran crisis, maldición, supongo que era lógico que pasaría. Tiene toda la razón. —hace mea culpa Jeff.
—No malgastes tu tiempo con pensamientos absurdos. Solo tenemos que movernos a otro sitio. Se más positivo. —dice William.
—A todo esto ¿saben qué demonios está haciendo Jerry? —pregunta Jeff al no ver a esa persona.
Jerry, a diferencia de Morgan y Jeff, es un nuevo miembro del grupo de cazador proveniente de Hawái y cuya cultura samoana le permite tener una mentalidad belicosa. Durante los años de auge de los cazadores, muchas culturas comenzaron a distanciarse entre sí y otras se volvieron más belicosas, reflejándose así el fortalecimiento de sus propias identidades.
De hecho, Jerry fue parte de la subsidiaria de Dark Eagle en las islas del pacífico por lo que ya formaba parte del gremio desde antes del cataclismo.
El hombre de unos cuarenta años rango S+, extremadamente fuerte, resistente y talentoso en combate a puño limpio. Incluso William, en su momento, se sorprendió por su habilidad. El samoano regresa con varios cuerpos de dragones arrastrándolos por la cola. Llega solo ante la sorpresa de los cazadores que cuidan la entrada. Pero ni William, ni Morgan ni Jeff se muestran contentos y el hawaiano, al contrario, está satisfecho y levanta sus trofeos:
—¿Qué hay? —pregunta Jerry con una enorme sonrisa en el rostro.
—Jerry ¿Por qué te fuiste sin avisar? Se supone que hay un control de las salidas para aminorar bajas. —le recrimina Morgan.
—Ya, ya. Traje las bajas, pero del enemigo. Además, fui solo. —responde el hombre del pacífico. — No tendrían que preocuparse. Saben que soy de los pocos rangos S+ que quedan en el país. Ese desgraciado del emperador dragón arrasó con los mejores cazadores.
—¡Pedazo de tonto! ¡¿tanto te cuesta seguir con las reglas del refugio?! —se enfurece Morgan.
—Tienes agallas, mocosa. Hazme un favor y no te metas en mi camino. —suelta los cuerpos de los dragones muy cerca del refugio e ingresa para descansar.
Morgan se toma del rostro. Mira de reojo a Jerry. Luego centra la mirada hacia William esperando a que dijera algo que haga imponer su autoridad.
—¿Qué haremos con este idiota? —pregunta ella.
—Nada. —responde William.
—¿Nada? —pregunta ella.
—No tenemos por qué pelearnos entre nosotros. No es el momento. —exclama William.
—Si, si, hagan lo que quieran. —exclama Jerry y se mete dentro del refugio.
William se encuentra bastante molesto por la actitud del samoano. Así como muchos cazadores luchan para salvaguardar el refugio con las vidas dentro, parece que el hombre nacido en Hawái estuviera haciendo lo opuesto. Como si poco importase:
—Jerry. —exclama el antiguo top uno mundial.
—¡¿Qué?! Ya dejé los malditos dragones en el suelo. Solo quería estar solo unos momentos. No cometí ningún crimen.
—No es por eso.
—Haaa…no puedo estar demasiado tiempo en este lugar. Me oxidaré y no podré ser confiable en una eventual batalla. Es más peligroso para mí.
—Sabes que puedes venir a entrenar conmigo.
—Jamás podría hacerlo a plenitud. Lo sabes.
—Alguna solución podríamos encontrar. —dice Jeff.
—Bien. Avísenme cuando lo hagan porque yo seguiré explorando y matando a estos malnacidos.
—¡Jerry! —exclama Jeff mientras lo ve alejarse haciendo oídos sordos.
William lo tranquiliza y luego señala la muñeca del samoano.
En una primera instancia, Jeff no se da cuenta debido a que gano bastante distancia, pero finalmente alcanza a ver que tiene una pulsera con caracolas muy típicas de Hawái y debajo de ella otra con una palabra escrita en un pedazo de madera agarrada con cuerdas que lleva con cuidado en su muñeca:
—¿Qué es eso? —pregunta Jeff.
—Mira bien. —dice William.
Un grupo de niños, de no más de ocho o nueve años, corren hacia Jerry para pedirle que les cuente de su breve viaje y cuantos monstruos eliminó. El rostro del cazador se ilumina con una sonrisa, algo inusual en él. Su pulsera es regalo de uno de esos niños, que atesora como algo invaluable y le recuerda siempre que hay vidas inocentes que tiene que proteger:
—Esos niños parecen no sentirse intimidados por él y hasta…
—Se sienten muy cómodos con él. Como si fuera un superhéroe para ellos. —explica William.
—Sabía que era un tipo muy duro, pero esto me deja perpleja. —dice Morgan anonadada.
—Bien. Supongo que tener anécdotas para los refugiados nunca está de más. —exclama William.
—¿Vamos a dejarlo que siga saliendo solo? —pregunta Jeff.
—Si. Dudo que Jerry sea tan despreocupado como para atraer monstruos hasta aquí. Además, parece que él ya tiene algo por que luchar. —William observa más tranquilo que la actitud de Jerry no era solo por ser un gran belicoso sino para dar esperanza a los más vulnerables.
La percepción de Jeff hacia Jerry cambia un poco, aunque sigue pensando que es bastante despreocupado.
Entonces, desde el interior del refugio se aproxima un hombre de escaso cabello, cicatriz que atraviesa su rostro y un ojo blanquecino por la ceguera, pero con cuerpo que demuestra sus años de servicio en la armada estadounidense. Era un capitán de los navys y partidario de, en su momento, Dark Eagle. Los pasos son apresurados pero que buscan no resonar tanto:
—Joe ¿Qué sucede? —pregunta William al verlo agitado y pálido.
—William, alguien se comunicó por la radio. —dice el viejo.
—¿Qué? ¿Quién? —pregunta William.
—La frecuencia es la que usamos, pero su ubicación…es de Buenos Aires.
—Victory. —deja escapar Morgan.
—Quizas ellos tuvieron mejor suerte en establecer comunicación con nosotros. —exclama William refiriéndose a cuando intentaron comunicarse con Victory sin éxito hace unos días.
El ambiente se envuelve en una tensa sorpresa. Automáticamente, William corre hacia la radio sin saber que noticias podrían tener desde Argentina.
Mientras, una lluvia radiactiva cae como si fuera el preludio de algo perverso. Debajo de este fenómeno, dos figuras humanoides con alas y colas, pero ocultas bajo una espesa niebla oscura observan desde lo alto de un edificio, acechando y esperando pacientes.
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