Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 174
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- 174 - Capítulo 17: Asalto en el desierto de Gobi
En algún lugar de los fríos páramos de Alaska, la figura de Gamos sobrevuela la zona y aún sosteniendo a su hermano con la mitad de su cuerpo y desapareciendo a una velocidad lenta. Llega hasta a una cueva en las montañas Denali donde desciende y entra apresurado para darle su merecido descanso a Kamos.
Durante las siguientes dos horas va y viene, buscando y recolectando hojas, madera para otorgarle a su hermano un digno entierro con llamas y destrucción, algo típico entre los dragones y draconianos. Curiosamente son monstruos con una alta consideración por las tradiciones a pesar de que viven para la guerra y la matanza, y saben que sus cuerpos no son como el de los humanos, ellos pueden desintegrarse una vez mueren. Sin embargo, se resisten, en cierta forma, a irse del todo.
Gamos no lo demuestra, pero está destrozado y con ansias de venganza.
Con su ala rota emprende un total de diez vuelos distribuidos en ida y vuelta. No importa si nieva violentamente, el frio empeore con la noche o las tormentas que se forman en aquellos lugares tan desoladores, desea cumplir con su objetivo como hermano mayor de Kamos.
En su vuelo numero diez, una figura se encuentra sentada frente al cadáver casi desaparecido de Kamos ahora siendo solo apenas un torso con mitad de hombros y la cabeza:
—¿Quién eres? —pregunta Gamos sin darse cuenta por la oscuridad.
—Que irónico lo de Kamos. Siempre le gustó pelear sin aprender a comprender su entorno y míralo aquí. Patético. —exclama la silueta que murmura a oscuras.
—Humano… ¡más te vale que cuentes los…! —se detiene y retrocede un paso al darse cuenta de quien se trata. Se arrodilla como si hiciera reverencia a una entidad casi divina. —Yo…me disculpo mi señor…Dramonzuk.
—Omitiré tu falta de respeto. Solo porque te encuentras en duelo por esta perdida. —exclama con voz solemne. —Gamos.
—¿Si, mi señor?
—Si hay algo que no puedo tolerar es el fracaso. Les pedí algo en concreto y no pudieron hacerlo.
—Yo…me disculpo y aceptaré cualquier castigo.
—Eso puede esperar. Quiero hablar sobre algo contigo.
—¿Hablar conmigo? ¡por supuesto! ¡me siento muy honrado!
Dramonzuk, en su forma humana, le hace una señal a Gamos para que se siente al otro extremo. Su hermano queda como aquel que delinea el limite entre ambos. Irónico. Los nervios en el draconiano son tremendos. De por sí no es fácil estar frente al emperador de los dragones y una catástrofe andante:
—Tu y Kamos eran muy unidos ¿cierto?
—¿Mi señor?
—Son gemelos. ¿No los hace muy unidos?
—S-Si, mi señor.
—Yo tuve un hermano ¿sabías? Su nombre era Astapoh.
—Si, algo sabía. Era el líder de los All Warrior Watchers.
—Me agrada que estés bien informado. A decir verdad, no nos llevábamos tan bien. Él era un rebelde sin objetivos claros y no parecía nunca que supiera cual era su lugar. Intenté durante milenios acobijarlo como uno de mis generales. Ja, maldito estúpido creía que yo no me daría cuenta de que quería derribarme a mí. ¿Puedes creerlo? Era un absoluto dolor de cabeza, pero era muy fuerte, mucho más que los destructivos cinco juntos.
—Es difícil de imaginarlo.
—Claro. Y he estado pensando, yendo de un lado hacia el otro sin encontrar una respuesta clara.
—¿Sobre qué es lo que duda, mi señor?
—Justamente ese es el problema. Tengo dudas de me sentí tan miserable por haber eliminado a mi propio hermano y al verte a ti sufriendo por la muerte del tuyo es casi como si me estuvieras llamando para conversarlo. Dime, ¿Cómo te sientes ahora? ¿Qué clase de sentimiento y emociones recorren por tu cuerpo?
Las preguntas de Dramonzuk dejan boquiabierto a Gamos. Teme dar una respuesta errónea, pero también hay curiosidad en como se siente la fuerza imparable de los dragones. Gamos mira al suelo, imposibilitado de sostener la mirada del emperador dragón.
Aunque en su forma humana casi no emite esa aura masiva, Gamos se percata de que se está conteniendo y hasta inclusive nota que el cuerpo de Kamos desaceleró la desintegración. Todo esto es gracias a que Dramonzuk, a propósito, usa su maná para mantener el cuerpo de Kamos intacto.
Puede ser como muestra de respeto o un favor hacia los gemelos por sus labores. Sin embargo, para Gamos, es increíble ese gesto del más fuerte dragón de la historia.
Para no faltarle al respeto y corresponder a su buena acción para con su gemelo, Gamos busca una respuesta clara ante la atenta mirada y paciencia de Dramonzuk:
—En su momento estaba enfurecido, iracundo, quería vengarme, pero también todo lo que quería hacer era llevármelo a un sitio tranquilo y darle su merecido final y no el que los humanos pretendían.
—Ya veo. ¿Y ahora?
—Tengo fuertes deseos de asesinar a cada humano que se me cruce por el camino.
—Entiendo…
—Pero…
—¿Huh?
—No puedo evitar pensar en que había algo malo con nosotros y ahora solo conmigo.
—Entiendo.
Dramonzuk se pone de pie y aleja de la cueva en silencio. Gamos intenta decirle algo, pero el semblante del emperador es distinto al de hacer momentos. De su espalda salen hacia afuera tres pares de alas de dragones y de una despega en vuelo hasta queda cincuenta metros sobre la montaña.
Mira con serenidad el lugar. Se sorprende de la vista al punto de que observa todo lo que puede. Suspira. Queda encandilado por las maravillas naturales de la tierra a pesar de que el cielo está oscuro en tonos rojizos:
—Amistad…hermandad…terror…preocupación…dolor…amor…sentimientos innecesarios para aquellos que deben marchar en mis filas. —exclama Dramonzuk. Abre su boca de donde se alcanza a ver una luz intensa entremezclada con llamas carmesí y oscuras —Un monstruo que albergue sentimientos humanos no es más que un derroche de existencia. —piensa.
Una masiva y explosiva cantidad de energía convertida en llamas sale de su boca en dirección hacia las montañas. En un instante explota en millones de pedazos. El suelo tiembla por todos los rincones llegando hasta México y generando tsunamis que golpea la costa oriental de Rusia, Corea, Hawaii y Japón. Estos países sufren el embate de las aguas en formas de paredes de agua que llegan a rebasar las costas e inundan más allá de cinco kilómetros. Es un desastre natural sin precedentes en la década.
Los animales, vegetación y todo rastro de vida orgánica son desintegradas al instante. No es un ataque de fuego mágico ordinario sino una feroz energía radiactiva que con solo el impacta hace estallar al objetivo y una ráfaga y onda expansiva se lleva puesto todo lo que se encuentra en el camino.
Su desdicha y dudas es reemplazada por el poder destructivo y una renovada decisión en su alma.
Apenas siente algo relacionado a una emoción humana. Aprieta su puño, molesto de tener ciertas emociones vinculadas a las humanas. Desea con cada fibra de su ser encontrarse otra vez con Martín y eliminarlo para lograr su meta, pero también lo culpa al joven porque todo lo que ocurre es por su existencia.
El instinto de asesinar al usuario de la marca imperial es todo lo que lo impulsa y no importa en lo absoluto tener que eliminar a sus subordinados, no hay nada que lo detenga. Una voz femenina, dulce y tétrica lo incentiva a sobrevolar el país y moverse sin control de una punta del mundo hacia la otra.
AVAVAVAVAV
En algún lugar del desierto de Gobi, los temblores y ráfagas de vientos llegan hasta el parque nacional que lleva el nombre de Qhebaran. Allí hay varias pequeñas montañas desérticas con cuevas y complejas redes de túneles usados durante cientos de años por pueblos locales.
Una figura se mueve entre montículos de roca y arena, sorteando pequeños lagos, ríos y dunas. Los daños provocados por los dragones hicieron que la vida sea escasa y muchos pueblos fueron extinguidos en batalla perdidas de entrada.
El viento surgido en Alaska obliga a esa figura a aferrarse a un pico de roca dura con todas sus fuerzas. No tiene que pensar lo que sucede puesto usualmente, Dramonzuk tiene ataques de enorme ira y destruye ciudades enteras, vacías, solo para saciar sus ganas de destruir cosas.
La figura es de cuerpo femenino oculta tras una capucha y capa que le permite evitar la radiación que sucede allí. Además, las cenizas no dejan de caer por lo que esquiva eficazmente “la nieve de los dragones”.
Su viaje la llevas hasta la entrada de una cueva pequeña al que solo una persona de pequeña contextura puede pasar de pie. La entrada lleva a un estrecho túnel y en bajada avanzada mientras se quita la capucha revelándose como Arakneida. Está cansada físicamente y agotada en termino de magia. Allí es recibida por una Estela mucho más delgada, de cabello corto y ropa vieja y desgarrada, pero manteniendo su belleza y ojos brillosos de esperanza.
La joven recibe con un abrazo a la soberana de las arañas y el veneno y ambas miran a un Martín inconsciente, cubierto por mantas apenas respirando y un paño de agua fría en la frente:
—¿Cuánto lleva así? —pregunta Arakneida debido a la fiebre que tiene el muchacho.
—Dos, tres días. No baja de los 42°. Arakneida, no se cuanto tiempo podremos aguantar en estas condiciones. —dice Estela. La preocupación es muy grande. Sin agua, sin comida o artículos médicos le resulta difícil sostenerse inclusive a ella misma.
—Eso es mucho tiempo. Maldición. —Arakneida ve las condiciones de Estela y se enfurece consigo misma. —¿Por qué ahora? ¿Qué es lo que estará ocurriendo en su mente?
—No lo sé, pero su condición está empeorando. Ya no tengo maná como para curarlo. Me siento tan inútil en estos momentos.
—Tranquila. —le acaricia la cabeza a Estela. —Lo importante es que mantengamos a Martín en las mejores condiciones posibles. Quizás lo mejor es reunirnos con los demás.
— ¿Pudiste comunicarte con alguien?
—Algo así. —asienta Arakneida.
—¿Cómo que algo así?
—Sabes que se lo que sienten y ven mis niñas así que puedo darme cuenta de la situación. Están desesperados los dragones. Los destructivos cinco intentaron atacar al refugio del Pedro Bidegain.
—No, no puede ser.
—Pero Julio y los demás llegaron. Lograron hacerlos huir. Steindra apoyó al grupo.
—Eso es un gran alivio. —dice Estela.
—¿Tu cómo te sientes?
—Un poco cansada. ¿Sabes? Llevo teniendo cinco años en mi bolsillo esto. —le muestra un bello anillo de oro con una inscripción que dice “Juntos, incondicionalmente”. Arakneida se conmueve y la abraza.
—¿Ibas a decirle al volver de Italia?
—Si.
—Se lo dirás y dirá que sí. Descuida.
—Eres muy positiva.
—Intento serlo Estela. Como un monstruo y familiar de Martín tengo el deber de protegerlos.
—Gracias.
Estela cae en la cuenta de que aquella explosión que casi tira abajo el techo de la cueva es producto del poder abrumador de Dramonzuk. Todo empieza a tener sentido para ella con el hecho de que el emperador está cada vez más inquieto. De hecho, son cada vez más seguidos los ataques de ira del gran dragón en los últimos meses.
Estela suspira y se deja caer sobre el suelo. Quita el paño sobre la cabeza de Martín, lo escurre y hunde sobre la cubeta con escasa agua que le otorgó Musume de Japón. Luego escurre otra vez el paño mojado y lo devuelve sobre la frente de su amado:
—Esperemos un poco más y regresaremos a Argentina. —promete Arakneida con una sonrisa. Mira a Martín y aprieta el puño con los fuertes deseos de cumplir con la promesa que hizo aquel día trágico.
Un estruendo a cientos de kilómetros sacude la cueva entera. Estela cubre con su propio cuerpo a Martín. Arakneida cruza sus brazos manifestando telas de araña sobre sus cabezas para evitar que las rocas se les vengan encima:
—¡¿Eso fue un terremoto?! —pregunta alterada la cazadora.
—Al norte de aquí. —responde Arakneida claramente preocupada. —Deje trampas y telas que con solo rozarlas me informan que clase de enemigo es.
—Arakneida, estoy preocupada. Tendríamos que…cof…cof…—escupe sangre a un costado.
—¡Estela! —la socorre tomándola del brazo y ubica junto a la pared del lugar. —Mierda. —se da cuenta de que tiene que hacer algo urgentemente para mitigar la falta de maná en Estela.
—Descuida, estoy bien…—exclama ella, pero se la ve muy débil, pálida y apenas puede sonreír.
—No, tienes razón. Prometí protegerlos y eso es lo que haré. Volveremos a Argentina. —exclama decidida a proteger a su señor y a su mejor amiga.
Una lagrima cae desde su mejilla hasta el suelo. Estela se siente abatida, pero con la esperanza firme de que Martín despierte y todos puedan vencer a la crisis que somete al planeta. Se queda dormida tras haber estado varios días sin poder conciliar el sueño.
Arakneida sonríe al verla descansar, pero también impotente de verla tan destruida.
La soberana camina a través del túnel mientras libera su forma mas poderosa. Es envuelta en maná verde modificando su figura y las patas de araña salen de la espalda. Su cabello se acorta y torna blanco con ojos amarillos.
Cuando sale del refugio, se encuentra con los destructivos cinco listos y esperando a poder arrasar con todo el lugar para eliminar al usuario imperial, algo que Arakneida no está dispuesta a permitir siquiera.
Doromak, Alammor, Erezzia y Granikus están en sus formas de dragones. Detrás de ellos hay un camino de fuego, huellas y destrucción. Desde su camino a partir de Rusia hasta Mongolia no tuvieron piedad ni autocontrol con los territorios. Solo se dedicaron a avanzar mostrando su poderío tras la humillante derrota frente a Julio y los demás:
—Arakneida. —exclama Doromak.
—Doromak. —responde Arakneida.
—¿Sabes? Siento que esto es un deja vu. Te nos escapaste durante mucho tiempo. Hoy no será la excepción.
Arakneida observa a su alrededor, buscando, calculando, analizando el terreno para usarlo en su favor. Ella había dejado múltiples trampas, pero teme a usar su poder al 100%.
Doromak espera la respuesta de ella. Sin embargo, Granikus no es el más paciente del mundo así que es el primero en lanzarse al ataque con todo su cuerpo reforzado por el poder mágico que le otorga apariencia de armadura bestial color marrón.
Erezzia es la primera en darse cuenta de que algo está mal. Gira su mirada hacia el oriente y en un instante, la cabeza de Granikus es cercenada con suma facilidad. La cabeza cae al suelo y gira varias veces hasta llegar al medio del terreno, como si marcara la distancia justa entre ambos grupos.
A lo lejos se ve una figura de tamaño similar al de Arakneida pero musculosa envuelta en pieles y cabello blanco. De su cabeza se asoman dos orejas como las de un lobo.
El cuerpo de Granikus se desploma sobre el suelo y junto a este hay un hacha con extrañas marcas azulas sobre el mango y el filo:
—¡Tu! —se molesta Doromak.
—Espero no haber llegado tarde Arakneida. —dice esa mujer.
—Para nada. Estaba apunto de ir con todo. —responde la soberana.
—Me parece bien. ¿Cómo están Martín y Estela? —pregunta la mujer de cabello blanco.
—Martín con fiebre y Estela está dormida. Leza, ella está muy débil como para que sigamos escapando. —advierte Arakneida.
—Lo puedo imaginar. ¿Tomaste una decisión?
—Si.
—Entonces vamos con todo. —sonríe mostrando unos grandes colmillos de bestia.
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