Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 175
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- 175 - Capítulo 18: Asalto en el desierto de Gobi parte 2
El desierto de Gobi se sacude por el implacable despliegue mágico proveniente de Leza, ex emperatriz a salvaje y, físicamente hablando, la segunda más poderosa. Ahora convertida en familiar de Martín, ella ha jurado ser leal a toda costa ya que la salvó de ser consumida de las formas más despiadadas posibles en Roma. Él se ha convertido en alguien digno de respeto.
Leza se posiciona al lado de Arakneida, con el hacha en su mano y descansando contra su hombro. Arakneida, por su parte, ya se encuentra transformada en su forma más poderosa, lista para usar su magia de araña y también de sus uñas emite magia de veneno, algo muy poco usual en ella ya que jamás se ha sentido cómoda usándolo. Sin embargo, hará todo lo posible para proteger a Martín y Estela.
Los últimos destructivos que quedan miran el cadáver de Granikus, que se va desintegrando lentamente. La expresión de aquellos tres es de indiferencia, no les sorprende la muerte del grandulón, pero tampoco es algo que les provoque gracia. Doromak dirige su mirada hacia Leza, su expresión es muy furiosa con venas hinchadas en el rostro y apretando su puño lanza un grito sonoro que resuena por todo el desierto.
El dragón rojo se acerca dando pisadas verdaderamente fuertes. Deja un camino con pisadas en llamas. Erezzia y Alammor cruzan miradas de preocupación, pues saben que, a pesar de su rango, enfrentarse a Leza y Arakneida puede resultar peligroso. Aunque Leza ya no sea una emperatriz su poder no es algo para subestimar y lo mismo pasa con la soberana de las arañas y sus hazañas frente a Esfutyox y Glermorog, ambos asesinados por ella.
Doromak, finalmente, alcanza a pararse frente a frente con Leza. Le sostiene la mirada siendo apenas un poco más alto que ella. El dragón muestra sus colmillos y de sus fauces se ve como las llamas se amontonan y buscan salir disparadas de allí:
—¿Crees que te temo, Doromak? —pregunta Leza. Su semblante sigue firme.
El aura de ambos choca provocando que la zona vuelva a temblar con extrema violencia. Todo eso hasta que Arakneida exclama:
—Leza. —indica a la entrada de la cueva.
—Si, comprendo. —mira hacia atrás, donde está el refugio.
—Con que así ¿eh? —piensa Doromak, dándose cuenta de lo que ocurre. Las preocupaciones de ambas es algo que puede explotar para su conveniencia.
Doromak agita sus alas para retroceder y de su boca expulsa una llamarada explosiva en dirección hacia el refugio. Leza apenas reacciona, pero en el camino, Arakneida se apresura para interponerse. Cruza ambos brazos y las patas en su espalda ofrecen una resistencia al clavarse en el suelo y empujando al frente.
Las llamaradas le dan de frente y estas se desvían a los costados. El daño es enorme pero no se inmuta ni se desmaya. El dolor puede ser brutal para ella, pero se mantiene firme para proteger a su señor.
Leza pasa a la acción e impulsa hacia Doromak con el hacha en mano blandiéndola desde atrás. Alammor decide interceptar a la ex emperatriz salvaje y le da un zarpazo al costado del cuerpo que la manda a volar contra unas montañas. Ella atraviesa la geografía y destroza parte de ella.
El dragón plateado se mueve con enorme velocidad y antes de que Leza caiga contra el suelo, le da un coletazo contra el rostro. La toma de la pierna con sus garras y avienta contra el suelo formando un cráter. El fuerte impacto es tan feroz que ese mismo cráter se abre varias veces.
Alammor se detiene. Retrocede lo suficiente como para mantener una prudente distancia. Nota que algo anda mal con Leza así que de su columna salen varias pues intercaladas unas de otras. Sus garras y dientes sobresalen aún más y el color plateado se torna en un tono negro.
Leza se pone de pie y sonríe. El aura se torna hostil y su sed de sangre claramente visible. Alammor teme por su vida, pues acaba de molestar a alguien que no debía. Ella está dispuesta a conversar y sacarle algo de información para usarlo:
—¿Qué pasa? ¿Por qué te alejaste? ¿no ves que quiero conversar? —pregunta irónicamente no pudiendo contenerse del todo.
—E-Eres un monstruo. —dice Alammor con voz temblorosa.
—Vamos, quiero que me respondas unas cosas. Descuida, no te mataré…al menos no aún.
—¡Tsk! ¡¿acaso crees que te temo?!
—Eso es lo que veo. —exclama Leza mientras lleva el hacha hacia el hombro. —¿Por qué vinieron hasta aquí?
—¿Qué?
—Vamos, ya te dije que en estos momentos quiero que hablemos.
—Tu sabes muy bien porque estamos aquí.
—Por Martín.
—¿Por qué estás con ellos? Se supone que eres de los emperadores más respetados y ahora eres familiar de un humano. ¡¿Es acaso una broma?!
—Oye, oye…—lo mira con enojo. Esas palabras de Alammor en verdad molestan a Leza. —Escoge bien tus palabras dragoncillo o te juro que tu cabeza va a terminar rodando antes de que te des cuenta.
Alammor se queda inmóvil, siente el temor de cualquier criatura inferior. Por más que lo intenta, no hay nada a su alrededor que le sirva para obtener ventaja. No es como sus compañeros de los destructivos, es brillante y solo Erezzia puede llegarle a los talones a él.
Fuerte. Poderosa. Orgullosa, son características que por alguna razón Dramonzuk respeta y estima de Leza, pero tiene un lado oculto, uno salvaje y sádico que es cuando alguien apreciado por ella está siendo amenazado y no importa quien sea, si ella considera que debe hacerlo, es capaz de matar al instante.
Sin embargo, algo ocurre con Leza y es que cuando da un nuevo paso para acercarse al dragón, siente como un dolor punzante recorre todo su cuerpo doblándola y obligando a escupir sangre. Se siente mareada, débil y la vista se nubla. Se pregunta que sucede. Alammor empieza a reírse a carcajadas mientras se acerca y transforma en su forma híbrida:
—¡Jajaja! ¡¿enserio creíste que podría temer a una estúpida perra que ya no tiene ese potencial desmesurado?! Tomé precauciones mientras me acercaba hasta aquí y pelear contigo.
—¿Q-Que mierda me hiciste?
—Mi piel es de una armadura plateada pero también lleva cubierta por la lluvia radiactiva y ceniza durante mucho tiempo. Prácticamente soy una armadura venenosa ambulante. Bueno, eso debería decirte, aunque… ¡jajaja! No es así. Más bien es mi segunda habilidad más fuerte. Mi zarpazo también contiene veneno por lo que nunca estuviste en control.
—Te lo estuviste guardando ¿huh? —se siente humillada al no haber prevenido ese movimiento tan inteligente de su enemigo.
—Solo cuando hace falta. Jamás me enfrentaría a una máquina de guerra sin un plan. Granikus y Doromak, bueno, ellos son puro poder y musculo. Yo hago lo opuesto.
—Si…ha…tiene sentido…—dice y trata de reincorporarse usando de apoyo el hacha, pero apenas se pone de pie. Si da un paso podría caer desmayada debido a que siente que su cuerpo está pesándole de una manera terrible como si una montaña entera la aplastase.
—Muy terca. Déjame quitarte esa incómoda sensación. —se abalanza Alammor contra ella.
AVAVAVAVAV
Mientras tanto, Doromak arremete con zarpazos hacia Arakneida buscando apartarla del camino, pero su determinación y sentido de protección hacen que no ceda un solo milímetro.
Desde lo lejos, agitando sus alas para mantener una distancia adecuada, Erezzia observa la pelea y cada tanto la entrada del refugio. Busca el momento indicado para entrar y acabar con la misión. Sin embargo, la dragona queda cautivada y hasta intrigada por la resistencia de la soberana de las arañas. ¿Por qué decide sufrir tanto por meros humanos? ¿Qué es lo que los hace tan especiales para ella? ¿acaso hay alguna habilidad mágica detrás? Son algunas preguntas que cruzan por su mente.
Desea preguntarle, pero Doromak es capaz de hacerse cargo de las cosas y lo más importante es apartarla y arrasar con la cueva.
Uno de los golpes alcanza a darle al costado del cuerpo causando que se arrodillase. Apenas puede mantenerse despierta. Todo su cuerpo se siente adolorido:
—Maldición, no puedo hacer nada. Esas llamaradas me destrozaron y no puedo siquiera contraatacar.
Doromak la toma del cabello y levanta aprovechando su gran estatura. La mujer patalea sin poder sostenerse del suelo. Trata de zafarse al tomar el brazo del dragón y apretarlo, pero sin respuesta. Doromak le da un puñetazo de lleno en la barriga lo cual hace que escupa sangre. No se queda con ello, así que le da varios puñetazos que destrozan su abdomen y luego arroja a un lado.
El dragón la mira con asco:
—Que decepción. Enserio creía que tú y la ex emperatriz darían más batalla y solo terminaron siento nuestros bocadillos.
—E-Espera…—exclama Arakneida. Se impulsa apenas con sus manos y vuelve a ponerse de pie.
—¿Acaso no tienes dignidad? Eres una de las reinas del imperio insectoide y ahora muestra este lado patético por unos simples humanos. Con más razón acabare con ese maldito desgraciado.
—¡No, lo permitiré!
Arakneida salta al frente y de un puñetazo al rostro hace retroceder al dragonoide de rango SS+. No fue lo suficientemente fuerte el puñetazo, pero lo acabó por arrastrar varios metros lejos volviendo al punto de partida.
De la nada, Erezzia ataca por detrás con sus garras a la espalda de Arakneida. Desgarra su carne con esas garras ardientes que no cicatrizan por su intensidad sobrenatural. Luego toma del rostro y la empuja contra el suelo. Se sube sobre ella y acerca el rostro hacia el oído:
—¿Por qué tanto esfuerzo? Estás sufriendo, incluso podrías morir aquí y ahora.
—Ustedes…jamás…lo entendería.
—Ilumíname.
—Erezzia, retenla.
—Si, sí.
—¡No, no te les acerques!
—Sh, sh, tu cierra la boca y responde mis dudas.
—¡No, no te dejaré que les hagas daño!
—¿Qué es lo que les hace tan especiales? ¿lástima? ¿amor? ¿hermandad? ¿piedad? ¿lealtad? Esos sentimientos te hacen débil.
Arakneida confronta con la mirada a Erezzia. La dragona no ve odio, ni otro sentimiento negativo sino lástima hacia esos monstruos.
Erezzia se aparta confundida y desanimada por no encontrar una respuesta concreta hasta inclusive las dudas se afianzan. Deja a su compañero para que continue la tortura.
Doromak, al ver las condiciones en que se encuentra Arakneida, no evita sonreír lleno de gozo. Es un sádico adicto a causar dolor. Extiende sus alas e incrementa el tamaño de sus garras. Sus pupilas se afinan y la musculatura se ensancha. El aura que emana es hostil y caliente.
Hay una realidad tan triste como brutal para aquellos que defienden a Martín y es que el permanecer en estado de alerta constante ha hecho que la energía mágica se filtre y así tanto Arakneida, Estela como Leza vieron reducido su poder y rango. En el momento en que Leza combate contra Alammor, sus posibilidades de victoria se redujeron drásticamente.
En el casi de Arakneida, ella apenas puede mantener su forma y enfrentando a Erezzia y Doromak empeora su situación. La soberana no se aparta del medio entre Doromak y la entrada a la cueva donde están Martín y Estela. No hay nada que pueda detener la avanzada de esa enorme bestia que parece encontrarse muy por arriba en poder a ella. Sin embargo, extiende sus brazos a los costados como si ahora se transformase en un escudo. Está dispuesta a recibir todos los ataques posibles con la esperanza de que Leza llegue para ayudar.
En ese momento, Leza lucha de igual a igual contra Alammor a pesar de que está envenenada y su poder mermado brutalmente. El mismo dragón plateado se muestra impresionado al no poder ser superior y que sus ataques sean esquivados. Incluso si logra impactar en la piel, la dureza de esta recibe apenas daño:
—¡Es imposible! ¡se supone que, con mi potenciador, magia de veneno y ventaja territorial debería abrumarla, pero esto no tiene sentido! ¡¿Cómo es que está basura no se muere e inclusive…?!—mira su pecho y brazos los daños que sufrió en el reciente intercambio de ataques. — ¡¿está causándome tanto daño?! —piensa.
—¿Qué pasa? ¿no puedes hacer lo que dijiste? ¿matarme? —exclama Leza con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué estás insinuando?
—Estabas tan confiado con tu estratagema que nunca te preguntaste una cosa.
—¿Qué?
—¿Por qué ostenté el titulo de la emperatriz más fuerte y femme Monster definitiva? —cruje su cuello. Acto seguido entierra el hacha sobre una roca sobresaliendo del suelo arenoso.
Instintivamente, Alammor retrocede ante el peligro inminente. Su mano derecha tiembla, pero en un gran esfuerzo lo oculta para disimularlo. Leza avanza mientras un aura gélida envuelve su cuerpo y con cada paso que da, se congela la arena debajo de los pies. Su aura refleja millones de años de lucha y fortalecimiento, sino una experiencia que solo Dramonzuk iguala.
Alammor entra en pánico:
—¡E-Es un maldito monstruo!
A una gran distancia, Arakneida lleva la pelea un poco más lejos. Ataca con telas de araña y bombas de veneno. Además de eso usa sus portales para traer a varias arañas listas para defender a su madre. Las criaturas no son nada para Doromak y Erezzia, quienes las masacran sin problemas.
El reforzamiento de Doromak lo hace invulnerable al daño mágico y físico por lo que ni el veneno ni las mordidas de decenas de arañas que se le abalanzan y entierran sus colmillos surten efecto. Las escamas están al rojo vivo, estas emanan vapores que, con entrar en contacto con cualquier superficie orgánica, la derrite al instante.
Arakneida guarda la distancia mientras que Erezzia sobrevuela donde están luchando ambos monstruos. El líder de los destructivos se adelanta dándole un puñetazo de lleno en el rostro. Arakneida se aparta rápidamente antes de que el efecto de las escamas actúe:
—No se si pueda aguantar mucho tiempo más. —piensa Arakneida. El dolor de su cuerpo es insoportable. —Tengo que encontrar la manera de volver a la cueva y escapar, pero…—mira al cielo y ve a la otra dragonoide moverse de forma solitaria. —es una gran desventaja.
—Estás muy callada. ¿Y la confianza con la que decidiste confrontarnos a ambos? —exclama Doromak de forma irónica. Mantiene su postura tan segura.
—Si, lo reconozco. En verdad no puedo vencerte en mi condición.
—Vaya, ahora pones excusas…
—Pero no por eso dejaré que les pongas un solo dedo.
—Tu eres igual a ese imbécil de Steindra. ¿Enserio piensan que ganaran esta guerra? Solo retrasan lo inevitable. Apenas se arrastran de madriguera en madriguera, pero mi señor es lo bastante astuto como para permitirles esa leve esperanza.
—¡Ja! Entonces ¿Por qué se ha tardado tanto en matarnos si tiene todo bajo control?
Eso molesta a Doromak quien apenas agita sus alas se acerca lo bastante rápido como para llegar hasta ella y tomarla del cuello y levantarla de nuevo:
—Moribunda y aún así tienes el tupé de desafiarme con esas palabras tan estupidez. Dime, soberana del veneno y las arañas ¿vale más la vida de ese humano que la tuya? Tanto tiempo de existencia solo para que su valor desaparezca por un tonto en coma. Me das mucha lástima.
—¿L-Lástima? ¿tonto en coma?
Sus manos se mueven de manera circular formando un circulo mágico sobre la arena. Doromak es atraído por la luz purpura y como el circulo mágico se extiende cada vez más. Arakneida le da una patada en el rostro aprovechando que está distraído. Logra zafarse y al caer de pie propina un puñetazo en el estómago del dragonoide para alejarlo unos cuantos metros e impactar contra las rocas destruyéndolas.
Arakneida tose varias veces y acto seguido toca con su mano las arenas y pronuncia:
—Él no es ningún tonto…tampoco los humanos a los que he conocido. Ellos son únicos…ellos son irrepetibles…ellos tienen dignidad y ellos…son mas fuertes de lo que te imaginas. Zona Maná: Nido de la crueldad arácnida.
Así como una marea llena de vida, de las arenas surgen hordas sin parar de arañas de toda clase, gigantes, goliatt, golpeadoras, venenosas, inclusive las llamadas “hermanas mayores” que son aquellas con formas humanoides, pero extremadamente poderosas e inteligentes. Cerca de diez mil arañas se abalanzan contra Doromak, mordiendo, apuñalando, golpeando, veneno, roca, todo cae sobre él.
Erezzia mira sorprendida, ignorando su alrededor. Entonces, una de las “hermanas mayores” cae desde el cielo junto con una araña Goliat sobre la dragonoide, aplastándole el cuerpo y cayendo violentamente sobre el suelo causando un explosivo levantamiento de arena, polvo y roca.
El alboroto atrae a Leza, pero si no vence a Alammor le será imposible regresar con su compañera por lo que su mirada se vuelve distinta.
Determinada a acabar con la pelea, Leza extiende su brazo con las garras en punta y con mayor tamaño que antes. Los colmillos le crecen y las pupilas se afinan:
—El juego se terminó dragón de mierda.
—¿Huh?
Leza hunde sus pies y de un salto al frente se dirige hacia el dragón plateado dejando un camino de destrucción. Antes de que pudiera darse cuenta, el rostro de Alammor es capturado por la mano de Leza y arrastrado contra el suelo y rocas a lo lejos.
No deja de sostener el rostro del dragón cuando la antigua emperatriz salvaje levanta el cuerpo y con sus garras arremete contra el costado causando un grave daño. Reacciona escupiendo sangre sobre la mano desnuda de Leza.
El mortal ataque y disminución repentina de la energía mágica de Alammor llega hasta sus compañeros. Sin embargo, no le prestan atención ya que, según ellos, su muerte es parte del proceso y la misión por la que Dramonzuk vencerá a los humanos. Además, ellos tienen su propia lucha y no les interesa lo externo:
—M-Maldita seas…
—¿Maldita? ¿yo? Entiende que esto es una guerra. Me importa un carajo si eres un monstruo como yo, defenderé mis convicciones y seré leal a quien le jure eso. ¿Maldita? Ustedes son leales por temor.
Leza gruñe y presiona el rostro de Alammor hasta que revienta en pedazo.
Luego con su otra mano empuja el pecho y rápidamente se congela. De una patada destruye el cuerpo congelado, como si fuera un acto piadoso antes de que se desintegre por completo.
Lo cierto es que, entre los monstruos con consciencia y más orgullosos, el miedo a desintegrarse es visto con honor, pero aquellos que no lo logran acaban convirtiéndose en un símbolo más que negativo. Porque todo lo que se desintegra regresa al mundo de maná y posiblemente retornar a un ciclo de reencarnación.
Leza destruye esa posibilidad.
Erezzia elimina a la hermana mayor y al Goliat para volver a subir a las alturas. Su cuerpo recibió algunos rasguños por el impacto y los ataques de varias arañas debajo de las arenas, pero ciertamente apenas los considera como un intento de dañarla.
Lo que le acaba de pasar a Alammor llega hasta ella. Ya no siente su poder mágico y su habilidad para detectar a quien lo desee ya no lo encuentra. La curiosa reacción de Erezzia es de preocupación. Maldice en silencio, aunque su expresión lo dice todo. Recuerda sus idas y vueltas estratégicas, pero en ello se ha forjado una relación de mutuo respeto. Por otro lado, Doromak sigue luchando para zafarse de las arañas. Casi que no le importa la muerte de Alammor:
—¡Maldita, maldita, maldita seas! —se oye de la montaña de arañas.
El tumulto de patas y mandíbulas moverse es calcinado en cuestión de segundos y luego una figura avanza entre las llamas y cadáveres desintegrándose. Su apariencia es todavía más salvaje que antes. Arakneida se pone en guardia, aunque apenas puede sostenerse con sus piernas débiles.
—Voy a matarlos a todos, pedazo de alimaña traidora. —declara Doromak. —De aquí nadie se salvará.
Doromak, aún envuelto en llamas, embiste de frente con una furia incontrolable. Arakneida, tambaleante, cruza los brazos, levantando una barrera de energía y telarañas endurecidas. El impacto la hace retroceder varios metros, pero se mantiene firme.
—¡No te dejaré pasar! —grita, con sangre en la boca, el cuerpo al límite.
Pero entonces, sin aviso, la cola del dragón gira con una velocidad monstruosa y con la punta la atraviesa de lado a lado. La hoja afilada de escamas candentes se hunde en su pecho con un sonido seco y repulsivo.
El cuerpo de Arakneida se arquea. Su boca se abre sin emitir sonido alguno. Sus ojos, que habían ardido con determinación, ahora tiemblan al comprender que ya no podrá proteger a Martín. Teme por lo que les llegue a pasar a ambos humanos que con tanto esfuerzo trató de proteger. Se siente impotente, no pudo cumplir con su deber y deseos.
—Tarde o temprano…todos ustedes caerán…—susurra Doromak al oído mientras la sostiene en alto. —Es cuestión de tiempo.
La sangre cae como un hilo oscuro sobre la arena incandescente.
En algún lugar de las tierras niponas, una figura se tambalea y cae de rodillas con lagrimas en los ojos. Oscar, antiguo presidente de la A.A.C siente como su pecho se estruja. Su conexión emocional con Arakneida es tan profunda que va más allá de una simple relación amorosa entre un humano y un monstruo.
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