Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 177
Dentro de aquella dimensión de pesadilla cubierta de oscuridad, desolación y desesperanza que a cualquier podría enloquecer, Martin se queda estupefacto ante la oferta que le hace la diosa oscura.
Con el efecto de su poder que le permite manipular toda lógica, el tiempo se mueve distinto haciendo que días y meses duran en esa dimensión apenas un par de minutos:
—¿Bien? —se muestra impaciente la diosa, pues ella quiere ver la resolución de todo el conflicto entre los monstruos y el usuario imperial.
Martin no encuentra las palabras correctas. Todos aquellos emperadores y algunos monstruos que ha enfrentado en su largo camino de cazador, fueron humanos sin la capacidad de decir que no a una entidad cósmica:
—Encuentro muchas dudas en tu interior. ¿Acaso necesitas una demostración de que voy con total seriedad?
La diosa chasquea sus dedos, provocando que el tiempo dentro de la dimensión se despegue inclusive mil veces más respecto al mundo humano.
La atmósfera, ya macabra y hostil, cambia. Martín se empieza a sentir extraño. El suelo debajo de sus pies cruje y el oxigene se corta como si lo apenas natural que existe en esa dimensión se acabase:
—¿Qué está ocurriendo? —se pregunta antes de que el horror para él de comienzo.
Su piel es lo primero. La superficie de su piel se seca en cuestión de microsegundos. La humedad se evapora del cuerpo como si estuviera expuesto al sol por décadas. Las venas se convierten en caminos oscuros y quebradizos. Las manos se tuercen lentamente hacia formas artríticas. Sus nudillos sobresalen como queriendo desgarrar la piel desde dentro.
La musculatura, tan tonificada y fuerte, colapsa. El cuerpo se hunde sobre sí mismo. Los músculos se atrofian. Su espalda se encorva. Los hombros caen y el cuello tembloroso. El muchacho, tan poderoso y juvenil ahora parece una especie de marioneta vieja.
Martín se erosiona tanto física como espiritual.
En su mente, el tiempo corría como una tempestad demencial. Cada pensamiento se vuelve pesado con miles de imágenes que transitan por su mente. Una persona ordinaria se volvería loca en cuestión de segundos como si años le fueran robados por cada respiración.
El cuerpo del joven se marchita con una velocidad tan perversa que no le da tiempo a reaccionar. Luego, la diosa da marcha atrás con todo lo que ha impulsado, permitiéndole a Martín poder regresar a su forma original:
—Haaaaa…haaa…haaa…—da nuevos respiros y jadeos al regresar a su forma original. Cae al suelo sintiéndose abrumado de haber casi muerte y luego regresado a la vida. Nunca en su vida se había asustado tanto, ni enfrentando a monstruos.
El chico ahora ve lo que es capaz la diosa cuando desea algo y no se cumple al instante. Encuentra un peligro sin igual. Para ella, él es una mascota para su diversión y el conflicto contra los emperadores solo es un laboratorio:
—Martin, eres solo un insecto insignificante ¿esperas así poder oponerte a mis deseos? —flota hacia Martín y le acaricia el rostro y luego baja a su pecho en un recorrido recto. Su actitud es como si fuera una persona observando a una rata de laboratorio. Para ella, Martín es eso apenas. Una rata a la que le ha tomado cariño.
—Estas muy equivocada.
—¿Todavía mantienes esa actitud tan desafiante? Créeme que sería un enorme desperdicio matarte, pero…—toma del cabello a Martin y lo tira hacia atrás. —No me costará nada dejarte hecho polvo.
La contundencia de ella es inquietante. Martín no quiere ceder y busca lo más rápido posible alguna excusa y darle vuelta a la situación:
—Dime algo. —exclama Martín en voz baja, casi tímido.
—¿Huh? —lo mira intrigada.
—¿Qué sigue luego? Si hago lo que dices ¿Qué sucederá conmigo y mi mundo?
—No es de extrañar que te preocupes por los demás.
—¿Entonces?
—¿Intentas negociar conmigo humano? ¡ja, que gracioso eres! Pero te conozco desde hace mucho tiempo. Me intriga saber que pedirás.
—Solo quiero que cuando todo esto acabe permitas que mi mundo se salve. —le pide. Una vez dicho eso, traga saliva, lleno de nervios.
—Bien. Ustedes los mortales siempre se apoyan en los demás al no confrontar sus inseguridades o el aprecio que se tienen. Lo entiendo. Elimina a Dramonzuk y si me das diversión de la que espero, no dudes de que tu mundo, tu universo será salvado.
—¿Lo prometes?
—Claro que si cariño. —dice con voz maternal mientras extiende sus brazos. Su apariencia corrupta color negro se vuelve a teñir de esa calidez blanca que supo conmoverlo de niño pero que tras haber visto su verdadero ser ya no hay dudas…ella es el enemigo.
La diosa lo envuelve con sus brazos y obliga al chico a fundirse en un abrazo con ella. No le devuelve el gesto. Él levanta sus manos y da un leve empujón que la aleja apenas centímetros, solo para sentir el frio en el cuello.
Martín se le abalanza con fuerza sobre su cuello, presionando con todo lo que tiene mientras ella no se resiste. Más bien sonríe, se divierta de ver la desesperación en los ojos de él:
—Interesante…cambio de situación…mi cielo…
—¿Creíste que me volvería un monstruo como pretendías? Yo no mato por diversión de nadie. Quiero salvar a las personas no importa que.
—Jajaja…si que sabes…como pronunciar las palabras poco adecuadas.
El tiempo y el espacio se distorsiona, pero la apariencia de Martín se mantiene como está. La marca imperial en sus manos brilla, elevando el poder del joven humano y mostrando a la diosa que nunca estuvo equivocada en haberlo elegido como el portador:
—En caso de que muera… ¿Qué es lo que harás? Nunca saldrás de aquí.
—Buscaré la manera.
—Jajaja, que patético eres Martín y que divertido será cuando tu mundo se consuma con o sin ti.
—¿Qué?
—Pero sin duda que lo hará más interesante…más divertido.
Ella levanta su mano y chasquea de nuevo los dedos, regresando al efecto de que el tiempo mantenga una lógica mucho más lenta que el mundo exterior pero mucho más lento que antes. Si en el mundo exterior transcurre un segundo, en aquella dimensión pasa una hora en total, jugando con el concepto de tiempo a voluntad como si se tratase de una mera herramienta para su deleite.
El tiempo se detiene, acelera, se ralentiza mientras Martín intenta presionar aún más el cuello de la diosa mientras se vanagloria de su increíble astucia de haber manipulado a incontables humanos y otras criaturas para su deleite.
AVAVAVAVAV
En el desierto mongol de Gobi, los alaridos de dolor de Arakneida resuenan como un eco de desesperanza. Llega a oídos de Leza quien se corre en dirección hacia donde están luchando.
Doromak tuerce su cola para ocasionar todo el dolor posible en ella, mientras que grita con cada movimiento malicioso de esa extremidad:
—¡Aaggggggghhh! —grita adolorida.
—En condiciones normales me habrías vencido ¿Por qué negarlo? Pero ahora eres una simple sombra de lo que alguna vez fuiste. La soberana de las arañas y el veneno. Que titulo ¿huh? Ahora mírate, haciendo esfuerzos enormes para salvar a unos humanos de su destino. —exclama Doromak con una sensación de gran victoria en todo su cuerpo.
—Doromak. —dice por detrás Erezzia.
—Haaa, si, si ya se. Solo quería disfrutar de mi gran momento.
—No hay razón para alargarlo más. La antigua emperatriz salvaje se acerca. Mejor acaba de una vez. —le recomienda mientras da unos pasos en dirección de donde proviene Leza. No cree poder confrontarla como quisiera debido a que sigue siendo más poderosa que ella, pero se molesta de que su líder no viera eso.
—Al final…—murmura Arkaneida mientras mueve su mano en movimientos circulares.
—¿Huh? ¿Qué es lo que dices? —acerca su rostro Doromak.
—Eres igual que los humanos.
—¡Jajaja! ¡¿Qué estupideces dices?! Ustedes son unas cucarachas a comparación nuestra. Malgastan sus tiempos discutiendo entre sí que no ven lo necesario que es unirse para un bien común. Se quedan enfrascados en discusiones sobre quien debe tener todo el poder cuando la realidad es que el mas adecuado es aquel que sobrepase a todos a punta de fuerza y magia. Cucarachas sin valor. —retuerce con mayor violencia y énfasis en el dolor que le pueda ocasionar a la soberana.
—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaagggggghhhhh!
—Doromak, solo acábala con dignidad y ya. —dice Erezzia, sintiéndose molesta por como disfruta del sadismo Doromak.
La punta de pies y manos de Arakneida se empiezan a desintegrar como arena en el viento. Ya no puede usar magia pues su interior ahora esta destruido, pero el dolor cesa lentamente.
El trabajo está hecho. Arakneida desaparece a una velocidad mucho más lenta debido a que posee una cantidad abismal de maná. Ella apenas hilvana unas palabras, pero se pierden por el soplido del viento a su alrededor y como sus partículas se desparraman por el desierto.
El efecto a muchas partes del mundo es inmediato. Las arañas subordinadas a Arakneida junto con las hijas mayores caen desmayadas y comienzan a desaparecer dejando estupefactos a sus aliados humanos y monstruos. A pesar de que fuera imposible, Julio se da cuenta de que algo salió mal y las cosas están empeorando.
En Japón, Oscar rompe en llanto y a pesar de que sus aliados japoneses buscan consolarlo como pueden, él se quiebra como nunca en su vida. Se toma del rostro y grita por Arakneida. Sin embargo, las cazadoras Musume e Ichika corren hacía él con noticias y que necesita tomar una decisión rápida.
Leza se aparece repentinamente frente a Erezzia dándole un puñetazo brutal directo al rostro y que apenas logra cubrir con ambos brazos. El violento golpe envía a la dragona contra unas montañas.
La emperatriz se encuentra con un escenario terrible donde Arakneida está atravesada por la cola del dragón y tanto los pies como las manos. El rostro de la emperatriz se vuelve feroz y salvaje con el crujir de sus dientes, pupilas afinadas y cabello erizado. Sus pasos se hacen sentir y Doromak voltea a mirarla. Trata de mantener la calma, pero es consciente de la superioridad de ella, aunque haya dejado de ser una emperatriz:
—Acabas de cometer un terrible error pedazo de mierda. —exclama ella sin ocultar la molestia.
—No esperaba menos. —responde Doromak. —Vencerte a ti jamás estuvo en mis planes. Tan solo era matarla a ella cuando estaba débil. —saca su cola del cuerpo de Arkaneida y aletea hacia adelante para retroceder. El cuerpo de ella cae sobre la arena fría y desolada.
Leza se apresura a socorrerla. La levanta levemente y da suaves palmadas en el rostro mientras pronuncia su nombre. No hay caso, ella no responde:
—Que no haya hecho nada ahora no significa que puedas relajarte. —advierte Doromak, preparándose para pelear. Detrás se suma Erezzia y ella levanta su mano creando un enorme circulo mágico de la que salen varios dragones. La dragona tiene magia espacial, aunque no tan avanzado y extenso como el de Arakneida.
Leza apoya el cuerpo de Arakneida con cuidado, se pone de pie y voltea a mirar a los dragones. Son decenas sumados a los dos cuyo rango es SS+. La antigua emperatriz no se deja intimidad. Toma la espada que descansa en el bolsillo y desenvaina.
Luego de usar su forma hibrida tiene que esperar un tiempo debido a la cantidad de energía mágica usada. Alammor la llevo hasta ese punto. Además de eso, el efecto del veneno persiste después de desaparecer.
Los dragones que acaban de aparecer rugen, aletean y golpean sus colas contra el suelo. Una orden de Doromak es suficiente como para que todos se abalancen ciegamente contra Leza.
Con el leve agite de su espada, Leza corta a la mitad a varios y a otros los somete furiosamente contra el suelo solo con su mano desnuda. Se apoya también en sus piernas al repartir patadas rompiéndoles el cráneo a algunos monstruos:
—Esto nos llevará más de lo esperado, aunque solo tenemos que retrasarla hasta que mi señor llegue. —murmura Doromak.
—Deberíamos eliminarla lo más rápido posible. El señor Dramonzuk quiere eliminar al humano, no creo que le interese la emperatriz. —exclama Erezzia.
—Quizás tengas razón, pero siempre le ha interesado esa traidora. —exclama con total resignación Doromak. —Por lo pronto mantengamos este ritmo. Ella no usará su poder al máximo. Quiere proteger la cueva detrás.
—Infiltrarme sería fácil. —propone Erezzia hasta que guarda silencio repentinamente.
Por un instante, sienten algo extraño en el ambiente. Múltiples presencias llegando desde quien sabe dónde:
—Tenemos compañía. —dice Erezzia.
—Eso parece. —exclama Doromak.
La hoja de una katana aparece repentinamente cerca del cuello de Doromak obligando al monstruo a apartarse como puede. Luego unos destellos eléctricos atacan por la retaguardia de Erezzia. No le hace ningún daño, pero la dragona se mueve por instinto de batalla al ser un ataque enemigo:
—¿Rayo purpura? —se pregunta Erezzia.
Doromak dirige la mirada hacia donde proviene la katana encontrándose con una figura femenina pequeña y delicada portando armadura y vestimenta samurái para mujer. Musume llega junto con una docena de cazadores de alto nivel provenientes de la India, China, Corea del Sur, Pakista, Tahilandia, Singapur, Japón entre otros. Ichika y Kyubo la acompañan, así como sus aliados de aquel equipo que dio la nota hace unos años atrás:
—Oh, pero que sorpresa. ¿La colación asiática vino hasta aquí? —se sorprende Doromak.
De la nada, un puño se aparece de frente a Doromak hundiéndose y arrastrando al dragón aun de pie. Oscar acaba de mostrar porque fue el presidente de la A.C.C. Su musculatura es cinco veces mayor y la expresión está llena de dolor y furia. Cuando ve a Arakneida corre a verla:
—No, no por favor. —ve sus piernas a medio desintegrarse. Las lágrimas no cesan. —Resiste amor, por favor. —pide desesperado.
—¿Cómo llegaron hasta aquí? —pregunta Leza.
—Arakneida, ella nos abrió un portal. Por alguna razón quiso que vengamos. —dice Ichika.
—¿Martín y Estela? —pregunta Musume.
—Están en aquella cueva. —responde señalando el lugar.
—Bien. Ustedes vaya ¡rápido! —ordena la cazadora.
Doromak está furioso por el golpe del humano por lo que señala a Oscar de manera intimidante. Los ojos desprenden llamaradas intensas. Su imponente semblante causa terror en los dragones y en la misma Erezzia. Los cazadores se sienten intimidados:
—Vas a pagar el precio de este golpe, bastardo.
En un instante, todos los presentes incluyendo a Leza, se sienten sofocados por una desproporcionada cantidad de energía mágica proveniente del este. Erezzia y Doromak entran en pánico porque reconocen la identidad y por instinto se ponen de rodillas como si hicieran reverencia.
Todas las miradas se apoyan hacia el este. Una figura de cabello largo y elegante vestimenta con alas enormes color negro se va acercando mientras un velo oscuro de llamas negras y carmesí lo siguen. Leza se muestra entera, pero piensa en los humanos y Arakneida:
—Esto no podría ser peor. De todos los seres ¿justo él tiene que aparecer?
Esa figura se detiene a una distancia prudente y mira de forma fría e inhumana:
—Entonces ¿Dónde está el usuario de la marca imperial? —pregunta Dramonzuk.
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