Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 178
La batalla en el interior de la dimensión que ha adaptado la forma de un abismo carente de vida y deprimente se recrudece. Cada microsegundo y hora desvirtúa la concepción de tiempo según le parece a la diosa oscura.
Martín intenta presionar el cuello de ella y dar fin a la pesadilla, pero la sola sonrisa lleva de líquido negro brotando de su boca mientras las carcajadas asolan el corazón del mucho. Ella se burla, no hay mirada maternal o calidez sino oscuridad, destrucción, muerte, y juego.
Las lecturas de Martín y Estela en algunas noches de novelas sobre entidades maliciosas fuera de la comprensión humana se hacen realidad ante su inocente y humana vista. Si se aparta de ella, la diosa es capaz de acelerar el tiempo una vez más y el destino de él sería peor que el que le mostró antes:
—¿Qué pasa mi cielo? no te estarás cansando ¿verdad? —exclama ella en tono de burla.
—Cierra…la boca. —responde mientras pone todas sus fuerzas en el cuello de la desgraciada manipuladora. Sin embargo, nada parece indicar que vaya a morir. Esa dimensión es su mundo y las reglas las pone ella.
—Ya veo. Sigues sin comprenderlo.
—¿Comprender qué?
—Nada de lo que hagas va a lograr que mi existencia sufra algún peligro. ¿Por qué no asumes la responsabilidad de tu raza y haces lo que te he pedido? ¿huh?
—¡Nunca lo haré! ¡ya deja de hablar maldita sea!
—Ja, que violento.
Posa los dedos gordos de la mano sobre la garganta y empuja con todas sus fuerzas. Usa la marca del emperador para mayor fuerza y poder. No obstante, sigue sin poder ocasionar el daño necesario. Empieza a sucumbir ante la desesperanza.
Sus ojos empiezan a arder como si expulsara maná de ellos color carmesí y lentamente se vuelve en un tono blanquecino. Destellos parecidos a relámpagos blancos sale de la superficie de su piel. Es casi imperceptible para él, pero la diosa, ella no es ajena.
La fuerza del cazador se comienza a sentir por parte de la entidad oscura:
—¿Q-Que está pasando? Su fuerza ha aumentado. Eso debería ser imposible porque mi control sobre está dimensión…solo yo puedo lograrlo. ¿Qué demonios hace este maldito insecto?
En ese momento, una luz se abre paso entre las tormentas oscuras de ese mundo creado para hacer sucumbir a la desesperación a los mortales. La diosa mira y se queda perpleja. Jamás ha ocurrido que una criatura a la que ella considera como inferior y menos que un insecto, fuera capaz de modificar ese espacio.
El shock hace que extiende su mano, empujando a Martín. Él sale despedido, golpeando su cuerpo contra el suelo varias veces. Esa reacción acabó quemando el pecho de Martín como un fuego que no tuvo piedad por su semblante mortal.
Cuando se levanta el joven, ve a la diosa jadeando y con una expresión de pánico que jamás había visto desde que tiene consciencia de ella. Ahora no está intentando seducirlo con falsas promesas, ni presionando para lograr su cometido tampoco se burla de él. Ella está preocupada, una emoción que una entidad no tendría que mostrar, pero se dibuja de oreja a oreja.
El primer impacto emocional lo dio Martín sin siquiera saber que hizo.
En busca de olvidar lo que acaba de pasar, chasquea sus dedos borrando esa luz del cielo, pero el daño está hecho. El joven cazador da un paso, mientras que la diosa retrocede dos. La distancia se alarga en favor de Martín, pues le demuestra que es quien tiene la ventaja, aunque ¿Por cuánto tiempo?
—¡A-Aléjate de mi basura humana! —grita la diosa con incomodidad.
—¿Qué sucede? ¿Por qué está gritando de esa manera? —se pregunta Martín.
—¡Te dije que no te acercaras! —golpea con la palma de su mano el suelo ennegrecido y a continuación toda la dimensión se sacude y ventiscas furiosas arremeten contra el humano.
Martín se detiene. Nota que algo anda mal con la diosa. Su semblante la hace parecer muy vulnerable. Ya no hay marcha atrás para él. Debe matarla para acabar con todo lo que ha provocado en su mundo:
—No. Ya jugaste demasiado con nosotros creyendo que nuestras vidas no valen nada. —da otro paso y otro. La diosa apenas retrocede uno, sintiendo el terror verdadero.
—¡Aléjate! ¡basura, criatura insignificante! ¡no eres nadie! ¡nunca lo fuiste!
Martín no responde. Frente a él, los dedos de la diosa se alargan adoptando la apariencia de unos tentáculos. Su espalda se parte para dejar salir a cuatro alas demoníacas y su cabello se alisa y los ojos se vuelven negros y corrosivos al punto de que brota liquido negro de ellos acompañando a la boca. Ese líquido adopta características viscosas y se amontonan sobre los pies de ella.
El vestido, a la altura de la barriga, se rompe dejando ver cómo se forma una boca en forma vertical en la zona de la barriga. La criatura que está frente a él representa la verdadera identidad de la diosa. La envuelve pura energía oscura en forma de espiral y viscosidad negra asquerosa. Martín siente asco por ella y un estúpido por haber creído en las palabras que le profesó durante mucho tiempo sin saber la clase de ser. Como si hubiera pactado con el mismísimo diablo.
Sin mediar palabras, extiende su mano ahora compuesta por tentáculos y de la nada todo se vuelve oscuro:
—Con que esta es tu verdadera apariencia. —exclama Martín.
—Eres el único que ve mi estado liberado. Indudablemente representas un error de calculo que debo enmendar. Ya no es un experimento sino una ejecución necesaria. —responde con voz distorsionada propia de un ser maligno con tono de ultratumba y cierto grado de solemnidad.
Los destellos que envuelven a Martín se pronuncian cada vez más. Da pequeños suspiros debido a que en la dimensión es otro tipo de atmosfera y si un ser humano moriría en microsegundos, el hecho de que pueda aguantar durante todo ese tiempo es que la marca fue asimilada por su cuerpo. No obstante, sigue siendo humano y por lo tanto está llegando al límite. La diosa no es ajena a saber eso por lo que decide levantar su mano y desde el cielo se forma un agujero que va succionando todo lo que encuentra menos a la entidad.
La presión es tan grande que Martín intenta aferrarse al suelo como puede. La diosa recupera un poco de su orgullo y burlarse de como puede mantenerse en esa posición sin sufrir consecuencias de esa habilidad invocada.
De la cintura del cazador se manifiesta una luz blanca que disipa lento, pero sin detenerse la oscuridad. El agujero negro tiembla hasta que también es borrado:
—No puede ser ¡no puede ser!
—¿Huh? —Martín ve en su cintura como se forma una daga muy distinta en color y forma a la que posee. —E-Es una daga, pero ¿Por qué aparece aquí? ¿huh? Un momento…esta es mi daga…
—¡I-Imposible! ¡se supone que esa cosa no debería existir y menos en posesión de un maldito humano! —piensa ella. Vuelve a su rostro la expresión de preocupación aun con la forma liberada.
AVAVAVAVAV
Muchos son los mundos que componen las dimensiones. La tierra es apenas una fracción de un universo enorme, pero existen cientos y miles donde la vida se ha abierto paso. Estas vidas con sus problemas, sus dichas, sus creencias y valores representan millones y millones de luces a lo largo de todo un velo oscuro pero que se iluminan con luz propia.
En cierta forma es lo que debería suceder, pero entonces la verdad se revela en forma de una figura humana, algo que lleva a estas múltiples vidas a aceptarlas, sin saber que esa forma de vida no es más que el preámbulo del caos, miseria y muerte.
Sean humanos, trols, elfos, no muertos, dragones, todos caen masivamente ante el capricho científico y curiosidad de los dioses oscuros. Aquellos que intentaron alzar sus voces para detener su avance y decir basta a las atrocidades ocasionadas, fueron seleccionados para ser usados como usuarios de la marca imperial. Los que no calificaron, simplemente fueron erradicados como cucarachas que, según estas entidades, “daban asco de tan solo existir”.
Sin embargo, existe una leve luz entre todo el oscuro caos causado por los dioses. Entre ellos, hay una leyenda de la que ninguno puede escapar y es el odio de aquellas vidas desaparecidas de la existencia. Civiles, guerreros o usuarios de la marca, sus marcas nunca fueron borradas.
El último experimento fallido de la diosa oscura, un guerrero fuerte, honorable y bondadoso de la raza de los enanos llamado “Bingurd”, recibió el regalo de la marca imperial para defender su mundo de los enemigos acérrimos, los ogros negros de Vurkala, sin saber que sería su peor error.
Las batallas fueron ganadas una tras otra y Bingurd reconocido como el héroe y salvador de su gente hasta que la diosa irrumpiría por primera y única vez. Con voz maternal, para ocultar sus propósitos oscuros, aparece silenciosa y murmura al oído del enano:
—Bien hecho, pero ¿Por qué malgastar su potencial en ser un guardián cuando puedes ser ahora un conquistador? Ve y arrasa con la tierra de los ogros.
Sin embargo, el enano se mantiene firme en su creencia de que los ogros siguen su propia naturaleza y no hay necesidad de conquistarlos. Lógicamente esto enfurece a la diosa y lo obliga a no solo arrasar con los ogros de su mundo sino también a su propia gente masacrando a los dieciocho clanes enanos. Solo y angustiado, el enano cae de rodillas con lagrimas en los ojos y sangre en sus manos. La diosa, aparentando benevolencia, le aconseja refugiarse en sus ordenes y matar a otros usuarios imperiales. Bingurd responde cabeceando contra la hoja afilada de un hacha quitándose la vida al instante, no sin antes pronunciar unas palabras casi como proféticas:
—“En la más oscura penumbra de algún mundo con el que estés jugando, alguien se alzará contra ti buscando la venganza que muchos de nosotros en distintos universos no pudimos. Nunca vivirás a salvo de nuestra sed de venganza. Dalo por hecho.”
La diosa siente una leve inquietud que con el correr del tiempo y conforme vio crecer a Martín, eso se volvió nerviosismo y hasta preocupación. Ella ahora comprende que esas palabras se alinearon con algo que ha estado ocultado entre los dioses oscuros, algo relacionado con un fenómeno llamado “maná del inicio” que consiste en que una enorme cantidad de energía mágica se acumula todo dando forma a algo fuera de lo común y compresión incluso de esas entidades.
También entre ellos existe la creencia de un tipo de arma que no debería poseer ningún ser vivo inferior pero que puede herir y hasta causar la muerte de una fuerza universal.
El motivo por el que la diosa está tan nerviosa y busca hacer retroceder a Martín es porque la daga que está brillando tanto en su cintura son las almas en forma de maná reunidas en el arma. Millones de existencias borradas por mero capricho de ella. La daga era dorada, en un inicio, ahora es de un color blanquecino desde su empuñadura hasta la punta de su hoja.
El pánico se apodera de la criatura que adopto tal forma ella, pero ni con todo su poder incalculable es capaz de apartarlo. Su poder falla y apenas se mantiene en vuelo:
—¿Cómo es posible que el arma mata dioses esté en posesión de este mocoso? ¿Cuándo fue que pasó? No tiene el más mínimo sentido. Se supone que lo vigilé en todo momento, todo el tiempo. ¡¿Qué rayos está pasando?! — piensa iracunda. Asqueada extiende sus dos manos de tentáculos y lanza pura energía oscura contra Martín.
—¡Mierda, tengo que reaccionar rápido! —piensa Martín al ver la descomunal cantidad de poder acercándose.
Martín se aparta a un lado dando un salto, pero la marea oscura alcanza su pie derecho, quemándoselo completamente. A pesar de ser una dimensión más allá de la comprensión, el dolor es real y Martín da un alarido de dolor tan fuerte que se puede escuchar en todo el lugar mientras se agarra lo que queda de su pierna.
El dolor es intenso y trata de no desmayarse. En el mundo humano hace expresión de puro dolor mientras que Estela se despierta y nota que él está sufriendo. Se acerca como puede y usa lo que le queda de maná para sanarlo:
—¿Huh? El dolor…se está calmando. —dice en voz baja.
—Si, no tengo que preocuparme. Sigue siendo un humano así que aún tengo oportunidad. Además, la daga no parece haberse desarrollado del todo. Tengo tiempo para eliminarlo. —piensa la diosa con un poco más de calma.
Con energía renovada, la diosa sacude toda la dimensión. Confiada, animada porque puede lograr su cometido a pesar de la adversa situación pero que ahora todo se inclina a su favor.
Señala con prepotencia al chico y con una sonrisa oscura invoca a columnas negras que se disparan hasta las alturas y luego bajan en punta hacia el cazador. Martín no se entrega y antes de que impacten contra el suelo logra saltar de nuevo pudiendo esquivar el ataque. Sin embargo, una punta lo apuñala por el hombro sorpresivamente.
Martín grita con mayor fuerza por el dolor, hasta se le cae una lágrima porque está en su límite:
—Había pensado en desmembrarte solo con el chasquido de mi dedo. Ver como pasa el tiempo mientras te desintegras. Me estás dando demasiados problemas Martín. —se acerca ella dando aleteos elegantes a pesar de su grotesca apariencia.
—Puedes hacer todo lo que quieras, pero no descansaré hasta acabar con esto. Si muero aquí no dejaré perseguirte. Te venceré cueste lo que cueste sin importa el tiempo o el espacio. —la mira con fiereza mientras está en el suelo tomando su hombro. El dolor que siente es diez veces al que podría sentir en su mundo por lo que las heridas del hombro y perdida de la pierna son insoportables.
—Diablos, casi suena como ese maldito enano. Amenazando y dando por hecho cosas que nunca se concretaran. —piensa la diosa. —Que perdida de tiempo resultaste ser. Tendría que haberte dejado en esa cueva con los monstruos cuando aún eras un crio de mierda. —exclama con firmeza y levanta su mano para invocar un gigantesco circulo mágico con el que busca engullir a todo a su paso.
Martín solo observa, apenas puede mantenerse despierto. Sus movimientos son casi nulos.
De la daga surge una voz que solo él escucha. No le da importancia ya que piensa que es alguna alucinación. Además, que esa voz es inentendible.
Luego de unos escasos segundos, la voz se hace más nítida y eso lo lleva a mirar el arma en su cintura:
—¡Martín!
—¿Q-Que…? ¿Quién eres? —pregunta Martín en voz baja.
—No tengo mucho tiempo. Escucha lo que tengo que decirte.
—C-Claro.
—Me llamo Bingurd. Soy un antiguo usuario de la marca imperial. Esta daga que has conservado durante muchos años no es lo que creías.
—¿De que hablas? No entiendo.
—Esta daga es un artefacto, un contenedor para albergar energía mágica.
—¿Cómo? Pero si…
—Sé que fue una daga que obtuviste en uno de tus primeras misiones, pero no fue coincidencia. Es el resultado de una necesidad. La diosa no ha manipulado todo tu viaje. No tengo mucho tiempo. Escucha con mucho cuidado. Tienes un arma extremadamente poderosa, quizás, la más poderosa de todos los universos y la única que puede matar a estos hijos de perra, pero no estás en condiciones de enfrentarla, no aún.
—Entonces ¿Qué debo hacer?
—Toma la daga y traza un corte frente a ti. ¡Rápido! El resto estará en tus manos. Seremos tus aliados para vencerla. Somos millones que te ayudaremos a empuñarla contra su oscuro corazón.
El joven cazador toma de su cintura la daga y hace caso a Bingurd. Con un fuerte corte al aire crea una grieta que lentamente lo succiona. La diosa ve esto y lanza todo su poder mágico, ya sea las columnas oscuras, mareas y hasta el agujero negro:
—¡No, no te dejaré pedazo de mierda! —intenta alcanzarlo, pero escapa con lo justo.
En un arrebato de ira, la diosa fragmenta su propia dimensión como si fuera un vidrio quebrado.
Comments for chapter "178"
QUE TE PARECIÓ?