Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 180
Con el regreso de Martín, es tiempo de ponerse al día. Julio dispone una tienda para que él pueda descansar junto con Estela, pero antes, Martín pide poder estar afuera del estadio. Como todo buen fanático de San Lorenzo de Almagro, antiguo dueño de ese estadio, Martín se queda mirando de frente a la enorme estructura. Una lágrima se le cae de tan solo recordar los partidos legendarios que presenciaba de niño y joven. Incluso antes de todo ese cataclismo, iba con mucha regularidad a ver a su equipo junto con Arakneida y Lorkamos.
Detrás de él, unos brazos lo rodean por la espalda y siente un calor enternecedor que le da paz. Se da media vuelta y ve a Estela, con apariencia igual de hermosa que antes de toda esa absurda guerra. Él la contempla como si fuera una musa mitológica. Ella se aferra a él con todas sus fuerzas sin la intención de permitir que se vuelva a ir de su vida una vez más:
—Ya, ya, estoy aquí. No me alejaré nunca más amor. —promete Martín.
—Lo sé, pero no puedo evitarlo.
—Tranquila. —posa sus manos sobre el rostro de ella mira fijamente a los ojos. —Te queda muy bien el pelo corto. Muy…hermoso…
—G-Gracias. —responde sonrojada y en tono tímido. —También a ti.
—¿A mí?
—¿No te diste cuenta?
—¿Huh? —se toca la cabeza y nota que su cabello largo ha desaparecido dejando lugar a un muy bien estilizado corte. —Oh, sí. Recién me doy cuenta.
—Jajaja, se nota. Aunque no es muy propio de ti que esos detalles sean pasados por alto. Haaa, hay tanto que quisiera preguntar y temo por la respuesta.
—Si no quieres preguntar, no te sientas obligado hacerlo.
—Pero debo. Lo necesito.
—Entonces hazlo y yo trataré de responder. —toma su mano y aprieta con fuerza. Sea cual sea la respuesta emocional del muchacho, ella va a compartir su alegría o dolor.
Martín sonríe con gratitud. Luego de unos momentos, él toma su mano y lleva a dar un paseo a Estela mientras piensa que preguntarle. Que es lo que desea saber luego de cinco años de ausencia. Ya de por sí, le causa impacto saber que estuvo cinco años en una especie de coma inducido por la diosa oscura y eso le causa dolor en su corazón por haber permitido que sus seres amados hayan tenido que sufrir:
—Mi madre ¿ella…? —pregunta, lleno de dudas.
—Lo siento, ella no pudo sobrevivir al segundo ataque a Buenos Aires. Lucas y Claustro intentaron defenderla, pero solo recibieron severos daños. Nosotros…durante un año entero perdimos más de lo que deberíamos. —cuenta con lágrimas en sus ojos.
Martín siente mareos y cae de rodillas. Él temía que sus emociones hayan sido afectadas por su estancia en la dimensión de la diosa. Mira hacia el suelo del que se llena de lágrimas cayendo de él. Estela lo socorre con amor y contención envolviéndolo con sus brazos delgado. Mientras ella se aferra a él, tomándolo del rostro y apoyándolo en su pecho, Martín lanza un grito ahogado en un estallido de dolor que descorazonaría a cualquiera:
—Tranquilo amor. Estoy aquí. No estás solo. — lo acaricia con dulzura, aunque el dolor de él le pesa también. Entiende que quizás el llorar por su madre tiene que ser después de la guerra.
Luego de eso, Estela seca las lágrimas de Martín y lo besa en los labios en una respetuosa muestra de afecto. Con energía renovada y más tranquilo, el joven suspira y acomoda su corto cabello hacia atrás como si aún lo tuviera largo:
—¿Te sientes mejor? Si quieres podemos posponer la reunión.
—N-No, tengo un par de cosas que necesito decirles. A todos.
—¿Es de mucha urgencia? —pregunta Julio, apareciéndose por detrás de ellos.
—Julio. —deja escapar Estela.
—La situación es mucho más grave de lo que pueden imaginarse. —explica brevemente Martín mientras se da media vuelta y mira a Julio.
—Iré a reunirlos a todos. —dice Julio.
—Te lo agradezco. —exclama Martín.
—Y Martín. —dice Julio antes de preparar la reunión.
—¿Huh?
—Es un gran alivio que hayas vuelto.
—Gracias Julio. —dice con una sonrisa. —Yo también me alegro estar de vuelta y verlos a todos.
Al cabo de casi una hora, todo el gremio se reúne en la tienda en el que una larga mesa está en medio y sobre ella, un mapa del mundo con pieza ubicada en distintos puntos que indican a los focos de resistencia de los que se sabe algo. Martín se para frente al mapa donde todos los observan.
Martín empieza contando su vivencia en la dimensión, la naturaleza de su marca y sobre la diosa. Aquellos que apenas conocen a Martín como Charles, Bautista, Luciana y Steindra se quedan boquiabiertos ante la existencia de una entidad tan oscura que puede hacer lo que quiere sin que haya alguien que se oponga.
Estela no se aparta de su lado tomándolo del brazo y prestándole su fuerza moral para que no caiga en la desesperación y angustia con cada detalle inhumano de su experiencia:
—No puedo…creerlo…—deja escapar Octavio.
—Pasaste por todo eso y no lo sabíamos. —añade Macarena.
—¿Cómo fue que saliste de ahí? —pregunta Bautista con gran interés por su historia. Tener al famoso Martín de frente y conociendo muchas cosas, sus logros, proezas, así como por las escasas derrotas son una gran fuente de inspiración para él.
—Tu debes ser Bautista. Julio me habló de tu grupo. Los felicito por haber salvado a tantas personas. En cuanto a tu pregunta. —lleva su mano a la cintura donde está la daga blanca. No quiere ocultar ninguna clase de información ya que cada cosa puede ser usado para vencer en la guerra. —Esta arma la tengo desde mi adolescencia. Por alguna extraña razón empezó a brillar y una voz en particular resonó en mi mente desde ella.
—¿Dices que esa daga tiene vida propia? —pregunta Luciana.
—No lo sé, pero me explicó muchas cosas acerca de su función.
—¿Cuál sería? —pregunta Bautista.
Martín mira a todos y cada uno de los presentes. Extiende su mano con la daga en la palma de la mano. Estela y quienes estén a su alrededor se apartan por él. Da un movimiento descendente, traza un corte dimensional con el arma que apenas dura un segundo, pero es la prueba concreta de que es algo más que una daga.
Sin embargo, queda una revelación más y la más importante de todas. Una que podría poner a los humanos en ventaja:
—Hay una cosa más. —dice Martín.
Musume, quien ve desde la distancia con su grupo, pero no lejos de la mesa con el mapa, se pregunta si dirá algo acerca de esa forma mitad oscura y mitad blanca con la que enfrentó a Dramonzuk y lo venció. No es coincidencia que su victoria se haya producido por algún cambio en su apariencia y poder mágico. Intercambia miradas con Ichika y ella arquea la ceja cuando Martín explica algo más impactante:
—Esta daga contiene los deseos de venganza y odio de millones de vidas arrebatadas por la diosa en muchos mundos distintos por millones de años.
—E-Espera… ¿es un arma malvada? ¿eso no es peligroso? —pregunta Macarena.
—Fue mi primera impresión, pero esa voz me explicó todo. Es un arma nacida de esos sentimientos vengativos contra la diosa. La daga es un arma mata dioses y yo soy portador de la voluntad de esas vidas.
No hay duda para nadie de que Martín dice la verdad, pero tener al alcance de la mano un arma capaz de dar fin a esa entidad de horror y también poder vencer a los dragones para detener la guerra, es demasiado bueno para ser real.
Después de que Martín explique unas cosas más como el plan de la diosa y otros tantos detalles de menor impacto, aunque en termino de ayuda, sirve para entrar a la ofensiva.
El resto de la reunión es liderada por Julio. Martín llama a sus familiares, Lorkamos, Cromana y Kargroot, quienes lo siguen hasta un costado del estadio donde hay bolsas y grandes pedazos de concreto uno encima del otro habiendo formado un muro sólido para la defensa de ese punto ciego.
Martín se sienta en una de las cajas verdes de origen militar y mira a cada uno de ellos. Ya son parte de su familiar, la confianza que les tiene es muy grande y también el afecto por lo que no aceptará que les ocurra nada malo. Aun así tiene la necesidad de hablar con ellos acerca de un asunto muy serio:
—Veo que defendieron a muchas personas y ayudaron en gran medida. Les quiero agradecer de todo corazón por esto. —dice Martín.
—Vamos, no tienes que agradecer. —dice Lorkamos con expresión orgullosa por ese elogio.
—Pero tengo que.
—Martín, ¿pasa algo? —pregunta Kargroot de forma muy directa.
—Si Arakneida y Leza estuvieran bien, también estarían aquí, pero prefiero que descansen. Verán, Dramonzuk sufrió una derrota y estoy seguro de que ahora querrá arrasar con todo. —explica Martín.
—Supongo que heriste su orgullo. Además, es un maldito dragón, ellos son demasiado orgullosos. —dice Cromana.
—Y temo que la situación va a escalar mucho más. Es posible que esta sea la última batalla para muchos de nosotros.
—Me tiene sin cuidado. Yo con gusto moriría por mis compañeros y amigos. —declara Kargroot con su clásica expresión fría, pero con corazón ardiente para luchar codo a codo con aquellos a quienes considera su familia.
—Antes de continuar, tenemos que saber a qué nos enfrentamos. —dice Cromana.
—Estaremos luchando en dos mundos. En este y en la dimensión oscura. Ustedes aquí y yo allá.
—Tú vas a luchar contra la diosa oscura… ¿solo? —pregunta Lorkamos.
—Si y sobre lo que quería hablar con ustedes. Si algo me ocurre voy a eliminar mi lazo con ustedes de familiar. —dice Martín claramente triste de tan solo pensarlo.
—¿Por qué harías eso? —pregunta Cromana.
—Porque si él muere nosotros desapareceremos. Somos parte del destino de nuestro amo. —dice Kargroot y en respuesta Martín asienta varias veces con la cabeza.
Martín no añade más palabras a su explicación. Ahora es turno de sus familiares aceptarlo o no, pero él ya ha tomado la decisión. Sin embargo, se aparecen dos figuras que lo hacen alzar la mirada:
—A pesar de haber sido alguna vez enemigos, yo decido ahora que soy tu amiga y aliada de aquí hasta mi muerte o la tuya, pero no aceptaré el fin del lazo de familiar. Es lo que yo decido. —dice Arakneida siendo sostenida por Oscar, pero su expresión decidida es tan cautivadora como terrorífica.
—Arakneida…pero…
—Lo entiendo Martín y acepto eso. Estuvimos hablándolo y sabemos que es una gran oportunidad para acabar con esto.
—¿Leza? —Martín mira a la enorme mujer de piel casi morena que antes portaba el título de la emperatriz salvaje. Ahora se la ve recuperada, aunque con algunas vendas en su cuerpo tras la quemadura sufrida por Dramonzuk.
—Estoy preparada desde hace tiempo. —responde ella.
—¿Ustedes? —mira al trio.
—Macarena va a matarme si me pasa algo, pero cuenta conmigo…siempre. —dice Lorkamos.
—Vi en los humanos una fuerza digna de elogio. Además, conocerte me sirvió para darme cuenta de que nunca hay que subestimarlos. Terminemos con esta guerra de una buena vez. —exclama Kargroot.
—¿Tu Cromana?
—Por supuesto. —responde ella tan deslumbrante como siempre.
AVAVAVAVAV
Durante la noche, se despliega un gigantesco domo de magia de sangre de Cromana al mismo tiempo que Arakneida invoca una vez más a sus hijas para dar seguridad en la zona, así como alertar a los altos mandos de la resistencia.
Se apostan cazadores en las entradas y los puntos más altos. Son acompañados por trolls de hielo. Por primera vez y después de mucho tiempo, Leza puede invocar a algunos subordinados que esperaban el llamado de su legitima emperatriz. Hombres lagartos, hombres bestias, hombres aves se presentan y sin mediar palabra aceptan las ordenes de proteger el refugio y cada vida civil.
Próximo a la entrada de los refugios subterráneos se encuentra la tienda de Martín, quien había pedido encontrarse fuera debido a un trauma desarrollado por estar aprisionado en un lugar oscuro y si opciones de escape por si las cosas se ponen difíciles y tiene que salvaguardar a los civiles.
El cazador está descansando en su cama, mientras ve a Estela quitarse la ropa con elegancia y sumo cuidado. Primero su camiseta la desliza hacia arriba revelando un sujetador desteñido y viejo. Su espalda lleva algunas marcas producto de las batallas y continuos movimientos para salvarlo a él. Se siente culpable por ello.
Luego se quita el pantalón, dejando ver su ropa interior, sucia y vieja, pero ni con eso evita que quede maravillado por la figura de ella. La observa con detenimiento cada centímetro de su cuerpo, como si estuviera presenciando la perfección misma de la humanidad. Ella sonríe y cubre sus pechos ahora que no lleva sostén:
—¿De qué te ríes? Tonto. —dice ella al verlo tan feliz.
—Solo miraba. Eres tan perfecta que no puedo imaginar algo más hermoso que tú. Me siento agradecido…tanto por tenerte a mi lado.
—¿Perfecta? ¿yo? No digas algo tan gracioso.
—Lo digo enserio. Soy muy afortunado de haberme cruzado contigo hace tiempo en esa misión ¿la recuerdas?
—Si, recuerdo eso y como ese chico vomito sobre tu mano cuando intentaste ayudarlo, jajaja.
—Que buenos recuerdos.
—Pero mi respuesta es un no. —se acerca lentamente mientras aparta sus manos de los pechos. Solo está en ropa interior rosada estilo culotte. Se mete en la cama y acurruca junto a él. —Yo soy quien debe dar las gracias, por todo lo que hiciste por mí y sigues haciendo. —levanta la mirada y lo besa apasionadamente.
Ambos se funden en un beso eterno. Martín agarra por la desnuda cintura de Estela y la lleva hasta él mientras besa le besa el cuello y acaricia la espalda.
Unos cazadores se dirigen hasta la tienda de Martín con unos cuantos papeles donde se encuentra una lista detallada con los refugios totales de Argentina y los que dejaron de existir. Sin embargo, son detenidos por Macarena y María:
—Comandantes. —suelta uno de los cazadores.
—¿Que traen aquí? —pregunta Macarena.
—Hay unos papeles que nos pidieron darle al cazador Martín. —responde el cazador.
—Eso podría esperar. Más precisamente tendrían que esperar a mañana. —dice Macarena.
Detrás de Macarena, María hace gestos levantando dos dedos y luego junta ambas manos y apoya suavemente en su rostro. Cierra los ojos simulando que los dos están durmiendo a lo que el cazador simplemente exclama:
—Oh, entiendo. —se da media vuelta y luego se retira de allí.
—¿Estarán de acuerdo que vigilemos la entrada a la tienda? —se pregunta ambas.
—Dudo que les agrade que alguien entre y los vean en pleno acto, jejeje. —exclama María.
—Si, tienes razón. Me quedaré a cuidar. —dice Macarena.
—Igual yo. —comenta María.
Comments for chapter "180"
QUE TE PARECIÓ?