Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 181
Al día siguiente, unos estruendos violentos se oyen desde todos los rincones del planeta como el llanto sonoro de dolor. Los cazadores y monstruos, así como civiles se sienten atraídos por el extraño fenómeno. Miran hacia el cielo relámpagos negros y carmesí surcando los cielos.
En menos de media hora setecientos rayos caen a la tierra en distintas partes de Capital Federal y Gran bueno aires. Algunos de ellos en ciertos refugios, causando muertes y severos daños. Esos rayos no son de origen natural sino producidos por el descomunal poder, pero a la vez que inestable de Dramonzuk.
Martín se levanta repentinamente entre sábanas que cubren su cintura hacia abajo y Estela, quien yace junto a él desnuda y cubierta por las telas. La mira unos breves instantes y sonríe. Luego se acerca para besarle la cabeza.
Las luces surgidas del cielo atraen las miradas de todos los humanos y monstruos por igual.
Se siente un escalofrío por cada vez que se ve ese fenómeno. Martín sale de su tienda con su clásica vestimenta con la que solía ir a cazar monstruos en las mazmorras. Está inquieto por lo que ve y no es el único, puesto que sus familiares y Steindra sospechan que es algo demasiado oscuro y tenebroso como para tomárselo a la ligera.
En el camino se encuentra con el dragón dorado, antiguo comandante de Dramonzuk y anterior líder de los destructivos cinco. Cruzan mirada muy brevemente generando una enorme tensión hasta que el joven sonríe y la estrecha la mano al monstruo a lo que también responde con el mismo gesto:
—Steindra ¿verdad? — pregunta Martín.
—Si. —responde el dragonoide dorado.
—¿Podemos hablar un momento?
—Seguro.
El dragón sigue al usuario de la marca imperial, confiando a pleno en el humano y las historias que llevan su impronta. Lo observa por detrás y se pregunta acerca del peso que conlleva para ese chico el liderar a la resistencia de los humanos y la lucha que tiene que lidiar contra la diosa oscura. No alcanza a dimensionar todo eso.
Martín lo lleva a las afueras del estadio, allí donde también habló con sus familiares el día anterior:
—Quiero preguntar algo, Steindra. —exclama Martín.
—Si, claro. Dime. —responde.
—Fuiste el líder de los destructivos cinco ¿cierto?
—Es cierto, y aunque estuve desde sus inicios, ese grupo representó lo peor de mi en aquel entonces.
—Ya veo. ¿Tienes algo que deberle a Dramonzuk?
—¿Cómo? No comprendo.
—Me refiero a si tu lealtad está con ellos en algún mínimo porcentaje. No quiero parecer hostil ni nada por el estilo. Tu historia me parece increíble. Es solo que…ningún subordinado deja en su totalidad a su raza. No es como el caso de Arakneida, Lorkamos, Kargroot o Cromana que lo hicieron en distintas circunstancias.
—¿Te refieres a si tenga la conexión con el emperador al tratarse de mi creador?
—Si. Quizás no lo sepas o ignores, pero sigues siendo su subordinado y cada cosa que hagas o pienses, él simplemente lo sabrá. Sumemos al hecho de que mi mundo ahora es el suyo hasta que no lo eliminemos o quitemos su influencia ¿comprendes?
—Si, lo entiendo.
Steindra se queda pensativo.
Los humanos lo habían encandilado por su sacrificio, resistencia y resiliencia al punto de conmoverlo. Siendo un guerrero gallardo y orgulloso, no ocultó sus deseos de ayudarlos. Ahora que Martín le dice esas cosas, se siente culpable como si estuviera haciendo el mal para ellos:
—¿Significa que todo este tiempo estuve poniéndolos en peligro? —piensa con angustia que no puede ocultar en el rostro. Se toma la cara con una mano y da media vuelta. Martín le da su espacio para lamentarse. — Esos niños, las chicas, Bautista y Charles ¿Cómo podré mirarlos a los ojos? —murmura débilmente.
—No es para angustiarse. Te tengo una propuesta que quizás te ayude a romper con esa conexión.
—¿Qué propuesta?
Martín extiende su mano derecha de la cual se manifiesta una marca iluminada con maná carmesí cuya figura es una “M” estilizada con trazos finos y llamativos. Los ojos del chico se manifiestan con auras carmesí y se desprende de su cuerpo energía mágica. El cabello se le eriza, pero lejos de aparentar hostilidad, ese maná es cálido y nada violento.
Steindra cae de rodillas, impactado por tanto poder frente a él.
El rostro de Martín se funde en una expresión serena. Ha alcanzado un nivel de dominio de la marca imperial como nunca antes en la historia. Levanta su mano y al instante se manifiesta un círculo mágico que los rodea solo a ellos.
Una respuesta es lo que necesita Martín a continuación de la pregunta que le hará:
—Steindra, dragón dorado.
—…—se queda en silencio, en shock.
—Te ofrezco la posibilidad de convertirte en mi familiar. —le extiende una vez más su mano.
Si Steindra accede y toma la mano de Martín, entonces una marca se dibujará en el rostro del monstruo y luego accederá a un poder inmenso junto con el cambio a una forma humana y otra más perfecta que su yo actual.
Una vez que sus manos se tocan, la sensación de que su cuerpo de dos metros empieza a achicarse es automática, pero, así como eso ocurre también siente que el poder mágico se desborda un total de cinco veces más colocándolo al nivel de Kargroot y casi próximo a Arakneida.
Destellos eléctricos dorados rodean su cuerpo hasta que la transformación termina. Sin embargo, se siente mareado y cae al suelo con el cuerpo débil por el cambio repentino y la ruptura de esa conexión con Dramonzuk al que ni el emperador se percató de que fue destruida:
—¿Estás bien? —pregunta Martín, preocupado por el estado del monstruo.
—S-Si, solo necesito descansar un poco.
—Deberías usar tu transformación humana. Puede que te ayude a recuperarte más rápido.
—¿Seguro?
—Es lo que me dijo Arakneida. Ella suele estar casi todo el tiempo en forma humana y llegado el momento usa la forma liberada. O puedes quedarte así. Lo que prefieras.
—Te lo…se lo agradezco mi señor. —se hinca de rodillas como un caballero ante su rey. Sin embargo, a Martín no le interesa esas cosas.
—No seas tan formal ¿quieres? Somos como familia. Intenta proteger a todos como si fueran tus hermanos, hermanas, madres, padres, hijo, hijas. No espero que te sacrifiques ni actúes según yo lo quiera. Me importa que todos logremos sobrevivir a esto y venzamos.
Steindra nunca había visto a un humano tan increíble en términos de valores y códigos que van más allá de lo humano o lo monstruo. Sea o no carisma, Martín logra impactar de lleno en las emociones de él y simplemente fortalece su postura como de caballero, solo que golpea con fuerza el puño sobre el suelo, dejando un hoyo y con firmeza grita lo mucho que se alegra de haber sido elegido para defenderlos:
—O-Oye, no te pedí tanta formalidad. —exclama Martín, un poco confundido por las acciones de Steindra.
—Lo sé, pero es mi deseo actuar de esta manera, como usted bien mencionó. Voy a defender con toda mi existencia lo que usted…ustedes defienden. Pueden contar conmigo.
Martín sonríe y luego posa su mano sobre el hombro del dragón ahora en forma humana con cabello dorado:
—Me alegro mucho lo que dices. Ahora levántate.
—Si, mi señor.
—Ah, por cierto.
—¿Sí?
—Creo que mejor te pones ropa porque así desnudo no pienso dejarte pasar al refugio.
—Si…lo olvidé…
Después de que un cazador llevara prendas extras para Steindra, ambos continúan:
—Esta lluvia de relámpagos. ¿Será por causa de él? —pregunta Martín.
—No solo eso.
—¿Qué?
—Por unos momentos noté, gracias a esa conexión, que su mente no era la misma.
—¿Insinúas que está pasando algo con Dramonzuk?
—No podría asegurarlo, pero es posible.
—Para que una entidad tan poderosa como el emperador dragón estuviera siendo arrinconada de esa forma tiene que ser ella. —piensa Martín con la mirada fija en el suelo y expresión perdida en sus propios pensamientos.
—Hay algo más.
—¿Huh? ¿Qué cosa?
—Puede que parezca algo sin sentido, pero cuando la conexión con él se terminó sentí una oscuridad que luego disipo en un instante. Por un momento había creído ver a una figura de una mujer, pero con ropa negra. Ella me sonrió.
—Ella…es la diosa oscura.
—¿La que lo mantuvo tanto tiempo en la dimensión oscura?
—Si. Es posible que lo que sentiste y viste no fueran coincidencia. Por lo pronto hay que organizarnos para lo que se viene. Ve con los demás y explícales todo incluso tu nueva condición como nuevo familiar.
—Entendido, mi señor.
—Ya, ya, solo Martín. —le pide encarecidamente ya que se siente incómodo.
AVAVAVAVAV
Las cosas en el refugio parece que se han logrado calmar con la presencia de Martín y aunque el fenómeno de los rayos continua como si dependieran del estado de ánimo de Dramonzuk, nadie está nervioso o ansioso, más bien se encuentran optimistas.
La relación de Steindra con Charles mejoró notablemente y tanto Bautista como Luciana y Carla se sienten aliviados de que su gente estuviera ahora en buenas manos.
Por lo pronto, los cazadores intentan mejorar las defensas ya sea construyendo fosos en las afueras del estadio que los rodeen, o crear muros o estacas de madera o sangre según el tipo de magia. No ocurre nada grave, pero sin duda que esperan a que se produzcan ataques con mayor fuerza que antes.
Martín se reúne con Macarena y Octavio para ayudarlos a reforzar el sector oeste del refugio junto con varios trolls y ex militares. El joven se encuentra impactado ante el cambio feroz que tuvieron ellos. Como su llegada fue demasiado repentina, no tuvo el tiempo como para ver a cada uno y sin duda que encontrarse a Macarena tan grande y Octavio con las heridas de quemadura provocadas por Dramonzuk en Roma, lo dejan sin palabras.
Macarena rompe el incómodo silencio mientras ella ayuda a un cazador a transportar una larga biga para que los trolls puedan hacer el resto:
—Hay mucho trabajo que hacer y ciertamente no creo que duren. ¿Qué creen?
—Tener la sensación de que lo material de nuestro mundo puede contener a la amenaza draconiana puede que sirva como método psicológico, pero ¿en verdad servirá? —duda Octavio.
—Cuestionar o no eso es irrelevante. Vamos a defender a los civiles cueste lo que cueste. —exclama Martín mientras lleva a su hombro una gran biga sin ayuda de nadie. Su voluntad enaltece el ánimo de los demás. —Por cierto. —dice y mira a Macarena. —Creciste mucho Maca y ese corte de cabello te queda muy lindo. Me enorgullece, de verdad te digo. —sonríe.
El semblante frio y recto de Macarena, siempre tan maduro, se quiebra hasta las lágrimas. Sonríe y salta hacia él para abrazarlo:
—Jajajaja ¿Por qué lloras ahora? —pregunta Martín.
—Cállate y déjame un momento ¿quieres? —le pide sonrojada y molesta por esa pregunta que le acaba de hacer.
Martín suelta un suspiro y luego mira hacia Octavio. Le toca el hombro y con ojos llenos de tristeza le dice:
—Me enteré lo que pasó. Por favor, discúlpame, por todo.
—¿Huh? ¿de qué estás hablando?
—En Roma, hace cinco años. Tú me protegiste junto con Julio. Junto con Marchello y…Dani. Personas murieron y otras sufrieron heridas irreversibles. No sé cómo…
—Hey, hey ¿eres imbécil? Intenta terminar esa frase y te golpearé tan fuerte que Estela tendrá que venir a socorrerte. Tú no tienes que disculparte ni recomponer nada. Estas quemaduras fueron por salvar a mis mejores amigos y si se repitiera sin duda que lo volvería hacer así que…déjate de tonterías.
—No permitiré que pase de nuevo. —extiende el puño. —Venceremos.
—Oigan, no me olviden. ¡Tontos! —exclama Macarena.
—Jajaja, lo siento. —sonríe Martín.
Macarena no se aparta de Martín puesto que para ella es como un hermano mayor y siente un profundo amor hacia él. Sin embargo, también hay miedo por perderlo una vez más. Se siente impotente ante lo sucedido en Roma. Ese mismo sentimiento también lo tiene Octavio, quien desde que recibió las heridas de parte de Dramonzuk no ha parado de sentirse inútil y sofocado por una profunda ira contra el emperador dragón. Desde ese día que no pararon de entrenar y perfeccionar sus habilidades en sus respectivas magias.
Tampoco es la única cosa que quiere hablar con ellos.
Martín se toma un breve descanso. Toma asiento sobre una de las cajas y llama con su mano a ambos. Les invita a tomar asiento. Siguiendo a la petición de Martín, se sientan a su lado y lo observan con gran atención.
Da un suspiro muy breve mientras cierra y abre los ojos rápidamente:
—Yo…le quiero pedir su mano a Estela. No me decido de qué manera o el momento, pero tengo la intención de pasar el resto de mi vida con ella.
—¡Kyaaaaaaahhh! ¡no puedo creerlo! ¡¿enserio?! —grita Macarena con mucho entusiasmo y felicidad.
Octavio se muestra serio. Se levanta y va hacia Martín, lo toma del hombro y sin mirarlo exclama:
—Yo…yo…
—Emmmm, Octavio ¿estás llorando?
—¡No claro que no! —levanta la mirada y se nota sus ojos llorosos. Intenta aguantar su estallido de felicidad para no parecer tan débil.
Martín no hace más que sonreír. Macarena levanta a Martín y junto con Octavio lo abrazan para darle todas sus fuerzas. La boca de la chica se abre para animarlo y en su lugar se oye a Octavio con poderosas palabras que alentarían a cualquiera con solo escucharlo:
—Martín. Siempre has sido fuerte y decidido. Ella es dura y verdaderamente una dama con corazón. Desde la primera vez que los vi a ambos, juntos, llegué a la conclusión de que ni el destino o un mundo como el nuestro podría destruir lo que han logrado. Adelante y sin mirar atrás. Sea hoy, mañana o el fin de esta guerra. Une tu vida con la de ella y…
—¡Buaaaaaaahh! —entra a llorar Macarena por lo emocional del discurso de su amigo. Aunque tambien acabó por interrumpirlo.
—¡Aaaaaahh! ¡¿tenías que arruinar el momento?! ¡ahora no podré continuar, me olvidé lo que estaba por decir!
—¡Lo siento mucho! —se disculpa ella, pero continúa llorando.
Una vez más, Martín sonríe y agradece en silencio por haber vuelto y ver como todos se encuentran bien. A su manera claro.
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