Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 182
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- 182 - Capítulo 25: Ponerse al día parte 3
Durante la noche, Martín decide reunirse con Bautista y su grupo.
La idea de esa reunión es conocerlos más a fondo ya que por lo que les contó Julio y Steindra, tienen un enorme potencial y han sacrificado mucho para mantenerse con vida, así que para Martín resulta muy emocionante conocer a esas personas.
Cuando llegan a la tienda principal, donde se dictan las estrategias, ven a Martín junto con Estela. Bautista no evita sentir entusiasmo, pero también nerviosismo ya que ante ellos se encuentra el cazador más fuerte de todos. Tiene miedo de decir algo que crea poco conveniente y que se ofenda, pero es todo lo contrario.
Estela se retira no sin antes besar a Martín y saludar con mucho afecto y respeto al grupo de los cazadores de Mataderos. Una vez ella se va de allí, el cazador se sienta y mira a los cuatro, incluyendo a Carla, quien a pesar de no tener magia ni ser cazadora, fue clave para salvar a dos niños de los abusos en su refugio anterior.
Los invita a sentarse en sillas cuidadosamente ubicadas. Junto a la enorme mesa hay una más pequeña con jarra con agua y algunos vasos. Les ofrece de beber a lo que todos aceptan con nerviosismo. Luego, Martín enfoca la atención sobre el joven cazador. Sonríe y en primera instancia aclara que no tienen que sentirse nervioso, ya no tienen que temer ni nada por el estilo pero que relajarse es imprudente ya que la crisis no se ha detenido y la mente de Dramonzuk ha sufrido una especie de colapso:
—¿Qué sucederá de ahora en más si Dramonzuk está en esas condiciones? —pregunta Bautista.
—Buena pregunta. La realidad es que como convirtió a nuestro mundo en su mazmorra, cualquier cambio de ánimo de él puede cambiar la estructura mágica o material por lo que esos rayos que hemos estado viendo desde ayer es apenas la punta del iceberg. —explica Martín. —La cosa es que posiblemente tengamos que actuar aprovechando la situación.
—¿Aprovecharla? ¿Cómo? —pregunta Luciana.
—En ese caso, la explicación vendrá después. Tenemos que hablarlo entre todos los comandantes y lideres de refugios. —responde.
—¿Ganaremos? ¿es posible lograrlo? —pregunta Carla.
—Espero que sí. —dice Martín.
Charles se pone de pie y golpea su pecho con firmeza mientras exclama palabras para elevar la confianza del pequeño grupo:
—Vamos a vencer, de eso estoy muy seguro y todos recuperaremos nuestras vidas.
—Me alegra ese espíritu Charles. Haremos todo lo posible para lograrlo. —exclama el cazador. Se siente entusiasmado por el contagio del hombre con espíritu.
—Haremos lo necesario para luchar y derrotar a Dramonzuk y a la diosa oscura. Queremos ayudarte. —ratifica Bautista aun con su voz temblorosa.
—Estoy seguro que sí. Den por hecho que vamos a conseguirlo. Podrán revivir esos días hermosos de cielos celestes, salidas a comer y disfrutar de su juventud. Les prometo que así será.
Después de eso, permanecen casi una hora conversando de muchas cosas para poder conocerse mejor y que también confíen en Martín. Empieza a valorar la valentía de Bautista, la fuerza de voluntad para proteger a los más débiles de Carla, el amor con el que ha liderado el refugio Luciana y la fortaleza mental para mantener unidos a todos de Charles.
Bautista se queda un poco más con Martín, mientras que los demás se regresan a descansar. Los nervios del joven cazador se desvanecieron con la conversación que tuvieron con Martín:
—¿Sucede algo Bautista? —pregunta Martín al verlo aún sentado con el vaso de agua entre sus manos.
—Yo…quisiera saber una cosa.
—Si. Dime.
—Durante mucho tiempo me dediqué a viajar solo en búsqueda de suministros. Luche. Fui herido. Perdí gente y aún así ¿Cómo es que sigues entero? Siento que no fue demasiado lo que pasé a comparación contigo.
—Bautista. Te daré un consejo que alguna vez me dio mi madre en su momento. ‘Si crees que tus esfuerzos no los sientes suficientes, retrocede y observa. En ese momento te darás cuenta de tuviste el valor de dar tiempo y energía en ese esfuerzo’.
—¿Qué significa?
—No te quedes con que mi situación fue peor que la tuya o tus esfuerzos no tienen peso. Cree que en esta guerra cualquier esfuerzo lo vale y tu mi amigo, luchaste por los niños, ancianos y civiles más débiles. Luciana fue la mente, y tu sin duda alguna fuiste la espada.
—Creo…creo que tienes razón.
—¿Quieres decirme algo más? Siéntete libre. Estoy para escucharte.
—De hecho…hay otra cosa.
—¿Qué cosa?
—Es algo que quisiera preguntarte sobre lo que pasó entre México y Estados Unidos.
—La misión que tuvimos para detener una guerra entre ellos. ¿Qué te gustaría saber de eso?
—Quisiera saber si tu sentiste que podrías morir al enfrentar a William. Sé que era el cazador más fuerte y brutal. ¿Cómo manejaste tus nervios frente a un rival de tal magnitud?
—Siento que hay una curiosidad detrás. ¿Quieres saber como me sentí al pelear contra rivales y enemigos muy poderosos?
Bautista asienta con la cabeza mientras está con la atención al 100% puesta sobre lo que llegue a decir Martín:
—Sea William, Astapoh, Dramonzuk o la diosa, nunca dejé de tener miedo.
—¿Miedo?
—Así es. Tener un poder fuera de toda consciencia humana nunca hará que tu lado humano desaparezca. Tendrás temor, preocupación, dolor, nerviosismo, porque eso es lo que nos hace humanos. Se podría decir que cuando siento esas emociones o alguna de ellas, es porque puedo estar tranquilo de seguir siendo humano.
—Es que tengo miedo de enfrentarme a alguien más fuerte que yo y perder la vida. Temo morir en esta guerra. —dice Bautista y de sus ojos brotan lagrimas de angustia. Una vez más vuelve a sufrir de preocupación por tener que luchar en una batalla, morir y no volver a verla a Luciana.
—Las personas que te rodean.
—¿Qué?
—Confiar en las personas que te rodean es la clave de todo. Durante mucho tiempo estuviste explorando, en completa soledad la ciudad destruida y bajo el acoso de los destructivos y otras alimañas. Ahora no tienes que sentirte de esa manera. Tienes a mi gente. Me tienes a mi si necesitas ayuda o en batalla sostener tu espalda con la de cualquiera, Lorkamos, Kargroot, Julio, Estela, yo. —se pone de pie y camina hacia la salida. Antes de salir, se voltea y mira a Bautista con una sonrisa. —Ya no estás solo y si alguno de los tuyos está en peligro, no dudas de que todos iremos a defenderlos. Sé qué harías lo mismo.
Bautista siente como esas palabras lo hacen rebosar de confianza y felicidad. Se levanta impulsado por una enorme determinación y mira hacia el cazador. Con un grito digno de un fan le dice antes de que termine de salir de regreso a su tienda:
—¡Puedes confiar plenamente en mí y mis amigos! ¡Vamos a recuperar la vida que hemos perdido, Martín!
El cazador asiente con una agradecida sonrisa dirigida al joven Bautista.
AVAVAVAVAV
Una vez que sale y se encamina hacia la su tienda, Martín ve a Luciana acercándose a él. Intrigada por la figura de aquel cazador que con sacrificio silencioso logró consumarse como uno de los más fuertes del mundo lo sigue tímidamente hasta que él se detiene y voltea levemente para mirarla:
—¿Quieres caminar un rato? Luciana ¿verdad?
—S-Si.
Ella se para a su lado y ambos recorren el campo de juego del estadio:
—Tienes un buen amigo en Bautista. Incluso en estos tiempos tan difíciles hay que apoyarse en los amigos y aliados.
—Si y estoy profundamente agradecida por eso.
—Buena chica. —piensa Martín al escuchar esas sentidas palabras de la joven.
—A decir verdad, quisiera hablar contigo…no, quiero pedirte un favor.
—¿A mí?
—Si.
—¿En qué puedo serte útil?
—Sé que, llegado el momento, Bauti va a pelear contra enemigos demasiado fuertes, pero…por favor…cuídalo. —mira hacia el suelo con vergüenza.
Lo primero que hace Martín al ver el gesto de la chica es arquear una ceja, luego lanza una pequeña y sutil carcajadas. Finalmente acaricia la cabeza de la chica y sonríe una vez más. Presenciar a los niños jugando y ahora una muestra profunda de amistad es algo que para él da fuerza en la lucha que se avecina:
—No creo saber lo que pueda pasar mañana o en un futuro más alejado, pero confía en que haré lo posible para que todos ustedes puedan volver a vivir sus vidas sin miedo.
Se agacha levemente y continúa acariciando la cabeza de ella:
—Tener amigos que se aprecian es lo mejor que existe ¿cierto?
—Si. —asienta con una sonrisa y claramente muy cómoda ahora que quito ese peso del pecho. —Eres como la señorita Arakneida dijo.
—¿Huh? ¿Qué dijo?
—Que eres alguien muy despistado…
—¡¿Heeeh?! —se siente traicionado con expresión desolada.
—Pero también alguien que es de lo más confiable y gentil. Que podemos contar contigo y sobre todas las cosas, lucharías contra cualquier cosa solo para defendernos. Por un lado, sentía curiosidad. No tanto como Bautista, que de alguna forma te empezó a considerar alguien increíble, pero sentí que eras alguien como nosotros.
—¿Cómo sería eso?
—Humano.
—¿Y ahora qué crees?
—Creo que eres increíble. Te estoy agradecida por hablar con nosotros.
—No hace falta agradecer nada. Lo que hago es para ayudar. Los que en verdad merecen agradecimiento son los médicos, policías, militares, cazadores, maestros, aquellos que no se han rendido, aunque el mundo se vino a pique. Sin cada uno de ellos…la civilización humana pudo haber perecido, pero en los diferentes confines del mundo debe haber refugios que intentan funcionar con el amor y esfuerzo que conocemos.
Luego de esa charla, Luciana se retira muy contenta y esperanzada con las palabras de Martín. Llega Estela desde el camino que da a la tienda de ambos. Se la ve más hermosa bajo la luz de la luna y su cabello resplandece con ese color plateado tan característico de ella:
—Te convertiste en el hermano mayor de esos chicos. —exclama Estela con un poncho que la cubre del fresco nocturno.
—Pasaron por mucho y la verdad es que…también quiero sacar fuerza de ellos.
—¿Pensaste en lo que haremos?
—Muchas posibilidades.
—¿Y?
—Existe la posibilidad de que Dramonzuk quiera arrasar con todo. Inclusive este refugio.
—La batalla final será aquí ¿cierto?
Martín se acerca a ella. Queda encandilado por tal belleza. Su cabello corto plateado. Sus ojos deslumbrantes que bajo la luz de la luna queda en un tono amarillento. Su hermosa figura que siempre que la ve queda maravillado por lo perfecta que es. Su aroma, todo lo que es ella provoca en Martín un valor inmenso y temor a perderse en el abismo sin volver a verla.
Estela lo abraza por el torso y apoya su cabeza en el pecho de él. Martín deja de sonreír y se acurruca su rostro contra la cabeza de ella mientras la envuelve con sus brazos. Ruega que ese momento sea eterno.
Después de calmarse, Martín responde afirmativamente:
—Una última vez. Una última batalla.
—Estoy segura que vamos a vencer a Dramonzuk.
—Lo se. Esta vez no pienso fallar. —se aferra a ella con todo su corazón mientras que uno de sus ojos desprende aura oscura y el otro ojo, aura blanca.
AVAVAVAVAV
En la mañana del día siguiente, Musume, ex top mundial de rango SS+ decide llevar a Martín a ver la tumba de su madre que se encuentra ubicada en un lugar cerca del monte Fuji. Arakneida abre un portal con su magia espacial con la que conecta al refugio de Buenos Aires con la prefectura en la que se ubica la mítica montaña.
El cazador se adentra junto con Musume, Estela, Arakneida y detrás de ellos los siguen Ichika, Kyubo, Julio y María. La vista que los recibe es desoladora y aunque los arboles y el cielo se ven casi sin vida, el monte persiste aun con una gran porción destruido por los ataques de los dragones.
El camino es largo, pues la tumba se encuentra en un terreno difícil de transitar y Musume quiere que Martín y Estela conozcan su patria, algo que muchas veces el joven cazador nombró unas escasos ocasiones de que deseaba ir a Tokyo, Osaka, entre otros sitios. Como alguien devoto a los buenos valores y honor, Martín había desarrollado un profundo interés por la historia y los guerreros antiguos. Los samuráis y la tierra de estos no quedaron exentos de ese interés:
—Tengan cuidado por favor. Esta zona es accidentada. —aconseja Musume. Echa un vistazo a Martín y lo ve intrigado y curioso, como si fuera un niño. —Tengo entendido que es tu primera vez aquí. Lamento que sea en esta situación.
—No, está bien. Es un gran honor conocer tu patria. Estoy seguro de que mi madre está en el mejor lugar posible. Te lo agradezco Musume. —exclama Martín.
—El honor es todo mío. Allí está. —señala una solitaria tumba echa con madera alta y el nombre de Carla en dos idiomas, japonés y castellano. Junto a esta se encuentran dos yakuzas bien armados con pistolas que disparan municiones de maná y un cazador de rango C+ que los comanda. Musume había ordenado que ese lugar sea considerado como un altar y eso incluye una fuerte protección.
Los pasos de Martín hacia la tumba se tornan lentas y torpes. Sus ojos empiezan a humedecerse y lentamente pierde fuerza en sus piernas.
Estela intenta alcanzar su mano para que no sintiera la pesadez de la soledad ante aquella caminata tan dolorosa. Julio la detiene y cuando Estela lo mira, ve que le niega con la cabeza, indicándole que no es algo a lo que ella deba intervenir. Le duele mucho verlo así, pero Estela comprende que en ocasiones es necesario apoyar en silencio.
Una vez está frente a la tumba, los yakuzas y el cazador se alejan no sin antes presentar sus respetos hacia él y su madre con la reverencia tan legendaria y luego se retiran.
El joven se pone de rodillas y apoya su cabeza contra el suelo. El silencio, tan breve, es interrumpido con el sollozo de él y acto siguiente golpea el suelo con los puños. Arranca la hierba y vuelve a golpear el suelo. Impacta con la frente la tierra hasta que se hiere. Estela lo socorre abrazándolo con fuerza.
Luego de esto, Arakneida se acerca tímidamente para abrazar a ambos como una fuerte presencia maternal. La familiar también se siente mortificada ya que su misión era protegerlos a los tres y ciertamente la muerte de Carla fue un triste fracaso que desea que jamás haya pasado.
Al cabo de casi una hora y tras haberse calmado, Martín se sienta sobre el frio césped, a su lado Estela y al otro Arakneida, detrás Julio, María, Musume, Ichika y Kyubo. Mira fijamente la lápida de madera con el nombre de ella. Él no puede creer que su madre ya no esté en su vida. Aprieta su puño con gran sentimiento de culpa.
Por más que las palabras que lo animaron hayan surtido efecto, los sentimientos son cosa aparte y tardan mucho más en esfumarse:
—¿Creen que ella haya sufrido? —pregunta con la esperanza de que haya sido al instante.
—Por lo que sabemos, su cuerpo sufrió más de la mitad de quemaduras. —responde Musume.
—Ya veo. —cae una lagrima del rostro. —Ni siquiera eso. ¿Qué tanto quieren destruir de nuestro mundo?
—Martín. Perdón. Todo fue mi culpa. Tendría que haber sido yo. —dice Arakneida.
—No tienes porque disculparte. Todo esto fue mi culpa. Es mi madre y yo…no fui capaz de protegerla. Siempre sonriendo. Siempre gentil, amorosa. —dice con una sonrisa infeliz. Luego se voltea y mira a Julio y María. —¿Recuerdan cuando se presentaron y ella los abrazó?
Tanto Julio como María se muestran tristes, pero con una sonrisa cálida de recordar ese momento tan preciado:
—Por supuesto. Ese día tu madre nos contó muchas anécdotas sobre tu padre y sobre ti. —dice Julio.
—También nos pidió cuidarte. Así de atenta era. Si, la extrañamos mucho. —exclama María.
—Ella nunca se olvidaba de ningún cumpleaños e inclusive festejaba los santos. Herencia italiana. Siempre queriendo hacer almuerzos para todos. —añade Martín con gran pesar.
—Su comida habrá sido extraordinaria. —comenta Musume.
—Hacía unos exquisitos guisos de lentejas. —seca sus lágrimas con la manga de su ropa. —Arakneida.
—¿Huh? —se asoma.
—No debes sentirte culpable. Eres una gran amiga y también alguien a quien puedo considerar como parte de mi familia. Hiciste todo lo que pudiste y te estaré eternamente agradecido. —le sonríe de oreja a oreja.
De repente, la increíblemente todopoderosa de Arkaneida, la soberana de las arañas y el veneno, rompe en llanto con lagrimas cayendo a cántaros y mocos asomándose levemente. Ella intenta sacar las lágrimas del rostro, pero su llanto es ahogado y desgarrador. Estela trata de consolarla, pero ella la detiene y encara a Martín con enorme fortaleza:
—Martín, te juro que no volveré a fallarte.
—¿Eh? Pero no me fallaste nunca.
—Si, lo hice. Tu madre era alguien también importante para mí. Ella se preocupaba por mi día a día. Me preguntaba si comí ese día o mi relación con Oscar, como marchaba y que lugares eran idóneos para pasear. Fue como una madre para mí y eso me hizo dar cuenta del valor de los humanos. Voy hacer que esta guerra se acaba lo más pronto posible. Lo haré en su memoria y de cada humano caído y del que no supimos nada. Aquellos con tumba o sin ella.
—Arakneida. —se queda estupefacto.
—Tu madre represento aquella persona que nunca nos debió fallar. Esa figura materna tan poderosa que hizo que Macarena sintiera el amor por los estudios o hasta Cromana y Kargroot, ya sabes, demasiado serios y ariscos con los seres humanos. Ella les hizo querer visitarla cada vez que pudieran para escuchar las anécdotas de Tristán, tu padre. Esto nos ha impactado y comprendemos como te sientes ahora. —dice Estela mientras le sostiene la mano a Martín.
—Muchas gracias a todos. No creo que hubiera hecho esto sin ustedes.
Con el sol ocultándose en el horizonte y el monte Fuji allí inamovible, permanecen todo lo que pueden. Musume le entrega una botella de sake a Martín para que se lo eche encima a la tumba como parte de un ritual yakuza en respeto. Luego, Arakneida abre un portal para volver, pero antes de que Martín entrase, da un breve y ultimo vistazo a la tumba y sonríe.
Pero la paz es algo que alcanzará cuando por fin derrote a la diosa y todo vuelva a la normalidad.
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